Los tiempos del verano

El verano puede ser un tiempo para volver la vista atrás y hacer balance del año, comenzando siempre por dar gracias.

Por Antonio Bohórquez, SJ

Después de un intenso curso, para los que contamos los años acudiendo al calendario escolar, el tiempo de verano nos brinda una oportunidad para profundizar en aspectos de nuestra vida que la actividad diaria, a veces un poco desenfrenada, no nos permite. Las vacaciones pueden ser un momento para acordarnos del relato del Génesis. Dios Padre, después de finalizar su obra y ver que era muy buena, al séptimo día, descansó. Podemos convertir nuestro tiempo estival en ese séptimo día que nos ayuda a contemplar lo realizado durante el año y ver que «ha sido muy bueno».

Quizá, por miedo a caer en la vanagloria, no nos paramos a contemplar lo que hacemos, pero hemos de dar gracias a Dios, no sólo por lo que hacen los demás sino también por lo que nosotros mismos hacemos, porque así contribuimos al plan de Dios. Todos hacemos cosas buenas. El verano puede ser un tiempo para volver la vista atrás y hacer balance del año, comenzando siempre por dar gracias.

Este tiempo que ahora comenzamos nos lleva de la mano a un ritmo distinto. El comienzo puede ser para parar y descansar, recuperar horas de sueño y, sobre todo, recuperar una mirada que vaya más allá de lo inmediato. Esa mirada que nos ayuda a fijarnos en lo bueno de nuestra vida, en tanto bien recibido este año y a lo largo de nuestra vida.

El verano es también tiempo de profundidad. En ese bucear en lo profundo puede ayudarnos la contemplación de la naturaleza. La playa con sus atardeceres, el monte con tanta variedad de vida, el campo que prepara sus frutos para la cosecha… nos hablan de la presencia misteriosa de Dios en su creación.

El verano, si lo vivimos con generosidad, puede ser también tiempo para los reencuentros. Podemos recuperar relaciones con amigos o familiares que las prisas del año han ido erosionando. Una buena conversación por la mañana con un buen café o por la noche mientras compartimos la mesa, son regalos que nos traen este tiempo.

Y el verano, además, puede ser tiempo para reencontrarnos con Dios. Hemos de partir de la máxima ignaciana «buscar y hallar a Dios en todas las cosas» y saber que todo lo anterior podemos vivirlo como búsqueda y relación con el Señor. Sin embargo, podemos encontrar en las vacaciones tiempos privilegiados para la celebración tranquila de la Eucaristía y para la oración personal. Oración que podemos hacer paseando, o contemplando el paisaje, leyendo la Palabra de Dios o en el silencio de nuestra habitación…

El verano es tiempo de reencuentro. Reencuentro con uno mismo, con los amigos y familiares y con el Señor que nos da, un año más, el regalo de parar y cambiar de ritmo. Escuchemos su voz que nos dice también a nosotros: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco» (Mc 6, 31).

Fuente: Pastoral SJ

¿Dónde te metiste, Jesús?

Compartimos la Homilía preparada por Emmanuel Sicre SJ para la misa de los egresados 2019 del Colegio del Salvador.

Por Emmanuel Sicre, SJ

Hemos venido a este Templo a agradecer tanto bien recibido. Queremos decirle a Dios que hemos sido felices en este tiempo, que hemos dado nuestras batallas, que aquí estamos. Igual que la familia de Nazaret cada año para la Pascua como nos relata Lucas. Y en este contexto es que se Jesús se les desaparece.

¡Qué bonita familia!

Imagino que a muchos de uds. se les ha perdido Jesús alguna vez. Pensaban que estaba siempre en el mismo lugar, pero resulta que lo vas a buscar y no está. Se corrió, se movió, se te esfumó. En varias oportunidades nos pasa que nos sentimos alejados de él. Muchos tienen nostalgia de algunos encuentros con Jesús de otros tiempos o, simplemente, anhelan descubrir eso que todos llamamos Dios. Otros se cansan de no hallar nada y desisten, pero, me atrevo a decir, que conservan cierta inquietud.

Algunos cumplirán esos lindos ritos como ir a misa, comulgar, rezar, hacer la pausa, reconciliarse, hacer Ejercicios Espirituales, o conversar con Dios, tal como María, José y el niño que van al Templo “todos los años para la fiesta de la Pascua, como de costumbre”. Y nada, Jesús, se nos hace escurridizo igualmente.

¿Dónde está Jesús? ¿Por qué se nos escapa sin que nos demos cuenta? ¿Por qué nos despista así en algunos momentos de nuestra vida? ¿Qué pasa que creemos que está en donde debería estar –en la caravana de regreso, en lo conocido, en lo de siempre- y no? ¿Por qué nos deja angustiados saber que no lo podemos atrapar? ¡Qué Dios misterioso este Jesús!

Veamos qué hacen sus padres para “recuperarlo”.

“Caminaron todo un día”,

“comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos”,

“volvieron a Jerusalén”.

Quizá aquí encontremos una pista, chicos: Caminar, buscar y volver para hallar a Jesús.

Para encontrar a Jesús hay que caminar, como en la misión, o en el voluntariado, no por los pasillos balconeando para hacer tiempo y no llegar a clase, sino en la peregrinación para llegar a donde está lo que tanto deseamos en nuestra vida. Caminar todo un día, una semana, en fin, toda la vida, insistentemente, aunque nos dé pereza. Caminen, chicos.

Para encontrar a Jesús hay buscarlo, en medio de una caravana confusa –nuestro mundo, nuestra realidad-, entre quienes nos hablaron de Él, entre quienes lo conocen, entre quienes los aman: sus familias, sus amigos, sus educadores, sus referentes. Buscarlo, como tantas cosas que buscamos en internet, en las redes sociales, o en los lugares a donde vamos. Sean buscadores honestos, chicos.

Para encontrar a Jesús hay que volver al lugar donde lo encontré por última vez, según la clave del Evangelio. Ejercitar el músculo de la memoria y regresar al momento donde se detengan los afectos y me digan: “aquí es”. Aunque tenga que ir hasta cuando aprendí a rezar, o a la primera Comunión, o volver -como tantos- aquí a la comunidad del Colegio que me vio crecer. Vuelvan, esta es su casa, su Templo, su Iglesia, su comunidad. Vuelvan y encontrarán el sentido cuando se les pierda.

Con estas tres acciones, al tercer día hallarán a Jesús. El famoso 3 que nos habla del Dios Padre, hijo y Espíritu.

Supongamos ahora que, como María y José, encontramos a Jesús con sus 12 años, hecho un hombre para el mundo judío de su época –como uds. en la nuestra-, en el Templo, en el lugar donde habita Dios, tu corazón, el corazón del Colegio, sorprendiendo a todos los que lo oyen.

Entramos en relación con él y le preguntamos, tal como sus padres, con cierto tono de reproche: “¿por qué nos has hecho esto?”, ¿dónde te metiste?, ¿dónde estás?, ¿por qué nos desconcertás? Y él nos responde tan consciente de sí mismo y libre: tengo que ocuparme de la misión de Dios. Estoy empezando a crecer y me doy cuenta de que esto que hay en mí tiene que florecer, tiene que ser comunicado a tantas personas que sufren, que se sienten solas y abandonadas. Me estoy dando cuenta de que tengo una misión, que algo se me mueve interiormente con tanta fuerza que quiero darle toda mi vida. ¡Qué bella intuición la de Jesús!

Él con sus 12 años los provoca a uds. con 17/18 y los invita a reconocer cuál es su misión en el mundo de hoy. A qué están dispuestos a darle la vida. A descubrir qué les pide la vida para ser plenos. A sentir la responsabilidad de esa voz que por dentro les está hablando del futuro.

Quizá, como sus padres, no entendamos mucho lo que Dios nos dice hoy a nuestra vida y nos toque guardar las cosas que no comprendemos de este Dios intrépido en el corazón, como hace María.

Sin embargo, podremos seguir caminando con la esperanza de ser una familia, una comunidad, que busca y vuelve cada año a renovar su fe a los lugares donde la memoria nos conduzca.

Que Dios les ayude a caminar, buscar, y volver para hallar a Jesús.

Fuente: Blog Pequeñeces

Orar en un mundo ruidoso

La oración es ese equilibrio entre nuestro ruido interior y el ruido exterior.

Por Sebastián Zúñiga, SJ 

Vivimos en una época en la que nos es complicado estar en silencio: si no es el tráfico, es la televisión, y si no es el trabajo, son los estudios. Además, la tecnología tiene una participación activa en nuestras vidas; si bien ésta nos “descomplica” en varios sentidos, también nos mantiene ocupados, y hasta cierto punto, atados. Se ha vuelto muy común escuchar las frases: “no tengo tiempo”, “no voy a poder”, “me falta el tiempo”, etc. Las veinticuatro horas del día ya no son suficientes, y la semana se vuelve corta para realizar todo aquello que quisiéramos. En septiembre de 2016, se lanzó una campaña en Lima en la que la gente respondía: ¿Qué harías con más tiempo? Hubo varias respuestas en redes sociales con el hashtag #mastiempo como: estudiar, trabajar, viajar, aprender, desarrollar una habilidad, divertirse, dormir. La gente es consciente de la agitación en la que está inmersa y quisiera poder tener más tiempo para sí.

Este constante ajetreo nos ha acostumbrado a escuchar y aceptar todos los sonidos que hay afuera: música, publicidad, tráfico, comercio. Pero ¿qué sucede con el ruido que traemos dentro? El externo tiene un mayor volumen y hace que no nos preocupemos –ni escuchemos- lo que tenemos en nuestro interior. Este ruido externo muchas veces es atractivo y se vuelve melodioso a nuestros oídos: redes sociales, consumismo; en ellos encontramos nuestro refugio, nuestro centro. Simplemente es complicado tener silencio, estar ocupado y tener ruido se ha vuelto parte de nuestra vida. Y esto ha provocado que se dejen de lado los espacios de intimidad y reflexión con Dios.

Mientras escribía este artículo googleé “personas orando”, casi todas las imágenes que aparecían, hacían alusión a templos o montañas desérticas; ciertamente, es muy complicado que nos podamos desplazar a dichos lugares, pero la verdad es que la oración no tiene un lugar específico. Se puede orar mientras nos movilizamos a nuestros trabajos, o durante un break en cualquier parte del día. Porque el centro de la oración no responde a un lugar, sino a una actitud: la de encuentro con el Señor

Al inicio de este texto mencioné la participación activa de la tecnología en nuestras vidas, ella no solo nos permite comunicarnos o hacer más eficiente nuestro trabajo, sino que puede convertirse en una herramienta de reflexión personal. Vivimos en una época en la que los medios digitales se han vuelto parte de nosotros, es común pues, que revisemos nuestras redes sociales desde el teléfono móvil o computador. En esta dinámica varios grupos han optado por brindar espacios de oración y reflexión por medios digitales, está así –por poner ejemplos- la aplicación Rezando Voy, el sitio web www.pastoralsj.org; y en las distintas redes sociales podemos encontrar una gran cantidad de religiosos y laicos que con sus posts o videos, nos comparten material para hacer un alto y poder reflexionar. Se nos muestra una alternativa a la “oración tradicional”, es posible, entonces, orar en nuestro centro de estudio, trabajo o cuando nos estamos movilizando.

Retomando el tema del ruido, nosotros no podemos desconectarnos del mundo ni dejar de atender lo que está sucediendo, todo ese ruido externo (corrupción, hambre, injusticia, discriminación) debe hacer eco en nosotros, interpelarnos y cuestionarnos. No podemos ignorarlo o descartarlo, se vuelve parte de nuestra realidad y como cristianos, es nuestra misión orar por la problemática que aqueja a nuestra sociedad, país y planeta. Nuestra oración tendrá sentido en cuanto nos sepa poner en marcha y nos dé esa capacidad de salir al encuentro del otro.

En síntesis, la oración es ese equilibrio entre nuestro ruido interior y el ruido exterior, y éste puede ser alcanzado de múltiples maneras, tenemos la libertad de escoger aquella en la que nos sintamos más cómodos, más acompañados, más con Dios. Y tú, ¿cómo alcanzas este equilibrio?

Fuente: blog esejotas

Richard Delvalle SJ y la experiencia de los ejercicios espirituales en Guaraní

Richard Delvalle SJ es un jesuita paraguayo que se encuentra en Argentina realizando sus estudios en Filosofía y Humanidades. Vive en la ciudad de Córdoba, sin embargo, el último fin de semana de octubre se trasladó a San Miguel (provincia de Buenos Aires) para realizar una tanda de ejercicios espirituales en guaraní. 

Por Richard Delvalle SJ

El pasado fin de semana del 25 al 27 de octubre se llevó a cabo un retiro espiritual, con la modalidad de los ejercicios espirituales ignacianos  en el Centro Loyola ubicado San Miguel, provincia de Buenos Aires.  

Los principales protagonistas de esta actividad fueron los inmigrantes pertenecientes a la colectividad paraguaya que viven en esta localidad bonaerense.  Participaron unas 25 personas. El equipo coordinador de la actividad estaba compuesto por dos jesuitas paraguayos, quienes se encargaron de dar los puntos, acompañar a las personas y organizar el cronograma de actividades; y cuatro argentinos. EL retiro comenzó el viernes 25 de octubre.

Los participantes se alojaron en los cuartos del Centro Loyola y se utilizó, a su vez, el comedor de este. El patio del colegio Máximo fue el lugar de oración. 

Durante el retiro se propusieron  dos bloques de oración por la mañana y dos por la tarde. El cierre del retiro se dio con una misa antes del almuerzo de despedida del domingo. 

El fin de semana  estuvo cargado de emociones fuertes. Los ejercitantes manifestaron una profunda experiencia de encuentro con Dios y, a la vez, encuentro con su cultura y costumbres. Por la mañana se tomaba mate en clave de conversaciones espirituales. Luego de la media mañana se hacía el compartir alrededor del refrescante tereré paraguayo. La vivencia de amistad y el compromiso de unidad entre compatriotas se notó y se sintió con profundidad. 

Las oraciones previstas tenían acento en las Prioridades Apostólicas Universales que hoy impregnan la labor de toda la Compañía. En cada compartir, los participantes hablaban de la invitación que sentían a apropiarse de dichas prioridades y de poder vivir con mayor conciencia tales aspectos de la misión. 

Al final, las personas agradecieron el espacio y pidieron que no se pierda esta instancia anual, ya que es el único momento del año en que se pueden encontrar con Dios cara a cara.  Es también, el único fin de semana del año en el cual hacen una pausa para pensar sus vidas y para vivir el silencio como descanso.  

Los acompañantes, al terminar el retiro, se mostraron contentos con lo vivido y con el modo en que los ejercitantes aprovecharon esta instancia espiritual. Los dos paraguayos escolares jesuitas agradecieron la fraternal acogida de la comunidad jesuita del Máximo y el buen ambiente y servicio que brindó el Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) especialmente los referentes de San Miguel, Buenos Aires.

P. Arturo Sosa SJ: ¿Qué es el discernimiento?

“Creo que el Discernimiento es un verdadero regalo de la espiritualidad ignaciana para la Iglesia; quizás, incluso, para la humanidad. El discernimiento es aprender a ver más allá de las apariencias, de lo que la razón puede mostrarte, de lo que puedes leer o aprender de las maneras convencionales que tenemos de alcanzar el conocimiento, y estar atentos y abiertos a los signos del Espíritu en la propia vida”. 

Así empieza en Padre General de los jesuitas, Arturo Sosa SJ a definir qué es el discernimiento. 

El video fue elaborado por la curia jesuita en Roma. Puedes verlo en el siguiente link 

El evangelio según tú

Nuestra vida puede ser Buena Noticia si nos lanzamos a mirar el mundo con fe y nos creemos que el Evangelio también puede ser escrito según… 

Por José Luis Olea SJ 

Una vez, oí decir a un compañero jesuita que la Biblia debería contener unas cuantas páginas en blanco para que cada uno de nosotros escribiésemos nuestro propio encuentro con Jesús. Porque lo cierto es que el Evangelio sigue siendo un libro inacabado que se continúa escribiendo con nuestra propia vida. Por eso, está el Evangelio de Mateo, Marcos, Lucas, Juan… y el tuyo. Aquel que escribes cuando, en un campo de trabajo, el Señor se te aparece en el rostro de un niño o de un enfermo. Esa Buena Noticia que cobra forma cuando dejas de mirar el reloj y una conversación te atrapa. O ese momento de oración en la que de repente todo cobra sentido y Jesús se sirve de tu lenguaje y tus palabras para hablar contigo. Nuestra vida puede ser Buena Noticia si nos lanzamos a mirar el mundo con fe y nos creemos que el Evangelio también puede ser escrito según…

Es ahí cuando uno comprende mejor las palabras de san Juan al final de su Evangelio: quedan otras muchas cosas [por escribir] que hizo Jesús. Si quisiéramos escribirlas una por una, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo. Entonces, como ahora, los libros siguen sin caber. Quizás por ello no hay páginas en blanco a continuación del último de los libros de la Biblia, porque nunca seríamos capaces de dar por terminado el relato.

Fuente: Pastoral SJ

La oportunidad de arrepentirse

¿Cómo experimentamos el ‘mensaje eliminado’ en nuestras conversaciones? Aquí una reflexión para ponernos de lado de nuestro interlocutor. 

Por Álvaro Zapata, sj

Hay cosas que no te atreverías a decir a la cara a una persona, por miedo, por no herirla, porque tienes una serie de filtros que te evitan soltar lo primero que se te ocurre. Sin embargo, ese mecanismo parece que no existe cuando estamos en las redes. El no tener delante a la otra persona nos quita muchos filtros y a veces le das al botón de enviar antes de que ni siquiera tengas tiempo de pensar en cómo va a reaccionar el otro. Y quizás has tenido la experiencia de que en seguida te has arrepentido, cuando ya era demasiado tarde y el mensaje estaba enviado.

Quizás conscientes de esto, son muchas las redes que han ido habilitando la posibilidad de borrar mensajes enviados, también para el destinatario, la última de ellas, WhatsApp. Y fueron muchos los que vieron esto como un avance, si las redes nos vuelven más irreflexivos, al menos que tengamos la oportunidad de arrepentirnos y rectificar. Y, sin embargo, han tardado muy poco en empezar a salir apps y trucos para poder leer esos mensajes borrados, para enterarnos, en definitiva, de aquello que no iba destinado a nosotros en realidad.

Hay quién pensará que tenemos derecho a saber qué dicen esos mensajes. Pero no nos paramos a pensar en el por qué los ha borrado quien nos lo envió. Quizás sea una simple equivocación, pero también puede ser algo más de fondo, algo que no deberíamos saber, que nos puede hacer daño, que es fruto de la irreflexión del otro. Así que mejor moderar la curiosidad y pensárselo dos veces antes de quitar al otro su oportunidad de arrepentirse y aceptar que se ha equivocado, algo que a todos, reconócelo, nos puede pasar.

Fuente: Pastoral SJ

Todos los Santos: vidas que son ventanas hacia algo más

¿Qué decimos cuando decimos ‘santos’? Una reflexión para resignificar la Solemnidad del día de hoy. 

Por José María Rodríguez Olaizola SJ 

“Cuando en la Iglesia hablamos de santos, entonces y ahora, no decimos, sin más, que fueron buena gente, o que sus historias fueron dignas, admirables o modélicas. Sobre todo afirmamos que sus vidas son una ventana hacia algo más. Mirándolos a ellos, a lo que hicieron, dijeron y vivieron, a cómo amaron y curaron, a cómo el evangelio ardió en sus vidas, podemos intuir al único que es realmente santo, a Dios. La verdadera santidad no es una virtud de cumplimiento. No es la perfección personal. No es una rareza imposible. Es la capacidad de, en la fragilidad e imperfección propias, ser reflejo del Dios que sí es perfecto. Es ser capaz de enamorarse de tal modo del Dios de Jesús que ese amor se convierte en pasión que arrebata la propia vida”

Fieles Difuntos: Celebrar la vida

Fragmento de una reflexión del jesuita Ismael Bárcenas SJ para dar sentido la tradicional fechas en la que la Iglesia recuerda a  sus Fieles Difuntos (2 de noviembre).

Por Ismael Bárcenas, SJ

Creo que es importante recordar a nuestros difuntos y mínimo dedicarles un día al año para celebrar el tiempo que estuvieron con nosotros, pues recordar es volver a pasar por el corazón. Creo que nuestros muertos, desde el más allá, nos sostienen e impulsan en el más acá. Creo que nuestros seres queridos que están en el cielo, así como en su momento nos regalaron lo mejor de ellos mismos, ahora nos invitan a vivir compartiendo lo mejor que tenemos. Se trata de vivir sin egoísmos. Se trata de ser Buena Noticia para los demás. Creo que nuestros difuntos, junto con el Resucitado, nos animan a vivir con alegría esta encomienda. Desde la fe, creo que la muerte no tiene la última palabra. Desde la esperanza, me encanta la frase de Gabriel Marcel: «Amar a alguien es decirle: tú nunca morirás». Y este es un buen día para decirles que los queremos. ¡Feliz día de muertos! ¡Feliz Día de Todos los Santos!

Fuente: Pastoral SJ

De fariseos y publicanos

A veces rezamos como  el fariseo y a veces como el publicano. 

Por José María Rodríguez Olaizola, SJ

A veces al rezar te sale el fariseo que llevas dentro. Y entonces te apropias un poco de Dios, y le dices: «soy de los tuyos», pero en realidad lo que le estás diciendo es: «Tú eres de los míos». Y, veladamente, se te cuela la mirada por encima del hombro a los otros, los que no creen, o creen de manera distinta; los que celebran distinto que tú; los que sobre los diferentes problemas se sitúan en otro lugar, tienen otras opiniones o perspectivas. Arrugas la nariz, por dentro, aunque por fuera tu rostro sea plácido y sereno. Te sientes más verdadero en tus convicciones, y les detestas un poco –aunque jamás utilizarías el verbo detestar– porque no son como tú.

A veces, al rezar asoma el publicano. Y entonces dices a Dios, con una mezcla de pesar y aceptación, dolor y confianza: «Esto es lo que hay». Y lo dices sin reto ni rendición, sin arrogancia ni ego. Entonces expresas, desde lo hondo, que no puedes, que no sabes, que no alcanzas, pero que aun así, caminas, confiando en que con tu barro él sabrá qué hacer. Y ofreces tu amor, a veces ensombrecido por el egoísmo; y tus manos vacilantes, y tus dudas. Y, en tu fragilidad tan absoluta, la oración se vuelve abrazo.

Fuente: Pastoral SJ