Mons. Jacinto Vera será beato

Mediante un mensaje oficial, los obispos de Uruguay comunicaron que el papa Francisco aprobó un milagro obtenido por la intercesión del Venerable Mons. Jacinto Vera, primer obispo uruguayo, lo que habilita su próxima beatificación.

«Misionero y apóstol de la ciudad y la campaña, recorrió tres veces todo el país. Socorrió a los heridos de las guerras civiles y encabezó misiones de paz. Padre de los pobres, amigo de sus sacerdotes, fue promotor del compromiso de los cristianos laicos en la vida de la sociedad de la época. Promovió la educación y la prensa católica. Fundó el seminario para la formación de los sacerdotes. Promovió la llegada de numerosas congregaciones religiosas a nuestras tierras, para servir a nuestra gente (vascos, salesianos, salesianas, dominicas, vicentinas, capuchinos, jesuitas, entre otros).» 

El milagro

El milagro reconocido por el papa Francisco es la curación rápida, duradera y completa de una niña de 14 años ocurrida el 8 de octubre de 1936. La niña se llamaba María del Carmen Artagaveytia Usher, hija del Dr. Mario Artagaveytia, reconocido médico cirujano, y de Renée Usher. Después de una operación de apendicitis sufrió una infección que se fue agravando hasta llegar a una situación desesperada. Los mejores médicos de la época la atendieron, recordemos que no existía aún la penicilina. La niña sufría fuertes dolores.

Un tío, Rafael Algorta Camusso, le lleva una estampa con una reliquia del siervo de Dios Jacinto Vera y le pide a la niña que se la aplique a la herida y que tanto ella como su familia recen con toda confianza por la intercesión del siervo de Dios. Esa misma noche cesan los dolores, se acaba la fiebre y a la mañana siguiente la niña se sentía completamente bien. La curación fue rápida y completa, científicamente inexplicable, comprobada por su padre y por el médico que la atendía el Dr. García Lagos. María del Carmen Artagaveytia vivió hasta los 89 años, falleciendo en 2010.

Conoce más aquí: icm.org.uy

Una vida de santidad en la sencillez: el Hermano Marcos Figueroa SJ

El 17 de diciembre, el Papa Francisco aprobó la declaración de las virtudes heroicas del hermano jesuita José Marcos Figueroa. Ahora se le designa como “venerable”, un paso en el camino hacia el reconocimiento oficial de la santidad de su vida cristiana.

El hermano Marcos nació en las Islas Canarias (España) en 1865. Las condiciones de vida eran difíciles en esa época, y en 1873 la familia optó por emigrar a Uruguay. A los 20 años, guiado por su párroco e inspirado por los jesuitas, eligió ingresar en la Compañía de Jesús como hermano. En 1886, fue a Argentina para hacer el noviciado. Fue en este país donde vivió la mayor parte de su vida de jesuita. Primero en Córdoba donde, ya durante su noviciado, se dedicó a los enfermos de viruela.

En 1888, fue enviado al Colegio de la Inmaculada Concepción en Santa Fe, una ciudad a unos 500 km al oeste de Buenos Aires. Después de hacer los votos, pasó años allí realizando las tareas habituales de los hermanos de la época: ayudante del portero, encargado de las compras, apoyo a la vida comunitaria de diversas maneras. A partir de 1891, se convirtió en el portero habitual del colegio. Esta institución era central en la vida de la Iglesia en Santa Fe. Los jesuitas, además de enseñar a los estudiantes, acompañaban a muchos seminaristas y ofrecían sus servicios a los fieles que acudían a la contigua iglesia de la Virgen de los Milagros. Por lo tanto, el portero acudía a muchas personas.

Fue en el apostolado de la hospitalidad que ejerció durante 54 años en la portería del colegio donde el hermano Marcos Figueroa mostró sus destacadas cualidades cristianas. Fue acogedor con todos, alumnos, profesores, familias de alumnos que venían a visitar, fieles del santuario. Tenía una atención especial por los pobres que venían a su encuentro. Su camino hacia la santidad fue sencillo, pero marcado por la profundidad de su amor a Dios y al prójimo. Durante las últimas décadas de su servicio en Santa Fe, se involucró en otros apostolados, la difusión de la Buena Prensa, el Apostolado de la Oración e incluso la difusión de los trabajos del observatorio astronómico.

Para concluir, hay que señalar que el Papa Francisco, cuando ha firmado el decreto de reconocimiento de la calidad de vida cristiana del hermano Marcos Figueroa, ya conocía su dossier. De hecho, fue él, cuando aún era conocido como el P. Jorge Bergoglio, quien fue el vicepostulador de la causa durante diez años antes de ser nombrado obispo en Buenos Aires.

Fuente: jesuits.globlal/es

La cruz del pesebre

Reflexión por Agustín Rivarola SJ

Llama la atención que, en medio de la contemplación del pesebre, Ignacio nos remite al desenlace del recién nacido: “mirar y considerar lo que hacen, así como el caminar y trabajar, para que el Señor sea nacido en suma pobreza y, al cabo de tantos trabajos de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz; y todo esto por mi…” (EE 116). Desde este realismo histórico de la navidad, Ignacio está uniendo los misterios de la vida y la muerte. El niño, hombre verdadero y Dios verdadero, integra en su carne estas dos realidades de vida y muerte, aparentemente tan opuestas.

Podemos tomar el pesebre como un símbolo de integración, como un icono donde convergen no solo la vida y la muerte, sino también lo masculino y femenino, el cielo y la tierra, los sabios y los pobres.

Tomemos la imagen típica del pesebre que tenemos en nuestras retinas: junto al niño recién nacido están María y José, lo femenino y lo masculino unidos para la transmisión de la vida. El cielo y la tierra están prefigurados en la estrella de Belén, junto con algunos ángeles que suelen ubicarse en el dintel del establo, y en la naturaleza animal de la vaca, el burro y las ovejas. Un paso más distante de María y José, aparecen los pastores y los magos, que hoy serían las personas en situación de calle (los pastores no tenían techo) y los hombres de ciencia que llegan a la verdad estudiando el movimiento de los cielos.

La cruz del pesebre es un símbolo de la integración que trae Jesús, donde un niño es capaz de reconciliar el cielo y la tierra, los pobres y los sabios, el varón con la mujer. Es ese Dios hecho hombre, tan hombre como cualquier bebé que hace caca y por eso necesita pañales, mostrando así que toda integración comienza por reconocer nuestra humanidad más humana, esa que necesita pañales.

Encuentro de Maestrillos jesuitas

En el mes de noviembre un grupo de jesuitas que se encuentran en la etapa formativa del Magisterio, se reunieron en la ciudad de Córdoba Argentina para compartir un fin de semana de reflexión, oración, encuentro. Jorge Berli sj nos cuenta sobre la experiencia.

Por Jorge Berli SJ

El fin de semana del 11 de noviembre Maxi Sayago, Juan Luis Panizza, Matías Agüero y yo tuvimos nuestro encuentro de maestrillos en la comunidad Arrupe, Córdoba junto con Eduardo Casarotti y el P. Provincial, quién participó virtualmente.

Fue un encuentro muy sencillo y gratuito, para rezar, leer y escucharnos entre nosotros. Fue un momento formativo, en el sentido que nos dimos tiempo para escucharnos hondamente: tal como se hace en la formación. Contamos nuestras vivencias: riquezas, aprendizajes, desafíos, dolores y dificultades de nuestra vida apostólica insertos en nuestras comunidades.

Al igual que son muy diversos los paisajes de las diferentes misiones de nuestros magisterios, también son variadas las experiencias y desafíos que cada lugar nos representa a cada maestrillo. En cada caso, está el deseo de seguir a Jesús en esta Compañía de la mejor manera que cada uno puede, trabajando y aprendiendo.

Hacia el final del día sábado compartimos la misa y concluimos con un asado en Casa Arrupe, en manos del maestrillo especializado: Maxi. Allí tuvimos tiempo para reencontrarnos con el resto de los estudiantes de Sagrada Familia y de Arrupe, con los que compartíamos apostolado, vida universitaria y comunidad, de aquellos que, por proximidad, somos más de cerca, amigos en el Señor.

¿En camino juntos? Huellas de sinodalidad

Por María Luisa Berzosa, fi

Recuerdo que en el Sínodo de la Amazonía se nos preguntaba si queríamos un Sínodo de la Mujer. Varias de las participantes dijimos claramente que no, pero sí un Sínodo de Pueblo de Dios.

Se dan sugerencias y el Papa decide. Nos sorprendió con el Sínodo de la Sinodalidad, invitándonos a iniciar un proceso renovador de nuestro ser estar en la Iglesia de un modo diferente.

Y puso los tres elementos que conocemos: Comunión, Participación y Misión. Estamos cumpliendo un año de andadura; hemos terminado la primera etapa y hemos podido dar nuestra palabra, discernir, orar, buscar juntos, presentar esas luces que iluminen las sombras –¡a veces demasiado abundantes!– de nuestra querida Iglesia.

Tengo el regalo de vivir este proceso desde muy dentro, en la Comisión de Espiritualidad, una de las cuatro que colaboran en él y cuando miro atrás no puedo menos de agradecer los pasos dados.

Es muy emocionante recibir tantas aportaciones de impulso, de ánimo, de fe en el Señor Jesús, en ese Dios Padre y Madre por el que vale la pena arriesgar y no cejar en la búsqueda de una Iglesia más parecida a lo que Él sueña.

Muchos grupos, comunidades de laicos, diócesis, congregaciones religiosas, personas individuales… han reflexionado, discernido, orado juntos porque esto no ser puede hacer de manera individual y se han manifestado desde dentro, con corresponsabilidad, con enorme creatividad, con adultez en la fe desde esa dignidad que nos confiere el bautismo. La invitación ha sido universal, nadie ha quedado fuera de esta posibilidad de sumarse para hacer camino juntos.

Todo esto deja en mi corazón una gran consolación. Pero el  proceso, tiene también otra cara: resistencias, indiferencia, ataques, desánimo, cierta agresividad… Duele, pero no se pueden poner frenos al Espíritu, esto es también una fuerza que invita a permanecer.

Audacia y valentía para dar pasos desde el evangelio, mirar a Jesús como centro; la Iglesia no es meta sino un puente que nos acerca a él.

Agradezco a Dios el hoy de la historia que me toca vivir, con posibilidades, sueños y proyectos que enamoran mi corazón de mujer y me susurran que vale la pena seguir al Jesús del Evangelio, aquí y ahora.

Conoce y descarga la aplicación “Jesuit Pilgrimage”

«Jesuit Pilgrimage» es la nueva aplicación gratuita que permitirá conocer de cerca los lugares y personas que cambiaron la vida de Ignacio de Loyola.

La aplicación contiene mapas, fotografías de 360 grados, meditaciones en audio y texto y mucho más. Se puede visitar cada una de las paradas transformadoras del viaje de Ignacio, y dejar que esos lugares hablen como lo hicieron a San Ignacio hace 500 años.

«La historia de conversión de Ignacio puede impactarnos a todos» – dice el P. Arturo Sosa SJ, Superior General de la Compañía de Jesús. «Queremos que esta app te ayude a encontrar inspiración, pasión, nuevas energías, entusiasmo, consuelo. Queremos ayudarte a encontrar el camino hacia Dios. Si tienes hambre de sentido y de liberación, si te sientes a veces perdido… entonces esta app es para ti»

Con la «Peregrinación Jesuita», los visitantes pueden experimentar las vistas y los sonidos de cada lugar. Podrán meditar con jesuitas de todo el mundo mientras escuchan oraciones guiadas desde lugares ignacianos tan diversos como París, Amberes, Londres, Jerusalén y Roma, por nombrar sólo algunos. Futuras actualizaciones incluirán más lugares ignacianos en Europa y otros continentes.

Conoce más de la aplicación en: https://jesuitpilgrimage.app/

Catequesis del Papa: «Sólo Dios sabe lo que es bueno para nosotros»

Prosiguiendo en su catequesis con el tema del discernimiento, el Papa Francisco indicó algunos criterios que pueden ayudarnos a comprender la bondad de una elección realizada.

Uno de estos criterios – dice el Papa – es la presencia de un sentimiento interior de «paz duradera» que traiga armonía a la propia vida.

Otro criterio es sentir que la decisión tomada no procede del temor a Dios, sino como «posible signo de respuesta al amor y la generosidad del Señor hacia mí», prosiguió diciendo el Pontífice. Mientras otro aún es «la conciencia de sentir que uno ocupa su lugar en la vida y forma parte de un plan mayor, al que desea ofrecer su contribución».

Además, explicó que una persona «puede reconocer que ha encontrado lo que buscaba cuando su jornada se vuelve más ordenada», cuando los diversos aspectos de su existencia se armonizan y es capaz de afrontar «las dificultades con energía y fortaleza renovadas».

Otro signo más de la confirmación de que se va por el buen camino según el Papa «es el hecho de permanecer libres respecto a lo que se ha decidido, dispuestos a cuestionarlo». Y explicó la motivación de esto: “No porque quiera privarnos de lo que nos es querido, sino para vivirlo con libertad, sin apego. Sólo Dios sabe lo que es verdaderamente bueno para nosotros.»

Fuente: vaticannews.va

Dios se revela en la sencillez de la cotidianeidad

Reflexión por Diego Pereira Ríos

Llega fin de año y cada uno de nosotros intentando terminar etapas, cerrar círculos, hacer conclusiones que nos animen a creer que hemos logrado avanzar como humanidad. De cara a Dios, examinamos nuestra manera de actuar para buscar responder si estamos o no colaborando con el reino. En un año movido en todos los niveles de la vida humana, si bien la pandemia del Covid-19 amenaza con reaparecer, en medio de una guerra entre Ucrania y Rusia, el mundial de fútbol de Qatar es lo que en estos días acapara la atención mundial. Pareciera que el ser humano necesita crear todo el tiempo acontecimientos espectaculares para vivir.

Esto mismo sucedía desde la época del Pueblo de Israel. Los profetas del Antiguo Testamento, cada vez que hablaban de la llegada del Mesías liberador, lo hacían describiendo situaciones inusuales mediante eventos espectaculares. Son varios los profetas que hablan de Dios como alguien que se manifestará rompiendo la habitual cotidianeidad del ser humano. Incluso Juan el Bautista, cuando se refería a la llegada del Hijo de Dios, decía que mientras él bautizaba con agua, el Mesías lo haría con fuego. Desde entonces hasta hoy, existe en el ser humano la idea de que Dios se revela solamente de forma majestuosa o sensacional, olvidando que Dios se revela en lo secreto, en lo cotidiano.

Hay en ello un secreto divino: Dios está siempre con nosotros, a nuestro alrededor, manifestándose de mil maneras distintas pero, sobre todo, en el silencio, en la calma, en lo escondido del mundo. Mientras nosotros seguimos distrayéndonos con el hipnotismo esclavizante de las pantallas digitales, Dios vuelve a nacer cada día en cada vida que llega al mundo, en cada ser vivo que encuentra en este mundo un lugar para crecer. Y esto lo podemos meditar en este tiempo de Adviento, donde el Dios de la historia nos convoca a reunirnos en torno a un simple pesebre para esperanzarnos en la nueva vida. En esa pobreza revelada en el pesebre, en la sencillez de la vida de personas simples y comunes, la presencia de Dios puede sorprendernos y traernos una gran sorpresa.

El desafío del fenómeno migratorio

Un artículo de Diego Pereira Ríos¹ para el blog cristianismeijusticia.net

El desafío del fenómeno migratorio

Sigue siendo increíble que, en pleno siglo XXI, sigamos teniendo en nuestras sociedades, tantas manifestaciones xenófobas, racistas, y tantas otras actitudes despectivas hacia los migrantes que nos llegan hoy a gran escala de otras partes del mundo. Según la Organización Internacional para la Inmigración (OIM), al finalizar el 2020, teníamos más de 281 millones de migrantes en el mundo[i], cifra que sin duda se vio frenada por el avance de la pandemia del Covid-19, pero que seguramente hoy día sea mucho mayor. Las diversas situaciones por las cuales los hombres y mujeres se ven obligados a emigrar están cambiando el panorama geopolítico mundial, haciendo necesario una toma de conciencia de toda la población para que este tema sea asumido con responsabilidad, no sólo por los gobiernos de turno, sino por la sociedad en su conjunto. Podemos decir que hay algunos planes inclusivos del extranjero, no solo en el plano legal, sino que, en las leyes laborales, en el acceso a la documentación también, pero lo que nos falta cambiar es la mentalidad de rechazo que impera.

Desde un pensamiento encarnado, que intenta ser crítico con la experiencia de la vida de las personas, necesitamos ahondar en una reflexión filosófica que se sirva sí de los datos estadísticos, pero que apunte a lograr explicar mejor qué implica hoy ser humano. Por un lado, para reconocerse mejor a sí mismo, y por otro reconocerse en el otro, que es distinto pero que necesita de lo mismo que todos para vivir. Cada ser humano, sea en la situación que se encuentre, depende siempre de factores históricos, políticos, geográficos, económicos, sociales y religiosos, que hacen de quien es una persona con características específicas. Pero hay una condición en el ser humano, dicha hace unos años por el filósofo francés Gabriel Marcel, que el ser humano es un homo viator, un “hombre viajero”, un ser siempre en camino, un ser de viaje, alguien que va de paso. En el tiempo y espacio que nos toca vivir, el ser humano es un peregrino que camina por este mundo en búsqueda de una mejor realización.

[…]

Debemos aunar esfuerzos por combatir las políticas del miedo al extranjero, donde muchas veces se canalizan los miedos más profundos del ser humano que son manipulados por intereses egoístas de los que tienen el poder. Normalmente hacemos una selección de a qué o quienes temer: no tememos al extranjero que posee capitales y viene a invertir en nuestros países. Le tememos al extranjero pobre. La aporofobia proclamada por Adela Cortina, revela el rechazo selectivo de nuestras decisiones que descartan en nuestro cotidiano vivir aquello que amenaza nuestros bienes, sin percibir la propaganda que está detrás de todo ello. Al contrario de aprender a compartir lo poco que tenemos, nos volvemos cada vez más egoístas y celosos de lo que poseemos. Y esto nos ciega haciéndonos incapaces de ponernos en la piel del inmigrante y el miedo que carga. Como dice Bude: “Unos tienen miedo porque se sienten amenazados por una minoría, y otros tienen miedo porque se sienten amenazados por la mayoría”[iv]. Si la mayoría unificara más esfuerzos, podríamos recibir al extranjero como un hermano y ayudarlo a rehacer su vida.

Necesitamos re-humanizarnos para lograr que aquellos que dejan sus países de origen, de los cuales seguramente no quieran salir pero que lo hacen por extremas necesidades, puedan ser acogidos dentro de un clima de fraternidad universal para que puedan continuar sus vidas donde elijan. Pero para eso, no basta procurar un cambio en las políticas migratorias, en los pactos internacionales, sino que sobre todo hay que provocar una educación en un humanismo comprometido con las necesidades de todos, que nos lleve a ir más allá de las normas. Como propone el papa Francisco: “Existe la gratuidad. Es la capacidad de hacer algunas cosas porque sí, porque son buenas en sí mismas, sin esperar ningún resultado exitoso, sin esperar inmediatamente algo a cambio. Esto permite acoger al extranjero, aunque de momento no traiga un beneficio tangible”[v]. Dar lugar a quien necesita, dar de comer al hambriento, dar cobijo a quien tiene frío, debería ser una práctica cotidiana que nos lleve a trabajar por una justicia interpersonal, donde aprendamos a colocarnos empáticamente en el lugar del otro. Sigamos procurando avanzar en este camino.

¹ Uruguayo, laico, 43 años. Profesor de Filosofía y Religión. Maestrando en Teología Latinoamericana (UCA, El Salvador), Doctorando en Filosofía (UCA, Argentina). Miembro de Amerindia Uruguay, de la Asociación Ecuménica de Teólogos/as del Tercer Mundo (ASETT) y de la RED CREA-Cómplices Pedagógicos para América Latina.

[i] https://publications.iom.int/es/node/4126

[iv] Bude, Heinz, La sociedad del miedo, Ed. Herder, 2017, p.135.

[v] Fratelli Tutti n.139.