Artículo publicado en Revista Jesuitas Chile n. 53
Por Julián Abusleme
En agosto de este año se hizo público el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC). Y sus conclusiones sobre la crisis climática fueron lapidarias. Chile, particularmente, aparece mencionado 98 veces en dicho informe, y 34 de esas menciones son en directa relación con los fenómenos climáticos que están azotando a nuestro planeta.
Pero ¿por qué a los católicos esta crítica realidad debe preocuparnos de manera particular? A primera vista, el cambio climático y sus consecuencias parecen ser un tema científico, técnico. Quizás también político y económico. Pareciera que la religión no tiene mucho que aportar en este debate.
Sin embargo, Jaime Tatay sj, jesuita español que se ha involucrado profundamente en el tema ecológico, dictando diversas charlas y publicando muchos artículos al respecto, nos entrega una respuesta. “Una de las razones principales es que los más pobres, los niños y las personas enfermas son las que sufren en mayor medida las consecuencias de la degradación de la naturaleza. Entonces la entrada de la Iglesia en este debate no es técnica, sino que es una entrada que se da desde la justicia social”, afirma.
Un pensamiento similar tiene Gonzalo Castro sj, jesuita chileno, asegurando que “para dar una respuesta integral a los problemas ecológicos que nos aquejan hoy como sociedad, la respuesta no es solo técnica”.
Castro asume tener un profundo interés por esta problemática y subraya que las medidas de reciclaje o los cambios en materia energética no tendrán un impacto duradero “si no hay un cambio en nuestro estilo de vida, y esos cambios sí responden a nuestra fe”.
Desde California, Estados Unidos, Cristóbal Emilfork sj destaca que “el mismo IPCC ha estimulado la incorporación de otro tipo de saberes. Por ejemplo, se está prestando atención creciente a las cosmovisiones indígenas y a su modo de entender la relación con el medio ambiente”. Este jesuita, también chileno, y que se encuentra realizando un doctorado en Antropología Medioambiental, señala que “quienes seguimos a Jesús sabemos que, junto con las herramientas que nos puede dar la ciencia, podemos sumar otros saberes que, de hecho, en nuestra vida cotidiana contribuyen a dar forma y sentido a nuestro actuar”.
El impulso del Papa
No cabe duda que en 2015 se vivió un cambio paradigmático en la relación que existe entre la crisis ecológica y la Iglesia católica. Fue en ese año cuando el Papa Francisco hizo pública la encíclica Laudato Si’, texto que critica la “cultura del descarte”, invitándonos a dejar “un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá”.
En el documento, Francisco llega a lo medular del conflicto y nos recuerda que “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar a la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.
Jaime Tatay sj recoge las palabras del Papa y en su texto “Creer en la Sostenibilidad: Las religiones ante el reto medioambiental”, destaca que las declaraciones religiosas afirman que “no se puede hablar de ecología sin hablar de justicia social (ni viceversa). Esta convicción no surge de un interés económico, sino del acompañamiento pastoral de las comunidades marginales que sufren las peores consecuencias de la degradación ambiental”.
Laudato Si’ se ha transformado en un faro que guía a todos aquellos católicos que, desde sus veredas, buscan involucrarse activamente en esta problemática. Hace algunas semanas, el Papa aprovechó la cumbre sobre cambio climático COP26 para reafirmar su mensaje, asegurando que los líderes mundiales que participan de la instancia “deben responder de manera urgente a la crisis ecológica que vive el planeta”.
Pero, ¿qué hacemos?
La magnitud de esta crisis nos hace sentir pequeños. ¿Qué podemos hacer nosotros como individuos ante un problema tan grande?
“Sigamos el ejemplo de Jesucristo”, es la invitación que hace Gonzalo Castro sj. “Si queremos jóvenes cristianos comprometidos con una transformación en nuestra relación con el medio ambiente, sigamos el movimiento de encarnación de Jesús y partamos nosotros mismos, desde nuestra base. La cultura del descarte de la que habla el Papa es algo que se cambia a escala pequeña, no es una política pública, es cada uno de los seres humanos que decide vivir de otra manera su vida”, agrega.
Desde la perspectiva de Cristóbal Emilfork sj, el foco debe estar en educarnos y transformar nuestras prácticas. “Y si cambiarlas nos resulta difícil, entonces debemos aprender cómo se hace para cambiar hábitos ya instalados. Si nos tomamos realmente en serio la crisis ecológica, no hay otra alternativa”, explica.
Fuente: jesuitas.cl