Una nueva edición de la Revista Aurora: «Pueblos indígenas, esperanza apocalíptica»

La Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe (CPAL) presentó la cuarta edición de la Revista Aurora. Esta publicación cuenta con 12 artículos que invitan a reflexionar desde distintos enfoques la realidad de los pueblos indígenas.

Mauricio López Oropeza es el Secretario Ejecutivo de la REPAM y éstas son algunas de las palabras que dedicó a la presentación del nuevo número:

«Los pueblos indígenas del mundo entero, y particularmente nuestros hermanos y hermanas originarios de esta tierra Latinoamericana nos enseñan con su fe, su resistencia y su modo de vida, que el sueño de una “tierra nueva y unos cielos nuevos” no está distante, si estamos dispuestos a aprender y a cambiar.

El volumen 4 de aurora, viene, entonces como una “buena noticia” porque:

«ésta es la tienda de campaña que Dios ha instalado entre los hombres. Acampar con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido. Y dijo el que estaba sentado en el trono: Yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de confianza. (Apocalipsis 21, 3-5)».

En este link podrás descargarla: Revista Aurora – 4ta Edición

 

Fuente: jesuitas.lat

18 de junio: lanzamiento y seminario web sobre flujos migratorios con el Padre General

Entre las instituciones más involucradas en el mundo en la promoción de la dignidad y los derechos de migrantes y refugiados se halla ciertamente la Compañía de Jesús. Es decir: la Secretaría para la Justicia Social y la Ecología (SJES) de la Curia General, el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), la Red de Migraciones, GIAN (Global Initiative Advocacy Network) y el Instituto de Estudios sobre Migraciones de la Universidad Pontificia Comillas, España. Todos ellos han unido sus fuerzas para publicar el libro titulado Migratory Flows at the Borders of our World (Flujos migratorios en las fronteras de nuestro mundo).

El lanzamiento, originalmente planificado para marzo en el Vaticano, en colaboración con la sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, tuvo que ser pospuesto debido a la pandemia del COVID-19. Se llevará a cabo en línea, desde la Universidad de Comillas, que ha dirigido la publicación del libro. Esta publicación manifiesta, una vez más, la atención que los jesuitas prestan a los más vulnerables entre los vulnerables.

La presentación tendrá lugar de forma participativa, en un seminario web, al que todos están invitados. Se celebrará este jueves 18 de junio, a las 18 horas, hora de Madrid y Roma. Los ponentes serán el P. Arturo Sosa, SJ, Superior General de la Compañía de Jesús, el P. Fabio Baggio, de la sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano y el P. Tom Smolich, SJ, Director Internacional del Servicio Jesuita a Refugiados.

En la segunda parte, tres de los autores, todos ellos jesuitas, explicarán el proceso que condujo a la publicación de este libro y su importancia en cuanto a los datos que pone a disposición. Se trata de Xavier Jeyaraj, Secretario para la Justicia Social y Ecología de la Curia General, José Ignacio García, Director Regional de JRS-Europa, y Mauricio García Durán, investigador social y Director de JRS-Colombia.

De hecho, este libro –que muestra una visión global en las fronteras del mundo desde el punto de vista de los humanos más vulnerables– reconoce la falta de datos de control de flujos migratorios y pide acuerdos globales entre países que permitan gestionarlos mejor e investigarlos más.

La reunión tendrá lugar el 18 de junio a las 18:00 (UTC+2). Para unirse al seminario web, que se realizará en español e inglés, por favor use el siguiente enlace: https://eu.bbcollab.com/guest/05ca7ebe63ba4ca8b58aebbdcdc3cf3f

 

Fuente: jesuits.global/es

Mensaje del Papa para la IV Jornada Mundial por los pobres

El pasado 13 de junio se ha dado a conocer el Mensaje del Papa Francisco para la IV Jornada Mundial por los Pobres a celebrarse el próximo mes de noviembre. Se trata de “una llamada a llevar las cargas de los más débiles”, así como “una invitación a la responsabilidad y el compromiso directo”.

Confianza en Dios y en su proyecto

El proyecto de Dios no separa la vida de oración del hecho de hacer el bien, por eso el Papa afirma: “La oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables.»

El Papa identifica un peligro en la búsqueda de servir a los más pobres: “ponerse siempre uno en primer lugar”. Porque, continúa: “El encuentro con una persona en condición de pobreza siempre nos provoca e interroga. ¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos ayudarla en su pobreza espiritual? La comunidad cristiana está llamada a involucrarse en esta experiencia de compartir”.

Por esto el Papa llama a vivir la pobreza evangélica en primera persona: “El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas, e invitarlos a participar en la vida de la comunidad”.

Gestos que dan sentido a la vida

El Papa nos recuerda que hay gestos que dan sentido a la vida, por eso afirma: “Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida.

En su mensaje el Papa describe las múltiples manos que se tienden para ayudar a los más pobres y afirma: “Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver!”.

La finalidad de nuestro servicio

“La finalidad de cada una de nuestras acciones no puede ser otro que el amor. Este es el objetivo hacia el que nos dirigimos y nada debe distraernos de él. Este amor es compartir, es dedicación y servicio, pero comienza con el descubrimiento de que nosotros somos los primeros amados y movidos al amor”.

El Papa finaliza su mensaje recordando el papel importantísimo de María en la vida de Jesús y en la vida de la Iglesia y encomiendo a toda la humanidad bajo su protección y amparo.

Fuente: www.vaticannews.va

Arturo Sosa SJ y una invitación a la autocrítica mundial

Mientras en muchos países el coronavirus sigue dejando un enorme rastro de víctimas, en otros se empieza a ver la luz al final del túnel y poco a poco están regresando a la normalidad.

Una fase delicada que para el general de los jesuitas no debe ser de “reconstrucción”.

«Yo por ejemplo evitaría la palabra “reconstrucción”, porque precisamente lo que no queremos es reconstruir lo que estaba. Creo que tenemos que entrar en una fase, y en eso estamos, en una fase más de autocrítica mundial, de entender lo que nos está enseñando esta crisis», destaca Sosa.

También asegura que la pandemia ha puesto de manifiesto que el actual modelo económico hace que aumente la desigualdad; y que la parálisis económica ha hecho que las diferencias sociales aumenten todavía más.

“Queremos, al contrario, que esto ayude, a decir: Hay posibilidad de otra manera de llevar la Economía”.

“Es mucho más fácil conseguir una vacuna al virus del coronavirus que al virus del egoísmo, de la guerra y de las posibilidades de tener una redistribución de la riqueza mucho más justa que la que hoy tenemos”.

El superior de los jesuitas dice que el desafío es para todos pues incluso la democracia podría convertirse en víctima de la pandemia.

¿Cómo se logra que una situación tan clara de ver las cosas de desigualdad lleve a una acción política, a una ciudadanía que se mueva en esa dirección?, ¿cómo se crece políticamente? Porque una de las víctimas del Covid puede ser la democracia. O puede ser un momento donde la democracia reconstruya sus bases más ciudadanas y pueda realmente crearse una presión, porque esto no se va a cambiar en dos días”.

Por otro lado, explica que la pandemia ha costado la vida de al menos 32 jesuitas, especialmente en EE.UU., Francia y Líbano.

Además, la Compañía de Jesús ha respondido con iniciativas a emergencias locales, muchas de ellas, muy valientes: por ejemplo, manteniendo comedores y escuelas abiertas, o ayudando a seguir las clases a niños que no tenían Internet.

Por Javier Martínez-Brocal para Rome Reports

Gran Bretaña: Compromiso de los jesuitas para reducir el daño del cambio climático

En respuesta al “claro imperativo moral de actuar para la protección de nuestro planeta para las generaciones futuras”, los jesuitas de Gran Bretaña han decidido renunciar a invertir en sociedades cuya principal fuente de ingresos proviene de la extracción de combustibles fósiles. Esto fue anunciado por el Superior Provincial, el Padre Damián Howard, reiterando que “el cambio climático es el desafío más urgente que el mundo debe afrontar en un momento en que los desastres climáticos están causando cada vez más destrucción, golpeando duramente a los países más pobres, aunque rara vez son la causa”.

Actuar juntos lo antes posible

“Lo que ocurra a nivel climático y medioambiental tendrá implicaciones negativas para todos nosotros, por lo que debemos actuar juntos lo antes posible para proteger las condiciones de vida”, continúa el sacerdote, esperando que “los jesuitas puedan contribuir a este esfuerzo común”.

Según informa el Osservatore Romano, en Gran Bretaña, la Compañía de Jesús gestiona los recursos utilizados para financiar obras y proyectos de caridad en el país y en todo el mundo. El capital, administrado por tres gerentes, será totalmente desinvertido a finales de 2020, completando así el proceso ya iniciado para más de la mitad de las participaciones.

El planeta enfrenta una grave emergencia climática

Dado que diversos estudios científicos demuestran que todo el planeta se enfrenta a una grave emergencia climática, el padre Howard hace un llamamiento a “todas las instituciones para que reaccionen ante esta crisis ecológica y adopten medidas valientes para reducir el consumo de energía y pasar a las fuentes renovables”. Asimismo, pide a los grandes inversores en particular que “hagan todo lo posible para ayudar a evitar las graves consecuencias que podrían derivarse”.

El mundo debe responder a los enormes desafíos

“El mundo debe responder a los enormes desafíos y oportunidades del cambio climático con mucha más urgencia”, comentó Paul Chitnis, Director de las misiones jesuíticas del Reino Unido. Con ello, aseguró que el impacto del cambio climático se ve reflejado “en las comunidades de todo el mundo” siendo “los más pobres y marginados los que más sufren”, por cual, espera que “el Reino Unido cumpla con sus compromisos climáticos”.

Una acción mundial

En Madagascar, Efa Ravelonantoandro, jefe de programas del Centro Social Arrupe, testifica que en el sur del país “es ahora demasiado caluroso y el número de desplazados internos está creciendo”. A esto se le suman las continuas inundaciones, causando cada vez la propagación de enfermedades entre la población. En el país de África Oriental, hay muchos ríos, pero no se está “generando suficiente energía renovable”, declara.

Además de Gran Bretaña, los jesuitas del Canadá, Italia y Australia han decidido reducir el carbón de sus inversiones, así como el Jesuit european social center, de Bruselas y la red ecológica de justicia de los jesuitas en África, con sede en Nairobi (Kenya). Mientras tanto, el mes pasado, en el Reino Unido, Middlesbrough y Lancaster fueron las primeras diócesis del país en renunciar a sus inversiones en combustibles fósiles.

Fuente: www.vaticannews.va

Un hueso roto que se vuelve a soldar – Rafael Velasco SJ

En una nota para el diario La Nación, el P. Provincial Rafael Velasco SJ, analiza la  difícil realidad que actualmente atraviesan los barrios más desprotegidos y reflexiona sobre la necesidad de un trabajo colaborativo y fraterno que construya una sociedad más justa.

Nota completa:

La fraternidad y la cooperación son esenciales en un país en crisis en el que la pandemia se suma a la pobreza.

La antropóloga Margaret Mead afirmaba que el primer indicio de civilización humana, a su juicio, era un fémur roto y vuelto a soldar. La razón: un animal con un hueso roto no puede hacerse de los alimentos necesarios ni de agua, por lo cual hubiera muerto antes de sanar el hueso o en su defecto habría sido devorado por los depredadores. Que el hueso tuviera tiempo para soldar significaba que alguien se había hecho cargo de proveerle agua, alimento y protección a ese humano con el hueso roto hasta que pudiera sanar. Con lo que, de acuerdo a esta antropóloga norteamericana, el primer signo de civilización es cuidar del que está en situación de dificultad.

Es una teoría iluminadora. Particularmente en tiempos de pandemia, en los que quedan tan a la luz nuestras contradicciones como sociedad. El virus nos abofetea y pone a la vista que vivimos en un país fracturado. Un país en el que muchos compatriotas quebrados, como aquel primer ancestro, no pueden alcanzar la comida y están a merced de los depredadores: el hambre, la violencia, la desesperanza. Si bien la situación es difícil para todos, en los barrios más vulnerables la situación es muy dura. Para los sectores más desprotegidos, el coronavirus es una realidad a la que le tienen miedo, sobre todo, porque la ven en los medios, pero al hambre lo tienen sentado en sus mesas o golpeando amenazante sus puertas. Y la van peleando, organizándose en merenderos y ollas populares que se nutren de lo que ellos mismos aportan o de lo que los almacenes del lugar pueden dar. Los alimentos que van llegando desde los gobiernos o campañas de otras organizaciones también suman.

Y se ayudan con criterios propios del que sabe lo que es pasar necesidad. Una de las referentes de una comunidad muy castigada, cuando recibió las cajas de la campaña Seamos Uno y comprobó que la cantidad de necesitados en su barrio era mayor a la cantidad de cajas recibidas, decidió abrir las cajas (que son para una familia) y dividir el contenido para que alcanzara a dos familias en lugar de una. «Así todos tienen un poco», dijo. Ante la advertencia de uno de los líderes de la campaña, que le dijo que no se podían abrir las cajas, ella lo miró y le respondió: «Padre, tiene que aprender a ser más solidario». Lo cual causó risas (los que llevaron los alimentos lo hicieron por solidaridad) pero también significó un golpe de realidad.

Ante esta evidencia, no ayudan los discursos poco inteligentes y simplistas que culpan a los pobres de sus propios padecimientos. Se escucha penosamente a referentes culparlos de no cuidarse y «contagiarnos». Lo paradójico es que el virus llegó en avión pero ahora hay quien señala con el dedo a los que andan a pie o tirando del carro con cartones. No se puede pretender que una familia que vive al día quede de brazos cruzados para dejarse morir. Y aquí hay otra contradicción en ese discurso clasista: se les endilga a los pobres que viven de la ayuda del Estado, pero luego se les exige que se queden en sus casas sin poder ir a trabajar. ¿En qué quedamos?

Sin embargo, el error más profundo es pensar que el hambre es solo problema de ellos. Es un problema de todos como sociedad. No son solo ellos los que, como el homínido de la antropóloga, quedan con el hueso roto a merced de los depredadores (la droga, la violencia, la delincuencia). Somos todos como sociedad «civilizada» los afectados por esa fractura. Los depredadores, los conocemos, nos acechan. Y respondemos como civilización cuando cuidamos de los más débiles. No podemos avanzar con un miembro roto. La solución no es apalear al miembro, es cuidarlo, ocuparse de él para que pueda sanar y todos podamos avanzar.

Es luminosa la intuición de Margaret Mead. Más aún en estos tiempos. Viene a decirnos que nuestros antepasados ya sabían lo que a nosotros aún nos cuesta aprender: que no será el desprecio al más vulnerable lo que nos salvará, sino la cooperación y la fraternidad.

Fuente: lanacion.com.ar

Jesuitas Ecuador: Líneas de acción en tiempos de pandemia

El P. Gustavo Calderón, S.J. Provincial de la Compañía de Jesús en el Ecuador, explica las líneas provinciales de acción para afrontar la difícil situación de su país en medio de la pandemia mundial.

Con el título «Unidos en solidaridad», presenta los principales objetivos que guían el accionar en tres ámbitos diferentes:

SALUD

  • Objetivo: Disminuir la propagación del virus a través de diversas acciones para apoyar al sistema nacional de salud en emergencia.

ALIMENTACIÓN

  • Objetivo: Contribuir a que las familias de alta vulnerabilidad económica y social para que puedan mantener el confinamiento sin afectar sus condiciones vitales.

ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL

  • Objetivo: Realizar un acompañamiento espiritual para apoyar en la contención a los colaboradores de la SJ y a la población que se encuentre en una situación crítica.

En el mismo contexto, con un mensaje difundido en las redes sociales de Jesuitas Ecuador, Gustavo Calderón invita a la reflexión y hace un llamado a la conversión: «Que se abran para nosotros los ojos del entendimiento, los ojos del alma. Que nos convirtamos en otros hombres y mujeres capaces de sanar este mundo herido. De hacer posible lo que pareciera no lo es. Para esto hay que detenerse, hacer silencio. (A. Nicolás SJ). Sin profundidad espiritual, sin determinación de acciones desde una deliberación encarnada, no habrá cambios. Las nuevas fases no son el reto, lo es la humanización de lo cotidiano. Sabernos, sentirnos, una sola humanidad.»

 

Fuente: www.jesuitas.ec

Nuevo coordinador para el Servicio Jesuita a Migrantes en Montevideo

Joan Gratacós asumió como Coordinador del Servicio Jesuita a Migrantes en Montevideo, Uruguay. A modo de presentación, nos cuenta sobre su llegada e incorporación al sector, el trabajo que llevan adelante actualmente y los mayores desafíos en la tarea atender necesidades urgentes.

Palabras del nuevo coordindador

Soy Joan Gratacós Guillén. Me acabo de incorporar como coordinador del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) en Uruguay. Soy español y estoy vinculado con Uruguay por razones familiares hace 25 años. Desde el 2018 estoy residiendo acá.

En diferentes etapas de mi trayectoria profesional he trabajo en la atención a migrantes y refugiados. En México, en el Servicio Jesuita a Refugiados, primero y, unos años después, en el SJM. En Cataluña, he trabajado como docente liceal en el acompañamiento para la inserción del alumnado migrante que se incorpora al sistema educativo catalán. 

El SJM Uruguay forma parte del Servicio Jesuita a Migrantes Argentina-Uruguay (SJM ARU). Además de la oficina de Montevideo, hay otras tres en Argentina: San Miguel (Prov. de Buenos Aires), Córdoba y CABA, donde se ubica la sede central.

Las cuatro oficinas del SJM ARU tenemos el empeño de acompañar a las personas migrantes, protegiendo y promoviendo sus derechos. Esto nos lleva a desplegar nuestras acciones en diferentes áreas: social (facilitando los procesos de inserción), educativa (promoviendo una cultura de la hospitalidad), pastoral (posibilitando espacios de encuentro con Dios) e incidencia (contribuyendo a generar políticas y prácticas inclusivas).

Dentro de este esquema común, en el SJM Uruguay tenemos el reto de fortalecer y cohesionar las diferentes obras que la Compañía de Jesús tiene en Uruguay en lo referente al acompañamiento a personas migrantes: en parroquias, colegios y la Universidad Católica. Gracias al esfuerzo de muchas personas implicadas, estos espacios ya han recorrido un camino, y se trata de poner los medios para seguir avanzando, buscando sinergias y complementariedades, en primera instancia con las obras de la Compañía, pero más allá con otras organizaciones eclesiales locales y de la sociedad civil uruguaya.

La situación de pandemia que estamos atravesando nos ha obligado a reconfigurar la atención a las personas migrantes. Estos meses hemos estado entregando canastas, ropa de abrigo y otros apoyos de emergencia en la parroquia de San Ignacio de Montevideo. La crisis sanitaria está golpeando de forma cruel a muchas personas que carecen de redes socioeconómicas estables, entre ellas, a los migrantes. 

Nuestro trabajo en otras áreas  (acompañamiento psicológico, orientación laboral, etc.) ha tenido que recluirse en el ámbito virtual. Cuando nos presentan necesidades de vivienda, salud o documentación que no podemos resolver directamente, informamos de aquellas instituciones que pueden atenderlos. Hemos cancelado temporalmente un servicio de comida y de convivencia que se ofrecía los domingos.

Más allá de la presente crisis sanitaria, esta población es vulnerable por su misma condición de migrantes. Muchas veces invisibilizada, está en los márgenes de nuestra sociedad. Nos sentimos llamados, como dijo el Papa Francisco, a acoger, proteger, promover e integrar a estos migrantes que recalan en el paisito para buscar una vida mejor, como hicieron antaño aquellos otros migrantes que llegaron de Europa.

De una Iglesia sacramentalista a una Iglesia evangelizadora

Por Victor Codina, Jesuita español y doctor en teología.

Unas de las consecuencias de la pandemia ha sido el cierre de todos los lugares de culto, de todas las iglesias y templos. También las bendiciones Urbi et Orbi de Francisco fueron ante una Plaza y una basílica de San Pedro vacías. Muchos auguraban una cuaresma y una Semana Santa muy pobre, sin celebraciones litúrgicas, sin Via crucis, ni pasos de procesiones.

Y, sin embargo, ha sido una Semana Santa sumamente profunda y rica, no solo por participar mediáticamente de las ceremonias, sino por algo más hondo: vivir de cerca la pasión del Señor en la pasión y el sufrimiento de los enfermos, lectura del evangelio y oración en familia, experimentar la ayuda a gente mayor solitaria y la colaboración a vecinos, aplausos a médicos, sanitarios, transportistas, trabajadores de farmacias y supermercados, a voluntarios que reparten comidas, etc. Los protagonistas de esta Semana Santa no han sido los curas, ni siquiera sus trasmisiones mediáticas, sino las familias, laicos y laicas, los y las jóvenes. Se ha promovido una Iglesia doméstica, en la que los laicos son protagonistas, donde han sido siempre los papás, no el párroco, quienes han enseñado a rezar a sus niños antes de ir a dormir. Donde hay dos o tres reunidos en nombre del Señor, Él está en medio de ellos.

Quizás muchos crean que este cierre de las iglesias ha sido solo un paréntesis pastoral y que pronto se volverá a la situación de antes. Otros, como el sociólogo y teólogo Tomás Halik, de Praga, afirman claramente que este es un tiempo favorable y de gracia, un kairós, un signo de los tiempos, Dios nos quiere revelar algo.

¿Qué quiere decirnos Dios? Cada uno puede dar una respuesta personal, pero a nivel eclesial quizás podemos pensar que el Espíritu nos invita a pasar de una Iglesia sacramentalista y clerical a una Iglesia evangelizadora.

Iglesia sacramentalista sería la que se identifica tanto con los siete sacramentos que tiene el riesgo de considerar al clero como el protagonista de la Iglesia y al templo como su centro autorrefencial o propio, mientras margina a los laicos, descuida la evangelización, el anuncio la Palabra, la iniciación a la fe, la oración, la formación cristiana, sin formar una comunidad cristiana, ni un laicado de ciudadanos responsables y solidarios con los pobres y marginados. Muchos párrocos se angustian al ver que los sacramentos rápidamente disminuyen y sus fieles envejecen.

Iglesia evangelizadora es la que hace lo que hizo Jesús: anunciar la buena nueva del Reino de Dios, predicar, curar enfermos, comer con pecadores, dar de comer a hambrientos, liberar de toda opresión y esclavitud. Este era el programa de Jesús en la sinagoga de Nazaret: dar vista a los ciegos, liberar a los cautivos, evangelizar a los pobres, anunciar la gracia y la misericordia de Dios. En la última cena Jesús instituyó la eucaristía, pero el evangelio de Juan situó en la última cena el lavatorio de los pies y el mandamiento nuevo del amor fraterno, completando la dimensión litúrgica con la más existencial y evitar así que la eucaristía se convirtiese en un mero rito vacío.

No se trata de olvidar los sacramentos, sino de valorarlos como “signos sensibles y eficaces de la gracia”, pero siempre a la luz de la fe y de la Palabra, para que no se conviertan en magia y pasividad. Por esto, toda celebración sacramental viene precedida por la celebración de la Palabra; el Concilio Vaticano II afirma que la misión primera de los obispos y presbíteros consiste en anunciar la Palabra de Dios.

Ciertamente “la eucaristía hace la Iglesia”, sin eucaristía no hay Iglesia plenamente constituida, pero esta frase debe completarse con su contraparte: “la Iglesia hace la eucaristía”, es toda la comunidad, presidida por sus pastores, la que celebra la eucaristía, sin el tejido de una comunidad eclesial no habría eucaristía.

El Cardenal Jorge Bergoglio, en el cónclave de su elección como obispo de Roma, ofreció una original interpretación del texto de Apocalipsis 3,20, en el que el Señor llama a la puerta para que le abramos. Ordinariamente se entiende que el Señor quiere que le abramos la puerta para entrar en nuestra casa, pero Bergoglio dijo que lo que el Señor nos pide ahora es que le abramos la puerta y le dejemos salir a la calle.

Por esto Francisco habla de “una Iglesia en salida”, hacia las fronteras, hospital de campaña, que huela a oveja, que encuentre a Cristo en las heridas del pueblo y de la Iglesia, cuide nuestra casa común, callejee la fe, como María que fue a toda prisa a visitar a su prima Isabel. No se trata de convertir a la Iglesia en una ONG, pues la eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de Jesús, es la cumbre de la vida cristiana, pero solo se va a esta cumbre por el camino de fe y del seguimiento de Jesús.

A veces los poetas son quienes entienden mejor los misterios de la fe. Las reflexiones del poeta catalán Joan Maragall ante una iglesia quemada durante la Semana Trágica de Barcelona, el año 1909, pueden ser actuales. Cuando Maragall, acudió el domingo a una iglesia que había sido incendiada la semana anterior, escribió:

«Yo nunca había oído una Misa como aquella. La bóveda de la iglesia descalabrada, las paredes ahumadas y desconchadas, los altares destruidos, ausentes, sobre todo aquel gran vacío negro donde estuvo el altar mayor, el suelo invisible bajo el polvo de los escombros, ningún banco para sentarse, y todo el mundo de pie o arrodillado ante una mesa de madera con un crucifijo encima, y un torrente de sol entrando por el boquete de la bóveda, con una multitud de moscas bailando a la luz cruda que iluminaba toda la iglesia y hacía parecer que oíamos la Misa en plena calle…».

A Maragall, aquella misa, después de la violencia anticlerical de la Semana Trágica le pareció nueva, un rincón de las catacumbas de los primeros cristianos. Pensaba que la misa siempre debería ser así: una puerta abierta a los pobres, a los oprimidos, a los desesperados, para quienes fue fundada la Iglesia, y no cerrada ni enriquecida “amparada por los ricos y poderosos que vienen a adormecer su corazón en la paz de las tinieblas”. No hay que reedificar la iglesia quemada, ni ponerle puertas.

No puede establecerse un paralelismo fácil entre la Semana Trágica y la actual pandemia, pero es válida la intuición del poeta: no volvamos a edificar la iglesia de antes.

Cuando acabe la pandemia, no volvamos a restaurar la Iglesia sacramentalista del pasado, salgamos a la calle a evangelizar, sin proselitismos, para anunciar con alegría la buena noticia de Jesús a quienes no entran en el templo. Así tendrá sentido pleno celebrar en la comunidad cristiana la fracción del pan y los demás sacramentos.

Fuente: blog.cristianismeijusticia.net

El ‘testamento’ de Adolfo Nicolás: De la distracción a la dedicación, una invitación al «centro»

Hace algunos años, durante el pontificado del papa Benedicto XVI, el P. General Adolfo Nicolás esbozó puntos para una posible carta a la Compañía. Aunque nunca escribió la carta, sí compartió estos puntos con algunos amigos.

A partir de la lectura de la vida de algunos santos: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, y pensando en el papel de la vida religiosa en la Iglesia, Adolfo Nicolás se cuestionaba: ¿qué es lo que estaba tan presente en ellos y que parece que hemos perdido?. Seguidamente, la respuesta: «Creo que es su centramiento total.» Este es el punto de partida para las reflexiones que plasmó en un escrito titulado «de la distracción a la dedicación: una invitación al centro».  A partir de su experiencia personal, comparte y reflexiona alrededor de una serie de «distracciones» a las que es importante estar atentos.

De “distraerse en la oración” a “distraerse en la vida”

 «¿Cómo podría centrarme en la oración, cuando mi mente y mi corazón estaban distraídos con tantas cosas?». Comparte que, descubrir y comprender que la distracción en la oración estaba unida a una distracción más grande, que incluía otros ámbitos de la vida, «abrió de par en par una puerta a la conciencia y a uno de los medios de oración ignacianos más tradicionales: el Examen.»

Las tentaciones fáciles para distraerse

Las distracciones fáciles son las distracciones de “sentido común” de cualquier comunidad humana. Incluye aquí factores que pertenecen a grupos sociales, étnicos o culturales.

«Tenemos dificultades con las ambigüedades y las áreas grises de la realidad. Debido a que estamos capacitados para un compromiso total, proyectamos fácilmente la verdad total sobre cualquier compromiso al que nos sentimos llamados, y nos volvemos ciegos a los matices, las ambigüedades e incluso las contradicciones de una cosmovisión “en blanco y negro”.»

«No siempre entendimos que una opción preferencial por los pobres era una opción por amor, desde el corazón, desde adentro, como cuando Jesús sintió compasión por las multitudes pobres. Una opción por los pobres no se puede “exigir” a los demás, porque tiene que venir del corazón. Sin esta importante idea, tradujimos “opción preferencial” como “obligación moral” y nos sentimos justificados al exigir esto a todos, bajo la amenaza de considerarlos menos cristianos, menos comprometidos, menos evangélicos.»

El perfeccionismo como distracción narcisista

Otra de las distracciones es la del “perfeccionismo”, que puede confundirse con el “fariseísmo”, un problema no sólo para el tiempo de los Apóstoles, sino que «ha sido una tentación, una verdadera distracción, para todos en todos los tiempos”. «Estamos distraídos, paradójicamente, por nuestro propio impulso hacia la perfección. Aquí los clásicos son de gran ayuda. Estos hombres y mujeres siguieron a Cristo incondicionalmente en su kenosis, su vaciamiento y, por lo tanto, no estaban distraídos por nada del yo que pudiera interponerse en el camino.»

El Ego como distracción número uno

La presenta como la distracción más grande y central de todas: «Nuestro ego nunca descansa y siempre atraerá nuestra atención hacia sí mismo.»

Plantea que la «distracción de popularidad» o «enamorarnos de nuestras opiniones», pueden quitarnos libertad, estrechar el horizonte y evitar una «apertura a algo más grande que unas pocas ideas».

Esto se vuelve mas complejo cuando «la comunidad, o la relación espiritual con la comunidad, se desvanece o desaparece. Nosotros, personas consagradas, nos hemos comprometido a encontrar la voluntad de Dios juntos, como un cuerpo, una comunidad de fe, misión y amor.»

Distracciones de los medios y del mercado: aparatos, internet…

«Estas distracciones son las más comunes y las más fáciles de detectar. Están justo delante de todos nosotros, y pocos de nosotros podríamos reclamar inmunidad total o parcial frente a ellas.», afirma.

Deja algunas preguntas que, lejos de ser extremistas, invitan a repensar nuestra actitud frente a los aparatos tecnológicos: «¿Queremos información o comprensión? ¿Velocidad o profundidad? ¿Centrarse en Cristo o navegar por la Web?.»

Distracciones de la superficialidad en el ámbito religioso

«Estas son distracciones que nos afectan particularmente a los jesuitas, dada nuestra larga formación intelectual. (..) Tendemos a pensar que lo que no encaja con mis teorías no tiene significado; que si no puedo encontrar el “sentido” es un “sin sentido”.»

Con el ejemplo de Ignacio, propone un modo de actuar: «San Ignacio salió al paso de esta tendencia con sus reglas para sentir con la Iglesia. No le preocupaba lo que tenía sentido para él, sino lo que tenía sentido para la gente, la gente sencilla de su tiempo, los fieles sencillos en la Iglesia».

Los clásicos acompañados de una invitación

«Los grandes jesuitas me parecen hombres de una pieza: enteros, dedicados, consistentes, bien orientados y no distraídos en lo más mínimo. (..) Son personas que han dado todo y permanecen bien orientados hacia el objetivo final de su autodonación: Dios y el servicio de su Reino.»

«El recuerdo de estos hombres me parece una invitación para ir al centro; el centro en Dios y el centro de nosotros mismos y nuestra vocación en la Compañía y en la Iglesia. La vocación y la misión que hemos recibido del Señor y que hemos heredado de nuestros predecesores.»

Para cerrar esta serie de reflexiones, comparte una breve oración: «Que todos respondamos de nuevo al llamamiento incesante de nuestro Señor Jesús por el bien de la Iglesia, de la humanidad y del universo.»

Para leer el escrito completo podes acceder a: www.laciviltacattolica.it