Instituto Jesuita Sagrada Familia: Colegio como Ecopunto Verde

En el marco del programa de reciclado y cuidado de la Casa Común, desde el año 2022 el Instituto Jesuita Sagrada Familia de Córdoba (Argentina) se ha convertido en un ecopunto verde para que estudiantes, familias y docentes puedan acercar el material seco que se utiliza durante la jornada escolar o que tengan en casa.

La iniciativa fue propuesta por la docente Eugenia Ramos, de nivel primario. Quien se ha encargado de la gestión de todo el proyecto.

Los Ecopuntos son espacios donde se reciben y clasifican residuos reciclables limpios y secos: papeles, cartones, plásticos, metales, cápsulas de café, bolsas, pilas, ecobotellas, etc. Están distribuidos en escuelas, plazas y ong.

En el colegio se pueden encontrar contenedores para que depositen allí los residuos. Luego de un par de semanas, personal de la municipalidad de Juárez Celman se acercan a retirar el material recolectado con el fin de colaborar con el cuidado del ambiente y concientizar a la sociedad más próxima a la escuela sobre la importancia de este espacio.

Con lo recolectado se realizan distintos productos reciclados que buscan fomentar la implementación de la Economía Circular.

La Economía Circular es un método alternativo que pretende transformar los patrones de producción y consumo de la sociedad para lograr un sistema productivo sustentable.

Este paradigma propone reutilizar los recursos que actualmente son considerados residuos, para alcanzar un uso más eficiente de aquellos e incorporarlos nuevamente al proceso productivo.

Fuente: flacsi.net

Sangre del costado de Cristo, embriágame

En la Bahía de Cádiz, mi tierra, existen los vinos «generosos». Estos vinos toman ese nombre porque pasan por una elaboración sofisticada, con grandes esfuerzos de tiempo para lograr sacarles lo mejor de sí. Pero si no se tiene cuidado pueden subir más de la cuenta.

Los amigos de Jesús fueron testigos de un mensaje exigente y embriagador. ¿Qué pensarían ellos en las bodas de Caná cuando vieron las tinajas de agua transformadas en vino bueno? De hecho, este gesto del maestro logró prolongar la fiesta. Sin duda la gente que se quedó hasta el final pudo probar el mejor vino. Y no sólo quedarían contentos, sino saciados de algo más. Quizá no todos entendieron de lo que se trataba. Hoy como ayer hay que acoger la generosidad de Dios para poder recibir la alegría verdadera.

Sin embargo, a veces podemos sentir que la tinaja de nuestra vida está vacía o llena de incertidumbres. En el mundo de hoy no es difícil caer en cierto pesimismo, ya sea por divisiones tontas que hacemos (que incluso nos llevan a guerras), ya sea por las dificultades que nos toca vivir. En estos momentos, levanta tu mirada hacia la cruz y verás que Jesús puede llenar tu vida de esperanza: porque ¡él no se desentiende de ti!

Sabemos que la Cuaresma nos invita a preparar la fiesta de la Pascua.

Por eso pongamos atención en las personas que están a nuestro alrededor y nos dicen: «haced lo que él os diga». Llenemos nuestras tinajas de agua fresca ahogando todo aquello que nos quita la paz. Y confiemos que Jesús es capaz de ‘embriagar’ de amor todo aquello que hagamos. Pues la espera de Dios trasformará el agua de nuestras vidas en un vino generoso.

Iñigo Merello, sj

Fuente: pastoralsj.org

Cuerpo de Cristo, sálvame

Muchas veces voy a misa solo por costumbre, por hábito o simplemente porque cumplo un rol dentro de ella, ya sea en el coro, en la liturgia o en la participación con la comunidad a la que pertenezco. Esta parte de la oración del Anima Christi nos propone entrar en la profundidad de lo que significa comulgar. Es una oración devota, medieval, con un lenguaje que probablemente no entiendo o me cuesta acoger.

«Cuerpo de Cristo, sálvame» parece una súplica o una «orden» a Dios. Quizá desde la desesperación. Quizá desde la necesidad de salvación, es decir, de Vida (con mayúsculas), esa que sólo Él nos puede dar. De Vida plena y verdadera.

Recibir el cuerpo de Cristo, recibir en mi interior la carne de Jesús, no es solamente cumplir con un rito. Comulgar significa reconocer la necesidad que tenemos de que Él transforme nuestra vida. Que Su cuerpo en mi cuerpo sea una fuente de salvación. Es reconocer el deseo de vivir aquello que decía Pablo «no soy yo quien vive sino es Cristo que vive en mí» (Gál 2, 20).

Ser consciente de esto convierte el acto en una verdadera transformación interior. Es verdad, no es que siempre caigamos en la cuenta y seguramente lleva un camino que recorrer. Por eso tanto ayuda vivir con sentido el momento final de agradecimiento en la liturgia de la misa, entre la comunión y la conclusión. Ese instante que ya sea con silencio o con cantos podamos dialogar íntimamente con Aquel que acaba de unirse también físicamente conmigo.

Luis Arranz, sj

pastoralsj.org

 

Reflexión: ¿Necesitamos a la comunidad?

El que hay mucha gente que deja de ir a misa, o que no lo considera algo importante es un hecho. A veces, esto desemboca en la vivencia de un cristianismo individual (o a la propia medida), otras tantas, acaba en un alejamiento de la Iglesia y de Dios.

Estas personas no terminan de encontrar al Dios vivo en medio de los ritos, ni en la oración común. Les resultan aburridos, no le ven el sentido, les parece que no aportan nada a su fe. Se quedan en lo externo de todo ello y no son capaces de adentrarse en sus entrañas. Todo un reto para la transmisión de la fe a la próxima generación de cristianos.

¿Es necesario lo comunitario o podemos prescindir de esta parte institucional en aras de una espiritualidad más «libre» y «personal»? Algunos parecen tener claro que ni los sacramentos ni la comunidad cristiana son el camino.

Por novedoso que nos parezca, en realidad esta es la experiencia de los seguidores de Jesús en los primeros momentos de la Pascua. El Evangelio nos presenta a unos discípulos que abandonan la comunidad, puesto que ésta no puede aportarles ya nada. Muerto Jesús, no tiene sentido seguir rezando unidos como él había les enseñado. Si es que quedaba algo de su modo de vivir, podría realizarse en casa, en la vida de siempre. No tenían necesidad los unos de los otros. Después de tantos disgustos, de tanto aguantar el carácter y las manías de los otros, estaba visto que más bien se bastaban a sí mismos.

Pero el Evangelio también nos muestra que el encuentro con el Resucitado produce un cambio en sus vidas. Todos ellos vuelven a la comunidad, que se recompone al poner a Cristo de nuevo en medio, al repetir los gestos con los que él se hace presente, al orar juntos. El Resucitado les hace pasar de la autosuficiencia herida a la necesidad del Otro y de los otros. Y así, la comunidad se recompone con él en el centro.

¿No nos pasará a nosotros algo parecido? ¿No estaremos viviendo a veces una comunidad demasiado preocupada por sus propias heridas y carencias, que se repliega sobre si misma en lugar de abrirse al Resucitado? ¿No estaremos demasiado centrados en nuestra individualidad y sentimiento? Quizá es momento de empezar a buscar de nuevo, o mejor aún, de volver a los sitios donde prometió estar y manifestarse, para dejarnos encontrar por él.

Dani Cuesta SJ

Fuente: pastoralsj.org

Palabra de la CPAL: Consideraciones básicas sobre el trabajo en redes

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de Marzo de 2023.

Por Roberto Jaramillo SJ

Me preguntan con frecuencia muchos compañeros y compañeras apostólicos: ¿cuál es la importancia de las redes y en qué consiste su aporte específico? Quiero poner por escrito de manera muy breve (y con el peligro de la simplificación) lo que he aprendido en los últimos 9 años.

Una red nace, se desarrolla y justifica su existencia sólo en función de una MISIÓN COMÚN MAYOR que la suma de los intereses de sus componentes; esa es una perspectiva fundamental sin la cual la red no puede sobrevivir. Una red no tiene futuro si los componentes sólo buscan en ella el interés de su propia organización o proyecto. «Lo nuestro» ha de ser tan o más importante que «lo mío»; si no hay un claro propósito común la red es una carga para quienes la forman; es inútil.

De ese hecho les viene a las redes, también, su importancia fundamental; tanto entitativa como metodológicamente. En red no sólo hacemos más, sino que somos más; la red es un nuevo sujeto apostólico. Pero, además, en el trabajo en red hay una forma más fina y cualificada de colaboración porque hay más ojos, más voluntades; hay reflexión, hay más masa crítica, hay discernimiento, hay mandato, hay propósito colectivo.

La noción de red (network o networking) que normalmente pensamos está, de manera general, cifrada en las figuras siguientes:

Esa noción se completa y se enriquece con esta otra forma de ver, entender y, sobre todo, de practicar el en-red-darnos:

Resulta un poco disruptiva la imagen, pero ese es el propósito buscado. Una articulación del cuerpo humano (sea una rodilla o un codo, o el cuello) nos habla más y mejor de lo que es un trabajo en red que el esquema de puntos similares y líneas de conexión.

Cada miembro de la red es diferente: en funciones, en forma, en textura, calidad, tamaño, largura, resistencia, configuración, color, etc. Es esa diferencia lo que los hace importantes en la red; pero es esa misma diferencia lo que les hace necesitar de la red.

La red no se construye en función de la forma de los miembros o de sus homogeneidades (parroquias, mujeres, centros sociales, etc.) sino en función de una misión concreta que va más allá de la propia función e interés (la que me da identidad en la diferencia): eso es lo que cada uno ha de aportar a la red.

Cada uno de los miembros de una red, por sí solo, no está en capacidad de producir el efecto que se persigue en común: caminar, correr, moverse, pensar, una acción transformadora, etc. La rótula necesita del líquido sinovial para cumplir su misión última, tanto como los ligamentos necesitan de la cabeza de la tibia, y así sucesivamente. El más pequeño o desapercibido de los elementos es tan importante como el más grande y visible de ellos. La función de cada miembro tiene sentido y realiza su identidad sólo cuando se completa con las demás.

Por más importante (o visible) que sea la misión particular que se tiene – ya sea ésta: personal o institucional – la participación en una red me abre a una nueva misión, más importante y definitiva que sólo puedo completar con otros, quienes, a su vez encuentran en ella una manera de generar un mayor impacto que aquel que individualmente están llamados a producir. Una red tiene un propósito que es inalcanzable de manera individual, ya sea por las personas o por las instituciones que la componen.

De esa manera, pues, la red no es un trabajo adicional al que ya estoy realizando: la red es un plus; es algo más, es un propósito MAYOR y COMÚN que hace parte de y que cualifica lo que tengo como propósito propio, haciéndolo así más significativo y más impactante.

 

Consideraciones básicas sobre el trabajo en redes.pdf

Servicio Jesuita a Refugiados: testimonio sobre la misión en Siria

El Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) busca acompañar, servir y defender la causa de las personas refugiadas y desplazadas forzadamente, para que puedan sanar sus heridas, empoderarse y decidir sobre su propio futuro.

Compartimos el testimonio de Gonçalo Fonseca SJ, sobre la presencia del JRS en Siria y su experiencia acompañando a las personas de un país hostigado por la guerra.

El amor que restaura la dignidad

Siria ha sido, para mí, una misteriosa fuente de descubrimientos de ocultos lugares de humanidad y una auténtica escuela del corazón. He visto convivir la vida y la muerte, el amor y el odio, la esperanza y la desesperación, la fe y el miedo en casi cada instante de los días que pasé allí.

He sido guiado a través de paisajes humanos que ni siquiera sabía que existían y mi propia geografía de comprensión del ser humano encontró nuevos caminos y transformó eternamente mi viaje en la vida. Recordando el libro de Hans Urs von Balthasar Percepción de la forma, sobre la estética teológica, creo que esta transformación procede de ser transportado por el Amor, el amor concreto de Dios en la forma de Cristo. El Amor que es paciente y bondadoso, y se alegra con la verdad. Siempre protege, confía y espera (1 Cor 13).

El amor que protege podría ser una forma de interpretar la misión del JRS de la que he tenido el privilegio de formar parte. La declaración dice que el JRS existe para «acompañar, servir y defender» la causa de los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza, para que puedan sanar, aprender y determinar su propio futuro. Desempeña un papel inimaginable en la restauración de la dignidad.

La dignidad es la cualidad de ser valioso, honrado o estimado. El primer artículo de la «Declaración Universal de los Derechos Humanos» de las Naciones Unidas en 1948, acentúa precisamente que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Como todas las guerras, la guerra de Siria y sus devastadoras consecuencias arrancaron la dignidad de las personas, cuando no sus vidas. Cuando se deshumaniza a alguien (es decir, se le priva de derechos humanos como la libertad, la libertad de expresión, la seguridad, la vivienda, la educación, el acceso a los servicios sanitarios o las necesidades básicas) se anula su dignidad y la persona se convierte en un vagabundo que busca un lugar al que pertenecer. La lucha por la paz y la esperanza es también una búsqueda para recuperar la dignidad.

Recuperar la dignidad – o la integridad y la honorabilidad – es una acción que conlleva una participación conjunta. Necesita de alguien que, al menos, reconozca la humanidad del otro, para que su dignidad sea declarada. El JRS, al cumplir con su misión, humaniza a los que son acompañados, servidos y representados; y al humanizar a los más vulnerables y privados de sus derechos humanos esenciales, el JRS participa en el restablecimiento de su dignidad a la vez que contribuye a una sociedad más pacífica y justa.

Esta percepción sobre el restablecimiento de la dignidad se vio reforzada por una experiencia concreta, una experiencia vital. En Siria, no me sentía seguro todo el tiempo, pero siempre me sentía protegido. ¡Extraña contradicción! De hecho, el contexto no era seguro, y algunas situaciones por las que pasé fueron especialmente amenazantes; sin embargo, aquellos con los que trabajé – o de los que soy amigo – siempre asumieron un papel protagonista para protegerme, basándose sin duda en el respeto, pero también por amor. Amor y protección son intercambiables en sus definiciones. En la medida de mis limitadas capacidades, también me percibí protegiéndolos y amándolos.

Un episodio muy angustioso me llevó a comprender de nuevo la recuperación de la dignidad. En un control militar rutinario, nos pararon a un par de amigos y a mí. Nada fuera de lo común, pero ese día, por la razón que fuera, los militares decidieron ampliar los interrogatorios y las peticiones de documentación de forma humillante. Nos registraron e inspeccionaron con la arrogancia del «poder». Vi cómo a mis amigos, impasibles, les arrancaban su dignidad y los deshumanizaban. Estaban resignados a su destino. Yo, aterrorizado, me preparaba para lo mismo. Ni siquiera se me ocurrió protestar. Sabía que las consecuencias podrían ser, como mínimo, muy desagradables.

Cuando llegó «mi turno», mis amigos se dieron cuenta de que iba a experimentar la misma humillación por la que ellos acababan de pasar. Se levantaron de su deshumanización, recuperaron la voz que les habían borrado, se interpusieron entre los militares y yo y me protegieron, a pesar de las posibles consecuencias de esa rebeldía. Ellos, que habían aceptado estoicamente su destino, no podían aceptar que yo tuviera una experiencia similar. De alguna manera, todos salimos indemnes.

Un profundo silencio nos cubrió. La vergüenza, el miedo, el alivio, la incomprensión. La desesperanza habitaba salvajemente ese silencio que se rompió tiempo después con una nerviosa broma para romper el hielo. También experimenté, sin embargo, un sentido de la belleza que solo comprendí más tarde.

Con cierta «distancia», pero aún revestida por las emociones, capté la misteriosa belleza de aquel acontecimiento; al protegerme, por amor, restauraron su propia dignidad que les había sido arrancada momentos antes; al salvaguardarme de la deshumanización, mantuvieron su humanidad iluminando los oscuros caminos de la injusticia. Se convierten en personas más dignas y humanas.

Comprendí que el amor también restaura o renueva la propia dignidad. Comprendí de nuevo cómo Cristo, amando a la humanidad en la cruz, no solo reparó la humanidad corrompida por el pecado, sino que elevó su propia humanidad a la plenitud. Comprendí de nuevo que el curso de mi propia humanidad – y de mi vocación – asumía nuevas escalas, ya que no solo me reconocía de nuevo como persona amada, sino que también aprendía nuevas medidas de amor.

Fuente: jesuits.global/es

Alma de Cristo, santifícame…

En mitad del silencio de una capilla preguntándole al Señor qué me decía a mí esto de Alma de Cristo, santifícame, una notificación saltaba en mi celular. ¡Qué vértigo ser el primero! ¿Quién soy yo para hablar de santidad? Yo, que había dejado de mirar al sagrario para atender al mensaje que me esperaba al otro lado de la pantalla.

Sin duda, el estar delante del Señor era mucho más interesante que el wasap que estaba leyendo. Al ser consciente, guardé mi celular, volví a mirar al sagrario y repetí: Alma de Cristo, santifícame. ¡Lo que estaba haciendo era una petición! El centro de la ecuación no era yo. Por suerte, mi distracción me había colocado en mi lugar de hijo.

Al contemplar la vida de Jesús nos desconcierta su modo de actuar con los demás. ¿Por qué eligió a Judas como uno de los doce si sabía que le iba a traicionar? El padre Arrupe decía: «el ideal de nuestro modo de proceder es el modo de proceder Tuyo». Es decir, que esta santidad a la que soy llamado sólo cobra sentido en la Santidad de Cristo. Pero, ¿acaso soy capaz de vivir como Tú lo haces?

En la lucha insaciable por la perfección y el vivir controlando las circunstancias acabo descubriendo que la santidad no son méritos a conquistar. Más bien, el fruto de una amistad y abandono en Él, que va dando forma a mi identidad como Pedro. No el que lucha por ser un don nadie, sino el que realmente quiere parecerse a Jesús de Nazaret.

De repente el vértigo se desvanece. Frente a un mundo que me invita a hacerme a mí mismo, Jesús me propone la santidad: el ser hecho por Otro, por el Alma de Cristo. ¡Qué tranquilidad!

Pedro González Fernández

Fuente: pastoralsj.org

Encuentro de Parroquias y Templos jesuitas de Buenos Aires

Testimonio de Ignacio Rey Nores SJ, sobre el Encuentro de Parroquias y Templos jesuitas de Buenos Aires, realizado el pasado 24 de Marzo.

El pasado viernes 24 de Marzo nos juntamos en el Centro de Espiritualidad Ignaciana de la Argentina un muy buen grupo de representantes de las comunidades de los templos y parroquias jesuitas de Buenos Aires. Fue una jornada armada y llevada adelante por los distintos referentes laicos de las comunidades de las parroquias de San Miguel (Patriarca San José y Perpetuo Socorro), de Quilmes (N.S. de Luján y N.S. de las Lágrimas), y de los templos de Regina Martyrum y del Salvador.

El lugar que nos cobijó la mayor parte del encuentro fue el Salón de Actos del Colegio, y allí tuvimos como primer momento un rato de animación llevado adelante por la gente de Luján, que nos hicieron cantar y bailar. Luego el P. Juan Berli hizo una bienvenida hablando de la importancia de este tipo de encuentros que facilitan la comunión y comunicación entre nuestras distintas comunidades. Sandra Miguele, referente de AMBA, también nos dio la bienvenida y nos contó cómo sería la jornada.

Un momento fuerte de la mañana fue escuchar el testimonio de tres personas de comunidades de la Parroquia N.S. del Perpetuo Socorro, quienes nos compartieron cómo Dios pasó por sus vidas a través de la espiritualidad ignaciana y de la pertenencia a la comunidad. Con esos testimonios como telón de fondo, nos ofrecieron unas puntos para la oración personal en donde se nos invitaba a tomar conciencia de cómo nos viene hablando Dios a cada uno de nosotros y a preguntarnos en qué momento de nuestro camino estamos.

Luego compartimos en pequeños grupos las resonancias de los testimonios y de la oración, y terminado este intercambio, un miembro de cada uno de los grupos compartió en plenario algo de lo conversado en el rato anterior.

Cerramos la mañana cantando todos juntos Alma misionera y tuvimos luego un buen tiempo para el almuerzo, en mesas distribuidas en el patio del CEIA, y todos íbamos y veníamos por las mesas donde se fue sirviendo lo que cada uno trajo, y así fuimos picoteando de manera muy gratuita y fraterna.

El bloque de la tarde lo iniciamos en el salón grande del CEIA. Allí el P. Juan nos hizo una presentación de la misión de las parroquias a la luz del magisterio del Papa Francisco, y luego dos de los jóvenes del templo del Salvador, Florencia y Cristian, nos ayudaron a entender la experiencia de “amigos en el Señor” que vivieron los primeros compañeros, sobre todo Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Resonaron aquellas palabras que Ignacio le solía repetir al joven Javier “de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma…”, y ese trabajo lento y constante que Dios fue haciendo en Javier a través del acompañamiento y del testimonio de vida de Ignacio. Se nos dio una consigna nueva para trabajar en pequeños grupos que consistía sobre todo en compartir los ámbitos de misión en nuestra comunidad donde nos sentíamos más a gusto y en hacer una lista de los distintos servicios que se llevan adelante en nuestras comunidades, para lo cual se nos dieron unos stickers.

Volvimos al salón del CEIA y allí hicimos una presentación en plenario de lo que escribimos en los stickers, y la dinámica era ir pegando luego esos stickers en un papelógrafo donde se había dibujado un gran árbol, con enormes raíces, un gran tronco y muchísimas ramas. Flor y Cristian agregaron luego lo importante que es que todos estos “frutos” surjan de tener en claro cuáles son nuestras “raíces”. Me tocó a mí hacer una síntesis de lo trabajado en la tarde, retomando la frase de Ignacio a Javier, e invitando a tomarnos en serio esto de tomar conciencia de nuestras raíces, tal como habla el Salmo 1, y de estar en contacto con el Amor de Dios, para lo cual hice énfasis en el texto de Juan 15 del sarmiento unido a la vid.

El cierre del encuentro fue con la Misa que se celebró en el salón de Actos del Colegio. Termino destacando la consolación de las personas de nuestras comunidades de Quilmes (y no dudo que también entre las otras comunidades), el sentir que fue un día de gracia, de esos que uno agradece haber estado allí: alegría que brota simplemente del poder encontrarnos y compartir lo que somos y hacemos allí donde vivimos, allí donde estamos, allí donde celebramos el Reino de Dios entre nosotros.

Diócesis de Quilmes: últimas actividades

Juan José Berli SJ, sobre las últimas actividades en las parroquias de la diócesis de Quilmes

Gracias a la misión de Adviento que llevamos adelante con los novicios -Federico, Jaime, Yareth, Juan y Leonel- este año comenzamos la celebración todos los domingos en ambas comunidades, Santa Lucía y San Lorenzo, como lo hicimos el año pasado en María Peregrina.

Registro lo que me comentó uno de ellos: En algún momento, alguien me preguntó, «¿qué hacen ustedes en la misión?» Y en esto me emergió responder, «creo que colaboramos en poner un trozo de leña al fuego ya encendido, para que pueda encender con más fuerza».

Nos han aportado mucho más de lo que se llevaron, además de sentir el respaldo de la Provincia en estos lados de misión permanente.

Con el Hogar de Cristo permanecemos en ensayo acerca de los medios más convenientes para brindarles un acompañamiento de calidad, conjuntamente con una comunidad de laicos que viven con entusiasmo, responsabilidad y convicción este esfuerzo cotidiano. Son muchos los que piden ingresar, incluso nos envían de Resistencia y de Corrientes. Aunque en general no lleguen a los tres meses, en el tiempo que conviven en el Hogar, les brindamos todo lo que podemos; sabemos que tenemos mucho y sus agradecimientos son tan grandes porque tal vez nunca esperaron recibir contención, educación, ternura, paciencia y atención. Es cierto que sus inesperadas salidas nos provocan dolor y frustración, pero palpamos la certeza que la Obra es del Señor, y que es Él quien se hace cargo del resto.

La semana anterior a Semana Santa nos organizamos en comunidad jesuita con Fabio Solti sj, Nacho Rey Nores sj y Gabriel Perfumo sj, para dar cinco tardes de Ejercicios, en la Parroquia de Ntra. Sra. de las Lágrimas, con buena concurrencia y mucha aceptación, tanto de nuestros parroquianos, como de personas de las parroquias vecinas. Compartimos algunas fotos de lo vivido en estas tardes de profunda espiritualidad. El miércoles vinieron, además, los quince jóvenes que están en nuestras casas del Hogar de Cristo, que recibieron con mucha devoción lo que les ofrecimos. Además de la Catequesis básica, se les dan ejercicios en la vida -modos de orar- y algunos que perseveran en el proceso ya fueron adquiriendo el hábito de la oración personal pidiendo continuar con los ejercicios.

Los jóvenes de la Parroquia de Luján están preparando el Autosacramental de la Pasión y Resurrección, como en años anteriores. Lo hacen el viernes Santo y el domingo de Resurrección. El domingo de la octava de Pascua irán a representarlo en el Salón de Actos del Colegio del Salvador.

Continuamos colaborando con la diócesis en distintas actividades: pastoral juvenil y vocacional; consejo presbiteral; ejercicios espirituales a seminaristas; acompañamiento a sacerdotes y a candidatos del diaconado permanente.

Juan José Berli SJ

P. Rafael Velasco SJ: Saludo de Semana Santa

A TODA LA PROVINCIA

La Semana Santa se nos ofrece como un tiempo de Gracia. Es tiempo para salir de nosotros mismos, para aprender la entrega generosa y humilde de Jesús que “renunciando al gozo que se le ofrecía soportó la ignominia…” (Heb 12,2). Tiempo particular para aprender a sentir con Él y vivir el sacramento de la Entrega (Eucaristía) y del Servicio (Lavatorio de los pies).

Por lo general, en Semana Santa tratamos de acompañar al Pueblo de Dios en sus celebraciones. Por eso es un buen tiempo para descentrarnos, para dejar de lado nuestras pequeñeces cotidianas y salir de nosotros, salir de los propios dolores, de las propias miserias, y tratar de ponernos en el lugar de otros que sufren y se acercan a las celebraciones de Semana Santa -con sus cruces a cuestas- en busca de esa comunión con el Cristo sufriente, y de experimentar algo de la Luz del Resucitado. Se suele acercar mucha gente que carga con vidas duras, biografías pesadas, rutinas desesperantes… Ojalá tengamos tiempo para la escucha sentida, para predicar la Palabra, para celebrar con esas personas la muerte y la Vida del Hijo de Dios.

Que en esta Semana Santa, cada uno particularmente, y todos como cuerpo apostólico de compañeros de Jesús, aprendamos a morir un poco -a lo que Él quiera- para resucitar a Su Amor que se manifiesta en el servicio humilde y cariñoso a las personas que nos son encomendadas.

Que tengamos una buena Semana Santa y una Feliz Pascua.
Dios los bendiga.

Fraternalmente,

Rafael Velasco SJ – Provincial