Mención de Honor “Sarmiento” al Colegio del Salvador

El lunes 17 de septiembre, el Colegio del Salvador recibió del Senado de la Nación el premio de Honor Senador Sarmiento por el 150 aniversario de su fundación. En un acto presidido por el Senador Federico Pinedo, el rector del Colegio, Ricardo Moscato recibió el cuadro junto a miembros de la comunidad educativa.

Compartimos las palabras del rector al recibir el reconocimiento

Sr. Presidente Provisional del Senado de la Nación, Senador Federico Pinedo, Padres Andrés Aguerre, representante del P. Provincial, Alejandro Tilve, Daniel Barrera, Superior de la Comunidad jesuita, Leonardo Nardín, Presidente de RAUCI, Ignacio García Mata, Víctor Pacharoni, Queridos miembros del Consejo Directivo del Colegio, Sr. Presidente de la Asociación de Padres, Dr. Fernando Klappenbach, Sr. Presidente de la Asociación de Ex alumnos, Ing. Carlos Gianícolo, queridos padres, docentes y alumnos:

Muchas gracias por esta distinción Senador Domingo Faustino Sarmiento del Honorable Senado de la Nación. El Colegio del Salvador comienza sus clases unos meses antes que Sarmiento comenzara su presidencia, con su edificio en construcción, con solo 50 alumnos, cuando Callao era de tierra, como en una Argentina donde todo estaba por hacerse. Su primer plan de estudio fue el de Mitre que ya regía para el Colegio Nacional de Buenos Aires y el Monserrat de Córdoba. Dos años después, en 1870, entra en vigencia un nuevo Plan de estudio firmado por el propio Sarmiento como presidente y Nicolás Avellaneda como Ministro de Educación, modificado nuevamente en 1874. Tiempos fundacionales cuando “la patria era un dolor que aún no tenía bautismo” al decir de Leopoldo Marechal, de grandes desafíos donde, en palabras de Sarmiento, se buscaba que toda la argentina fuera una escuela y la educación era una prioridad nacional.

Es por tanto un honor y una gracia de Dios recibir esta distinción. La recibimos con un corazón agradecido, humilde y esperanzado acompañado de representantes de nuestra comunidad educativa. Porque sabemos de raíces que dejan huella. Porque estos 150 años, en una Argentina del corto plazo, prueban que el tiempo es de Dios: el guarda nuestra memoria, perdona nuestros pecados y nos renueva la Esperanza.

Desde 1868 nuestro colegio es punto de referencia educativo y de arraigo espiritual, mediador y puente de lazos sociales, ámbito de encuentro y diálogo, entre tiempos y personas, entre propios y extraños, entre fe y cultura.

Vivimos una realidad más compleja que hace 150 años, que requiere más humildad para comprenderla y más coraje y audacia para seguir sembrando en ella “semillas de humanidad” con y para los demás a través de una educación de calidad, efectiva e inclusiva. Somos un colegio que aprendió y aprende de su trayectoria, de sus luces y sombras. Y en tiempos alterados, de procesos de cambio de época, con mayor incertidumbre y diversidad, estamos comprometidos a tejer pacientemente las filiaciones posibles con Dios, con los demás, en nuestra patria, para este mundo.

La recibimos con corazón agradecido por “tanto bien recibido” al ser testigos de los frutos de las buenas raíces de futuro sembradas en tierra argentina por la Compañía de Jesús. Raíces que comenzaron en 1608, hace 410 años, cuando los jesuitas fundan casa y capilla en Buenos Aires; en 1617, hace 401 años, cuando abrieron el Colegio de Loreto como primera escuela secundaria de Buenos Aires; en 1662 con el Colegio San Ignacio hasta la expulsión de los jesuitas en 1767, su reapertura de 1836 a 1841 y la etapa actual desde el 1 de Mayo de 1868 que hoy celebramos..

Agradecer a la Compañía de Jesús, a nuestra patria y sus instituciones democráticas como este Honorable Senado que expresa al país federal. Agradecer a tantos docentes, jesuitas y laicos, hombres y mujeres, agradecer a las familias. Todos ellos con sus historias de vida cotidianas han sido buenas raíces en el corazón de tantos alumnos que han pasado nuestras aulas. En palabras del poeta Francisco Luis Bernárdez “porque después de todo he comprendido por lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene de sepultado”.

La recibimos con un corazón humilde al estilo ignaciano, animados por el Magis, superando la tentación de la auto complacencia y la mediocridad, pidiendo perdón por lo que no pudimos o supimos hacer, por nuestras incoherencias y fragilidades. Queremos desafiarnos a mirar más adelante y más profundo, preguntándonos qué podemos hacer mejor y qué más podemos hacer como aporte innovador a la educación de nuestro país y al desarrollo integral de todos sus habitantes. Porque un colegio es obra de todos y el Salvador lo ha sido desde el principio: jesuitas, laicos, familias y siempre los alumnos, donde Dios siembra y cosecha los frutos. Que sea obra de todos y a través del tiempo nos enseña a ser humildes y la humildad se aprende en la fidelidad creativa del trabajo educativo cotidiano.

La recibimos con un corazón esperanzado porque somos herederos y protagonistas de un patrimonio vivo, no custodios de un museo.Corazón esperanzado como lo expresa A Yupanqui: “Es mi destino, piedra y camino, De un sueño lejano y bello soy peregrino”. Somos un colegio peregrino que sabe de piedras y caminos, que crece como comunidad de aprendizajes, integrando las redes ignacianas de educación, con creatividad e identidad, sembrando conocimientos y valores para toda la vida. Hoy educación es formación integral. Como ciudadanos del Siglo XXI necesitamos más y mejor educación. La formación es un largo camino de toda la vida para alcanzar unidad interior en el encuentro con el otro, “con y para los demás”. Formarse es aprender a integrar: conocimientos y sabiduría, resultados y frutos, lo personal y lo social, lo local y lo global, cerebro, corazón y manos. Queremos que el Salvador sea siempre escuela de solidaridad y frente a manos que se cierran y lastiman, queremos que las nuestras sean manos que comparten y reconcilian, frente a tantas brechas queremos ser escuela de puentes de reconciliación con Dios, con los demás y con la creación, educando en una ciudadanía ecológica, social y global.

La educación que brindamos tiene una responsabilidad social, es para ser compartida. En contextos de exclusión de muchos jóvenes que no están en las escuelas, de otros que ingresan pero no terminan y de la exclusión de los que estando no aprenden, nuestros alumnos tienen una gran oportunidad. Para no ser cómplices de la injusticia que les da más a los que tienen más y valoran menos, asumimos un compromiso con lo aprendido, un compromiso con los más pobres. Como dice Jesús: “Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lucas 12,39-48).

Es animarse a educar en una renovada ciudadanía. Aquel que no es súbdito ni esclavo, el que hace su vida con otros que son sus iguales: miembro pleno de una comunidad política y universal. Es prepararse para un nuevo liderazgo centrado en el servicio al prójimo y al bien común para no quedar paralizados en los rencores del pasado, en las lógicas del amigo- enemigo, en las ramas secas de tantas frustraciones de hombres “sin y contra los demás”. Significa decirle que no a una educación superficial, conformista,”que tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos” (EG Cap.2, 60) como dice el Papa Francisco y les quite las alas y los sueños de trabajar para una sociedad mejor.

Es construir puentes de integración social que nos permitan compartir el pan común de la educación argentina. Toda vida social se edifica con ladrillos de consenso y su cemento es la confianza. La comunidad educativa está en el corazón de la vida social, porque en ella se materializan las síntesis de valores, convicciones y contenidos que como sociedad acordamos elaborar y transmitir. Significa entonces contribuir a la educación como compromiso de todos los argentinos: responsabilidad cívica compartida, ejercicio de una renovada ciudadanía.

Así, entonces , en nombre de la comunidad educativa del Colegio del Salvador pero también en nombre de los personas a las que solidariamente servimos: los que están en situación de calle de la Obra San José, los miles de chicos y chicas atendidos por las escuelas de Fe y Alegría , los alumnos y alumnas de los colegios parroquiales de San Miguel, los argentinos y argentinas humildes y sencillos de San José del Boquerón, La Rioja y Concordia donde el colegio ha misionado y misiona, donde busca practicar con alegría el evangelio del Jesús pobre y humilde de los EE de San Ignacio, recibimos este premio

Lo hacemos enraizados y comprometidos con la educación argentina que es memoria, proyecto y promesa Memoria del camino educativo recorrido. Proyecto como “esperanza del futuro, olorcito de lo por venir, palote de Dios” al decir de Jorge Luis Borges. Promesa como “sueño lejano y bello” de una Argentina educada y educadora que sea casa de todos, como dice la canción de los Carabajal “territorio de encuentro, donde nuestros hijos coman el pan bendito y eterno, mesa de casa paterna, de esas que aguantan el tiempo”, “para en todo amar y servir”.

Fuente: Colegio del Salvador

 

La Religiosidad en Córdoba

El pasado mes de junio la Universidad Católica de Córdoba (UCC) recibió la visita del P. Gustavo Morello SJ., ex docente y asesor pastoral de la casa de estudios, que actualmente se desempeña como profesor de Sociología en el Boston College (EE.UU). Morello expuso sobre estos temas bajo el título “Cambios religiosos y dinámicas demográficas: un siglo de catolicismo en Córdoba”.

Tomando como referencia la relación entre el número de nacidos y de bautizados en Córdoba entre los años 1914 y 2014 un grupo de investigadores trató de poner luz sobre las coincidencias y divergencias entre las conductas, costumbres y creencias en la provincia.

Del estudio surgen datos cualitativos como el incremento del porcentaje de bautizados en los nacidos entre los años los año 1947 y 1960, el descenso entre en las décadas de 60 y 70, el pico (en contra de la tendencia del año 1978), la estabilización en un 80% (aprox.) durante los años 80, y la tendencia que comienza en el año 2002 y se extiende hasta la actualidad en la cual es mayor el número de nacidos que el de bautizados. Los datos numéricos consultados al Arzobispado de Córdoba fueron contrastados con la contemporaneidad de gobiernos dispares: los liberales, más proclives a independizarse de la tutela de la iglesia, y los conservadores (incluso dictatoriales) menos proclives que los anteriores.

Igualmente es tomada en cuenta la incidencia de otros factores como el logro en el año 1974 de la paridad legal de la mujer en Argentina, dando comienzo a un cambio en la dinámica de los hogares al incorporar masivamente a la mujer a la economía fuera del hogar lo cual menguó el rol femenino en la formación religiosa doméstica. Otras influencias consideradas en la investigación son las pasadas directivas surgidas del Concilio Vaticano II o las actuales que marcan el tratamiento de “lo religioso” en los medios de comunicación.

“Lo religioso es un fenómeno emocional, la variable política sirve pero no lo explica todo” señala Morello, “El término creyente incluye al católico no practicante, al creyente “no afiliado” y a una constelación de creencias que van desde la reencarnación a la naturaleza religiosa de la práctica del psicoanálisis; para comprender todo esto hoy se intenta incluir sociología contemporánea en la formación de sacerdotes”. Con claro sesgo sociológico, apunta Morello: “Hoy el 30% de los hogares son monoparentales, es un fenómeno inserto en una población parte de la cual siente que la religión no tiene nada que ofrecer a personas entre los de 25 a 35 años de edad”.

Por otra parte: “Algunas personas religiosas “leen” todo lo que hacen en términos religiosos, su sentido es religioso y por eso aún las prácticas seculares son leídas religiosamente. Para algunas personas lo religioso es una forma de dar sentido a la vida, un sentido más allá de lo inmanente, para otras personas el sentido no está fuera de este mundo, piensan que trascender es llegar a futuras generaciones, a los hijos, a la sociedad en general.

Sobre las actuales formas del acceso a lo religioso de las clases populares, observa el sacerdote: “El domingo ya no es (exclusivamente) un día religioso, hay competencia por el tiempo libre”, y en cuanto a la localización geográfica y la lección entre cultos señala: “Se usa muchísimo lo que se tiene a mano”.

“Las religiones han sido amplias y variadas, con muchos siglos y distintas tradiciones, y muchas veces las diferencias son por cosas que no son dogmáticas sino por las aplicaciones de esos dogmas. En todo caso, esa es tarea de teólogos, no de sociólogos”, concluyó.

Fuente: UCC

 

Fuimos anfitriones : 40° JNJ en el Colegio Seminario

En el Colegio Seminario, en Montevideo, se realizó la 40° Jornada Nacional de la Juventud (JNJ). Esta actividad reúne a los jóvenes de todos los movimientos y parroquias católicas del país. Agustín Panizza, alumno de 4° año del Colegio Seminario e integrante del Movimiento Castores, comparte su vivencia de la jornada.

“A las 8:30 ya estaban abriendo las inscripciones. Al comienzo de la mañana (que yo andaba medio dormido todavía) ya había rock cristiano a plena potencia. Hubo una introducción en la que escuchamos el mensaje del Cardenal Daniel Sturla y comenzó la actividad de los talleres -que eran 13 en total-, con temas como: “María y la misión”; “crisis de fe”, “timidez en el anuncio”, “la oración”, “como defender la fe”. Terminamos la mañana con la presentación del proyecto misionero de la diócesis resumido en tres #hastags: #mision24/7, #cuerpoacuerpo y #casadetodos

Después del almuerzo salimos de misión, cubriendo Ciudad Vieja, el Centro y Playa Ramírez. Salimos en grupos de 2 a 4 jóvenes animándonos entre nosotros -para muchos era la primera experiencia de misión- y fuimos ‘agarrándole la mano’ en el correr de la tarde. Fue la oportunidad para compartir temas como la búsqueda de la felicidad y qué significa ser santos para los cristianos.

Al final de la tarde, de regreso al Colegio, compartimos testimonios y pudimos ofrecer toda la experiencia en la adoración y la misa concelebrada en el templo de la Parroquia, que presidió el vicario para la pastoral juvenil y vocacional, Mathias Soiza.

Vivimos una jornada sumamente intensa. Sumamente reconfortante también porque hemos visto el fruto de un esfuerzo de mucho tiempo. Y nos deja muy alegres, muy felices por lo que hemos vivido hoy. Los chicos están ‘copados’ por lo que vivieron en los talleres, en la misión, en el encuentro, en el intercambio entre nosotros. Hubo de todo y todo muy lindo de compartir, así que estamos con el corazón más que feliz.

 

Prepárate para la Prueba

Prepararse para los tiempos difíciles, para que sea oportunidad de crecer y aprender y no de replegarse sobre uno mismo.

Por Jaime Espiniella, sj

Vendrá la prueba. Vendrá porque decidimos seguir caminando cuando solamente probar no fue suficiente, cuando vimos claro que dar un paso más significaba no tener todo controlado y confiar en el horizonte que Dios dibujaba a su manera en nuestro interior.

Vendrá, ya lo sabíamos, aunque en momentos pensemos que quizás hubiera sido mejor no saberlo. Algo nos decía que compartir la vida con otros no impediría las preguntas, que la alegría de los que peor lo tienen tocaría la nuestra.

Vendrá y con ella el aprendizaje.

Vendrá y la entenderemos mal si la acompañan las ganas de acurrucarse en un rincón esperando que pase el temporal. Vendrá como oportunidad y nunca como peso aunque tengamos que hacer frente a la inseguridad o la duda.

Vendrá y caminaremos, aprenderemos lenguajes nuevos, nuestros ojos verán cosas que muchos otros no ven, descubriremos lugares que nunca hubiéramos imaginado, nos encontraremos con personas increíbles, creeremos que nuestras manos no son nuestras, que la vida nunca latió con tanta fuerza.

Vendrá y no estaremos solos. Nada tiene que ver con el miedo paralizante y mucho con hacernos más amigos, compañeros, hermanos.

Vendrá, prepárate. Sin obsesionarse ni buscarla, sino con el espíritu abierto y confiado del que sabe detrás de quién camina.

Fuente: Pastoral SJ

 

La Colaboración en Palabras de Roberto Jaramillo SJ

“La principal inquietud que tengo del desafío de la colaboración es que creo que necesitamos pasar, definitivamente, del concepto y toda la discusión alrededor del mismo, a la acción concreta.

Es ahí donde podemos colaborar en el sujeto apostólico que tenemos que privilegiar, guiándonos por las prioridades que aparecen en el PAC (Plan Apostólico Común) sobre la misión de la CPAL que son: 1) los jóvenes, 2) los tres territorios prioritarios: la Amazonía, Cuba y Haití, y 3) todas las personas excluidas de la sociedad, especialmente indígenas, migrantes y víctimas de la violencia.

Si nos encontramos sirviéndoles a ellos, sean de una institución u otra, de un sector u otro, de una Provincia o de otra, en medio de la diversidad, que es nuestra riqueza; podremos decir que estamos colaborando.”

Así se expresa el P. Roberto Jaramillo SJ, Presidente de la Conferencia de Provinciales de América Latina y el Caribe (CPAL) sobre el desafío de la Colaboración. Desde hace ya años, la Compañía de Jesús viene abriéndose más y más a trabajar en conjunto con laicos, religiosos y religiosas de otras congregaciones. Sin embargo, el deseo es profundizar en esta co-laboración para hacerla más horizontal y más extensiva en el servicio a los más necesitados y la construcción del Reino.

El video del que proviene el extracto anterior viene de una serie de contenidos realizados por la Oficina de Comunicación de la CPAL para profundizar en el sentido de la colaboración.

El Liderazgo Educativo es Digital y está en las Redes

Las Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación (NTIC) ofrecen oportunidades a quienes ejercen el rol de educadores, de encontrarse y compartir conocimientos; así como obtener recursos generados especialmente para quienes realizan una labor similar.

Por José Fernando Juan

La palabra “liderazgo” tiene su historia. Como tantas otras palabras que empleamos su raíz es latina y su etimología muy interesante. Aunque se ha vuelto muy semejante a la de “influencer”, con sus connotaciones anglosajonas. El líder es hoy alguien capaz de influir y, en ese sentido, también convencer. El liderazgo educativo es actualmente un fenómeno de masas traducido en la capacidad de influencia y transformación. Por supuesto, como signo especial de nuestro tiempo, el liderazgo educativo es también un liderazgo digital.

Me permito hacer unas observaciones al respecto, con el ánimo de generar diálogo constructivo en la comunidad educativa. Con la máxima prudencia posible, siempre dispuesto a enmendarme en aquello que esté equivocado.

El fenómeno “influencer” va de la mano de la sociedad de masas digital, cuya raíz es el consumo. No debemos perder de vista que mucha de la visibilidad que tienen algunas personas se debe a una “cantidad de personas”, independientemente de la “calidad” de las mismas. Un “influencer” no es sin más una persona, sino una comunidad de personas que da prevalencia a otros por encima de sí misma, y de este modo se convierte en espejo de otros en una red social cada vez más amplia y más segmentada. No sólo por temática, sino también por edad, sexo y residencia.

Búsqueda de recursos para cambiar.

El liderazgo educativo tiene mucho que ver con la capacidad de asociar a otros a las propias prácticas. Personas e instituciones educativas se han esforzado en los últimos tiempos en compartir buenas prácticas y tendencias. Son fácilmente accesibles en una sencilla búsqueda. Lo que permite a quien desea renovarse encontrar sencillamente materiales, formas, metodologías que introducir en el aula. En cualquier formato. ¿Qué profesor no ha usado a estas alturas YouTube en clase? Sólo aquellos con dificultades técnicas.

Personas con las que intercambiar opiniones.

Además de encontrar recursos, nos topamos también con profesores que han hecho del compartir una segunda profesión. Dan lo suyo, también lo de otros. Generan redes en las que introducirse fácilmente y llamar la atención de otros profesores e instituciones. #EduHora es un excelente ejemplo de ello en Twitter, de la mano de Isabel Ortega. Cada martes a las 22h en Twitter se reúnen profesores para dialogar en torno a un tema muy concreto de educación. Y se generan nuevos vínculos y fuerzas. Se crea opinión, más o menos sosegada.

Los temas educativos de moda.

En mi corta experiencia he visto el auge de las competencias básicas (ahora competencias clave) y las metodologías didácticas, también de la integración que luego fue inclusión y después normalización, sin dejar de lado el fuerte debate sobre los deberes. La participación de las familias es un asunto relevante en la era digital, porque opinan en todos los ámbitos, por ejemplo Whatsapp y todo lo que se ha hablado respecto a los grupos de padres. Mi única pregunta en todo esto es si estamos tratando asuntos fundamentales o no. El liderazgo educativo tiene una responsabilidad no sólo consigo mismo, de coherencia y de imagen, sino respecto a la sociedad en su conjunto y el futuro de la humanidad. No se puede tolerar más que la educación caiga del mano del negocio, el poder y el mero estatus de unos pocos.

El tiempo digital y la necesidad (periodística) de vivir de la última hora.

Aunque las reflexiones sobre la alteración digital del tiempo se abren paso en publicaciones de todo tipo, no alcanzamos a entender del todo la necesidad de cambio continuo que han impuesto las nuevas tecnologías de la mano de las sociedades de consumo continuo. Pese a lo que pueda parecer, las tendencias marcan las modas, que terminan por desvelar su falta de profundidad y análisis en sus consecuencias.

Fuente: Entre Paréntesis

 

¿Por qué llevas esa Cruz?

Efectivamente, la sociedad está cambiando, pero no por ello la gente deja de apostar por la fe.

Por Elena Lozano Santamaría

Si me pidieran una definición sencilla de mí misma, podría decir que tengo 20 años, soy estudiante y me confieso creyente. Sí, soy joven y creyente a la vez, y lo subrayo porque en nuestros días hay quien dice, con total seguridad en su afirmación, que eso es imposible. Que las palabras joven y creyente no casan bien en una misma frase, porque “los jóvenes ya no hacemos eso”, porque “ser creyente es ser un carca”, porque “la sociedad está cambiando”.

Efectivamente, la sociedad está cambiando, pero no por ello la gente deja de apostar por la fe. Y digo apostar porque parece que en nuestros días creer supone arriesgarse a ser tomado en serio o no. Muchas veces, por miedo a perder una reputación, una seguridad o una confianza, preferimos callarnos y guardarnos lo que sentimos para alguien que comparta nuestra fe.

La gente creyente joven (y con joven me refiero a persona en edad universitaria) vive diariamente una serie de situaciones incómodas y sin sentido que hacen reflexionar. Son cosas tan simples como sentir vergüenza al decir que uno va a misa (o directamente ocultarlo) o llevar un signo religioso visible y que la gente le pregunte: “¿Por qué llevas esa cruz?” Pues ahí está la clave del asunto, ¿por qué llevamos esa cruz? ¿Por qué cargamos con el peso de la vergüenza y el incómodo cuando se trata de hablar de nuestra fe? Son muchas las ocasiones en que nos vemos obligados a callarnos o a minimizar nuestras creencias por miedo a lo que puedan pensar. Por miedo a que nos encasillen como ‘antiguos’ o a que, directamente, nos rechacen.

Sin embargo, ¿merece la pena ese miedo frente a la libertad de poder decir en alto lo que uno siente? Yo creo que no. Porque cuando uno ha elegido, o más bien, se ha sentido llamado a seguir este camino, el miedo no es más que un obstáculo que ralentiza la marcha. La duda es inherente a la fe, pero el miedo lo ponemos nosotros. Y toda persona se merece ser feliz siendo una misma. Pero es cada uno quien debe decidir sobre su vida, enfrentarse a sus miedos y pronunciar en alto las palabras que los provocan. Y también debe hacer ver a esa sociedad que no lo entiende que un joven creyente no es una persona antigua o alguien que acuda engañado a seguir las tradiciones de sus padres. Se trata, sencillamente, de alguien que busca respuesta a sus preguntas y que ha descubierto en su vida otra forma de ver el mundo. Alguien que busca más allá.

Fuente: Pastoral SJ

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 30 de Septiembre

Evangelio según San Marcos 9, 38-43 45 47-48

 Juan dijo a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros”. Pero Jesús les dijo: “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.

 Reflexión del Evangelio – Por Oscar Freites SJ 

Desde hace algunos domingos venimos siendo testigos del camino que Jesús viene haciendo junto sus discípulos; y de las enseñanzas y los desafíos que supone asumir la dinámica del Reino. En este domingo nos encontramos en Cafarnaúm, lugar de la cotidianeidad para los discípulos y para Jesús. Ellos, han hecho un alto en el camino después de algunas egocéntricas discusiones y de algún que otro fracaso en la misión. En la intimidad de lo cotidiano Jesús ha comenzado a instruirlos sobre algunas cuestiones fundamentales antes de continuar camino. Pues es necesario aprehender de verdad la contradictoria dinámica de un Reino que invita a ser los últimos, que impulsa al servicio entregado y desinteresado, y que pone en el centro a los pequeños. Cosas bien difíciles de entender y de encarnar en el día a día.

 Testimonio de esta dificultad, es la humana reacción que Juan tiene al constatar que otros están realizando milagros en nombre de Jesús; y que tiene éxito en ello. Podemos imaginarnos el torbellino de sentimientos que se han desencadenado en Juan: recelos, frustraciones, envidias… Ellos son los amigos, los compañeros de Jesús; y por tanto los únicos legitimados para obrar el bien en su nombre. Juan se ha apropiado de este vínculo, lo ha instrumentalizado al punto tal de reclamar una cerrada exclusividad de afecto y de dones. Quizás no se ha dado cuenta que, con su actitud está cuartando el mismísimo don que implica su relación de amistad con Jesús. La irrupción del otro o de unos otros, ha puesto en crisis la comprensión de su propia relación con Jesús; y su reacción no ha sido la más adecuada.

 Maravillosa ocasión para profundizar en la verdadera relación que Jesús quiere construir con los suyos, con sus discípulos, con nosotros. Dios es relación, y por eso Jesús no puede entenderse sin una constante referencia al Padre. Una relación que es amor y comunicación, entrega generosa y libertad desbordante. Jesús se sabe desde el otro y para el otro, y desde allí se entrega y ama libremente a todos. Para nosotros experimentarnos desde el otro y para el otro nos puede causar una leve sensación de vértigo o de perdida de libertad; porque quizás no hemos llegado a interiorizar las exigencias de un amor auténtico.

 El evangelio de hoy, por contraste, nos invita a asumir en la cotidianeidad de nuestras vidas las exigencias de amar auténticamente. Detengámonos entonces a considerar, desde la Palabra de este domingo, las exigencias del amor.

 La primera condición del amor es asumir una auténtica alteridad. Amar es aceptar que el otro sea realmente otro, rechazando todo intento de tomar posesión del otro o de vínculo que hemos construido. Una alteridad que no sea intimismo excluyente o exclusivismo egoísta. Quizás los discípulos habían comenzado a caminar por sendas que no conducían a una auténtica alteridad; cerrándose a la posibilidad de un nosotros incluyente capaz de dejar que la gracia se multiplique. “Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.”

 La segunda condición para que exista el amor, es la apuesta por la proximidad. El amor no se construye con distancia sino con una generosa presencia que sabe de hospitalidad, de gratuidad, de la alegría de compartir lo poco o lo mucho que se tenga. “Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua…” Ama quien libremente sabe acompasar sus pasos con los pasos de un otro (o unos otros), renunciando a permanecer como dueño exclusivo de un camino que no quiere cruzarse con los demás. Amar implica asumir el riesgo de la proximidad con aquellos otros que pueden trastocar todos nuestros planes y comodidades. Amar es aproximarse y dejar que se aproximen.

 La tercera condición del amor es el compromiso en una relación creadora de vida. Un compromiso con el otro que se niega a ser la causa de sus tropiezos: “Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe.” Desde esta perspectiva podemos afrontar los “más te vale” que Jesús nos lanza hoy. Podemos preguntarnos cómo nuestros pies, nuestras manos, nuestros ojos son creadores de vida en nuestro vínculo con demás; y cómo también pueden ser causa de tropiezo: modos de alejarnos de nosotros mismos, de Dios y de los demás. Examinarnos en este sentido ayudará a que nuestras relaciones sean fecundas fuentes de vida; y más aún, nos conducirán por entero hacia la Vida. Porque el Reino de Dios no es cosa de mancos, cojos o tuertos. El Reino de Dios es cosa de hombres y mujeres que se entregan por entero al desafío de amar auténticamente; y que aprenden a caminar día a día junto a los otros en un amor verdadero.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana

Decálogo para Superar el Clericalismo

“Un problema importante es que una gran parte de la comunidad católica no se imagina cómo puede ser una Iglesia no clericalista –una diócesis o una parroquia sin clericalismo. El clericalismo está tan interiorizado en las instituciones eclesiales que a muchos les cuesta pensar la alternativa.”

Por Fernando Vidal

Superar el clericalismo no es una cuestión interna de la Iglesia sino que el clericalismo tiene fatales consecuencias para el conjunto de la sociedad. Los abusos sexuales y su encubrimiento son la consecuencia más terrible y dramática pero son una parte de los males que extienden “los abusos de conciencia y abusos de autoridad” que dice el Papa Francisco que entraña el clericalismo. En su reciente viaje a Irlanda –la “zona cero” de los abusos-, el Papa ha dicho que hay que realizar una profunda transformación eclesial y social para superar el clericalismo. Pocos días antes, el arzobispo de Dublín, Diarmudid Martin, llamó a “aniquilar todas las estructuras” que provocaron los abusos y su encubrimiento. Al mismo tiempo, el Cardenal de Boston, el franciscano Séan O’Malley, advirtió que la sociedad está “harta” y “no aguanta más” el estado de clericalismo que ha llevado a la peor crisis de la Iglesia católica en los últimos dos siglos. Dada la importancia y alcance de la Iglesia en el mundo, superar el clericalismo es, por tanto, un objetivo de interés público.

El Papa, en su carta a los Obispos de Chile –con motivo también de la gravísima crisis causada por los encubrimientos episcopales de los crímenes sexuales contra menores- planteó los dos puntos de su programa para la regeneración de la Iglesia: una Iglesia profética –como la que luchó contra la dictadura militar de Pinochet, menciona- y la Misión Compartida (con los laicos). La lógica de la Misión Compartida considera que el conjunto del laicado comparte toda la Misión de la Iglesia, tanto en la ejecución como en su discernimiento y las decisiones que apareja.

Un problema importante es que una gran parte de la comunidad católica no se imagina cómo puede ser una Iglesia no clericalista –una diócesis o una parroquia sin clericalismo. El clericalismo está tan interiorizado en las instituciones eclesiales que a muchos les cuesta pensar la alternativa. Están tan resignados a que sea algo imposible de cambiar que la imaginación –y muchas veces la dignidad- está paralizada. El problema es muy amplio y hondo pero quisiera simplemente aportar unas líneas sobre esa alternativa. Y muy especialmente aplicado a la parroquia, que es la más cercana a la vida cotidiana de la gente.

Hace tiempo que otras instituciones eclesiales como muchos colegios, universidades, centros de espiritualidad, ONG y muchas asociaciones laicales no son clericales sino que funcionan desde la lógica de la Misión Compartida. Hay directivos laicos, consejos y patronatos donde los laicos son decisores, elecciones periódicas, transparencia, etc. El resultado global es que la corresponsabilidad laical se ha intensificado en todas esas instituciones y su impacto social, cultural y religioso se ha multiplicado. Pero la parroquia –y las diócesis- permanecen como estructuras más resistentes a la lógica pontificia de la Misión Compartida.

¿Cómo puede ser la Parroquia de la Misión Compartida? En lo fundamental, no es que haya que inventar algo nuevo sino acercarse lo más posible al modo original de proceder de Jesús y sus discípulos. Para superar el clericalismo hay que ser fieles al origen, a la forma de estar Jesús con la gente. Hay profundas cuestiones eclesiológicas implicadas, pero trataré de ser muy práctico y para serlo voy a plantear un decálogo. Este es el decálogo que propongo para superar el clericalismo en cualquier parroquia.

1. Asambleas parroquiales de discernimiento.

Quizás lo primero por lo que comienza una parroquia es por reunir al pueblo. Se reúne en las diferentes eucaristías y actividades de la parroquia. Pero debería haber un evento que en muchos lugares se llama asamblea parroquial, en donde están convocados todos los fieles de la parroquia. Esa asamblea no debería ser una actividad más sino que es el principal órgano de la parroquia, en el que se busca la máxima participación posible. Al menos dos veces al año debe haber un día o medio día de convivencia de la asamblea parroquial. Es clave el método que se sigue en esa asamblea. En lo fundamental, es una asamblea de discernimiento –además de que también haya celebraciones- y por tanto es necesario mejorar el método de discernimiento comunitario que se sigue en esas reuniones de la asamblea. Por ejemplo, el centro belga ESDAC ha desarrollado mucho esos métodos para que realmente sean procesos auténticamente espirituales, fraternales y eclesiales. No basta con convocar asambleas sino que tenemos que aprender a ser una comunidad parroquial de discernimiento en esas asambleas.

2. Comité de evaluación parroquial.

El plan pastoral de la parroquia debe tener indicadores que permitan su evaluación. El Consejo Pastoral podría proponer a la Asamblea parroquial un pequeño equipo permanente de laicos que realicen una evaluación de la implementación del plan parroquial. El resultado de dicha evaluación tiene que ser público y dar a la Asamblea parroquial la oportunidad de conocerlo bien y valorarlo.

3. Una parroquia que consulta a la gente.

Para los sínodos de la familia, el papa Francisco lanzó una consulta global a la Iglesia universal. La lógica de las consultas tiene una larga historia en la Iglesia pero ha sido muy poco practicada. La parroquia debería realizar muchas más consultas. Un asunto importante es cómo se consulta y a quién. Sobre qué y cómo se pregunta es clave. Habría que garantizar que los términos y preguntas de la consulta han sido suficientemente consensuados y que se consulta a todas las personas que deberían tener voz. Para eso es importante que para cada consulta se forme un equipo de laicos que participen en la realización de la consulta, que se garantice la pluralidad e inclusión de los consultados y que los resultados sean públicos.

4. Comité de garantías.

Cualquier párroco hará bien en que su parroquia cuente con un pequeño órgano formado por tres personas laicas de probada reputación y sabiduría en la parroquia, que tenga las funciones de recibir peticiones o consultas en caso de conflicto entre el párroco y feligreses. Deben ser personas que conozcan el Derecho Canónico que compete a la vida parroquial y puedan garantizar que no se van a encubrir abusos de conciencia, autoridad ni de otro tipo, así como arbitrariedades. Ese comité de garantías podrá tener interlocución directa con el vicario episcopal.

5. Diferenciar presidir, regir, gobernar y dirigir.

El párroco preside y rige una parroquia, pero eso no significa que asuma el ejercicio del gobierno ni la dirección. Unir todas esas funciones en una sola persona crea desbordamiento del párroco, así como activismo y posibles confusiones entre todas esas funciones. Si imaginamos el futuro próximo, nos daremos cuenta que no va a haber suficientes sacerdotes para las parroquias –ya se vive en el rural y en muchas zonas urbanas de los países más secularizados-, lo cual lleva a que el párroco no pueda gobernar y dirigir todas las parroquias. Realiza la función de comunión -cuida que nadie esté excluido en la parroquia y que no haya divisiones, une a todos en la parroquia y les une al conjunto de la diócesis y a la Iglesia universal-, pero quien gobierna es el consejo pastoral de cada parroquia y muchas veces cuenta con un director parroquial. Sucede ya en diócesis que tienen un equipo de laicos que dirigen toda la pastoral –con un director o coordinador al frente. Distinguir y repartir esas funciones de presidencia, gobierno y dirección, es algo fundamental. De ahí sale la siguiente propuesta.

6. Director de pastoral.

Las parroquias deberían tener un equipo de dirección de la pastoral, que se ocupara de la implementación práctica del plan apostólico para todo el barrio. Ese equipo debería tener un director o coordinador pastoral. En ese equipo participan los encargados de las diferentes áreas pastorales. Es diferente al Consejo Pastoral, que tiene una labor de gobierno de la parroquia. Y es importante que sean diferentes personas las que pertenecen a uno y otro órgano. Que una parroquia tuviera un director de pastoral nombrado por el consejo pastoral, liberaría al párroco y a los sacerdotes para dedicarse a lo que es esencialmente su ministerio. En muchas parroquias del mundo esa ocupación de director pastoral es un trabajo remunerado, aunque sea parcialmente.

7. Consejo pastoral.

El consejo pastoral es una figura central. Representa a la comunidad parroquial mientras no está reunida en asamblea. Es clave que el barrio sienta que esa representación es auténtica, que sienta que están discerniendo por todo el conjunto de fieles. Para eso es crucial no solamente que los miembros del consejo pastoral sean conocidos y reconocidos, sino que se logre que la representación traiga la voz coral de toda la comunidad. Para eso nuestra propuesta es que haya elecciones cada tres años para el consejo pastoral. Ya presentamos el modelo en un post anterior de Entreparentesis con el título “reformar las parroquias para mejorar la ciudadanía”.

8. Parlamento joven.

La celebración de parlamentos juveniles con motivo del Sínodo de la Juventud de 2018, ha sido un éxito. ¿Por qué no contar con un parlamento o consejo juvenil permanente en la parroquia? Es un lugar donde no solamente se escucha a un sector prioritario de la parroquia sino que es también una experiencia de formación para ser un miembro activo de la parroquia.

9. Grupos de vida para los curas.

¿Por qué los sacerdotes no tienen un grupo de vida cristiano como todos para compartir su vida, discernir sus elecciones, profundizar en la fraternidad…? Un grupo en el que él no sea el consiliario ni el animador ni el presidente ni el director sino uno más, en el que poder revisar y compartir fraternalmente su vida. ¿Por qué un cura tiene que tener otros curas como compañeros de grupo de vida si es que lo tiene? Sería crucial que cada cura tuviera un grupo de vida en la parroquia (o fuera de ella), donde compartiera con laicos en clave comunitaria. Les daría mucho oxígeno, raigambre, y una profunda perspectiva como parte del Pueblo de Dios.

10. Formación de los curas.

Entre las diferentes propuestas, elijo esta por ser fundamental. Los laicos –la diversidad de laicos- debe participar de forma mucho más intensa en la formación de los curas. No solamente como formadores en la enseñanza reglada de los seminarios, sino a través de experiencias prácticas de inserción de los curas en sus pequeñas comunidades parroquiales. Sería clave que los seminaristas conocieran íntima y vivencialmente la pluralidad de comunidades y grupos que hay en las parroquias, atendiendo a diversos aspectos de su formación (por ejemplo, la oración en la vida laical, la comunidad de bienes, la transmisión de la fe, la vida conyugal y familiar, etc.). Esto mismo se podría aplicar a lo que se considera la formación permanente de los sacerdotes.

Consideraciones Finales.

La mayoría de este decálogo se aplica al ámbito de las decisiones. Muchas veces se dice que la participación laical está en la acción en la sociedad y no en los espacios internos de la Iglesia, pero en realidad de lo que se trata es de hacer que los espacios internos de la Iglesia sean un lugar y motor misionero en pleno contacto con “el exterior”. La Misión Compartida requiere una comunidad compartida de discernimiento y decisión.

También es cierto que el clericalismo está muchas veces sostenido más por laicos que por curas. Hay peligro de que el clericalismo se traslade a agentes laicales que actúen con esas lógicas de poder absoluto. Y es que el clericalismo no tiene que ver sustancialmente con el sacerdocio sino con una posición de poder, tan ajena a la lógica apostólica.

Hay quien teme que la des-clericalización de la Iglesia haga peligrar la jerarquía e incluso un sano principio de autoridad, pero de lo que estamos plenamente seguros es que la misión Compartida no lleva sino a reforzar la figura del pastor. En todos los lugares donde se vive esa lógica de Corresponsabilidad, la figura del pastor ha encontrado mucho mayor alcance, presencia, reconocimiento y escucha. Y eso es algo que hace tiempo que se había perdido.

Finalmente, supongo que muchos párrocos firmarían ya ese decálogo pero el problema es que no tienen gente en su parroquia que asuma tantas tareas y servicios, así que tiene que hacer demasiadas cosas que nadie quiere hacer. En todo este asunto del clericalismo no solamente hay concentración del poder en el clero sino ausencia de participación y responsabilidad en los laicos. Pero es cierto que precisamente son los excesos el clericalismo los que han provocado esa apatía, ausencia y pasividad de muchos laicos.

El papa Francisco pide una transformación eclesial y social para superar el clericalismo. Lo que ahora se necesita es que algunas parroquias y diócesis comiencen a innovar y generen modelos de Misión Compartida que permitan que la gente pueda saber al menos hacia dónde ir.

Fuente: Entre Paréntesis

Perder el Miedo a Perder

Es curioso, pero no he encontrado a ninguna persona que teniendo todo lo que soñó, controlando todo cuanto puede o luchando a brazo partido por lo que debería ser, sea verdaderamente feliz.

Por Javier Rojas SJ

Pensar que la felicidad está en algún lugar no solamente es mentira, sino que además ese modelo mental es la fuente de sufrimiento.

Una de las enseñanzas más bellas y profundas del mensaje de Jesús está expresado en aquel pasaje del Evangelio que dice: «Les aseguro que, si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.» Y a renglón seguido, casi como si quisiera asegurarse de que comprendamos bien el sentido de sus palabras, agrega.

«El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna». Existe en todos nosotros una tendencia «natural» a construir nuestra vida conforme a lo que imaginamos, soñamos o proyectamos para nosotros y también, a veces, para los demás. Así es como pensamos que lograremos alcanzar la felicidad para nosotros y para los demás.

En realidad, la felicidad no es algo que está al final de un camino recorrido; está en el camino que se recorre. No está en el otro extremo de nuestros sueños o proyectos. La felicidad es parte de una experiencia mucho más honda, y está unida a la «plenitud de ser» que emerge de nosotros cuando le hacemos lugar en nuestro interior.

Mientras nuestra mente proyecta que la felicidad está fuera de nosotros y hacia adelante, en el silencio de la meditación descubrimos que en realidad está dentro de nosotros y en lo profundo. Pensar que la felicidad está en algún lugar no solamente es mentira, sino que además ese modelo mental es la fuente de sufrimiento. El ego secuestra nuestro anhelo auténtico de «ser» para convertirlo en un proyecto mental que está asociado al tener, conseguir, lograr o alcanzar.

Terminamos creyendo que «somos» si «tenemos». ¿Cómo recuperar el ser para vivir plenamente? Esto es lo que nos enseña Jesús: morir para vivir, perder para encontrar. La felicidad comienza en el mismo instante en que dejamos de tener miedo a perder, cuando soltamos en lugar de retener, cuando fluimos en lugar de controlar, o cuando simplemente comenzamos a aceptar «lo que hay y lo que es» en lugar sufrir imaginando lo que «debería ser».

Tenemos más de lo que necesitamos, acumulamos más de lo que podemos cargar, y estamos más atento a cosas que ni siquiera nos hacen bien descuidando lo que verdaderamente es esencial. El criterio de felicidad que tenemos adolece de inteligencia. Pareciera que hemos perdido esa capacidad maravillosa que tiene la especie humana para distinguir, para evaluar y elegir. ¿Qué nos está pasando? ¿Estamos perdiendo acaso nuestra «humanidad?

Aunque nos resulte extraño o nos cueste entender, el miedo y la angustia, -dos emociones que parece que se han apoderado de todos nosotros- nos dicen todo el tiempo. ¡Cuidado, puedes perder! ¡Cuidado, se puede ir! ¡Cuidado, te puedes quedar sin nada! Es curioso, pero no he encontrado a ninguna persona que teniendo todo lo que soñó, controlando o calculando todo cuanto puede, o luchando a brazo partido por lo que debería ser, sea verdaderamente feliz.

Por el contrario, son personas con el mayor índice de sufrimiento. La meditación nos sitúa ante la fuente de plenitud de ser, de felicidad, que no se acaba. Ayuda a independizarnos de todo, a desapegarnos, para disfrutar verdaderamente de todo. El miedo a perder que es propio del ego que nos hace creer que somos lo que tenemos, nos recorta la realidad al mínimo dejando nuestro ser, sujeto a cosas y personas. En la meditación, Dios, nos recrea en el ser y nos hace descubrir dónde hallar la verdadera felicidad. En el silencio de la meditación se cultiva el ser para que podamos disfrutar la vida cotidiana de manera plena.