Desde el Magisterio
Este año, cuatro jesuitas inician su etapa de Magisterio. Ellos son Matías Hardoy, Agustín Borba, Cristian Marín y Ernesto Miguens; que se repartirán entre cuatros colegios muy distintos en diferentes lugares de Argentina y Uruguay. Cristian fue destinado al Colegio de la Inmaculada, en Santa Fe; Matías, al Colegio del Salvador, en la ciudad de Buenos Aires; Agustín, vuelve a su país tras vivir 6 años en Argentina, para trabajar en el Colegio Seminario de Montevideo, Uruguay; mientras que Ernesto regresa a San Miguel, para trabajar en el Colegio Parroquial Patriarca San José.
Los cuatro comparten brevemente lo que va siendo su experiencia en sus nuevos destinos, que por el momento, tiene mucho más de expectativas que de camino recorrido.
Agustín Borba SJ
El Magisterio es una etapa de trabajo apostólico en una obra de la Compañía como parte de nuestra formación, y que implica un corte entre los estudios de Filosofía y Teología. Esto marca lo desafiante de este nuevo tiempo. Se trata de poner en juego lo aprendido y lo experimentado en los años anteriores como novicio y como estudiante, y de poner en juego la entrega personal, para seguir aprendiendo de Dios, de los compañeros jesuitas y de la gente con la que toca trabajar.
Dar clases en el Colegio Seminario, acompañar la pastoral de movimientos como asesor espiritual, participar de distintas actividades del colegio son algunas de las principales tareas que me encomiendan para este tiempo. Significan, sin dudas, un desafío y también tienen mucho de oportunidad. Es la oportunidad para compartir este modo de vivir la fe con otros, para continuar aprendiendo a ser jesuita junto a otros, para acompañar y sensibilizar a los más jóvenes en el servicio a los más necesitados, desde el aula y desde la oración compartida.
Cristian Marín SJ
Al llegar al Colegio Inmaculada Concepción uno se encuentra con una institución que se preocupa y se ocupa por la educación integral de los alumnos, formando «hombres para los demás».
Hay una apuesta grande no solo por ofrecer una educación intelectual de excelencia, sino también por la búsqueda del magis… con un clima de trabajo lleno de entusiasmo, desafiante y de colaboradores ‘con la camiseta puesta’.
El desafío personal que siento es el de la fidelidad a ese espíritu de tantos compañeros jesuitas que con su disponibilidad hacían del Colegio una ‘segunda casa’, el colegio ‘del amor que nunca muere’ como tantos lo describen.
Matías Hardoy SJ
Me toca empezar esta nueva etapa de formación, el Magisterio, en el Colegio del Salvador en Buenos Aires.
Llego a un colegio que en un primer contacto me impacta por su vida. La cantidad de gente, proyectos, viajes, propuestas: me lo van contando y, de a poco, intento ir asimilándolo.
Siento que las distintas tareas representan un desafío grande. Por un lado, el de conocer y sumarme a todo lo que ya se viene realizando y de insertarme en una comunidad con un dinamismo, espíritu e identidad propios
También siento como un desafío el poder aportar mi creatividad, tratando de repensar lo que ya hay y de poner mis dones al servicio. Estoy recién llegado, pero animado y contento, porque siento que, sin dudas, el magisterio será un tiempo para crecer y seguir compartiendo mi vida con quienes Dios me regala compartir este tiempo.
Ernesto Miguens SJ
A mí me toca acompañar los colegios de San Miguel: La Asunción, Santa María, Nuestra Señora de Itatí, Nuestra Señora de Luján y Patriarca San José.
Los colegios de San Miguel tienen una impronta religiosa muy fuerte, donde convive la espiritualidad ignaciana con las devociones populares. Las procesiones a la Virgen “Desatanudos” todos los ocho, las fiestas patronales, las novenas, etc., siguen siendo la forma principal de celebrar la fe. En estos festejos también se dejan ver las raíces gauchescas de nuestros barrios, donde el folclore y los bailes criollos no pasan de moda. A la vez, la espiritualidad de los Ejercicios, la oración ignaciana y la pausa ignaciana, forman parte de la cotidianidad en el ámbito escolar.
Una de las fortalezas más grandes de estos colegios es el espíritu solidario. Tal vez por haber nacido para los inmigrantes, que suelen preocuparse unos por otros y trabajan con la ilusión de recrear su comunidad. Esa solidaridad se percibe en la disposición para trabajos sociales, para misionar, para juntar fondos, y también en la preocupación de los docentes por los alumnos y sus situaciones particulares. Gran parte de los profesores y maestros son exalumnos de los colegios, y demuestran un sentido de pertenencia y un compromiso muy fuertes.
Por otro lado, un desafío grande que tenemos es resignificar la religiosidad que vivimos. Hoy nuestros alumnos enfrentan una realidad muy diferente a la de sus padres o abuelos inmigrantes, y sus preguntas existenciales son otras. La forma de vivir y expresar la fe ha cambiado, así como los valores que promueve la sociedad. En este contexto, creo, al hábito del discernimiento que nace de la búsqueda espiritual, sigue siendo la mejor herramienta que podemos brindar.
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