Discernimiento Espiritual Comunitario Parte II: Requisitos y condiciones

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la segunda parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema.

Por Hermann Rodríguez SJ

Las condiciones que suelen proponerse para la realización de un discernimiento, que se pueda llamar comunitario desbordan, la mayoría de las veces, las posibilidades de las comunidades reales que se acercan a esta práctica. En otros casos, sencillamente, se prescinde de todo método y de cualquier condición previa, y se llama discernimiento a cualquier tipo de reunión en la que se busque un acuerdo comunitario sobre algún problema. Sin embargo, no hay que llegar a ninguno de los extremos: No hay que presentar unas exigencias tan desproporcionadas que hagan del discernimiento espiritual comunitario una utopía, en su sentido más estricto; ni tampoco podemos llamar discernimiento espiritual comunitario a toda forma de comunicación colectiva, sin tener en cuenta un mínimo de condiciones que son indispensables. Es fundamental partir de la situación propia de la comunidad, e ir dando los pasos posibles dentro de esta situación dada:

“Como, en la práctica, las condiciones ideales nunca se darán plenamente, lo mismo que acaece en otros campos, habrá que considerar en cada caso, si es posible dentro de los límites convenientes, comenzar un camino pedagógico grupal, que conduce a perfeccionar a los miembros del grupo o comunidad, humana y espiritualmente, cada vez más; o si se ha de renunciar por el momento hasta que las condiciones pedagógicas de sus miembros hayan alcanzado, al menos, los niveles mínimos recomendables para que la reunión sea fructuosa».

Por esta razón, el camino que proponemos se mueve entre el extremo de una lista estricta de condiciones, que debe ser satisfecha perfectamente antes de hacer cualquier intento en esta dirección, y la ausencia total de método, en la que se pretende avanzar sin orientación ni norte. Proponemos un proceso de crecimiento progresivo en las disposiciones, tanto interiores como comunitarias, para ir haciendo posible la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios a través de un discernimiento. Lo cierto es que el discernimiento espiritual comunitario, en alguna de sus formas, no puede perderse:

“Lo practiquemos o no con metodología ignaciana, este Discernimiento, aparte de pertenecer al patrimonio común de la Iglesia, sigue hoy exigido, tanto y más que en las décadas pasadas, por la necesidad ineludible de comunicación que experimenta el hombre de hoy y porque el trabajo en equipo es forma inevitable de muchos apostolados modernos».

Por tanto, teniendo en cuenta que se trata de condiciones ideales, que no se darán con frecuencia, habrá que estar dispuesto a caminar en esta dirección, sin imposiciones ni camisas de fuerza, pero sí, generando los espacios y el ambiente necesario para que florezca, en medio de las comunidades, una búsqueda sincera y colectiva de la voluntad de Dios, en el aquí y ahora de nuestra historia. Así lo ha vivido la Iglesia desde sus orígenes:

«Ni viváis solitarios, replegados sobre vosotros mismos, como si ya estuviérais justificados, sino reuniéndoos en un mismo lugar inquirid juntos lo que a todos en común conviene» (Carta de Bernabé, IV, 10)»[6].

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

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