“La Compañía de Jesús no está centrada sobre sí misma; nuestro progreso y el del cuerpo que formamos no tienen el centro de gravedad en sí mismos, sino en el corazón del mundo, donde trabajamos en la viña de Cristo nuestro Señor. Estamos hechos para salir de nosotros mismos, para ser enviados”.
André de Jaer, SJ
Por Emmanuel Sicre, SJ
Muchas veces a los jesuitas nos cuesta responder a esta pregunta. Creo que se debe a que casi 500 años de historia no se pueden resumir en un párrafo. Me propongo hacer el intento de explicar la dificultad de la respuesta.
Partiendo desde el principio: ¿cuál es el deseo de Ignacio, primero, y de los primeros jesuitas, luego? “Ayudar a las almas”. Así lo había formulado ya en su Autobiografía (Nº 11) cuando, siendo joven –cerca de los 30 años-, intuyó profundamente el Misterio de Dios en su vida y en la vida del mundo.
Lo cierto es que el objetivo para el que existen los jesuitas desde el principio de todo, esto es desde 1540 que fue aprobada la Compañía –y sigue vigente hasta nuestros días-, es para ayudar a todas las personas a encontrarse con el Dios de Jesús, que se hace perceptible en la experiencia de los Ejercicios Espirituales, para trabajar junto a Él por todas las creaturas.
¿Cómo lo hacen?
En primer lugar, formando un cuerpo de sacerdotes y hermanos de vida en común, una comunidad al servicio de la Iglesia;con reglas, criterios, principios, estructuras; con votos de pobreza, castidad y obediencia, que les permitan lograr lo mejor posible aquello a lo que sienten que Dios los invita.
En segundo lugar, poniéndose a disposición del Papa para que los envíe a la frontera –geográfica, existencial, intelectual, espiritual, etc.- donde más haga falta. Y por eso, tienen un voto especial de obediencia respecto de las misiones a las que este los envíe.. Aquí es donde está el fundamento de su acción apostólica, en lo que el Papa les encargue.
En tercer lugar, formándose –espíritu, cuerpo y mente- durante muchos años para llevar a cabo las exigencias de la misión en un mundo muy diverso y complejo.
Por último, invitando a quienes deseen a trabajar por la misión de Cristo en el mundo: que todos, y en especial quienes más sufren, puedan vivir desde su dignidad de hijos e hijas de Dios.
¿Y en qué trabajan los jesuitas?
Bueno, llegamos a la complejidad de la respuesta. Algunos criterios con que san Ignacio orienta a los jesuitas muestran una gran anchura y son ofrecidos para discernir, orar y reflexionar dónde, cómo y cuándo llevar a cabo la misión de “mayor servicio divino y bien más universal” que la Iglesia les pide a través del Papa.
Los jesuitas serán enviados a aquella parte de “la viña del Señor”:
- que TENGA MAYOR NECESIDAD;
- donde MÁS SE FRUCTIFICARÁ;
- donde hay MAYOR DEUDA de la Compañía;
- donde se EXTIENDA EL BIEN A MUCHOS OTROS;
Además, han de preferirse:
- las cosas ESPIRITUALES… de MAYOR PERFECCIÓN… en sí MEJORES;
- las cosas MÁS URGENTES;
- las cosas MÁS SEGURAS;
- las ocupaciones de MAYOR BIEN UNIVERSAL.
Hasta aquí algunos criterios –los más esenciales[1]– que muestran no sólo que las dedicaciones de los jesuitas abarcan, desde sus inicios, muchas posibilidades que deben comprenderse en el marco general donde se inspiran: las Constituciones; sino que también es posible ver cómo Ignacio confía plenamente en sus hermanos y les da una gran libertad de iniciativa.
¿Y en la actualidad? Las tensiones del discernimiento
Ahora bien, a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965) los jesuitas, junto con toda la Iglesia, debieron actualizar sus opciones apostólicas para ser fieles a lo que el Papa les pedía para la evangelización, en el contexto de un mundo cada vez más cambiante y complejizado que necesitaba de un anuncio y un testimonio del Reino renovados. Durante esta época, al P. Pedro Arrupe SJ, como Superior General, le tocó poner a toda la Compañía al día.
Fue un tiempo de muchísimos cambios y de grandes tensiones para todos en la Iglesia. Y como es lógico, hubo resistencias, osadías y búsquedas, que con los años fueron tomando distintas concreciones. La forma de sintetizar la actualización para la Compañía de Jesús fue y es ‘el servicio de la fe y la promoción de la justicia evangélica que reconcilia a los hombres con Dios, con la Creación y entre sí’.
Hoy por hoy, un jesuita, asumiendo los criterios que Ignacio dispuso, vive su misión de “ayudar a las almas” entre tensiones vitales que mantienen su quehacer en constante dinamismo al buscar lo que el Espíritu de Dios le suscita, lo que su tradición le enseña y lo que los desafíos del mundo le proponen para el servicio de la Iglesia[2]. Algunas de esas tensiones podrían expresarse así:
- entre los apostolados tradicionales (los colegios, por ejemplo) y los innovadores (el SJR –Servicio Jesuita a Refugiados),
- entre la fidelidad al carisma original expuesto en laFórmula del Instituto y Constituciones y el descubrimiento de nuevas formas apostólicas que inspira el Espíritu en un sin fin de lugares, en la actualización sus Normas Complementarias.
- entre la identidad cristiana católica y las demás denominaciones religiosas o increencias con las que trabajan por pedido del Papa ayudándole en el diálogo ecuménico o interreligioso.
- entre la preparación sólida para la misión (largos años de estudio y ciencia) y la urgencia de las demandas apostólicas (sobre todo en zonas de conflicto armado, por ejemplo).
- entre los apostolados con los pobres (el trabajo por la justicia que brota de la fe en contextos de desigualdad) y con otras condiciones sociales (por ejemplo, entre personas influyentes de la cultura o la política).
- entre las misiones con grandes estructuras institucionales que requieren más estabilidad y permanencia del jesuita (como una universidad) y las más pequeñas y flexibles que piden movilidad y dispersión (las misiones populares o la pastoral juvenil).
- entre los apostolados que cuidan la identidad local (por ejemplo, parroquias en comunidades indígenas) y los que exigen una identidad más global (por ejemplo, en las editoriales y agencias de comunicación o en ecología integral).
- entre los apostolados ad intra de la Iglesia y los ad extra (como el trabajo por los DDHH o en organismos internacionales).
- entre las obras que son dirigidas por jesuitas y dependen de la Compañía y las que son dirigidas por laicas/os u otros religiosos/as o no dependen de los jesuitas.
- Entre ser pobres, castos y obedientes y disponer de los recursos que sean necesarios para la misión, gestionar los vínculos y la soledad, y responder a los superiores con libertad de espíritu.
En una sociedad cada vez más polarizada, la tentación será reducirse superficialmente en uno de los polos de la tensión, sin asumir la versatilidad, la movilidad y el dinamismo propio que Ignacio imprimió al cuerpo de la Compañía que formaron junto a sus compañeros para “el servicio de las almas”[3]. En este sentido, como decía el P. Arrupe SJ, ningún ministerio o apostolado está fuera de la órbita del servicio de la Compañía a la Iglesia y al mundo.[4]
Cada jesuita y también la gran familia de quienes comparten el carisma ignaciano tienen el deber de discernir estas tensiones, para responder a lo que Dios quiere que hagamos para colaborar en su misión de ser puentes en un mundo roto.
Con todo, es posible hablar de apostolados específicos en tanto tareas encomendadas (la parroquia tal, alguna revista, una radio) y de dimensiones de cada apostolado (como son las dimensiones misionera, de diálogo interreligioso, de encuentro ecuménico, educativa, intelectual, social, comunicacional, espiritual, etc.).
Cada apostolado busca irradiar esa magnanimidad del deseo que Dios puso en el corazón de la Compañía de integrar lo diverso, de ampliar lo estrecho, de acortar distancias y contemplar también en la acción cómo Dios está reconciliando toda realidad con él.
Estas dedicaciones de los jesuitas a lo largo de la historia no han estado exentas de dificultades, errores, marchas y contramarchas, ajustes, precisiones, renuncias, tensiones y, sobre todo, mucha pasión. En fin, lo propio de un cuerpo vivo que busca responder con libertad espiritual y responsabilidad madura a la ayuda que los distintos Papas le han pedido.
En este sentido, muchas veces y desde sus orígenes, los jesuitas han sido acusados –cuando no, exterminados- desde los dos extremos por distintos sectores: de dogmáticos unas veces y de relativistas otras; de conservadores y de progresistas; de comunistas y de liberales. Así como de demasiado abiertos para unas cosas y cerrados para otras; de muy explícitos en el anuncio de Jesús en algunos lugares y de demasiado humanos y poco “divinos” en otros; de muy acomodaticios al poder o de muy arriesgados al criticarlo denunciando injusticias; de poco católicos y más protestantes.
En fin, lo cierto es que todas estas percepciones, desde distintas voces de la sociedad, muestran que la diversidad de la Compañía y su modo de insertarse en la realidad,trabajando por el Reino, no suelen dejar indiferente a quienes conocen a los jesuitas. Signo este del deseo de ser, a pesar de su condición de pecadores, comprometidos, libres y fieles al carisma de Ignacio para la Iglesia y el mundo.
¿Cuáles son las preferencias apostólicas de este tiempo para los jesuitas y las personas que trabajan desde el carisma ignaciano?
Te invito a ver este video y enterarte de lo último en lo que andan los jesuitas: https://jesuits.global/es/sobre-nosotros/preferencias-apostolicas-universales