Creer en el Heroísmo Cotidiano

Una analogía para seguir reflexionando sobre la Pascua y el modo particular que tiene Jesús de salvarnos.

Por Dani Cuesta SJ

Con casi todos los grandes superhéroes ocurre lo mismo. En su día a día son personas aparentemente normales. Tienen su trabajo, su familia, sus amigos y alguna chica que anda detrás de ellos. Sin embargo ellos saben que, pese a esta normalidad, tienen unos poderes y una misión que les hace distintos del resto de la gente.

De repente llega un día en el que todo se vuelve en contra. Los malos de descontrolan y la humanidad peligra. Es entonces cuando llega su momento y tienen que salvar heroicamente a la humanidad. Pero pasado este día de triunfo, vuelven a su apariencia de siempre. Ya no usan ni la capa ni sus superpoderes. La gente ni siquiera sabe que son estos superhéroes y por supuesto no les dan las gracias ni les aplauden cuando llegan a la oficina. De hecho, en muchas ocasiones los hombres ni siquiera eran conscientes del grave peligro que corrían, como para encima enterarse de que les han librado de él.

Cuando llega el tiempo de Pascua, pienso que con Jesús nos ocurre muchas veces lo mismo. A veces se nos hace difícil creer que nos ha salvado, porque no somos conscientes de que peligre ni de que necesitáramos una salvación. Además nuestra vida sigue desarrollándose igual que antes, y en lo aparente parece que nada ha cambiado después de su Resurrección.

Por ello quizá sea el momento de pararse a pensar en sobre qué y sobre quién ha vencido Jesús y también de qué nos ha salvado. Y por qué no, de buscarle en medio de nuestro ambiente, porque como un superhéroe que se ha quitado la capa, él sigue presente “pasando por uno de tantos”.

Fuente: Pastoral SJ

Encuentro de Delegados de Pastoral Juvenil y Pastoral Vocacional

Del 8 al 12 de mayo, los Delegados de Pastoral Juvenil y Pastoral Vocacional de las Provincias de la CPAL se reunieron en Paraguay. Al encuentro asistieron los delegados de todas las provincias con excepción de Bolivia. A continuación, un relato día a día que los participantes han difundido para dar a conocer lo ocurrido y trabajado en el Encuentro.

El lunes 8, fue un día dedicado, primero, a conocernos, dedicando un tiempo generoso a la presentación personal de los miembros del Equipo, que concebimos como comunidad en dispersión. Y luego a conocer las experiencias pastorales, tanto juveniles como vocacionales, en cada Provincia.

El martes y miércoles el día fue dedicado a la formación. Con su sabia experiencia, el P. Carlos Domínguez Morano, de la Provincia de España, nos ayudó a profundizar en el tema de la afectividad y sexualidad en la juventud; y a descubrir pistas para la comprensión y el acompañamiento de los jóvenes con quienes trabajamos.

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El martes, culminamos el día con la presentación de la realidad de la Compañía en Paraguay, ayudados por el P. Socio, Gabriel Insaurralde SJ. A su vez pudimos profundizar en el conocimiento de la realidad venezolana, y de la mano de Robert Rodríguez SJ, miembro de nuestro Equipo. Ambas exposiciones nos han abierto la sensibilidad y el ánimo para sentirnos más cerca de las dos realidades.

El día jueves fue dinamizado por tres temas que nos pedían reflexión y propuestas: 1) La recepción de lo vivido en Impactando, y los desafíos que esto nos plantea; 2) el Sínodo de Obispos sobre “Juventud, la fe y el discernimiento vocacional”, nuestro modo de acoger esta propuesta de la Iglesia y, a partir de ella, comenzar a diseñar cómo trabajarla con los jóvenes; y por último, 3) poner la mirada en el Magis 2019, conocer el estado de la cuestión de la mano de José Antonio Rubio, delegado de Centroamérica, para luego aportar nuestras ideas, y así pensar la manera de articularnos para ayudar a esta preparación que es y será muy exigente.

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El viernes tuvimos una mañana de dispersión, paseando por el centro de Asunción, visitando la Casa de la Independencia. Por la tarde, definimos algunas tareas y acuerdos que nos ayudarán a articular nuestro trabajo. Realizamos la evaluación del encuentro semana, y culminamos nuestra reunión.

El ritmo de los días fue sostenido por las oraciones matutinas y las Eucaristías, llevadas adelante por distintos compañeros. Sin duda, la dimensión espiritual ha sido la fuerza de nuestra escucha, de nuestra reflexión y discernimiento, y de nuestra amistad en el Señor.

Fuente: CPAL SJ

Avances y Desafíos del Proyecto Panamazónico de la CPAL

Entrevista al Padre Alfredo Ferro SJ, Delegado del Proyecto Panamazónico, en la que habla desafíos y logros del trabajo en esta área que ha sido tomada como territorio prioritario de la CPAL desde hace tres años.

¿Cuáles son los aportes más importantes del Plan Apostólico Común (PAC) al Proyecto Panamazónico?

El Proyecto Panamazónico es un proyecto nuevo en la Compañía de Jesús, es un proyecto que es de la CPAL propiamente. Nosotros somos una comunidad interprovincial internacional conformada por varios jesuitas de diferentes países, eso incluye una novedad en el proyecto y es que rompe fronteras.

Responde a una prioridad de la CPAL en un proyecto concreto. Nosotros tenemos la tendencia y la dificultad al mismo tiempo de definir y formular prioridades, pero si la prioridad no se concretiza en algo como es el caso de: Amazonia, Haití y Cuba, pues realmente no es prioridad.

El paso que hemos dado a crear un proyecto que concretice la prioridad es muy importante.

El aporte del Proyecto Panamazónico al PAC es que estamos en una zona de frontera y no solo física, sino en los términos de desafíos que tenemos. Estamos en la frontera de los excluidos, con los pueblos indígenas y ribereños. No somos una obra más, somos más bien un ente articulador, dinamizador. Somos un ente que empieza a crear relaciones y búsqueda, articulaciones con las diferentes redes que tiene la CPAL. Allí hay una novedad. En el papel, la identidad y la Misión de ejercer el Proyecto Panamazónico como tal.

¿Cuáles son los principales desafíos de la Compañía de Jesús en el territorio Amazónico?

En primer lugar, somos alrededor de 75 jesuitas en la Amazonia que provenimos de 9 países, en los cuales no existe presencia de la Compañía de Jesús en aquellas zonas por donde se extiende la Amazonia: Surinam, Guyana Francesa, Ecuador, Colombia y Venezuela. No tenemos propiamente comunidades jesuitas u obras de la Compañía directamente en la Amazonía de esos países.

En cambio, si nos referimos a obras o redes de la Compañía allí presentes la historia cambia. En el caso de Ecuador, Fe y Alegría cuenta con la presencia de una escuela grande cerca de ciudad del Coca y en Venezuela cuenta con 45 centros de Fe y Alegría en la Amazonía. En donde realmente no tenemos nada es Colombia, Suriman y Guyana Francensa. Del resto, hay presencia pero es dispersa y frágil, pero todavía no configura como un proyecto, una visión o propuesta de manera más articulada.

Uno de los desafíos grandes, es la articulación de esas presencias, el poder integrar, el poder potencializarlas e ir construyendo formas de vinculación y articulación en torno a otros proyectos u otras propuestas como por ejemplo la Red Eclesial PanAmazónica (REPAM) que nació en la misma época que el Proyecto Panamazónico.

Otro desafío es responder a esa realidad desde los focos que tenemos en los pueblos indígenas, en la parte de sostenibilidad socio ambiental fundamentalmente. También aquí tenemos desafíos de articulación con otros actores locales, no solo eclesiales para ir incidiendo en acciones específicas para ir respondiendo a los desafíos de la Amazonia. Es ir identificándonos con los desafíos de la Amazonia, frente a las amenazas que tiene el territorio y al mismo tiempo responder cómo vamos a ir respondiendo a esos desafíos que tenemos como Compañía de Jesús.

¿Qué desarrollo y logros ha conseguido el Proyecto Panamazónico?

Lo primero es haberlo concretizado, es decir nos enfocamos en un proyecto, en formar una comunidad, en hacer una inserción en la Amazonia, en ir a un lugar estratégico como lo es la Triple Frontera; que es donde estamos actualmente. Es por eso, que yo creo que de inicio ya es un logro importante, el poder ubicarnos y formular un proyecto.

Nos ayudó muchísimo el encuentro que hicimos en noviembre del 2014, en donde invitamos a 60 personas para que pensáramos juntos cual sería la Misión del Proyecto Panamazónico. De hecho, no lo inventamos nosotros, hicimos esa consulta importante porque nos dieron las pistas y los elementos fundamentales para ir construyendo la propuesta. Esto es un resultado concreto, se definieron los focos centrales del proyecto, se definió los campos de acción y cuál sería el plus de la Compañía. A partir de eso comenzamos a trabajar. Otra cosa, es que a medida que hemos ido formulando y ajustado el proyecto, nos hemos sentido más cómodos.

Ahora somos referentes para muchas congregaciones religiosas que quieren ir a las fronteras y que quieren estar allá.

Un gran logro es haber podido dialogar con las redes, con Fe y Alegría, con las universidades, con los colegios y empezar a construir con esas redes un proyecto específico al servicio de la Amazonia, por ejemplo poder integrar los 144 centros que tiene Fe y Alegría en la Amazonia, más el trabajo de las universidades y los colegios con sus campañas de sensibilización. En poco tiempo (3 años) es un proyecto esperanzador que despierta la atención y que impacta. Ahora a la Amazonia van novicios, filósofos, teólogos y sacerdotes, esto está cambiado poco a poco dentro de la Compañía con una mirada de algún día ir o colaborar en este proyecto.

¿Cómo se responder al desafío de la colaboración en la Amazonía?

A mí me choca decir que nosotros somos jesuitas y ellos colaboradores. Todos somos colaboradores de la Misión, yo soy colaborador, tu eres colaboradora, somos todos colaboradores de la Misión. Otra cosa es que el papel del jesuita sea diferente, al del laico o la laica, eso es otra cosa. El que trabaja, el que está contratado, el que es voluntario, cada uno tiene su propia Misión, pero creo que desde esa mirada que todos somos colaboradores, es una Misión más concreta. Por ejemplo, ya tenemos una primera voluntaria en la Amazonia, una ecuatoriana de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) que nos está acompañando. Esto significa que estamos comenzando a construir espacios con otros y con otras y entre nosotros los jesuitas. Es articularnos para tener acciones conjuntas. Todo es fundamental para la colaboración.

Por último, ¿qué desafíos tiene el Proyecto Panamazónico?

La proyección que pueda tener el proyecto. Lo primero, es que el proyecto tenga una cierta visibilidad. Ya nosotros hemos comenzado con una estrategia de comunicación que es elaborar todos los meses desde que comenzó el proyecto una carta informativa que se llama Carta Panamazónica, y ya llevamos 35 números. Allí se ve el desarrollo del proyecto, con fotografías y algunos textos de lo que se va desarrollando. Por eso un gran desafío es eso, posicionar el proyecto, decirle a la Compañía de Jesús y a muchas personas cercanas a nosotros: Aquí hay un proyecto, aquí hay un espacio. Queremos que se solidaricen con nosotros, que conozcan y que de alguna manera se vinculen a esta prospectiva.

Lo segundo, es que los Provinciales se toquen un poco para apoyar más el proyecto. Ha habido apoyo, el Ex Presidente de la CPAL Jorge Cela, quien acaba de terminar su mandato fue muy importante para el proyecto, porque siempre estuvo convencido del mismo, animó el proyecto, nos acompañó y buscó recursos para nosotros.

Siento que los Provinciales necesitan más una toma de conciencia sobre la importancia de éste en dos tipos de apoyo: Primero, enviar jesuitas y destinar gente y segundo hay que aportar recursos. De las Provincias no ha habido recursos significados para apoyar el proyecto y creo que hay que hacerlo. Ellos deben sentirse más involucrados, yo he estado en las reuniones de los Provinciales animándolos, dando a conocer el proyecto, explicando todo para que se anime.

Fuente: CPAL SJ 

Creer en el Espíritu

Creer en que el Espíritu de Dios habita en cada uno y desde allí impulsa sentimientos, ideas y acciones…

Por José María Rodriguez Olaizola, SJ

Hay mucha gente que dice que se considera espiritual, y dice de sí mismo aquello de “yo soy una persona muy espiritual”. Eso no necesariamente significa religiosa, ni tan siquiera creyente. A veces con ello quiere aludir a que tiene vida interior, reflexiona, hace silencio, le gusta abstraerse, meditar, tal vez ayudado por músicas tranquilas, aromas propios de una tienda natura y a la luz de velas –que el fuego parece que tiene ese magnetismo que centra las miradas y aquieta los ruidos de dentro–. Otras veces sí puede implicar que quien dice eso se siente de algún modo más unido a la naturaleza, a la vida, o a algo trascendente.

En cristiano, ser espiritual hace referencia al espíritu de Dios. Espirituales, de algún modo, somos todos, pero la clave para dejar que esa dimensión de la vida crezca está en dejar que, dentro de uno, el espíritu de Dios tenga espacio para moverse, resonar y suscitar inquietudes. No se trata de que, al habitarnos, el espíritu nos invada. Es más bien una convivencia que potencia lo mejor de uno mismo; que hace que la soledad sea sonora, y mantiene los sentidos mucho más alerta.

El espíritu resuena en la oración, en la actividad, al ver un telediario, al dar un abrazo, al leer un libro, en una canción, al mirar un cuadro, dando un paseo, escuchando a alguien que te habla de su vida. Resuena en la historia, y en la imaginación que nos invita a soñar un futuro mejor. Resuena en el encuentro humano. Y bajo su impulso maduran en cada uno de nosotros algunas actitudes que nos llevan a vivir con más plenitud: compasión, justicia, verdad, amor…

Eso sí, el espíritu no se impone a nosotros. Si no le dejas hablar, se calla y espera, paciente. La cuestión es ¿cómo dejarle?

Fuente: Pastoral SJ

La Salida Democrática

El jesuita Luis Ugalde SJ analiza la convulsa situación actual de Venezuela y llama a tender puentes para hacer viable una salida pacífica y en beneficio de la mayoría de la población.

Por: Luis Ugalde, S.J.

“Ya es hora de hablar claramente y sin eufemismos de la salida democrática y de dar sin complejos pasos audaces, que no nos devuelvan a la nación enferma de 1992, sino a la producción creativa de una Venezuela con futuro y esperanza para todos.

Está claro que la propuesta de justicia y felicidad del actual régimen ha fracasado irremediablemente y no tiene futuro. Lógicamente los maduristas no lo confiesan públicamente, pero están convencidos y lo sufren. Prolongar la agonía de este fracaso agrava la situación del gobierno, aumenta el dolor generalizado de los venezolanos y eleva el costo: Hoy las cosas están mucho peor que hace un año para todos los venezolanos, y para el gobierno, y dentro de un mes el sufrimiento será mayor.»

Los “revolucionarios” marxistas, aun en los casos en que llegan al poder por la vía electoral, se establecen para perpetuarse. No son “partidos burgueses” que aceptan la alternancia, la posibilidad de perder el gobierno y pasar a la oposición, recuperarse y volver. No así en la dictadura marxista.

Llegados a este punto lo más sensato es buscar la salida democrática excepcional con el menor costo posible para toda la población, para los que están en el poder y los demócratas opositores que deben gobernar mañana y guiar la reconstrucción de la vida democrática política, social, económica y moral en sana convivencia hacia la sociedad que deseamos y necesitamos. Es de vida o muerte. El costo humano y material de la reconstrucción será tanto mayor cuanto más se prolongue esta agonía.

Hace un tiempo el gobierno podía apelar – nacional e internacionalmente- a su legitimidad y la Fuerza Armada considerarse defensora de un gobierno democrático. Ahora los militares están obligados a defender a un gobierno dictatorial que anuló la AN resultante del voto soberano de los venezolanos, que viola la Constitución y somete al hambre, a la grave falta de medicinas, a la improductividad y a la cotidiana pérdida de valor de sus escasos ingresos. La mayoría ve que vivimos en el más corrupto reino de la ineficiencia, de la inseguridad y de la represión. Ya no es un gobierno civil con apoyo militar, sino un gobierno militar que reprime, cargando con todas las consecuencias de sus actuaciones delictivas. Por donde se mire nuestra tragedia nacional, hay que buscar un cambio democrático que es imposible sin una decisión predominante en la Fuerza Armada para el rescate de la democracia. No estamos ante elecciones normales en circunstancias normales. El gobierno no las permite, pues las sabe perdidas. Si las hubiere, el nuevo gobierno electo se enfrentaría a la inmediata necesidad de una “cirugía mayor”, para salvar a esta nación moribunda; lo que no podría hacer un gobierno electo en mayoría precaria y con fuerte oposición.

Una transición necesaria

Es imprescindible un gobierno de transición, de “salvación nacional” que abra un camino inequívocamente democrático y electoral con decisiones que requieren apoyo masivo y plural para relanzar la economía, sanear la inflada, corrupta e incapaz burocracia, recoger las armas de su actual posesión y uso malandrizado. Es indispensable el apoyo internacional rápido y efectivo. Sin todo esto, no hay salida democrática exitosa. Nada de esto será posible con generalitos miopes, pequeños y corruptos, regodeándose en el disfrute de su botín. Tampoco con políticos sin visión, buscadores narcisistas que sueñan con su foto con banda presidencial. El chavismo originario e idealista -del que algo queda-, debe salir al encuentro de los millones de venezolanos a quienes se les ha arrebatado la comida, la salud, la seguridad y, lo que es peor, la dignidad y la esperanza.

Es hora de tender puentes hacia aquellos con quienes ayer no queríamos hablar y de rechazar el falso y burlón discurso oficial dedicado a ocultar la realidad y la gravedad del enfermo. En las áreas fundamentales ya se sabe lo que hay que hacer, pero es imposible sin unión y sin encuentro con el otro, sin verdadera negociación de propuestas y decisiones concretas. Incluso con ese gobierno de transición, antes de la no lejana elección, hay que sanear y legitimar el CNE y el TSJ, hoy sumisas sirvientes del dictatorial Poder Ejecutivo.

Ya es hora de hablar claramente y sin eufemismos de la salida democrática y de dar sin complejos pasos audaces, que no nos devuelvan a la nación enferma de 1992, sino a la producción creativa de una Venezuela con futuro y esperanza para todos. Estamos en una hora dramática que exige y busca en millones de la sociedad civil, en la Fuerza Armada, en el régimen y en la oposición, decididos y capaces demócratas. Hay una base constitucional firme y plural producto de la última masiva manifestación electoral democrática (6D 2015) que es la Asamblea Nacional. Aunque violada por la dictadura, tiene plena legitimidad de origen, y va al encuentro con el país entero con su nueva legitimidad de ejercicio y de conducción política en situación de emergencia excepcional. Así hemos visto a la dirigencia política en estos días; la misma que meses antes fue repudiada por su falta de unidad y de conducción responsable. Es la hora de quienes pueden tender puentes para salir de la actual agonía dictatorial y conducir a la población a un NUEVO GOBIERNO centrado en la reconstrucción democrática.

Fuente: CPAL Social

Reflexión del Evangelio – Domingo 7 de Mayo

Evangelio según San Juan 10, 1-10

Jesús dijo a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino trepando por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a las suyas por su nombre y las hace salir. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”.

Reflexión del Evangelio – Por Patricio Alemán SJ

El evangelio de este IV domingo de Pascua nos presenta a Jesús hablando con los fariseos y, en ese diálogo, revelándonos y revelándose en la imagen del pastor y sus ovejas. A medida que Jesús fue creciendo y fue tomando contacto con la realidad de su pueblo y con las personas concretas, encontró que “estaban como ovejas sin pastor”. Abundaban los ladrones y asaltantes que se acercaban con promesas falsas, con intenciones oscuras, con intereses particulares. Hoy también nos encontramos con ellos: ladrones y asaltantes de la dignidad humana, de los sueños y deseos compartidos; voces propias o ajenas que nos confunden, hacen dudar, paralizan, echan para atrás, que nos tientan con “amores” sin compromiso, con atajos sin salida.

En cambio, Cristo nos llama a entrar al corral por la puerta. Él es la Puerta a través de la cual nuestra vida pasa y se llena de sentido y de nuevos horizontes. Al pasar por esa puerta, descubrimos su misericordia, encontramos su abrazo, y la alegría del Padre por el hijo que ha regresado. Adentro, nos da su alimento, su Cuerpo y Sangre. Nos sentamos en una mesa compartida. Sale a buscarnos y nos llama por nuestro nombre. Ese nombre que esconde nuestra historia y nuestra identidad más profunda y originaria. Sale a buscarnos porque nos ama hasta el extremo de dar su vida por nosotros. Y porque vivir ese amor es parte de su proyecto.

 Pero no sólo es la Puerta, sino que también es ese Pastor que camina delante de nosotros. Porque no nos llama para quedarnos tranquilos ni cómodos, sino que nos invita a salir, a caminar con él y a ser sus compañeros. Así, no sólo nos muestra el camino, sino que también nos revela el modo de transitarlo: con los ojos fijos en él, pero atentos a aquellos que están golpeados al costado del camino. Aquellas víctimas de los ladrones y asaltantes que también encontramos en el camino. Él nos enseña a desviar el propio camino para encontrar, acoger y cuidar de otros.

 En el mismo relato del evangelio, Jesús nos presenta dos claves para reconocerlo: oír y ver. No se trata de formular grandes oraciones y/o peticiones. Eso vendrá después. Lo primero es hacer silencio en medio de tanto ruido y voces que aturden, para escuchar su voz y descubrir que Él se puso en camino y a buscarnos antes que nosotros lo hagamos. Y poner la mirada y el corazón fijos en Él y en sus pasos, para levantarnos y ponernos en camino. Para reconocer que, aunque crucemos quebradas oscuras, ningún mal temeremos, porque Él nos sostiene. Porque Él nos vino a dar vida, y vida en abundancia.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe 

 

 

Madre Catalina Rodríguez a un paso de ser proclamada beata

Fue la fundadora de las Esclavas del Corazón de Jesús, una congregación que se identifica con la espiritualidad ignaciana. Madre Catalina colaboró con los ejercicios espirituales siendo religiosa y laica.

La venerable Madre Catalina de María Rodríguez, fundadora de las Esclavas del Corazón de Jesús (Esclavas Argentinas) y colaboradora en la tarea evangelizadora que desplegó en las sierras de Córdoba el Santo Cura Brochero, quedó a un paso de ser proclamada beata.

El plenario de obispos y cardenales aprobó recientemente el milagro efectuado por intercesión de la religiosa, por lo que resta que el papa Francisco firme el decreto correspondiente y fije la fecha de la beatificación.

El proceso de beatificación atravesó los pasos que determina la Congregación para las Causas de los Santos. En 1998 fue declarada venerable y desde 2013 se propuso una gracia como posible milagro para la beatificación. Dicha gracia obtuvo la aprobación de los médicos en julio de 2016 y en enero de 2017 fueron los teólogos quienes se sumaron a la determinación de que la misma fue por mediación de la Madre Catalina.

Esposa, viuda y luego se vistió con el hábito

Josefa Saturnina Rodríguez -luego Madre Catalina de María- nació en Córdoba el 27 de noviembre de 1823. Cuando tenía tres años perdió a su madre y a los 9 a su padre. Estos hechos fueron determinantes en su vida, ya que su educación quedó a cargo de sus tías Luisa e Ignacia Orduña, de profunda fe religiosa.

Su vocación despertó alrededor de 1840. Pero no pudo cumplirla porque en la Argentina y sus alrededores sólo había conventos de clausura, y no existía en ese momento la opción de vida religiosa apostólica para las mujeres. Se dedica entonces a promover y sostener la obra de los Ejercicios Espirituales, y a los 29 años contrae matrimonio con el coronel Manuel Antonio de Zavalía, viudo, padre de dos niños. En los trece años que duró su matrimonio fue modelo de esposa y madre. Así, cuando en 1865 murió su esposo, quedó libre para concretar su primera vocación, que se despertó con mayor vehemencia.

Pero para llegar a este sueño dorado, pasaron siete largos años llenos de obstáculos y luchas que impedían su realización. Finalmente el 29 de septiembre de 1872 fundó en Córdoba el instituto de las Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús (Esclavas Argentinas), dedicado a la educación y promoción de la mujer y atención de casas de ejercicios espirituales.

La Madre Catalina fue una mujer cordobesa de su tiempo que buscó vivir la plenitud del amor a Dios y al prójimo como laica, como madre y como religiosa.

En 1877, invitada por el San José Gabriel Brochero, el “Cura Brochero”,  se instaló en Villa del Tránsito (Córdoba), y ambos tuvieron una fecunda misión en la Iglesia de fines del siglo XIX, sobre todo en la evangelización de las sierras cordobesas y la difusión de los ejercicios espirituales.

La religiosa murió el 5 de abril de 1896, y fue declarada venerable el 17 de diciembre de 1997 por el papa Juan Pablo II.

Fuente: AICA

El problema de creer: Los conflictos con la fe

Frente a la elección de creer o no, e incluso siendo creyente (o no) pueden plantearse una serie de conflictos, internos y para con el resto. El jesuita Emmanuel Sicre reflexiona sobre cada uno de estos casos posibles.

Por Emmanuel Sicre SJ

A menudo sucede en nuestra vida que se nos plantea una cuestión muy humana: creer o no creer. A lo que le sigue, lógicamente, creer en qué. El tema resulta inevitable porque es algo que hace parte del ser humano, es decir, se trata de una pregunta antropológica. En este sentido, todos los hombres de la historia han tenido que responder a la pregunta de su conciencia sobre aquello en lo que dicen creer. ¿Cómo daremos cuenta de esto hoy?

A pesar de que la cultura del entretenimiento en la que nos toca vivir hace lo imposible por apar nuestra sed de creer, se da también que hay un regreso de lo religioso, de la búsqueda espiritual, pero quizá fuera de los límites de una religión determinada. Algunas veces, el mundo del consumo logra mutilar en las personas la posibilidad de trascender, de ir más allá de sus narices creando necesidades y satisfacciones inmediatas. Sin embargo, el deseo de creer está tan vivo en este momento como siempre. Porque, no lo olvidemos, en el hombre hay cosas que cambian, se transforman, varían; pero hay otras que no. Creer es una de ellas.

Los que dicen creer

Quienes dicen creer, por lo general, están hablando de Dios -o algo que está en su lugar. Y aquí se nos presenta la primera dificultad: el significado y sentido de esa palabra se ha diluido. Pero supongamos que quien dice creer en Dios asume que existe algo superior a sí mismo. Un ser por ahí que no es humano y que de alguna manera tiene que ver con los destinos del mundo. Incluso se lo refiere, en algunas oportunidades, a la Naturaleza o a las fuerzas cósmicas del universo. La cuestión es que se trata de algo que no es el ser humano, y a lo que pareciera no poder renunciarse. De ello hablan los relatos de todas las religiones a lo largo de la historia.

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Las reacciones frente a un ser divino así son diversas según la etapa de vida que transitamos y el modo en que nos transmitieron esa creencia. Hay quienes lo respetan, quizá con un poco por temor a que le suceda algo malo -“pórtate bien que si no Dios te va a castigar”. Hay quienes le rezan para ganarse sus favores, bendiciones y protecciones -“pídele a Dios antes del examen para que te vaya bien”. Y también están los que saben que está, y si bien no tienen una relación con él, marcan el teléfono de Dios cuando alguna situación límite apremia -“Por favor, Diosito, no te lleves a mi abuelo”.

Hasta aquí solo hablamos de un tipo de creyente natural, común, general, típico. Que sólo le alcanza con responder ‘sí’ a la pregunta por si Dios existe, y no mucho más. Le estresa pensar en el porqué del mal en el mundo y prefiere un “Dios Parche”, podríamos decir. Pero cuando ese Dios le “quite” algo importante para él, probablemente deje de creer. Esto no significa despreciar a nadie, sino constatar que su dimensión espiritual está referida a un Dios que se manifiesta con un cierto paternalismo.

NOTA: el caso del fundamentalismo religioso no es un problema de fe, sino de una debilidad psicológica no tratada que se manifiesta en la religión, en la política, en el deporte, etc. Se da cuando entre una persona y su creencia no se hace uso de razón -no piensa-. Es como quien traga sin masticar. Por lo general, se lo identifica por su agresividad contenida o proyectada hacia los demás.

Los que dicen no creer o dicen que no se puede creer

Por otro lado, hay gente que se cansó de la pregunta por un Dios y prefirió negarla por alguna situación particular difícil de explicar aquí. O respondieron que no se puede creer en algo que no es posible conocer de verdad. Entonces prefieren no entrar en tema, y si lo hacen comienzan por el lado filosófico o histórico de la cuestión. Es decir, que si Dios existe o no, que si Dios es bueno por qué el mal en el mundo, que si Dios quisiera podría hacer que yo creyera, que las religiones son un invento de los hombres por eso me abstengo de creer -¡como si la religión asegurara la fe!

Todo este mambo racional, de a poco, apaga la sed espiritual del hombre hasta agotarla y/o transferirla a otras dimensiones de la vida dadoras de sentido. Por ejemplo, “creo en mis hijos, mi familia, mis hermanos, mis, mis, mis…, pero no creo en nada más allá que no pueda ver ni tocar.”

Este tipo de materialismo se radicaliza según el momento de nuestra vida y, como ya dijimos, depende de cómo nos transmitieron esta negación a creer. Es decir, “¿para qué creer si todo depende al final si eres buena persona o no en la vida?” “¿Yo conozco mucha gente creyente que hubiera preferido no conocer?” “No se puede creer en Dios porque si existiera el hombre no podría acceder a él con su mente”. “Creas en lo que creas tienes que ser tú mismo de todos modos”. “Hay que gozar de esta vida porque después no hay nada”. “Cuando yo le pedí a Dios que no se llevara a fulano, no me hizo caso”.

Son pensamientos muy respetables y ciertamente lógicos. Sólo que al quebrarse el vínculo de la experiencia con el misterio o al referirla sólo a lo posible, la vida en relación con lo divino -lo que está más allá de nosotros- se vuelve más exigente porque todo recae sobre las fuerzas del hombre.

Los que no saben si creen o no

Y entre los que dicen creer -comúnmente llamados: teístas o fideístas- y los que dicen no creer o que no se puede creer -conocidos como: ateos y agnósticos- están quienes no saben si creen o no. A quienes podríamos identificar como “nini”: ni creen, ni no creen. Por lo general, han recibido muy poca comunicación espiritual, o religiosa, o de lo trascendente y gozan de una ignorancia muda.

Algo oyeron de los que dicen creer, algo de los que no creen, y parece que la cosa no es tan fácil, así que han dejado para otro momento el problema de creer. Se debaten, por lo general, entre lo que ven afuera de sí mismos y lo que les pasa en su experiencia de aquello que no comprenden de la vida. Pero prefieren no preguntar. El problema pareciera que no es tanto con un Dios, cuanto con la posibilidad de experimentarse a sí mismos como seres espirituales, capaces de trascender, de ser tocados por el misterio de la vida.

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Creer

Ante esta realidad humana nos preguntamos, entonces ¿qué es creer? Y cada vez que lo hacemos entramos en conflicto con aquello a lo que se dirige nuestra creencia -¿cuál Dios?; y el modo en que la recibimos -¿familiares, escuela, Iglesia? Por esto, la fe siempre está purificándose, es decir, en tensión, en proceso.

Sin embargo, pienso que la pregunta para saber si estoy creyendo o no, es si estoy abierto o no. En este sentido, aclaremos al menos dos cosas.

Por un lado, si un cierto estado de pregunta existencial –no neurosis- por aquello que me trasciende es parte de mi vida, entonces estoy viviendo esa apertura. Si me dejo cuestionar por la realidad respecto del misterio, o si pregunto por las cosas que no tienen explicación, voy de camino a ser una persona creyente.

Y, por otro, creer supone confiar en otro –en lo que dice o hace. Fiarse, apoyarse en lo que es para mí, descansar en cierta seguridad honda, una especie de “porque sí” sano, liberador y contenedor. Un tener fe en las personas o en las cosas sin sospechar todo el tiempo de que me quieren hacer daño. Por eso, si en nuestra relación con las personas hemos padecido engaños y desilusiones muy hondas, quizá cueste más creer.

¿Por qué creer, entonces? Porque cuando podemos fiarnos crecemos humanamente, nos desplegamos como hombres y mujeres, nos abrimos al mundo y desafiamos la realidad con un poco más de arrojo, somos capaces de percibir lo vital en nosotros latiendo con toda su intensidad. Creer nos expande a la posibilidad una vida más fecunda, más llena de amor, de esperanza para uno y para el mundo.

Fuente: Blog Pequeñeces

P. Arturo Sosa SJ impulsa el trabajo en Red en Universidades y Centros de Educación Superior

Recuperando lo reflexionado y trabajado en la Congregación General 36, el Padre Arturo Sosa en su visita a la Facultad de Teología de Vidyajyoti en India, a trabajar en Red para potenciar su trabajo.

Dijo que en la Congregación General 36 se recalcó la importancia de colaborar a través de redes, como el modo de proceder para ser efectivos en “nuestra misión hoy”. Recordó que la Compañía de Jesús es responsable de más de 200 facultades de Filosofía y Teología, así como de instituciones de educación superior en todo el mundo.

Durante su discurso, el Padre General reflexionó sobre el compromiso de la Compañía de Jesús con el apostolado intelectual. Recordó que a lo largo de su historia, la Compañía ha enfatizado en la formación de sus miembros en diversos ámbitos del conocimiento, no sólo en las humanidades. “Los jesuitas tratamos de colaborar en el desarrollo de pensamiento que puede impulsar la nueva era de la Humanidad hacia la justicia, dignidad y paz. Queremos hacer esto siempre en asociación y en colaboración con otros (…) participamos en una creación intelectual colectiva”.

Además aseguró que la Compañía promueve la actividad intelectual en todas las áreas en las que se involucra, ciertamente en las universidades, en la investigación científica o social, pero también en el trabajo educativo y pastoral. “Estamos convencidos de la necesidad de complementariedad entre acción y pensamiento. El jesuita es un intelectual comprometido en la transformación de vida humana, comenzando con su propia vida y la de sus hermanos. Esta forma de entender la vida intelectual nos mantiene en una tensión permanente entre el tiempo, los recursos y la energía”.

El P. Sosa insistió en el llamado que en el año 2010 hizo el P. Adolfo Nicolás S.J., durante la primera reunión de instituciones jesuitas de educación superior, en la que exhortó a sus representantes a avanzar hacia la formación internacional. Invitó a organizar a las facultades y universidades de todo el mundo en una red: “El networking entre nosotros también abre grandes posibilidades de colaboración en la desafiante aventura de planificar y trabajar”.

Fuente: UNIJES

A. Sosa SJ, La Reconciliación Según los Jesuitas

Un texto que reflexiona sobre la reconciliación a la luz de la experiencia, oración y reflexión conjunta que se llevó adelante en la Congregación General 36, que se celebró en octubre del año pasado.

En misión con Cristo el Reconciliador

Como preparación para la Congregación General 36, el P. Adolfo Nicolás invitó a la Compañía a iniciar un proceso de búsqueda para escuchar “la llamada del Rey Eterno, y discernir las tres llamadas más importantes que el Señor dirige hoy a toda la Compañía”. Nuestras Provincias y Regiones respondieron a esta invitación a través de sus Congregaciones Provinciales y Regionales. Con frecuencia y con fuerza fue emergiendo la llamada a participar en la obra de reconciliación que Dios está realizando en nuestro mundo herido. Lo que la CG 35 había localizado como las tres dimensiones de esta labor de reconciliación, es decir, la reconciliación con Dios, la de unos con otros y la de los seres humanos con la creación, ha adquirido nueva urgencia.

Esta reconciliación es siempre obra de la justicia; una justicia discernida y formulada por las comunidades y contextos locales. En el centro de la obra de la reconciliación de Dios se encuentra la cruz de Cristo y también nuestra participación en ella. Esta misión puede conducir al conflicto y a la muerte, como lo hemos testimoniado en la vida de muchos de nuestros hermanos. Aunque hablamos de tres formas de reconciliación, en realidad, las tres son una única acción de Dios, interrelacionada e inseparable.

1ª Llamada: la Reconciliación con Dios

Al acogerla, la reconciliación con Dios nos enraíza en la gratitud y nos abre a la alegría. El Papa Francisco escribe, “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. (…) Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. Anunciar y compartir el Evangelio sigue siendo para la Compañía la razón de su existencia y su misión: que Jesucristo sea conocido, que sea correspondido en su amor, y que el amor de Cristo sea fuente de vida para todos. Él sigue siendo la fuente de gozo y esperanza que ofrecemos a los demás. Por eso la Compañía debe responder de manera más decisiva a la llamada de la Iglesia a una nueva evangelización, poniendo un énfasis especial en el servicio a y con los jóvenes y las familias.

Una contribución especial que los jesuitas y la familia ignaciana ofrecen a la Iglesia y a su misión de evangelización es la espiritualidad ignaciana, que facilita la experiencia de Dios y en consecuencia puede ayudar considerablemente en los procesos de conversión personal y comunitaria. El Papa Francisco afirma una y otra vez que el discernimiento debe desempeñar un papel muy especial en la familia, entre los jóvenes, en la promoción vocacional y en la formación del clero. La vida cristiana se hace cada vez más personal a través del discernimiento.

La proclamación del Evangelio se hace en contextos muy diferentes: a) en muchas culturas la secularización es un desafío de primer orden que exige creatividad, especialmente para atraer e iniciar a las generaciones jóvenes en la fe cristiana; b) en un mundo cada vez más plural, el diálogo interreligioso, en sus múltiples formas, sigue siendo una necesidad, no siempre fácil y con el riesgo de incomprensiones; c) en muchas partes del mundo la Compañía es llamada a responder al reto de fieles que abandonan la Iglesia en búsqueda de sentido para sus vidas y de espiritualidad; d) con el fin de ayudar a muchos a profundizar en su comprensión del Evangelio en los diferentes contextos culturales, con sus problemas y sus esperanzas, los jesuitas debemos seguir dando importancia a los estudios teológicos y escriturísticos; estos estudios deben asumir el acompañamiento de los pueblos, desde lo más profundo de sus tradiciones espirituales.

2ª Llamada: la Reconciliación de la humanidad

A lo largo de nuestra preparación para esta Congregación, como cuerpo universal con una misión universal, hemos escuchado relatos sobre las escandalosas formas de sufrimiento e injusticia que padecen millones de hermanos y hermanas nuestros. Al reflexionar sobre todo ello escuchamos a Cristo que nos convoca de nuevo a realizar un servicio de justicia y de paz, sirviendo a los pobres y excluidos, y ayudando a construir la paz. Desde muchas Provincias y Regiones, entre las diversas formas de sufrimiento, tres aparecen con mayor consistencia:

Los desplazamientos de población (refugiados, migrantes y desplazados internos). Ante las actitudes de hostilidad hacia estas personas, nuestra fe invita a la Compañía a promover dondequiera que sea, una más generosa cultura de la hospitalidad. La Congregación reconoce la necesidad de promover una articulación internacional de nuestro servicio a los migrantes y refugiados, encontrando formas de colaboración con el SJR.

Las injusticias y desigualdades que viven los pueblos marginados: Junto a un enorme crecimiento de la riqueza y el poder en el mundo, se da un enorme y continuo crecimiento de la desigualdad. Los modelos de desarrollo dominantes hoy día dejan a millones de personas, especialmente a jóvenes y a personas vulnerables, sin oportunidades para integrarse en la sociedad. Los pueblos y las comunidades indígenas, como son los dalits y los tribales de Asia Meridional, representan un caso paradigmático de este tipo de grupos. En muchas partes del mundo son las mujeres las que viven esta injusticia de modo particular. Estamos llamados a apoyar a estas comunidades en sus luchas, reconociendo que tenemos mucho que aprender de sus valores y su valentía. La defensa y promoción de los derechos humanos y de una ecología integral constituyen un horizonte ético que compartimos con muchas personas de buena voluntad, que buscan también responder a esta llamada.

El fundamentalismo, la intolerancia y los conflictos étnico-religioso-políticos, son fuente de violencia: En muchas sociedades se da un creciente nivel de conflicto y polarización, que frecuentemente origina una violencia que resulta tanto más escandolosa, en cuanto encuentra justificación en convicciones religiosas deformadas. En estas situaciones, los jesuitas, junto con todos aquellos que buscan el bien común, están llamados a contribuir, desde su tradición religioso-espiritual, a la construcción de la paz a nivel local y global.

3ª Llamada: la Reconciliación con la creación

El Papa Francisco ha subrayado la conexión fundamental que existe entre la crisis ambiental y la crisis social que vivimos actualmente. La pobreza, la exclusión social y la marginación tienen conexión con la degradación del ambiente. No se trata de crisis independientes sino de una única crisis que es síntoma de algo mucho más profundo: el modo equivocado como están organizadas nuestras sociedades y nuestras economías. El sistema económico actual, con su enfoque depredador descarta tanto los recursos naturales como las personas. Por esta razón el Papa Francisco insiste en que la única solución adecuada es una solución radical. La orientación del desarrollo debe ser cambiada para que éste sea sostenible. Los jesuitas estamos llamados a prestar ayuda en la sanación de un mundo herido, promoviendo una nueva forma de producción y de consumo que coloque la creación en el centro.

El desafío polifacético de ocuparse de nuestro hogar común, exige de la Compañía una respuesta también polifacética. Comencemos por cambiar nuestro estilo de vida personal y comunitario, adoptando un proceder que sea coherente con nuestro deseo de reconciliación con la creación. Tenemos que acompañar y permanecer cercanos a los más vulnerables. Nuestros teólogos, filósofos y otros intelectuales y expertos deben contribuir a hacer un análisis riguroso de las raíces y soluciones de la crisis. El compromiso de la Compañía con regiones como la Amazonía y la Cuenca del Congo, esenciales reservas ambientales para el futuro de la humanidad, debe ser apoyado. Hemos de gestionar nuestras inversiones económicas de modo responsable. Y no podemos olvidar celebrar la creación, dando gracias por “tanto bien recibido”.

Fuente: Entre Paréntesis