Día de la mujer: Un nuevo lugar para las mujeres

Esta reflexión del Departamento de Laicos de la Conf. Episcopal Argentina, se inspira en el discernimiento comunitario propuesto por la Asamblea Eclesial de Latinoamérica. Es un momento propicio para pensar un nuevo lugar para las Mujeres porque, de hecho, toda la humanidad estamos en un nuevo lugar. La pandemia nos ubica en situación de recomenzar de una forma nueva: ‘De la forma que podamos’.

El documento recoge los dolores de las mujeres en el presente de Latinoamérica, pero también sus alegrías y esperanzas.
¿Y de aquí para adelante? Mucho por hacer…
– Acompañar y promover a las mujeres más pobres y excluidas…
– Seguir trabajando el tema de los abusos en la Iglesia
-. Fomentar el protagonismo de las mujeres en la Iglesia…
-. Procurar la educación de las mujeres.

Francisco nos está proponiendo la reforma de la Iglesia, lo cual no significa hacer otra Iglesia, si no ser Iglesia de otra manera, más sinodal y participativa y allí todas y todos tenemos algo que aportar. Sigamos caminando juntas, juntos, que de eso se trata.

¡Feliz día a todas las mujeres!

En comunión de oraciones,
Área de las mujeres, Deplai Argentina.

Descarga a reflexión en  www.episcopado.org/ver/3219

¿Qué paz desear en medio de esta guerra?

Una reflexión sobre la NO-violencia desde una perspectiva cristiana.

Por Emmanuel Sicre SJ

Esforzarse por llegar a ser de manera que podamos ser no violentos.”

Simone Weil

No es una novedad que estamos en guerra. Inclusive los que no la sufrimos de cerca y tenemos tiempo para escribir sobre la guerra y la violencia. Mientras sea el hombre contra el hombre, todos estamos en guerra directa o indirectamente. ¿Por qué?

Porque, en principio, no vivir estado de guerra no significa no ser afectado por ella. Los recursos humanos y las fuerzas morales, los recursos económicos y naturales que la guerra devora son hipotecas que pagaremos tarde o temprano.

Porque la lógica mediática a la que asistimos nos hace partícipes y cómplices de las dinámicas de violencia instituidas como una cotidianidad descarada. Cada vez que cedemos al impulso de los medios masivos de comunicación a tocar la muerte injusta con los ojos y los oídos, nuestra sensibilidad, amarrada a lo que pensamos, se va transformando más y más en una piedra que luego lazaremos contra el otro, contra la masa, y, en definitiva, contra nosotros mismos.

Porque mientras la paz no sea posible para todos, no podremos llamarle paz en serio. Pero ¿de cuál paz seremos dignos los seres humanos? ¿Qué paz nos conviene desear?

  • PAZ SIN GUERRA JUSTA

Debemos apelar a una moralidad que vaya más allá de la legítima defensa. Esto implica un cambio de mentalidad desde la temprana edad donde nadie entienda que otro debe ser violentado en su dignidad por una causa que lo hace, en apariencia, merecerla. Es necesario, como dice Simone Weil: “Esforzarse por sustituir cada vez más en el mundo la violencia por la no violencia eficaz.” Quizá pueda comprenderse esto como un quietismo falso que se conforma con “no hacer el mal”, pero que tampoco hace el bien. En este sentido, podríamos decir que la abstención también resulta una forma de violencia porque disminuye la no-violencia.

Esto conlleva una formación voluntariosa, disciplinada y programática para llegar a ser no-violentos. Pero, ¿cómo romper inercias que violentan al ser humano desde el inicio de su vida con prácticas, incluso inconscientes, como jugar a la guerra, divertirse con la muerte del “malo”, ceder al impulso del bulliyng y callar ante la injusticia? ¿Cómo pensar la vida sin violencia? Preguntas como éstas nos conducen de lleno a reflexionar, entonces: ¿qué es la violencia? Y más ¿es posible la no-violencia? De ser así, ¿qué destino tienen las incontenibles negociaciones interiores con las que lidiamos para no dañar y no hacernos daño? ¿Acaso la fuerza de la ira envuelta en la violencia podrá tener otra dirección que no sea la de volcarla sobre el otro? Creo que sí, hay testimonios de mártires de la no-violencia que supieron usar la fuerza, no para ejercerla en contra de los demás, sino para resistir y transformar la realidad.

  • UNA PAZ QUE TENGA EL ROSTRO DEL OTRO

La única forma posible de que la no-violencia sea un estilo de vida personal y social es que el otro no sea una amenaza. Cuestión “imposible” para el ser humano. Y justamente, por ser un imposible, las reacciones ante él pueden entrar en dos planos contrapuestos: el plano de la utopía esperanzadora o el escepticismo burlón. He aquí la elección personal de la conciencia desde la que ejercemos éticamente nuestro lugar en el mundo. Es decir, buscando caminar hacia el horizonte de la utopía en el proceso de nuestra vida, o dejándonos embargar por un escepticismo autocondenatorio que no conoce sino la violencia atmosférica de la que no está dispuesto a salir.

¿Cómo relacionarnos con esfuerzo por ser no-violentos con el otro? Considerándolo como uno mismo o como uno de la familia. El problema yace muchas veces en que no nos es posible amarnos ni a nosotros mismos, y mucho menos evitar la violencia incluso con los que amamos al interior de nuestra familia. Pareciera impregnado en nuestro ADN el hecho de rechazar al otro. Por eso, es necesaria una pedagogía del amor propio que libere al hombre de ser una amenaza para sí mismo, y lo abra a la salvación que le viene desde el rostro del otro.

  • UNA PAZ HIJA DE LA JUSTICIA CRISTIANA QUE NO EVITA EL CONFLICTO

Que alguien merezca un castigo por sus acciones no supone que el castigo sea una violencia contra su dignidad de persona humana. Aunque sea lo que le deseamos, e incluso, sea emocionalmente legítimo (sí, solo emocionalmente).

Desde niños sabemos que los procesos de conciencia que cambian las actitudes positivamente en la vida, no son los que revirtieron acciones por el ejercicio de la violencia sistemática proyectada en el castigo, sino la constante paciencia y amor con el que fuimos corregidos por quienes nos aman. Sin embargo, cabe la pregunta ¿necesitamos una dosis de violencia para reaccionar a veces? No, porque la violencia es una construcción social que atenta contra la dignidad. Que nos hagan reaccionar no implica la violencia. Si no esto podría justificar el golpe y la violencia doméstica, nidos para un sentimiento de odio que crecerá con el tiempo y será motivo de una violencia aún mayor.

La guerra no es una necesidad justificable, es una negociación mal llevada por el odio y el fracaso encubierto del propio ego que no asume su fragilidad. Por eso, educar para la paz es formar en la autopercepción de las propias fragilidades, de los conflictos con la historia y la integración del fracaso como verdadera capitalización del error para vivir mejor.

Por otra parte, el mero concepto de justicia retributiva donde a cada uno le corresponde lo que merece, está en la Biblia, pero no es de Cristo. Él invirtió esta concepción de raíz. En efecto, hacer justicia como Cristo es: darle a cada uno la posibilidad de trabajar sobre sus propias heridas para que sanen y vuelva a sentir que está en casa con la ayuda de Dios en sus hermanos. (Cosa que el sistema educativo vigente está muy lejos de plantearse todavía).

Y esto es ser injustos: negarle al otro la oportunidad de aceptar y transformar su dolor y su fracaso, condenándolo a la marginación y la exclusión. Por eso la ley del talión aún sigue enquistada como una aguja en nuestra corteza cerebral, porque queremos que la justicia castigue, haga pagar, rompa en el agresor lo mismo o más de lo que él rompió, queremos que sufra lo que hizo sufrir, que le duela y ahí quizá pueda entender lo que hizo. Si el castigo en verdad provocara nuevas conductas pacificadoras, ¿por qué, dados los índices de violencia cotidiana, hasta ahora no funcionan los sistemas de penalización judicial?

La cuestión es mucho más problemática porque la punición no está enfocada en la reorientación de la vida del otro hacia el valor, sino hacia la autopreservación de los que se creen justos, y que poco les interesa saber si su agresor cuenta con las posibilidades para redescubrir su propia dignidad. ¿Por qué habría de interesarle? Porque es otro como él, y porque debería ser más consciente de las violencias silenciosas (económica, psicológica, estructural, laboral, moral, religiosa, …) que se ejerce a sí mismo y a los demás por el sólo hecho de vivir en la guerra en la que estamos insertos todos sin excepción.

  • UNA PAZ QUE SEA LA CONFIRMACIÓN ESPIRITUAL DE UNA ACCIÓN DISCERNIDA

Lo que un cristiano espera en su encuentro con Jesucristo es al menos conocerlo para ser un poco más como él. Pero ¿cómo sabe el cristiano que sus acciones, fruto de su corazón sincero en la búsqueda del bien, pero atento a las tentaciones del mal espíritu, van encaminadas a parecerse a Jesucristo?

Lejos de una imitación ciega de Jesús que lleve a la despersonalización, el cristiano en su proceso de crecimiento necesita ciertas seguridades para avanzar. La espiritualidad ignaciana ha intentado hacer un aporte en este camino a través del discernimiento de espíritus. En el proceso de los Ejercicios Espirituales, donde se pretende “buscar y hallar la voluntad de Dios”, el signo claro de que están en sintonía mi deseo más profundo con el deseo de Dios para mi vida es la paz. Se trata de una paz que confirma ese discernimiento hecho de diálogo, silencio, paciencia, cruz, honestidad y docilidad a la voz de Dios en el propio corazón.

Y esta paz que confirma nuestra misión en el mundo, si viene del Dios de Jesús, es profética, incómoda y reconciliatoria. Por eso, el cristiano no está cómodo en el mundo mientras no se parezca al Reino que le oyó anunciar a Jesús en su Palabra y en su corazón. De ahí la expresión de Jesús sobre las contradicciones que provocaba su mensaje de amor: “No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada”. (Mt 10,34).

En efecto, si deseamos una “paz estable y duradera” para nuestra “Casa Común” deberá ser fruto de la justicia misericordiosa del Reino, del asumir el conflicto, del no justificar la guerra como necesidad, y deberá tener como norte convivir con el rostro de Cristo en los demás. Entonces, sí habrá una paz digna de cada uno de nosotros.

Fuente: emmanuelsicre.blogspot.com

AUSJAL: Nuevo Secretario Ejecutivo

El 18 de febrero de 2022, la junta directiva de AUSJAL, de manera unánime y conforme a lo propuesto por la Secretaría Ejecutiva, ha elegido al Dr. Francisco Urrutia de la Torre, como nuevo Secretario Ejecutivo de AUSJAL.

El Dr.Francisco Urrutia es Ingeniero Industrial (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey), Magister en Filosofía (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara), Magister en Política Educativa (Universidad Alberto Hurtado, Chile) y Doctor en Educación (Universidad Marista, Guadalajara).

Hasta el mes de Febrero se desempeñaba como Director de la Oficina de Relaciones Institucionales del ITESO, habiendo ocupado, desde 2008, otros cargos directivos en ésta y otras instituciones de Educación Superior e investigación educativa. Antes fue profesor en cinco universidades de la Compañía de Jesús.

Fuente: ausjal.org

Reflexión del Evangelio – 1° Domingo de Cuaresma

Domingo I de Cuaresma – Ciclo C (Lucas 4, 1-13)

No sólo de pan vive el hombre

Para comenzar el comentario del evangelio de hoy, me permito reformular la afirmación de Jesús en Lucas 4, 4 en forma de pregunta, una pregunta con la que comenzar este tiempo de Cuaresma: “¿De qué alimentas tu vida?”. Cuando en la situación de desierto que vive Jesús se le acerca el tentador proponiéndole que convierta las piedras en pan, el Señor le responde que su alimento es otro: la palabra de Dios. En el evangelio de San Juan, en el episodio del encuentro de Jesús con la mujer samaritana, los discípulos le dicen “Maestro, come” y Jesús les contesta: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra” (Juan 4, 31- 34).

El desierto es una situación terrible, dura, de prueba. Confluyen en él las condiciones extremas de vida, la soledad, el miedo, la prueba y la tentación de muy distintos tipos. El evangelio de hoy nos presenta a Jesús en ese desierto físico y tres tentaciones que sufre en él. Lucas advierte, además, al finalizar esta escena que esas primeras tentaciones son las primeras pero no las últimas que Jesús va a sufrir, no ya en el desierto físico sino en otros contextos y momentos de su vida: “Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión”.

Seguramente la mayoría de nosotros no vamos a pasar cuarenta días, ni muchos menos, en un desierto físico, pero también la mayoría de nosotros, seguramente todos, vamos a pasar temporadas más o menos largasen otras formas de “desierto” que se presentan en la vida. Y, como le sucedió a Jesús en el desierto, nuestros tiempos o situaciones de desierto son tiempos duros, de tentación y prueba. Nuestros “desiertos” son experiencias de desolación, de fracaso humano, de incomprensión, de impotencia, de sequedad, de sufrimiento físico o interior…

Ahí, en estas situaciones, viene la importancia de la pregunta con la que comenzaba esta reflexión: ¿De qué alimentas tu vida? Si alimentamos nuestra vida solamente de alimento material del tipo que sea, vamos a ser muy débiles y frágiles en los momentos de soledad y desierto. Si alimentamos nuestra vida de nuestros éxitos o de nuestros triunfos, de que las cosas nos salgan bien, de ser triunfadores en este mundo, lo vamos a pasar mal porque la vida nunca es una marcha triunfal. Si alimentamos nuestra vida de reconocimientos ajenos, de aplausos, de que nos tengan más o menos en cuenta, de subir más o menos en el escalafón estamos al borde del precipicio porque pocas cosas hay tan volubles o volátiles como eso: los que hoy te aplauden mañana te traicionan.

La llamada en este primer domingo de cuaresma es llamada a alimentar nuestra vida con aquello que nos fortalece por dentro y que es un alimento no perecedero: la honda experiencia de Dios, la escucha y la confianza en su palabra, el cuidado de nuestra vida interior.

Darío Mollá SJ

Fuente: centroarrupevalencia.org

Testimonios jóvenes sobre la experiencia de los Ejercicios Espirituales

La Hna. Andrea Rosas ecj fue parte del equipo que acompañó el Camino Ignaciano 2022, una propuesta de Ejercicios Espirituales para jóvenes que lleva adelante el Centro de espiritualidad Manresa en Córdoba. Así presenta Andrea el testimonio de tres jóvenes que participaron de la experiencia durante el verano: Priscila Torres, Ana Lucía Vece y Julián Mamaní son de la comunidad joven del Centro de Espiritualidad Corazones Nuevos de Tucumán. Ellos han ido conociendo la espiritualidad de los ejercicios y en este enero 2022 se animaron a una nueva experiencia de encuentro con el Señor: junto a otros jóvenes de diferentes provincias participaron en el Camino Ignaciano de Córdoba (Alta Gracia). La propuesta es impulsada por la Compañía de Jesús e invita a recorrer un camino de encuentro consigo mismo y con el Señor.  Los primeros dos días fueron de TAU (Taller de Autoconocimiento) y los seis siguientes días, de Ejercicios Espirituales.

Julián Mamaní

Agradezco de corazón todo lo vivido y compartido, conocí personas maravillosas.

«Lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado» poder reconocer mi propia historia, recibirla y abrazarla sin querer cambiarle nada fue un gol de media cancha. Aprendí que soy mente, espíritu, cuerpo y realidad… estoy hecho de historias, experiencias, nombres, rostros… mis encuentros y desencuentros, mis risas y mis llantos, las veces que me caí y las veces que me levanté… si, soy sobre todo las veces que me perdí, que lloré, me levanté y seguí caminando.

Y Jesús quería encontrarse conmigo así: como soy, con lo que tengo. Y en el silencio, con paciencia y con ternura me fue enseñando a levantar la cabeza para conectar con su mirada y dejar de perderme en mis miedos e inseguridades para mirarlo y contemplarlo a Él. Eso fue una gracia; cuando aparecían mis resistencias bastaba su presencia y su mirada, no tenía que hacer ni decir nada. Alcanzaba con ser yo mismo y permanecer en su presencia, por amor. Él hacia el resto, con amor. Jesús sana, Él da sentido a mi vida, porque me ama y no sabe hacer otra cosa más que amarme.

Ésta es la verdad que guardo en mi corazón: Dios me ama profundamente, así todo entero Y me invita a donarme y compartirme así, con lo que soy y lo que tengo». AMDG

Ana Lucia Vece

«El camino ignaciano fue una experiencia única de encuentro con Dios y conmigo misma. Aprendí a hallar esos deseos que Dios pone en mi corazón y que son el camino hacia Él y hacia lo que Él quiere en mi vida, entendiendo que cada sentimiento que pasa por mi cuerpo mi cabeza y mi corazón está Dios queriendo decirme algo y solo tenía que parar y escucharlo.

Parar, silenciarme, callar mi mente es un poco difícil en el día a día, pero es algo totalmente necesario para lograr esa paz interior que sólo viene del encuentro con el amor. Entender que Su amor va más allá de nuestras ideas, inquietudes, dudas y formas y que nos ama así, tal cual somos y lo único que Él quiere para nuestra vida es sacar nuestra mejor versión entregándonos a Él. Encender en nuestro corazón una llama pequeña lo suficientemente fuerte para que nuestra luz no se apague y guíe nuestro camino redirigiendo y encaminando nuestras fuerzas para mejor AMAR Y SERVIR»

Priscila Torres

«Fue mi anhelo de PARAR, de detenerse, sentarse en el camino y conversar con ÉL, al terminar los ejercicios entendí que ese anhelo no fue solo mío, también Jesús lo anhelaba y me ayudó a disponerme para ir poniendo los medios para poder participar. En este detenerse, al principio creía que todo se trataría sobre “yo” hablar, yo detectar que cosas cambiar, yo asumí mi rol de principal emisora y hoy pensándolo así no me imagino lo agotador que hubieran sido siete días en silencio con esa dinámica.

Desde el TAU (taller de autoconocimiento) ya fui vislumbrando que mi memoria, mi imaginación, mi cuerpo entraban en la conversación, fueron tomando un rol en los primeros días, me hablaron de cómo fui, porque a veces soy como soy, y como quisiera estar. Y en ese vislumbrar nuestro interior estábamos todos, todo el grupo pasaba por cosas hondas, a veces de forma personal, a veces de forma compartida, pero con la sana sensación de que todos estábamos en la misma sintonía, al pasar los días vivimos en comunidad, una muy especial que compartía el silencio,cada uno fue portador de algo sagrado que se estaba gestando, de un Dios que nos ama tanto, que a cada uno hablaba con un lenguaje diferente, éramos muchos sí, pero cada uno portaba el lenguaje personal que Dios estaba obrando.

“Llevamos un tesoro, pero en un vaso de barro” Entrando en la semana de ejercicios, ese vislumbrar del TAU se fue haciendo suavemente más fuerte, esa luz fue entrando a mi interior como abriendo ventanas de una casa que estuvo cerrada durante un tiempo, en ese abrir entraba luz, entraba brisa y puede realmente dejar a Dios ser Dios, no era yo la que tenía que hacer o deshacer cosas, era Jesús que sentaba conmigo y solo me mostraba lo que él sabía que necesitaba en este momento de mi vida, Él y solo Él sabe porque eligió este momento, porque eligió este lugar, porque eligió esta forma de hablarme y por todo eso le doy gracias.

Él sabe, por eso esa luz y esa brisa que entró en mi interior me ayuda hoy a poder recibir todo lo que la vida me regala, a abandonarme en sus manos confiadamente, “¿Quién de ustedes por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?” Mi día a día será buscar aquello que me haga fecunda, a buscar lo que más me acerca a Dios, a buscar esa intimidad que tuve en mis ejercicios, hoy en mi día a día. No es algo que termina cuando los siete días de ejercicios terminan, es algo que arranca desde allí, es la savia que quiero que sostenga es la seguridad de no ser más yo, sino más Dios en mi…»

 

Contacto Centro Manresa Córdoba:

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Facebook: Manresa Jesuitas

Instagram: centroamanresacba

 

Fuente: esclavasargentinas.org

 

Tas las huellas de San Ignacio con el P. Arturo Sosa SJ

Acompañar a los jóvenes… es una de las principales formas como los jesuitas viven hoy su compromiso con el Evangelio. Acompañar a los jóvenes… durante el Año Ignaciano, proponiéndoles la figura de Ignacio, su conversión, el itinerario de su vida, su deseo de servir. Acompañar a los jóvenes… con proyectos, iniciativas, imágenes que puedan decirles algo y activar su motor de arranque.

El 31 de julio de 2021, fiesta de San Ignacio, el Superior General de la Compañía de Jesús decidió hacer un gesto a la vez simbólico y real. Junto con un grupo de jóvenes, recorrió los últimos kilómetros del “Camino Ignaciano”, la ruta de 650 kilómetros que va de Loyola a Manresa en España.

Compartimos algunas fotos del catálogo fotográfico:

Fuente: jesuits.global/es

Mensaje de Mons. Ángel Rossi para la Cuaresma 2022

“Cuaresma”, o dejarse llevar por el Espíritu al desierto

El Evangelio de Marcos, donde se hace alusión a la experiencia de Jesús de “dejarse llevar por el Espíritu al desierto”, es muy cortito, pero sintetiza el espíritu de este tiempo de conversión. Dice Marcos: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, donde estuvo cuarenta días…” (Mc 1, 12-13).

Cuaresma significa justamente 40 días, y el desierto es el símbolo de lo que nuestro corazón tiene que buscar de un modo especial en este tiempo de preparación para la Pascua.

¿Por qué el desierto? ¿Por qué dejarse llevar al desierto? El desierto es una de aquellas realidades que tienen muchas facetas. En su sentido positivo, es lugar de seducción y de encuentro con Dios. Y es también lugar de prueba, de lucha. El desierto es tremendo y fascinante a la vez.

“Pero al desierto -dice Pronzato- no hay que buscarlo en el mapa. El Sahara inmenso me acoge ahora en un ángulo de la casa, incluso en una carretera, en una plaza, en una calle llena de gente, todas las veces que me decido a liberarme de la esclavitud de lo contingente e ilusorio, del chantaje de lo urgente, de los condicionamientos de la apariencia, del totalitarismo del hacer, de la dictadura de lo exterior”.

En el desierto se apunta a lo esencial: la vida, el agua, lo mínimo para vestirse y cubrirse contra el sol. Allí se vuelven inútiles las cosas que en lo cotidiano nos dan seguridad y hasta grandeza: la tarjeta de crédito, la computadora, mis títulos, mi curriculum, la agenda desbordante de compromisos asfixiantes. Será un buen ejercicio repasar qué es esencial en mi vida y qué lugar ocupa en mi corazón, en mi tiempo: fe, familia, trabajo, amigos, solidaridad -sobre todo con los más débiles-, y de qué superficialidades, o cosas superfluas sería bueno despojarme u ordenarme.

En el desierto todo lo que es “cartón pintado” se desmorona, ahí ya no hay apariencias: se es o no se es. Se vive o se muere. Se está con Dios o no se está con nadie: ni con Dios ni con uno mismo. En el desierto nuestro corazón queda al desnudo. Y “la trivialidad que nos servía de defensa se derrite y nos permite ‘tocar’ otros niveles más hondos y más verdaderos de nuestra persona que antes ni sospechábamos poseer” (Dolores Aleixandre) Pero para eso tendremos que hacer la experiencia de ratos de soledad y silencio, tan necesarios en este tiempo cuaresmal.

Vamos al desierto a rescatar nuestra autenticidad, no en el sentido maltrecho de la palabra, como sinónimo de hacer lo que me parece o lo que se me ocurre, sino en el sentido de eliminar de mi vida todo lo que hay de mentira en ella, aún aquellas que he aprendido a disimular, que he logrado camuflar, maquillar y hasta disfrazar de bondad o virtud. Quizás parezca demasiado proyecto, pero en todo caso ojalá podamos desterrar algunas de las “mentiras eje” de nuestra vida. A mí siempre me impresionó e interpeló aquella expresión de Santa Teresa y de otros santos y santas: “vivir en verdad”.

Vamos al desierto para que nuestro nombre se “desinfle” y se ajuste a su real dimensión. Decía Silvano, monje de los primeros tiempos: “¡Ay del hombre que lleva un nombre más grande que sus obras!”. Si nuestro nombre está “inflado”, la soledad del desierto, lo reubicará. Y si en cambio nuestro nombre, por lo que sea, está muy “por el piso”, en el desierto nos reencontramos con el nombre más importante, el que nos pone de pie frente a nuestra indignidad: y ese nombre es el de “hijo”. En el desierto necesitamos dejarnos decir por el Padre: “Tú eres mi hijo muy amado…”. Sabernos amados incondicionalmente por Dios nos hace “levantar la mirada”.

El desierto es un espacio propicio para detectar, y ojalá también para echar de nuestra vida, los “personajes extraños” -por decir así- que vienen de visita a nuestro corazón y terminan por copar la casa. Huéspedes –no de los buenos- que nos empezaron a visitar con frecuencia, a los que les fuimos cediendo espacio en el corazón: los dejamos entrar de a poco, no tuvimos el coraje de declararlos personajes “no gratos” y terminaron por invadirnos y adueñarse de la casa. Esos “intrusos” son nuestras superficialidades, tan distractivas; nuestra sensualidad que nos ensimisma y nos quita horizonte, nuestra vanagloria, nuestros celos y envidias, que nos hacen entrar en tantas competencias estériles, en tantas tristezas cuando “perdemos”, y en tantos triunfalismos baratos cuando “ganamos”, nuestras “carreras locas” por un puesto, por cuidar el buen nombre, por mantener el status, que terminan por convertirnos en sutiles esclavitos. El desierto es una invitación a ser libres, a señorear la propia casa, el propio corazón, para que desalojados estos “ocupas” vivamos en paz, unificados y no exiliados de nuestra propia interioridad, fugitivos de nosotros mismos.

Cuaresma es esto: es el tiempo propicio para entrar en ese desierto que no está en el Sahara, sino en nuestro propio corazón.

Por otro lado, y aunque parezca contradictorio a esta invitación penitencial de Cuaresma, es importante no perder de vista el cuidar que esa purificación y austeridad no malogre el alegre mensaje del Evangelio, ya que el camino cuaresmal, pasando por la Cruz va hacia la Resurrección, que implica la alegría, la bienaventuranza y el gozo, dándonos la buena noticia de que tenemos otra oportunidad, como la tuvo para dar fruto aquella higuera estéril de la parábola de Jesús (Mt 21,18-19). Y ante una “buena noticia” la reacción natural es agradecer y celebrarla.

Y no se trata de contraponerlas entre sí, sino de reconocerlas como formas complementarias de piedad. Por lo tanto, también es parte de este tiempo cuaresmal el disponernos para que el Señor con su gracia “nos quite el luto y nos vista de fiesta” (Sal 30,12).

Fieles a este doble desafío, ojalá que en esta Cuaresma nos dejemos llevar por el Espíritu al desierto del propio corazón, porque como decía Julien Green, “es allí donde habita Dios, allí está su morada. No en el viento, no en el temblor de la tierra, menos aún en el ruido de las palabras que hacemos sin cesar, sino en lo profundo de nosotros mismos, allí donde no llegan las voces del mundo”.

Que el Señor los bendiga. Cuenten con mi oración y encomiéndenme en las suyas.

Angel Rossi S.J.

Fuente: arzobispadocba.org.ar

Sobre la pandemia y los aprendizajes pendientes de los estudiantes

Compartimos un artículo escrito por Vilma Reyes, coordinadora de la red de homólogos académicos de FLACSI, sobre el proceso de aprendizaje de los estudiantes en tiempo de pandemia.

Con ocasión de la pandemia, y los avatares que han vivido los colegios para apuntalar sus procesos escolares en vía a que los alumnos aprendan integralmente, surge la pregunta sobre los aprendizajes de los estudiantes y sus consecuencias. Han surgido planes estratégicos que buscan compensar y propulsar la educación en función de su sentido: la construcción de un modelo de persona con las competencias, aprendizajes y requerimientos que hoy nos demanda la familia y la sociedad.

¿Cuáles son las reflexiones actuales sobre los aprendizajes pendientes de los estudiantes en tiempo de pandemia?

Toda propuesta de formación es para alguien y se hace de acuerdo con algún propósito común para que, en mayor o menor medida, germine lo propuesto en este alguien y tenga efectos en la comunidad. La metáfora de la germinación referida a la formación es apropiada porque expresa el hecho de que la formación sólo se genera desde el interior y se desarrolla a partir del modo como la vive y cómo es cada persona… Así es pertinente preguntarse por el sentido de una formación cuando no incide de un modo relevante en la persona, ayudándola a mejorar su forma de ver las cosas y su modo de entenderlas y de hacerlas por sí misma. – Joan Rué Domingo (2018)

Los procesos formativos auténticos ocurren en experiencias contextualizadas y con personas reales de carne y hueso; lo cual es indicativo de la importancia de la presencia física de los sujetos centrales del acto educativo, en esas situaciones tan significativas como son los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Estos dos procesos no suceden de manera natural, requieren de la intervención y de la mediación docente. Con ocasión de la pandemia hemos venido comprobando que ha sido necesaria la vivencia del aula de clase como espacio comunitario, aquel que construye convivencia pero que también configura procesos muy neurálgicos para la formación humana de los chicos. No basta con proveer las estrategias de enseñanza más expeditas, ni que los niños aprendan en relación directa con la información que reciben a través de textos y del mismo ordenador. Si bien la virtualidad cumple una función importante para el aprendizaje, se queda corta para la conformación de las variables necesarias en la construcción de la identidad humana y el proyecto de vida de tantos niños y jóvenes.

El espacio escolar ocurre como un acontecimiento bastante especial que aporta valor en la construcción de los vínculos y de los procesos de aprendizaje que van forjando el carácter. La mediación docente en medio del trabajo personal y colaborativo en los espacios del aula y otros sucedáneos, contribuyen en el desarrollo de los saberes contextualizados y de las competencias necesarias para que los estudiantes enfrenten el mundo real con gran solvencia y capacidad. Varios estudios recientes nos van mostrando la relevancia del espacio escolar, la importancia del maestro en la relación con sus discípulos y la socialización como instrumento potente en la facilitación de una sana convivencia. La escuela es un excelente laboratorio para la vida.

Uno de los aspectos preocupantes, como producto de la virtualidad es que los procesos de enseñanza no tuvieron la garantía directa de la experiencia de los aprendizajes. Los docentes no veían a los estudiantes porque éstos no prendían sus cámaras, no había una intermediación sobre el trabajo, ni los reflejos directos sobre el trabajo estudiantil. Los estudiantes no solo no aprendieron los saberes necesarios, sino que se quedaron insolventes para asociar estos saberes con el contexto, en articulación con otras voces, y con la favorabilidad del trabajo colaborativo con los pares. Estar en la escuela, escuchar de manera directa a los otros, trabajar en grupo, resolver problemas, conversar y discutir, construir itinerarios de aprendizaje en una secuencia ordenada, todo ello coadyuva en la gran fortuna de aprender.

Entonces se habla de muchos aprendizajes que se quedaron en la lista de pendientes. Entre tantos, espacios de socialización no habitados, experiencias no vividas de manera suficiente, conocimientos profundos, construcción de vínculos con los pares, funciones ejecutivas que se van ganando a fuerza de cumplir horarios, llevar a cabo responsabilidades, desarrollar tareas, trabajar con otros, programar y organizar los tiempos.

A continuación quisiera compartir el abordaje del observatorio del tecnológico de Monterrey sobre el tema, con el fin de que los lectores puedan luego ampliar el espectro de las reflexiones y aportar valor o crítica a un tema tan álgido vivido con motivo de la pandemia. Muchos recibimos con entusiasmo el regreso de los alumnos a las clases, sabiendo que los desafíos de este tiempo presente son muchos y que los pendientes habrá que reformularlos para solventar los faltantes y resolver la encrucijada de la educación actual:

https://observatorio.tec.mx/edu-news/abordando-las-consecuencias-del-aprendizaje-inconcluso

Algunas preguntas que nos sirven para ampliar nuestras consideraciones al tema de las consecuencias del aprendizaje inconcluso:

  1. ¿Cómo está siendo la reapertura de la escuela de manera segura?
  2. ¿Hemos hecho ajustes en el currículo para el abordaje de la enseñanza y el aprendizaje?
  3. ¿Hemos podido observar y categorizar los faltantes de los estudiantes en este tiempo de pandemia?
  4. ¿Qué ajustes hemos tenido que hacer a los currículo actuales, y cuáles han sido las ganancias de este ejercicio?
  5. ¿Qué avances hemos logrado con respecto a la familia, en atención a sus preocupaciones y sus modos de afrontamiento en este tiempo?
  6. ¿Cómo preparamos los entornos de aprendizaje para hacerlos mucho más efectivos y motivantes?
  7. ¿Qué tiempos hemos ocupado en pensar la escuela del próximo futuro?
  8. ¿Volveremos atrás, o esta crisis ha ocasionado una oportunidad para transformar temas de fondo?
  9. ¿Qué hemos podido reflexionar alrededor de los aprendizajes pertinentes y necesarios?

Fuente: flacsi.net

San Ignacio, narrado por jóvenes jesuitas

A principios del Año Ignaciano, el pasado mes de mayo, la Curia General en Roma comenzó a difundir una serie escrita e ilustrada por jóvenes jesuitas de España. Consiguieron la colaboración de otros compañeros jesuitas para producir 13 episodios de la vida de San Ignacio en español, francés e inglés: esta fue su mayor contribución al Año Ignaciano. Hay que tener en cuenta que la versión en castellano incluye subtítulos en italiano y portugués. El 20 de cada mes, se pone en línea un nuevo episodio.

Este mes, nos encontramos en el décimo episodio de una serie de 13, sobre la vocación misionera de Ignacio… Podemos identificar en la vida de este hombre que ha marcado el cristianismo durante 500 años, todo lo que puede relacionarse con su propio camino humano y espiritual: sueños, fracasos, pruebas y errores, la búsqueda de Dios, el deseo de seguir a Jesús, experiencias de amistad…

A continuación, la lista de los capítulos ya publicados, puede hacer click en las imágenes para dirigirse al vídeo correspondiente:

10. Con otros                                             9. Con estudios

8. Ejercicios Espirituales                              7. Penitencia y reconciliación

6. Segundo binario                           5. Conocimiento interno de Cristo

4. Conversión a lo grande                           3. Discernimiento

2. Instar más en la oración                                     1. Un Magis desubicado