Jesuitas de Centroamérica se encontraron con el Papa Francisco

El sábado 26 de enero, dentro del contexto de la JMJ en Panamá, el Papa Francisco hizo un espacio en su apretada agenda para reunirse con los jesuitas y novicios que vivimos y trabajamos en estas tierras.

 Por Javier Ramos S.J.

El encuentro fue sumamente cercano, fraterno y cordial. Esperábamos al Papa en el salón de reuniones de la Nunciatura y cuando entró lo recibimos entonando el canto «En todo amar y servir». Esto sorprendió al mismo Papa, quien bajó la mirada y escuchó con gozo. Al terminar el canto, Francisco nos regaló un rostro sonriente y saludó a cada uno de los que estábamos presentes.

 Luego de que el Provincial presentara a la comunidad jesuita en Panamá, Francisco se vio sorprendido por el número de jóvenes novicios y, entre risas, le pidió al provincial “el secreto” de esta esperanza vocacional. Francisco tomó asiento y nos dijo que le agradaba tener siempre este encuentro con la Compañía cada vez que tenía la oportunidad y que él no tenía “preparado nada formal”, por lo que quería escuchar nuestras preguntas y dialogar con nosotros.

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 Le preguntamos sobre el estado del proceso de beatificación del P. Rutilio Grande. Nos dijo que el proceso seguía avanzando, agradeció el esfuerzo de todos los que hicieron posible completar la documentación necesaria para la causa (de manera especial a Rodolfo Cardenal) y que confiaba que iba por buen rumbo. Hizo énfasis en que la causa era comunitaria, pues junto a Rutilio también fueron martirizados Manuel Solorzano y Nelson Rutilio. Finalmente, nos contó que él tenía una devoción particular por Rutilio y que en su habitación él oraba junto al cuadro del P. Rutilio Grande. Por su parte, el P. Silvio Avilez, maestro de novicios, le preguntó sobre qué insistía él a sus novicios cuando fue maestro y en qué les insistiría ahora. El papa recordó sus años de maestro y sin dudarlo puso su atención en la “claridad de conciencia”; claridad que permite la incorporación auténtica en la Compañía y que posibilita la verdadera entrega de la misión apostólica por parte del superior.

Luego, en una forma más espontánea y libre, cada uno de los presentes tuvimos oportunidad de preguntar aquello que quisiéramos al papa. El papa escuchó atentamente cada una de las preguntas y sus respuestas nunca fueron “de cajón” sino sumamente sinceras, ilustradas con ejemplos de su propia vida y cargadas de anécdotas sabias y jocosas, como las del abuelo de familia que saca antigüedades y novedades de su tesoro.

 También hablamos de nuestro trabajo con los jóvenes y de cómo podíamos hacerlo fructificar; ¡escúchenlos!, nos dijo. Los novicios fueron protagonistas durante el encuentro, el papa los escuchaba con gusto y ellos preguntaban con libertad. Hablamos de nuestro compromiso político como cristianos, sobre el dolor de nuestros pueblos y su sangre derramada, sobre su impresión de Centroamérica (¡Colorido y noble!, así la definió en dos palabras Francisco) y sobre aquello que esperaba de nosotros como jesuitas en la Provincia Centroamericana.

 Francisco nos insistió en la profundización de nuestra historia, en volver sobre aquellas heridas que pensábamos estaban cerradas; que ahí encontraríamos respuestas y claridades para estos tiempos tan convulsos y violentos, pero también tan llenos de signos de esperanza. Nos invitó a recordar agradecidos nuestro testimonio evangélico de liberación durante tantos años, a pedir perdón por nuestros errores, a convertirnos y a seguir adelante en nuestra misión.

 El papa no nos quiere jesuitas acartonados, sino fieles al carisma, pero al mismo tiempo que seamos nosotros mismos; que no olvidemos nuestras raíces, que no reneguemos de nuestras culturas, que nos mantengamos fieles a la fe recibida de nuestros abuelos y fieles al carisma que nos ha reunido, el de la Compañía de Jesús. En definitiva, nos quiere sólidos en estos tiempos líquidos y gaseosos.

 El encuentro, que duró más de una hora, terminó como empezó, lleno de fraternidad y con el rezo del Ave María. Al papa no parecía preocuparle el tiempo, se despidió nuevamente de cada uno de nosotros, pidiendo que por favor rezáramos por él. Y así salió de la sala. Común fue la experiencia de haber estado frente a un hombre sabio, lúcido, bien informado y en continua formación; un hombre que lleva con vigor el peso de la misión dada por Jesús, confirmarnos en la fe.

Fuente: Jesuitas Lationamérica

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