El pasado 2 de diciembre murió Johann Baptist Metz, padre de la nueva teología política, que sentó las bases de la teología de la liberación.
Por Víctor Hernández Ramírez
“Cuando la Segunda Guerra Mundial se encaminaba hacia su final, yo, que entonces tenía 16 años, fui arrancado de la escuela y obligado a incorporarme a filas […] La compañía de la que yo formaba parte estaba compuesta exclusivamente por jóvenes, bastantes más que 100. Una tarde, el capitán me mandó a entregar un parte al puesto de mando del batallón. Pasé noche vagando por pueblos y caseríos destrozados por proyectiles y en llamas; y cuando, a la mañana siguiente, regresé adonde se encontraba mi compañía, no encontré más que muertos, sólo muertos, arrollados por un ataque combinado de bombarderos y tanques. A todos ellos, con quienes el día anterior había compartido miedos infantiles y risas adolescentes, ya sólo pude verles el rostro inerte y apagado. No recuerdo sino un grito callado. Así me veo todavía hoy; y detrás de ese recuerdo se desmoronaron todos mis sueños de la infancia”.
Con este trozo de autobiografía, que fue el doloroso desmoronamiento de sueños y de toda armonía con el mundo, Johann Baptist Metz quedó marcado por el clamor silencioso del sufrimiento humano. Y ese clamor atravesó ya para siempre sus oraciones y su trabajo teológico. Hasta el pasado lunes 2 de diciembre de 2019, día en que murió a la edad de 91 años en Münster, Alemania.
Renuncio a reseñar, así sea sucintamente, el legado de Metz. Es inmenso en su desafío y planteamientos, por lo que habrá que re-leer su obra con la esperanza de llegar a entenderla.
Otros han reseñado bien en estos días la herencia que nos deja Metz, como el texto de Juan Pablo Espinosa Arce, que ofrece algunas claves de lectura para su obra, o la nota del profesor Xabier Pikaza, que resume la significación de la teología de Metz, comparándola con la teología de Karl Rahner.
En estos días de obituarios y memoriales por Metz, vale la pena leer una antigua nota periodística de Reyes Mate (quien estudió con Metz en Münster), de diciembre de 1989 (“Mística y política en J.B. Metz“), donde habla del aporte de Metz para un trabajo filosófico–político que rompa con la noción de “tiempo” de la modernidad (la nueva mitología del tiempo) y recupere la noción bíblica de historia. E igualmente decisivo es el aporte de Metz, dice Reyes Mate, sobre la memoria de las víctimas, de un dolor que no se puede ni se debe banalizar.”
Dos propuestas que nos ha legado Metz
Su inquietante pregunta sobre “después de Auschwitz”: ¿cómo hacer teología o cómo rezar después del horror de Auschwitz? Y el gran mérito de Metz es su entereza para no caer en falsas “superaciones” ni negar la oscuridad del mal y del sufrimiento. En su teología se mantiene siempre la memoria y el reconocimiento respetuoso de las víctimas: “podemos rezar después de Auschwitz porque también en Auschwitz se rezaba: en el canto, en el clamor de los prisioneros judíos”.
Metz sostuvo siempre que el mensaje cristiano exige más una sensibilidad hacia el sufrimiento que una excesiva preocupación por la culpa. La actitud fundamental de la fe cristiana es una “compassio”, que Metz no entiende como “una vaga ‘simpatía’ experimentada desde arriba o desde fuera, sino como com–pasión, como percepción participativa y comprometida del sufrimiento ajeno, como activa rememoración del sufrimiento de los otros”.
Metz jamás se cansó de insistir en las víctimas, en los pequeños y los de abajo, porque desde aquella mañana que encontró muertos a todos sus compañeros, supo que el tiempo nos arrastra a enterrar en el olvido a quienes son insignificantes. Y sin memoria, pero sobre todo sin la memoria de los perdedores y de las víctimas, muere también la dignidad de todos, de vivos y de muertos. Sea pues bendita la memoria de Johann Baptist Metz.
Fuente: Blog Cristianisme i Justícia