Tras la estela de Pedro Casaldáliga

Ha muerto Pedro Casaldáliga. Para muchos solo un nombre desconocido. Para otros muchos (muchísimos) un referente del Evangelio. Tenía 92 años y el corazón repleto de nombres.

Casaldáliga ha sido poeta, sacerdote, obispo, misionero, pero, sobre todo, pastor. Su trabajo en la región amazónica del Araguaia ha sido enorme, siempre del lado de los que más lo han necesitado en cada momento.

Con Casaldáliga va muriendo también una muy importante parte de la Iglesia del siglo XX en la que el compromiso por los pobres y su identificación genuina con el Reino son las máximas del trabajo de los cristianos. Antes que él ya fueron Rutilio Grande, Monseñor Romero, los mártires jesuitas de El Salvador, Isa Solá… El Evangelio es de todos y para todos, pero el paso preferente lo tienen unos muy concretos: aquellos en quienes la injusticia, la miseria y la indiferencia del mundo se ceban, víctimas de una estructura de la que no es fácil desprenderse. En el siglo XXI muchos son los que tendrán (tendremos) que recoger ese testigo.

La poesía, otro de los grandes rasgos del obispo que nació español y murió brasileño, ha llenado de enorme esperanza a mucha más gente de la que él haya podido imaginar. Sus textos, cada verso hablando de la Pascua y del Reino han sido siempre camino transitado por muchos. Verdaderas oraciones que han unido el corazón de tantos.

El sueño de Casaldáliga y de muchos otros compañeros que a lo largo y ancho del mundo han trabajado del lado de los necesitados, era el de una Iglesia más pobre, con menos poder terrenal; pero también con mucha más ternura y valentía. Hoy este sueño lo heredan tantos y tantos que trabajan en las cunetas del mundo. Allí donde la injusticia es costumbre y el dolor se incrusta trabajan a destajo muchos que, en el nombre del Dios-Hombre, acercan la Palabra, pero también la Paz del cuerpo.

El camino está marcado y la estela es clara. El Reino se construye sobre los cimientos que van colocando los hombres y mujeres que, a base de hacerse pequeños, hoy son los más grandes de entre nosotros. A base de servir, han enseñado el sentido del servicio. Siendo grano de trigo y fermento, han aprendido y enseñado a otros a establecer la ciudad de Dios.

Pedro Casaldáliga peleó mucho y llegó al final del combate con los guantes desgastados. Que descanse en la paz de Dios quien a Dios entregó todo.

Pablo Martín Ibáñez

 

Fuente: pastoralsj.org

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