Compartimos las conclusiones del II Congreso II Congreso Centroamericano de Educación, realizado en Tegucigalpa, Honduras, los días 12 y 13 de julio. Bajo el título de “Educar en contextos de violencia”, se invitó a los participantes a reflexionar y debatir sobre cómo encarar y adaptar la tarea educativa a los distintos contextos dentro de Latinoamérica.
Durante los días 12 Y 13 de julio se celebró en la ciudad de Tegucigalpa (Honduras), el II Congreso Centroamericano de Educación, bajo el lema, “educar en contextos de violencia”. El mismo se da en seguimiento al ya celebrado el año 2016, en el que la Fe y Alegría y las Universidades Jesuitas de Centroamérica, interpelados por las distintas realidades que golpean al pueblo centroamericano, se interroga sobre cómo seguir haciendo que el acto educativo, se constituya en un bien universal, en tanto público, de calidad, humanizador y liberador de todas las realidades que impiden la realización de las personas en nuestra región.
Dentro de los propósitos del Encuentro convocado en Tegucigalpa, se estableció el hecho de reflexionar a la luz de la realidad y el contexto centroamericano, cada vez más teñido por distintas expresiones de violencia y desigualdad social. De allí el desafío de analizar y comprender el entorno en el que se ubican los centros educativos, para responder a la pregunta sobre cómo educar en estos nuevos contextos.
Contextos
Si bien existen elementos propios y distintivos de la realidad de cada uno de los países centroamericanos, coincidimos en afirmar que existen unos rasgos en común que marcan la realidad regional y continental. Dentro de esos elementos destaca la polarización en la que se encuentran nuestras sociedades, expresada a todos los niveles. Los énfasis no están puestos en la dignificación de la persona humana – expresado en colectivos y en la generación de riqueza compartida. Por el contrario, las políticas y toda iniciativa liderada desde los gobiernos, está orientada a beneficiar a pequeñas élites y grupos económicos que, de manera despiadada, despojan a pueblos y comunidades de sus recursos naturales.
A la vez que se construyen cercos mediáticos a nivel continental, en donde la población accede sólo a la información que interesa a los grupos económicos dominantes, como alternativa, surge el aprovechamiento de las redes sociales, que, paradójicamente, inmovilizan a la juventud, pero a la vez sirven para convocar y movilizar en la emergencia de nuevos movimientos sociales.
Ante el miedo paralizador provocado por la violencia social y la desesperanza que genera las pocas posibilidades de cambio, es tiempo para el debate y la búsqueda y construcción de alternativas. Es tiempo de acumulación de fuerzas, de formación en aquellos nuevos temas y realidades y sobre todo, de articulación de los distintos actores que convergen en la necesidad de que se establezcan cambios en nuestra sociedad.
Dentro de ese proceso de búsqueda de alternativas, a la vez que se construyen pequeñas iniciativas desde lo local, en donde se recupera la fuerza de lo comunitario, de la colectividad, surge la necesidad de demandar cambios estructurales. Cabe advertir que el modelo económico, además de beneficiar a pequeñas élites económicas, se constituye en un modelo que reproduce inequidad y profundiza la desigualdad social, en resumidas cuentas, una de las causantes de la violencia social en Centroamérica. El modo en cómo crece la pobreza, nos confirma que el modelo económico centroamericano está desvinculado de las economías nacionales.
Aunado a esta realidad, se constata que la educación no constituye la principal apuesta de los gobiernos de la región. Así lo reflejan los presupuestos nacionales destinados a la educación en todos sus niveles. Los sistemas educativos se han ido a la baja. La matrícula en educación primaria absolutamente en todos los países de Centroamérica refleja que hay un alto índice de población infantil que no puede asistir a clases. En Guatemala apenas se invierte el 2.8% del PIB, dejando fuera de la escuela cerca de un 20% de niños y más de un 60% de jóvenes que no pueden ingresar a los colegios. Igual condición sucede en Honduras, en donde se invierte el 5.9% del PIB, sin embargo, el 70% de los niños y niñas que salen de la escuela no pueden continuar en el sistema educativo formal. Estos porcentajes, no son distintos entre un país y otro, a excepción de Costa Rica y Panamá, en donde la apuesta por la educación se ha concebido desde hace varios años como parte de sus estrategias para alcanzar el desarrollo.
La poca inversión en materia educativa en todos los países de la región centroamericana se contradice con los altos porcentajes que se destinan en materia de seguridad. El caso de Honduras es alarmante en esta materia, ya que en los últimos 3 años no sólo se duplicaron los presupuestos para defensa y seguridad, sino que además se han creado otros mecanismos, tales como la “tasa de seguridad”. Es decir, que en lugar de destinar mayores recursos para la creación de nuevas oportunidades para la juventud, se han creado más batallones y policía, lo que ha llevado a una militarización de la sociedad; que lejos de constituirse en la solución a los problemas de inseguridad, contribuye una mayor expresión de formas de control hacia la población civil.
Signos de esperanza
Dentro de este Congreso Centroamericano de Educación, se han compartido una variedad de experiencias positivas, orientadas a crear un mayor involucramiento y relación entre la comunidad y la escuela. Muchas de esas experiencias tienen a la base procesos de investigación orientados a comprender la violencia desde sus distintos enfoques. Un reconocimiento y comprensión a esta realidad, es su multi causalidad, por lo tanto, su intervención demanda de un abordaje desde distintos enfoques y perspectivas. Por otra parte, se plantea la necesidad de intervenir en distintos niveles, yendo de lo local y de experiencias comunitarias que pueden ser replicadas a una escala nacional.
A nivel de acciones que ya se van desarrollando, destacan experiencias tan valiosas como las que ya están en marcha en las distintas sedes nacionales de Fe y Alegría, especialmente en los países del denominado triángulo norte, en alianza con diferentes organizaciones e instituciones de la sociedad civil; siendo un aliado clave en los procesos de investigación, la Universidad Rafael Landívar de Guatemala y la Universidad Centroamericana (UCA) de Nicaragua y El Salvador.
Las grandes tareas: echar redes mar adentro en las nuevas fronteras de la exclusión
I.- Profundizar en la comprensión del fenómeno de la violencia y su incidencia en el medio escolar
Esto pasa por comenzar distinguiendo lo que es “violencia hacia las escuelas” y la “violencia escolar”. La primera tiene que ver con la comprensión de todos los elementos de contexto que contribuyen a que ésta se produzca, siendo la primera de ellas el modelo inequitativo que no genera oportunidades para todos los sectores de la población. Por otro lado, se ha puesto más énfasis en la violencia escolar – que es la que se produce al interior de los centros educativos como resultado del proceso de interrelación entre todos los que participan del acto educativo, y no a la violencia que está haciendo que el acto educativo se encuentre paralizado y en muchos casos, en riesgo de ser cancelado en aquellas zonas urbanas y rurales en donde la vida de la población estudiantil se ha puesto en riesgo.
En ese sentido, se demanda de los gobiernos nacionales, atacar las causas estructurales que generan la violencia, ya que mientras no se dé respuesta a éstas, difícilmente se podrá erradicar. Esto pasa por advertir que la creación de más batallones y militarización de las escuelas y de la sociedad, como estrategia para erradicar la violencia, no representa la solución a este problema.
II.- Repensar la currícula desde estas nuevas realidades: Una educación fuera de su contexto no es más que un pretexto para justificar el sistema
Al analizar los modelos educativos que se implementan en la región centroamericana, se concluye que éstos no han sido diseñados para intervenir ni implementarse en contextos de violencia. En ese sentido, se hace urgente repensar de manera creativa el modelo o los modelos que respondan a estas nuevas realidades. A su vez, se vuelve necesario generar un proceso de formación en los educadores de larga y nueva data, para que conozcan las nuevas metodologías y contenidos que incorporen y respondan a la realidad centroamericana. La educación, además de ser gratuita y obligatoria, ha de ser de calidad e inclusiva, forjadora de nuevos sujetos, respetuosos de su medio de vida y de todas las condiciones que posibilitan vivir en armonía con los demás y con nuestra planeta.
III.- Fortalecimiento de alianzas público – privadas
Finalmente, se hace urgente establecer un pacto político y social por la educación. Que la escuela pueda constituirse en el centro de la comunidad, en un lugar de encuentro para la creación de oportunidades y para el fomento de la nueva ciudadanía. Que se constituya en un grito ético – pedagógico y político de rechazo a la estigmatización y criminalización de la niñez y la juventud.
Fuente: CPAL Social