Encuentro de Delegados de Pastoral Juvenil y Pastoral Vocacional

Del 8 al 12 de mayo, los Delegados de Pastoral Juvenil y Pastoral Vocacional de las Provincias de la CPAL se reunieron en Paraguay. Al encuentro asistieron los delegados de todas las provincias con excepción de Bolivia. A continuación, un relato día a día que los participantes han difundido para dar a conocer lo ocurrido y trabajado en el Encuentro.

El lunes 8, fue un día dedicado, primero, a conocernos, dedicando un tiempo generoso a la presentación personal de los miembros del Equipo, que concebimos como comunidad en dispersión. Y luego a conocer las experiencias pastorales, tanto juveniles como vocacionales, en cada Provincia.

El martes y miércoles el día fue dedicado a la formación. Con su sabia experiencia, el P. Carlos Domínguez Morano, de la Provincia de España, nos ayudó a profundizar en el tema de la afectividad y sexualidad en la juventud; y a descubrir pistas para la comprensión y el acompañamiento de los jóvenes con quienes trabajamos.

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El martes, culminamos el día con la presentación de la realidad de la Compañía en Paraguay, ayudados por el P. Socio, Gabriel Insaurralde SJ. A su vez pudimos profundizar en el conocimiento de la realidad venezolana, y de la mano de Robert Rodríguez SJ, miembro de nuestro Equipo. Ambas exposiciones nos han abierto la sensibilidad y el ánimo para sentirnos más cerca de las dos realidades.

El día jueves fue dinamizado por tres temas que nos pedían reflexión y propuestas: 1) La recepción de lo vivido en Impactando, y los desafíos que esto nos plantea; 2) el Sínodo de Obispos sobre “Juventud, la fe y el discernimiento vocacional”, nuestro modo de acoger esta propuesta de la Iglesia y, a partir de ella, comenzar a diseñar cómo trabajarla con los jóvenes; y por último, 3) poner la mirada en el Magis 2019, conocer el estado de la cuestión de la mano de José Antonio Rubio, delegado de Centroamérica, para luego aportar nuestras ideas, y así pensar la manera de articularnos para ayudar a esta preparación que es y será muy exigente.

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El viernes tuvimos una mañana de dispersión, paseando por el centro de Asunción, visitando la Casa de la Independencia. Por la tarde, definimos algunas tareas y acuerdos que nos ayudarán a articular nuestro trabajo. Realizamos la evaluación del encuentro semana, y culminamos nuestra reunión.

El ritmo de los días fue sostenido por las oraciones matutinas y las Eucaristías, llevadas adelante por distintos compañeros. Sin duda, la dimensión espiritual ha sido la fuerza de nuestra escucha, de nuestra reflexión y discernimiento, y de nuestra amistad en el Señor.

Fuente: CPAL SJ

Características del Joven Ignaciano

En este artículo desarrollamos seis dimensiones desde las que los jóvenes ignacianos están invitados a pensar su Fe y la realización del Proyecto de Dios para sus vidas. Los puntos que presentamos a continuación no son sólo una propuesta de reflexión para los jóvenes, sino también un recurso para quienes los acompañan. Este acompañamiento tiene como objetivo principal colaborar con el encuentro personal con Jesucristo, y ayudar a conocer y asumir la propia vocación, como respuesta a la experiencia del amor de Dios.

1) Dimensión Fe-Misión:

Haciéndose consciente de la acción de Dios en el mundo, el joven que hace la experiencia ignaciana, se entiende como parte de un proyecto mayor que engloba a toda la creación. Dentro de este proyecto, quiere descubrir su lugar para colaborar con Dios. El dónde y cómo de esta colaboración nace como fruto del discernimiento, que es un proceso en el cual se predispone a escuchar la voz de Dios en su vida, para poder elegir su vocación. Es un proceso que se hace desde la libertad, y es un llamado que se vive dentro de una comunidad, implicándose con la vida de otros.

2) Dimensión Fe-Afectividad:

Se trata de integrar todas los ‘amores’ de su vida para ponerlos en torno a un amor que es Principio y Fundamento: el Amor de Dios. Este amor está cimentado en una experiencia de encuentro personal con Jesús, que se ha profundizado en el camino ignaciano. Es la experiencia de un amor que acaba por ‘afectarlo todo’. Y esto se refleja en el modo de vivir la relación con los demás, en cómo se gestionan y entienden sus afectos y su sexualidad.

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3) Dimensión Fe-Razón:

La fe del joven ignaciano no es puramente sentimental. Las elecciones que se dan a través del discernimiento implican incorporar las razones y las consecuencias de un determinado modo de seguimiento, al mismo tiempo que buscan la confirmación del Espíritu. Así el joven encuentra y da razones de su fe y su práctica religiosa, e intenta hacer que su vida sea coherente con aquello que cree. Pone así su potencial y sus competencias intelectuales al servicio de Dios.

4) Dimensión Fe-Justicia:

El joven ignaciano, así como busca reconocer la acción de Dios en el mundo, también se da cuenta de aquellas realidades injustas y las estructuras que las promueven. Sabiéndose parte del proyecto del Reino, se compromete con palabras y obras para servir a sus hermanos, especialmente aquellos más humildes y desfavorecidos, entendiendo que en ellos se sirve a Cristo mismo. Al mismo tiempo, busca encarnar los valores de justicia que Jesús anunció en las bienaventuranzas; y se preocupa por la participación social y política desde la vocación a la que se siente llamado.

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5) Dimensión Fe-Comunidad:

La experiencia de Fe del joven ignaciano no puede quedarse en una vivencia individual, sino que encuentra un valor especial en poder compartirla con otros y en ser parte de una familia universal en Cristo. Reconoce a la comunidad y a la Iglesia como un lugar donde Dios se hace presente y actúa. Se siente parte responsable de la misión de la Iglesia y sabe aprovechar la riqueza de los sacramentos y la Palabra vivida y compartida con los demás.

6) Dimensión Fe-Cultura:

El joven ignaciano está inserto en su contexto social y cultural con todas sus particularidades, y en gran medida está constituido por él. Dentro de este contexto, busca crecer en diálogo y servicio a los demás, más allá de las diferencias culturales, religiosas e ideológicas. De este modo, intenta contribuir a transformar su entorno hacia una convivencia más fraterna y solidaria. Reconociendo y respetando las diferencias sociales y culturales, busca expresar su mensaje de fe adaptándolo a las diferentes culturas en las que vive y se relaciona.

Resonancias de una Pascua en Misión

Un joven de la Red Juvenil Ignaciana Santa Fe comparte los pensamientos y sensaciones que le ha generado la experiencia de Misión en el barrio de Alto Verde durante la Semana Santa pasada.

Por Mauro Torres

Cuando uno cuenta a amigos, o hasta a su propia familia; “Me voy a misionar” te cuestionan diciendo… “¿vas a dejar tu familia, tiempo, amigos, tu novia, celular, fiestas y todo lo relacionado con las ‘vacaciones’ de Semana Santa para irte de misión y compartir momentos con personas que no conoces?»

Para mí, misionar ha sido, es y será una experiencia única e irrepetible. En ella, uno se descubre a sí mismo, sus cualidades, se sorprende de lo maravilloso que tiene al darse a lo demás, de cómo Dios habla a través de amigos, de compañeros de misión, de las personas que se visitan en las casas.

Podría dividir a la misión de dos maneras:

El shock con la realidad

Primero porque para llegar a Alto Verde, hay salir de la ciudad de Santa Fe y cruzar sólo una laguna. Siempre me llama la atención como, en cuestión de minutos, la realidad cambia.

Conocer estas realidades es la prueba de que, como sociedad, no hacemos nada por los demás.

Pero me pregunto si realmente las personas no saben lo que pasa en Alto Verde. ¿Será que vivimos en burbujas tan cerradas? O, ¿será que la televisión nos ha vendido otra imagen? O, ¿será que de ver tantas escenas o noticias ya estamos anestesiados? Y así catalogamos a mucha gente de ahí.

Después de vivir, convivir, compartir momento y charlas con la gente de ahí uno se da cuenta como los medios agrandan las cosas.

El encuentro con Dios

Al encontrarse con Dios, uno se da cuenta de los dones que Él te regala: inteligencia, alimentación, confort, los mejores médicos y hospitales, automóvil, computadora, trabajo, salud, amigos sanos, familia y la Fe. Darse cuenta que debo compartir todo eso con los demás, que debo dejar algunas cosas para ayudar a los otros. ¡La felicidad está en dar!

La gente no tenía nada, y aun así te ofrecían un mate, un vaso de agua, una torta asada o nos invitaban a comer… ¡Son personas sencillas pero que tienen postgrado, maestría y doctorado en generosidad!

Debemos aprender de la sabiduría de esta gente ¿Qué saben ellos? ¿Por qué no tienen nada y son felices? ¿Por qué son tan generosos en su pobreza?

Concluir que mi misión fue, no en uno, sino en dos lugares abandonados: Uno se llamaba Alto Verde y el otro… mi propio corazón.

Descubrí que mi corazón es a veces más desierto, más seco, más pobre de lo que me imagino. Descubrir que todas mis pertenencias materiales no llenan mi corazón sino al revés, corren el riesgo de estancarlo. Sólo Dios tiene el poder de inundar con la satisfacción, la felicidad y el Amor. Él es el único que nos puede enseñar a ser como esa gente: desapegados, sencillos, alegres, verdaderamente generosos y felices. Él es el único camino

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Los jóvenes: Riqueza Necesitada de Transformación

El papa Francisco ha llamado a un nuevo sínodo en 2018, que esta vez tendrá como tema de discusión, reflexión y oración a la juventud (o juventudes) Con el objetivo de ayudar a toda la Iglesia a prepararse para dicha cita, compartimos este texto que compila algunos dichos del Pontífice sobre los jóvenes.

Por Hernán Quezada

Hace unos días el Papa Francisco convocó a un nuevo sínodo, esta vez con el tema: Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Para ello se elaboró un documento de preparación al sínodo que plantea: “Cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que nos ayuden a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia”.

Francisco, creo yo, ha acertado en su análisis tratando de dar con una clave para responder a los grandes desafíos del mundo: Las juventudes. Es en los jóvenes en quienes nos jugamos muchas posibilidades, no por menos ha decidido sean también el tema de su oración este mes.

No sólo en el terreno de lo político son los jóvenes un actor estratégico, sino en los distintos ámbitos sociales y eclesiales resultan los jóvenes aliados estratégicos que hay que conocer, acompañar, incluir y escuchar.

Durante la visita del Papa Francisco a México en febrero del 2016 el tema de los jóvenes fue un tema central. En varias de sus intervenciones nos llamó a mirarlos y a ellos mirarse a sí mismos con una mirada nueva, esperanzada, digna, constructora y desafiante.

¿Cuál es el contexto en que viven los jóvenes?

El Papa Francisco en su homilía de Ciudad Juárez en 2016 dijo:

“Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que encima sufren estas formas de violencia. Es Injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos, «carne de cañón», son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas”.

“Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza. Y esta pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia.”

Cultura del descarte

Los jóvenes han nacido ya en esta cultura que el Papa ha llamado cultura del descarte, cultura de explotación de recursos y personas, y se resisten internamente a ella, pero no saben qué hacer.

“Frente a esta cultura, ellos no se perciben así mismos como una categoría desfavorecida o un grupo social que se debe proteger y, en consecuencia, como destinatarios pasivos de programas pastorales o de opciones políticas.”

“No pocos jóvenes quieren ser parte de acciones, quieren ser protagonistas, sin embargo si ellos no perciben fortalecida su identidad, no se sienten estimulados y sienten que no encuentran su espacio, son muy proclives a la renuncia o al cansancio para desear, soñar y proyectar, abandonan rápido los proyectos”. señala el texto pre-sinodal.

Los jóvenes enfrentan un mundo que cambia.

La rapidez de los procesos de cambio y de transformación es la nota principal que caracteriza a las sociedades y a las culturas contemporáneas (cfr. Laudato si’, 18). Como nunca se experimenta la fluidez del contexto, es un desafío programar a largo plazo.

La realidad, las cosas, los proyectos, parecen caducar a gran velocidad. Los jóvenes respiran incertidumbre en un contexto socioeconómico cada vez más precario. La desigualdad y la corrupción son notas constantes que suenan en torno a los jóvenes y constituyen esta liquidez en la que se encuentran.

En medio de tanta “liquidez”, los jóvenes se han quedado sin referentes sólidos, los cambios rápidos han llegado a instituciones sólidas como la familia y la Iglesia dejando a los jóvenes en la incertidumbre que provoca esta “liquidez”, parecen urgidos de asirse a algo que les de sostén e identidad, certezas.

Los jóvenes: una riqueza que debe ser transformada en esperanza

Si, para el Papa Francisco la solución a los grandes problemas está en los jóvenes, sólo desde ellos y con ellos será posible el futuro. Los jóvenes son la riqueza de nuestra sociedad pero está riqueza tiene que ser transformada en esperanza.

No se puede vivir sin esperanza, afirmará el Papa en Morelia en su discurso a los jóvenes. Para nuestra sociedad e iglesia los jóvenes son la riqueza, y deben ser transformados en esperanza, así pues, sin cuidar de la transformación, no hay futuro, de ese tamaño es la importancia de mirar, escuchar, atender y caminar con los jóvenes.

Esperanza que requiere de certezas

También afirmará el Papa en la memorable reunión con jóvenes en Morelia : “La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido¨ Y ahí tenemos otro desafío, garantizar que la juventud tenga la certeza que no todo está perdido.

Les dirá el Papa Francisco a los jóvenes: “Ustedes son la riqueza de México”, pero “se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos expuestos continuamente a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas. Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los derechos que terminan impulsándolos a situaciones límites.”

Resistencia que requiere de certezas

Llamará luego resistirse a las mentiras que se imponen como verdades a las y los jóvenes en México:

“…es mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes aquí es la pobreza y en la marginación; en la marginación de oportunidades, en la marginación de espacios, en la marginación de la capacitación y educación, en la marginación de la esperanza.”

El camino para vencer la mentira, la desesperanza, la amenaza a la juventud, según Francisco, es caminar de la mano de Jesucristo, esto es vivir a fondo, creer que vale la pena dar lo mejor de sí, ser fermento, ser sal y luz en medio de sus amigos, de sus barrios, de su comunidad, en medio de la familia.

Quedamos pues llamados a un sínodo, un sínodo que surge de la certeza de Francisco de que debemos mirar hacia la juventud, y en las y los jóvenes encontraremos la posibilidad de renovar la mirada. Una renovación urgente para nuestra iglesia y nuestras sociedades, pues ahí reside mucho de la esperanza de transformar la realidad.

Fuente: Entre Paréntesis

Testimonio de la Misión San Francisco Javier

Luciana Rey, una de las jóvenes uruguayas que participó de la misión cuenta su experiencia y la de su grupo en Raigón, uno de los 9 pueblos de la diócesis de San José por los cuales se repartieron los misioneros.

Por Luciana Rey

El 18 de febrero se celebró en la catedral de San José la misa de envío que daba comienzo a un nuevo ciclo de la Misión San Francisco Javier en Uruguay. Cerca de 120 jóvenes uruguayos y argentinos, pertenecientes a la Red Juvenil Ignaciana, se encontraban en un mismo lugar para vivir una semana de fe intensa y compartida en una de las 9 comunidades que nos esperaban.

Raigón fue el lugar que nos tocó misionar durante toda la semana a los 12 que formábamos inicialmente el grupo. Ocho chicas de la diócesis de San José se sumaron al grupo misionero, con las mismas ganas de mostrar una iglesia joven y comprometida con aquel que nos invita a más amar y servir.

El hecho de que Raigón fuera una localidad chica, con pocos habitantes, nos regaló una misión particular y muy cercana con la gente del lugar. El salir a misionar no se acotaba únicamente a las visitas de las casas a la mañana, ni a los talleres de la tarde. Misionar en Raigón duraba la cantidad de horas del día que estuviéramos despiertos. Solo bastaba caminar unos pocos pasos para charlar con algún vecino, recibir alguna visita o encontrarte con caras conocidas. Caras que iban tomando nombre y nombres que iban contando historias. Así íbamos compartiendo la vida día a día, hasta en los ratos “libres”, con charlas de pasada que a veces solo duraban cinco minutos. Este lugar nos fue recibiendo cada vez más y con esto nos fue regalando la capacidad de conocer de un modo más profundo y desde adentro, su dinámica, su funcionamiento, sus familias, sus alegrías y sus tristezas. Nos permitió contemplarlo desde el silencio de la oración y también hizo arder nuestros corazones al celebrar con mucho lío, gritos y canciones tanto bien recibido.

Me volvió a recordar que lo lindo de compartir la vida es hacerlo de igual a igual y que de nada sirve tratar de comprender la realidad del otro sin compartir, frente a esa realidad, también la mía. Es básicamente la palabra COMPARTIR la que resume mi semana en Raigón y la actitud, frente a la misma, de seguir gozando y celebrando el regalo de la vida.

Innumerables son las vivencias y las caras por las cuales agradecer a Dios su presencia, en especial por las de mi grupo misionero que me acompaño en este hondo proceso y con quienes compartí tanta alegría durante la semana, pero por sobre todo, con quienes sigo cultivando las ganas de continuar nuestra misión en Raigón por dos años más.

 

¿Qué es la Red Juvenil Ignaciana?

La Red Juvenil Ignaciana (RJI) es una herramienta que promueve en los jóvenes el crecimiento en una fe cristocéntrica que los lleve a un compromiso apostólico, con especial predilección hacia los más pobres y sintiéndose parte de la Iglesia.Red Juvenil

El objetivo de la Red es articular y dinamizar los movimientos y grupos de jóvenes ignacianos en Argentina y Uruguay.

Los grupos que conforman la RJI son formados por jóvenes de 18 a 33 años (aproximadamente). En general, los grupos son acompañados por Jesuitas, Religiosas y Laicos de Espiritualidad Ignaciana.

Además, la Red comprende cuatro pilares, sobre los cuales se propone a cada joven, hacer experiencia y crecer. Estos son:

  • Formación Integral: involucra cuestiones que ayuden al joven a crecer como persona, en su fe, su vocación y su servicio. Para ello, además de las instancias de formación que pueden darse dentro de cada grupo, la Red ofrece talleres de formación abiertos a todos los jóvenes de Argentina-Uruguay.
  • Espiritualidad: para crecer en interioridad e intimidad con el Señor, se ofrecen retiros, tandas de ejercicios espirituales, espacios de oración y acompañamiento espiritual.
  • Compromiso Apostólico: Se trata de espacios en los que los jóvenes puedan participar y comprometerse desde una tarea o un servicio concreto. Las actividades de servicio que se realizan dentro de la Red tienen una enorme variedad.
  • Comunidad: para ser parte de la RJI, es necesario ser parte de un grupo: la Fe del joven ignaciano es una fe que se vive y se comparte en comunidad. A su vez, la Red tiende puentes entre jóvenes de distinta procedencia, promoviendo una mayor conciencia eclesial.

 Una característica que identifica de modo particular a los jóvenes ignacianos es el estar en búsqueda. Los jóvenes ignacianos buscan encontrar a Dios inmerso en el mundo, para amarlo y servirlo en todo y en todos.

Después de la Misión San Francisco Javier

La semana pasada, jóvenes de toda la red Juvenil Ignaciana de Argentina y Uruguay estuvieron viviendo la Misión San Francisco Javier. Esta experiencia se realiza todos los años durante el mes de febrero. Este año participaron de la misma más de 100 jóvenes, que se dividieron en pequeñas comunidades, a lo largo de diferentes barrios y pueblos de la diócesis de San José, en Uruguay.

Compartimos aquí una entrevista que hizo Ecos Regionales Uruguay al Padre Ignacio Rey Nores SJ, que vive y trabaja en Montevideo, y dos jóvenes, Diego y Guadalupe, que compartieron la comunidad de misión con él en Trinidad.

¿Cómo vienen asumiendo esta experiencia llevada a cabo en el Interior del Uruguay?

-Guadalupe: Primero fue un desafío porque es un grupo de personas de diferentes lugares. Si bien en otros encuentros nos teníamos más o menos de vista, ahora es como empezar a formarnos en nuestra pequeña comunidad y luego poder salir a visitar las casas; quizá también a compartir vida y experiencias con las personas de Trinidad.

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Nos hemos encontrado con otras creencias, con otras religiones y lo rico es justamente eso, el compartir vida. Nos han recibido de maravillas, la generosidad que ha tenido la Parroquia Nuestra Señora de Luján –tanto el Padre Gabriel, como las Hermanas y toda la comunidad- ha sido una caricia al alma, porque sin conocernos nos han llenado de cariño y nos han acompañado en todas las actividades que realizamos.

 -¿Qué tal la misión? ¿Cómo calificas este contacto con la comunidad trinitaria?

-Diego: La misión significa enamorarse y ser parte de la comunidad. Este año y por tres años va a ser acá en Parroquia de Luján en Trinidad, donde nos han recibido en forma espectacular. No nos imaginamos que fuera así, nos han acogido muy bien y por eso el agradecimiento a la Diócesis de San José donde existe tanta preparación y participación de los jóvenes.

Nosotros salimos a misionar con jóvenes de Trinidad, que están involucrados, de ahí que estemos muy agradecidos y felices porque vemos a esa Iglesia que quiere salir a misionar, como dice el lema de la Diócesis de San José.

 ¿Qué le plantean a la gente en esta misión?

-Diego: Lo primero ha sido conocernos, vamos a estar tres años compartiendo con la gente, llevando la Buena Noticia del Evangelio, estar con ellos. A veces es necesario solamente escucharlos, otras veces es necesario una palabra de aliento, hacer un lectura, bendecir las casas.

Eso lo hacemos en la mañana, y en la tarde la idea es participar en los talleres. Ahí va la parte de nuestro lema que es Vengan y Vean. Saben que están los misioneros, pero que no se queden solo con eso, sino que vengan y vean lo que es la misión, los talleres y con ellos profundizar un poco más en la lectura del día.

 ¿Cuál es el mensaje que pueden resumir, dirigido fundamentalmente a los jóvenes?

-Guadalupe: Que confíen en ellos, que confíen en sus sueños, que vengan y vean a este Cristo que nos está buscando.

– Diego: Me sumo a ese mensaje de Guada y agrego que se insiste con que la juventud está perdida, pero creo que en Trinidad hemos conocido lo contrario. La juventud en este lugar no está perdida; hay más de 30 jóvenes participando en los talleres, así que, como dice el Papa Francisco, que salgan y hagan ruido, se manifiesten y crean en Jesús.

¿Qué es lo que has vivido estos días en Trinidad?

Ignacio Rey Nores SJ – Lo que me ha tocado en la Parroquia de Luján es ver una Iglesia de puertas abiertas. Como nos reciben a nosotros los misioneros, recibe día a día, fin de semana a fin de semana, una gran variedad de personas –niños, jóvenes, adultos- y de actividades.

A mí me pasa como párroco que también uno tiene que generar actividades donde se facilite el encuentro con Jesús. Y esas actividades de catequesis, de rumbear la palabra de Dios, de salir al servicio, lo que hacen los Vicentinos, lo que hacen las Hermanas, todo eso genera una atracción en la comunidad que quiere estar, que quiere sentirse parte.

Entonces, me he encontrado con eso, con una Iglesia de puertas abiertas y también con un énfasis más diocesano de ser una Iglesia Misionera.

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Ese esfuerzo de sumarse a tantas actividades de misión, antes fue con los Oblatos y ahora venimos nosotros de la Red Juvenil Ignaciana, con el deseo de sumar a la comunidad entera a que salga a misionar.

Nos ha tocado salir mucho con los adolescentes y con los jóvenes de esta comunidad parroquial, y vemos cómo encaran estos pibes la misión, con experiencias como la de las Hermanas Pobres Bonaerenses del Colegio San José y con otras experiencias, con la misma fe, con el mismo deseo de salir a las casas para disfrutar de esa sintonía de querer anunciar a Jesús

Se Acerca la Misión San Francisco Javier

Del 18 al 26 de febrero, los jóvenes de las Red Juvenil Ignaciana estarán viviendo la Misión San Francisco Javier que inicia un nuevo ciclo en la diócesis de San José.

La Misión San Francisco Javier es organizada por la Red Juvenil Ignaciana de Uruguay. De ella participarán, este año, más de 100 jóvenes de Uruguay, Argentina y Chile.

El grupo misionero de los jesuitas comenzaron esta experiencia misionando en la ciudad de Melo, después se inició un ciclo de tres años en la Diócesis de Florida, otros tres en la de Tacuarembó, tres en la de Salto, tres en Mercedes y en febrero 2017 se iniciará un nuevo ciclo en la Diócesis de San José de Mayo, que comprende los departamentos de San José y Flores. El mismo se extenderá hasta 2019.

 La Red Juvenil Ignaciana de Uruguay está integrada por Jóvenes de Parroquias Jesuitas de Montevideo, Comunidad de Vida Cristiana (CVX), Universidad Católica del Uruguay, Jóvenes voluntarios del Colegio Seminario y del Liceo Mons. Isasa, Jóvenes de la Iglesia de Hnas. Esclavas del Sagrado Corazón, Jóvenes voluntarios del Colegio San Javier (Tacuarembó), entre otros.

 Se lanza la misión

 La Misión San Francisco Javier iniciará este ciclo el 18 de febrero a las 18 horas en la Basílica Catedral de San José en una celebración que presidirá el Obispo de San José de Mayo, Mons. Arturo Fajardo y será concelebrada por los sacerdotes jesuitas que acompañan la misión.

Los jóvenes han seleccionado como lema para esta misión “Vengan y Vean”, tomado del evangelio de Juan, donde se narra un diálogo entre Jesús y sus apóstoles, allí le preguntan “Maestro, ¿Dónde vives?”. Jesús les dijo: “Vengan y vean”. Fueron y vieron dónde vivía. Eran como las cuatro de la tarde; y se quedaron con Él el resto del día”, narra el Evangelio.

 Los jóvenes se instalarán en diferentes localidades de la Diócesis: Rafael Perazza, Ecilda Paullier, Rodríguez, Raigón, Capurro, Trinidad y San José de Mayo. Allí visitirán las casas y ofrecerán los diferentes talleres y actividades que han estado preparando a lo largo de todo el año pasado.

Fuente: Diócesis de San José

Un lugar lleno de Dios: Misión RJI Santa Fe

Como todos los años, un grupo de jóvenes de la Red Juvenil Ignaciana Santa Fe, se traslada durante una semana del mes de enero al Recreativo Benito Legerén de la Ciudad de Concordia, Entre Ríos. Sin embargo, cada año y para cada ‘misionero’, la experiencia de encuentro con Dios en el otro se renueva y resignifica. Uno de sus participantes, Facundo Gorla, nos comparte su testimonio. 

Por Facundo Gorla

Esta no fue mi primera vez en Benito Legerén, tampoco mi primera misión. Pero sí fue mi primer recreativo, y tengo que decir que lo que se vive es distinto.

Al comenzar la mañana, te encontrás con el grupo y todos tienen buena onda. Llegas a la cocina y el grupo de servicio que le tocaba ese día ya tiene todo preparado para el desayuno. Se contagia la alegría, las ganas de salir al encuentro de los chicos. Lo que sigue es la oración, que te da las fuerzas para todo el día. Y luego comienza el tiempo de encuentro con los del Recreativos chicos: abrazos, besos y sonrisas por doquier.

 A mí particularmente me tocó estar en una actividad en la que no tenía tanto contacto con los niños, ya que mi tarea, junto a un grupo de mucha buena onda y ganas, era pintar algunas áreas del colegio. Sin embargo, esos chicos no mezquinan el amor. Cada vez que me veían, me saludaban por mi nombre y me daban un abrazo interminable que me llenaba de ganas de seguir trabajando por ellos.

 Con quienes sí tuve mucha cercanía en esta semana, gracias a Dios, fue con los chicos que viven en el hogar. Ellos tenían la tarea de acompañarnos en el grupo de pintura. Al final, terminamos nosotros acompañándolos a ellos. Es destacable la cultura de trabajo y la voluntad que tienen. Entre pinceladas, compartir con ellos desde la cercanía y se generaron conversaciones muy sinceras y profundas.

 Afortunadamente, pudimos terminar antes de tiempo con la pintura, y tuve la posibilidad de recorrer las otras actividades que se hacían simultáneamente durante la mañana: deportes, pileta, química y caminata, inglés, plástica y aula. Los “profes” (mis compañeros de misión santafesinos) me hicieron parte de ellas , y allí pude recibir incontables sonrisas y abrazos de los niños.

 Siguiendo con el día, después de almorzar las ricas comidas que nos preparaban Moni, Olga, Martín y las madres del colegio, teníamos tiempo de descanso para más tarde estar listos para salir a misionar. Estábamos divididos por grupos mixtos: generalmente había dos personas de Santa Fe y dos de Benito.

 Cuando uno sale a visitar casas, nadie le asegura que le vayan a abrir la puerta . Es salir en la presencia de Dios, con fe y esperanza, y aplaudir las manos en cada casa que vea. Y ahí, enfrentarse a la situación que cada lugar y cada persona te presenta. Nos abrieron muchas puertas y tuvimos la posibilidad de tener hermosas charlas, sobre la vida, el barrio, la familia, el trabajo… y sobre Dios. Es admirable como esas personas valoran y agradecen todo lo que tienen.

 Tras algunas horas de misión, volvíamos al colegio y nos encontrábamos con nuestros compañeros, con la sonrisa y el abrazo al flor de piel. Ahí se abría la oportunidad de compartir cómo había sido nuestra jornada.

Luego, todos los días compartíamos la misa o celebración de la palabra, según el caso. En ellas, la alegría de los cantos en comunidad reflejaba el estado del corazón de cada uno.  A la vuelta, ya en el colegio, preparábamos la mesa para cenar todos juntos, y para cerrar, la oración de cierre o exámen del día, en el que, el que quería, compartía qué le dejó ese día.

 Esto fue una breve descripción de lo que era un día tipo en el recreativo. Obviamente cada uno con su magia, con ese abrazo que te cambiaba el día, pero todos llenos de emociones. No alcanzan las palabras para explicar lo mucho que uno se lleva. Como decían mis compañeros en el fogón de la última noche, un “gracias” queda chico, para el grupo increíble que se formó, para los que llevaron adelante el mando de esta experiencia, para los que cocinaron, para los vecinos, para los chicos, para Dios, que sin duda alguna estuvo presente en cada una de las actividades que brevemente describí.

 Para cerrar, tomo las palabras de otro de mis compañeros: “Ese lugar, Benito Legerén, está lleno de Dios”.

Fuente: RJI Santa Fe

Jóvenes Ignacianos Peregrinando hacia la Virgen de los 33

Este fin de semana dos grupos de jóvenes “ignacianos” estuvieron, de modos diferentes, peregrinando a la Virgen de los 33 para celebrar allí la Fiesta de la Patrona del Uruguay: por un lado, jóvenes de JMI (Juventud Misionera Ignaciana) del Colegio Monseñor Isasa de Montevideo, con sus coordinadores, asesores y referentes de la Pastoral. Por otro, algunos jóvenes pertenecientes a la Pastoral de la Universidad Católica del Uruguay.

Para los jóvenes de JMI del Colegio Isasa, que están concluyendo su 6to año de liceo, fue primera vez que vivieron esta experiencia de Iglesia. La misma, no estuvo únicamente constituida por la actividad propia de la peregrinación, sino que también estuvieron de Misión en el pueblo de 25 de Mayo (en Florida, Uruguay) viernes por la tarde y sábado. El tiempo de misión culminó con una misa a la que se sumaron los niños y adultos del pueblo que habían compartido los talleres ese día, el grupo de peregrinos de la Pastoral de la Católica que llegaron hasta allí en bicicleta, y los sacerdotes jesuitas Ignacio Rey Nores y Eduardo Casarotti. Desde allí emprendieron la caminata hasta el Santuario de la Virgen de los 33, que se extendió a lo largo de unos 20 km.

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 Con esta experiencia, la gran mayoría de estos jóvenes han cerrado así tres años en el Movimiento, a los que se suman los tres años en el Movimiento Magis en Ciclo Básico (etapa anterior dentro de los grupos de pastoral del secundario en el Colegio Isasa). Todos ellos agradecieron especialmente el esfuerzo y la dedicación de sus asesores de movimiento, Renzo Biazzi y Florencia Artola, de la Hna. Nanci Yoris, Directora de Pastoral, y de todos sus coordinadores que los han acompañado a lo largo de estos seis años.

Como cristianos “jóvenes” han sabido compartir toda su vitalidad y energía, sus ganas de cantar, de jugar, de aprender de los otros, de la gente del lugar, pero también de cada uno de sus compañeros del movimiento en los distintos espacios para rezar y reflexionar juntos.

Como miembros de una juventud “misionera” han hecho realidad la invitación del Papa Francisco a ser una “Iglesia en salida”, una Iglesia que sale al encuentro de la gente, de sus realidades, de sus “tristezas y alegrías”; y allí estuvieron golpeando las puertas de las casas y también conversando en las veredas o en las mismas plazas, invitando a sumarse a las actividades en la capilla.

Como jóvenes misioneros también han profundizado en nuestro carisma “ignaciano”, poniéndose en camino, saliendo de sí mismos (“del propio querer, sentir e interés” en palabras de San Ignacio), y sobre todo haciendo la experiencia de Ignacio de andar y vivir “nunca solo/s”.

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Y, a la par de los chicos de JMI, un grupo de jóvenes de la Pastoral de la Universidad, más religiosas y jesuitas, se pusieron en camino para llegar a Florida. A diferencia de otros años, esta vez el primer día (el sábado) lo hicieron en bicicleta: desde Santa Lucía hasta Berrondo; y el segundo día (domingo de mañana), -como en años anteriores- caminando desde para llegar a la Santa Misa (Ver video) junto con nuestros obispos y toda la gente que, año a año, se sigue sumando a esta fiesta de nuestra Iglesia que peregrina en el Uruguay.

Agradecemos a Dios por esta experiencia tan “ignaciana” de ser peregrinos, recorriendo estos bellísimos caminos del interior de nuestro país, y por la gracia de “sentir con la Iglesia” que era tan vital para San Ignacio.

Testimonio de uno de estos peregrinos – Francisco Garcé

Lo que le pasó a Francisco Garcé tiene que ver con la experiencia de “perderse”. En el primer tramo de la bicicleteada, desde Santa Lucía hasta 25 de Agosto, en un momento Fran y la Hna. Mili Freire se distanciaron de los que iban más adelante y también de los que venían más atrás. Cuando se dio la indicación de desviarse por un camino de tierra para llegar directamente al camping donde se encontrarían con el otro grupo, estos dos peregrinos se perdieron del grupo, por lo que el P. Rey Nores fue a re-recorrer el camino hasta encontrarlos.

La importancia de la meta

Para mí la peregrinación fue de verdad una imagen de la vida, y cuando con la Hna. Mili nos perdimos, sentí lo que siento cuando me pierdo en un sentido más general: el dolor de no poder controlarlo todo ni acertar siempre. De esa experiencia me llevo varias cosas:

En primer lugar, que solo no puedo. Si el P. Nacho no hubiera aparecido para mostrarnos el camino correcto, probablemente Mili y yo seguiríamos pedaleando. Es muy importante dejarse confrontar, y para eso hay que bajar el ego y disponerse a escuchar (cosa que para mí no es nada fácil). No está mal que te peguen un bocinazo de vez en cuando.

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Después, como le comenté a Joaquín y a la Hna. Daniela, no tiene sentido pedalear si no sé hacia dónde voy. Por eso sentí tan fuerte la pregunta «¿en dónde tengo mi corazón?». De última, lo que me estaba preguntando es «¿hacia dónde estoy yendo?».

En la llegada de Nacho también identifiqué algunos gestos lindos. Pude sentir al Dios que sale al encuentro; que cuando me pierdo me sale a buscar para llevarme devuelta al grupo; que no me deja solo, y aunque no lo pueda ver, me acompaña.

Por último, experimenté la libertad de dejarme conducir por Él. La única manera que tenía de volver a «casa» o al grupo era si seguía al auto. Ese auto simboliza a Jesús. Él es el único que conoce el camino, que tiene el «google maps» de la vida. Yo lo quiero seguir en bicicleta, caminando y como pueda, confiando que hacia donde me dirige voy a ser feliz. Y lo fui durante toda la peregrinación.

Todas estas reflexiones tienen un denominador común: no importa cuán fuerte pedalees si no tenés claro hacia dónde vas.