Novedades de Provincia

El Padre Provincial ha concedido las Órdenes Sagradas a Marcos Muiño S.J. y Rafael Stratta S.J. Las fechas y lugares de las ordenaciones diaconal y presbiteral se informarán próximamente.

Al mismo tiempo los jóvenes novicios de la Compañía, Matías Agüero, Joaquín Tabera y Luciano Esnaola comenzaron el pasado 31 de Julio, su mes de Ejercicios Espirituales .

Los encomendamos a las oraciones de todos.

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San Ignacio de Loyola

Su nombre era Iñigo López de Loyola, que cambió entre 1537 y 1542 por el de Ignacio «por ser más universal», o «más común a las otras naciones». Según la tradición, fue el último de los ocho hijos varones de Beltrán Ibáñez de Oñaz, señor de Loyola, y Marina Sánchez de Licona.

I. Inicios

Sobre su fecha se estima alrededor de 1491. Su padre debió de fallecer antes de 1506; su madre, poco después de otorgar testamento el 23 octubre 1507. Por estos años, el joven Iñigo se incorporó en Arévalo (Ávila) a la familia del contador mayor [ministro de Hacienda] de los reyes, Juan Velázquez de Cuéllar. Allí pasó unos diez años, en los cuales tuvo ocasión de acompañar al contador durante sus viajes a la corte y otros lugares. Con los libros de su protector pudo adquirir una cierta cultura y perfeccionar su escritura, que le mereció ser considerado «muy buen escribano».

Tomó parte en la defensa de Pamplona al ser atacada (1521) por el ejército francés. Incitó a sus compañeros de armas a resistir en el castillo, pero fue herido por una bala que le rompió una pierna y le lesionó la otra.

II. Conversión y Peregrinaciones

Durante su convalecencia pidió que le diesen libros de caballerías para entretenerse, pero al no encontrarse en la casa, le dieron a leer la Vida de Cristo. La lectura de estos libros le provocó una lucha interior que le abrió el paso a su conversión. Se dio cuenta de que, cuando se entretenía en pensamientos mundanos, encontraba gusto en ellos, pero después se sentía árido y descontento; mientras que cuando pensaba en imitar a los santos, cuyas vidas estaba leyendo, no sólo se consolaba con estos pensamientos, sino que después de dejados, quedaba contento y alegre. La pregunta que se hacía a sí mismo era: «¿Qué sería si yo hiciese lo que hicieron Santo Domingo y San Francisco? y se proponía: ¿Santo Domingo hizo ésto? Pues yo lo tengo de hacer. ¿San Francisco hizo ésto? Pues yo lo tengo de hacer.» Decidió romper con su vida pasada y empezar una nueva. Su primer propósito fue realizar una peregrinación a Jerusalén.

Salió de Loyola en febrero 1522, con el plan de dirigirse a Barcelona y de allí a Roma, para procurarse el necesario permiso del Papa en orden a su peregrinación. En Montserrat, se preparó por un tiempo a una confesión general, que duró tres días, y la vela de armas, que realizó ante la imagen de la Virgen morena en la noche del 24 al 25 marzo 1522.

El 25 de Marzo emprendió el camino hacia Manresa. Su estadía allí se prolongó unos once meses, y puede dividirse en tres períodos: uno de calma casi en un mismo estado interior; el segundo, de terribles luchas interiores, dudas y escrúpulos acerca pasadas, con tentaciones de suicidio; el tercero consolaciones e ilustraciones divinas, que tuvieron por objeto el misterio de la Eucaristía y otros. Lo que allí vio, probablemente, fue el nuevo rumbo que había de imprimir a su vida: cambiar el ideal del peregrino solitario por el de trabajar en bien de las almas, con compañeros que quisiesen seguirle en la empresa.

En febrero 1523 dejó Manresa para ir a Roma a conseguir el permiso Pontificio para viajar a Jerusalén. Llegó a Jerusalén el 4 de septiembre. Iñigo siguió a sus compañeros en la visita a los Santos Lugares. Pero su intención secreta era quedarse allí establemente, en parte para satisfacer a su devoción y en parte para ejercitar su apostolado con sus habitantes. El provincial de los franciscanos, encargados de la Custodia de la Tierra Santa, se opuso tenazmente a aquel proyecto por el peligro que corría la seguridad personal de los forasteros en la región. Iñigo se vio, pues, forzado a renunciar a su sueño y emprender el viaje de vuelta.

III. Estudios

Se instaló entonces en Barcelona. Allí, a sus 33 años, empezó a estudiar latín.

Pasados dos años, se trasladó a Alcalá para cursar la filosofía. Estuvo en la ciudad desde marzo 1526 a junio 1527, dedicado más a sus actividades apostólicas que al estudio. El extraño modo de vestir que él y sus compañeros usaban y sus reuniones para hablar de cosas espirituales, infundieron sospechas en las autoridades eclesiásticas, precavidas contra las desviaciones de los alumbrados de la región. Se le hicieron tres procesos, tras los cuales quedó libre. Sin embargo, ante la evidencia de que se le cerraban las puertas para el apostolado, se determinó ir a París para proseguir sus estudios.

Iñigo obtuvo el grado de bachiller en Artes en 1532, el de licenciado en 1533 y el de maestro en 1535. Estudió teología durante año y medio, teniendo que interrumpirla por motivos de salud.

IV. Hacia la Fundación de la Compañía de Jesús

Entre tanto se habían juntado con Iñigo los compañeros que habían de fundar con él la Compañía de Jesús. Todos ellos se proponían «servir a nuestro Señor, dejando todas las cosas del mundo», como escribió Laínez, uno de ellos. Este plan se concretó en el voto de Montmartre, que pronunciaron el 15 agosto 1534 y lo renovaron el mismo día los dos años siguientes. En aquel voto prometieron vivir en pobreza y realizar una peregrinación a Jerusalén. Si esperado un año, la peregrinación resultase imposible, se ofrecerían al Papa, para que él los enviase allá donde juzgase más conveniente.

Ignacio y sus compañeros recibieron las órdenes de mano de Vicente Negusanti, obispo de Arbe (actual Rab, Croacia). El grupo de compañeros tuvo que reconocer finalmente que la proyectada peregrinación era imposible y, en consecuencia, decidió ponerse a disposición del Papa.

En noviembre 1537, Ignacio entró definitivamente en Roma. Allí, mientras los otros compañeros se dedicaban a otras tareas apostólicas, él daba Ejercicios. Ignacio quiso que se iniciase un proceso formal para la instauración de la Compañía de Jesús. Procuró y obtuvo una audiencia del Papa en Frascati. El 8 abril se procedió a la elección de su primer General, que recayó, por voto unánime, en Ignacio. Tras la elección del General, el 22 de abril hicieron todos los presentes la profesión en la basílica de San Pablo extramuros; los ausentes la hicieron en fechas y lugares diferentes.

V. Actividad en Roma como General

Salvo brevísimas ausencias, Ignacio permaneció en Roma el resto de su vida. Resumiendo su actividad durante el generalato, pueden distinguirse en él dos aspectos: su apostolado directo en la ciudad de Roma y su acción de gobierno de la Compañía de Jesús.

En los quince años de su gobierno logró dar a la Compañía una organización ejemplar, infundirle un espíritu y abrirle las puertas hacia un apostolado universal. Fue más hombre de acción que un especulativo. En la estructura que dio a la congregación introdujo novedades que chocaron con la mentalidad de su tiempo.

No quiso tener hábito propio ni coro ni penitencias impuestas por regla ni tiempos determinados de oración para los jesuitas formados. Todo ello para que los jesuitas tuviesen aquella movilidad y disponibilidad que exigía su forma de vida y su proyecto apostólico. Por lo mismo, no admitió una rama femenina en la Compañía ni quiso aceptar el cuidado habitual de religiosas sujetas a su obediencia. Tampoco admitió dignidades eclesiásticas o civiles.

Su salud se resintió para toda la vida luego de las ásperas penitencias practicadas después de su conversión. Murió en la madrugada del 31 julio 1556. Su cuerpo fue sepultado en la pequeña iglesia de Santa Maria de la Strada y, en sucesivas traslaciones, depositado en el actual altar de dedicado a él en la iglesia del Gesù (Roma). Beatificado el 27 julio 1609 fue canonizado por Gregorio XV el 12 marzo 1622 junto con Francisco Javier, Teresa de Jesús, Isidro Labrador y Felipe Neri. Pío XI le nombró (1922) patrono de los Ejercicios Espirituales y de las obras que los promueven.

Espiritualidad Ignaciana

Fuente: Jesuitas Loyola

La espiritualidad tiene que ver con la vida y con nuestra forma de vivirla. Tiene que ver con el ánimo con el que nos levantamos todos los días para ir a trabajar, con la manera de afrontar los problemas de los hijos o con nuestras relaciones con el vecino del quinto. Tiene que ver con nuestra reacción cuando, delante del espejo, las arrugas nos indican que vamos envejeciendo; tiene que ver con las páginas que visitamos en Google, con nuestro tiempo libre, o con el espíritu con el que sobrellevamos la enfermedad, nuestra o de un ser querido. Y tiene que ver, por supuesto con lo que las personas creyentes llamamos Dios y con esa experiencia que cambia la vida hasta el punto de querer desvivirse por los demás.

La espiritualidad ignaciana no consiste en sumar a todo lo que hacemos otras actividades «más espirituales». No se trata de «…y ahora, además de lo que haces, apártate de todo y ponte a rezar». La espiritualidad ignaciana intenta ayudar a vivir la vida de una forma integrada. Integrar es marcar un horizonte claro en el proyecto personal de vida: un horizonte que da un plus de calidad y sentido a lo que se va haciendo, que ayuda a vivir reconciliado con uno mismo, con lo demás y con la creación.

La espiritualidad ignaciana es un camino para mirar la vida de una manera nueva, agradecida, con ojos compasivos y comprometidos, con dosis de humor, de sentido común, de apoyo en los demás, de una lectura sabia de nuestro pasado para no tomarnos trágicamente el presente y vivir inspirando futuros. Esa es, en definitiva, la mirada de Jesús de Nazaret.

‘Necesitamos vivir de otra manera’

El bilbaíno Patxi Álvarez, secretario de Ecología en Roma en la Compañía de Jesús, repasa la ‘encíclica verde’ del Papa y advierte que «ya hay 25 millones de personas desplazadas» por el calentamiento global.

JOSÉ MARI REVIRIEGO

Patxi Álvarez de los Mozos (Bilbao, 1967) conoce los problemas generados por el calentamiento global, especialmente acusados en los entornos rurales y en las comunidades indígenas, tras visitar numerosos países del Sur en calidad de secretario de Justicia Social y Ecología en la Compañía de Jesús. Afincado en Roma desde 2011 tras diez años de trabajo en Alboan, Álvarez repasa la revolucionaria encíclica ‘Laudato si’ que acaba de difundir el Papa Francisco en un intento por marcar los peligros que sufre el medio ambiente y por corregir los desequilibrios. El jesuita bilbaíno avala las críticas lanzadas por Jorge Bergoglio contra el capitalismo salvaje y el comportamiento «depredador» de las multinacionales con los recursos naturales. «El deterioro medioambiental tendrá ganadores y perdedores. El cambio climático perjudicará más a los pobres», advierte en esta entrevista.

– En uno de sus mensajes más contundentes, el Papa asegura que «la Tierra es un inmenso depósito de porquería». ¿Hemos roto la convivencia con nuestro medio ambiente?

– Sí, creo que ha sido así. Hay una lucha contra la naturaleza, una explotación desde hace mucho tiempo. Este proceso es muy notable en los dos últimos siglos, pero sufre un acelerón a partir de los años cincuenta. Ha sido progresivo. La conciencia sobre el deterioro surge en la década de los sesenta y setenta. La urgencia, a partir de los noventa. Con la cumbre de Río.

– ¿Es entonces cuando se notan los primeros síntomas del cambio climático, del calentamiento global?

– Así es. Incluso antes de eso ya no llegaba información de que se estaba produciendo el cambio climático. De hecho, la preocupación por el medio ambiente en la Iglesia surge en 1971, con Pablo VI. Lo menciona la encíclica del Papa Francisco. Hay una lucha contra la naturaleza intentando beneficiarnos de ella a toda costa. Y hemos faltado a la convivencia, al cuidado de la casa común.

– Usted conoce muchos países del Sur. ¿Cuáles serían los síntomas más alarmantes que ha percibido del cambio climático, tanto en las personas como en el entorno?

– Allá donde he ido, las personas me han dicho: ‘el clima ya no es el que era’. Se está produciendo un cambio. A mí me toca visitar muchas comunidades rurales, y, en ocasiones, comunidades indígenas. Haciendo de testigo, me dicen que ha cambiado el calendario para el crecimiento de las cosechas o que los patrones climáticos se han alterado.

-¿Ha llegado a asesorar al Papa en la elaboración de la ‘encíclica verde’?

– Es una encíclica del Papa Francisco. Lleva su sello de muchas maneras. En cualquier caso, él ya ha dicho que han participado decenas de personas. Ha mencionado al Pontificio Consejo de Justicia y Paz e Integridad de la Creación, donde está el cardenal Turkson. En mi caso, yo no lo puedo revelar. Digamos que hay una cercanía con las preocupaciones y las tareas que a mí me encargan en este momento.

– El manifiesto de Jorge Bergoglio es muy claro sobre el origen del desastre: «El calentamiento obedece a la gran concentración de gases de efecto invernadero emitidos sobre todo a causa de la actividad humana». El Papa denuncia el cambio climático frente a los llamados negacionistas y las grandes corporaciones que hacen oídos sordos a las voces de alarma para no perder producción.

– El Papa Francisco menciona y subraya el consenso científico mayoritario que afirma que ese calentamiento del clima se está produciendo y que tiene en su base, fundamentalmente, causas humanas. Recoge una afirmación de la comunidad científica suficientemente avalada hoy en día.

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– Sin embargo, en Estados Unidos, uno de los países más contaminantes junto a China, no existe esa sensibilidad que reclama el Papa para preservar el planeta. La mitad de la población estadounidense no le concede mucha importancia, según las últimas encuestas -incluso una buena parte de la población católica descarta su gravedad para el medio ambiente-. El propio candidato republicano Jeb Bush, que, quién sabe, podría ser el próximo presidente de EE UU, declara sin tapujos que no cree en el cambio climático y emplaza al Papa a no meterse en terrenos políticos. Y eso, pese a que Obama abandera el entorchado ecologista para reducir las emisiones a la atmósfera.

– La sociedad norteamericana está profundamente dividida en torno a muchas cuestiones y ésta es una de ellas. Posiblemente, porque hay un modelo de desarrollo concreto que promueve este cambio climático por medio de la emisión de gases de efecto invernadero. Muchos sectores no están dispuestos a renunciar a ese modelo. El Papa habla de los problemas de la humanidad hoy en día. Por eso aborda la ecología y la vida. No sólo es una ‘encíclica verde’. Habla de la ecología integral; de los seres humanos y de nuestra convivencia con la naturaleza y la creación.

– En ese manifiesto se censura la voracidad de los países ricos y las multinacionales, capaces de poner en peligro el equilibrio medioambiental. ¿Ha recibido presiones el Papa por parte de los poderes políticos o económicos?

– No tengo constancia de ello. Yo lo que he visto es una oposición organizada para negar la credibilidad de las afirmaciones. Hace escasas semanas se pudo constatar en el Vaticano con motivo de una reunión sobre el cambio climático. Hay algunas fundaciones dedicadas a esto. Una que estuvo en el Vaticano presentando su protesta era la fundación Heartland (un think-tank liberal norteamericano que agrupa a científicos escépticos). Sobre esta fundación habla la periodista Naomi Klein (activista canadiense muy influyente en el movimiento antiglobalización). Klein ha hecho un esfuerzo por dar a conocer algunos de los intereses económicos que están detrás de la postura negacionista del cambio climático.

– Una de sus funciones al frente del secretariado de Justicia Social y Ecología es la atención a las grandes migraciones de población y a los refugiados. Aunque los conflictos bélicos están en el origen de muchos de esos desplazamientos, ¿las sequías y las pérdidas de cosechas pueden agravar el problema?

– Efectivamente. Una de las afirmaciones fuertes de la encíclica es que hay una conexión directa entre el deterioro medioambiental y el impacto sobre las poblaciones más pobres. Es decir, el deterioro va a tener ganadores y perdedores. No va a afectar del mismo modo a las poblaciones del mundo. En este momento, se calcula que hay 25 millones de personas desplazadas por cuestiones climáticas. Ya existe un número muy grande. Está calculado sobre un total de 60 millones de refugiados y desplazados internos en el mundo. Es la cuota más alta desde la Segunda Guerra Mundial.

– «La tierra de los pobres del Sur es rica, pero el acceso a la propiedad de los recursos les está prohibido», escribe el Papa. ¿Hay forma de atajar esas desigualdades?

– Los más perjudicados serán los pobres. Son los descartables que dice el Papa. Nosotros estamos adquiriendo una deuda con la naturaleza que no vamos a poder pagar. Se la dejaremos a las nuevas generaciones.

– La gestión de los recursos naturales es clave en la búsqueda de ese equilibrio. Usted comenta que las explotaciones mineras, factor de crecimiento de muchos países de Sudamérica, se han convertido en un peligro para el medio ambiente y para sus poblaciones.

– Es un gravísimo problema. La minería está produciendo contaminación, desplazamientos de personas por la expropiación de tierras y muchos conflictos en el reparto de las ganancias. No es un problema exclusivo de América Latina. Se está produciendo también en Indonesia, Filipinas, Canadá, Australia, EE UU y una buena parte de los países de África. Allí donde el régimen político es más débil, como puede ser el caso del Congo, los confictos son mucho mayores y las luchas muy grandes.

– Subraya además la importancia del derecho a la educación -hay 60 millones de niños que no tienen acceso a la escuela-. ¿Es la base para poder progresar con respeto al medio ambiente?

– Es un gran reto, uno de los objetivos del milenio. El reto era que 600 millones niños fueran a la escuela primaria en 2015. No se ha logrado, aunque vamos mejorando. El reto es la calidad de la educación, cuántos años pueden ir a la escuela y cuáles son sus aprendizajes. La sociedad globalizada va a ser muy competitiva y eso necesita de educación.

– ¿Estamos preparados para afrontar el cambio en los hábitos de consumo que se plantea en la encíclica?

– … Uff. Yo creo que nos va a resultar muy difícil. Es necesario. Vivimos en la abundancia y nos cuesta creernos eso de que vivir con menos nos permitirá vivir mejor. Es un enorme reto para todos nosotros, individualmente. Empezar a valorar otras cosas que no tienen que ver con lo tangible, con lo material: las relaciones humanas, el arte, la belleza, el contacto con la naturaleza, la amistad.

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– En la encíclica se plantea una severa disminución de la producción de energías basadas en combustibles fósiles -petróleo, gas y carbón-. Son el motor que hoy mueve el mundo, pero a la vez los más contaminantes. ¿Es un toque de atención a las grandes petroleras de EE UU e, incluso, a los magnates musulmanes del Golfo Pérsico?

– Es posible que vaya por ahí. Están señaladas con el dedo las grandes compañías petrolíferas que están en manos de países occidentales. Debemos cambiar nuestra tecnología y avanzar hacia las energías renovables, energías alternativas. Pero hay muchos intereses económicos en contra.

– La búsqueda de esos combustibles más limpios no siempre es fácil. EE UU importa maíz de México para la elaboración de etanol como biocombustible, en sustitución de los derivados del petróleo. Sin embargo, ha terminado por disparar los precios de ese cereal para los mexicanos, que tienen en las tortitas de maíz su base alimentaria.

– Es muy controvertido el uso de biocombustibles. Lo más adecuado sería seguir progresando en tecnologías limpias a partir del sol, el viento y las mareas. Y luego mejorar el almacenamiento de las energías renovables.

– Pese a que el panorama parece a veces catastrófico, hay señales para la esperanza. Según Greenpeace, el gigante juguetero Mattel ha renunciado a productos papeleros procedentes de empresas ligadas a la deforestación. Multinacionales del calzado y la ropa como Adidas, Nike, Puma y H&M se han comprometido a eliminar los vertidos a ríos en sus instalaciones en China. Y Nestlé, productora del kit kat, ha dejado de comprar aceite de palma a proveedores que destruyen selvas tropicales en Indonesia. Al final, la presión ejercida por el ecologismo y el trabajo de concienciación realizado por personas como usted da sus frutos, ¿no?

– Cuando uno mira a las grandes cifras, puedes correr el riesgo de llevarte las manos a la cabeza. Pero están sucediendo muchas cosas positivas. Hay más conciencia en la juventud, más educación, más interés en responder a estos problemas y mayores esfuerzos por parte de las empresas, de gobiernos locales… En Estados Unidos, también. Podemos conseguir proteger y cuidar mejor de la Tierra. El mensaje debe ser de esperanza comprometida.

– Por su experiencia en medios rurales y en comunidades indígenas, ¿recuerda algún ejemplo de superación que le haya conmovido especialmente?

– En Perú hay mucha minería. Recuerdo una ciudad que se llama La Oroya, profundamente contaminada por una empresa norteamericana de explotación de oro. Pues ellos, con su esfuerzo, han conseguido paralizar durante un tiempo la producción y condicionar su actividad a que cambiase sus prácticas para que no fueran tan contaminantes.

– Sorprende en la encíclica su carácter reivindicativo, de crítica al capitalismo salvaje y al comportamiento «depredador» de las grandes corporaciones.

– Uno de sus mensajes básicos es que necesitamos vivir de una manera nueva. Necesitamos apoyarnos en un nuevo paradigma. Debemos entender nuestra vida ligada al entorno, a toda la realidad viva. ¡Qué difícil es proteger aquello que uno no agradece! Así no podemos continuar.

 Fuente: www.elcorreo.com

La Compañía de Jesús se prepara para celebrar su 36ª Congregación General.

Los jesuitas, presentes en todo el mundo y en las más diversas tareas –desde prestigiosas instituciones académicas hasta la asistencia de refugiados y migrantes -, preparan la elección de un nuevo Superior General para 2016: el P. Adolfo Nicolás sj ha convocado a representantes de toda la Compañía para elegir a su sucesor.

Esta elección es el principal motivo previsto por el mismo San Ignacio para convocar una Congregación General de la orden, ya que quiso evitar la costumbre de las congregaciones llamadas ‘capitulares’ de poner término al gobierno general, debiendo renovarlo a intervalos regulares. Esto podría dificultar la vitalidad apostólica o la disponibilidad de los jesuitas llamados a una vida ‘en dispersión’.

La preparación de estas reuniones, al ser extraordinarias, es compleja. Cada ‘Provincia’ jesuítica debe celebrar una congregación propia para elegir a sus representantes y plantear las temáticas particulares que quisiera proponer al gobierno general de la Orden. También se le encomienda reflexionar y proponer líneas de acción para los tiempos actuales, así como tiene la libertad de expresarse en materia de los desafíos que considere de relevancia apostólica, institucional o eclesial.

Se trata de un momento propicio para profundizar en nuestra identidad y modo de proceder; es un tiempo de discernimiento privilegiado que, como cuerpo eclesial asumimos guiados por el Espíritu, en el anhelo de un mayor servicio y alabanza a Dios nuestro Señor.

En la Provincia Argentino-Uruguaya, los jesuitas elegidos por votación, se congregaron en San Miguel para resolver quién acompañará al Provincial a la Congregación General resultando electo el P. Rafael Velasco sj.

Fiesta de San Pedro y San Pablo

Como cada 29 de junio, la familia de la Iglesia celebra este lunes en todo el mundo el Día del Papa, solemnidad conjunta de los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso.

 Es una de las mayores celebraciones religiosas para los cristianos católicos, y en el Santoral, es celebrado como «solemnidad». En esta fecha coincide la celebración de San Pedro, el primer Papa, y San Pablo, también llamado «el Apóstol», ambos considerados grandes pilares de la Iglesia. El 29 de junio es el aniversario de sus muertes.

Acompañamos, con nuestra oración tanto al sucesor de Pedro como a los misioneros que llevan el testimonio y las enseñanzas de la fe cristiana en todo el mundo.

CPAL: Reunión Red de Centros Sociales y Delegados del Sector Social

Roberto Jaramillo, s.j., Delegado Apostolado Social de la CPAL.

Terminó la semana pasada en Guayaquil (Ecuador), la Reunión anual de los Delegados del Apostolado Social de las provincias de América latina, en trabajo simultáneo con los Directores de los Centros Sociales del territorio de la CPAL. Fueron 56 participantes, contando con algunos invitados especiales de la Conferencia de jesuitas de África, el Secretariado para la Justicia Social y Ecología de Roma, la provincia de España, la Red de Fe y Alegría, Alboan y Entreculturas. Nos acompañó también el Presidente de la CPAL y el Provincial del Ecuador.

Fueron tres principales asuntos los tratados:

1. La espiritualidad de la acción social: reflexión en la cual el Pe. Jorge Cela nos guió e inspiró durante todo el encuentro convidándonos a mantener la tensión creativa entre indignación y esperanza.

2. La necesidad y desafío de encontrar caminos de incidencia pública y política que signifiquen cambios estructurales a diversos niveles de nuestras sociedades, ejerciendo nuestra vocación de ser “puentes” cualificados de reconciliación entre los desavenidos, para el bien de Todos.

3. La urgencia de dejar que “las juventudes”, su realidad, sus desafíos, sus capacidades y propuestas entren por las puertas y ventanas de nuestros trabajos apostólicos como verdadero co-laboradores y co-laboradoras (no sólo como objeto) de nuestra Misión

Otro de los objetivos del encuentro es poder contribuir al conocimiento y mutua colaboración entre las redes latinoamericanas. Por eso estuvo presente también un delegado del Sector de Educación (Carlos Vargas, de Fe y Alegría, Ecuador) y los coordinadores de las Redes de jesuitas con Migrantes (Rafa Moreno) y de Solidaridad Indígena (Franz Bejarano). En ese sentido fue importante dar espacio no sólo para la comunicación / información de lo que se hace, sino para provocar la interrogación sobre cómo podemos vincularnos (enredarnos) para reforzar nuestras capacidades y ampliar (escalar) el impacto de nuestras acciones.

Especialmente preocupados por el impacto de las industrias extractivas, y concretamente con la minería industrial en nuestros países y sociedades con sus consecuencias en el aumento de la violencia, el desplazamiento y mayor exclusión de grupos minoritarios y étnicos, la degradación ambiental, la violación sistemática de los derechos humanos, el aumento de la corrupción política y administrativa, la amenaza a la sostenibilidad del planeta, entre otros muchas, hemos decidido que la problemática de la Gobernanza de Recursos Naturales y especialmente minerales es el problema fundamental de incidencia sobre el cual articularemos acciones conjuntas en la red de Centros Sociales. Otros grupos de “homólogos” han sido impulsados alrededor de los trabajos con vivienda y hábitat, defensa y promoción de los Derechos Humanos, protección de las florestas tropicales (Amazonia y África) y Alternativas económico productivas de escala (programa Comparte).

Fuimos excelentemente atendidos por los colaboradores y colaboradoras de la Corporación Hogar de Cristo de la provincia ecuatoriana a quienes queremos agradecer infinitamente la preparación y realización de éste encuentro.

 

‘Demos testimonio de la hospitalidad en un mundo de fronteras cerradas’

El padre Gilberto Freire, S.J., Provincial de la Compañía de Jesús en Ecuador, el director del Servicio Jesuita a Refugiados en Ecuador, padre Roberto Granja, S.J., y una delegación de la oficina regional del SJR LAC, lanzamos la campaña “La hospitalidad abre fronteras”.

Manifiesto de la Campaña “La hospitalidad abre fronteras”

Desde la Congregación General 35 en 2008, la Compañía de Jesús viene insistiendo en la necesidad para las comunidades y las obras jesuitas de dar al mundo testimonio de la hospitalidad.

El Padre Adolfo Nicolás, S.J., Superior General de la Compañía de Jesús, ha puesto en el centro de la misión jesuita la hospitalidad como un valor humano y cristiano que estamos llamados a promover y practicar en “un mundo de fronteras cerradas”.

En su carta al Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) con motivo de su 30 aniversario, el 14 de noviembre de 2010, el padre Nicolás definió la hospitalidad de esta manera: “un valor profundamente humano y cristiano que reconoce el clamor del otro, no porque él o ella sea un miembro de mi familia, de mi comunidad, de mi raza o de mi fe, sino simplemente porque él o ella es un ser humano que merece ser bienvenido y respetado.”

El General de la Compañía de Jesús nos invitó a abrir nuestras puertas, nuestras fronteras, sin temor al otro, aunque este último sea un desconocido, un extraño, un extranjero. La razón de ello es porque todo ser humano merece ser acogido. “Fui extranjero y me acogiste”, dice la Biblia sin más.

Esta invitación se hace cada vez más urgente, en la medida en que la hospitalidad se va perdiendo en el mundo de hoy, caracterizado por el endurecimiento de leyes y políticas migratorias y de refugio, el cierre de las fronteras y la intolerancia contra los extranjeros, paradójicamente quienes están en necesidad de asistencia y protección.

Por otro lado, en octubre del 2012 tras un taller con delegados de los cinco continentes, la Compañía de Jesús a través de la Red Global Ignaciana de Incidencia expresó lo siguiente, en el documento de posicionamiento titulado “Por una cultura de la hospitalidad y la inclusión”:

La Compañía de Jesús adoptó hace años la atención a migrantes y refugiados como una de sus prioridades apostólicas, una opción que ha quedado confirmada en la última Congregación General” (CG 35, d.3 n. 39.).

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Uno de los dos valores que fundamentan esta opción de la Compañía de Jesús Universal y de la Conferencia de provinciales de América Latina (CPAL), es la hospitalidad. Fundamentado en esta opción de la Compañía de Jesús, el SJR ha asumido en el mundo y concretamente en América Latina la hospitalidad como un desafío. En los países donde estamos presentes (Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá), nos hemos planteando en nuestro Plan Estratégico regional (2012-2015) las siguientes preguntas: ¿Cómo ofrecer hospitalidad a nuestros hermanos en situación de migración forzada que están en “las fronteras de lo humano”? ¿Cómo ser hospitalidad en acción, abriéndoles nuestras puertas, caminando a su lado, atendiendo sus necesidades humanitarias, humanas, legales, de integración digna en los países donde trabajamos?

Todas nuestras acciones se enmarcan dentro de nuestra misión expresada en estas tres palabras: acompañar, servir y defender; con el sentido profundo que dio a caca una de ellas el Papa Francisco, en el discurso que hizo en su visita a refugiados en la Fundación Centro Astalli de Roma que gestiona el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR):

“Servir significa dar cabida a la persona que llega, con cuidado”; “acompañar es no sólo ofrecer servicios de primera acogida sino “desarrollar una cultura de acogida, del encuentro y de la solidaridad”, y “defender significa tomar partido por los más débiles”.

Con esta campaña “La hospitalidad abre fronteras” el SJR quiere hacer eco de la importancia que tiene la hospitalidad como valor humano y cristiano para la Compañía de Jesús en nuestra región, en donde cerca de 5 millones de desplazados, 500 mil refugiados colombianos y cientos de miles de migrantes forzados, principalmente niños y jóvenes, esperan una respuesta de nosotros. De los 215 millones de migrantes internacionales en el mundo, más de 26 millones son hombres y mujeres latinoamericanas que están pidiendo hospitalidad.

Uno de los objetivos principales de la campaña consiste en “sensibilizar a la región de América Latina, y en particular a las comunidades educativas de colegios y universidades de la Compañía de Jesús en el continente americano, sobre la situación de los Migrantes, Desplazados y Refugiados, con el fin de aportar en la promoción de una cultura de acogida, de solidaridad y de construcción de la paz.”

Esta campaña es una apuesta del SJR y de la Compañía de Jesús por la hospitalidad.

Es la expresión de nuestra esperanza en la capacidad que tenemos como sociedad, como Estados, como jesuitas, como migrantes y refugiados, para abrir sin temor todas nuestras fronteras, interiores y externas, simbólicas y geográficas. Para escuchar el clamor del otro y construir entre todos y todas un Ecuador y una América Latina sin fronteras. Para dar testimonio de hospitalidad al mundo: como SJR, como Compañía de Jesús y como región.

Fuente: Jesuitas Colombia 

San Luis Gonzaga

San Luis Gonzaga nació en Castiglione el 9 de marzo de 1568. Su Padre, Don Ferrante fue marqués de Castiglione, y posteriormente príncipe del Sacro Imperio Romano. Su madre, doña Marta, era hija de los Barones de Santena de Chieri (cerca de Turín). Por ser el primogénito, Luis era el herdero del marquesado.

Niñez y adolescencia

La infancia de Luis estuvo signada por su pertenencia a la nobleza. La niñez de Luis fue la propia de todo niño noble de la época feudal. Sus padres tenían grandes expectativas depositadas sobre él y tuvo a su disposición gran cantidad de servidores, una excelente educación y estuvo en contacto con los nobles y poderosos de su sociedad.

De niño, en parte debido a su educación y en parte a las visitas a los campamentos militares que frecuentaba con su padre, Luis demostraba un gusto particular por los juegos de guerra. Sin embargo, con el paso del tiempo, los intereses del hijo mayor de don Ferrante fueron cambiando, apareciendo cada vez más tranquilo, reflexivo y piadoso a los ojos de su padre a medida que iba creciendo.

El primer contacto del joven Luis con la Compañía de Jesús fue a los 9 años, cuando deseaba tener un confesor estable y, elige al Rector del Colegio de los jesuitas, el P. Francisco de la Torre.

A los 11 años Luis hace los votos de perpetua virginidad, y a los 12 recibe la primera Comunión. Ya en ese tiempo se iba formando en él la decisión de optar por la vida religiosa.

Debido a los avatares propios de ser parte de la nobleza, Luis es llevado de una corte a otra de acuerdo a los ascensos sociales que su padre iba haciendo. A la edad de 14 años, fue nombrado, junto con su hermano Rodolfo, paje de don Diego, Príncipe de Asturias. Esto fue considerado por Don Ferrante como un honor enorme.

Sin embargo, Luis rechazaba esta vida de lujo y opulencia. A medida que crecía, se volvía más firme en su rebeldía acerca de la formación que él mismo recibía y los valores de ese mundo de honores y dignidades en el que había nacido.

El jesuita Fernando Paternó empezó a ser su director espiritual. Luis comienza a vivir, dentro de la corte, una vida austera y modesta. Estas actitudes de parte del joven generan reacciones diversas.

Discernimiento Espiritual

Poco a poco, Luis, fue llegando a la decisión que le parecía lógica: renunciaría a todo y se haría religioso. El discernimiento termina el 15 de agosto de 1583 día en que se sintió llamado por Nuestra Señora del Buen Consejo a entrar en la Compañía de su Hijo.

Sin embargo, el llevar a cabo esta decisión no sería fácil para el joven Luis. Si bien su madre aceptó con docilidad la vocación de su hijo, su padre se opuso terminantemente, dado que tenía depositadas en Luis expectativas diferentes, que se acercaban más a la vida de gloria, grandeza y dignidades que deseaba para sí mismo. Por esto, Don Ferrante recurrió a las más diversas autoridades políticas, eclesiales y familiares, en busca de que convencieran a Luis de cambiar la elección que había hecho para su vida.

La decisión del joven era, empero, irrevocable.

En la Companía

Finalmente en 1585, Luis presenta su renuncia al marquesado y el 25 de noviembre de ese mismo año ingresa al Noviciado de San Andrés del Quirinal.

Tras una feliz experiencia de noviciado, y un examen de Filosofía exitoso, el 25 de noviembre de 1587, Luis hizo los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia.

Luego, Luis comenzó los estudios en Teología en el entonces Colegio Romano, cuna de la Universidad Gregoriana, donde resulta ser un alumno sobresaliente.

Al comenzar el año 1591, en Roma se desata la peste. Las grandes muchedumbres habían abandonado los campos. Por las malas cosechas y el hambre, llegaban a la ciudad. Muy pronto los hospitales estuvieron llenos. La ciudad no estaba preparada para esta demanda. Demasiada pobreza y falta de higiene.

Los jesuitas colaboraron con las autoridades en la atención a los enfermos. En el contacto con ellos Luis, al igual que otros de sus compañeros, contrae la enfermedad que lo sostuvo durante tres meses en una lenta agonía.

Su vida se apaga, finalmente, en la madrugada del 21 de junio de 1591, rodeado de sus compañeros jesuitas. Contaba con 23 años.

Fue canonizado en 1726 con San Estanislao de Kostka. La Iglesia lo declaró Patrono de la Juventud.

Mis Cincuenta Años de Sacerdote

Por Ignacio Perez del Viso Sj

Cuando fui ordenado, el 5 de junio de 1965, sentí la vocación de seguir al Maestro, que enseñaba. Jesús predicó a las multitudes, formó a sus discípulos y conversó con personas, como Nicodemo, de noche, o la samaritana, al mediodía. A ella le pidió: “Dame de beber”. Y en este medio siglo no he dejado de predicar y enseñar Teología, pidiendo también a otros de beber.

Tiempo después sentí la vocación de seguir al Médico. Jesús curaba a los enfermos con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza, como dice el Prefacio del Buen Samaritano. Consolar y dar esperanza. Con ese fin, organicé dos grupos misioneros, uno a San José del Boquerón, en el monte santiagueño, y otro a Cona Niyeu, en la Patagonia. Encontramos gente sencilla que nos infundía esperanza, al trabajar tan duro para salir adelante.

Todos los bautizados son sacerdotes, lo que les permite comunicarse con el Señor, sobre todo al comulgar. Los sacerdotes ministeriales fuimos ordenados por el obispo para servir a los sacerdotes bautismales. El aceite del consuelo y el vino de la esperanza están al alcance de todos. Las mamás y los papás son los primeros en consolar y dar esperanza a sus nenes. En la figura del Buen Samaritano nos sentimos unidos los sacerdotes bautismales y los ministeriales.

Una de las esperanzas que más me motivó fue la ecuménica, para promover la unidad de los cristianos. Siendo estudiante de Teología, en San Miguel, organicé un partido de fútbol con los alumnos de la Facultad Luterana de Teología, de José C. Paz, que terminamos empatados. Después siguieron mis visitas a esa Facultad. Cuando fui ordenado, estuvieron presentes en toda la ceremonia el Rector y un profesor de la Facultad Luterana. Hoy continúo colaborando con la Comisión de obispos argentinos dedicada al Ecumenismo. Y el diálogo con otras Iglesias nos lleva al diálogo con otras Religiones, como el Judaísmo y el Islam, en la gran familia humana.

Mi vocación nació al conocer, en el colegio, a los jesuitas que lo dirigían.

Nuestro fundador, san Ignacio de Loyola, nos dejó el método de los Ejercicios Espirituales. Son una escuela de espiritualidad para aprender a discernir los caminos de Dios. Hasta los santos han tenido que experimentar, para encontrar su camino. La Madre Teresa, de Calcuta, ingresó a una congregación misionera, en Albania, y partió para la India. Allá se ocupaban de los pobres, pero quedaban los miserables en los basurales. Dejó entonces su congregación y fundó otra, para atender a los parias de la India y a los enfermos de Sida en Occidente.

Después de tantos años como jesuita, desde antes de ser ordenado, mi satisfacción no consiste tanto en haber aprendido a discernir los caminos de Dios cuanto en ver que otros, con alguna ayuda mía, han aprendido ese arte espiritual, que es valioso para todos los creyentes y no sólo para los católicos. Es un arte que nos continúa enriqueciendo a lo largo de la vida. Por todo ello, doy gracias a Dios y a mis amigos.