Al finalizar la lectura del último cuaderno de la colección virtual*, La conversación espiritual, de Josep M. Lozano, vienen a la memoria las palabras de Ricoeur, cuando afirmaba que «un texto no es solo una cosa escrita, una secuencia de frases inteligibles, sino una obra, una totalidad singular».
Y es que el autor ha conseguido integrar en un único discurso los atributos propios de esta acción humana, de la espiritualidad ignaciana, del contexto actual y del Evangelio. Y no lo ha hecho hilvanando estos ámbitos diferentes con un discurso conceptual, sino mostrando que son dimensiones interrelacionadas de una misma realidad. De esta forma, el lector puede acercarse al escrito como se acerca a una obra de arte: contemplándola desde diferentes ángulos hasta que esta desvele su misterio. La conversación espiritual es esta pieza de arte.
Empieza con dos afirmaciones básicas: la conversación espiritual es un elemento estructural y estructurador del camino ignaciano, y es una forma de proceder propia de todo laico en razón de su baptismo. A continuación, indica que el texto seguirá cinco etapas: el lugar de la conversación espiritual en el camino ignaciano, el contexto actual, unas propuestas contemporáneas que recuperan la importancia de la conversación, los vectores teológicos que la articulan y unas escenas evangélicas leídas en clave de conversación espiritual.
El vínculo entre la biografía de Ignacio y la conversación espiritual, tema de la primera etapa, pone de relieve la forma como la experiencia de Ignacio es la fuente de dicho modo de proceder. Define los componentes actitudinales de la conversación en relación con Ignacio y los primeros compañeros en el texto de las Constituciones y en el de las cartas. Y lo hace con el acierto de quien conoce profundamente las fuentes ignacianas.
En la segunda etapa, el autor subraya el hecho de que se trata de construir una relación, y, por tanto, de conectar con la persona y su contexto, y se adentra en el contexto contemporáneo. Retrata bien la dispersión actual, y añade que nos convertimos en extensiones de la tecnología y vivimos en una economía de la atención, en línea con la idea de la “colonización del mundo de la vida”, de J. Habermas. Insiste en que el espacio interior es la fuente de la conversación espiritual y que su requisito primordial es la cualidad de la atención: atención al mundo interno, al mundo externo y a los otros.
A continuación, en la tercera parte, presenta tres propuestas contemporáneas en las que la conversación es el motor y que tienen como fuente y factor decisivo la actitud interna de la persona.
Primero, la de Otto Scharmer, creador de la ya famosa Teoría U, una metodología que permite a las empresas descubrir el futuro emergente. Diseña un itinerario de transformación en el que tienen un papel clave la relación con los otros y consigo mismo, y, sobre todo, enfatiza la presencia, el espacio interior. Es en este punto en el que Josep M. Lozano se fija y reseña los aspectos o niveles que hacen posible la conversación espiritual, sin olvidarse de hablar de las voces internas que la obstaculizan.
La segunda es la de Edgar H. Schein, fundador de la disciplina del comportamiento organizacional, en el que las relaciones de ayuda son un componente relevante. Aquí, Josep M. Lozano se centra en el concepto de habla atenta y, según Schein, describe las actitudes que la hacen una herramienta indispensable para ayudar. La principal de ellas es la humildad.
La tercera propuesta condensa la búsqueda del propio autor publicada en Socratic Dialogue. Voicing values, donde presenta el método socrático como instrumento para crear espacios de reflexión común que permitan a cada persona esclarecer los valores propios y, en consecuencia, poderlos expresar. Pero a pesar de sus beneficios, el diálogo socrático resulta insuficiente; es fundamental hacer silencio interior para disponernos juntos a la escucha del Espíritu.
En la cuarta etapa da un paso más al describir el papel de la conversación en el proceso transformador de los EE. EE., y la sitúa en el corazón de la espiritualidad ignaciana. Destaca el papel de la conversión como vínculo en la trilogía conversación-conversión-ayudar. Muestra cómo los diferentes elementos de la mistagogía ignaciana en los EE.EE. tienen una estructura relacional, de modo que se configura así una forma conversacional de estar en el mundo. Estos párrafos visibilizan cómo a mayor calado en la interioridad humana, mayor protección y compromiso en el mundo exterior. En este sentido, resulta coherente cuando afirma que, en vez de hablar de distintas clases de conversación espiritual, hablará de los diferentes contextos o situaciones objetivas, en las cuales la conversación adapta su modo de proceder. Finalmente, evoca cuatro vectores teológicos que sostienen y posibilitan la conversación espiritual: sinodalidad, pneumatología, encuentro y camino.
En la quinta y última parte contempla, desde la óptica relacional, la persona de Jesús, y pone de manifiesto la forma como la conversación es uno de los factores que definen su estilo de vida. Los discípulos de Emaús, la samaritana, los ciegos del camino, son diferentes aproximaciones a la forma de ser de Jesús, camino, verdad y vida.
La médula que une todas estas vertientes de la conversación espiritual y se transmite en todos los apartados es la visión de la condición humana: el misterio de una interioridad abierta al Otro.
Pero la integración de estas perspectivas no es el único valor del texto. Hay otra clave de lectura: detenerse en los pensamientos breves, válidos en sí mismos. Quien lee se sentirá cautivado por afirmaciones incisivas, cuestionamientos ineludibles y constataciones que, pese a ser obvias, son buenas de recordar. Cada una de ellas pide un tiempo de reflexión serena que no puede rehuir quien quiera hacer camino en la forma de vida configurada por la conversación espiritual.
Finalmente, este cuaderno es también relevante por lo que despierta en el corazón de quien lo lee, y pide ser escuchado: el deseo de autenticidad humana, el de ir a fondo en la mistagogía ignaciana, y el de reconocer la presencia del Espíritu en la trabajada cultura actual.
A modo de epílogo podríamos decir, siguiendo de nuevo a Ricoeur, que su lectura se parece «a la ejecución de una pieza de música regulada por las notaciones escritas en la partitura; esta es el apoyo esencial, el lector es el intérprete del texto».
Laura Rius Porta | @cristianismeijusticia | t.ly/7Q7UW
*J. Lozano, La conversación espiritual, CyJ 24 (mayo 2024)