Fernando Azpiroz SJ comparte su experiencia de misión en China

Fernando, en su paso por la Provincia, visitó Córdoba para compartir con los estudiantes jesuitas de filosofía su experiencia en Macao y su trabajo en Casa Ricci de Servicios Sociales.

Con su humor habitual, compartió cómo conoció la Compañía a través de la figura de los Santos Mártires Rioplatenses, los inicios de su vocación y el discernimiento vocacional acompañado por el P. Rossi SJ. También destacó de qué manera fue creciendo, como experiencia espiritual, el impulso misionero.

Después de más de 10 años en China, residiendo en Macao, destaca que la fe que los impulsa no deja de sorprender a las propias autoridades locales y que su labor no tiene nada de extraordinario: “lo único curioso –apunta-, es que se desarrolla en China”. Se trata de labores que no todos están dispuestos a llevar adelante por el sacrificio que implican: es el acompañamiento de toda una vida a quienes más están sufriendo el abandono y la desprotección.

Herederos de Francisco Javier y Mateo Ricci, los misioneros jesuitas combinaron desde siempre el trabajo en educación superior –fundando la primera universidad en Oriente-, y la asistencia social –con el primer hospital, que fue un leprosario. 

Siglos más tarde, el P. Luis Ruiz SJ pasó muchos años en Macao hasta iniciar, a los 78 años, el trabajo en favor de refugiados de la Segunda Guerra Mundial, afectados por la secuelas del conflicto, con la idea de integrar a todos en un gran proyecto común: construir sólidos puentes de unión y amistad. Para esto, Casa Ricci promueve la integración de quienes, por las secuelas de la enfermedad, son excluidos pues las secuelas de la lepra o el VIH no son sólo físicas sino también sociales. 

La obra del P. Ruiz, que ahora le toca dirigir a Fernando, además de cubrir los medios de subsistencia básicos a pobres y enfermos, trabaja en pos de la promoción integral de la persona, sea en lo físico, cultural o espiritual. Desde su fundación, en la década del 50, Casa Ricci lleva atendidos más de 10000 pacientes afectados por lepra en más de 150 centros, distribuidos en 13 provincias de China.

Una participación fundamental en el cuidado de las personas, su inclusión y reconocimiento de su dignidad, la tienen las más de 70 religiosas de 8 congregaciones, viviendo en 19 comunidades, que trabajan en la asistencia diaria de los residentes.

A lo largo del tiempo, Casa Ricci ha mantenido su espíritu de servicio, con amor solidario, aprendiendo a cooperar con los demás para dar hoy, sin demoras, respuestas a aquellos que están sufriendo. Defendiendo la vida y dignidad humana. Creando esperanza allí donde no la hay. Solidaridad allí donde reina la división y la discriminación. “Sirviendo, compartimos alegría.”

Es gracias a la presencia estable y generosa de las religiosas que se desarrolla este espíritu que Casa Ricci tiene como distintivo. A través de su testimonio, los enfermos recuperan la noción de su dignidad y comienza a cambiar la mirada que de ellos tiene el resto de la sociedad, comenzando por sus vecinos. De este modo se logra vencer los miedos y se fortalecen los puentes de vinculación con el resto de la comunidad. 

Se generan poderosos vínculos de relación entre las hermanas y los residentes que los llevan a reconocer que resulta muy difícil trasladarlas de un sitio a otro o incluso cerrar una comunidad. Y resulta insustituible su presencia en los centros para el fin que Casa Ricci se propone.

Para finalizar, Fernando compartió el aprendizaje más profundo de su experiencia en China, que tiene ver con la capacidad de sentir con el corazón del otro. Cuanto más distinto a uno es el otro con quien uno vive y trabaja, tanto más profundo e interno es el proceso espiritual de construirse como persona, con una comprensión más profunda de sí mismo y del evangelio.

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