Discernimiento Espiritual Comunitario Parte III: Condiciones personales

El discernimiento comunitario es un tema que resonó con fuerza durante la última Congregación General (la 36°). Desde entonces, los jesuitas de todo el mundo han intentado profundizar en el sentido y la experiencia del discernimiento comunitario. Compartimos aquí la primera parte de un artículo publicado por la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el tema. 

Por: P. Hermann Rodríguez S.J.

Cada uno de los miembros de una comunidad, o grupo, que pretenda embarcarse en la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios, a través de un proceso de discernimiento espiritual comunitario, debe vivir una auténtica experiencia de Dios; sentir a Dios como su Creador y Salvador, aquí y ahora. Sentir a Dios trabajando en su interior y en la realidad que lo rodea. Esta experiencia de Dios, que crea y salva en un mismo movimiento, debe llevar a los miembros de la comunidad que discierne, a una expresión y comunicación de la propia experiencia. El discernimiento espiritual no puede prescindir de este impulso divino, que lleva a las personas a salir de sí mismas, para trascenderse en el otro y encontrar, en este camino de vaciamiento que Dios escogió para revelarse a los hombres, la voluntad salvífica de Dios para cada uno en particular y para la comunidad en su conjunto.

Por otra parte, es necesario que estén superadas, o no existan, posiciones adquiridas y fijadas. El que se acerca al discernimiento compartido tiene que esforzarse por lograr una indiferencia auténticamente ignaciana, que le permita colocarse ante las alternativas de la búsqueda con una verdadera disponibilidad confiada en la novedad permanente de la Palabra de Dios, que se va manifestando a los hombres en cada paso del camino. Sin embargo, no es indispensable que todos hayan ya logrado una indiferencia plena:

«Pero no es necesario que todos los componentes del grupo la tenga ya conseguida desde el principio. Cada cual puede tener sus preferencias, y tendrá ocasión de manifestarlas. En la deliberación, la indiferencia consiste en aceptar que las preferencias personales se sometan a la decisión final. El método mismo del discernimiento comunitario, según vaya desarrollándose, colocará a cada uno de los componentes del grupo y al grupo entero en la actitud de indiferencia».

La indiferencia supone la disposición sincera de acoger la decisión final del superior competente, como la manifestación clara de la voluntad de Dios. Poco a poco, se irá alcanzando esta actitud tan necesaria para cualquier búsqueda, ya sea personal o comunitaria. Puede hablarse, también, de una actitud de pobreza y apertura confiada ante lo que Dios quiere manifestar a través del proceso comunitario. Discernir es ver, y cuanto más despejado esté el cristal de nuestros lentes, de la plata, más claramente podremos descubrir, detrás de él, la realidad de los demás y de Dios; cuanto más oscurecido por la plata esté nuestro cristal, más nos veremos a nosotros mismos, como sucede con un espejo.

Es necesario, también, que los que participan del discernimiento comunitario hayan experimentado en sí mismos los Ejercicios Espirituales ignacianos y, en este sentido, tengan el hábito de la reflexión, la oración, la contemplación, la meditación. Los EE, vividos en profundidad, deben haber alcanzado en cada uno, una capacidad de hacer discernimientos y elecciones personales, que sólo busquen lo que más y mejor los conduzca hacia el fin para el cual han sido creados, sin dejar que los afectos desordenados los desvíen del camino correcto. De hecho, el modelo orientador de todo discernimiento, hecho individualmente o en común, son, para quienes siguen la espiritualidad ignaciana, los EE. Los EE suponen una serie de condiciones que deben cumplir los individuos; es sabido cómo san Ignacio se negaba a dar los EE completos a quienes no consideraba suficientemente preparados para ellos. No se trata de excluir de la participación a ciertas personas o a ciertas comunidades, sino de saber prepararlas y disponerlas para que la experiencia produzca los frutos deseados.

Muy seguramente, quien haya vivido los EE ignacianos con un acompañamiento cualificado, también habrá reconocido la necesidad de la mediación de otro, y de los otros, para encontrar lo que debe hacer en cada momento de su historia. Habrá experimentado la incapacidad para hallar solo la voluntad de Dios en su vida. Habrá reconocido que a través de la experiencia espiritual de los demás, se nos manifiesta la voluntad de Dios:

«Habrá verdadero discernimiento espiritual comunitario si se produce un proceso en el que se quiere llegar a poder interpretar honradamente como voluntad de Dios una de las alternativas que se ofrecen en opciones que impone la vida; si luego se trabaja teniendo en cuenta que Dios se hace presente a través de persuasiones, sentimientos y reflexiones razonables en uno mismo o en otros para uno y en diversas personas para un grupo; pero teniendo en cuenta que Dios se hace presente en libertad y, por tanto, en tiempos y situaciones contingentes, no de forma intemporal y deducible; y también que Dios se hace presente suscitando libertad; por tanto, dando señales de sí que requieren atención e interpretación; de forma que solamente se le puede encontrar escuchando y atendiendo a lo que en la comunidad ocurre y a la forma como ella lo vive, tratando de interpretarlo con ella sin ilusiones iluministas».

Podríamos enumerar otras condiciones que se desprenden de lo que san Ignacio propone para la experiencia de los EE, pero aplicándolas en este caso para la disposición personal de los que se acercan a la experiencia del discernimiento espiritual comunitario. Es necesario llegar a él “con grande ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su sanctísima voluntad” (EE 5). Es importante también, que todos los miembros de la comunidad estén familiarizados con “las reglas de la 1ª. y 2ª. Semana, que son para conoscer varios spíritus” (EE 8), puesto que, normalmente, habrá momentos de consolación y desolación que es fundamental saber interpretar desde la perspectiva ignaciana.

Conviene, también, que los que se van a embarcar en un discernimiento comunitario estén atentos a sus propias motivaciones y a buscar sólo lo que Dios nuestro Señor les vaya señalando, sin apegarse a sus preferencias, “de manera que la causa de desear o tener una cosa o otra, sea sólo el servicio, honra y gloria de la su divina majestad” (EE 16). De este modo, resulta también conveniente que las persona tengan una recta inteligencia del Reino y del seguimiento de Jesús (Banderas), suficiente libertad interior (Binarios) y un auténtico desasimiento de sí (Tres maneras de humildad).

Fuente: Jesuitas Latinoámerica

 

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