Y si nos detuviéramos ¿Qué pasaría?
Pasa que cuando uno se detiene o se asienta, todo lo que estaba en movimiento se agolpa en el interior buscando continuar el movimiento. En esto seguimos las leyes de la inercia física. La pregunta podría ser: ¿qué detiene el movimiento interior? ¿Qué sucede con lo que estaba en movimiento cuando nos aquietamos?
Cuando nos encontramos en el fragor del trabajo, de una relación o de una circunstancia que nos activa intensamente, todas nuestras fuerzas vitales trabajan al mismo tiempo en pos de lo que estamos viviendo. Incluso las violencias ejercidas o padecidas de nuestro actuar en el mundo se configuran como movimientos. Son golpes de estímulos a la sensibilidad, golpes de conciencia. Nuestro cuerpo que sabe del mundo más que nosotros mismos registra absolutamente todo lo que vivimos.
El gran shock que padecemos en el aquietarnos es el del silencio. Cuando nos callamos, surgen de nosotros todas aquellas palabras, frases, imágenes, ideas, pensamientos, sentimientos por decir. En efecto, cuando dormimos los sueños configuran un mundo simbólico hilvanando muchos de estos materiales. Por eso es necesario de vez en cuando detenerse. Allí se fragua la vida feliz. Sólo el detenerse produce vidas felices. Detenerse de qué, si no hago nada, podrán decir algunos más sedentarios. Detenerse de lo que sea que viene sucediendo en nuestra vida. Detenerse y silenciarse para reconocernos, sentirnos sentir.
Y una vez que se agolparon todos los movimientos en el ‘paragolpes’ de nuestra conciencia: comunicar. La única vía de escape para soportar la inercia en la detención es la de comunicarse.
Primero, con uno mismo.
Relatarse a uno lo que se vive como hablando con alguien a quien deseamos. Porque la inteligencia narrativa ejerce una doble función de integración del acontecimiento que vivimos –y hasta el límite de anularlo- y de exaltación del acontecimiento, hasta el punto extremo en que el acontecimiento mismo engendra sentido. Tomar contacto de ese diálogo sincero con lo que nos sucede es casi la gran tarea a la que nos deberemos comprometer si deseamos una vida feliz.
Segundo, comunicarse (como sea) con otro, es la otra fórmula de salir del solipsismo.
Sea como sea que se pueda decir. Aquí la creatividad tiene que ser fecunda. Cada palabra, gesto, dibujo, canción, silencio, mirada… será una curación. Sentirás el alivio de sentirte vivo sólo si comunicas lo que vives sea lo que sea que padeces, como sea que se pueda comunicar.
Detenerse y contemplar el verbo. ¿Qué estoy haciendo? Y permanecer allí. Sereno, sin hacer más que sentir lo que sientes. Alabando la inmovilidad ante lo incambiable. Dejando ser lo que es. Que es lo más real, y sólo la realidad cura. Solo la aceptación agradece.
Emmanuel Sicre Sj
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