Amazonia querida

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de junio.

P. David Romero Bravo, S.J – Superior Preferencia Apostólica Amazónica, Provincia del Brasil.

¡Qué momento tan fuerte e histórico estamos viviendo! La pandemia del Covid-19 sigue siendo un gran desafío en América Latina y el mundo. Continúa amenazando la vida humana y modifica nuestros estilos de vida. La Carta Encíclica «Laudato Si» del Papa Francisco completó cinco años y este aniversario ha estimulado muchos debates y conferencias. Estamos recorriendo el tiempo post sinodal con el deseo de poner sus conclusiones en práctica, iluminados por el Documento Final del Sínodo y por la Exhortación Apostólica Post-sinodal «Querida Amazonia». Además, como Compañía de Jesús, recibimos orientaciones importantes en las Preferencias Apostólicas Universales (20/02/2019) y en la reciente carta del P. General Arturo Sosa, sobre “el ‘cuidado’ (cura) en el gobierno de la vida – misión de la Compañía en este cambio de tiempo».

Quiero destacar tres puntos del contexto actual desde la perspectiva amazónica. Primero, el que estamos llamados a encarnar una cultura del cuidado. Todos los eventos, acontecimientos y documentos mencionados anteriormente apuntan a una postura de ‘cuidado’ para los seres humanos, especialmente los pueblos indígenas, negros y migrantes, y de la Casa Común. Nuestra sociedad actual tiene una fuerte tendencia a favorecer una forma de ser en el mundo del trabajo caracterizada por la ‘intervención’; la otra forma de ser en el mundo se logra a través de la atención y es caracterizada por la ‘interacción’. Cuidar es más que una simple acción; es una actitud y una postura. Representa una actitud de ocupación, preocupación, participación y responsabilidad afectiva con los demás y con la Creación. El cuidado debe estar presente en todo. Darle atención a la centralidad del cuidado no significa dejar de trabajar e intervenir en el mundo. Significa organizar el trabajo en armonía con la naturaleza, sus ritmos, ciclos e indicaciones. Significa respetar la comunión que todas las cosas disfrutan entre sí y con nosotros. Significa colocar el interés colectivo, la comunidad biótica y terrenal por encima de los exclusivos intereses del ser humano.

El segundo punto es la necesidad de cambiar el paradigma antropocéntrico a un paradigma ecocéntrico. En términos de la vida cotidiana, el modelo antropocéntrico significa que el ser humano se hace el centro de todo. La tendencia es pensar en el universo como una colección de objetos y no como una comunión de sujetos. Esto significa que lo más importante es acumular grandes cantidades de medios de subsistencia (riqueza material, bienes y servicios) para disfrutar de nuestro corto viaje en este planeta. El Papa Francisco señala las dolorosas consecuencias de este paradigma: “… entre los más pobres abandonados y maltratados, está nuestra tierra oprimida y devastada, que está ‘gimiendo como si tuviera dolores de parto’ (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro cuerpo está formado por los elementos del planeta… ”(LS 2). El nuevo paradigma del ecocentrismo se niega a reducir la Tierra a una multiplicidad de recursos naturales o a un depósito físico y químico de materias primas. La Tierra tiene su propia identidad y autonomía como organismo extremadamente dinámico y complejo. En un nivel profundo, ahora se puede ver como la Gran Madre que nos alimenta y nos sostiene.

El tercer punto es un llamado a experimentar una espiritualidad de intimidad sagrada y saludable en relación con la Casa Común. Santa debido a una dimensión espiritualmente pura que cultiva una postura de amor y afecto, y saludable porque promueve el bienestar mental y espiritual. Encontramos este tipo de intimidad en las parábolas de Jesús: el buen samaritano y el buen pastor. La crisis ecológica nos llama a recuperar ese sentimiento de intimidad sagrada y saludable con la naturaleza que tal vez la vida en la ciudad nos ha impedido a lo largo de los años. Nuestras ciudades son, a menudo, selvas de hormigón y acero, ruedas y cables, un mundo de trabajo sin fin. Raramente vemos las estrellas de noche, los planetas o la luna. Incluso muchas veces durante el día no experimentamos el sol de manera inmediata o significativa. La intimidad con el planeta en su maravilla y belleza, y la profundidad total de su significado es lo que permite que florezca una relación humana integral con el planeta.

Pedimos gracia para que nuestros ojos estén fijos y enfocados en Jesús. El mismo ayer, hoy y siempre. Cerrando el ciclo pascual profundicemos el misterio de la vida, la pasión y la resurrección del Señor. Pongamos en sus manos los desafíos y dificultades de la actualidad, para que Él los ilumine a través del Espíritu. Con la gratitud y la confianza que generan esperanza, ¡avancemos más conectados e interdependientes en el cuidado de nuestros hermanos y hermanas, de la Casa Común y de nuestra amada Amazonía!

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