#DilexitNos, inspirada en los escritos del sacerdote argentino Diego Fares SJ

La cuarta encíclica del Papa Francisco contiene reflexiones y aportes sobre el Sagrado Corazón formuladas por el religioso jesuita, hijo espiritual de Jorge Bergoglio.


La nueva encíclica Dilexit nos, del Papa Francisco, está inspirada en parte en los escritos del sacerdote argentino Diego Fares SJ y contiene reflexiones y aportes sobre el Sagrado Corazón que hizo el religioso jesuita, hijo espiritual de Jorge Bergoglio.

«En su Encíclica #DilexitNos, #PapaFrancesco se inspiró en los últimos escritos inéditos del P. Diego Fares, jesuita argentino, fallecido prematuramente en 2022, a quien había admitido en la orden», destacó en su cuenta de X el padre Antonio Spadaro SJ, secretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación.

«En los últimos tiempos, el Sagrado Corazón fue objeto de su oración y reflexión. ¿Por qué el corazón? Porque -escribió- sólo el corazón hace vivir humanamente la vida. Sólo a través del corazón, el espíritu se hace alma y la materia cuerpo, y sólo a través de él existe la vida del hombre como tal, con sus alegrías y sus penas, sus trabajos y sus luchas, tanto miserables como grandes», subrayó.

El padre Spadaro profundizó: «Y aquí, finalmente, hay una intuición del padre Diego que parece resumir su vida, su amor a las personas y a Dios: no hay dos corazones iguales -escribió-, y cada corazón es un ‘co-corazón’; es decir, un corazón que existe ‘con los demás’, con la memoria de los demás, en diálogo con otros que lo aman. No existen ‘corazones solitarios’; por eso, para conocer el propio corazón es necesario conocer el de quienes te aman, y quién mejor que Jesús para esta tarea».

Vida y obra de un predicador jesuita

Diego Fares, teólogo y predicador de retiros espirituales, nació en Mendoza el 9 de agosto de 1955 y falleció el martes 19 de julio de 2022, a los 66 años, en Roma (Italia), a raíz de una larga y dolorosa enfermedad.

Fares ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en 1976, admitido por el entonces superior provincial Jorge Bergoglio. Realizó sus estudios en el Colegio Máximo de San Miguel y fue ordenado sacerdote el 12 de diciembre de 1986. Bergoglio fue también su padrino de ordenación sacerdotal y su director espiritual.

Estudió licenciatura en Filosofía y en Teología, y se doctoró en Filosofía por la Universidad del Salvador (USAL), en 1994, con una tesis sobre «La fenomenología de la Verdad en Hans Urs von Balthasar».

Fue profesor de Metafísica en la USAL y también enseñó en la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA). Trabajó durante veinte años en el Hogar de San José, -hoy Obras de San José- un centro de acogida para adultos en situación de exclusión o extrema pobreza, ubicado en Buenos Aires; y, junto con el actual arzobispo de Córdoba -el cardenal Ángel Rossi SJ, fundador del movimiento Manos Abiertas-, ayudó en la Casa de la Bondad, para personas con enfermedades terminales.

Formó parte del equipo del Colegio de Escritores de La Civiltà Cattolica, escribió frecuentemente en revistas de Filosofía y Espiritualidad, tenía un blog donde escribía sus «Contemplaciones del Evangelio» y publicó numerosos libros.+

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escultura ignacio escribiendo cartas

IGNACIO GESTOR, A TRAVÉS DE SUS CARTAS. El arte ignaciano de gestionar negocios

Entre las casi siete mil cartas que san Ignacio de Loyola escribió, directamente o por comisión, hay 237 cartas de dirección y amistad, 152 escritos sobre aceptación o rechazo de ministerios, 142 cartas de finanzas, 100 cartas teóricas (de ellas, 27 abordan problemas pedagógicos y universitarios, 13 cuestiones relativas a la autoridad civil y 11 asuntos de contratos y financiamiento). En cuanto a los destinatarios, más de 1.500 cartas están dirigidas a no jesuitas, incluyendo 301 a nobles, 142 a oficiales civiles o militares, 140 a altos funcionarios o sus familias y 51 a financieros o mercaderes.

No se trata en estas páginas de adentrarse en todo este ingente material sino, de manera mucho más humilde, de poner el foco en una parte del epistolario ignaciano que suele pasar más desapercibido. La tesis del artículo es bastante sencilla: a través de las cartas de Ignacio podemos aprender algo acerca del arte ignaciano de gestionar negocios (o, en cierto sentido, su arte de ayudar en lo material) y podemos acceder a la figura de Ignacio como gestor y líder en medio de asuntos concretos y ordinarios. Un Ignacio que muestra capacidad para afrontar grandes retos y para hacerlo de modo convincente. En lo más práctico, el texto busca ampliar la mirada y facilitar el acceso a cartas, temas y destinatarios que no siempre aparecen en los escritos más «espirituales». Dividimos el artículo en ocho apartados, presentando en cada uno de ellos una polaridad entre aspectos que conviene integrar convenientemente para buscar y hallar a Dios en todas las cosas, también en la gestión de los diversos negocios de la esfera secular.

1. Gracia y naturaleza

En el año 1555, Ignacio tuvo que afrontar una seria crisis económica en el Colegio Romano: su rápido crecimiento, la falta de una fundación estable y la elevada inflación habían generado una deuda de siete mil escudos. En ese contexto, Ignacio convoca una consulta especial, ad hoc para la ocasión, y después escribe a Francisco de Borja, para llegar a través de él al emperador, y al padre Juan Pelletier, con el objeto de acceder por su medio a Hércules de Este, duque de Ferrara y Módena. En la carta a Borja, escrita el 17 de septiembre de 1555, encontramos «la expresión más auténticamente ignaciana de la llamada prima agendorum regula» que formula la adecuada cooperación humano-divina.

Dice así: «Mirando a Dios nuestro Señor en todas las cosas, como le place que yo haga, y teniendo por error confiar y esperar en medios algunos o industrias en sí solas; y también no teniendo por vía segura confiar el todo en Dios nuestro Señor, sin quererme ayudar de lo que me ha dado, por parecerme en el Señor nuestro que debo usar de todas dos partes, deseando en todas cosas su mayor alabanza y gloria, y ninguna otra cosa, ordené que los principales de la casa se juntasen en uno para que más en el Señor se viese lo que se debería hacer cerca el Colegio y escolares de él, según que veréis lo que allá escriben».

Encontramos en este párrafo un criterio ignaciano —nítido y complejo a la vez— para articular la acción combinada de naturaleza humana y gracia divina. Para Ignacio, es un error confiar en los medios humanos por sí solos, pero también es inadecuado dejar todo a Dios sin ayudarnos de lo que Él mismo nos ha dado. Más bien, debemos «usar de todas dos partes» buscando siempre, y en todo, la mayor gloria divina. Y es que Dios «quiere ser glorificado con lo que Él da como Criador, que es lo natural, y con lo que da como Autor de la gracia, que es lo sobrenatural» (Constituciones 814). Esta convicción la veremos aplicada en la práctica, en numerosos casos y situaciones diversas.

[…]

1. Gracia y naturaleza… 2. Lo temporal y lo divino… 3. Lo grande y lo pequeño… 4. Lo técnico y las relaciones humanas… 5. Lo espiritual y las finanzas… 6. La providencia y los medios materiales… 7. El qué y los cómo… 8. Aceptar y rechazar…

[…]

Conclusión

Sabemos, por la Autobiografía, que Íñigo «era muy buen escribano» y que, por otro lado, el duque de Nájera le «deseaba dar una buena tenencia, si la quisiese aceptar, por el crédito que había ganado en lo pasado». Sirvan estas breves alusiones como recordatorio del bagaje personal y cultural que tenía Ignacio, formado en la sede del Contador Mayor de Castilla, en Arévalo, donde empieza la gestión sistemática de la Hacienda Pública. También sabemos que, estando el peregrino Íñigo de Loyola en Tierra Santa, cedió «un cuchillo de las escribanías que llevaba» (A 47) para poder entrar en el Monte de los Olivos. ¿Significa esto que abandonó su vida pasada, con sus escribanías y sus créditos, para adentrarse en la vida del Espíritu? No parece que sea del todo así.

En la «eximia ilustración» del Cardoner, en Manresa, se le abrieron los ojos del entendimiento «tanto de cosas espirituales como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían nuevas todas las cosas» (A 30). La mística ignaciana abarca todas las cosas, incluyendo las letras.

Este artículo ha mostrado, a través de sus cartas, cómo Ignacio empleó las letras escritas para «buscar en todas cosas a Dios nuestro Señor, apartando, cuanto es posible, de sí el amor de todas las criaturas, por ponerle en el Criador de ellas, a Él en todas amando y a todas en Él, conforme a su santísima y divina voluntad» (C 288). También en la gestión y dirección de negocios variados, entre escribanías, créditos y tenencias.

Daniel Izuzquiza

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Enlace al artículo completo t.ly/s431v

La comunicación de la Iglesia viene marchando

El Sínodo ha puesto sobre la mesa el tema de la comunicación digital con mucha fuerza; el Papa lo ha remarcado al expresar que hay que evangelizar comunicando.


La Hna. Xiskya Valladares, Madre Sinodal por su misión en la evangelización digital afirmó que está surgiendo en la Iglesia el carisma de Evangelizador digital. Yo diría que ya surgió, ahora se está reconociendo, está marchando hace años, pero ahora se escucha su marcha.

Un periodista acreditado en el Sínodo planteaba que la respuesta a la gran pregunta de la Asamblea ¿Cómo ser Iglesia Sinodal en Misión? debía ser la misma, pero sin los signos de interrogación. Yo agrego que de la comunicación eficiente de esas respuestas depende la apropiación y vivencia de las conclusiones de este proceso.

«Mientras la Iglesia siga pescando en la pecera contando agendas o eventos de obispos no será misionera, no será sinodal»

Llegar a todos, todos, todos

Hoy cerca del 70% de la población mundial está conectada a Internet, allí hay una amplia periferia para misionar en donde aparece la comunicación digital como el gran instrumento para llegar a todos, todos, todos, como dice Francisco.

¿De qué modo llegar? Reels, videos, mensajes de WhatsApp, posteos en IG, Facebook u otras redes sociales abstenerse si no cumplen con la condición de ser sinodales, es decir, desde un camino en donde incluya a otros acompasando el paso al de Jesús. Las autorreferencias, así sea de un obispo, la falta de sencillez aunque sea de un teólogo, las palabras exageradas (en calidad y cantidad) y en definitiva, publicar solo porque está la red sin hacerlo desde mi vocación de bautizado logrará seguidores en mis cuentas, pero no discípulos de Jesús.

La comunicación atraviesa todos los contextos y situaciones y ahí está la gran oportunidad para evangelizar; ya no hay que hacerlo para fieles sino que, desde esas realidades y para esas realidades, se puede iluminar, opinar, dialogar ofreciendo los valores del Evangelio para construir y humanizar.

Hacia la pastoral de procesos

Mientras la Iglesia siga pescando en la pecera contando agendas o eventos de obispos no será misionera, no será sinodal. Tampoco comunicará la Buena Noticia y buenas noticias.

Creo que se trata de cambiar una palabra, una preposición. La palabra a por la palabra de.

  • Comunicación DE la Iglesia es ser un puente, una plataforma, un lugar de consulta y consejo para todos y de todos los temas. Comunicación DE Historias vivas que inspiran y aún sin hablar de Jesús me acercan a Él. Con mucha oración y discernimiento detrás.
  • Comunicar A la Iglesia es lo que encontramos en el 80% de los portales de Diócesis y agencias de noticias católicas. Eventos, efemérides de santos, homilías de obispos (empezando por los del centro y por ahí alguno de la periferia), una pastoral estática. En definitiva una Pastoral de la Pecera y del Evento (léase fuego artificial).

Y la respuesta a la pregunta ¿Por qué los jóvenes se alejan(o ya no vienen) a la Iglesia? La dan ellos mismos. No queremos una pastoral del Evento queremos una pastoral de procesos, de discípulos misioneros.

Comunicación y Jóvenes…una buena dupla que viene marchando. Carismas nuevos y antiguos a la vez. Para constatarlo lean Marcos 16,15.

 

Hna. Silvia Somaré ecj | @vidanuevadigital

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Guía de autoayuda del card. Radcliffe para futuros desilusionados con el documento final del Sínodo

El predicador de la XVI Asamblea General Ordinaria ha recalcado que “si solo tenemos la libertad de defender nuestras posiciones terminaremos tocando los tambores de la ideología, ya sea de izquierdas o de derechas”

Timothy Radcliffe

El cardenal Timothy Radcliffe, predicador de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo, ha compartido esta mañana con los padres y madres sinodales su meditación en el primer día de esta última semana de trabajos. Y lo ha hecho ofreciendo una guía para todos aquellos que puedan sentirse desilusionados con el documento final.

“Estamos a punto de emprender nuestra última tarea: examinar el documento final, enmendarlo y votarlo. Hoy nos preparamos para ejercer esta importante responsabilidad. ¿Cómo lo haremos?”, se ha preguntado, para luego contestar: “¡Con libertad! Nuestra misión es predicar y encarnar esta libertad”.

Para el religioso, “la libertad es la doble hélice del ADN cristiano”. En primer lugar, “es la libertad de decir lo que creemos y de escuchar sin miedo lo que dicen los demás, en el respeto mutuo. Esta es la libertad de los hijos de Dios de hablar con valentía, con parresia. Gracias a esta libertad, cada uno de nosotros puede decir ‘yo’. No tenemos derecho a callar”, ha remarcado.

Pero, esta libertad tiene su raíz en una libertad más profunda, “la libertad interior de nuestros corazones a medida que descubrimos las decisiones que se toman”.

Según sus palabras, “podemos estar decepcionados con las decisiones del Sínodo. Algunos de nosotros las consideraremos desaconsejables o incluso equivocadas. Pero tenemos la libertad de quienes creen. Podemos estar en paz. Gracias a esta libertad, podemos atrevernos a pertenecer a la Iglesia”.

Sin miedo a los desacuerdos

El dominico inglés ha señalado que “el corazón de nuestra toma de decisiones es esta doble hélice de libertad por gracia. Porque la libertad de Dios opera en las profundidades mismas de nuestro libre pensamiento y decisión”. Por eso, “no debemos tener miedo a los desacuerdos, pues el Espíritu Santo está obrando en ellos”.

“Así que esta es nuestra libertad: pensar, hablar y escuchar sin miedo. Así podemos estar en paz con cualquier resultado”, ha remarcado. Y ha añadido: “La providencia de Dios está trabajando suave y silenciosamente incluso cuando las cosas parecen ir mal. La providencia de Dios está entretejida en la historia de nuestra salvación desde el principio”.

Como ha indicado, “aunque el resultado del Sínodo os desilusione, la providencia de Dios está obrando en esta Asamblea, llevándonos al Reino por caminos que solo Dios conoce. Su voluntad para nuestro bien no puede ser frustrada”.

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Para Radcliffe, “a menudo no tenemos idea de cómo la providencia de Dios está obrando en nuestras vidas. Hacemos lo que creemos que es correcto y el resto está en manos del Señor”. “Este es solo un sínodo. Habrá otros. No tenemos que hacerlo todo, solo tratar de dar el siguiente paso”, ha aseverado.

Al final de su meditación, Radcliffe ha recordado que “si solo tenemos la libertad de defender nuestras posiciones terminaremos tocando los tambores de la ideología, ya sea de izquierdas o de derechas”.

En el mismo sentido, ha subrayado: “Si solo tenemos la libertad de quienes confían en la providencia de Dios pero no nos atrevemos a entrar en el debate con nuestras propias convicciones, seremos irresponsables y nunca creceremos. La libertad de Dios actúa en el núcleo de nuestra libertad, brotando dentro de nosotros. Cuanto más verdaderamente sea de Dios, más verdaderamente es nuestra”.

@vidanuevadigital

Dilexit nos, la IV encíclica del Papa para «un mundo que parece haber perdido el corazón»

El próximo jueves 24 de octubre será publicado el documento del Papa sobre la devoción al Corazón de Jesús. El Pontífice lo había anunciado en una audiencia general el pasado mes de junio, el volumen recogerá las reflexiones de textos magisteriales anteriores. La publicación se realizará en el año de las celebraciones por el 350 aniversario de la primera manifestación del Sagrado Corazón de Jesús en 1673.

Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano


Es la cuarta encíclica del pontificado de Jorge Mario Bergoglio y el Papa la publica en uno de los momentos más dramáticos para el género humano. Guerras corrosivas, desequilibrios sociales y económicos, consumismo desenfrenado, nuevas tecnologías que corren el riesgo de distorsionar la esencia misma del hombre, marcan la era moderna y el Pontífice pide entonces, a través del documento titulado Dilexit nos (Él nos ha amado), cambiar la mirada, la perspectiva, objetivos, y recuperar lo más importante y necesario: el corazón.

El anuncio del Papa

“Carta encíclica sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo” es el subtítulo del documento – cuya fecha de publicación la Sala de Prensa del Vaticano ha anunciado hoy: 24 de octubre – enteramente dedicado al culto del Sagrado Corazón de Jesús. Fue el propio Papa Francisco quien anunció su publicación en otoño durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro el 5 de junio (mes tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús), compartiendo el deseo de que el texto pudiera hacer meditar sobre aspectos «del amor del Señor que iluminen el camino de la renovación eclesial; pero también que digan algo significativo a un mundo que parece haber perdido el corazón». El Papa también explicó que el documento recogerá «las preciosas reflexiones de textos magistrales anteriores y de una larga historia que se remonta a las Sagradas Escrituras, para proponer nuevamente hoy, a toda la Iglesia, este culto lleno de belleza espiritual».

Las apariciones en 1673

La encíclica se publica mientras se celebran los 350 años de la primera manifestación del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque, en 1673, del 27 de diciembre de 2023 al 27 de junio de 2025. Hace tres siglos y medio, el 27 de diciembre, Jesús se apareció a una joven religiosa visitandina francesa de sólo 26 años para confiarle la misión decisiva de difundir en todo el mundo el amor de Jesús por los hombres, especialmente por los pecadores. Las apariciones en el convento de Paray-le-Monial, en Borgoña, continuaron durante 17 años con el Corazón de Jesús manifestándose sobre un trono de llamas rodeado por una corona de espinas, símbolo de las heridas infligidas por los pecados de los hombres. Cristo pidió a sor Margherita que el viernes después del Corpus Domini, es decir ocho días después, se dedicara a la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. No fue una misión fácil para la religiosa que también encontró incomprensiones entre sus hermanas y superiores y fue considerada una visionaria. Nunca desanimada, dedicó toda su vida a que el mundo pudiera conocer el amor de Cristo.

La difusión del culto

La fiesta del Sagrado Corazón nació a las puertas del iluminismo. Como escribió el padre Enrico Cattaneo, profesor emérito de Patrística, en La Civiltà Cattolica, «la espiritualidad del Corazón de Cristo era una barrera contra la mentalidad racionalista muy extendida, que alimentaba la cultura atea y anticlerical». En torno a esta devoción surgió un acalorado debate, incluso dentro de la propia Iglesia, hasta que, en 1856, Pío IX decidió que la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús debía extenderse a toda la Iglesia. Por ello, en el siglo XIX el culto se extendió como la pólvora con consagraciones, el nacimiento de congregaciones masculinas y femeninas, instituciones universitarias, oratorios y capillas.

El Haurietis acquas de Pío XII

La Haurietis acquas de Pío XII se remonta a 1956, escrita en un momento en que la devoción al Corazón de Jesús atravesaba una crisis. La encíclica del Papa Pacelli quiso revitalizar el culto e invitar a la Iglesia a comprender y aplicar mejor las diversas formas de devoción, de «máxima utilidad» para las necesidades de la Iglesia, pero también «estandarte de salvación» para el mundo moderno. Benedicto XVI, en una carta con motivo del 50° aniversario de la Haurietis aquas, subrayó: «Este misterio del amor de Dios por nosotros no constituye sólo el contenido del culto y de la devoción al Corazón de Jesús: es, del mismo modo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana. Por tanto, es importante subrayar que el fundamento de esta devoción es tan antiguo como el propio cristianismo».

La devoción de Francisco

El Papa Francisco siempre ha mostrado una profunda conexión con el Sagrado Corazón, correlacionándolo con la misión misma de los sacerdotes. En 2016 la clausura del Jubileo de los Sacerdotes tuvo lugar precisamente en la Solemnidad del Corazón de Jesús y en la homilía de la Misa el Pontífice pidió a los sacerdotes del mundo que vinieron a Roma que dirigieran sus corazones, como el Buen Pastor, hacia la oveja descarriada, hacia aquellas que está más alejada, trasladando el epicentro del corazón fuera de uno mismo. También en el contexto del Jubileo, en la primera de las Meditaciones sobre la misericordia, el Papa recomendó a obispos y sacerdotes releer el Haurietis acquas, porque «el corazón de Cristo es el centro de la misericordia. Esto es propio de la misericordia, que se ensucia las manos, toca, se implica, quiere implicarse con el otro… se compromete con la persona, con su herida”.

Cuarta encíclica del pontificado

Dilexit nos, como ya hemos mencionado, es la cuarta encíclica de Francisco después de Lumen fidei (29 de junio de 2013), escrita «a cuatro manos» con Benedicto XVI; Laudato si’ (24 de mayo de 2015) sobre la crisis medioambiental y la necesidad de cuidar la Creación; Fratelli tutti (3 de octubre de 2020), resumen de los llamamientos y mensajes del Papa argentino sobre la urgencia de la fraternidad y la amistad social en un mundo fragmentado entonces por la pandemia de Covid-19, hoy por guerras fratricidas y conflictos llevados a cabo también en nombre de Dios .

Dilexit nos será presentado en la Oficina de Prensa del Vaticano el 24 de octubre por monseñor Bruno Forte, teólogo, arzobispo de Chieti-Vasto, y por sor Antonella Fraccaro, directora general de las Discípulas del Evangelio.

La rueda de prensa se retransmitirá en directo en el idioma original a través del canal YouTube Vatican News, conectándose al sitio web https://www.youtube.com/c/VaticanNews

Evangelio del Domingo. No saben lo que piden

Jesús es tajante en su negativa a la petición de Santiago y Juan, dos de los discípulos de primera hora, del círculo más íntimo. Por dos veces les niega su petición, les dice que es una petición inasumible. Pocas veces Jesús dice que no a una petición y, desde luego, nunca de un modo tan tajante. ¿Qué le han pedido que sea tan inasumible por Jesús?: “que nos sentemos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Inasumible porque contradice radicalmente la lógica más honda del mensaje del Maestro: le piden el primer puesto en la gloria. Lo que Jesús hubiera esperado y concedido, sin lugar a duda, es que le hubieran pedido el primer puesto en el servicio y en la entrega: porque “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. A notar que esa petición denegada la hacen los dos discípulos inmediatamente después de que Jesús anuncie, por tercera vez, su Pasión.

“Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan”. Se indignan porque compiten por los mismos puestos de honor, no porque estén en contra del sentido de esa petición. Y ahí es donde Jesús entra a fondo para clarificar de qué va su vida y el seguimiento que pide: “el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros que sea esclavo de todos”. Estamos casi al final de la vida pública de Jesús y parece que los discípulos no se han enterado de qué va eso de seguir a Jesús.

Bien es verdad que la lógica de vida que Jesús propone tampoco es la que nos sale a nosotros de un modo más natural. Quizá sin tanto descaro o sin pretensiones tan elevadas también a nosotros nos va más lo de subir que lo de bajar, lo de ser servidos que lo de servir, lo de dominar que lo de dar la vida. Y lo que, evangélicamente, tendríamos que pedir, es que el Señor nos diera la gracia y la capacidad de situarnos en la vida al modo de Jesús, con todo lo que eso implica.

En el evangelio de San Juan Jesús dice que “yo os concederé todo lo que pidáis en mi nombre” (Juan 14, 13). Pero ¿qué es pedir en el nombre de Jesús?: pedir de acuerdo con sus criterios, pedir aquello que nos identifique más con Él y con su programa de vida. Benedicto XVI lo recordaba con claridad: “En la oración, el hombre ha de aprender qué es lo que verdaderamente puede pedirle a Dios, lo que es digno de Dios… Ha de purificar sus deseos y sus esperanzas” (Encíclica “Salvados en la esperanza”, nº 33).

Darío Mollá, SJ | @centroarrupevalencia

En el corazón de la espiritualidad ignaciana

Al finalizar la lectura del último cuaderno de la colección virtual*, La conversación espiritual, de Josep M. Lozano, vienen a la memoria las palabras de Ricoeur, cuando afirmaba que «un texto no es solo una cosa escrita, una secuencia de frases inteligibles, sino una obra, una totalidad singular».

Y es que el autor ha conseguido integrar en un único discurso los atributos propios de esta acción humana, de la espiritualidad ignaciana, del contexto actual y del Evangelio. Y no lo ha hecho hilvanando estos ámbitos diferentes con un discurso conceptual, sino mostrando que son dimensiones interrelacionadas de una misma realidad. De esta forma, el lector puede acercarse al escrito como se acerca a una obra de arte: contemplándola desde diferentes ángulos hasta que esta desvele su misterio. La conversación espiritual es esta pieza de arte.

Empieza con dos afirmaciones básicas: la conversación espiritual es un elemento estructural y estructurador del camino ignaciano, y es una forma de proceder propia de todo laico en razón de su baptismo. A continuación, indica que el texto seguirá cinco etapas: el lugar de la conversación espiritual en el camino ignaciano, el contexto actual, unas propuestas contemporáneas que recuperan la importancia de la conversación, los vectores teológicos que la articulan y unas escenas evangélicas leídas en clave de conversación espiritual.

El vínculo entre la biografía de Ignacio y la conversación espiritual, tema de la primera etapa, pone de relieve la forma como la experiencia de Ignacio es la fuente de dicho modo de proceder. Define los componentes actitudinales de la conversación en relación con Ignacio y los primeros compañeros en el texto de las Constituciones y en el de las cartas. Y lo hace con el acierto de quien conoce profundamente las fuentes ignacianas.

cj lozano conversación espiritualEn la segunda etapa, el autor subraya el hecho de que se trata de construir una relación, y, por tanto, de conectar con la persona y su contexto, y se adentra en el contexto contemporáneo. Retrata bien la dispersión actual, y añade que nos convertimos en extensiones de la tecnología y vivimos en una economía de la atención, en línea con la idea de la “colonización del mundo de la vida”, de J. Habermas. Insiste en que el espacio interior es la fuente de la conversación espiritual y que su requisito primordial es la cualidad de la atención: atención al mundo interno, al mundo externo y a los otros.

A continuación, en la tercera parte, presenta tres propuestas contemporáneas en las que la conversación es el motor y que tienen como fuente y factor decisivo la actitud interna de la persona.

Primero, la de Otto Scharmer, creador de la ya famosa Teoría U, una metodología que permite a las empresas descubrir el futuro emergente. Diseña un itinerario de transformación en el que tienen un papel clave la relación con los otros y consigo mismo, y, sobre todo, enfatiza la presencia, el espacio interior. Es en este punto en el que Josep M. Lozano se fija y reseña los aspectos o niveles que hacen posible la conversación espiritual, sin olvidarse de hablar de las voces internas que la obstaculizan.

La segunda es la de Edgar H. Schein, fundador de la disciplina del comportamiento organizacional, en el que las relaciones de ayuda son un componente relevante. Aquí, Josep M. Lozano se centra en el concepto de habla atenta y, según Schein, describe las actitudes que la hacen una herramienta indispensable para ayudar. La principal de ellas es la humildad.

La tercera propuesta condensa la búsqueda del propio autor publicada en Socratic Dialogue. Voicing values, donde presenta el método socrático como instrumento para crear espacios de reflexión común que permitan a cada persona esclarecer los valores propios y, en consecuencia, poderlos expresar. Pero a pesar de sus beneficios, el diálogo socrático resulta insuficiente; es fundamental hacer silencio interior para disponernos juntos a la escucha del Espíritu.

En la cuarta etapa da un paso más al describir el papel de la conversación en el proceso transformador de los EE. EE., y la sitúa en el corazón de la espiritualidad ignaciana. Destaca el papel de la conversión como vínculo en la trilogía conversación-conversión-ayudar. Muestra cómo los diferentes elementos de la mistagogía ignaciana en los EE.EE. tienen una estructura relacional, de modo que se configura así una forma conversacional de estar en el mundo. Estos párrafos visibilizan cómo a mayor calado en la interioridad humana, mayor protección y compromiso en el mundo exterior. En este sentido, resulta coherente cuando afirma que, en vez de hablar de distintas clases de conversación espiritual, hablará de los diferentes contextos o situaciones objetivas, en las cuales la conversación adapta su modo de proceder. Finalmente, evoca cuatro vectores teológicos que sostienen y posibilitan la conversación espiritual: sinodalidad, pneumatología, encuentro y camino.

En la quinta y última parte contempla, desde la óptica relacional, la persona de Jesús, y pone de manifiesto la forma como la conversación es uno de los factores que definen su estilo de vida. Los discípulos de Emaús, la samaritana, los ciegos del camino, son diferentes aproximaciones a la forma de ser de Jesús, camino, verdad y vida.

La médula que une todas estas vertientes de la conversación espiritual y se transmite en todos los apartados es la visión de la condición humana: el misterio de una interioridad abierta al Otro.

Pero la integración de estas perspectivas no es el único valor del texto. Hay otra clave de lectura: detenerse en los pensamientos breves, válidos en sí mismos. Quien lee se sentirá cautivado por afirmaciones incisivas, cuestionamientos ineludibles y constataciones que, pese a ser obvias, son buenas de recordar. Cada una de ellas pide un tiempo de reflexión serena que no puede rehuir quien quiera hacer camino en la forma de vida configurada por la conversación espiritual.

Finalmente, este cuaderno es también relevante por lo que despierta en el corazón de quien lo lee, y pide ser escuchado: el deseo de autenticidad humana, el de ir a fondo en la mistagogía ignaciana, y el de reconocer la presencia del Espíritu en la trabajada cultura actual.

A modo de epílogo podríamos decir, siguiendo de nuevo a Ricoeur, que su lectura se parece «a la ejecución de una pieza de música regulada por las notaciones escritas en la partitura; esta es el apoyo esencial, el lector es el intérprete del texto».

Laura Rius Porta | @cristianismeijusticia | t.ly/7Q7UW

*J. Lozano, La conversación espiritual, CyJ 24 (mayo 2024)

Santa Teresa de Jesús: inquieta, andariega, desobediente… muy distinto sería el sínodo con ella

 

Fue una mujer a la que le importaba lo que pasaba y sentía la necesidad de implicarse en ello para dar alguna respuesta. Así lo expresa: “Está ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo, como dicen, pues le levantan mil testimonios, quieren poner su Iglesia por el suelo, ¿y hemos de gastar tiempo en cosas que, por ventura, si Dios se las diese, tendríamos un alma menos en el cielo? No, hermanas mías, no es tiempo de tratar con Dios negocios de poca importancia”. O, como también lo expresó: “Veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres”. Por supuesto esta expresión refleja la comprensión sobre las mujeres de aquella época -y de aún hoy en ciertos sectores-. Pero para ella, aquellas que tildan de “débiles”, en realidad tienen “ánimos virtuosos y fuertes”.

Santa Teresa de Jesús: inquieta, andariega, desobediente … muy distinto sería el sínodo con ella …

Su mayor legado fue la experiencia de oración que supo vivir y enseñar, especialmente, a sus monjas. En tiempos donde no estaba permitida la oración mental para las mujeres, ella no duda en instar a sus hermanas que emprendan el camino de oración y que ante las críticas que puedan recibir de parte de los clérigos por tener la osadía de seguir ese camino, no les hagan caso porque, según ella, esas críticas –“son opiniones del vulgo”-; y también les recomienda que cuando les digan que dejen la oración, apelen a la regla que “manda a orar sin cesar”.

 

Dos cosas son centrales para ella en la oración: (1) la importancia del amor y (2) la humanidad de Cristo. Lo primero es muy significativo porque no es la oración por la oración, no la propone como una técnica, un ascetismo -como a veces se enseña hoy- porque lo que interesa es el amor: “no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho, y así lo que más os despertare a amar, eso haced”. Lo segundo es definitivo: la humanidad de Cristo es el medio para la más subida contemplación, aunque sus contemporáneos lo negaban: “Y veo yo claro (…) para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita (…) He visto claro que por esta puerta hemos de entrar (…) Así que vuestra merced, señor (el P. García de Toledo) no quiera otro camino, aunque esté en la cumbre de la contemplación, por aquí va seguro (…) y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y lo vemos con flaquezas y trabajos y es compañía”. Busca orientaciones sobre su propio proceso de oración, pero lo hace con personas “letradas” -porque sabe lo fácil que es caer en cualquier tipo de explicaciones falsas- pero, al mismo tiempo, para ella la oración es fuente de sabiduría porque “la verdad de Dios se nos entrega en la oración, en el trato amistoso con Él”. Por eso puede contradecir a quienes le dicen que no tiene razón.

 

Algo sorprendente son las fundaciones que hace. No hay dificultad humana que se lo impida porque su confianza es absoluta en Dios y sabe que, si ella pone todo de su parte, Dios no dejará la obra inconclusa. Sabemos que no solo funda conventos de mujeres sino también de varones. Y parece que no le tema a nada. Es capaz de enfrentarlo todo y no cesa de buscar soluciones a las dificultades que se le presentan. Actúa con astucia para conseguir lo que persigue y sabe ocultar sus intenciones para no ser reprobada por los superiores hasta que se realiza la obra: “Y así me determiné de hablar al gobernador, y me fui a una iglesia que está junto con su casa y le envié a suplicar que tuviese por bien de hablarme. Había ya más de dos meses que se andaba en procurarlo y cada día era peor. Como me vi con él, le dije que era recia cosa que hubiese mujeres que querían vivir en tanto rigor y perfección y encerramiento, y que los que no pasaban nada de esto, sino que se estaban en regalos, quisiesen estorbar obras de tanto servicio de nuestro Señor. Estas y otras hartas cosas le dije con una determinación grande que me daba el Señor; de manera le movió el corazón, que antes de que me quitase de con él, me dio la licencia.”

 

«…femina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de la clausura…»

 

Gracias a sus escritos podemos hoy seguir profundizando en su legado. Una y otra vez se estudian, se meditan, se oran, se reflexionan sus obras y siempre se saca mucho provecho de ellas. En sus escritos también muestra su osadía y su estar adelantada a su tiempo. Más de una obra fue cuestionada y retirada, pero la fuerza de su experiencia permitió que se recuperaran y podamos seguir aprendiendo hoy de su inmensa hondura espiritual.

 

Pero lo que más me encanta de Teresa es lo que un nuncio del Papa, afirmó de ella: «…femina inquieta, andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de la clausura, contra el orden del Concilio Tridentino y Prelados: enseñando como maestra, contra lo que San Pablo enseñó, mandando que las mujeres no enseñasen”. Precisamente esas palabras muestran todo lo que ella fue en su tiempo, saliéndose de los moldes establecidos porque en realidad amaba a la Iglesia y no se resignaba a que en ella no se viviera la radicalidad del evangelio.

 

Personas como Teresa son las que necesitamos en este tiempo en que se está realizando el sínodo de la sinodalidad como una concreción de la “reforma” de la Iglesia que Francisco propuso al inicio de su pontificado. Lamentablemente el coraje y audacia de Teresa no parecen presentes en los padres y madres sinodales que, atrapados en la estructura pesada y casi inmóvil de la Iglesia, van desarrollando lo estipulado en el proceso, pero dejando de lado muchos de los aspectos que salieron en la etapa de escucha. Se invocan muchas razones: no es el momento, no está suficientemente maduro, hay que tener paciencia, mejor lograr poco que no lograr nada, etc. Ojalá Teresa inspirara otra manera de actuar en la Iglesiala del profetismo y la valentía para empujar caminos que rompen moldes y estrenan horizontes distintos e inéditos, aquellos que en verdad vienen del Espíritu, aquél de quien afirmamos que “hace nuevas todas las cosas” (Ap 21,5)

 

Consuelo Vélez

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Bert Daelemans SJ. «Ejercicios espirituales» con el arte

Está naciendo un nuevo método para impartir los Ejercicios Espirituales: un método creativo, pero al mismo tiempo fiel a la tradición. El mismo Ignacio de Loyola había expresado el deseo de incluir imágenes en su texto de los Ejercicios Espirituales (EE); alrededor de 100 años después de la primera edición, se publicó en Roma la primera versión ilustrada, que inauguraba una larga y fecunda tradición, que aún sigue viva.

 

Nuestra propuesta es tan intrínsecamente ignaciana que logra evitar las trampas habituales de algunos retiros: basta pensar en aquellos que no rezan de manera personal, sino que se dejan llevar por lo que dice el predicador, contraviniendo la recomendación que Ignacio da al guía de los Ejercicios, de no interponerse entre el Creador y su criatura y dejar que el Señor se comunique directamente con ella, «abrazándola en su amor y en su alabanza» (EE 15); o la trampa de quedarse en la abundante reflexión mental, en el «mucho saber», sin «sentir y gustar las cosas internamente» (EE 2).

 

Este artículo se desarrollará en tres partes. En la primera, ilustramos una manera ignaciana de acercarse al arte, descartando tres formas que podemos considerar inadecuadas. Sobre esta base, en la segunda parte, enumeraremos 10 frutos sorprendentes de tal experiencia. Finalmente, en la última parte, presentaremos brevemente nuestra propuesta concreta para orar con el arte.

 

Una manera ignaciana de acercarse al arte

En primer lugar, debemos despejar una objeción que a menudo se hace al arte, es decir, que nos aleja de la realidad. Durante una de nuestras conferencias sobre este tema, un oyente criticó el arte, culpable, según él, de endulzar y distorsionar la realidad, a menudo brutal y violenta, creando un mundo imaginario incapaz de ofrecer un terreno seguro para acercarse al Dios de Jesucristo.

 

Esta objeción es un criterio valioso para distinguir el arte, por así decirlo, «auténtico» de formas expresivas edulcoradas, que no nos interpelan en absoluto, manteniéndonos encerrados en nuestra zona de confort y devolviéndonos solo la imagen que ya tenemos de nosotros mismos (la misma objeción sirve para distinguir la oración auténtica de la falsa). Obviamente, no hablaremos de este arte empalagoso, porque no creemos que sirva para un camino ignaciano.

 

Ahora bien, las únicas obras que no se deben considerar son aquellas que no ayudan al hombre «a alcanzar el fin para el cual fue creado» (EE 23); si luego son útiles para otros, no nos corresponde a nosotros juzgarlo. Romano Guardini afirma que el arte digno de ese nombre no se limita a devolvernos la realidad tal como es, como lo haría un espejo o un periódico, sino que la «celebra» con una nota de esperanza, mostrando cómo en esa realidad también están presentes los gérmenes del reino de Dios. En este sentido, puede mostrar la violencia sin violentar, orientándonos hacia el bien (como cuando quien propone los Ejercicios debe asegurarse de que el ejercitante se sienta espiritualmente «movido» y los esté haciendo de la manera correcta [cf. EE 6]). Naturalmente, ni para Guardini ni para nosotros el arte que logra este resultado tiene que ser necesariamente de temática religiosa.

 

Para proponer una manera ignaciana de acercarse al arte, conviene ilustrar otras tres que no son plenamente ignacianas, pero que quizás hemos utilizado durante nuestros retiros: la primera es usar el arte con fines religiosos; la segunda es utilizarlo para ilustrar un concepto; la tercera es observar el arte como espectadores. Se trata de enfoques legítimos, que ciertamente tienen su lugar en los Ejercicios, pero que no son plenamente ignacianos. Aquí, en cambio, queremos proponer una manera realmente nueva y profundamente ignaciana, en la que el arte no es simplemente un remedio o un pretexto, sino el lugar y la letra misma de la oración.

 

Usar el arte con fines religiosos

En primer lugar, debemos rechazar el uso –y abuso propagandístico– del arte con fines religiosos. Esto sucede cuando en el arte buscamos solo aquello que queremos encontrar, lo que hemos establecido de antemano, dogmáticamente o no: si se puede separar el mensaje de la obra, no se valora el arte en sí.

 

Rezar con el arte significa, en cambio, contemplar el arte en sí mismo y descubrir en él un sustrato espiritual –justamente ahí, y en ningún otro lugar–, es decir, de manera sacramental. Porque la espiritualidad no se aleja del mundo y de la materia, ni tampoco de Dios; más bien encuentra en el arte un terreno fértil en el que la gracia asume la naturaleza, revelando su dimensión latente de alegría y vida, sin destruir nada.

 

Usar el arte para ilustrar un concepto

Otro enfoque erróneo es usar el arte para ilustrar un concepto. De este modo, el arte se convierte en un elemento secundario, en el mejor de los casos, una aplicación estéril de los cinco sentidos a una construcción mental.

 

Otra cosa sería proponer en primer lugar la imagen como una composición de lugar, como un espacio que se abre ante nosotros, no más con palabras, sino con «palabras visibles», retomando una expresión de san Agustín, es decir, por medio de colores, líneas, volúmenes, luz, espacio, gestos, miradas y manos que nos hablan sin necesidad de palabras.

 

Ciertamente, las palabras ayudan, pero más como subtítulos o notas al pie de página, aclarando en lugar de explicar, y abriendo en lugar de cerrar el espacio creado por la obra. En este sentido, las palabras, ideas y conceptos son necesarios, porque no se trata solo de sentimentalismo o de vagar en las emociones, sino de comprender con todas nuestras facultades mentales, partiendo de una concepción holística de la razón y la inteligencia, incluyendo la dimensión emocional y la relacionada con la imaginación.

 

Enlace al artículo completo t.ly/kh57Q

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Fortalecer una Iglesia sinodal: ENTRE «SENSUS FIDEI», DISCERNIMIENTO Y SUBSIDIARIDAD

Introducción

La Iglesia se encuentra en un momento importante de su historia, marcado por el camino sinodal. El Concilio Vaticano II, en particular la Constitución dogmática Lumen gentium (LG), describe a la Iglesia como una comunidad de creyentes unidos en la fe y en la misión comunes, mística y espiritualmente constituida como el cuerpo de Cristo mediante el don del Espíritu (cf. LG 7). De este modo, se supera un modelo institucional predominantemente estático para delinear una comunidad dinámica y participativa en la que todos los miembros, laicos, religiosos y clero, comparten la responsabilidad de la misión.

El Papa Francisco ha promovido esta transformación desde que asumió el papel de sucesor de Pedro, exhortando a la Iglesia a escuchar más atentamente a sus miembros y a su sensus fidei, y a comprometerse en el discernimiento comunitario. En esta visión, los principios de subsidiariedad y sinodalidad desempeñan un papel fundamental. Mientras que la sinodalidad promueve el diálogo y el proceso de toma de decisiones colectivas, la subsidiariedad asegura que las decisiones se tomen al nivel más local posible, respetando así la autonomía de las comunidades sin comprometer la unidad.

Este artículo busca ofrecer una perspectiva sobre la transformación en curso, explorando primero brevemente el contexto histórico-eclesiológico, los desafíos y los avances potenciales que resaltan la necesidad de una Iglesia sinodal. Luego profundiza en el significado de dos conceptos teológicos – sensus fidei y discernimiento de los espíritus –, que están al servicio de esta nueva visión de la Iglesia. Finalmente, reflexiona sobre la contribución que el principio de subsidiariedad puede aportar a la mejora de una Iglesia sinodal.

[…]

Joseph Xavier

@laciviltacattolica

Enlace al artículo completo: t.ly/S0NQ6