Descubren que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio son buenos para la Salud

Científicos de Estados Unidos descubrieron que los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, podrían generar “cambios significativos” en el cerebro generando mejoras en la salud.

Los investigadores del Instituto Marcus de Salud Integrativa de la Universidad Thomas Jefferson analizaron las respuestas cerebrales de los participantes de un retiro y publicaron sus resultados en el documento Religion, Brain and Behaviour (Religión, Cerebro y Comportamiento).

El estudio, financiado por el Instituto Fetzer, incluyó a 14 participantes entre 24 y 76 años.

El Dr. Andrew Newberg, director de investigación, dijo que “dado que la serotonina y la dopamina son parte de la recompensa y sistemas emocionales del cerebro, nos ayuda a entender por qué estas prácticas resultan en experiencias emocionales poderosas y positivas”.

“Nuestro estudio mostró cambios significativos en los transportadores de dopamina y serotonina luego del retiro de siete días, lo que podría ayudar a los participantes en las experiencias espirituales que describieron”, indicó.

La dopamina es conocida como el “químico del placer”, pero está involucrada en una amplia gama de funciones cerebrales, desde el control de la atención hasta el movimiento.

Por su parte, a la serotonina se le llama a menudo la “hormona para sentirse bien” y está involucrada en la regulación emocional y el estado de ánimo.

Las observaciones posteriores al retiro revelaron disminuciones en el transportador de dopamina y en el enlace del transportador de serotonina, lo que podría generar que más neurotransmisores estuvieran disponibles para el cerebro.

Después de la Misa de la mañana, en el retiro, las personas pasaron la mayor parte del día en silencio, orando y reflexionando, además de reunirse a diario con un director espiritual.

A su regreso a la vida cotidiana, los sujetos de estudio también completaron una serie de encuestas que mostraron mejoras notables en su percepción de la salud física, la tensión y la fatiga.

También informaron de una mayor sensación de auto-trascendencia que se relaciona con el cambio de la dopamina vinculante.

El Dr. Newberg expresó que, de alguna manera, el “estudio plantea más preguntas de las que responde”.

“Nuestro equipo tiene curiosidad acerca de qué aspectos del retiro causaron los cambios en los sistemas de neurotransmisores y si diferentes retiros producirían resultados diferentes. Esperemos que los estudios futuros puedan responder a estas preguntas”, concluyó el especialista.

Fuente: Church Pop

Sobrevivir en Tiempos de Moderna Aceleración

Sobre una época en la que todo pasa y se sucede con la velocidad de un zumbido.

Una de las noticias más comentadas la semana pasada fue la conmemoración del XXV aniversario de la inauguración del tren de Alta Velocidad Española (AVE). Todos se apuntaron a la conmemoración y todos parecían celebrar las bondades del invento, pero no sólo como recurso estratégico para el liderazgo turístico o el crecimiento económico, sino como metáfora de un tiempo de moderna aceleración. Como sociedad y como generación, recordábamos algo más que la apertura de una línea férrea, celebrábamos la confirmación de nuestra acelerada instalación en la modernidad.

Aunque podemos analizar esta celebración releyendo a Bauman y la contraposición que realiza entre el peregrino y el turista, quisiera recuperar los comentarios que Byung-Chul Han hace sobre la aceleración cuando se plantea el paso de la “época del marchar” a la “época del zumbido”. Como bien saben los usuarios del AVE, hay momentos de aceleración en los que solo se suceden zumbidos.

A Han le resulta útil la distinción de Bauman cuando hace una fenomenología de los andares, como si el andar del peregrino y el andar del turista describieran dos formas distintas de sentir y estar en el mundo. Mientras que el turista consume y surfea vivencias por el mundo, el peregrino las transforma y convierte en experiencias; mientras que el primero representa un tiempo de rapidez y aceleración, este segundo deja tiempo para la demora, la contemplación y el contacto con la naturaleza.

No se conforma con esta distinción porque considera que los tiempos de la moderna aceleración están siendo desplazados por los tiempos del posmoderno deambular. ¿Qué sucedía en los tiempos de la acelerada modernidad?

“En la modernidad… La narración del progreso o la libertad otorga al tiempo un sentido y una significación. La aceleración resulta sensata y deseable en virtud de un objetivo que se espera tenga lugar en el futuro. Se deja integrar en la narración sin problemas. De ahí que los progresos técnicos vayan acompañados de una narración prácticamente religiosa. Estos deben acelerar la llegada de la salvación futura. En este sentido, el ferrocarril se sacralizará como máquina del tiempo capaz de alcanzar más rápido el ansiado futuro en el presente…. “(p. 51)

La aceleración de los tiempos modernos está asociada a incrementos progresivos de la velocidad, sin preguntarnos últimamente por el sentido o valor de la meta que perseguimos. De esta forma asistimos a cambios y alteraciones radicales en las narrativas o relatos. Incluso se cuestiona el sentido mismo de la aceleración, del progreso y de la modernidad. Al perder sentido, orientación y valor, la aceleración se transforma en atolondramiento:

“Uno de los síntomas de esta desnarrativización es el vago sentimiento de que la vida se acelera, cuando en realidad no hay nada que lo haga. Si se observa con detenimiento, se verá que se trata de una sensación de atolondramiento. La verdadera aceleración presupone un proceso con una dirección. La desnarrativización, sin embargo, genera un movimiento sin guía alguna, sin dirección, un zumbido indiferente a la aceleración…” (56)

Como metáfora de aceleración que se transforma en atolondramiento, el desarrollo del AVE ha dejado atrás no sólo formas distintas de viajar sino de situarse en el mundo. Además de nuestra obsesión por la aceleración y la velocidad también estamos obsesionados por la puntualidad, como si tuviéramos que quemar etapas en la vida y no quisiéramos perdernos nada. Como si vivir más rápidos y hacer más cosas fuera sinónimo de alcanzar una vida buena y un vivir mejor:

“La sensación de que el tiempo pasa mucho más rápido que antes tiene su origen en que la gente, hoy en día, ya no es capaz de demorarse, en que la experiencia de la duración es cada vez más insólita. Se considera, de manera equivocada, que el sentimiento de atolondramiento responde al miedo de “perderse algo” (p. 56).

Citando las investigaciones de Harmut Rosa, Han recuerda: “El miedo a perderse cosas (valiosas), y el consecuente deseo de intensificar el ritmo vital, (..) son el resultado de un programa cultural desarrollado en la modernidad que consiste, a partir de la aceleración, del “disfrute de las opciones del mundo”, es decir, el aumento de la cuota de vivencias, en hacer que la propia vida sea más plena y rica en vivencias e incluso de este modo alcanzar una “buena vida”. La promesa cultural de la aceleración se fundamenta en esta idea, y tiene como consecuencia que los sujetos quieran vivir más rápidos.” (p. 57)

Hemos integrado estas consideraciones sobre la aceleración de tal forma que nos arriesgamos a que nuestra vida también pase como un zumbido. Desde la comida rápida al robot multitarea pasando por la instantaneidad de la comunicación, corremos el peligro de olvidar que una vida vivida aceleradamente no es, necesariamente, una vida más plena: “Quien intenta vivir con más rapidez, también acaba muriendo más rápido. La experiencia de la duración, y no el número de vivencias, hace que una vida sea plena. Una sucesión veloz de acontecimientos no da lugar a ninguna duración… Una vida a toda velocidad, sin perdurabilidad ni lentitud, marcada por vivencias fugaces, repentinas y pasajeras, por más alta que sea la “cuota de vivencias”, seguirá siendo una vida corta….”(p. 57-58)

Fuente: Entre Paréntesis

Amores Virtuales

La inmersión de las Nuevas Tecnologías en nuestras vidas ha influido en el modo en que relacionamos generando algunas tensiones con el tiempo y el espacio que necesitan los procesos afectivos.

Por Marta Porta, HVN

Muchas veces cuando comenzamos a experimentar las cosas del amor, casi todo sucede en línea. Comienza con un me gusta, sigue con un chat. Entonces hablemos del fenómeno virtual en el mundo afectivo. Más particularmente en las relaciones amorosas que nacen, se crean o se sostienen en la red. Creo que asistimos a una innegable construcción. Está entre nosotros y nos atraviesa. El gesto más cariñoso puede expresarse en un mensaje y la indiferencia más fría puede sentirse en el silencio de un visto. La palabra puede tener una fuerza poderosa para armar o desarmar un vínculo cuando cliqueamos «enviar». Señales con una fuerza imparable que cuelgan las relaciones en la nube y nos atrapan en un mundo afectivo potencialmente imaginario donde casi todo es posible.

Pero, ¿qué sucede con el amor? El necesita expresarse realmente. Los sentidos (ver, tocar, gustar, oír, oler) son las puertas que abren a los afectos. Son las primeras «palabras» de nuestro lenguaje afectivo.

El deseo de amar a un otro de carne y hueso distinto de mi implica salir de lo virtual para entrar en el mundo real del corazón humano. Donde las emociones y los afectos no son sólo ilusiones. Allí la frustración, esa experiencia de que las cosas no suceden como las imaginamos, nos incómoda, nos entristece. En el corazón nos encontramos heridos y vulnerables, pero también dignos y capaces de amar y ser amados. Allí, en lo escondido y profundo del corazón que se deja tocar por el amor aparece nuestra verdadera identidad. Allí se da lo posible, que alguna vez quizás sea doloroso.

¡Anímate! A cruzar la frontera de la red. A asumir el desafío y la construcción del amor humano.

Es verdad: puede ser más trabajoso. Puede ser más largo. Porque las relaciones necesitan tiempo, lugares, gestos. Necesitan de lo real.

Fuente: Pastoral SJ

Confiar o Perecer

Confiar en Jesús Resucitado para encarar la vida desde la esperanza.

Por Emmanuel Sicre SJ

Si tomas una tela y la miras con detenimiento podrás observar cada uno de los hilos que la forman y le dan resistencia, color y textura. Nuestra vida se parece a esa tela cuando nos damos cuenta de que está entramada con hilos de confianza. Hasta la acción más pequeña está hecha de confianza. Por ejemplo, cuando hablas con alguien confías en que te está escuchando; cuando haces una señal al ómnibus para que pare, confías en que lo hará; cuando comes algo confías en que no te hará daño. Cada cosa que hacemos se apoya en una confianza natural, espontánea, en lo que nos rodea.

¿Cómo aprendimos esto? Con nuestras familias, desde que nacimos nos desarrollamos en un medio que nos permitió desplegar esa confianza. Por ejemplo, confiábamos en quien nos enseñó a caminar en cada paso. Cuando somos niños es cuando más experimentamos esa confianza natural y espontánea en la vida y en el mundo. Por eso, nos entristece o asusta mucho cuando vemos algo feo y doloroso, porque pareciera que esa confianza “como que se rompe”.

A medida que vamos creciendo, los hilos de nuestra confianza se resienten y nos cuesta un poco más creer. Empezamos a sospechar de las personas, de las cosas del mundo y de nosotros mismos. Como si la tela se volviera frágil. Nos parece que todo nos amenaza y eso nos da un poco de temor. Tenemos miedo a que esa confianza a la que nos acostumbramos de niños se pierda del todo. Entonces, nos empezamos a defender de aquello que nos da miedo. Nos defendemos de nuestros padres, o de nuestras amistades, o de nuestras relaciones, porque tenemos miedo de perder lo último que nos queda. Y ni te digo si te enamoraste y se dañó la relación, o si alguna macana que te mandaste hizo que disminuyera la confianza que tus padres te tienen, o si te creíste capaz de algo y no resultó. Todas estas experiencias de alguna manera parecen negativas. Pero en verdad lo que están diciéndote es que hay que dar un paso más en el crecimiento. Y para dar ese paso, tal como cuando eras niño, necesitas de alguien que te dé un entorno de confianza que te asegure algo.

¿Cómo confiar en alguien si siento que nadie me comprende y los que me comprenden están en la misma que yo? Confiar en alguien es animarse a perder alguna seguridad -no toda- para ganar otra. Abrirse a una relación con otra persona teniendo en cuenta dos claves: la certeza de que todos nos equivocamos alguna vez, pero con la esperanza de que lo mejor está por venir. Esa relación, nueva o de siempre, necesita crecer en confianza con gestos concretos: el perdón de los errores, la compasión de nuestras debilidades y la celebración de lo que construimos juntos.

Esta es la confianza a la que nos invita Jesús con su Resurrección: dejar de tener miedo a la alegría que nos da sabernos queridos y querer a otros. Nos estimula a dar el paso del crecimiento, porque la esperanza de que lo mejor está por venir es la principal manera de amar lo que nos rodea y dejar de instalarnos en la queja permanente del niño caprichoso que no sabe ni lo que quiere. Jesús Resucitado te provoca confiar porque más allá de las dificultades de la vida, de los dolores que conlleva la relación con los demás, de la incredulidad, siempre es más fecundo amar que ocultarse y secarse de soledad. Él da testimonio de eso: todos sus amigos traicionaron su confianza y la cruz le dio muerte, pero Dios Padre no quiso que esa muerte de la confianza fuera la última palabra. Entonces resucitó a Jesús para hacernos participar del verdadero espíritu del amor: la confianza plena en la vida que siempre da más y más a quienes se animan a dar pasos y caminar con otros.

Fuente: Blog Pequeñeces

Reflexión del Evangelio – Domingo 14 de Mayo

Evangelio según San Juan 14, 1-12

Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, ¿les habría dicho a ustedes que voy a prepararles un lugar? Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy”. Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?”. Jesús le respondió: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto”. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta”. Jesús le respondió: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre”.

Reflexión del Evangelio – Ignacio Puiggari SJ

Jesús dice de sí mismo que es el camino, la verdad y la vida. Todos nosotros tenemos experiencia de caminos.

Allá en la gran capital del sur, en Buenos Aires, sabemos que estos suelen ser el escenario de grotescos embotellamientos que sacan las palabras menos felices y los peores humores. Más arriba por el Paraná, en Santa Fe las calles sucumben por sus baches y socavones; y hacia el este en Córdoba, por los hinchas de Talleres o de Belgrano cuando ganan algún partido de copa. Del Boquerón sabemos también cómo el barro impide el acceso de la gente, y aquí en Santiago de Chile cómo algunos arreglos parecen interminables

¿Será que en nuestra vida contamos con algo de barro y de baches, embotellamientos y arreglos que parecen nunca acabar?

A veces nos enfangamos mal y caemos en deshonra e indignidad. Alguien, sin embargo, condesciende y con su mano tendida nos abre un camino de paz y de gozo. Es ahí cuando el camino se vuelve encrucijada: ¿acaso debemos seguir el camino del engaño y de la esterilidad? Es cierto, se trata del camino conocido y seguro, pero ¿por qué no dejar sentir al corazón esta senda sin demoras hacia la verdad y la vida? ¿Qué haremos con esta vida finita y limitada sino entregarla y dejarnos llevar por el camino de una belleza diferente? ¿Cuánto podemos fecundar nosotros solos, enfangados y sin Dios? Y el Padre resuena como una certeza cordial que nos anima y seduce para tomar la vía del Hijo.

El camino de la osadía no tiene baches ni deshonra. Es sencillo, sí. Como el pan y como el vino. Como la delicadeza de un juicio que salva o la alegría de una gratitud especial. En esta condescendencia del Padre y del Hijo ocurre el milagro de cuántos caminos abiertos configuran el pulso de una humanidad renovada. Las fantasías del engaño son numerosas, pero el Señor nos ofrece mucho y buscará impactarnos con su amor. Basta que estemos algo atentos y con algunas pocas referencias podamos descifrar la belleza que significa sentirse amado –recibido, mirado, requerido, cuidado, sanado, escuchado-. El eco de nuestro amor brotará entonces por sí solo como el esfuerzo físico de la rosa cuando florece porque florece.

Pidámosle al Señor esta atención y estas referencias junto a la gracia de su impacto y su amor.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe 

Asamblea General de Fe y Alegría en Paraguay

Entre el 24 hasta el 30 de abril se llevó a cabo en Asunción del Paraguay la XXXII Asamblea General de la Federación Internacional Fe y Alegría.

La reunión inicial se estableció en la Casa de Retiros Espirituales “Santos Mártires” de la ciudad de Limpio, a unos 20 km de Asunción. Durante la segunda jornada, se celebró una Misa de Acción de Gracias por los 25 años de Fe y Alegría en Paraguay que contó con gran parte de la comunidad que integra la Federación de ese país.

El jueves 27 toda la delegación se trasladó al Bañado Sur de Asunción, y Mariano Roque Alonso, para visitar algunos centros educativos de Fe y Alegría que se encuentran allí.

Los días viernes 28 y sábado 29 tuvo lugar la Asamblea propiamente dicha y el domingo 30 se llevó adelante la reunión de directores nacionales de las Fe y Alegrías.

Objetivo del Encuentro:

Convivir, compartir, discernir y avanzar con los trabajos federativos, teniendo en cuenta lo que se ha construido juntos en 2016 y lo que se empezó en febrero de 2017 como nueva etapa de gestión federativa. Es un tiempo especial en el que se tiene entre manos el desafío de concretar el plan de prioridades fortaleciendo el modo de trabajo en redes.

Fuente: Fe y Alegría

Creer en la Risa

La alegría como el modo de vida de los cristianos y la risa como el modo más genuino que tenemos de comunicarlo al mundo.

Por María Dolores López Guzmán

«El tiempo que uno pasa riendo es tiempo que pasa con los dioses» dice un proverbio japonés. Tal es el contento que provoca la risa que uno piensa que debe asemejarse a estar en una compañía divina. La distensión que una carcajada produce en el cuerpo y en el alma es tal que la risoterapia es vista ya como la medicina natural ideal para rebajar el estrés y mejorar el estado de ánimo, que buena falta hace. Sin embargo, no hay talleres de alegría y desconexión que, aun siendo estupendos, estén al mismo nivel que la ‘explosión de gozo pascual’ ante la resurrección. ¡Genial que la primera experiencia del Resucitado haya quedado asociada al regocijo extremo, el júbilo irrefrenable y el alborozo incontenible! Alegría con sabor a reencuentro, satisfacción por una victoria (ante la muerte, nada menos), gloria bendita. Señales ya inconfundibles de la Presencia misteriosa, no siempre palpable, pero probada, del Señor. Desde entonces el ruido de la risa floja, inexplicable y explosiva, nos avisará de que está cerca. Él también rió. Le gustaba la fiesta y la celebración.

Otros creyeron que habían ganado, que la ternura no tenía nada que hacer en este mundo… ¡qué ingenuos! Quien ríe el último… ¡ja! Ese gusto que se siente al final, y que podemos experimentar por adelantado, nadie nos lo va a quitar. La satisfacción de vislumbrar que de verdad ganan los buenos, el Bueno, y lo bueno. Lo mejor de lo mejor.

¿Tristes los cristianos? Naturalmente. Por tanto dolor, injusticia, prepotencia, malhumor, sonrisas superficiales y sardónicas; por tantas cosas contrarias al amor. Pero alegres en el Señor. Seguros de su triunfo, tranquilos por no tener que aparentar lo que no somos, sin miedo a fracasar, prontos para conversar como auténticos hermanos. ¡Qué alegría saberse salvados! ¡Qué gusto infinito poder ser simplemente humanos!

Fuente: Pastoral SJ

Religiones como Parte de la Solución y No del Problema

La experiencia de diálogo y construcción conjunta entre las religiones como un hecho enriquecedor y necesario dentro de sociedades plagadas de conflictos.

Por Ignacio Sepúlveda

¿Las religiones son parte del problema de nuestra sociedad o de la solución?

Hace unos pocos días tuvimos la oportunidad de escuchar el discurso que el Papa Francisco dio en la Universidad de Al-Azhar, en el Cairo. Allí el Papa habló de la importancia de la educación para generar una cultura del encuentro y del diálogo que promoviera la paz y el entendimiento. Frente al problema de la violencia y la incomprensión, las religiones debían ser parte de la solución y no del problema.

Según el Papa, cualquier diálogo, pero específicamente el diálogo interreligioso, debe tener tres requisitos esenciales: el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones. Claramente no se puede dialogar con el otro si primeramente no se reconoce y asume lo propio. El diálogo generado desde las ambigüedades y de la falta de claridad tiene poco fututo. La valentía de la alteridad nos conduce a reconocer y vivir que el otro no es un enemigo (o el infierno, como diría Sartre), sino alguien con el que hago camino y con el que puedo construir comunidad pese a las diferencias. Por último, Francisco insiste en la sinceridad de las intenciones. Una condición esencial del diálogo es la búsqueda de la verdad común. Si se establece un diálogo con segundas intenciones, hay algo que ya falla desde el inicio. El diálogo busca el encuentro pese a las diferencias.

Dialogar en nuestras sociedades

Hoy nos encontramos con que en un mismo espacio convivimos personas con distintas maneras de comprender y de responder a los problemas del mundo, de la economía, de la sociedad, de la organización política. Ya no existe un solo paradigma que dé respuesta a los desafíos del mundo. Esta experiencia de pluralismo y diversidad también se vive en el espacio religioso: el tiempo en que todos compartíamos una misma mirada común sobre el sentido de la vida y la apertura a la trascendencia ha desaparecido. Nuestras sociedades, seculares en muchos aspectos, se han visto transformadas por la fragmentación y privatización de los credos tradicionales. Junto con lo anterior, y de la mano del fenómeno de la inmigración, otras doctrinas comprensivas del bien, entre ellas el Islam, están presentes en nuestra realidad. Es decir, el diálogo interreligioso ya no es algo que lejano, sino que ha comenzado a ser parte de nuestra vida. Esta nueva situación de pluralismo religioso plantea un desafío: ¿qué pueden hacer las religiones para ser un elemento integrador y generador de justicia en la sociedad?

Construir en justicia y solidaridad

En estos tiempos difíciles que vivimos –marcados por los vaivenes de la economía, el paro, la violencia, los populismos, etc.- las religiones pueden ser un enorme aporte para la construcción del hogar común. Vale la pena recordar que en la mayoría de las grandes religiones –de occidente y oriente- la relación con el otro desde la solidaridad es fundamental. Esto implica que la relación con la divinidad pasa necesariamente por la solidaridad y el encuentro con el otro. Esta es la razón por la que en el mundo religioso es tan fácil encontrar instituciones destinadas a la ayuda del que sufre.

El diálogo interreligioso en sociedades pluralistas como las nuestras, debe tomar como uno de sus desafíos principales la construcción de horizontes de justicia común. Esto significa comprometerse con aquellos que sufren, que son apartados de la sociedad y aquellos que no son valiosos a los ojos del sistema. Si las religiones se animan a dialogar y colaborar desde esta perspectiva, serían parte de la solución y no del problema.

Fuente: Entre Paréntesis

Colaboración en el Corazón de la Misión

La Compañía de Jesús apuesta a formar y trabajar cada vez más a la par de sus colaboradores. Por eso, la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) ha publicado, entre otros, un documento en el que define el sentido y los modos en que la Colaboración puede llevarse adelante.

Transcribimos aquí los tres primero párrafos introductorios y compartimos el link al documento completo: 

  1. Las líneas que se ofrecen a continuación, buscan clarificar el sentido y los modos de la Colaboración, en la construcción de un mundo mejor para todos/as. Son el fruto de la reflexión compartida por un grupo de laicos/as y jesuitas en los Encuentros del Sector “Colaboración” de la Conferencia de Provinciales de América Latina – CPAL1 , y recoge los aportes de las distintas Provincias, como expresión de un proceso rico y complejo que no puede reducirse a un solo punto de vista y que sigue en construcción.
  2.  La “Colaboración” es un término que se entiende de forma diferente en distintos contextos de la Compañía de Jesús: a veces se refiere al trabajo de compañeros/as, de sujetos apostólicos, de personas corresponsables en la misión, de colegas, colaboradores o socios en una obra particular. El rasgo común de estas expresiones es el sentirnos asociados apostólicamente “con” otros, “para” realizar una misión común. Utilizamos la palabra «colaboración», siguiendo el decreto 6 de la Congregación General 35ª.
  3. Este documento se ha escrito para personas vinculadas en distintos grados con la Compañía de Jesús, sus comunidades, obras y proyectos apostólicos; también quiere llegar a simpatizantes de la espiritualidad ignaciana, lo mismo que a hombres y mujeres de buena voluntad que, inspirados por el carisma ignaciano, han unido sus esfuerzos a proyectos a lo largo y ancho de nuestro continente.

Fuente: CPAL SJ

Antonio Spadaro SJ: «En Torno al Papa, Estuvo Toda la Nación Egipcia»

Antonio Spadaro SJ es uno de los jesuitas más cercanos al Papa y uno de los que lo acompaña en todos sus viajes. En esta entrevista relata cómo ha sido la acogida del Pontífice en su último viaje a Egipto de parte de las autoridades gubernamentales, eclesiásticas y del pueblo en general.

Padre Spadaro, ¿cómo ha ido la visita papal a Egipto?

El viaje del Papa a Egipto ha sido muy intenso y bien organizado. El Papa fue invitado por el presidente, por los obispos católicos, por el Patriarca copto y por el Imán. Eso significa que, en torno al Papa, estuvo toda la nación. Es, pues, un viaje que apunta a la unidad del país. Todo fue sobre ruedas, con una acogida muy cálida.

¿Ha temido en algún momento por la seguridad del Papa?

Fue un viaje complejo, en el que, evidentemente, han estado presentes las situaciones de tensión, los atentados, recientes y pasados, contra los coptos. Ayer visitamos el templo de los mártires en la catedral de San Pedro de nuestros hermanos coptos y vimos la sangre y en las columnas las huellas de las explosiones. Hemos visto una comunidad mártir que, precisamente por eso, vive su fe con fuerza.

Por lo tanto, los riesgos existieron, pero se superaron y el viaje fue mucho más allá de los problemas de seguridad.

¿Qué frutos espera de esta visita?

Hay muchos frutos. Evidentemente fue muy importante el encuentro con el patriarca copto y su dimensión ecuménica. Ecuménica, pero que no nace de un discurso teológico abstracto, sino de la urgencia de la unidad y la concreción de hacer frente juntos a los grandes retos actuales.

¿Cuál ha sido, a su juicio, el gesto principal?

Hubo muchos gestos: el intercambio de pectorales, el abrazo con el Imán. Pero no se trata de gestos aislados, sino gestos que se enmarcan en un contexto y, desde él, hablan por sí solos.

Fuente: Periodista Digital