Jesús Frente a Pilato: Propuesta de Oración para el Jueves Santo

Compartimos una ayuda para la oración propuesta por Gonzalo Zarazaga SJ que invita a contemplar los momentos en los que Jesús dialoga con Poncio Pilatos, antes de ser condenado a muerte; narrados en el Evangelio de Juan.

Juan 18, 28-19, 16ª

Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era temprano. Ellos no entraron en el pretorio para evitar contaminarse y poder comer la Pascua.  Pilato salió afuera, a donde estaban, y les preguntó; “¿De qué acusáis a este hombre?”. Le contestaron: “Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado”. Les replicó Pilatos  “Pues tomadlo y juzgadlo según vuestra legislación”. Los judíos le dijeron: “No nos está permitido dar muerte nadie” – Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tenía que morir- . Entró de nuevo Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús respondió: “¿Los dices por tu cuenta o lo han dicho otros de mí?”. Pilato le respondió “¡ni que yo fuera judío! Tu nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?”.  Contestó Jesús: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo , mis soldados habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Ahora bien, mi reino no es de aquí”. Le dijo Pilato: “Entonces, ¿tú eres rey?”. Jesús contestó: “Tú lo dices. Yo soy rey: para esto he nacido, para eso he venido al mundo, para atestiguar la verdad. Quien está de parte de la verdad, escucha mi voz”

Le dice Pilato: “¿qué es la verdad?”. Dicho esto, salió de nuevo a donde estaban los judíos y les dijo: “No encuentro en él culpa alguna. Pero es costumbre vuestra que indulte uno por Pascua. ¿Queréis que os indulte al rey de los judíos?”. Volvieron a gritar: “A ese no, a Barrabás”. Barrabás era un asaltante.

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Entonces Pilato se hizo cargo de Jesús y lo mandó azotar. Los soldados entrelazaron  una corona de espinos y se la pusieron en la cabeza; lo revistieron con un manto púrpura, y acercándose  a él le decían: “¡Salve Rey de los judíos!”. Y le daban un bofetón. Salió otra vez Pilato afuera y les dijo: “Mirad, os lo saco para que sepáis que no encuentro culpa alguna en él”. Salió, pues, Jesús afuera, con la corona de espinos y el manto púpura. Pilato les dice: “Aquí tenéis al hombre”.

Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Les dice Pilato: “Tomadlo vosotros y crucificadlo, que yo no encuentro culpa en él.” Le replicaron los judíos: “Nosotros tenemos una ley y según esa ley debe morir porque se ha hecho hijo de Dios”.

Cuando Pilato oyó aquellas palabras, se asustó mucho. Entró en el pretorio y le dijo de nuevo a Jesús: “¿De dónde eres?”. Jesús no le dio respuesta. Le dice Pilato: “¿A mí no me hablas?¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?”. Le contestó Jesús: “No tendrías poder contra mí si no te lo hubiera dado el cielo. Por eso, el que me entrega es más culpable”.

A partir de entonces, Pilato procuró soltarlo, pero los judíos gritaban: “Si sueltas a ese, no eres amigo del César. El que se hace rey va contra el césar”. Al oír aquello, Pilato sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gábbata. Era la víspera de la Pascua, al mediodía. Dice a los judíos: “Ahí tenéis a vuestro rey”. Ellos gritaron: “¡Afuera, afuera, crucifícalo!”. Los sumos sacerdotes contestaron “No tenemos más rey que el Cesar”. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.

Ayudas para la Oración

1° Leemos con atención el relato del encuentro de Jesús con Pilato.

2° Nos ponemos en presencia de Dios.

Procuramos sentir que nos invita a adentrarnos en el misterio de su persona, de su amor y de su entrega. (…)

3° Composición viendo el lugar.

comenzamos nuestra meditación intentando recrear en nuestro interior los lugares que nos sugiere la narración. De la casa de Caifás, Jesús es llevado al pretorio para comparecer ante Pilato. Todavía está oscuro. El juicio se realiza al amparo de las tinieblas. Los judíos se quedan afuera para no contaminarse y poder celebrar la Pascua. Otra vez la sutil ironía de Juan: los que pretenden permanecer puros para participar de la Pascua son los que se quedan afuera de la Pascua eterna (…)

4° Pedimos acompañar  a Jesús en su Pasión.

Pedimos la gracia de participar personalmente y desde dentro del encuentro con Jesús. (…)

5° Contemplamos a las personas, a los judíos que acusan a Jesús.

Odiaban a los romanos. Detestaban ver la tierra prometida ocupada y gobernada por paganos que nada tenían que ver con el pueblo elegido y la historia de Israel. Les costaba entender los designios de Yavé, que una y otra vez los dejaba en manos de dominadores extranjeros. Con todo, al menos los romanos les permitían practicar el culto y cumplir con sus ritos y costumbres, siempre y cuando pagaran el tributo y no se rebelaran contra las disposiciones romanas y la autoridad del César. Habían alcanzado así un cierto entendimiento y equilibrio que les permitía a los sacerdotes , escribas y fariseos , conservar algo de poder y autoridad frente al resto del pueblo. Desde esa posición veían a Jesús como un advenedizo con pretensiones mesiánicas que venía a cuestionar su autoridad, poniendo en peligro  el delicado equilibrio alcanzado. Ante esa amenaza, habían decidido que era “preferible que uno muriera por el pueblo”. Ello implicaba establecer que era más importante conservar el estado de situación que era escuchar a Jesús. El evangelista destaca la violencia de las pasiones y los intereses en juego: cada vez que pilato sale para hablar con ellos y hacerles recapacitar, los judíos “gritan”, “vociferan”. No quieren hablar ni escuchar.

6° Contemplamos a Pilato.

También está profundamente, aferrado a su poder, dominado por sus intereses y el deseo de conservar el actual estado de cosas. (…)

Pilato cree que todo el problema reside en que Jesús pretende ser el rey de los judíos. Pero se encuentra con que Jesús afirma ser rey a secas, que no es solo un rey más de este mundo, y que incluso la autoridad de Pilatos depende de sus designios. Pilato se siente tan enredado que ya no sabe cómo salir. Jesús le ofrece abrirse a la verdad pero Pilato no la quiere. “¿Qué es la verdad?”, pregunta. En el fondo, no busca la verdad . Huye. No es eso lo que le importa. En seguida se escapa de la mirada de Jesús: “al decir esto, salió nuevamente”. Buscando la salida más fácil, la voluntad de Pilato de hacer, mínimamente lo correcto se resquebraja cada vez más. Se va dejando manipular por las presiones. Finalmente cede creyendo que así se desentiende de un problema de que él no es responsable. Lo “entrega” pero se lava las manos sugiriendo que son los judíos quienes lo matan, cuando en realidad, sólo él tiene la potestad de hacerlo.

7° Contemplamos y escuchamos a Jesús.

El texto no menciona para nada a los discípulos. Probablemente ya ha huído y se han dispersado. En apariencia, Jesús está completamente solo. Pero el lector sabe que el Padre está con él, listo para resucitarlo y coronarlo en la gloria. En contraste con Pilato, Jesús se muestra seguro y firme. En todo momento se muestra sereno. Ya ha decidido frente al Padre lo que tiene que hacer y no duda. (…)

Todo el relato quiere presentar, ante los ojos de quien contempla, la imagen de Jesús como un rey humilde que, sentado sobre una tarima elevada con una corona de espinas y un manto rojo sobre los hombros, viene a inaugurar el nuevo reino de Dios, un reino distinto a todo lo esperado y conocido. En giros lleno de ironía es el mismo Pilato el que hace las  presentaciones . Primero anuncia: “He aquí al hombre”. Los lectores del evangelio saben que detrás de las palabras de Pilato se descubre una gran verdad: Jesús es el hombre nuevo, el nuevo Adán, el Mesías esperado por Israel, el “hijo del hombre” prometido que ya ha llegado del cielo para inaugurar el reino de Dios. Más adelante, cerrando toda la escena, rematará afirmando “Aquí tenéis a vuestro rey”. (…)

8° Terminamos con un coloquio a Jesús.

Podemos darle gracias , por su amor, por su entrega por nosotros. Podemos pedirle sentirlo vivo, presente y resucitado en medio de nosotros. Podemos preguntarle por la verdad, por nuestra verdad. O podemos sencillamente, postrarnos en silencio y adoración ante la imponente imagen de este rey completamente entregado, coronado de espinas , que sólo quiere servir, y que no reconoce otra forma de reinar.

 

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