Servicio Jesuita a Migrantes: Jornadas de trabajo itinerante en localidades fronterizas
Testimonio de María Eugenia Torres, voluntaria del Servicio Jesuita a Migrantes en Córdoba, sobre la experiencia del trabajo realizado en la frontera entre Argentina y Bolivia, a mediados del mes de septiembre.
Testimonio
El Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) tiene como misión acompañar a las personas migrantes en su proceso de reincorporación social, promoviendo y protegiendo la dignidad y los derechos de las personas que deciden migrar.
Un equipo del SJM en Argentina-Uruguay (ARU) integrado por Julio Villavicencio SJ (Director), Laura Herrera Álvarez (Coordinadora de la Oficina CABA), Manuel Ruiz Durán (Investigación e Incidencia), y por mí, María Eugenia Torres (voluntaria de la Oficina Córdoba), realizamos una serie de jornadas de trabajo itinerante en localidades fronterizas.
Nuestro punto de destino fue la frontera que conecta a la localidad de La Quiaca (Argentina) con la localidad de Villazón (Bolivia). El objetivo era conocer las dinámicas migratorias de la población caminante en zona fronteriza e identificar qué otros fenómenos acompañan la movilidad humana, como la inseguridad, la pobreza, la desigualdad social, entre otras.
Durante las jornadas pudimos observar la asistencia y el acompañamiento de diversas organizaciones sociales que, a través de sus acciones, se centran en atender las necesidades humanitarias básicas – salud, higiene, alojamiento y alimentación- al ingresar al territorio y de esta manera articular trabajo en conjunto, crear vínculos fraternos orientados a alcanzar una sociedad más inclusiva y acompañar a las personas migrantes más vulnerables.
Durante nuestra estadía en La Quiaca, conocimos personas migrantes que nos compartieron su testimonio y conocimos el trabajo que realizan las organizaciones que tiene presencia en esta zona fronteriza. Estas entrevistas fueron posibles gracias a la buena disposición de las personas que encontramos y la relación de confianza que se fue generando con los días.
Encontramos situaciones difíciles por las que atraviesa una persona que deja su propio hogar -muchas veces sin retorno-, por las restricciones impuestas por la pandemia en contextos de frontera que generan desprotección, acompañado de múltiples estresores como el miedo, ansiedad y la inseguridad ante lo desconocido. En sus historias de vida –que tan amablemente y con profundo dolor compartían-, hacían hincapié sobre la imagen hostil que se tiene sobre el migrante y que genera prejuicios a la hora de poder integrarse a la sociedad por falta de sensibilización social.
Estas jornadas de trabajo, como voluntaria generaron muchos sentimientos, por un lado me conmovieron los relatos de vida, la valentía con la que llegan las personas migrantes a nuestro país y encontrar en algunas personas la capacidad de no perder la alegría y la fuerza para seguir caminando hacia adelante y por otro lado aparecieron sentimientos que llevaron a cuestionarme en muchos momentos: ¿Qué puedo aportar yo? con gente que tiene los mismos objetivos que yo, que tiene también las ganas de intentar hacer algo positivo, buscando constantemente la manera de construir una sociedad de acogida, más justa y resiliente, que no deje a nadie atrás.
En esta misión, cada día que paso se fue convirtiendo en una lección para mí y así también decidí transitarla, salirme de mi misma, ponerme en el lugar del otro, cada día he aprendido muchas cosas, he descubierto nuevas realidades. En las situaciones difíciles comprendí que es importante saber quién soy, quien es el otro y quienes somos, para lograr más apertura y disponibilidad para poder acompañar situaciones que son complejas.
Me siento agradecida y como voluntaria de este servicio, que forma una parte muy especial de mi elección de vida, tengo la certeza de que siempre podemos sacar lo mejor que tenemos en el lugar que nos encontremos ya sea en nuestro trabajo, profesión, como parte de una comunidad, para construir una sociedad que este más en armonía, donde sigamos llevando a la práctica los valores de la generosidad, la solidaridad, el compromiso y la implicación por el otro que realmente nos necesita y por supuesto sin dejar atrás la invitación a la que nos convoca el Papa Francisco en el marco de la 107º Jornada Mundial del Migrante y Refugiado un llamado a la construcción de un “nosotros” cada vez más grande.
María Eugenia Torres.
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