flyer corpus christi elevación de hostia magna

“TOMAD, ESTO ES MI CUERPO”

Quiero comenzar mi comentario de hoy citando unas palabras del Papa Benedicto XVI en su exhortación apostólica “El sacramento de la caridad”: “La espiritualidad eucarística no es solamente participación en la Misa y devoción al Santísimo Sacramento. Abarca la vida entera (77) …  Nuestras comunidades cuando celebran la Eucaristía han de ser cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse “pan partido” para los demás y, por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno… La vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo (88)”.

No haría falta añadir nada más a estas palabras para nuestro comentario de este domingo. Sólo recomendar la relectura de esta densa y profunda exhortación de casi cien números, escrita por Benedicto XVI en el año 2007. Me limitaré a subrayar tres aspectos de ese “hacernos pan partido para la vida del mundo” que concreta en la vida cotidiana nuestra adoración del Cuerpo de Cristo, del “Corpus Christi”.

El Cuerpo de Cristo es el cuerpo de Alguien que entregó la vida por nosotros, es cuerpo “entregado” hasta el extremo, y entregado por amor. Por amor hasta la última gota de sangre, como destacan las tres lecturas de este domingo. La adoración del Cuerpo de Cristo es, en primer lugar, agradecimiento. Un agradecimiento profundo y cotidiano porque por su entrega se nos han abierto a nosotros, pecadores, las puertas y la posibilidad de una vida nueva. Nueva, infinitamente más allá de nuestras posibilidades y de nuestros méritos.

“Comulgar” el Cuerpo de Cristo sólo adquiere toda su verdad cuando comulgamos con su entrega, cuando estamos dispuestos a que también nuestro cuerpo sea “pan partido”. No va mucho eso de ser pan partido con la lógica de nuestro mundo, más preocupada, de hecho, por el “culto a nuestro propio cuerpo”, al que se dedica tiempo, dinero y preocupaciones… para aparentar más, para presumir más, para ser más admirados. Eso de “partirse”, de dejarse la piel por los demás, de cuidar más de otros y menos de nosotros mismos… no es lo que prima. Comulgar con Cristo, adorar su Cuerpo entregado, nos tendría que impulsar a ello.

Venerar el Cuerpo de Cristo es un doble amor a dos realidades en las que ese Cuerpo se visibiliza de un modo especial: el amor a los pobres y el amor a la Iglesia. “A mí me lo hicisteis” recuerda el Señor en el evangelio cuando se identifica con los pequeños y los pobres. La Iglesia que es también, con todos sus defectos, un Corpus Christi, hoy lleno de llagas, pero destinado a resucitar con el Resucitado.

Darío Mollá, SJ

@centroarrupevalencia

t.ly/AiG72

Optar por lo mínimo en los procesos sinodales (cf. Hch 15,28)

La pregunta que nos interpela en este tiempo entre la Asamblea Sinodal 2023 y la Asamblea Sinodal 2024 es cómo ser una Iglesia sinodal en misión. Es una pregunta teológico-pastoral que supone que estemos atentos a lo que el Espíritu está queriendo decirnos. No somos la primera generación que está ante este desafío. La historia de la Iglesia es testigo de que somos parte de un Pueblo de Dios que entre luces y sombras percibe, comprende y comunica de manera renovada la Buena Noticia de Jesús en cada tiempo y lugar (cf. GS 44).

 

Benedicto XVI supo ponderar que el Concilio Vaticano II fue un hito en este camino. Y con el objeto de favorecer que la Iglesia abandonara un conflicto de interpretaciones que se asemejaba a una batalla naval entre defensores de rupturas y continuidades, indicó como brújula la necesidad de comprender lo que había acontecido como una verdadera reforma, un conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles. Al respecto, decía: “…las decisiones de fondo pueden seguir siendo válidas, mientras que las formas de su aplicación a contextos nuevos pueden cambiar” (Benedicto XVI, mensaje a la Curia del 22 de diciembre 2012).

 

Esto no es nuevo. Algo similar relata el Nuevo Testamento acerca de lo acontecido en el Concilio de Jerusalén. Visto desde la perspectiva de su aplicación, se dio un gran giro. Tengamos en cuenta que, para expresarlo de manera sencilla, lo que se decidió en aquella oportunidad fue que ya no era necesario ser judío para ser cristiano. Un verdadero salto hacia adelante que suscitaba muchos resquemores en aquellos seguidores de Cristo que sí lo eran y que, quizás, lo hayan experimentado como ruptura. La justificación de semejante decisión está en las palabras de Pedro: “el Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables” (Hch 15,28). Es decir que, en vistas a la catolicidad de la tarea evangelizadora, se retoman de la tradición sólo aquellos aspectos que se consideran necesarios a la luz del evangelio, reduciendo aquellas exigencias que no permiten una experiencia cristiana de acogida.

 

Discernimiento sinodal

No imponer más cargas que las necesarias puede comprenderse como una opción por los mínimos como criterio de discernimiento sinodal. Quizás resuene en algunos como una alternativa que no está a la altura del Evangelio. Sin embargo, a mi parecer, expresa cabalmente la experiencia de Dios que Jesús se empeñó por transmitirnos: Dios es una comunidad de amor: Dios es Abba que sale al encuentro del hijo que regresa (cf. Lc 15, 11-32); es Jesús amigo sentado a la mesa con publicanos y pecadores (cf. Mc 2,16); es Espíritu que no hace acepción de personas (cf. Hch 10.34).

 

La comunidad reunida en Jerusalén fue movida por el Espíritu a reconocer y aceptar que había otras formas de ser cristianos, distintas a su propia experiencia vital. Hoy, estamos desafiados a dar un paso semejante, en especial para dejar que las nuevas generaciones expresen como están viviendo y comprendiendo el seguimiento de Jesús hoy. Así lo expresó Francisco a los jóvenes cuando en la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa 2023 exclamó: ¡en la Iglesia hay lugar para todos! ¡Para todos! (Francisco, Discurso del Santo Padre, 3.08.23).

@vidanuevadigital

t.ly/q4NND

POR LOS QUE HUYEN DE SU PAÍS – EL VIDEO DEL PAPA

Queridos hermanos y hermanas, quisiera que en este mes oremos por los que huyen de su país.

Al drama que viven las personas forzadas a abandonar su tierra huyendo de guerras o de la pobreza, se une muchas veces el sentimiento de desarraigo, de no saber a dónde se pertenece.

Además, en algunos países de llegada, los migrantes son vistos con alarma, con miedo.

Aparece entonces el fantasma de los muros: muros en la tierra que separan a las familias y muros en el corazón.

Los cristianos no podemos compartir esta mentalidad. El que acoge a un migrante, acoge a Cristo.

Debemos promover una cultura social y política que proteja los derechos y la dignidad del migrante. Y que los promueva en sus posibilidades de desarrollo. Y que los integre.

A un migrante hay que acompañarlo, promoverlo e integrarlo.

Oremos para que los migrantes que huyen de las guerras o del hambre, obligados a viajes llenos de peligro y violencia, encuentren aceptación y nuevas oportunidades en la vida.

 

Papa Francisco – Junio 2024

CONFERENCIA CIS 2025: LAS CONSTITUCIONES EN LA VIDA DE LOS JESUITAS HOY

La Curia General de la Compañía de Jesús en Roma ha anunciado el tema de la edición 2025 de la Conferencia CIS: Las Constituciones en la vida de la Compañía de Jesús. El evento tendrá lugar en la Ciudad Eterna del 23 al 25 de junio de 2025, e irá seguido de un taller sobre el Discernimiento “en común” del 25 al 27 de junio, con capacidad limitada. Cada edición de la Conferencia CIS se centra en un aspecto de la herencia de la espiritualidad ignaciana.

 

Tras el éxito del evento de 2023 sobre la Fórmula del Instituto, el Secretariado para el Servicio de la Fe ha anunciado que la conferencia del próximo año se centrará en otro documento fundacional de la Compañía de Jesús y su significado y expresión en la vida y trabajo de los jesuitas de hoy.

 

El Secretario, P. James Hanvey, sostiene que “las Constituciones son más que una serie de instrucciones para la vida y las obras apostólicas de los jesuitas – se insertan y trabajan desde el horizonte de los Ejercicios, y aunque pueden abordar en detalle estructuras organizativas, siempre lo hacen con una orientación hacia Dios y la acción de Dios en las vidas de las personas y en la historia”.

 

Al organizar la Conferencia, quiere animar a los jesuitas a reflexionar sobre si estos documentos siguen hablando e inspirando a la Compañía de Jesús. El evento pretende ser también una oportunidad para explorar las Constituciones como valioso recurso para la renovación de la Compañía. Más aún, los organizadores subrayan que “la Conferencia será de particular interés para quienes participan en la formación de los jesuitas y para cualquiera que esté implicado en la misión de la Compañía”.

 

Por esta razón, se espera que los colaboradores y compañeros en la misión y aquellos que estudian el carisma de la Compañía se sientan animados a asistir. Los idiomas de este evento serán español e inglés.

 

La Conferencia irá seguida de un taller sobre el discernimiento en común, una práctica que se ha introducido cada vez más en la vida de la Iglesia a través del desarrollo de la sinodalidad bajo el liderazgo del Papa Francisco. Este taller explorará la teología, la teoría y la práctica del discernimiento en común, y estará dirigido por dos jesuitas: Franck Janin y José de Pablo. El idioma de este evento será el inglés.

 

Una lista detallada de los temas y áreas de reflexión de la Conferencia y del Taller, así como todos los detalles logísticos y la posibilidad de inscribirse, se puede encontrar en www.jesuit.events/cis2025

@jesuitsglobal

t.ly/GdXSs

“EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO”

Se nos bautizó, tal como Jesús había indicado a sus discípulos instantes antes de la Ascensión y nos recuerda el evangelio de este domingo, “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Eso no es simplemente una fórmula, sino que es, sobre todo, una propuesta de vida. Nuestro bautismo es un compromiso, que renovamos solemnemente al menos en la Vigilia Pascual de cada año, de vivir “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. La fe en la Trinidad y el bautismo recibido en esa fe afecta a toda nuestra vida, de una manera mucho más concreta de lo que muchas veces podamos pensar. Os propongo reflexionar sobre ello.

“Vivir en el nombre del Padre”: ¿qué es, ¿qué significa, ¿cómo se concreta eso? Afirmar a Dios como Padre es afirmar que Alguien nos ha dado la vida con inmenso amor y que alguien cuida de nosotros todos los días de nuestra vida, desde que somos concebidos e incluso después de nuestra muerte temporal. Y hay dos respuestas a ese Dios Padre, las respuestas humanas a cualquier padre bueno: el agradecimiento y la confianza. Agradecimiento por la vida recibida y por su cuidado y cercanía. Confianza plena, más allá de las circunstancias concretas del día a día: el niño pequeño necesita ser acariciado cada día; a medida que nos hacemos adultos nos basta saber que Él está.

“Vivir en el nombre del Hijo”: de ese Hijo que se encarnó y vivió en este mundo, cuyo evangelio conocemos y leemos, que pasó haciendo el bien, con especial cariño a los más pequeños y desvalidos. Un Hijo que convocó a su alrededor discípulos y que nos ha elegido también a nosotros, gratuitamente, y no debido a nuestros posibles méritos. Hay dos respuestas al Hijo que nos ha manifestado el amor del Padre: el seguimiento y la misión. Nos invita a seguirle, a caminar tras Él y al modo de Él por la vida y para ello necesitamos estar cerca, orar para no perderle de vista, participar de su mesa. Pero también nos envía a anunciar lo que Él anunció y a continuar el bien que Él comenzó.

“Vivir en el nombre del Espíritu Santo”: porque el Hijo ascendió, pero no nos dejó solos ni desvalidos; nos envió el don, la luz y la fuerza de su Espíritu. Espíritu que nos capacita para amar como Él amó, para sentir como Él sintió, para transformar como Él transformó. “Vivir en el nombre del Espíritu Santo” supone muchas cosas, pero hoy quiero subrayar sólo dos. Vivir en libertad: ser libres y liberar de todo aquello que esclaviza a la persona humana. Vivir en fraternidad y comunión: construyendo comunión más allá de la humana diversidad de lenguas, culturas, sensibilidades y búsquedas.

Darío Mollá, SJ

@centroarrupevalencia

Mesa dela comunidad parroquial en fiesta al aire libre

La parroquia y nuestro Dios Trino

El Domingo de la Santísima Trinidad debería ser el día de las comunidades cristianas. El verdadero sacramento y signo de este misterio trinitario debe serlo la iglesia en su conjunto. La reciente noticia de la comunidad contemplativa de las clarisas en Burgos no deja de ser el mayor anti signo de lo que es realmente la espiritualidad de lo trinitario. Allí donde hay un signo de comunidad y de unidad, allí está el Dios trinitario…donde hay dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos. Donde hay separación y división ahí está el espíritu del mal.

 

Así lo recoge el Evangelio de Mateo (28,16-20): “En aquel tiempo, los Once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo»”.

 

Trinidad y comunidad

Por los concilios de Toledo se decía con acierto y gracia que creemos en un solo Dios, pero no en un Dios Solitario. La realidad económica de la Trinidad revelada a lo largo de la historia de la salvación nos muestra el sentido comunitario de lo divino. La relación del Padre con el Hijo desde el Espíritu nos adentra en el misterio del amor divino, en sus realidades personales con esa comunicación de amor que les hace uno y únicos.

La realidad creada está llamada a ser insertada en ese amor trinitario. El proceso cristológico que sustenta la eclesiología es de ese orden de amor fraterno y trascendente, la Iglesia es y existe para la fraternidad universal como horizonte último en el que todo será en Cristo, unificado y glorificado.

 

Iglesia y Trinidad, comunidades oasis

La Iglesia no tiene otro fundamento y fuente en la que beber que no sea la Trinidad. Ella es fruto de esa relación trinitaria y está llamada a ser y vivir en relación con ella y como ella. Sacramento de la unidad de Dios y de la unidad de Dios con los hombres. Fundada en Cristo, es alimentada por su Espíritu resucitado, para llevar a los hijos de Dios al encuentro con el Padre. Nada puede hacer por su cuenta, todo ha de hacerlo como el Padre en el Hijo por el Espíritu Santo. Estas verdades teológicas se plasman en la construcción de comunidades de vida donde la fraternidad, el perdón, la justicia y la paz estén presentes.

 

La dimensión eclesial de nuestra fe pasa por la vivencia de la comunidad en lo singular y concreto de los espacios propios en los que vamos proyectando nuestras vidas y conociendo a Jesucristo junto a los hermanos. Según nos vamos adentrando en la vivencia de la fe surgen en nosotros los deseos de construir espacios fraternos que sean verdaderos oasis para la sed del mundo y el cansancio de la historia.

 

Las comunidades cristianas, alimentadas por el Padre, han de ser fiel a sus deseos de salvación, lugares donde puedan llegar los sedientos, los cansados del camino, los agobiados, los tristes para encontrar en los hermanos el descanso, la paz, la alegría, el agua de la vida. En ellas se ha de ofrecer el verdadero conocimiento de Jesucristo que lleva a la comunión con él, provocando el deseo de seguirle y tener sus mismos sentimientos de amor y servicio a la comunidad.

 

En la comunidad experimentaremos cómo el Espíritu se derrama en nuestros corazones para liberarnos de los miedos y darnos la fuerza necesaria para liberar, desatar, perdonar, curar, levantar. No se trata de heroicidades conseguidas con nuestra voluntad, sino de apertura a la acción del Espíritu de Jesús que actúa en nuestra debilidad y más allá de nuestros pecados para que otros muchos puedan salvarse. Hoy se nos pide volver a nuestra fuente y nuestra raíz la Trinidad, su comunidad y amor fundante.

 

La parroquia del porche: nuestro lugar y signo trinitario

Recientemente celebramos a bombo y platillo, cuando nos dejó la pandemia, ese número de cumpleaños que invita a pararse y reflexionar, para alabar y dar gloria a Dios. Nuestra parroquia de Guadalupe cumplía sus primeros 25 años. En realidad, nada comparado con lo que es la historia de la Iglesia, sus dos milenios, pero también es verdad que la Iglesia no sería lo que es sin esa multitud tan concreta de comunidades eclesiales parroquiales. Las comunidades cristianas como sacramento de la eclesialidad que ha de ser sacramento de la unidad de los hombres entre sí y de éstos con Dios. Pero al hilo de la Trinidad y su celebración os quiero hablar de una realidad simbólica que ha sido el porche, así lo pensábamos cuando lo inauguramos…

 

En la parroquia estrenamos por aquellos años un porche que acababa de ser construido, junto a unas escaleras nuevas para que no hubiera peligro en el salón de arriba, era algo que nos exigían legalmente. Pero la idea del porche nacía de otros planteamientos. La parroquia está ahí desde hace unos cuantos, de años, se hizo una primera parte de un proyecto más ambicioso y se habilitó el salón de actos como templo, la idea era hacerlo cuando se pudiera; sin embargo, ha sido más urgente hacer el porche que un templo nuevo. La razón fundamental es que queremos que sea una parroquia de acogida y de encuentro, nos faltaba un espacio en el que detenernos, saludarnos tranquilamente, en el que jugaran los niños cuando vienen a catequesis, donde se pudiera estar por estar, y sobre todo donde pudiéramos celebrar cosas de vida y fiesta.

 

De alguna manera, entendiéndolo bien, se imponía pasar del Dios del Templo al Dios del porche, al servicio de la comunidad, así que ahora tenemos un templo digno, pero un porche casi de lujo en su pobreza y en su sencillez, esto parece más casa amplia de la comunidad parroquial, en la que templo, salones y salas, amén de porche, junto al patio se conjuntan en esa armonía de hogar y taller en el calor y en la luz de la comunidad heterogénea, abierta y luminosa.

 

En ese porche hemos vivido momentos de comunión y compartir que quedarán grabados en los corazones de niños, jóvenes, adultos, abuelos, asociaciones, instituciones que rodean a la parroquia de cuidado de personas con dificultades y necesidades especiales.  Cuántas veces hemos bailado, rezado, comido, cantado, convivido…qué gozo la algarabía de los encuentros y de los aperitivos, de las celebraciones pasando de la misa a la mesa. Recuerdo como anécdota como mi madre imposibilitada, cuando le decía que hoy iría a la historia del aperitivo – el día que se inauguraba y bendecía el porche- , me dijo con su voz apagada: “Muy bien hijo… porque no es lo que se come es lo que se vive y se disfruta en ese relacionarse con los otros”. Allí estaba el espíritu de una parroquia que se está haciendo y va avanzando con alegría, con aquellos que la comenzaron desde lo poco, siendo grano de mostaza, junto a todos los que ya se van agregando y vienen a anidar a sus ramas. Un proceso de vida comunitario que es ilusionante.

 

¡’Viva el porche de la parroquia de Guadalupe’! ¡Viva esta forma de bendecirlo Viva el Dios que lo habita en la intemperie!. Alabado sea el Dios trinitario que nos ha hecho a su imagen.

 

Siguen llegando personas que buscan espacio comunitario parroquial, yo me acuerdo de ellos y sus deseos de participar, al celebrar la fiesta de la trinidad como signo de la dimensión comunitaria de lo divino y de la fe. Bienvenidos y ojalá la comunidad sepa acogeros y daros el lugar y la vida que buscáis para vuestros hijos y para vosotros.

 

José Moreno Losada

@vidanuevadigital

Evangelio del Domingo: “RECIBID EL ESPÍRITU SANTO”

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 20, 19-23)

Concluimos este año la celebración de la Pascua del Señor con la solemnidad de Pentecostés, en la que se actualiza para toda la Iglesia y para cada uno de nosotros el gran don del Señor Resucitado, el don del Espíritu Santo. El evangelio de este domingo recoge precisamente ese gesto y ese momento tal como nos lo narra el evangelista Juan: “sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo”. Un soplo que es soplo de vida, de vida nueva, de nueva creación, y que rememora aquel primer soplo de vida que infundió Dios al género humano en el momento de la creación: “Entonces Yahvé Dios modeló al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (Génesis 2, 7).

Las tres lecturas que nos propone la liturgia de este domingo inciden en tres dimensiones que la acción del Espíritu hace posible en la historia humana y que, creo, son especialmente significativas en nuestro mundo de hoy. Son, en su conjunto, una “nueva” y necesaria propuesta de vida.

La primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, hace hincapié en una fraternidad universal más allá de la diversidad de lenguas: “cada uno oímos hablar de las grandezas de Dios en nuestra propia lengua” (Hechos 2, 11). Así es: Dios es el Dios de todos y para todos, Dios no excluye a nadie de su amor y de su bondad; somos los humanos, o, mejor dicho, nuestro egoísmo y nuestra soberbia los que excluyen y marginan. El Espíritu de Jesús es una propuesta de fraternidad universal más allá de la diversidad de lenguas y culturas.

La segunda lectura, tomada de la primera carta a los Corintios de Pablo, hace hincapié en la comunión eclesial más allá de la diversidad de carismas. Porque hay muchos y diversos carismas, que sólo son tales si confluyen en el bien de todo el cuerpo: “a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común” (1ª Corintios 12, 7). El problema en la Iglesia no es la diversidad de carismas, de sensibilidades evangélicas; el problema es cuando un carisma se cree el único valioso o superior a los demás y toma posturas excluyentes. El Espíritu de Jesús es un espíritu de comunión; no de uniformidad, pero sí de comunión.

El texto evangélico de Juan que nos propone la Iglesia hoy vincula de modo inmediato y directo el Espíritu de Jesús con la misericordia: “Recibid el Espíritu Santo: a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados”. La misericordia era evidentemente una característica básica del espíritu, del modo de ser de Jesús. Una misericordia que no eran sólo palabras, sino acogida de los pecadores y de los descartados, que era denuncia de las injusticias especialmente si se hacían en el nombre de Dios y que acabó siendo entrega de la vida.

Darío Mollá, SJ

@centroarrupevalencia

Evangelio del Domingo: “El señor Jesús fue elevado al cielo”

Solemnidad de la Ascensión del Señor – Ciclo B

(Marcos 16, 15-20)

 

La Iglesia nos propone en este domingo en que celebramos la Ascensión del Señor el final actual del evangelio de Marcos. Más allá de las discusiones de los especialistas en exégesis sobre si este es el auténtico final del evangelio de Marcos o es un texto añadido, los versículos que contemplamos nos permiten varias reflexiones que nos pueden ayudar y que os quiero proponer.

 

Comenzando por lo más nuclear del mensaje del evangelio de hoy, que “el Señor Jesús fue elevado al cielo”, nos ayudará caer en la cuenta de quién es ese Jesús, esa persona humana que está junto a Dios, sentado a la diestra de Dios Padre, tal como proclamamos en el Credo de la misa. Es el Jesús que nació pobre en Belén, y “al cabo de tantos trabajos de hambre, de sed, de calor, y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz” (Ejercicios Espirituales de San Ignacio nº 116). Es el Jesús que fue rechazado por muchos de sus contemporáneos y, de un modo particular, por las autoridades religiosas de su tiempo. Es también el Jesús que pasó haciendo el bien, amigo de pobres, pecadores, enfermos, olvidados. Ese Jesús es el que está junto a Dios; conviene no olvidarlo ni pensar que quien está junto a Dios Padre es “otro” Jesús distinto, hecho a nuestro gusto y medida. Los criterios de Dios Padre no son los criterios de “exaltación” humanos, son bastante distintos.

 

El segundo mensaje que quiero resaltar en el evangelio de hoy es la insistente llamada a ser testigos de ese Jesús y su evangelio en todas partes. En unas pocas líneas se habla de “todo el mundo”, “toda la creación”, “todas partes”. Seguramente el sentido primero de esta insistencia de universalidad es el geográfico; pero quizá en nuestro mundo ya tan interconectado y globalizado, esa llamada puede tener otro sentido, otra dimensión. Ser testigos en todos los ámbitos de nuestra vida (en la familia, en el trabajo, en nuestros círculos de amistad o de acción social), ser testigos dentro y fuera, donde sentimos calor y donde se nos acoge con frialdad o incluso con rechazo, en ambientes conocidos y en los desconocidos. Ser testigos de Jesús y de su evangelio siempre.

 

Acaba el evangelio de esta solemnidad citando unos “signos” que acompañarán a los que creen y que confirman que el Jesús que está junto a Dios sigue también estando con nosotros e intercediendo por nosotros (“no se ha ido para desentenderse” dice el prefacio de la misa de hoy), dándonos la capacidad y la fuerza para vivir la vida cotidiana, especialmente en sus dificultades, con otro ánimo y con otra fuerza con la que, además, seremos capaces de ayudar, aliviar sufrimiento y consolar a los que sufren.

 

Darío Mollá, SJ

@centroarrupevalencia

Papa Francisco preside celebración frente a cardenales romanos

Papa Francisco proclama el Jubileo 2025

 ‘¡Que la esperanza llene nuestros días!’

La esperanza es el tema general del próximo Jubileo Ordinario de 2025, tema reflejado en las palabras iniciales de la bula de invocación, titulada Spes non confundit (La esperanza no defrauda).

Largos pasajes de la bula fueron leídos antes de la celebración de las vísperas del jueves de la Ascensión, en la basílica de San Pedro, durante una ceremonia en la que fue entregado solemnemente el documento a los arciprestes de las cuatro basílicas papales, a los proprefectos del Dicasterio para la Evangelización y a los representantes de los obispos del mundo.

 

En Spes non confundit, el Papa Francisco anuncia que el Año Jubilar comenzará con la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, en la víspera de la Navidad de 2024.

“A lo largo del año”, escribe el pontífice, “se deben hacer todos los esfuerzos posibles para que el Pueblo de Dios participe plenamente en el anuncio de la esperanza en la gracia de Dios y en los signos que atestiguan su eficacia”.

 

Una oportunidad para renovarnos en la esperanza

«Todo el mundo sabe lo que es la esperanza», escribió el Papa en la introducción de la Bula. “En el corazón de cada persona habita la esperanza como deseo y expectativa de lo bueno que vendrá, a pesar de no saber lo que nos deparará el futuro”, sostuvo.

Expresando su deseo de que el Jubileo sea “una oportunidad para renovarnos en la esperanza, el Papa Francisco recordó que la peregrinación es “un acontecimiento fundamental de todo acontecimiento jubilar”, tradicionalmente asociado a la búsqueda humana del sentido de la vida.

En particular, invitó a todas las Iglesias particulares del mundo a preparar a los sacerdotes y a los fieles para la confesión sacramental, que debería estar disponible durante todo el Año Jubilar.

isologotipo jubileo 2025 peregrinos de la esperanza

La Iglesia necesita esperanza

“La Iglesia necesita esperanza”, añadió el Papa, para que nunca olvide que, “como Esposa de Cristo, es amada con amor eterno y fiel, llamada a mantener en alto la luz del Evangelio y enviada a llevar a todos el fuego que Jesús trajo definitivamente al mundo”.

“Cada uno de nosotros, hermanos y hermanas, necesitamos esperanza en nuestras vidas”.

“Hermanos y hermanas”, concluyó, “que el Señor, resucitado de entre los muertos y ascendido al cielo, nos conceda la gracia de redescubrir la esperanza, de proclamar la esperanza y de construir la esperanza.+

 

Fuente: @aica

Presentación del Logo t.ly/NKup0

pulsando

58a Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. “Inteligencia artificial y sabiduría del corazón”

“Inteligencia artificial y sabiduría del corazón: para una comunicación plenamente humana” es el título del mensaje del Papa Francisco para la 58ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales pautada para el domingo de la Ascensión.

Es un tema que el Santo Padre ha dedicado mucha atención en este año, sobre todo cuando la humanidad vive una época que “corre el riesgo de ser rica en tecnología y pobre en humanidad, nuestra reflexión sólo puede partir del corazón humano”.

A continuación, cinco claves de lectura del documento 

  1. Descifrar la sabiduría del corazón

El Papa aseguró que sólo recuperando la sabiduría del corazón “podremos leer e interpretar la novedad de nuestro tiempo y redescubrir el camino de una comunicación plenamente humana” en medio de los avances tan vertiginosos.

Describe el corazón no como una unidad abstracta, sino que “bíblicamente” el corazón es “la sede de la libertad y de las decisiones más importantes de la vida” y, especialmente, “el lugar interior del encuentro con Dios”.

La sabiduría del corazón es “esa virtud que nos permite entrelazar el todo y las partes, las decisiones y sus consecuencias, las capacidades y las fragilidades, el pasado y el futuro, el yo y el nosotros”.

Por tanto, “no podemos esperar esta sabiduría de las máquinas” aún cuando “las máquinas poseen una capacidad inconmensurablemente mayor que los humanos para almacenar datos y correlacionarlos entre sí”, pero “corresponde al hombre descifrar su significado”. 

  1. Vencer el delirio de omnipotencia

El avance tecnológico implica desmontar esa narrativa de autosuficiencia humana para “despertar al hombre de la hipnosis en la que ha caído debido a su delirio de omnipotencia, creyéndose un sujeto totalmente autónomo y autorreferencial, separado de todo vínculo social y ajeno a su creaturalidad”.

El Santo Padre advierte sobre “la tentación original de llegar a ser como Dios sin Dios” y “de querer conquistar por las propias fuerzas lo que, en cambio, debería acogerse como un don de Dios y vivirse en la relación con los demás”.

  1. Contrarrestar la desinformación

¿Oportunidad o peligro? Es un dilema siempre latente al hablar de los sistemas de inteligencia artificial. El Sumo Pontífice señala que “pueden contribuir al proceso de liberación de la ignorancia y facilitar el intercambio de información entre pueblos y generaciones diferentes”.

Sin embargo, al mismo tiempo “pueden ser instrumentos de contaminación cognitiva, de alteración de la realidad a través de narrativas parcial o totalmente falsas” que se creen —y se comparten— como si fueran verdaderas.

Él mismo ha mencionado que fue víctima de estas manipulaciones de la IA  cuando circularon fotos (deepfakes) que “parecen perfectamente verosímiles pero que son falsas”.

Por ello, ha invitado a actuar preventivamente y proponer modelos de regulación ética para “frenar las implicaciones nocivas y discriminatorias, socialmente injustas, de los sistemas de inteligencia artificial y contrarrestar su uso en la reducción del pluralismo, la polarización de la opinión pública o la construcción de un pensamiento único”. 

  1. Implicaciones éticas

A pesar de los prometedores avances “estamos llamados a crecer juntos, en humanidad y como humanidad”. El reto consiste en “dar un salto cualitativo para estar a la altura de una sociedad compleja, multiétnica, pluralista, multirreligiosa y multicultural”.

Para Francisco “es inaceptable que el uso de la inteligencia artificial conduzca a un pensamiento anónimo, a un ensamblaje de datos no certificados, a una negligencia colectiva de responsabilidad editorial”.

En este sentido, la información está ligada a la relación existencial: “Implica el cuerpo, el estar en la realidad; exige poner en relación no sólo datos, sino también las experiencias; exige el rostro, la mirada y la compasión más que el intercambio”.

También la inteligencia artificial “podrá contribuir positivamente en el campo de la comunicación si no anula el papel del periodismo sobre el terreno” y, por el contrario, “lo respalda”.

Aquí prima un tema ético: la responsabilidad directa del comunicador sobre los contenidos que genera y devolver a cada ser humano el papel de sujeto, con capacidad crítica, respecto de la misma comunicación. 

  1. Discernir juntos

Son muchas las interrogantes en torno a las secuelas de la inteligencia artificial, “la respuesta no está escrita, depende de nosotros”, dice Francisco. Corresponde a cada quien “si se convierte en alimento de algoritmos o en cambio sí alimenta su corazón con la libertad”.

Agrega que la sabiduría del corazón “madura sacando provecho del tiempo y comprendiendo las debilidades”. Una tarea que crece “en la alianza entre generaciones, entre quienes tienen memoria del pasado y quienes tienen visión de futuro”.

El Papa explica que en un “todos juntos” crecerá “la capacidad de discernir, de vigilar, de ver las cosas a partir de su cumplimiento. Para no perder nuestra humanidad, busquemos la Sabiduría que es anterior a todas las cosas”.

En definitiva, la sabiduría “nos ayudará también a orientar los sistemas de inteligencia artificial a una comunicación plenamente humana”.

Descargue el Mensaje en PDF t.ly/wj_pc

Fuente @adncelam t.ly/JnuSK