De Homo astronomus a Homo cyberneticus 2.0

Una nota de José G. Funes SJ, Jesuita y doctor en Astronomía, para el diario Perfil.

Me gusta pensar que en el proceso evolutivo que va de Homo erectus a Homo sapiens, una de las operaciones que nos hacen específicamente humanos -además del pensamiento abstracto, el lenguaje simbólico, la organización social y los valores- es nuestra capacidad de mirar las estrellas. De aquí Homo sapiens es también Homo astronomus. En una época de la historia humana aparecen, según algunos autores, las tradiciones religiosas junto a un nuevo sentido de justicia.

Karl Jaspers llama «era axial» al período (800-300 a. C.) durante el cual los fundamentos espirituales de la humanidad se establecieron simultánea e independientemente en China, India, Persia, Judea y Grecia. Estos son los cimientos sobre los que la humanidad todavía existe hoy. Super simplificando la complejidad del tema, podríamos decir que en la era axial surge Homo religiosis-moralis. En su libro Homo Deus, Yuval Harari sostiene que, en los últimos cien años, los avances tecnológicos, económicos y políticos han creado una red de seguridad cada vez más robusta que aleja a la humanidad del umbral biológico de pobreza. Y agrega: si la gente continúa padeciendo hambre, peste y guerra, no podemos culpar a la naturaleza o a Dios. Está en nuestras manos hacer que las cosas mejoren, y reducir aún más la incidencia del sufrimiento.

Harari también afirma que ahora nos dedicamos a transformar Homo sapiens en Homo Deus. Este autor expresa algunas ideas lo que se conoce como transhumanismo y post-humanismo. Simon Young en su Manifiesto Transhumanista afirma que, mediante una combinación de técnicas súper-biológicas, se detendrá el proceso de envejecimiento. La humanidad dejará de ser esclava de los genes egoístas que demandan su autodestrucción. La eventual eliminación de la muerte misma será el capítulo final de la historia de Homo sapiens, y una nueva especie nacerá: Homo cyberneticus (del griego kybernetes: arte de manejar un navío). Según Young, donde Homo sapiens era esclavo de sus genes egoístas, Homo cyberneticus será el timonel de su propio destino.

Nick Bostrom y Toby Ord ofrecen una visión más crítica de nuestra evolución post-biológica. Bostrom en su libro Superinteligencia sugiere que, ante la perspectiva de una explosión de la inteligencia artificial – lo que algunos llaman singularidad-, los seres humanos somos como niños pequeños jugando con una bomba. Ord en The Precipice estima que el mayor riesgo para el potencial de la humanidad en los próximos cien años proviene de la inteligencia artificial no alineada, y repara en otros grandes riesgos: la guerra nuclear, el cambio climático, otros daños ambientales y las pandemias diseñadas.

Al escribir estas líneas mi cerebro se complementa con mis documentos en la nube o googleando palabras o personas. Mi cuerpo se extiende en el celular que virtualmente toca el mundo a través de las redes sociales o medios de información. Utilizando todos estos medios, tristemente compruebo que en este momento el número de muertes en el mundo por Covid-19 es de 1.219.947. Para dar una imagen, es como si todos los habitantes de mi querida ciudad de Córdoba hubieran fallecido.

Para “distraerme” en estas semanas de aislamiento veo el documental de Netflix El dilema de las redes sociales que me muestra los efectos no deseados de la inteligencia artificial. Conclusión: el timonel de Homo cyberneticus perdió el rumbo y necesita recalcular. Más que nunca necesitamos una segunda era axial que reoriente nuestra existencia en términos morales. Necesitamos un Homo cyberneticus 2.0. Alguien se preguntará: ¿Y Dios cómo interviene en este proceso? Continuará en el próximo episodio.

Fuente: www.perfil.com

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