Ejercicios para Jóvenes: «Pensar hacia Dónde Voy, y a Qué…»

Entrevista al P. Francisco Jiménez SJ en la que habla de los Ejercicios Espirituales para jóvenes, una iniciativa de la que está a cargo en Chile y que tiene algunas características especiales y un recorrido propio.

Por Andrés Mardones

¿Cómo se diferencian los Ejercicios para jóvenes de los regulares?

Estos Ejercicios son para jóvenes no porque haya una modalidad específica; son los mismos Ejercicios Espirituales, pero se segmentan de dos formas: una es que la vivencia juvenil se introduce en los puntos; es un retiro ignaciano, personalizado, pero buscamos que la temática juvenil, las grandes opciones de vida, estén presentes en el retiro, es decir, que las problemáticas que tienen los jóvenes hoy quepan en la oración. Pero el método, es el itinerario de Ignacio. La segunda manera de segmentar, tiene que ver con que los Ejercicios son caros, entonces, lo que hacemos es pedir un aporte moderado a los jóvenes, especialmente a los que no trabajan, y el resto lo cubrimos con donaciones. Una parte importante la pone la Compañía; la otra, las religiosas del Sagrado Corazón y las Esclavas del Sagrado Corazón, lo que se suma a lo que recibimos de otros donantes.

¿La oferta es amplia, se realizan durante todo el año y en todo el país?

Sí. Este año, programamos 31 tandas. Hacemos trece en Santiago, y el resto en regiones. El rango de edad de los asistentes es entre 18 y 29 años. Es decir, son para jóvenes que ya han salido del colegio.

Los Ejercicios son una oportunidad para ordenar la vida, ¿están tomando los jóvenes esta oportunidad?

Los Ejercicios Espirituales enganchan muy bien con la cultura actual. Hay que pensar que vivimos en la modernidad. Ignacio creó los Ejercicios, vivió la experiencia de estos con una mentalidad similar a la nuestra. La estructura, el corazón de los Ejercicios, empata muy bien con las inquietudes del hombre y la mujer actuales. Por lo tanto, uno nota cómo los jóvenes enganchan profundamente con los temas que plantea Ignacio, y con el método. En un mundo tan ruidoso, tan acelerado, donde la tecnología ocupa gran parte de nuestro tiempo, los Ejercicios hacen que dejes el celular, dejes la tecnología y que tengas silencio, te encuentres contigo mismo. Eso resulta súper atractivo. Los jóvenes, y las personas en general, anhelan espacios así, de intimidad, de silencio, de reflexión, y sobre todo, espacios de relación profunda. Y los Ejercicios son un espacio de relación profunda con Dios. Lo que buscan es que la persona se encuentre con Él, y para eso creamos un cierto ambiente, para que hables con Dios y lo escuches. Ignacio nos ayuda con criterios para descifrar cómo habla Dios.

Y son atractivos por otra cosa también, porque actualmente se habla de que la experiencia religiosa está subjetivizada, lo que significa que no le voy a dar validez a una creencia si no la experimento. Antes la gente no necesariamente sentía o experimentaba, pero creía igual; porque sus padres creían, porque su cultura creía, y no era necesario experimentarlo. Hoy no se puede creer en nada que yo no experimente, y los Ejercicios son una forma de experiencia de Dios, de sentirlo, de vivirlo, de habitarlo. Por eso son tan exitosos.

Entonces se produce ese enganche, pero, después de eso, ¿qué le dejan a un joven los Ejercicios?

Tenemos una tasa bien alta de “reincidencia”; más o menos el 50%. Hay jóvenes que hacen Ejercicios todos los años, los toman como un hábito. Porque el joven descubre un modo de relación consigo mismo y con Dios. Pero además se da cuenta de que los Ejercicios lo ordenan y lo centran. Estamos llenos de estímulos, de cosas atractivas, pasamos todo el día eligiendo, y muchas veces no sabemos cómo elegir, o no sabemos si la vida que estamos llevando es la que queremos llevar, y los Ejercicios te detienen y te ayudan a tomar decisiones. Te enfocan en lo que es verdaderamente esencial e importante. Además, he notado que después de los Ejercicios, ellos toman decisiones más acordes a una vida profunda y ligada a los valores del cristianismo. Por ejemplo, varios deciden tomar apostolado; otros buscan acercarse a los pobres, o hacer voluntariado; y algunos deciden tener más vida comunitaria. Esto porque se gatillan cosas, preguntas y necesidades que no te habías dado cuenta que tenías. O también se genera interés por ciertos estilos de vida que las personas intuían como valiosos, pero que con los Ejercicios se instalan como una certeza, por ejemplo, vivir más sencillamente. Y, por último, hay algo que me gusta mucho de los Ejercicios, y es que son muy abiertos eclesialmente, o sea, tenemos jóvenes que vienen de muchas realidades socioeconómicas —porque contamos con becas—, de distintas espiritualidades, del mundo diocesano, del mundo schoenstattiano, del opus… Es un espacio no militante. Compartimos la espiritualidad ignaciana, pero es una herramienta para todo tipo de espiritualidad.

Pensando en el Sínodo, ¿se está haciendo algo especial?

Hemos tomado dos decisiones en relación con los Ejercicios y el Sínodo: la primera, empezar a formar más acompañantes, ya que una de las limitaciones que tenemos es la cantidad de acompañantes con la que contamos. Estos Ejercicios son personalizados, por lo tanto hay que tener gente preparada, capaz de acompañar a cada joven. Por ello estamos realizando cursos de formación. Lo segundo, es promover los Ejercicios para secundarios. La idea es aumentar la oferta, porque si las nuevas generaciones conocen los Ejercicios en el colegio, seguramente van a estar más motivadas para hacerlos en la universidad y seguir haciéndolos toda la vida.

¿Cuál es la invitación concreta que se realiza a los jóvenes para que vivan los Ejercicios?

Tenemos un eslogan, que es una frase de Ignacio de los Ejercicios: “Pensar hacia dónde voy, y a qué…”. Es un eslogan muy bueno. De hecho, hay gente que llega solo por él. Eso pasa, justamente, porque los Ejercicios ayudan a que te des cuenta hacia dónde quieres ir. Tienen un profundo sentido vocacional.

¿Y los jóvenes llegan más o menos claros de lo que quieren, o más bien perdidos?

No tener claro hacia dónde voy, no siempre significa estar perdido. Hay gente que llega más perdida que otra, pero en general todos estamos, en esta época de cambios, buscando nuestro destino, buscando una vocación. Por lo tanto, todos llegan con preguntas vocacionales.

¿Hay algún desafío pendiente, algo que se esté pensando a futuro?

Algo que ya había mencionado: la formación de acompañantes. Es un desafío formar más laicos. Otro es ampliar nuestra plataforma de Ejercicios a secundarios. Y un tercer desafío es ofrecer este servicio a las parroquias diocesanas. Ya lo hacemos con algunas iniciativas, pero queremos aumentarlo. Es importante la colaboración para ello. Estamos en contacto con la Vicaría de la Educación Superior y con la Vicaría de Esperanza Joven, para trabajar con ellas… A veces en la Iglesia trabajamos separados, y pienso que lo ideal es potenciarnos mutuamente. Los Ejercicios son una riqueza de la Compañía, de la espiritualidad ignaciana, pero que debemos compartir abiertamente a toda la Iglesia, sin competir, sin necesidad de sentir que me estoy metiendo en un nicho ajeno, sino que al revés, sentirnos todos parte de lo mismo.

Fuente: Jesuitas Chile

 

Repensando el Método Teológico Latinoamericano

Resumen del Encuentro de la Comisión Teológica de la CPAL, realizada en Santo Domingo durante el mes de agosto.

Por Hugo C. Gudiel García – Coordinador de la Comisión Teológica CPAL

En la semana del lunes 14 al viernes 18 de agosto, 16 miembros y un invitado de la Comisión Teológica de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina (CPAL), realizaron su reunión anual en Santo Domingo, República Dominicana. Dos grandes preocupaciones se impusieron en este encuentro:

El método, los problemas y los temas

El tema que la Comisión se propuso trabajar para este año 2017 es: “Repensado el método teológico latinoamericano”. Esto porque efectivamente “el método sí importa en el momento de hacer teología” y este ha de ser orgánico e interdisciplinario (V. Martínez, Ecografía). De hecho, y en esta dirección, la Comisión pretende “que sus miembros se ayuden y se incentiven a hacer teología desde la realidad socio-eclesial latinoamericana, favoreciendo de ese modo la misión de la Compañía de Jesús en ella”.

Las cuestiones de fondo que comenzaron a surgir gradualmente son: ¿qué es el método teológico latinoamericana en este momento histórico? ¿Cuál es el modo propio de hacer teología en América latina que nos revele la marcha de Dios en los pobres y en la praxis histórica? ¿Cuáles son las experiencias fundamentales que aparecen como punto de partida de esa teoría teológica que nos llevan a historizar la teología latinoamericana? ¿Cómo descubrir a Dios en las marchas de la esperanza de algunos pueblos? ¿Cómo hablar de Dios a los que han sido declarados no-personas, invisibles?

Las ponencias y comunicaciones presentadas y discutidas en la reunión fueron unas 9:

  • “El método en teología”, por Pedro Trigo .
  • “Hacer teología desde la investigación participativa. Experiencia con un grupo de Mujeres que vive con VIH”; esta es una investigación elaborada en conjunto y presentada aquí por uno de sus investigadores: Víctor Martínez Morales.
  • “María de Nazaret: modelo de discipulado cristiano (cfr. Lc 1,26-56): narración de fe de una pequenina”, del biblista brasileño Jaldemir Vitório.
  • “La teología latinoamericana y el giro descolonizador”, del dominicano y profesor del Bonó, Pablo Mella, invitado especial para la ocasión.
  • “La estética teológica y la teología de la liberación”, del teólogo ecuatoriano Vicente Chong.
  • “Algunos elementos en torno a una teología de la comunidad, para una sociedad inmunitaria. La aportación del Concilio Vaticano II”, del mexicano Raúl Cervera.
  • “Un Ethos desde la fragilidad”, de Tony Mifsud, radicado en Chile.
  • “A call to evengelism: la misión más allá de la división entre católicos y protestantes”, trabajo elaborado en conjunto por los estadounidenses Daisy Machado y Eduardo Fernández, presentado en la Comisión por este último.

Marcha Verde e inmigración haitiana

Además de esta primera preocupación, hubo dos realidades y experiencias históricas que ubicaron, entroncaron y radicaron nuestro quehacer teológico en Santo Domingo: la realidad social y su dinamismo por un lado, y la inmigración haitiana por el otro.

En la primera realidad se puso de manifiesto la importancia del movimiento social dominicano, la Marcha Verde, presentado por Carlos Pimentel. Se trata de un movimiento de grandes proporciones que ha logrado aglutinar a diversos grupos y sectores de la sociedad civil frente a la corrupción estructural, y la impunidad. La corrupción generalizada “rompe de manera directa con el proyecto de Dios para la humanidad porque hace que las relaciones con las personas y las cosas se transformen en espacios de explotación y muerte, en especial, al entablarse una relación idolatra con el dinero y el poder” (Compañía de Jesús, provincia de las Antillas 2017).

Ha llamado fuertemente la atención, entre otras cosas, la capacidad de los dirigentes de este movimiento social, de administrar la pluralidad y la diversidad de procedencia de los distintos sectores sociales que lo conforman: juventudes, clases medias, empresarios, jerarquía eclesiástica etc.

 DSC_0415-compressor

El movimiento social la Marcha Verde, expresa la esperanza profunda del pueblo dominicano que anhela la transparencia y la justicia social.

La segunda experiencia que ha marcado nuestro quehacer teológico fue la de la inmigración haitiana a Santo Domingo. Para ello, ha sido expuesta la situación de los centros para acoger a los haitianos, donde tienen asistencia y se les anima a para que conformen sus asociaciones para que ellos mismos puedan defender sus derechos.

En definitiva, en esta semana hemos tenido sendas presentaciones sobre el método teológico latinoamericano con el trasfondo dela Marcha Verde y dela Inmigraciónhaitiana a Santo Domingo.

Agradecemos finalmente la incondicional ayuda, la presencia cercana y la efectividad del escolar jesuita Ariel Tejeda, del teólogo Eugenio Rivas y del filósofo del Bonó, Pablo Mella por la acogida, la delicadeza y las finas atenciones a cada uno dela Comisión durante toda semana de nuestra reunión.

Fuente: CPAL SJ

Una Visión Pastoral del Concilio Vaticano II

Análisis sobre las enseñanzas del Concilio Vaticano II, cuyo nombre e impronta ha resurgido, en gran medida, debido a al accionar del Papa Francisco.

Desde el momento que el Concilio Vaticano II se inauguró, ha sido consistentemente descrito como un concilio pastoral, a veces con tanta insistencia y sin pensar que la expresión se ha convertido en un cliché. La palabra cliché implica que mientras la descripción pudiera expresar una verdad, al mismo tiempo trivializa el concilio y produce bostezos.

¿Dónde está el cliché? ¿Por qué no es correcto designar al Vaticano II como un Concilio Pastoral? En primer lugar yo diría que no hay nada malo con ello. De hecho, quiero reivindicarlo. Pero antes de reivindicarlo, debe ser de-construido. Una vez de-construido, puede ser reconstruido y luego surgir con más fuerza y un significado más profundo.

Aún más, desviaríamos nuestra atención de lo que es absolutamente único de él, como es su carácter pastoral, si no lo comprendemos bien. El Vaticano II fue pastoral en una forma radicalmente nueva cuando se le compara con los Concilios previos. Por ello, antes que podamos usar correctamente la expresión debemos purificarla de su comprensión convencional, reconstruir su sentido y profundidad, y sólo después devolverlo a su legítimo lugar en el mundo con la frente en alto.

Sí, es verdad, el Vaticano II no define una sola doctrina, pero eso no significa que no se haya dado una enseñanza o no haya sido un Concilio doctrinal. El Concilio no definió ninguna doctrina porque adoptó un modo de discurso diferente del usado en los Concilios que produjeron definiciones.

No definir no significa necesariamente que las enseñanzas más importantes del Concilio sean menos vinculantes o menos centrales a la religión. Sus enseñanzas fueron solemnemente aprobadas en lo que fue la reunión más grande y más diversa de prelados hasta el momento en la historia de la Iglesia Católica y luego ratificadas por el Sumo Pontífice, Pablo VI. Debemos recordar, además, que las Constituciones sobre ¨la Iglesia en el mundo¨ y ¨la Divina Revelación¨ son específicamente designadas como ¨Constituciones Dogmáticas¨. Si vemos el número y la importancia de las enseñanzas del Vaticano II, el Concilio no fue uno ligero, sino todo lo contrario.

Aquí tenemos algunas de sus enseñanzas. Las enumero sin ningún orden en particular, pero sin duda en el tope está la enseñanza del Concilio de que lo que Dios nos ha revelado en Jesucristo no es un juego de proposiciones sino su propia persona.

Esto otorga gran relevancia a otra de las enseñanzas del Concilio, repetida una y otra vez desde que apareció en ¨La Constitución Dogmática sobre la Iglesia¨: de que el propósito de la Iglesia es promover la santidad de sus miembros. Ningún Concilio anterior se molestó en decirnos eso. La santidad se convirtió en el tema central de las enseñanzas del Concilio, apareciendo una y otra vez en documentos posteriores. Ésta no es una enseñanza trivial.

La Constitución de la Iglesia también nos enseñó que la Iglesia está constituida por las personas, por lo que el término ¨Pueblo de Dios¨ es una expresión válida, crucialmente importante, e incluso tradicional de la realidad de la Iglesia. Ya que el Pueblo de Dios está en todas partes de la faz de la tierra, el Concilio nos enseñó que la Iglesia está en las casas, en cada cultura y necesita encarnarse en cada una de ellas. Debido a que el Concilio también nos enseñó que la sagrada liturgia es un acto de toda la comunidad en el culto y, es por lo tanto, esencialmente una acción participativa, la liturgia tiene que integrar símbolos y costumbres de cada cultura.

El Vaticano II nos enseñó que

  • mientras la Iglesia tiene la gran responsabilidad de proclamar el Evangelio al mundo, también tiene la responsabilidad de vivirlo para el beneficio del mundo como tal, o ejercerlo sobre sí para el beneficio del llamado orden temporal. En fin, para preocuparse de la justicia social, de la atrocidad de la guerra moderna, de las bendiciones de paz y del avance de cada aspecto de la cultura humana.
  • que a los Católicos nos corresponde trabajar con los demás, incluso con los no creyentes, para promover dichos objetivos.
  • que no hay que ir por una calle de un solo sentido, sino que así como la Iglesia beneficia al mundo, el mundo beneficia a la Iglesia. La Iglesia debe por lo tanto escuchar al mundo y aprender de él. Esta es una enseñanza notable y completamente sin precedentes.
  • que la Iglesia tiene la misión más y más difícil de buscar la reconciliación incluso con otras religiones, una misión desesperadamente necesaria en el mundo actual.
  • que a pesar de que la proclamación es la forma privilegiada del discurso cristiano, el diálogo es también una forma legítima y, en algunos, casos la más apropiada.

En el orden temporal, el Concilio nos enseñó la dignidad y la grandeza de la libertad política.

el derecho de las personas de seguir sus conciencias en la elección de la religión y, en general, nos habló sobre la dignidad de la conciencia, porque ella es ¨el núcleo más secreto y el santuario del ser humano, donde se está solo con Dios, cuya voz hace eco en sus profundidades¨ (“La Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo”, No. 16).

Que la Gracia y el Espíritu Santo son operativos fuera de los confines visibles de la Iglesia Católica y que la salvación es, por lo tanto, posible fuera de estos confines visibles.

enseñó que ¨los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de las personas de nuestro tiempo, especialmente la de los pobres y afligidos, son los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo también¨ (No. 1).

Estas y otras enseñanzas del Concilio no son triviales. Si las entendemos en este sentido, se convierten en verdades pastorales y enseñanzas pastorales.

“Enseñanzas pastorales”

Cuando el Cardenal Alfredo Ottaviani presentó el borrador del documento “Sobre las Fuentes de la Revelación” durante el primer año del Concilio, el habló sólo cinco minutos. Pero no lo hizo para presentar un texto a la consideración general, sino para defenderlo, incluso antes de que la discusión comenzara. El dijo: “ustedes han escuchado muchas personas hablar sobre la falta de un tono pastoral en este documento. Bueno, yo digo que la primera y más importante tarea pastoral es la de suministrar la doctrina correcta…. Enseñar correctamente es lo que es fundamental para ser pastoral”.

Yo no podría estar más de acuerdo con esto, lo que nos trae al presente. Está claro que la base del Papa Francisco para las iniciativas de su Pontificado ha sido, desde el primer instante, las enseñanzas del Vaticano II. Él nos ha estado enseñando de palabra y obra. Sus propuestas han sido descritas, tanto por sus amigos como por sus enemigos, como pastorales, o especialmente por estos últimos, como ¨sólo pastorales¨. Aquí regresa el cliché, pero en su forma no reconstruida, peyorativa. Preguntémonos, entonces, lo siguiente. Cuando a mediados de abril de este año, Francisco trajo de vuelta con él al Vaticano a 12 refugiados musulmanes desde la Isla de Lesbos, ¿estaba solo realizando un acto compasivo, con la esperanza de que otros, especialmente los gobiernos, se inspiraran e hicieran lo mismo? ¿o no estaba él también proclamando a través de una buena acción más poderosa que las palabras de cualquier encíclica, una doctrina central del mensaje cristiano, una doctrina sobre cuya observancia San Mateo nos dice en el Capítulo 25 que depende nuestra misma salvación?: ¨yo era forastero, y tu me recibiste¨.

Fuente: Teología Hoy

Agradecimiento de Emmanuel Sicre SJ en su Ordenación Sacerdotal

Queridos todos aquí presentes:

Llego a este momento de mi vida realmente agradecido. No siento que pueda merecer nada de lo que me está pasando. Todo esto es muy grande, como el amor gratuito de Dios!

En primer lugar, deseo agradecerle a Jesucristo por haberme llamado a trabajar con Él y por darme la ayuda para decirle que sí más allá de mis agachadas y desconfianzas. Cada vez me doy más cuenta que sin Él no tengo nada que hacer aquí. Todo se lo debo a Él.

Agradezco las palabras y la imposición de manos de Mons. Dante Braida que me ha recibido en el orden del presbiterado para toda la Iglesia. Y también a Mons. Carlos Franzini a quien tuve la oportunidad de ver hace poco en Buenos Aires, y por quien me gustaría hacer también una oración especial por su salud.

Quiero agradecer a mi primera familia: a Mamá, a Papá y a mi hermana. Ellos fueron los que me dieron a Dios, a veces sin saberlo. En ellos me descubro hijo y hermano para el proyecto de la gran Familia de Dios. Recuerdo cuando empezó todo esto lo mucho que lloramos porque no entendíamos aquello a lo que Jesús nos invitaba. Hoy tampoco entendemos todo, pero caminamos de su mano, y soy testigo de que nos ha visitado con su consuelo y su paz en nuestras vidas. Con ellos también quiero agradecer a la gran familia de nonos, tíos, primos, sobrinos, padrinos, que me acompañan, en este proceso, aquí o desde la casa del Padre, cada uno desde su modo de vivir la fe. Gracias por estar siempre!

A la gente de la querida parroquia San Roque que me enseñó a compartir en comunidad la fe y la alegría. Tantos que me soportaron en la catequesis, o haciendo de pastorcito en el pesebre viviente, pero que también me animaron a seguir adelante. Con ustedes aprendí a comprender al Dios simple y sencillo que sostiene la fe de sus hijos en cada oración, en cada manifestación popular de cariño a Jesús y a María, en cada plegaria elevada por tantos enfermos, en cada compartir a la canasta, en cada fiesta diocesana.

A la Compañía de Jesús a quien le debo mi segundo nacimiento. Primero aquí en esta comunidad que hoy abre sus puertas para recibirnos y luego en los distintos lugares donde me ha tocado vivir durante estos 10 años y en los que el Señor me regaló amistades entrañables que siguen forjando mi vocación. Gracias a cada uno de mis compañeros, y hoy especialmente a la generosidad de Juan Berli SJ y los jesuitas que trabajan aquí apostólicamente y tanto bien le hacen a esta arquidiócesis de Mendoza.

En esta comunidad descubrí mi amor por la Compañía de Jesús, su modo peculiar de vivir la espiritualidad y su sentido apostólico y misionero. Aquí conocí a mi padrino diaconal Marcelo Larotonda y al sacerdotal Guille Blasón que me confirmó que había jóvenes todavía. Aquí crecí humana y espiritualmente al son de misiones a La Rioja y encuentros en el Chaco con el grupo misionero San Francisco Javier. Aquí crecí en cada tanda de EE en Agrelo, en cada acompañamiento, en cada jornada o convivencia de jóvenes, en cada boletín El Ignaciano, en cada anhelo de lucha por una sociedad más parecida al Reino que Jesús nos propone. Aquí crecí en la vocación sacerdotal que recibí una tarde de enero discerniendo durante seis años cuándo era el momento oportuno de decir sí. Desde aquí miro cómo Dios va tejiendo mi historia hoy en la comunidad del Colegio del Salvador en Buenos Aires donde con tanto gozo me toca servir.

 Y por eso quise volver aquí a Mendoza para ser ordenado. Gracias Alejandro, mi provincial, por aceptarlo. Desde que pedí las órdenes estando en Colombia sentí que tenía que volver al origen de mi vocación. Y respirar el mismo aire donde brotó el deseo de entregarme mientras estudiaba Letras y trabajaba pastoralmente, ver las montañas, caminar por mi pueblo y la ciudad y hacerme eco del tiempo que nos va pasando a todos. Y dejar que resuenen esas palabras hondas de tantos de ustedes que están aquí sentados y de otros que ya partieron como el Padre Pato, el viejo Aguirre, mi tía Cristina carmelita descalza, Fray Héctor Muñoz, Agus Draque, Javier Osuna, entre otros muchos.

En estos días de retiro previos a la ordenación he vuelto a pasar por el corazón tantos lugares, tantos rostros, tantos momentos y no puedo más que pensar que Dios ha estado allí siempre esperándome y preparándome para decirme que me quiere a su servicio para que sea Buena Noticia para los que están solos, agrietados, perdidos, para los que sufren, para los empobrecidos, para los ignorantes, para los que no oyen ninguna música y perdieron la esperanza, para los que buscamos hacer de esta vida algo digno para todos.

Y en este viaje que hice de la mano del Espíritu me viene el deseo profundo de agradecer tanta diversidad aquí reunida. Es probable que muchos aquí no compartan la fe cristiana, o que sea su primera vez en una ordenación sacerdotal, o tengan sus entripados con la fe, o les cuesten los errores de la Iglesia, o se pelearon con algún cura o monja, o sientan que esto fue de otra etapa de la vida. Al mismo tiempo veo entre ustedes a muchos cristianos que se animan a vivir según lo que Jesús les inspira y aceptan la lucha espiritual que atravesamos todos en la vida con deseos de salir adelante. Déjenme compartirles una convicción que tengo guardada en el corazón: Dios está enamorado de nosotros e insiste en buscarnos.

A veces nos llama desde nuestras propias heridas, a veces desde nuestras pérdidas y desazones, a veces desde nuestro orgullo testarudo, o desde una enfermedad, y también desde los deseos más hondos, como sea, por favor, ábranle, dejen que entre allí donde menos lo esperamos y verán cómo todo cambia, cómo podrán perdonar las ofensas, encontrarse con lo distinto sin miedo, reconciliarse con el pasado, soportar con dignidad lo que toca y caminar aliviados por la vida ofreciendo paz y alegría a los que la necesitan. No se priven de esta experiencia de abrirle la puerta al Dios de Jesús, no tiene desperdicios.

Muchas gracias especiales a todos los que vinieron desde lejos, gracias por acompañarme en este momento. Les pido recen para que sea un sacerdote fecundo, despojado y libre, y que se animen también a corregirme porque uds. son un poco también los «culpables» de este cura que les habla.

Dios les sonría y María de Luján los acerque a su Hijo. Gracias.

Emmanuel Sicre SJ 

Fuente: Blog Pequeñeces 

A Dónde Voy y a Qué

¿Cómo podemos interpretar esta popular frase de San Ignacio de Loyola?

Por Luis María García SJ

Ignacio de Loyola es un artesano del discernimiento, un maestro de la elección. Sabe lo que quiere y lo busca con ahínco. Junta el deseo y la eficacia, la visión intuitiva y el resultado práctico. Por eso nos puede enseñar a buscar y hallar lo que más deseamos para nuestras vidas.

Ignacio también emplea esta estrategia de la lucidez al servicio del encuentro con Dios. ¿Cómo encontrarse con Dios en la oración? ¿Cómo hallar a Dios en todas las cosas? Pues ante todo, cuidando las adiciones, nos responderá Ignacio. Es decir, aplicando pequeñas estrategias que facilitan el ambiente de ese encuentro, que preparan a la persona para la oración.

Una de estas estrategias se resume en esa frase, que resulta un logrado aforismo ignaciano: antes de empezar a orar, advertir a dónde voy y a qué (Ejercicios, 206).

La expresión tiene variantes. Por ejemplo, para la primera oración del día aconseja pensar a la hora que me tengo que levantar y a qué (Ejercicios, 73). Para sus tres modos de orar recomienda considerar a dónde voy y a qué (Ejercicios, 239). En otro momento Ignacio es más explícito: poniendo delante de mí a dónde voy y delante de quién (Ejercicios, 131).

Es un ejercicio de advertencia y un ejercicio de intencionalidad. Nos hace más lúcidos y nos prepara mejor para todo lo que emprendemos. Activa nuestras intenciones conscientes y nuestras operaciones profundas para ordenar nuestra energía interior en la dirección que deseamos. De este modo, optimizamos nuestro psiquismo al servicio del encuentro con un Dios que, de su parte, quiere siempre tenernos consolados.

Esta intencionalidad lúcida puede aplicarse a todo lo que hacemos. Quien vive esta actitud vital se hace persona más consciente, afronta los retos de la vida con mayor preparación y sin duda está más preparado para en todo amar y servir a su divina Majestad (Ejercicios, 233).

Fuente: Ser Jesuita

 

¿Somos Más Transparentes en Internet?

¿Cuánta sinceridad hay en lo que mostramos de nosotros en las redes?

Por José Fernando Juan

La juventud de internet y su fuerte impacto nos obliga a plantearnos cuestiones continuamente. Ver esto es salir de la caverna, en cierto modo. Quizá todavía con las categorías y aproximaciones “de antes” de la revolución digital, pero no disponemos de muchas más. De ahí que las comparaciones, odiosas por otro lado, nos sirvan como claro referente. Una de estas preguntas que no dejan de aparecer es si somos más transparentes en internet o si, por el contrario, es sólo una fachada que nos parapeta y defiende, al tiempo que nos oculta. La pregunta está hecha.

En primer lugar, como en todo lo humano, habrá situaciones de lo más diversas. No se trata aquí de analizar casos concretos. Y no tengo por qué dudar de las buenas intenciones de la mayor parte de los usuarios de redes sociales. Con todo, algunas reflexiones al respecto, que sin intentar zanjar la cuestión dejen abiertas las puertas a la reflexión personal y social sobre este fenómeno.

Cuando hablamos de transparencia nos referimos a la sinceridad, la autenticidad y la verdad de una persona que se muestra. Tarea, de por sí, difícil y compleja con internet o sin él. Pues supone una persona que, conociéndose a sí misma, de algún modo se revela. Pero también hace alusión a una cierta espontaneidad, sin filtros ni convencionalismos sociales, que da rienda suelta a sus pensamientos, opiniones e interpretaciones de lo humano y lo divino. De nuevo, un matiz: confundir lo bueno o la libertad personal con un ejercicio asentado en pasiones desenfrenadas, sentimientos y emociones primarias, quizá nos despiste de lo genuinamente humano. Hablar sin considerar la propia responsabilidad, sin atender al otro con el que se dialoga tampoco parece que sea lo más razonable y, en el fondo, nos aleja de algún modo de nosotros mismos en tanto que personas.

Otro aspecto, indiscutiblemente crucial en este asunto, es si internet es capaz de contener a una persona en su conjunto, o si se produce una pérdida de algo fundamentalmente humano al acceder a la red. Porque algo tan básico como la corporalidad y el rostro, de momento no tienen cabida. Se espiritualiza, dicen algunos, como queriendo mostrar que se puede vivir humanamente sin cuerpo, que en definitiva es aquello que nos sitúa en el mundo y nos posibilita el encuentro, el reconocimiento. A mi entender, un avatar, una imagen e incluso un vídeo en directo, no son lo mismo. Hay un cierto mostrarse en internet que en definitiva no puede ser auténtico.

El lugar en el que una persona se revela como es, muestra su ser, es la acción. Mientras que internet sigue siendo a día de hoy un entorno de discurso, de comunicación. Si bien, ciertamente internet es una cierta acción constante de la persona, en esta se puede percibir un interés controlado y dirigido más a la apariencia que a la realidad. De ahí gran parte de las críticas globales que se hacen a este entorno, y del que nadie parece quedar ni libre ni al margen. Poner un pie aquí es exponerse, y no puede ser de otro modo. Más aún cuando, por ejemplo en un vídeo, se intenta hacer una propuesta de diálogo más que de monólogo. Inter-acción sigue siendo, a mi modo de ver, la esencia de la red que se renueva diariamente. Y los algoritmos están diseñados para esto, para que pierda interés y visualización aquello o aquel con quien no hay interacción alguna. El vínculo digital propiamente se ejecuta en la reacción, no tanto se acentúa en la acción primera.

¿Vivimos silenciados e internet nos ofrece espacios para hablar con claridad? Parece que sí, y que muchos lo usan. Pero conscientes, en cierto modo, de que todo repercute en su propia vida e identidad, y que ésta no es separable en digital y analógico, también surgen formas anónimas, que son estrictamente lo más contrario a la transparencia de la que estamos hablando. El anonimato es el deseo explícito de no mostrarse y ocultarse en cuanto a persona. Sin lugar a dudas, las redes sociales generan un tráfico ingente de opiniones, ideas e ideologías, en las que la palabra es más visible que la persona. Y puesta la palabra en medio, desprendida de quien la dice y de su contexto, muchas veces se hace ésta oscura por sí misma, creando mayor confusión que claridad.

El control de nuestra imagen e identidad, ligado a las relaciones. Por un lado, observamos los peligros y malos usos de internet, siendo muy conscientes del daño que pueden causar sobre las personas. Tanto en su reputación, como en los estigmas. Aunque es probable que no hayamos atendido a todos los problemas sociales e ideológicos que están generando, no ya sin más entre los más jóvenes. Por otro lado, se impone el control férreo de aquello que enseñamos y dejamos ver de nosotros mismos, y de nuestras preocupaciones y ocupaciones. No por prudencia, sino porque parece revalorizar en muchos casos lo que somos. Una buena imagen digital, sustentada en opiniones de otros, da un valor añadido, por ejemplo, a nuestro curriculum y trabajo. Mucho más importante que un buen traje de presentación. Simplemente por el hecho de que aquello que se comparte sea mejor acogido por un gran grupo, y dando por supuesto que el número criba y selecciona aquello de mejor calidad. Por tanto, sabiendo esto, también la identidad generada no es en verdad real sino más bien destinada a impresionar en otros. Es como una intención extrínseca, que hace desaparecer igualmente la relación entre dos personas “reales” y los sitúa mirando espejismos.

Por último, darle la vuelta a la pregunta. ¿Transparente es, sin más, mostrarse uno mismo o deberíamos relacionarlo, muy decisivamente, con la actitud que la otra persona, la que ve y escucha, tiene hacia quien decide mostrarse? Lo pregunto porque, en el mejor de los casos, damos por supuesto que alguien que se muestra como es acogido como es. Y mucho me temo que la relación vuelve infinitamente más complejo el asunto, si en algún momento a alguien pareció sencillo. Actúan prejuicios, lo que cada uno es capaz realmente de entender y hacer suyo reflexivamente, y el ánimo de ir hacia el otro dejándose ver, no simplemente espiando imágenes o contenidos, es decir en el diálogo que hace auténtico el encuentro.

Fuente: Entre Paréntesis

 

Interpretaciones del Capítulo VIII de Amoris Laetitia (I)

Una serie de puntos para interpretar el capítulo VIII de la encíclica “Amoris Laetitia”. Esta última ha generado posiciones diversas en diferentes sectores de la Iglesia que se han expresado tanto a favor como en contra.

Víctor Manuel Fernández, arzobispo y rector de la UCA- Después de varios meses de intensa actividad de los sectores que se oponen a las novedades del capítulo octavo de Amoris laetitia -minoritarios pero hiperactivos- o de fuertes intentos para disimularlas, la guerra parece haber llegado a un punto muerto. Ahora conviene detenerse a reconocer qué es concretamente lo que nos deja Francisco como novedad irreversible.

NO HAY OTRAS INTERPRETACIONES

Si lo que interesa es conocer cómo el Papa mismo interpreta lo que él escribió, la respuesta está muy explícita en su comentario a las orientaciones de los Obispos de la Región Buenos Aires. Luego de hablar de la posibilidad de que los divorciados en nueva unión vivan en continencia, ellos dicen que «en otras circunstancias más complejas, y cuando no se pudo obtener una declaración de nulidad, la opción mencionada puede no ser de hecho factible».

A continuación agregan que «no obstante, igualmente es posible un camino de discernimiento. Si se llega a reconocer que, en un caso concreto, hay limitaciones que atenúan la responsabilidad y la culpabilidad (cf. 301-302), particularmente cuando una persona considere que caería en una ulterior falta dañando a los hijos de la nueva unión, Amoris laetitia abre la posibilidad del acceso a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía (cf. notas 336 y 351)».2

Francisco les envió inmediatamente una carta formal diciendo que «el escrito es muy bueno y explicita cabalmente el sentido del capítulo VIII». Pero es importante advertir que agrega: «No hay otras interpretaciones» (carta del 05/09/2016).3 Por lo tanto, es innecesario esperar otra respuesta del Papa.

Podría cuestionarse que el Papa clarifique su interpretación en una carta a un grupo de Obispos. Pero de hecho así ha ocurrido otras veces. Para dar un ejemplo, recordemos un incidente en torno a la interpretación del Concilio Vaticano I. Los Obispos alemanes respondieron al Canciller Bismark, quien sostenía que se había definido un centralismo romano que debilitaba la autoridad episcopal. Con su respuesta, ellos rechazaron esa interpretación del Concilio.

Si el Papa recibió un carisma único en la Iglesia al servicio de la interpretación correcta de la Palabra divina -el carisma dado a Pedro para atar y desatar y para confirmar en la fe a sus hermanos- esto no puede excluir su capacidad para interpretar los documentos que él mismo escribió.

Fuente: Periodista Digital

Reflexión del Evangelio – Domingo 24 de Septiembre

Evangelio según San Mateo 19, 30-20, 16

Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.

Reflexión del Evangelio – Por Maximiliano Koch, sj

Para los judíos del tiempo de Jesús, no cualquiera podía ser considerado “amigo”. Esa palabra –tan vanalizada y mal utilizada en nuestros días- implicaba un compromiso personal. En efecto, los “amigos” tenían un vínculo tan estrecho que podían sentarse a la mesa del dueño de casa y compartir los espacios reservados para los familiares. Los “amigos” compartían los sueños, los proyectos, los deseos y la suerte, de tal modo que si uno de ellos tenía alguna dificultad económica, el otro se sentía con el deber de auxiliarle, aún a riesgo de poner en peligro su propia existencia.

 Por eso, es curioso que ante el juicio que algunos de los jornaleros hacen acerca del modo de actuar del dueño de la viña, éste les llame “amigos”. Porque parece que entre ellos se abre un abismo, comprendiendo la realidad de modo casi irreconciliable. Unos sólo pueden comprender la vida, las relaciones, la realidad a través de los méritos que se realizan. El otro, por el contrario, no se preocupa por estas cosas, sino que se acerca a los desocupados, habla con ellos y los invita a sumarse a su trabajo. No piensa en su propio provecho y necesidad, sino en la de aquéllos hombres que han pasado el día esperando que alguien les contrate.

O quizá no sea curioso. Porque los hombres miramos al mundo tal como aquéllos jornaleros que han trabajado todo el día. Aprendemos, desde pequeños, que debemos realizar ciertas tareas y comportarnos de determinada manera si queremos progresar en la vida. El esfuerzo, tarde o temprano, será recompensado, por lo que debemos trabajar constantemente para que los resultados sean reconocidos por la sociedad, por nuestros jefes, por nuestros semejantes.

Este modo de actuar exige, por lo tanto, un viñador que juzgue con criterios severos y reglas claras. Pero el dueño, en esta parábola, nos desconcierta e incomoda al mostrarse capaz de mirar el mundo de una forma muy distinta, con ojos que se posan sobre personas y no sobre trabajos.

Por eso, esta lectura constituye, sobre todo, una invitación para ser amigos del dueño de la viña, adentrarnos en su casa, sentarnos en su mesa y desear compartir su modo de ver el mundo. Hacer que sus deseos sean los míos y su suerte la mía. Y, de este modo, salir con él a aproximarnos a la realidad de necesidades, angustias, dolores y hambre que la gente carga a sus espaldas.

Sólo si nos hacemos parte de este sueño y proyecto del dueño de la viña, podremos dejar de lado nuestros prejuicios y juicios acerca de nuestro entorno. Dejaremos de pedir un juez que intervenga sobre la historia para condenar a los injustos y podremos ensuciar nuestras manos construyendo casas más amplias, con comedores más amplios, donde quepa más gente en la mesa y otros más sean considerados “amigos”.

La invitación que el Padre nos hace está delante nuestro. ¿Queremos sentarnos a su mesa?

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

¿Es Posible Mirar de Otra Manera?

Cómo experimentamos y reaccionamos frente al mundo: una cuestión de mirada.

Por Emmanuel Sicre, sj

¿Por qué pasa que las mismas cosas nos resultan unas veces intolerables y otras veces las aceptamos con paciencia y hasta con agrado? Hasta sucede que hay momentos en que las mismas personas son un peso, y en otro momento las vemos con amor. ¿Qué hay detrás de algunas de estas variaciones en los modos de ver la realidad que nos rodea? ¿Es un simple cambio emocional? ¿O de hecho la realidad cambia y nosotros cambiamos con ella? Pero ¿cómo explicar que ante una realidad adversa unos reaccionen con paz y otros con desesperación? ¿No será una cuestión de mirada?

¿Cómo se ve desde una mirada contaminada?

Se ve todo mal, como sin salida. La realidad nos parece absurda, sin sentido e intolerable. Brota desde lo hondo una profunda indignación con las cosas, con las personas, con las estructuras e instituciones. Todo pesa. Ver una persona feliz nos enoja. Y algunos llegan a desesperarse. Un mecanismo de defensa inconfundible atrapa la mirada contaminada: la crítica, el sarcasmo y la ironía cruda como la peor versión del humor. Así logramos al menos castigar a alguien porque las cosas no son como quisiéramos. Los demás o son enemigos o son cómplices de nuestra mirada opaca. No hay muchas soluciones, ni creatividad para resolver los conflictos. La paradoja humana parece inaguantable y punzante. Estamos hastiados e irritados con todos y en el mejor de los casos asoma una resignación pesimista como enlutada. Es la mirada de muchos medios de comunicación cuando sólo ven el caos de la realidad, cuando sólo enfocan el morbo, la superficialidad y la banalidad de lo real porque lo sesgan, lo fragmentan y lo arrancan de su conjunto, para que pierda sentido y pinche más los ojos. La mirada contaminada no acepta ningún tipo de corrección porque es terca, boba, y se olvidó de cómo se veía desde una mirada limpia. El pesimismo le robó la memoria.

¿Y cómo se ve desde una mirada limpia?

En cambio, la mirada limpia es aquella que ve el conjunto de las cosas de la realidad y se asombra, porque es inteligente y mira con paciencia. La mirada limpia comprende, analiza, hace síntesis de lo que ve y no la arrebata el juicio. Es una mirada atenta a su alrededor, fresca, no está ensimismada en su mundito. Es una mirada que acepta la realidad, que busca ahondar en su misterio. Una mirada limpia no juzga a los demás por sus errores, los comprende porque sabe de los suyos. La mirada limpia capta el hilo fino y casi invisible que une las cosas en su armonía. Es una mirada que va a contramano de la lógica del ambiente, porque se anima a ver más allá y no se ciega con la primera dificultad. La mirada limpia se aventura con curiosidad sobre los entresijos de la vida. La mirada limpia es simple: se duele con el dolor y se alegra con la alegría, no hace show de la desgracia ni desestima la felicidad. La mirada limpia contempla a las personas en su verdad, por eso no necesita despreciarlas, sino que ve para qué está cada uno en el mundo.

¿Cómo limpiar la mirada?

Primero hay que caer en la cuenta de cómo estoy viendo la realidad. Luego tomar una decisión: ¿quiero cambiar de mirada? ¿Quiero ver de otro modo? ¿O seguiré quejándome de la realidad como si ella fuera un ente abstracto al que le puedo echar la culpa de lo que no veo bien? En la medida en que podemos responder a estas preguntas surgen alternativas al espíritu. Recorrer esas preguntas me devuelve al sitio original de cuando aprendí a ver la realidad. Me regresa al punto de partida de la niñez de mi mirada. Y la mirada del niño no es la del ingenuo, sino la del que cree de verdad y confía.

Limpiar la mirada es aceptar el tiempo, la vida y la paradoja humana con naturalidad. Es comprender que la limpieza radica en la libertad para optar qué es lo que quiero ver. Para limpiar la mirada hace falta discernimiento. ¿A dónde me lleva una mirada contaminada? ¿Qué sabor me deja una mirada limpia? Y disfrutar de un banquete posible!

Más de uno podrá decir que no es fácil. Pero ¿no será quizá más difícil vivir instalados en la contaminación que termina destruyéndonos? La contaminación de la mirada puede tener muchas causas y todas muy razonables. Pero lo que no es razonable es que la desolación nos domine y nos convierta en seres amargados. Tenemos que luchar para cambiar la mirada. Abrir los ojos a lo que verdaderamente pasa. Liberarse de las cadenas invisibles que nos tiende el mal espíritu para envolvernos en su desesperanza. Y abrirse a la vida que está en cada uno de los que camina a nuestro alrededor. Comprender desde lo más hondo lo que puede estar viviendo, asumirlo con compasión.

Sólo la compasión cambia la mirada. La transforma en puente hacia los demás. La convierte en un trampolín hacia la vida abundante. Sólo la compasión destila la contaminación del corazón herido por el camino.

Es tiempo de animarse a que la mirada se nos transforme. No hay paz en el mundo que no empiece con una mirada distinta sobre las cosas, las personas, la naturaleza y el mundo que habitamos.

Fuente: Blog Pequeñeces

¿A Cuántas Personas con las que No Estás de Acuerdo Sigues en Twitter?

Idealmente, las redes serían puentes que unirían a personas en un diálogo entre diferentes que enriquecería a todos. En la práctica ¿es esto así?

Por Xabier Riezu

… o también: «¿a cuántas páginas en la que se expresan ideas que no compartes estás suscrito en Facebook?». Este tipo de preguntas apuntan a una de las paradojas más preocupantes de la transformación de la comunicación que ha propiciado internet: lo que estaba llamado a ser un foro global para el encuentro entre diferentes, se ha convertido para muchos en herramienta para una rigurosa personalización de las fuentes de opinión e información, propiciando precisamente lo contrario: falta de diálogo y refuerzo de las ideas preconcebidas.

El vecindario de las redes sociales

En mi anterior post me refería a la expresión «efecto burbuja» que emplea Eli Pariser para referirse a este fenómeno. Pariser pone el acento en los algoritmos que permiten personalizar el comportamiento de buscadores como Google o servicios como Amazon o Netflix, que estarían funcionando a modo de campana envolvente que solo nos ofrece aquello que según nuestro perfil debería interesarnos, impidiendo así que descubramos ideas nuevas. En mi opinión, hay en torno a los algoritmos una literatura paranoica, que ve en ellos una forma de controlar nuestras mentes ―pasando por nuestros bolsillos― hasta llegar a controlar el mundo. Pero no necesitamos caer en esas visiones apocalípticas para comprender que se está produciendo un efecto burbuja, pero que este efecto no se debe a los algoritmos de internet, sino al uso que hacemos de las redes sociales.

Hilary Putnam en su conocido libro Bowling Alone (Solo en la bolera) identificaba dos tipos de capital social: el capital social vinculante y el capital social puente. El capital social vinculante lo conforman nuestras relaciones con personas de nuestro mismo grupo de pertenencia y contexto, mientras que el capital social puente es fruto de las relaciones entre diferentes. Pues bien: internet estaba llamado a ser una inmensa fuente de capital social puente ―el entusiasta Tom Friedman auguraba que internet iba a «convertirnos a todos en el vecino de al lado»―. El resultado, sin embargo, no está siendo ese: si echas un vistazo al timeline de tu Twitter probablemente descubrirás que se parece bastante a tu «vecindario» real.

Postverdad y populismo

Este fenómeno no sería grave si las redes sociales fueran solo una manera de estar en contacto con familiares, amigos o personas que nos interesan. Pero son mucho más. Según una reciente encuesta de Reuters en 26 países, un 51% de la población emplea las redes sociales como fuente de noticias, y entre los jóvenes es un 30% el que las utiliza como su principal fuente de información. Cada vez nos informamos más a través de las redes sociales y, además, por un mecanismo psicológico natural, confiamos más en aquello que nuestros amigos comparten con nosotros, por lo que somos menos críticos con gran parte de esa información. Las consecuencias se están dejando notar en forma de expansión de noticias falsas y una polarización del debate público.

La democracia funciona si existe encuentro y diálogo constructivo entre diferentes. Pero para ello necesitamos acceder a ideas diferentes y hacerlo además desde las perspectivas de quienes sostienen esas ideas. Abrir el abanico de las personas a las que seguimos en las redes sociales puede convertirse, cada vez más, en una necesaria virtud cívica.

Fuente: Entre Paréntesis