Inmaculada Concepción: Preparar el Corazón con María

En ocasión de la fiesta de la Inmaculada Concepción compartimos este material que, además de para recordar de modo especial a Nuestra Madre, puede ayudarnos para preparar el corazón a la luz de su imagen.

Decimos a veces que el mundo está loco, que faltan personas que demuestren con su vida en qué creen, que sean coherentes, felices con lo que tienen, firmes y a la vez humanos. Por eso, hoy, María, te miramos a ti, que nos sirves de ejemplo y que quieres compartir con nosotros tu mirada, tu sentir, tus palabras. Te miramos intentando parecernos un poquito a ti, entrando algo más en tu corazón para compartir contigo este tiempo de búsqueda y redescubrimiento de Jesús, de vida.

(…)

Donde todos hubiesen visto una locura, María vio un horizonte. Donde muchos hubiesen visto una trasgresión, ella intuyó la promesa de Dios. Donde tantos se hubiesen estremecido ante la perspectiva y hubiesen exigido más pruebas, más seguridades o más garantías, ella exclamó: «Hágase». Donde la ley era la referencia y la condena, ella fue capaz de cantar la grandeza del Dios que está con los más pequeños y da la vuelta a todos los órdenes establecidos. Donde todo era convencional, María, con una acogida hecha al tiempo de ignorancia y valentía, de confianza y entrega, fue capaz de colaborar con Dios de un modo radical.

 Pedimos a Dios, a imagen de María, ser capaces de decir en nuestra vida: «Hágase».

¿Y cuál es para mí el anuncio del ángel?

 Quizás esto, más que ninguna otra cosa, nos habla de encarnación, de la manera de Dios de hacer las cosas. Un Dios con una madre, como tú, como yo. ¿No te deja un poco sorprendido esa imagen? El eterno, el todopoderoso, el Dios que todo lo sabe, hijo de una mujer, como tú, como yo… Y si Jesús refleja para nosotros el modo de ser personas a que estamos llamados, María, en su maternidad absoluta, nos acerca también muy densamente a esa humanidad. Porque ella es, como tú, como yo, una mujer de carne y hueso. Una mujer que, abrazando con pasión y con un amor radical la buena nueva del ‘Emmanuel’ se convirtió en portadora de un amor capaz de salir de sí mismo. En la entrega radical de Jesús, y la aceptación de María, al pie de la cruz, se forja un lazo de amor, una forma de dar todo lo que uno tiene, que es en nuestro mundo exponente de la lógica distinta del evangelio.

Pedimos a Dios que nos enseñe a vivir arraigados en ese amor capaz de dar lo que más quiere.

 Fuente: Pastoral SJ

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