40 años del Servicio Jesuita a Refugiados
El pasado 14 de noviembre se cumplieron 40 años desde que el P. Pedro Arrupe SJ fundó el Servicio Jesuita a Refugiados en 1980. En conmemoración del camino recorrido acompañando la vida de migrantes y refugiados en todo el mundo, Julio Villavicencio SJ, comparte con nosotros un mensaje en nombre del Servicio Jesuita a Migrantes de Argentina y Uruguay.
40 años del Servicio Jesuita a Refugiados
“En vista de lo allí discutido, y después de consultarlo con mis Consejeros Generales, he decidido establecer en la Curia un centro operativo ‘Jesuit Refugee Service’ (JRS), para coordinar la acción de la Compañía en pro de los refugiados.” (Arrupe, P., 1980. Carta sobre los refugiado).
Con esta carta del año 1980 el padre Arrupe da comienzo formal al Servicio Jesuita a Refugiados. Fue un 14 de noviembre. Un espacio que se constituía como la única obra de apostolado social de carácter internacional y dependiente del padre General.
El contexto de su surgimiento fue en plena guerra fría, dónde los enfrentamientos de los bloques comunistas y los bloques de orientación capitalista se libraron en países en desarrollo. Ese fue el caso de la guerra de Vietnam, que terminó en una crisis de refugiados en las costas de Indochina. Son estas personas llamadas “boat people” en su momento, las que el padre Arrupe descubre y queda impactado. Así lo describía en sus propias palabras:
“En las Navidades del año pasado quedé profundamente impresionado y conmovido por las penalidades de los miles de ‘ prófugos del mar ‘ y de refugiados. Creí mi deber enviar un telegrama a unos 20 Superiores Mayores de diferentes partes del mundo. Haciéndoles partícipes de mi preocupación, les preguntaba qué podían hacer ellos en sus respectivos países, y qué podía hacer la Compañía para aliviar, al menos un poco, la tragedia del tal situación.”
Es esta situación en particular la que conmociona de tal manera al padre Arrupe que su preocupación nos recuerda a aquella triple pregunta que propone Ignacio delante de Cristo Nuestro Señor puesto en cruz, a saber, ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo?
“El Padre Arrupe transformó su conmoción por el sufrimiento de quienes huían de su tierra en busca de seguridad tras la guerra de Vietnam en una preocupación profundamente práctica por su bienestar físico, psicológico y espiritual”, nos dice en su carta el Papa Francisco, en virtud de saludar al SJR en su 40 aniversario.
Siguiendo su exhortación, el Papa invita a seguir acompañando y sensibilizando a la sociedad ante la situación tan dolorosa de tantas personas. El SJR tiende una mano de amistad para ayudar, acompañar y ofrecer oportunidades para crecer. Francisco identifica este accionar con un testimonio del amor de Dios.
Nuestro contexto a pesar de no estar atravesado por la Guerra Fría, se ve violentado por diversos conflictos de distintas naturalezas. Ellas tienen que ver con la lucha contra el terrorismo internacional, conflictos políticos, religiosos o raciales. La pobreza y la desigualdad. En la época que Arrupe funda el SJR la cantidad de refugiados ascendía a 16 millones aproximadamente de personas. En la actualidad la cantidad de personas desplazadas a la fuerza asciende a 79,5 millones. Y eso no deja afuera nuestra realidad Latinoamericana y en particular nuestra realidad Argentina y Uruguaya.
Argentina y Uruguay
En la provincia acompañamos a las personas migrantes y refugiadas desde el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM). Espacio que asiste y acompaña a más de 1400 personas migrantes y refugiadas de muy variados países, como son, Senegal, Ghana, Haití, Colombia, Venezuela, Paraguay, Perú, Bolivia, Perú, República Dominicana y Cuba, entre otros.
En la actualidad el SJM cuenta con 4 oficinas que hacen presencia en la ciudad de Córdoba, el partido bonaerense de San Miguel, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la ciudad de Montevideo, Uruguay. Cada una de estas oficinas está organizada en cuatro áreas: Social, Pastoral, Incidencia y Educación.
En particular la crisis humanitaria que se da en Venezuela, pone en la región una mapa atravesado por flujos de personas que cruzan de las más diversas maneras las fronteras de los países de AL. Se llama migración mixta, porque en ella hay migrantes forzados, económicos y también refugiados.
Se ha incrementado en la población que acompaña el SJM, familias caminantes, sometidas a distintos tipos de violencia por el camino, entrando por pasos como la Quiaca en Argentina o Chuy y Rivera en Uruguay. Muchos jóvenes de entre 18 y 27 años, no necesariamente con estudios de secundaria. En casi todos los casos han experimentado xenofobia en otros países de la región.
“En el marco de la cuarentena, hemos tenido la oportunidad de trabajar con otros flujos migratorios como el ghanes. En este caso se trata de un grupo migratorio en su mayoría conformado por hombres en edad laboral, vinculados con el mercado informal y en un 90% solicitantes de refugio. En su mayoría, las ganancias que aquí obtienen son destinadas a las remesas, actividad fuertemente afectada en este contexto de cuarentena. Son muy pocas las mujeres ghanesas que hemos conocido, sin embargo, las que han sido acompañadas hacen parte de núcleos familiares monoparentales y con mayores barreras en su idioma.” (Laura Herrera, coordinadora oficina CABA).
Otra población con un alto nivel de vulnerabilidad es la población haitiana, se encuentran con grandes desafíos para acceder a la ayuda humanitaria. El idioma ha sido la barrera principal y luego se han puesto en evidencia procesos de integración muy débiles que hacen de su condición humanitaria un desafío mayor. En su mayoría tienen sus estadías en el país regularizadas, sin embargo, con procesos de integración que los ubican en un contexto de importantes carencias.
Cecilia Duarte, coordinadora de la primera oficina del SJM en Argentina nos cuenta: “Comencé mi trabajo con el objetivo de articular el trabajo del SJM con los Colegios parroquiales de San Miguel. Nos encargamos de ir dándole forma a este proyecto. El SJM surge con la necesidad de acompañar a las personas de los países limítrofes tanto en sus trámites como en su fe. En el camino, fuimos conociendo otras realidades. Fuimos aprendiendo a ponernos en el lugar de la otra persona, un cambio de mirada. A veces en esta misión la situación te supera y lo único que uno puede hacer es escuchar y mirar a la persona a los ojos. Este último año con el COVID, se nos puso de frente otras realidades migrantes, con poblaciones de países que no son limítrofes, con idiomas distintos y culturas muy diversas.”
La última oficina que se abre del SJM en la provincia son las oficinas de Montevideo, con la gran colaboración de laicos, de los párrocos jesuitas de San Ignacio y de Sagrado Corazón. Joan Gratacós, coordinador del SJM en Montevideo cuenta algunos aspectos de su experiencia: “Mi experiencia ha sido tratar de conocer la realidad migratoria en Uruguay. Hemos tenido que trabajar en la primera línea asistiendo a las personas migrantes más vulnerables. Un gran inconveniente con el que siempre hay que lidiar son las situaciones complejas y los recursos escasos. Gracias a Dios hay un gran compromiso por parte de los voluntarios, en especial de dos religiosas que llevan adelante distintas oficinas del SJM en Montevideo. Hay dos grandes desafíos en el contexto, uno es el habitacional y el otro es la incorporación al trabajo por parte de las personas migrantes. En cuanto a los desafíos institucionales tenemos por delante la búsqueda de financiamiento, la articulación con otras organizaciones y el cuidado de los equipos que integran el SJM”.
Las personas que integran el SJM intentan hacer realidad una sola misión: acompañar a las personas migrantes más vulnerables con el objetivo de proteger y promover los derechos y la dignidad de estas personas.
“Conocer la historia de las personas, sus progresos y superaciones ha sido muy motivador. Ha sido muy difícil encontrar los recursos para poder acompañarlos en sus necesidades básicas. El acompañar a los voluntarios ha sido también una experiencia maravillosa, porque son personas que ponen un gran cariño y corazón en cada una de las actividades que realizan”. (Saraí Alviarez, coordinadora SJM Córdoba)
Nos gustaría dar cierre a esta pequeña reseña del SJR y del SJM ARU con las mismas palabras que el padre Arrupe despedía a los superiores pidiéndoles colaboración para esta misión:
“San Ignacio nos pidió estar dispuestos a ir a cualquier parte donde seamos más necesarios para ‘ el mayor servicio divino’. Las necesidades, tanto espirituales como materiales de los 16 millones de refugiados que hoy hay por el mundo, difícilmente podrían ser mayores. Dios nos está llamando a través de esas poblaciones desvalidas. La oportunidad de prestarles ayudas deberíamos considerarla como un privilegio que, a su vez, nos atraerá grandes bendiciones de Dios para nosotros y la Compañía.” (Arrupe, P., 1980. Carta sobre los refugiado).
Si quieres conocer más sobre el trabajo del SJM ARU puedes encontrarnos en www.sjmargentina.org, @sjm_argentina, @sjmuruguay.