Tiempo de Arriesgar

Seguir insistiendo en sostener la Resurrección como un modo de vida.

Pensar en la Resurrección puede convertirse en un ejercicio de complacencia. “Jesús Resucitó”, “Feliz Pascua”, “qué bonito es todo…”. Besos y sonrisas para todos…Llenamos nuestras liturgias de cantos que hablan de gozo sin límites y felicidad plena. Recitamos oraciones que dicen que el mundo está lleno de luz, que la tiniebla ha desaparecido, que la gracia desborda en torrentes, que es tiempo de cantar… Pero si uno tiene ganas de ser escéptico el mundo ayuda mucho; miras alrededor y los periódicos siguen llenos de noticias trágicas. El que ayer sufría hambre hoy sigue con el estómago vacío. Los violentos no parecen haberse transformado en dóciles corderos. Nuestra Iglesia sigue necesitando más diálogo y menos seguridades. No hay 0´7 para ayudas al desarrollo, sigue habiendo deuda externa, no se ha abolido la pena de muerte, y así podríamos seguir mostrando semillas del mal (¿Y dónde quedan entonces las semillas de la resurrección que tanto exaltábamos la semana pasada?)

Tenemos que ser conscientes de que la Resurrección no es una cuestión de “todo o nada”, de un ya definitivo. Sólo es un anticipo, una promesa que ha empezado a cumplirse, un motivo para seguir luchando, una razón para correr riesgos.

Pastoral SJ

 

Para Sentirse Iglesia: Crecer y Creer en Comunidad

La Iglesia es el espacio donde se hace concreta la invitación a vivir la fe en comunidad, que constituye una de las características fundamentales del cristianismo. Esta consideración no va en desmedro de la dimensión individual o personal de la fe y la relación con Dios. Por el contrario, esa experiencia de Dios que habita cada persona, se enriquece al compartirla y confrontarla con otros.

En esta misma línea, y entendiendo que todo conjunto humano necesita de un modo de organizarse, San Ignacio asume que Dios, dentro de su plan, se sirve de mediaciones humanas para canalizar su amor. Y que gracias a esas mediaciones, el Espíritu puede comunicar e inspirar muchas cosas.

Es en este sentido en que, Ignacio acepta el carácter jerárquico del gobierno de la Iglesia, y la existencia de una cabeza que presta su servicio desde ese lugar, para dedicar su tiempo al discernimiento del rumbo de la institución. Esto no supone, sin embargo, que las personas que constituyen el gobierno de la Iglesia, ni su accionar, sean perfectos. Por el contrario, aceptar la jerarquía supone aceptar la debilidad y el pecado propios de una humanidad que es débil.

Claro que, dentro de la Iglesia, no sólo somos testigos de la debilidad humana y sus posibles consecuencias, sino que también es el lugar donde buscar el Magis, es decir, la mejor versión de cada uno. Se nos invita, una y otra vez, a la mayor perfección y a ayudar siempre a las personas que puedan dar o darse más para que den o se den más. La Iglesia está invitada ser generosa en el servicio de Dios; a no conformarse con poco. Dentro de esta generosidad, estará la capacidad de dar a cada persona el lugar y la oportunidad de ponerse al servicio y de crecer a través de él.

 

Un Día en la Obra de San José

Compartimos una nota publicada en diario Clarín sobre la Obra de San José, una de las obras sociales pertenecientes a la Compañía de Jesús en Argentina y Uruguay, en la ciudad de Buenos Aires.

Algo más que asistencia. Unas 200 personas por día buscan refugio y comida en la Obra de San José. Aquí, algunas de esas historias de dolor y superación. En la Obra San José, del barrio de Balvanera, se brinda día y noche atención psico-social y espiritual.

Un hombre cruza, apurado, la puerta de chapa colorida y algo despintada de Rincón 675, ciudad de Buenos Aires. Carga un bolso de mano del que se asoman algunas herramientas. Desborda de pelo, blanco impoluto desde la cabeza hasta la barba, lleva unas bermudas color beige algo manchadas, una remera y unas ojotas. Entra con actitud segura y, como al pasar, comenta al aire algo sobre el acto del día anterior con la presencia del presidente Macri. Pasa, hace el comentario, y se va caminando como quien tiene su cabeza en asuntos serios, o se le enfría el mate cocido. “Ese era el que le soldaba las lanchas a Scioli”, dice Luis, uno de los dos porteros de la Obra San José.

Son las 7.40 de la mañana de un día hábil y la siguiente persona en acercarse viene vociferando desde unos cincuenta metros sobre la idea de casarse, sobre por qué no casarse, y le dice a la mujer que está parada en la puerta si por casualidad está disponible. “A este, la mamá le gira plata desde Suiza. Se la fuma en drogas”, informa Luis. El joven, barba de días, pantalón de jean que cae por debajo de la cintura, se rasca los brazos con énfasis y va para adentro. Casi pisándole los talones entra una mujer arrastrando un changuito y detrás dos hombres, uno de rulos, el otro de pelo algo desgreñado, con el aroma de quien ha pasado días sin bañarse. Luis dispara: “Estos son del vino”.

En el frente una placa de acrílico dice: “Obra de San José. Atención psico-social y espiritual. Compañía de Jesús. www.obrasdesanjose.org.ar”. Adentro, un par de voluntarios de pantalón caqui y camisa a cuadros o a rayas, dejan en las mesas de plástico bandejas con pan, fuentes con magdalenas, jarras de leche y mate cocido. No hay demasiado diálogo. Las engullen las 80 personas que se acercaron a desayunar en el primer turno (el segundo empieza 8.45 y habrá otras 80) que son los desclasados, aquellos que se quedaron afuera del sistema, que viven en la calle o en algún hotel gracias a un subsidio del Estado y están luchando -o no- por volver a entrar.

Mientras revuelve las dos ollas de 50 litros Luis, 49, ex empleado gastronómico, muchos años en situación de calle y ahora en usufructo del cuarto de un estacionamiento, sonríe con su piel arrugadísima y sus pómulos salidos. Su historia es un hilo embrollado que va desde su nacimiento en Tucumán, el trabajo en negro como ayudante de cocina, el desempleo en 2001, los trabajos esporádicos en limpieza, hasta el actual desfilar por instituciones asistenciales. Hace tres años es el encargado de preparar el desayuno, un trabajo por el que cobra un viático. Dice que viene para “aprender cosas de los voluntarios” porque conversar, contarse sus historias le hace bien, y lo ayuda a “entretener su mente”, algo perdida después de un golpe fuerte hace meses.

Lo que más la maravilla a Aracely Baenninger, la primera coordinadora mujer y laica en los 27 años de la institución después de una seguidilla de curas, es que al preguntarle cómo están, estas personas al borde del abismo responden que bien, o que muy bien, que gracias y hasta sonríen. Algunos ya están anestesiados e “inmóviles” en su situación. Otros sufren y sienten que se cayeron al subsuelo, saben que allí, cada paso es un Everest. Pero igual están agradecidos. Por eso los logros se miden en centímetros: hacer el documento, o un currículum, tramitar un subsidio habitacional para poder pagar el hotel, empezar terapia o un taller de escritura les puede llevar meses, años; un click interior lento, porque viene acompañado de una situación emocional de derrota. Y por eso, ahí adentro, entre quienes se sostienen y sostienen a otros, cada centímetro se festeja como un kilómetro.

Desde hace cuatro o cinco años, la edad de las personas que llegan en busca de cobijo a la Obra San José bajó estrepitosamente; la mayoría de los jóvenes son adictos a las drogas. Algunos piden llorando, por favor, que los internen. Al frente de lo que llaman el “kiosco” se hace una fila. Un hombre se asoma y pide desodorante. Se abre la campera, descarga el aerosol debajo de sus axilas, sobre su remera, devuelve el tubo y sigue viaje. Detrás otro pide un pedacito de jabón, otro papel higiénico y otro una maquinita de afeitar, que son como las monedas de oro del rey Midas. Hoy las duchas son para las mujeres. Ellas piden toallas y shampoo.

En una de las paredes color maíz de este galpón con techo de chapa están colgadas las reglas de convivencia. No hay policías ni guardias privados y el orden lo cuidan entre todos. Alguna vez Leo, el otro portero, ha tenido que sacar a los empujones a alguno que por alguna pelea desenvainó un cuchillo. El lugar, sin embargo, se destaca por su tranquilidad y por la calidad de la comida. En el piso de arriba Félix, el panadero, hace pan, pasta frola, bay biscuits, alfajores. En la Obra no hay sistema de admisión. Para desayunar o bañarse sólo se les pide que sean mayores de 18 años y que adentro “no alcohol, no drogas, no peleas”.

Después, si quieren acceder a los talleres o a la ropa sí, tienen que hablar con una asistente social. Unos 50 voluntarios, ocho personas del staff, donaciones de padres y egresados del Colegio El Salvador, un torneo de golf, dos ferias de venta de ropa usada, raciones de comida y docentes del Gobierno de la Ciudad y de la Fundación Educando mantienen vivo este lugar que ocupa un pedacito de Balvanera, el refugio de los que necesitan un empujón, para sobrevivir o salir a flote.

Fuente: Clarín.com

Los Pilares de la ONU (II): Desarrollo Sí, pero Sostenible

Los objetivos del desarrollo sustentable involucran 3 dimensiones: la económica, la social y la ambiental, en las que trabajar de manera sostenida y responsable.

Desde sus inicios en 1945, uno de los principales propósitos de las Naciones Unidas ha sido «crear las condiciones de estabilidad y bienestar necesarias para las relaciones pacíficas y amistosas entre las naciones, basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos», como se recoge en el artículo 55 de la Carta fundacional.

Según ese mismo artículo y para crear tales condiciones, la Organización promoverá: niveles de vida más elevados, trabajo permanente para todos, y condiciones de progreso y desarrollo económico y social.

Sin embargo, el concepto de desarrollo ha cambiado a lo largo de los años, ya que no todo el desarrollo vale, especialmente, no aquel que se consigue a costa de la ausencia de la paz universal, el mantenimiento de la tiranía de la pobreza o la degradación del planeta por el agotamiento de sus recursos y su contaminación. Ya que, de continuar así, la Tierra será inhabitable para las futuras generaciones.

Teniendo estas ideas en mente y siguiendo la estela de los Objetivos del Milenio, en el año 2000, los líderes mundiales aprobaron en 2015 la llamada Agenda 2030, que marca los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

El Desarrollo Sostenible no significa, pues, un bienestar basado en el mero consumo de bienes, sino que implica un bienestar del individuo y de la sociedad en el sentido amplio de la palabra.

Como señala el texto de la resolución de la Agenda 2030, el desarrollo sostenible tiene tres dimensiones: la económica, la social y la ambiental. Por ese motivo, los Objetivos incluyen desde la igualdad de género y la educación hasta la salud, el cambio climático y la prevención de los daños que pueden ocasionar los desastres naturales.

Para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible, hay que poner fin a la MGF y asegurarse que no queda nadie atrás.

Dentro del complejo sistema de las Naciones Unidas, dos entidades destacan en el liderazgo del desarrollo. El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales y el Programa para el Desarrollo.

Este último elabora todos los años el llamado Índice de Desarrollo Humano, una clasificación que mide el grado de desarrollo de cada país y región teniendo en cuenta distintos indicadores, un verdadero campeonato mundial que todos los países deberían jugar con el máximo entusiasmo y pundonor, y sentirse orgullosos de ganar.

Pero DESA y el PNUD son los únicos que tienen a su cuidado el desarrollo porque, tal y como hemos descrito, este debe abordarse de forma transversal.

Por este motivo, el desarrollo no es cosa sólo de Gobiernos, agencias especializadas y organizaciones no gubernamentales. El desarrollo sostenible es la suma de todas las decisiones, las colectivas y las individuales, y todos podemos hacer algo por él, hasta los más perezosos, si ponemos un poco de humor.

Así que nos despedimos con esta Guía para vagos para que empecéis a contribuir a la Agenda 2030, con el menor esfuerzo posible.

Y para que todos, los más activos y los vagos más recalcitrantes, podamos medir nuestros progresos, también recomendamos descargarse está aplicación de los ODS en Acción

Fuente: blogs.un.org

 

Laudato Si, un Camino de Conversión Ecológica

La Encíclica Laudato Si fue publicada hace años. Lejos de quedar en el olvido, las reflexiones, propuestas y desafíos que la misma plantean siguen hablando e interpelando nuestro hoy.

Han pasado dos años desde que Francisco publicó la encíclica Laudato Si dedicada a todas las personas de buena voluntad.  Ya cuando lo hizo, Francisco era una de las pocas, si no la única, autoridad moral con talla mundial que van quedando. El paso del tiempo lo ha confirmado.

La Encíclica tiene mucho contenido y muchos matices, pero en medio de toda esta riqueza tiene una línea argumental que es la base de la misma. A modo de recordatorio,  repasemos parte de dicho contenido: el papa denuncia con gran fuerza una situación que se caracteriza por el grave deterioro ambiental y social (cap I). La causa de esta situación es la acción humana (cap III). El poder económico y financiero domina la política y la tecnología a su propio servicio, creando un modelo, una cosmovisión, un paradigma de dominio, de explotación y de muerte para muchos y enriquecimiento de unos pocos; un modelo que destruye porque se basa en la mentira del crecimiento ilimitado de los recursos. Este modelo desde luego no concuerda con nuestra tradición espiritual que nos presenta la Creación como un gran regalo de Dios para compartir entre todos basando nuestras relaciones en el respeto y la solidaridad; la vida del propio Jesús es el modelo y camino que debe guiar nuestros pasos (capII). En el cap. IV se sugieren vías de orientación y acción.

No podemos dejar pasar la Encíclica como un escrito más del Papa, pues en ella se nos urge, dado que la situación es apremiante y los signos de deterioro que no tiene vuelta atrás están ya a la vista de todos y nos llevan poco a poco a situaciones aún más sin salida. Que hayan pasado tres años no la vuelve un documento viejo. Al revés, la cuestión del cuidado de la creación es urgente, contemporánea y de largo plazo. Por eso la Encíclica tiene hoy la misma o más vigencia que hace tres años. No podemos quedarnos viendo la situación ambiental y social y seguir tan tranquilos con nuestra labor cotidiana, esperando que una mano poderosa resuelva los problemas.

La Compañía de Jesús es, tal vez, en la situación eclesial actual, la Orden con más posibilidades de dar pasos visibles en defensa de ese otro modelo, de ese paradigma que anuncia la Encíclica. Para eso es inevitable enfrentarse a los poderes de este mundo en el que vivimos, a sus valores, a sus mentiras, y hacerlo por la vía de las decisiones, de los hechos, caminando hacia esa Ecología Integral que envuelve todos los aspectos de la vida, humanos, sociales, personales, y ambientales. Igual que en su día el Decreto Fe-Justicia fue un aldabonazo impresionante para todo el Apostolado de la Compañía, hoy podría serlo esta Encíclica, que en el fondo va en la misma línea. El último capítulo habla de la educación y la espiritualidad, dos campos donde se nos supone fuertes, con una palabra que decir fruto de nuestra tradición y carisma.

Sabemos por qué lo hacemos, pero aún debemos aprender a hacerlo: aprender a iniciar un camino de conversión ecológica que se vea en nuestra vida real; Casi a diario las decisiones que tomamos a niveles institucionales, comunitarios, personales, profesionales y espirituales son susceptibles de dejarse atravesar por el mensaje de la Laudato Si y enriquecer todo ello. Si así fuera, enseguida se empezaría a notar en nuestras universidades, libros y revistas, Iglesias, parroquias y centros Fe-Cultura, Colegios y Obras Sociales, en nuestras Comunidades y en nuestras personas. Abrámonos con sencillez y lucidez a la Laudato Si y dejemos que pase de un modo transversal por todo lo que afecta a nuestra vida.

Fuente: Jesuitas España

Talleres en Zonas Veredales acompañan Procesos de Paz en Colombia

Durante el mes de Junio se realizaron 9 talleres en ciudadanía y democracia en las Zonas Veredales de Colombia, con la intención de acompañar los procesos de paz que se llevan a cabo en dicho país. Julio Villavicencio sj, estudiante argentino de Teología, comparte su trabajo en esta experiencia.

Un equipo integrado por profesionales de la ESAP, profesionales del SJR, investigadores del Cinep/PPP y el equipo pedagógico de las FARC tendrá encuentros en las diferentes Zonas para trabajar con las personas asistentes los siguientes temas: participación ciudadana, Estado social y democrático de Derecho, defensa de los Derechos Humanos y solución pacífica de los conflictos. El objetivo principal de los talleres es aportar herramientas para la integración territorial. En ese sentido, existe un componente de Reconciliación que se trabaja durante los tres días que dura el taller.

Los equipos facilitadores están conformados por seis personas de las diferentes organizaciones. Y los participantes son treinta por parte de las zonas veredales y 10 por parte de la comunidad.

El diseño de los talleres se ha realizado en conjunto con el comité pedagógico de las FARC y pretende configurarse como un ejercicio participativo en donde el diálogo de saberes permita potenciar conocimiento y competencias de los y las participantes a los talleres para transitar hacia la integración de los territorios.Este diálogo de saberes se ha centrado en los siguientes temas: arquitectura constitucional, comprensión de los DD.HH y los mecanismos para su protección, mecanismos de participación y mecanismos alternativos de resolución de conflictos.

Además de seguir una ruta temática, los facilitadores diseñaron una ruta metodológica que permite ilustrar cada una de las actividades que realizarán en cada tema. Los participantes tendrán la oportunidad de establecer un diálogo sobre sus experiencias previas y posteriores a la exposición teórica de los temas y adentrarse en la comprensión de lo masculino y lo femenino en el abordaje que hacen de cada uno.

Mi Experiencia en las FARC-EPC

Julio Villavicencio, S.J., nos cuenta su experiencia de apostolado con el SJR en el tema de reconciliación trabajado con las FARC- EP, en el marco del Acuerdo de Paz firmado entre el Gobierno de Colombia y este grupo subversivo.

Mi nombre es Julio Villavicencio, soy jesuita hace 12 años. Actualmente estoy estudiando teología y una maestría en Filosofía en Bogotá, Colombia. Desde que llegué a Colombia comencé mi apostolado en el Servicio Jesuita a Refugiados de América Latina y el Caribe (SJR-LAC), que tiene su sede en esta ciudad. Dado que en Colombia se ha vivido una guerra interna durante los últimos 53 años, este conflicto armado ha dejado una gran herida en el tejido social y aproximadamente 8 millones de víctimas. Entre los crímenes que han padecido las víctimas se cuentan: desplazamiento forzado, homicidio, mutilaciones por minas, secuestro, tortura, reclutamiento de menores, despojo de tierras, agresión sexual, amenazas y atentados, desaparición forzada y robo de bienes.

Debido a este panorama y frente a los Acuerdos de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias-Ejército del Pueblo (FARC- EP), la Compañía de Jesús a través del SJR, ha visto la necesidad urgente de comenzar una línea de trabajo en Reconciliación. Es en esta línea en la cual la Compañía me ha ido formando desde el 2015.

En los últimos meses se ha visto necesario realizar esta actividad también desde el lado las FARC- EP, y es este el trabajo que he venido haciendo en el último mes. Es sobre esta experiencia que me gustaría compartir con ustedes. Esta ha sido tanto a nivel personal, espiritual y académico muy desafiante e impresionante para mí.

La misión está integrada por el CINEP (Centro de Investigación y Educación Popular) de la Compañía de Jesús, la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) del Estado colombiano y el SJR. La temática a desarrollar es Democracia y Ciudadanía, con un enfoque en reconciliación. La metodología es a manera de taller con una pedagogía popular muy fuerte, donde se van visitando los campamentos de la guerrilla y se trabaja durante tres días en cada uno.

La reconciliación es trabajada desde la transformación de las relaciones, con el objetivo de elaborar relaciones justas. De este modo construir un panorama en una primera instancia de tolerancia, capaz de convivir en las diferencias sin necesidad de apelar a la violencia armada. Es la construcción de la paz desde procesos de transformación que van atravesando los niveles personales, interpersonales, grupales, socio-políticos, espirituales y finalmente, un nivel que tiene que ver con nuestra relación con la Creación.

Como jesuita el poder desplegar una de las misiones que Ignacio deseó para nosotros, como es la “reconciliación de los desavenidos”, me ha hecho sentir muy fuerte la misión de la Compañía, el compromiso de los compañeros jesuitas que están comprometidos con esto y el valor de creer en el Reino de Dios más que nunca donde ha habido tanto dolor y odio. El poder del Evangelio trabajado desde categorías políticas y sociales como son ciudadanía, democracia y reconciliación.

 Fuente: www.cinep.org 

«El Acuerdo de Paz lo Protege todo el Mundo, menos los Colombianos»

Continuamos compartiendo testimonios sobre la situación actual de los procesos de paz en Colombia.

En entrevista con Olga Lucía Criollo y Diego Martínez Lloreda -periodistas del diario El País, de Cali- el P. Francisco de Roux, S.J., habla sobre el proceso de paz en Colombia.

“Lo que estamos encontrando frente a las elecciones es: o usted apoya la paz y escoge unos candidatos o está en contra de la paz y escoge otros, y eso nos hace mucho daño, porque la paz deja de tener la fuerza gratuita que tiene como valor moral y se convierte en un debate, y allí todo vale, sobre todo cuando de todos lados se ha aprendido a utilizar posverdades, a crear miedos y a generar inseguridades”.

Así habla, con la autoridad que le da haber luchado durante más de tres décadas en favor de la paz, el sacerdote jesuita Francisco De Roux, quien asegura que el proceso de paz de Colombia “es una de las cosas más cuidadas por el mundo hoy, porque se lo considera el más exitoso, todo el mundo lo está protegiendo, solo los colombianos no lo estamos haciendo”.

¿Cómo interpreta que un gran sector de colombianos no haya dimensionado lo que está pasando con las FARC y siga insastisfecho con los acuerdos de paz?

Creo que hay dos cosas. Por una parte, hay dolores muy profundos, de familias que sufrieron el secuestro, de personas que murieron en desplazamiento o en masacres, que tienen desaparecidos, fueron heridas o muertas en minas antipersona y, por otra parte, la oposición política ha sido muy eficaz en la generación de la desconfianza. Las dos cosas han contribuido a esta atmósfera, que siento no solo de polarización sino de desconfianza. Tengo la convicción de que la paz es un valor moral y los valores morales son objetivos por los que uno lucha de la manera más gratuita posible. La paz es un valor gratuito, por la cual uno debe entregarse, pero no esperar a cambio ni votos ni premios ni dinero, pero cuando a la paz se la toma la política, en política no hay nada gratis, porque todo lo que usted gana, yo lo pierdo y yo no lo puedo dejar ganar nada y entonces las cosas sí se complican. Lo que estamos encontrando frente a las elecciones es: o usted apoya la paz y entonces escoge unos candidatos o está en contra de la paz y escoge otros, y eso nos hace mucho daño, porque la paz deja de tener la fuerza gratuita que tiene como valor moral y se convierte en un debate y allí todo vale, sobre todo cuando de todos lados se ha aprendido a utilizar posverdades, a crear miedos y a generar inseguridades, porque así se hace hoy en día la campaña política.

O sea que es de los que piensa que la paz volverá a ser el tema de las presidenciales del 2018…

Desafortunadamente, y los que hemos estado metidos en esto desde 1984 sabemos que la situación que hoy en día tenemos en Colombia con el proceso de paz hubiese sido imposible si los presidentes desde Belisario Betancur hasta ahora no hubieran hecho todos un aporte para encontrarle una salida a esto… me parece muy valioso que Santos se haya jugado todo su capital político para que finalmente pudiéramos tener este acuerdo en el país y claro, porque la política es así, aunque esto es el resultado de todos, ahora estamos peleando porque tenemos la paz. Hace dos semanas estaba en Frankfurt en un debate sobre la paz y me llamó la atención que el sentir de la gente que estaba presente era que el acuerdo entre las Farc y el Gobierno colombiano es la mejor noticia internacional del Siglo XXI, y llego al país y me dicen: es que la peor noticia es que le hayamos entregado el país a esos narcoterroristas. Claro, inmediatamente uno se da cuenta de la realidad. Qué bueno sería que independientemente de quién sea el presidente el año entrante, estuviéramos en la idea de metámonos todos a este proceso, pero proactivamente, desde los distintos puntos de vista, para garantizar que se diga toda la verdad, que se reparen a todas las víctimas, para garantizar que se hagan los ajustes en la JEP para que no haya impunidad, metámonos todos para que esto sea irreversible, pero empujemos en lugar de ponernos a crear desconfianzas que no nos llevan a nada.

Dicen que hay sectores que tienen mucho miedo a que se sepa la verdad en los tribunales de la JEP y por eso la insistencia en volver trizas los acuerdos, ¿qué piensa?

Sí, incluso creo que en el decreto que quedó finalmente en el ‘fast track’ se hacen limitaciones, porque se le tiene mucho miedo a la verdad. Y es que la verdad es muy difícil en esto. Para el 2010, en Colombia los ‘paras’ habían hecho 1166 masacres y la guerrilla había hecho 375.

¿Quién financió a los ‘paras’? Entre otras porque muchas de esas acciones fueron apoyadas por ganaderos y empresarios que estaban desesperados por el secuestro y la inseguridad y porque sentían que el Ejército no era contundente para frenar una guerrilla que era inmensamente fuerte en los 90. A mí me tocó vivir esas masacres en el Magdalena Medio. Por ejemplo, en la parroquia San Pedro Claver nos mataron 34 muchachos y el día del sepelio teníamos solo siete ataúdes con cadáveres, los otros 27 estaban vacíos y jamás los encontramos y me acuerdo con mucho dolor que estuvimos absolutamente solos.

Entonces, qué bueno que pudiésemos saber la verdad sobre quién lo hizo, por qué, quién estaba financiando. Por eso le doy más importancia a la Comisión de la Verdad y al Reconocimiento de Responsabilidades.

¿O sea que es más importante la verdad que el juzgamiento de los culpables?

Me parece más importante que se sepa la verdad de todo lo que ha pasado, pero no me atrevería a decir si una cosa es más importante que la otra. Necesitamos que no haya impunidad, que haya sentencias y que se cumplan, pero hay que pensar también en que los magistrados de esos tribunales van a estar a la vista. Hay un enorme respeto de la comunidad jurídica internacional sobre lo que se acordó en la JEP y va a estar encima midiendo si estos hombres hacen procedimientos completos, si se acogen a lo acordado, si las sentencias son rigurosas y si la limitación de la libertad corresponde a patrones de la exigencia de la justicia. El proceso de paz de Colombia es una de las cosas más cuidadas por el mundo hoy en día, porque se lo considera el más exitoso, todo el mundo lo está protegiendo, solo los colombianos no lo estamos haciendo.

¿Cómo explicar que las víctimas están más dispuestas a perdonar que los demás colombianos?

Cuando uno ha vivido dentro de la guerra y le ha tocado recoger gente herida por las minas e ir a sacar secuestrados y meterse en el corazón de una masacre, uno entiende por qué… La víctima ha sentido en su cuerpo y en sus seres queridos aquello de que somos capaces los seres humanos en un momento de confusión y de locura, sabe la capacidad de barbarie, de ignominia y de destrucción al otro que existe en el ser humano y por eso sabe lo importante que es que nos levantemos de esa situación y construyamos una cosa totalmente distinta. Las víctimas cambiaron completamente el proceso de paz. Lo puedo decir porque estuve repetidamente en La Habana y al principio las conversaciones fueron sobre asuntos estructurales muy difíciles, las Farc querían que hubiera constituyente, reforma agraria radical, exigían la transformación del Ejército y el cambio del Congreso, pero todo eso fue a dar al refrigerador, porque esas cosas no se podían negociar en una mesa, pero la pregunta era: cuándo se van a arreglar esos problemas, y había razón porque Colombia es uno de los diez países más inequitativos del mundo y uno de los cinco más corruptos, pero llegan las víctimas, cada una presentó su dolor y les dicen: ‘aquí hay problemas estructurales muy grandes, eso es muy cierto, pero el primer problema somos nosotros mismos, veamos primero que nos odiamos, que nos hemos venido matando, arreglemos este problema del ser humano en Colombia y luego, en democracia, aceptando la discusión de todo el mundo, sin armas en la política, pongámonos a arreglar esos líos que nunca arreglamos.

¿Cómo fue posible que ellas actuaran así?

Es el efecto de las víctimas, que llegan allá a contar lo pasado en el Club El Nogal, en Bojayá, en El Salado, o con el general Mendieta o Alan Jara, en doce cárceles de alambre distintas, y después de poner en evidencia ante sus perpetradores lo que sufrieron, dicen: ‘no venimos a pedir que a ustedes los metan en la cárcel ni que los hagan sufrir lo que nos hicieron sufrir, venimos a pedir que esto nunca más vuelva a pasar en Colombia’. Eso fue muy impactante: se olvidaron del refrigerador y La Habana se centró en el problema humano. De ahí salió la Comisión de Búsqueda de Desaparecidos, la Comisión de Verdad y de Aceptación de Responsabilidades, y se comenzó a consolidar la JEP, que es una justicia para que nos restauremos todos, que usted pague las penas restaurando a la comunidad a la cual le hizo daño y que usted mismo se restaure… Eso le dio una vuelta al proceso y, a mi juicio, ahí empezó el cambio de la gente de las Farc. Es que es muy distinto el Pablo Catatumbo que en la Iglesia de San Francisco, después de oír a las víctimas que los trataran de criminales, dice: ‘nosotros los matamos, los teníamos en nuestras manos, somos responsables. Les pedimos perdón y estamos dispuestos a reparar’. O escuchar a Carlos Lozada decir del Club El Nogal: ‘Asumimos la responsabilidad como secretariado de las Farc y estamos dispuesto a reparar, pero no solo moral sino materialmente. Lo que determine la JEP, lo vamos a hacer’. Y añadir: ‘humildemente, les pedimos perdón’.

¿Hubo otros casos que lo conmovieron?

Yo conocí la prepotencia y el cinismo, pero le oí decir a Iván Márquez en Cuba, después de un momento de esos tremendos con las víctimas: ‘este dolor no lo puede arreglar nadie, es demasiado dolor. No podemos reparar esto con nada, la única forma es jamás volver a repetir esto en Colombia’. Y hay un caso muy bello, el de Pastor Alape, y lo digo porque en mis años en el Magdalena Medio él era el comandante general de las Farc y secuestraron a nueve ingenieros y me pidieron que fuera a mediar. De entrada le dije: ‘aquí no va a haber plata, si a mí me piden que ayude en un secuestro, no acepto eso, porque me parece lo más indigno que haya que pagar por la libertad humana’. Me dijeron que eran las órdenes de Pastor y que entonces ya tenían listas las nueve bolsas de polietileno y que cada mes nos iban a mandar un cadáver… Ese Pastor Alape es muy distinto del que va a Bojayá, se enfrenta a toda la comunidad y dice: sí, nosotros somos los responsables’, y no da ninguna explicación, que es lo que más me gustó, porque hubiera podido decir ‘es que los ‘paras’ estaban en el pueblo o estábamos en guerra’, sino que dijo: ‘esperamos que algún día ustedes nos perdonen’, lo cual es muy bello, porque no se puede obligar a nadie a perdonar’. Todavía no son perfectos, claro, son seres humanos, pero necesitamos que la gente ayude y apoye.

¿Qué les falta a las Farc para que Colombia les crea?

A las Farc les va a tomar mucho rato ganarse la confianza de Colombia, porque, y es muy duro decirlo, la mayor parte de los crímenes de los paramilitares fueron sobre campesinos que nadie conocía, pero las Farc golpearon sectores de la sociedad que tienen mucho poder, que por supuesto sufrieron dolores indecibles, secuestros, extorsiones, amenazas y atentados, y desde allí se generalizó una desconfianza inmensa y un odio.

¿Qué tan optimista es con el proceso de paz del ELN?

Me da mucho dolor lo que está pasando en el ELN. Estuve dando los ejercicios espirituales a los sacerdotes de Istmina, Chocó, y la guerra está allá. Qué dolor el de esas comunidades, porque es la guerra entre el ELN y los paras por disputar los terrenos que dejaron las Farc y eso es minería criminal y coca y, por supuesto, está entrando el Ejército con todo. Me duele que el ELN continúe en el secuestro y que sus hombres, que son muy inteligentes, piensen que el secuestro es una cosa que hay que negociar con el Gobierno, cuando ese no es un crimen contra el Estado, sino que es una herida al alma del pueblo colombiano… Estoy seguro que si Camilo Torres viviera, seguiría convencido de que hay que trabajar con las mayorías, y la inmensa mayoría de los colombianos lo que está diciendo es ‘paren esa guerra, párenla de todos los lados, paren el secuestro’. Estoy convencido que Camilo sería el primero en decir que lo que quiere el pueblo colombiano es la paz.

¿Cree que con la venida del Papa a Colombia se logrará el cese bilateral con esa guerrilla?

Ojalá, porque el ELN tiene gente muy valiosa que, venida a la democracia, sin fusiles, podría participar enormemente en la construcción de este país. Además, me encantaría que estuvieran como los de las Farc, porque van a obligar a los políticos de Colombia a que se pongan las pilas. No creo que lleguen a tener muchas personas en el Congreso, tendrán el 10 o 15 %, pero van a ser durísimos, como tener 20 o 30 senadores Robledo metidos en el Congreso, y eso hace crecer al país y a la democracia.

¿Cómo evitar que la visita de Francisco sea usada políticamente?

Creo que tenemos que arrebatarles la paz a los políticos. Volver a mostrar que la paz es un valor ético. Nosotros luchamos por la paz y cuando lo hacemos no nos importa el futuro político del partido de la Unidad Nacional, o sea, no nos importa el futuro político de Santos, ni el de Uribe, no nos importa el futuro de la alianza Uribe Pastrana ni el futuro político de las Farc ni del ELN. Nos importa es que podamos vivir como seres humanos en Colombia y es hacia allá que hay que empujar las cosas. Eso es lo que viene a hacer el Papa: ‘Por favor, lo más importante son ustedes mismos, colombianos’. De lo que se trata es que saquemos las armas de la política para siempre.

¿Qué tan optimista es con el ELN?

Me da mucho dolor lo que está pasando en el ELN. Vengo de Istmina, Chocó, y la guerra está allá. Qué dolor el de esas comunidades, porque es la guerra entre el ELN y los ‘paras’ por disputar los terrenos que dejaron las Farc y eso es minería criminal y coca, y, por supuesto, está entrando el Ejército con todo. Me duele que el ELN continúe en el secuestro y que sus hombres, que son muy inteligentes, piensen que eso es una cosa que hay que negociar con el Gobierno, cuando no es un crimen contra el Estado, sino una herida al alma del pueblo colombiano… Estoy seguro que si Camilo Torres viviera, seguiría convencido de que hay que trabajar con las mayorías y la inmensa mayoría de los colombianos lo que está diciendo es paren esa guerra.

Fuente: Jesuitas Colombia

CIE: Acompañar a Personas Sin Libertad

El trabajo del Servicio Jesuita a Refugiados en España, una tarea cada vez más compleja y más necesaria en todo el mundo.

Uno de los criterios que San Ignacio señala en las Constituciones de la Compañía para elegir la misión de los jesuitas es ir a donde otros no llegan. Ya en 1980 el entonces Superior General, Pedro Arrupe SJ, fundó el Servicio Jesuita a los Refugiados, una obra para atender a las personas que se ven obligadas a dejar sus hogares en busca de una vida digna. Desde entonces el drama de la movilidad humana no ha dejado de aumentar.

En esta línea de misión, desde hace 8 años, la Compañía de Jesús en España está presente en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). Por supuesto, no somos los únicos, y otras instituciones –civiles y de iglesia, como Karibu o SOS Racismo- también trabajan en la misma línea. Pero la realidad es que los CIE siguen siendo una realidad demasiado oculta, y todo lo que contribuya a poner luz sobre su existencia y sus límites es hoy muy necesario. Jesuitas y personas vinculadas a las distintas obras del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) acuden con regularidad a los CIE de Madrid (a través de Pueblos Unidos) , Barcelona (Migra Studium) , Valencia (SJM), y Tarifa y Algeciras (a través de la Asociación Claver de Sevilla).

Los CIE son lugares donde se priva de libertad a personas extranjeras en situación irregular que van a ser expulsadas del territorio nacional; en teoría no son ni deberían ser cárceles, centros de acogida o centros de estancia temporal. Sin embargo, a veces parecen cárceles, se utilizan como centros de acogida, y la duración excesiva de las estancias hace que la línea entre el CIE y la estancia temporal sea, cuando menos, difusa. Además, si el fin de estos centros es la expulsión, hay dos elementos muy cuestionables. El primero, el mismo concepto de “gente expulsable”, muy problemático desde un punto de vista ético. El segundo, el hecho es que en 2016 solo se expulsó al 29% de los detenidos muestra que los CIE no se están utilizando para lo que eran. Son estructuras opacas, en las que en muchas ocasiones se vulneran derechos básicos y que además son manifiestamente ineficientes.

¿Qué hacen los jesuitas en los CIE? Por un lado tratan de responder a las necesidades más básicas de los internos: ponerles en contacto con sus familias o sus abogados, asesorarles jurídicamente, cubrir necesidades básicas como ropa, escucharles, atenderles pastoralmente, etc.

Por otro lado, realizan una labor de incidencia, de denuncia de las injusticias observadas y de sensibilización de la sociedad española para cambiar estas estructuras injustas. A lo largo de los años se han ido viendo progresos fruto de esta labor de incidencia, como la mejora de las condiciones y derechos de los internos, pero aún queda mucho camino por recorrer hasta el cierre definitivo de los CIE. Una de las concreciones de esta incidencia es el informe sobre los CIE en España que elaboran los jesuitas cada año. El de este año se ha presentado en Madrid ante la Defensora del Pueblo este jueves 8 de junio y se presentará en Barcelona el 15 de junio.

Fuente: Ser Jesuita

 

En la Vida a Cuestas

Cuando Dios se hace presente en medio de las adversidades.

Por Elena Lozano Santamaría

Antes de que la vida le haya dado tiempo para aceptarlo, ella recoge con tranquilidad sus maletas. Nunca pensó que algo semejante podría ocurrirle a ella, una mujer trabajadora y con gran fe, que nunca dudaba de la presencia de Dios. Nunca hasta ahora, cuando empieza a no entender aquello de hágase tu voluntad. ¿Qué voluntad podría ser aquella, que dejaba a su familia en la calle?

Las dudas nunca habían tenido más sentido que en estos días, en los que ni las palabras de su madre podían librarle de su angustia. Ella aún no es consciente, pero en esas dudas y en esas palabras aparecen destellos de la luz que desprende el sepulcro vacío. Vacío como la casa que ahora tiene que abandonar. Ha descolgado de sus paredes las tallas de la cruz desnuda que solía ayudarle a afrontar las dificultades del día a día. Esa cruz que lleva ahora a cuestas en forma de maleta cerrada.

Contempla a su madre, nerviosa tras la espalda de un policía, que extiende sus brazos desde lejos. Se le inundan las pupilas y comprende. Dios mío, no nos has abandonado, piensa, a pesar de que le invade el miedo a mirar hacia atrás y descubrir que está a punto de perderlo todo. Bueno, casi todo, porque hay algo que nunca podrá perder. En el brillo de los ojos de sus pequeños aparece alguien que le da la mano. Que le ayuda a cargar con su nueva cruz. Y que le inspira una verdad profunda que escucha cada domingo, pero que nunca había llegado a entender. Apareces.

Fuente: Pastoral SJ

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 16 de Julio

Evangelio según San Mateo 13, 1-23

Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”. Los discípulos se acercaron y le dijeron: “¿Por qué les hablas por medio de parábolas?”.

Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: ‘Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los sane’.

Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron. Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno”.

Reflexión del Evangelio – Por Fabio Solti SJ 

Hoy nos toca compartir una lectura que tiene mucho de riqueza en cuanto a su contenido.

Nos podríamos detener en dos partes:

El momento previo a la parábola y la parábola propiamente dicha.

 Por un lado me gustan el verbo de la acción de Jesús: salió de casa. Jesús sale “hacia”. Jesús sale “para”. Hacia y para nosotros. Él es el totalmente disponible siempre. El que está esperando para decir una palabra.

Hoy la “palabra” está en un momento de la historia en que se la subestima y abusa y no se la usa.

En el principio era la palabra, dice el prólogo del evangelio de San Juan.

La palabra estuvo con nosotros y está con nosotros.

La palabra es lo mas importante que tenemos para construir y debemos valorarla como tal. Tenemos que hacernos conscientes del valor de la palabra, de lo que discernimos con ella, de los que anunciamos con ella.

La palabra puede mudar la realidad. La palabra puede construir.

El tema es desde donde la “usamos” y no ese otro desde donde que nos hace “abusar” de ella y subestimarla.

El “desde donde” la usamos tiene que venir del diálogo con Jesús.

Si volvemos al evangelio Él sale al encuentro y aquellos que acreditan en su palabra acuden a Aquel que tiene algo que decirnos.

Jesús no nos impone nada. Simplemente nos convida a una relación. El movimiento es duplo: el está ahí, totalmente disponible, y yo puedo acudir.

Acudo desde mi libertad y mi responsabilidad. Libertad que me mueve a querer escuchar esa palabra y responsabilidad que me mueve a anunciarla y “obrarla”. No simplemente atesorarla para mi, que de hecho ya es muy bueno, mas la Palabra me convida a compartirla. A hacerla vida en mí y en otros.

 En el evangelio de hoy Jesús nos dice con un lenguaje simbólico: el lenguaje parabólico. En esta parábola que compartimos hoy Jesús expone los diferentes “oídos”.

El órgano del oído tiene la sensibilidad para poder oír. Esa es su especificidad. Mas oír, no es escuchar.

¿Cuántas veces “oímos” ésta parábola? ¿Cuántas, la escuchamos?

Escuchar quiere decir usar la sensibilidad de mi oído y desde, otra vez, mi libertad y responsabilidad atender aquello que me dicen. Escuchar implica intencionalidad. “Quiero” escuchar.

Quiero escuchar la palabra para poder decirla y ser escuchado. Decirla y transformar la realidad a una realidad de Reino de Dios.

Tenemos que empezar a usar las facultades de que gratuitamente nos ha provisto el Creador: Inteligencia, libertad, responsabilidad.

 Que ojalá, podamos acudir a la escucha de lo que Jesús tiene para decirnos. Como acudieron los del evangelio. Como acudieron otros tantos antes de nosotros.

Que ojalá nos animemos a evocarla también a otros. Como se animaron a evocarla tantos.

Y por último, que me anime a obrar a partir de la palabra escuchada y dicha. Y que la coherencia también hable por mi de Él. Que mi tierra sea fértil.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe