Compromiso de Ecojesuit para reconstruir una nueva normalidad

Los coordinadores de ecología de las diferentes Conferencias han trabajado en la elaboración de este documento durante las últimas semanas, un proceso enriquecedor para todos los participantes en el que lograron iluminar el camino hacia una colaboración más clara para las Preferencias Apostólicas Universales.

Compromiso de Ecojesuit para reconstruir una nueva normalidad

La vulnerabilidad humana y la degradación ambiental quedan al descubierto una vez más a medida que crece la pandemia y la documentación del país revela la propagación del virus. Todos estamos en riesgo, pero, al igual que con otros desastres, siempre son los pobres y los marginados los que más sufren de la continua negligencia de la sociedad, dejándolos con opciones limitadas y voces debilitadas. El abuso continuo y la invasión de un entorno ya degradante aumenta el potencial de pandemias a pesar de los avances en ciencia y tecnología impulsados ​​cada vez más por un modelo tecnocrático de desarrollo (Laudato Si ‘194).

Volver a la normalidad no es aceptable, lo que se necesita es reconstruir una nueva normalidad con urgencia renovada. Una nueva normalidad requiere abordar las desigualdades e injusticias estructurales a nivel mundial y reducir la vulnerabilidad de los pobres y marginados. Una nueva normalidad significa construir una economía justa, equidad generacional y una cultura de solidaridad centrada en el bien común que sea inclusivo y bajo en carbono. Una economía de exclusión exacerba los efectos tanto del cambio climático como de la pandemia. Una nueva normalidad nos arraiga en la conciencia humilde y agradecida de nuestra interdependencia, moviéndonos en un proceso de conversión personal y colectiva con compasión y esperanza, integrando nuestras acciones como un cuerpo a través de diferentes niveles, realidades y dimensiones.

Todos compartimos un hogar común y la atención solo puede ser efectiva cuando hay solidaridad para satisfacer las necesidades básicas y acciones urgentes para los oikos . Ecojesuit busca fortalecer la colaboración entre redes, ya que todos formamos una visión para un mundo justo en el que se valora toda la vida.

Las historias locales y regionales de cambio de las comunidades de prácticas inspiran y fortalecen la solidaridad, quitando los temores, el aislamiento y la sensación de ser pequeños y solos en medio de un problema global. Con la solidaridad como base, Ecojesuit está adoptando un enfoque de «aprendizaje a través de redes» en el que colaboramos para profundizar el aprendizaje, reconociendo humildemente que no tenemos las respuestas, pero tenemos el deseo de contribuir a una base para la acción social. esa respuesta requiere una conversión interna que está en el corazón de estos cambios y la humilde transparencia en la comunidad jesuita y la vida institucional que Ecojesuit también busca compartir.

Se identifican seis acciones principales para contribuir al proceso de reconstrucción de una nueva normalidad y donde las Conferencias pueden participar activamente.

1. Conectar agricultura y emprendimiento

El acceso a los alimentos es una preocupación primordial claramente reflejada en las Conferencias. Esta acción implica aprovechar las actividades agrícolas y empresariales de profesionales, organizadores, otras redes y asociaciones de antiguos alumnos. Relacionado con esto está la preocupación por generar empleo local y cuestiones más amplias de desarrollo rural, migrantes que regresan, desigualdades en el mercado de productores y cambio en el uso de la tierra. El esfuerzo emergente ahora es que Ecojesuit desarrolle una plataforma global para compartir historias y estrategias locales en agricultura sostenible y comunitaria a través de intercambios animados en línea.

2. Abordar la integridad socio-económico-ambiental frente a la pobreza profunda, los negocios como siempre, la degradación ambiental.

Los impactos de la crisis COVID-19 se comparan con los desastres naturales dada la necesidad de preparación y adaptación, mientras que las crisis ambientales como las sequías y las infestaciones de langostas también afectan a las mismas personas vulnerables. No hay respuestas de libros de texto sobre cómo reconstruir mejor, pero las mayores esperanzas están en las acciones tomadas a nivel local en respuesta a las experiencias allí y las medidas efectivas tomadas por los gobiernos y organizaciones locales. También es necesario involucrar a los tomadores de decisiones estatales, gubernamentales y locales para profundizar nuestra respuesta. Ecojesuit promoverá una serie de diálogos, eventos en línea y comunicaciones de medios que resaltan e interconectan estas realidades diferentes a medida que se desarrolla el conocimiento para contribuir a construir la nueva normalidad.

3. Abogar por la acción climática, los derechos humanos y la contribución de los pueblos indígenas.

El movimiento de acción climática liderado por jóvenes en los últimos años, basado en logros históricos como el Acuerdo de París, indicó la creciente conciencia mundial de que los impactos del cambio climático no son solo ambientales, sino que destacan el derecho humano a un clima estable. Desde la extracción de combustibles fósiles hasta las secuelas de los desastres relacionados con el clima, las comunidades y el medio ambiente experimentan profundamente tanto los factores impulsores como los impactos del cambio climático. Los pueblos indígenas, que son guardianes del bosque, se encuentran entre los más amenazados en su intento de proteger sus tierras, cultura y medios de vida. Muchos países necesitan la asistencia técnica y financiera para no verse atrapados en la energía sucia barata y el ciclo industrial a medida que su economía busca crecer, pero se les da la opción preferencial de cambiar a energía limpia. Una comprensión más amplia de estas interconexiones puede contribuir significativamente a una respuesta justa a la crisis climática y la acción climática que integra los derechos humanos como una preocupación central. Ecojesuit busca contribuir a esta comprensión y fomentar la acción a través de eventos en línea y redes.

4. Rastrear y explicar las instituciones económicas emergentes a nivel global.

Las instituciones económicas internacionales (es decir, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etc.) y las Naciones Unidas tienen una gran influencia en la dirección y las prioridades de las inversiones y los sistemas financieros más amplios. Algunos cambios en sus políticas están conduciendo a una mayor inclusión, por ejemplo, al abordar el desempleo y alinearse con empresas verdes como la energía alternativa. Buscamos comunicar y explicar estos cambios económicos globales en asociación con expertos a través de publicaciones y otros medios. A nivel mundial, Ecojesuit continúa siguiendo y comprometiéndose con procesos internacionales como la COP26 y el Foro Económico Mundial que tienen una gran influencia en el paradigma económico y las preocupaciones ambientales a gran escala.

5. Fortalecimiento de la plataforma de acción de las universidades Laudato Si ‘, otras plataformas de acción del año Laudato Si’ y Querida Amazonia

Las universidades Laudato Si ‘y otras seis plataformas de acción están surgiendo y son una oportunidad para resaltar el papel de nuestras instituciones educativas en la acción social y ambiental, y la investigación basada en la comunidad. Discusiones iniciales entre el Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU) y algunas universidades ya han comenzado para que estas universidades puedan participar en el proceso de diseño y desarrollo. Ecojesuit también continúa apoyando los esfuerzos de desinversión de las instituciones jesuitas. Querida Amazonia es otra área de acción adicional, ya que su llamado a la ecología integral y la sinodalidad influyen e informan el trabajo y el enfoque de Ecojesuit. Ecojesuit continúa facilitando y participando en discusiones con universidades y la IAJU, y aquellos que buscan involucrarse con las plataformas de acción de Laudato Si ‘y discusiones sobre biomas territoriales.

6. Promover la ecospiritualidad y la necesidad de su conciencia en la educación básica.

La conciencia ecológica y la ecoespiritualidad van de la mano en el desarrollo de un sentido más profundo de propósito y significado de la ecología integral entre los jóvenes. Las escuelas son lugares donde podemos ayudar a plantar semillas de interconexión, comunidad y cuidado para que las escuelas puedan liderar y llevar a cabo las acciones de colaboración que se necesitan con otras Secretarías y Redes. Ecojesuit busca promover los esfuerzos de ecoespiritualidad en las escuelas y actividades juveniles para ayudar a encender la conversión ecológica.

A través de estas acciones, Ecojesuit busca contribuir a formar una actitud renovada a medida que reconstruimos una nueva normalidad donde la justicia ecológica y social se integra mejor en nuestros valores y estilos de vida. Esto enfoca los esfuerzos de Ecojesuit y afirma nuestro compromiso con las Preferencias Apostólicas Universales (UAP). Ecojesuit facilitará y permitirá debates que incluyan voces de comunidades locales, líderes empresariales, líderes religiosos, responsables políticos y expertos económicos para contribuir a una perspectiva más amplia para una sociedad justa y sostenible.

 

Fuente: www.ecojesuit.com

Aprendiendo a promover la justicia en un contexto chino

Fernando Azpiroz SJ escribió un artículo para el anuario 2020 de la Compañía de Jesús en el que comparte su experiencia de misión en China, desde el enfoque de la espiritualidad ignaciana. 

El texto

Vivir una fe que promueve la justicia significa también actuar y tomar decisiones en medio de ambientes difíciles y desafiantes. Cuando nos enfrentamos a contextos así, diversas imágenes llenan nuestros sentimientos, imaginación, mente y corazón. La espiritualidad ignaciana presta una atención especial al discernimiento de las imágenes, en el momento en que aún estamos buscando un sentido, como condición previa antes de buscar soluciones sólidas a problemas concretos.

En estas líneas quisiera compartir unas reflexiones sobre tres imágenes que tienen raíces tanto en la tradición ignaciana como en la cultura china. Expresan mi aprendizaje personal y mi integración de aquellos elementos ignacianos que han influido en la manera en que yo llevo a cabo nuestra misión en China. Estas imágenes y aprendizajes se expresan con tres caracteres chinos: aprender a dialogar con el diferente, representado por el carácter «Ren» (仁), que significa «humanidad»; aprender a esperar lo improbable, representado por el carácter «Wang» (望), que significa «esperanza»; y aprender cómo hacerse innecesario construyendo un «juntos para la misión», representado por el carácter «Dao» (道), que significa «el Camino».

Desde los tiempos de Matteo Ricci, los jesuitas se han sentido atraídos por el carácter Ren , que representa a una persona con un número dos. Lo que nos hace humanos es la relación con el otro. Los modernos confucianos expresan esto como la capacidad de sentir con el corazón de otra persona. Cuanto mayor es la brecha que separa a esas dos personas, más fuerte resulta esta experiencia de hacerse humano. En mis 13 años en China, colaborando en Ricci Social Services (Servicios sociales Ricci), he sido bendecido entrando en estrecha relación con personas que eran muy diferentes a mí. Personas con lepra, niños y adultos que vivían con el VIH/SIDA, las religiosas chinas que los servían, trabajadores del sexo, funcionarios públicos, etc. Después de todos estos años, me resulta imposible entenderme a mí mismo sin ellos: se han convertido en parte de quién soy y de cómo entiendo nuestra misión, que es la fuente de nuestra identidad como jesuitas. Muchos de ellos, incluidos los funcionarios, se han convertido en mis amigos, mis compañeros de misión y mis mejores maestros.

Dialogar con nuestras diferencias ha supuesto un largo proceso de comprender lo que nos une, lo que nos complementa y lo que nos empuja en direcciones opuestas. Este diálogo ha significado la construcción de un espacio de libertad mutua, que ha transformado y hecho más profundas nuestras identidades. El diálogo – especialmente con aquellos que parecen estar contra nosotros – está inscrito en el fondo de nuestro ADN jesuita. No es solo una forma de negociar con contextos difíciles para llevar adelante nuestra misión. El diálogo ha sido y es en sí mismo una parte fundamental de nuestra misión de reconciliación y justicia, como dice la Congregación General 36.

Pero el diálogo en China no funciona tan rápido, así que tuve que empezar a «aprender a esperar lo improbable». Cuando comenzamos nuestro servicio a las personas afectadas por la lepra en China hace 30 años, las condiciones eran terribles. Ni siquiera los pacientes de lepra lograban entender por qué las religiosas que trabajaban con nosotros querían venir a los lugares más inhóspitos de China para quedarse y vivir con ellos. «¿Cuándo se van a marchar?» era la pregunta habitual que les hacían a aquellas heroicas religiosas en aquellos días. Lo mismo ocurrió cuando empezamos a servir a los enfermos de VIH/SIDA hace 15 años, o a las mujeres en riesgo hace cinco años. El carácter chino que significa «esperanza» representa un sabio mirando a la luna, pero firmemente plantado en el suelo. Para mí, esto ha significado amar el presente y sus circunstancias y tener esperanza en el futuro; servir y dialogar cada día con la realidad presente, sabiendo que al hacerlo nos estábamos preparando para el don del futuro. «Esperanza» ha sido una de las palabras más importantes en nuestras recientes congregaciones y uno de los mayores regalos que he recibido en mi misión en China.

Esto nos lleva a mi tercer carácter: aprender cómo hacerse innecesario. Lao-Tse escribió que los mejores gobernantes con aquellos cuya existencia es casi ignorada por el pueblo. «El mejor gobernante permanece detrás de la escena y su voz rara vez se escucha». Cuando cumple sus tareas, el pueblo dice: «Lo hemos hecho nosotros». Un elemento central de nuestro modo de proceder jesuita es la construcción de un cuerpo apostólico para la misión. La misión – que no nos pertenece – no se confía a individuos sino a todo el cuerpo apostólico. El camino jesuita coincide en esto con el camino chino o Dao (道), «el Camino del Rey Sabio». Esto es muy importante cuando hace falta construir confianza mutua en un contexto chino, donde todo cambia con mucha rapidez. Los 30 años de servicio en China deRicci Social Services demuestran que es la continuidad de toda una comunidad y no la de personas individuales la que hace que una misión progrese.

Aprender a dialogar con el diferente, a esperar lo improbable y a hacerse innecesario. A mí me falta mucho para graduarme. Como decimos en China, cuanto más tiempo vives, más tienes que aprender.

 

Fuente: jesuits.global

Reflexión del Evangelio – Domingo 5 de julio

Evangelio según San Mateo 11,25-30.

Jesús dijo:
«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»

Reflexión por Hermann Rodríguez Osorio, S.J

Conocí a Carlos Riesgo en Madrid, en una comunidad de Fe y Luz que lleva por nombre Ephetá, que significa: ¡Ábrete! Una comunidad que reúne, alrededor de la Palabra de Dios y de la construcción de la fraternidad, a niños y niñas con alguna deficiencia mental o psíquica, a sus familiares y a sus amigos. Jean Vanier y Marie Hélène Mathieu, fundaron estas comunidades hace ya más de treinta años y se han ido extendiendo a lo largo y ancho del mundo. En Colombia existe ya una comunidad de Fe y Luz que se llama ‘Camino de Betania’ y en muchos países estas comunidades han ido creciendo de modo lento y pausado, como debe ser el proceso de cualquier obra que de verdad quiera llegar a ser grande, como las ceibas de nuestros campos o el grano de mostaza del Evangelio.

Carlos sufre de una parálisis cerebral y tiene muchos problemas para moverse y para hablar; pero sus ojos, vivos como centellas, dicen más de lo que sus difíciles palabras alcanzan a expresar. Un buen día, a propósito de un encuentro al que fuimos un fin de semana junto con otras comunidades llegadas de otras ciudades, me pidieron que estuviera especialmente pendiente de Carlos los tres días que estaríamos reunidos. Él se defiende muy bien y hace prácticamente todo por sí mismo; lo único que necesitaba era apoyo y respaldo por cualquier eventualidad. Yo acepté el reto con mucho gusto.

Ese bendito fin de semana recibí una de las lecciones más importantes de mi vida; en esos tiempos estaba yo haciendo unos estudios de especialización en teología y contaba con un grupo de distinguidos profesores, todos ellos doctores. Sin embargo, el mejor profesor que tuve durante esos años fue Carlos Riesgo, no lo puedo dudar. Él necesitaba apoyo y yo necesité paciencia… mucha paciencia, porque Carlos lo hace todo lentamente, a su ritmo: comer, moverse de un lugar a otro, acomodarse en su silla, arreglarse por las mañanas… Y, dentro de lo que hace lentamente, lo que más me costó trabajo fue su forma de hablar… Desacelerarse un fin de semana completo, para los que vamos por la vida como una moto, no resulta un trabajo fácil.

Cada vez que Carlos quería decirme algo, comenzaba a articular difícilmente las palabras, tratando de hacer una frase comprensible. Y yo, con el acelere de siempre, trataba de adivinar lo que quería decir, sin dejar que él terminara. Tan pronto yo lo interrumpía con una frase que no era la que él estaba tratando de armar, hacía un gesto con la mano y comenzaba de nuevo su tortuoso esfuerzo por expresarse. De nuevo, el hábil sabelotodo, que quiere apurar el paso y ganar tiempo, se me salía con otra frase que tampoco lograba adivinar el trabalenguas. Y vuelva a empezar… Hasta que, poco a poco, fui aprendiendo que cuando yo me quedaba callado y esperaba a que Carlos terminara de decir lo que quería decir, a la velocidad que él iba, entonces, ¡oh milagro!, entendía que lo que quería era un vaso con agua o que le alcanzara fruta…

“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido”. Este grito de júbilo de Jesús debió nacer después de haberse encontrado con alguna de estas personas que la sociedad desprecia o considera inútiles. Son ellos los depositarios de los secretos del Reino de Dios. Por eso, gracias a Carlos, el Señor me gritó: ¡Ephetá! para enseñarme a escuchar a los demás sin interrumpirlos; para aprender a callar y a respetar el ritmo de los sencillos… No se si he logrado vivir todo esto, pero siento la responsabilidad de alabar con Jesús la ocurrencia de Dios de revelarle los misterios del Reino a los más pequeños, ocultándolos de los sabios y entendidos. Por eso, tenemos que pedir todos los días que el Señor quiera abrir nuestros oídos para saber escuchar sus mensajes y dejarnos evangelizar por los más pobres de nuestra sociedad. “Sí, Padre, porque así lo has querido”.

Fuente: jesuitas.lat

Sobre Colaboración – Entre Jerarquías y Redarquías

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de julio.

Por P. Roberto Jaramillo Bernal, S.J – Presidente CPAL

En medio de la pandemia resalta y adquiere más sentido la necesidad de ser colaboradores. Tal vez la urgencia de la colaboración nos ayude a destrabar las dificultades conceptuales que tenemos para definir lo que debería ser la colaboración en la Compañía de Jesús. En esta materia estoy convencido de que hemos avanzado a tanteos y golpes; y sé que los golpes más fuertes se los han llevado generalmente los colaboradores laicos y laicas, más que los colaboradores jesuitas. Hay gente que ha salido herida, y sabemos que la recuperación toma tiempo, y que puede darse o no darse. 

Hay mucho terreno a explorar (entre ensayos, errores y aciertos) y muchos desafíos institucionales que es necesario enfrentar con lucidez y generosidad. Uno de ellos tiene que ver con la forma como se estructura la Compañía de Jesús y en ella el ejercicio de la autoridad, y con los alcances prácticos en términos de responsabilidades de sus múltiples y diversos colaboradores y colaboradoras. 

La distinción entre colaboradores jesuitas y otros colaboradores (laicos o laicas, y otros) es no sólo necesaria sino conveniente para unos y para otros. No es lo mismo ser miembro de la Compañía de Jesús y vivir las exigencias por las que se optó al ser parte y ser recibido por ella, que ser colaborador no jesuita en la Compañía de Jesús, y optar por el proyecto apostólico que en ella se construye entre todos. 

La Compañía de Jesús es jerárquica por constitución. Su cabeza es Cristo Jesús del cual somos compañeros, y su vicario: el Papa. Y el máximo cuerpo de autoridad en la Compañía (que está al servicio de Cristo y su vicario) es ella reunida en Congregación: los pocos profesos que permanecen en Roma, en tiempos de Ignacio, y hoy los delegados de las provincias para una CG. La Congregación General ejerce ese poder legislando y dando orientaciones; y luego de reunida, delega todo su poder en el P. General con vistas a la misión, y éste, a su vez, lo delega con mesura en aquellos que nombra superiores mayores (provinciales, superiores regionales y presidentes de conferencia), quienes a su vez, nombran superiores locales. 

Su organización jerárquica no significa que el PODER sea el de mandar arbitrariamente, sino que quien ejerce el poder no ha de ejercerlo sino por delegación y en función de la misión (la de Dios) que se recibe del Cristo a través del Romano Pontífice. Para discernir esa misión se reúne la Congregación General; para discernirla se nombra un Superior General; para discernirla se nombran superiores mayores; para discernirla se nombran superiores locales; para discernirla esos superiores buscan y nombran colaboradores; los más variados: unos jesuitas, otros no, unos directores otros no, etc.

Y es ese ejercicio de la autoridad (que no debe ser otra cosa que el ejercicio del discernimiento) lo que garantiza que la Compañía de Jesús (la orden de religiosos jesuitas) pueda ser eso: «de Jesús». Es, en parte, lo que le ha permitido sobrevivir durante 450 años de historia. Porque el Espíritu permanece, a pesar de nuestras mezquindades y defectos. Por eso, pedirle a la Compañía de Jesús que deje de ser jerárquica (en ese sentido) es desnaturalizarla.

En el Cuerpo Apostólico de la Compañía de Jesús participamos todos los colaboradores y colaboradoras que acogemos su misión como propia. Pero eso no quiere decir que la Compañía de Jesús tenga que dejar de ser jerárquica; y ¡mal haría, quien sea encargado, en omitirse y disolver la autoridad encomendada en un asambleísmo amplio o pequeño!

Ahora bien, es verdad que la Compañía de Jesús en la regencia de sus obras, donde tiene multitud de colaboradores diferentes (unos jesuitas y otros no jesuitas) sin los cuales no podría hacer todo lo que tiene que hacer, tiene que integrar de la mejor manera posible, en su responsabilidad de discernimiento, la presencia y la palabra de esa multiplicidad de colaboradores no jesuitas. Y ha de hacerlo no porque los necesite como si faltara «personal», sino en virtud de sus capacidades y de su estatuto propio como colaboradores no jesuitas (sean laicos, religiosos, sacerdotes, hombres o mujeres, etc., incluso no creyentes) de la «missio Dei«, misión de todos. Pero para propiciar eso no hay que pedirle a la Compañía de Jesús que deje de ser lo que es y abandone su modo jerárquico de ejercer el discernimiento y la autoridad.

En eso consiste el desafío de la colaboración no solo en los niveles de la ejecución sino también en los niveles de decisión.

 

Feria virtual para emprendedores migrantes

Desde la Fundación Protagonizar y el Servicio Jesuita a Migrantes se ha propuesto la realización de la primera Feria Virtual para emprendedores migrantes. La idea es adaptar los espacios de venta que se realizaban de manera presencial, a la nueva normalidad que nos toca vivir a causa de la Pandemia del COVID19. Pensando también en las consecuencias económicas que está dejando el aislamiento físico, así también como la perdida de trabajo por parte de algunos migrantes y la ausencia total de ayudas estatales para las personas que no tienen regularizada su documentación por ser extranjeros.
Muchas de las familias migrantes no están dentro ni de planes sociales, ni del Ingreso Familiar de Emergencia, esto hace que su situación sea de alta vulnerabilidad, dentro de la ya golpeada situación económica que atraviesa la Argentina y la región. En ese sentido es que se ha querido ir pensando caminos post pandemia, no solo de asistencia, sino también de reactivación y empleo.
La feria virtual es una de los tantas acciones que Protagonizar y SJM están proyectando para poder colaborar con las personas migrantes a la integración laboral. Paralelamente a esto, el Servicio Jesuita a Migrantes no ha dejado de realizar asistencia en alimentos y kit de higiene para bebes, tanto en la ciudad de Córdoba, en CABA, en San Miguel, y también en Montevideo, desde la parroquia San Ignacio. También estamos brindando ayuda en hospedajes. Actualmente estamos asistiendo en alimentos a más de 400 personas migrantes (paraguayas, bolivianas, venezolanas, ghanesas, colombianas, etc)
Es una situación compleja, donde hay varias opiniones al respecto, de parte de diversos estudiosos del tema económico, político y social. No hay caminos que hayan sido transitados anteriormente para poder tener alguna referencia. Por eso desde el SJM y Protagonizar hacemos una apuesta a las economías informales y a la solidaridad de la sociedad civil.
La feria: ¿Cómo funciona?
La idea es que las redes sociales del Servicio Jesuita a Migrantes y de la Fundación Protagonizar sean canales de difusión de los distintos emprendimientos.
Si te interesa alguna marca en particular, te comunicas directamente con el emprendedor a través de sus redes o whatsapp, conoces lo que ofrece, recibís atención personalizada, compras y coordinas la entrega.
Para colaborar con esta iniciativa podes ingresar a:

Amazonia querida

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de junio.

P. David Romero Bravo, S.J – Superior Preferencia Apostólica Amazónica, Provincia del Brasil.

¡Qué momento tan fuerte e histórico estamos viviendo! La pandemia del Covid-19 sigue siendo un gran desafío en América Latina y el mundo. Continúa amenazando la vida humana y modifica nuestros estilos de vida. La Carta Encíclica «Laudato Si» del Papa Francisco completó cinco años y este aniversario ha estimulado muchos debates y conferencias. Estamos recorriendo el tiempo post sinodal con el deseo de poner sus conclusiones en práctica, iluminados por el Documento Final del Sínodo y por la Exhortación Apostólica Post-sinodal «Querida Amazonia». Además, como Compañía de Jesús, recibimos orientaciones importantes en las Preferencias Apostólicas Universales (20/02/2019) y en la reciente carta del P. General Arturo Sosa, sobre “el ‘cuidado’ (cura) en el gobierno de la vida – misión de la Compañía en este cambio de tiempo».

Quiero destacar tres puntos del contexto actual desde la perspectiva amazónica. Primero, el que estamos llamados a encarnar una cultura del cuidado. Todos los eventos, acontecimientos y documentos mencionados anteriormente apuntan a una postura de ‘cuidado’ para los seres humanos, especialmente los pueblos indígenas, negros y migrantes, y de la Casa Común. Nuestra sociedad actual tiene una fuerte tendencia a favorecer una forma de ser en el mundo del trabajo caracterizada por la ‘intervención’; la otra forma de ser en el mundo se logra a través de la atención y es caracterizada por la ‘interacción’. Cuidar es más que una simple acción; es una actitud y una postura. Representa una actitud de ocupación, preocupación, participación y responsabilidad afectiva con los demás y con la Creación. El cuidado debe estar presente en todo. Darle atención a la centralidad del cuidado no significa dejar de trabajar e intervenir en el mundo. Significa organizar el trabajo en armonía con la naturaleza, sus ritmos, ciclos e indicaciones. Significa respetar la comunión que todas las cosas disfrutan entre sí y con nosotros. Significa colocar el interés colectivo, la comunidad biótica y terrenal por encima de los exclusivos intereses del ser humano.

El segundo punto es la necesidad de cambiar el paradigma antropocéntrico a un paradigma ecocéntrico. En términos de la vida cotidiana, el modelo antropocéntrico significa que el ser humano se hace el centro de todo. La tendencia es pensar en el universo como una colección de objetos y no como una comunión de sujetos. Esto significa que lo más importante es acumular grandes cantidades de medios de subsistencia (riqueza material, bienes y servicios) para disfrutar de nuestro corto viaje en este planeta. El Papa Francisco señala las dolorosas consecuencias de este paradigma: “… entre los más pobres abandonados y maltratados, está nuestra tierra oprimida y devastada, que está ‘gimiendo como si tuviera dolores de parto’ (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro cuerpo está formado por los elementos del planeta… ”(LS 2). El nuevo paradigma del ecocentrismo se niega a reducir la Tierra a una multiplicidad de recursos naturales o a un depósito físico y químico de materias primas. La Tierra tiene su propia identidad y autonomía como organismo extremadamente dinámico y complejo. En un nivel profundo, ahora se puede ver como la Gran Madre que nos alimenta y nos sostiene.

El tercer punto es un llamado a experimentar una espiritualidad de intimidad sagrada y saludable en relación con la Casa Común. Santa debido a una dimensión espiritualmente pura que cultiva una postura de amor y afecto, y saludable porque promueve el bienestar mental y espiritual. Encontramos este tipo de intimidad en las parábolas de Jesús: el buen samaritano y el buen pastor. La crisis ecológica nos llama a recuperar ese sentimiento de intimidad sagrada y saludable con la naturaleza que tal vez la vida en la ciudad nos ha impedido a lo largo de los años. Nuestras ciudades son, a menudo, selvas de hormigón y acero, ruedas y cables, un mundo de trabajo sin fin. Raramente vemos las estrellas de noche, los planetas o la luna. Incluso muchas veces durante el día no experimentamos el sol de manera inmediata o significativa. La intimidad con el planeta en su maravilla y belleza, y la profundidad total de su significado es lo que permite que florezca una relación humana integral con el planeta.

Pedimos gracia para que nuestros ojos estén fijos y enfocados en Jesús. El mismo ayer, hoy y siempre. Cerrando el ciclo pascual profundicemos el misterio de la vida, la pasión y la resurrección del Señor. Pongamos en sus manos los desafíos y dificultades de la actualidad, para que Él los ilumine a través del Espíritu. Con la gratitud y la confianza que generan esperanza, ¡avancemos más conectados e interdependientes en el cuidado de nuestros hermanos y hermanas, de la Casa Común y de nuestra amada Amazonía!

El Sector Social no está en cuarentena – Por Guillermo Blasón SJ

Guillermo Blasón SJ es el Delegado Apostólico del Sector Social de la Compañía de Jesús en Argentina y Uruguay, y comparte con nosotros algunas novedades sobre la actualidad del sector y las distintas obras que lo abarcan. Nos cuenta cómo fueron transitando la particularidad de este último tiempo y  los desafíos que se fueron presentando con el avance de la pandemia.

El Sector Social no está en cuarentena

Hay situaciones humanas que remiten a Dios. Cuando surgió la pandemia y la cuarentena, muchas personas se acercaron naturalmente a nuestras parroquias, centros sociales y hogares buscando una ayuda (alimentaria, de ropa, trámites, etc.). También muchos que querían ayudar vieron en nuestras obras un canal donde poder hacerlo. Mi primera impresión como delegado del Sector Social (el sector que comprende las obras o acciones en la Provincia dedicadas especialmente a los más desfavorecidos) fue ver cómo al menos queríamos seguir estando presentes cuando todo se cerraba; de ahí que muchas de nuestras obras se han reinventado, pero siguieron abiertas. 

Me toca colaborar cotidianamente en la Obra y en el Hogar San José en Bs. As. ayudando a personas en situación de calle, pero también, de a poco y a fuerza de Zoom, estoy tomando contacto con los referentes de las distintas obras del sector. Muchas han tenido que responder a nuevas manos que piden y, afortunadamente, también otras que dan. En la mayoría se pasó a atender las urgencias quedando los proyectos de fondo para cuando “salgamos de esta”. También hemos visto que a medida que esta situación se extendió en el tiempo, el ímpetu de las ayudas ha decaído, y no necesariamente por mala voluntad, sino porque seguramente los recursos propios empiezan a escasear.

Me siento privilegiado de estar en este lugar en este momento. Quisiera ser instrumento para que respondamos como Compañía y estemos a la altura de la situación. Se habla de que después de la pandemia será otro mundo el que veremos. No lo sé, pero sí le pido al Señor que seamos lúcidos para acompañar todo el proceso, la emergencia y la reconstrucción. Y mientras tanto, que la cuarentena no nos impida atender al que toca en nuestras puertas, ya que tal vez nunca más que ahora, somos depositarios de una fe en el Dios que no quiere olvidarse de ninguno. 

Guillermo Blasón, SJ

Hemos aprendido que somos débiles

Una de las cosas más importantes que hemos aprendido durante esta cuarentena es que somos débiles. Algo que ya sabíamos, o al menos intuíamos, pero de lo que tratábamos de huir o intentábamos disimular.

Este tiempo de pandemia, en primer lugar, nos ha recordado que no somos dioses, sino que tenemos que lidiar con nuestra debilidad. Resulta sobrecogedor ver como en pocas semanas pasamos de pensar en el transhumanismo y de la capacidad humana para prolongar la vida y detener la muerte, a constatar con dolor como todos nuestros esfuerzos no lograban detener la espiral de muerte creada por un virus invisible a nuestros ojos. Era como si la propia naturaleza nos recordara que, pese a estar en la cúspide de la pirámide de la evolución, el hombre sigue siendo una criatura débil e indefensa.

En segundo lugar, este tiempo de confinamiento nos ha hecho ver que nuestra debilidad pasa porque necesitamos a los demás para vivir nuestra vida. Y aquí cada cual puede pensar en aquellas personas con las que ha hablado durante estos dos meses, para expresarles su cariño, para compartir miedos y agobios, para interesarse por ellas, para reír y pasar un buen rato ante la pantalla, etc. Pero también podemos recordar en aquellos que han luchado diariamente contra el virus o han seguido realizando su trabajo para garantizar que el país siguiera contando con los servicios mínimos. En el fondo, nos necesitamos como sociedad, a los de cerca y a los de lejos, porque somos más débiles de lo que nos pensamos.

En tercer lugar, creo que hemos experimentado también que esta debilidad tiene sus efectos en nosotros mismos. Y es que, creo que quien más o quien menos ha visto cómo, pese a sus ganas de trabajar o a la urgencia de las tareas, la productividad en este tiempo no era la misma que en circunstancias habituales. En ocasiones también nos encontrábamos cansados, irascibles, tristes o agobiados, sin un motivo aparente y sin poder poner una solución a ello. Esto nos ha hecho constatar que nuestra debilidad también pasa por la necesidad de salir, de pasar tiempos distendidos, de estar con los demás, de oxigenarnos, que contrastan con nuestra creencia de que con un poco de ánimo y organización, podemos con todo lo que nos echen encima. Así, este tiempo de confinamiento nos ha hecho experimentar que no somos dueños de nuestro estado de ánimo y también que necesitamos dedicar un tiempo al descanso y la gratuidad.

Tres aprendizajes distintos que tocan una misma esencia humana: la debilidad. Es decir, la experiencia de que no somos omnipotentes ni dueños de nuestra propia vida. Que hemos recibido la existencia de Dios, y por eso le necesitamos. Que debemos asumir nuestro lugar en la naturaleza, y por esta razón respetarla. Que necesitamos de los demás, y no solo ellos de nosotros, y por eso tenemos que cuidarlos. Y que no podemos controlar todas las variables de nuestra vida, ni nuestros sentimientos, y por ello tenemos también que cuidarnos. Tres aprendizajes para no olvidar, o al menos para recordar y llamar por su nombre, cada vez que la omnipotencia vuelva a instalarse o desmoronarse en nuestra vida.

Dani Cuesta, sj

 

Fuente: pastoralsj.org

16 al 24 de mayo: celebración de la Semana Laudato Si’

La Semana Laudato Si’, es una celebración en honor de la encíclica del Papa Francisco sobre la ecología y el cambio climático, que tendrá lugar del 16 al 24 de este mes, de forma virtual. 

El Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano invita a los católicos a participar en esta semana que «inaugura un camino de transformación de un año de duración, a medida que atravesamos la crisis del momento actual, rezando, reflexionando y preparándonos juntos para un mundo mejor en el futuro».

Las enseñanzas de la encíclica están particularmente vigentes en el contexto del coronavirus, que ha paralizado muchas regiones del mundo. La encíclica Laudato Si’ ofrece una visión para construir un mundo más justo y sostenible.

Todos los católicos están invitados a participar, del 16 al 24 de mayo, en cursos de capacitación interactivos y talleres en línea. La Semana Laudato Si’ terminará el domingo 24 de mayo, con un día mundial de oración al mediodía, hora local.

En su mensaje de video, el Papa Francisco pidió a los católicos que pensemos en el futuro de nuestra casa común:

«¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Motivado por esta pregunta, quisiera invitarlos a participar en la Semana Laudato Si’ del 16 al 24 de mayo de 2020. Es una campaña global en ocasión del quinto aniversario de la carta encíclica Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común. Renuevo mi llamado urgente a responder a la crisis ecológica. El clamor de la Tierra y el clamor de los pobres no dan para más. Cuidemos la creación, don de nuestro buen Dios Creador. Celebremos juntos la Semana Laudato Si’. Que Dios los bendiga y no se olviden de rezar por mí».

La Semana Laudato Si’ está auspiciada por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano y liderada por un grupo de colaboradores católicos.

Más información en LaudatoSiWeek.org/es.

¿No lo veis? Yo hago nuevas todas las cosas (Ap 21,5)

La Palabra que la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) comparte a jesuitas y colaboradores en el mes de mayo.

P. Roberto Jaramillo Bernal, S.J – Presidente de la CPAL

Esta es la primera vez en la historia de las generaciones vivientes que experimentamos una crisis verdaderamente universal. Un bicho minúsculo -que ni siguiera es un organismo vivo- nos ha hecho a todos bajar de las nubes del consumo y de la realidad mediática en sus más diversas formas, y nos forzó -independientemente de cualquier diferencia- a poner los pies en “la realidad”: ¡polvo somos!

Por un lado, es reconfortante ver la multiplicidad de iniciativas apostólicas implementadas en muchas de las instituciones y comunidades de la Compañía universal
y particularmente de la CPAL. No hay dimensión apostólica de nuestros trabajos en la que no se hayan generado respuestas creativas: retiros y acompañamiento espiritual, fondos de ayuda para alimentación de familias necesitadas, programas de educación a distancia para niños, jóvenes y adultos; apertura de espacios físicos para atención a personas vulnerables o enfermas, soporte psicológico on line, alianzas con otras organizaciones privadas y públicas para atender a los necesitados, colectas locales o regionales de alimentos, incluso atención pastoral y humanitaria a moribundos; fuera de todo lo que eso ha representado en términos de diálogo, interacción y concertación entre los miembros del cuerpo apostólico, y particularmente entre jesuitas.

Por otro lado, la pandemia cuestiona existencialmente nuestra imagen de Dios y sobre todo nuestras formas de relación con Él. Dios no está definitivamente fuera de la realidad, sino dentro del proceso evolutivo. Él es el creador de todas las cosas visibles e invisibles; existe en modus laborandis, como dice San Ignacio. Es más: en el misterio de
la encarnación se resuelve por “padecer” humanamente toda realidad como camino de redención. Lo encontramos por eso no en ritos y prácticas religiosas sino en la más cruda realidad actual: en los enfermos, en los hambrientos, en los desesperados, en los que suplican ayuda y solidaridad; y positivamente en los que son sus prójimos: los que se acercan a ellos (Luc 10, 25-37). Lo otro no son más que mediaciones, ¡las más de las

veces hasta inconvenientes! Ahí cobra su sentido profético lo que decía el papa Francisco en su mensaje al mundo del 27 de marzo, cuando afirmaba que el virus “descubre esas certezas falsas y superfluas alrededor de las cuales hemos construido nuestros horarios diarios, nuestros proyectos, nuestros hábitos y problemas”.

La Iglesia verdadera, la de los hijos e hijas de Dios (no la religión) en este tiempo de coronavirus está reinventándose; y no es que haya que reinventarla después. Ella está viva y encontrando sus caminos, los más originales (en todo su sentido). El clericalismo -en todas sus formas- no sólo se encuentra vulnerable, sino que se ha vuelto irrelevante, y el verdadero papel del clérigo y de la jerarquía tendrá que ser -ese sí- completamente reinventado; así como el de las formas religiosas en general.

Y lo que afirmamos del papel del clero, de la Iglesia y sus formas religiosas, y del clericalismo hay que decirlo también de la vida religiosa, y de la Compañía de Jesús. Es
tiempo de volver a los orígenes, es tiempo de reinventarnos personal, comunitaria e institucionalmente; es tiempo de escucha atenta de lo que el Señor quiere comunicarnos; tiempo de discernimiento y docilidad a las indicaciones del Espíritu que
está haciendo “nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).

Si cada uno de nosotros y nosotras – jesuitas y todos los miembros del cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús – transita este tiempo sólo esperando que pase la pandemia para recuperar su forma de vida: sus gastos, sus diversiones, sus hábitos de consumo, sus prioridades, sus horarios, sus ritos (grandes o pequeños, privados o públicos), sus certezas y las respuestas que ya encontró… y sale incólume después de esta experiencia universal (con sus variaciones sociológicas nacionales) quiere decir que “vive en la luna” y que le dejó la historia atrás”. La novedad que todos esperamos no llegará si no la construye cada uno de nosotros y cada una de nosotras.