MISERANDO ATQUE VIII
La misericordia en Jean Vanier
Continuamos publicando textos con que nos ayuden a reflexionar sobre la misericordia desde distintos ámbitos y perspectivas. En esta ocasión, a la luz de la experiencia de Jean Vanier, fundador de la Federación Internacional El Arca, que tiene como misión la acogida de personas con capacidades diferentes.
Por Javier Sánchez Villegas
«He descubierto la vía del corazón en el Arca, donde la persona y la vida de relación ocupan el primer lugar. Ser bueno y dulce con cada persona no me ha resultado fácil. Entré en la Marina con trece años, una edad en la que uno es muy impresionable. Allí fui formado para ser rápido, competente, eficaz, y esto es lo que llegué a ser. Cuando era oficial, e incluso después de haber dejado la Marina, era una persona bastante rígida, centrada en la eficacia, el deber, la oración, el deseo de hacer el bien y de seguir mis estudios filosóficos y teológicos. Mis energías se volcaban más hacia actividades y metas concretas que hacia las relaciones.»
Jean Vanier (Ginebra, 1928), fundador de las comunidades del Arca y de Fe y Luz, es el que habla.
Ser misericordioso es entrar en relación
Efectivamente, en 1963, Jean Vanier descubre un mundo ocultado e ignorado. Visitando instituciones, asilos, hospitales psiquiátricos, conoce el mundo de las personas enfermas y de los deficientes mentales, un mundo de desolación y de locura. Las personas estaban escondidas, marginadas, lejos de la sociedad, para que no se las viera… Ellas eran la vergüenza de sus familias, y el mundo no las tenía en cuenta ni las consideraba, dado que, según su criterio, no tenían nada que aportar a la sociedad. «Todas ellas parecían hambrientas de amistad y de afecto; se acercaban a mí, preguntándome con palabras o con la mirada: “¿Me amas? ¿Quieres ser mi amigo?”».
Este mundo de dolor y sufrimiento no dejó impasible a Vanier. Al año siguiente, decidió ir a vivir con dos personas con una deficiencia. A partir de ahí, fue experimentando y comprendiendo lo que es la misericordia: vivir en el amor. Ella es el centro y la clave para poder establecer relaciones de autenticidad en el seno de la comunidad. Así, esta puede convertirse en un espacio en el que la persona con una deficiencia puede dar y recibir, en el que es plenamente reconocida como persona. “Tú tienes lo que yo no tengo, yo tengo lo que a ti te falta”.
Para Vanier, amar a alguien no consiste primeramente en hacer algo por él sino en estar presente para revelarle su belleza y su valor, su unicidad, la luz oculta en él, el sentido de su vida. Es ayudarle a tener confianza en sí mismo. Es comunicarle una esperanza y un deseo de cambiar y de crecer. Esta comunicación de amor, si exige una palabra, es fundamentalmente no verbal; se realiza a través de actitudes, una mirada, una sonrisa, gestos…
Amar es dejar también que el otro toque mi pobreza y proporcionarle el espacio necesario para que me ame. En el amor, yo también me reconozco pobre, vulnerable, limitado… necesitado del otro. Y solo su amor puede restaurar mi caos interior, igual que el mío podrá restaurar el suyo.
Misericordia es vivir en comunión
Ser misericordioso, sin embargo, es ir todavía más lejos. No consiste simplemente en hacerse amigo de los pobres, sino en identificarse con ellos. Es despojarse de las vestiduras, como lo hizo Jesús, para lavar los pies del hermano y hacerse uno con él. Amar es comprender, es celebrar, es ayudar al otro a asumir la responsabilidad de su vida. Es perdonar, orar juntos… En definitiva, amar es entrar en comunión, corazón con corazón.
El núcleo de la misericordia es precisamente este: el corazón, la vía del corazón. Es aceptarse, en primer lugar, a uno mismo tal y como es y aceptar a los demás como son. Un corazón que ama no intenta imponer nada por la fuerza, sino que está a la escucha de aquello que cada uno está llamado a ser. No juzga, no condena. Se convierte en perdón, se hace compasivo, ve la presencia de Dios en los demás y se deja conducir por ellos hacia tierras sin explorar. Es un corazón que nos llama a crecer, a evolucionar y a llegar a ser plenamente humanos. Esta es la gran verdad de las personas: solo se puede vivir amando, entregándose al otro hasta el extremo, como Jesús.
Solo desde una experiencia profunda de la misericordia de Dios en tu vida es posible ser misericordioso: «Como el Padre me amó, yo os he amado…». Como consecuencia, hay que ir a la fuente del amor para poder amar. Hay que dejarse inundar por el Espíritu del Dios-misericordia para ser puro reflejo de la misericordia en relación a los demás.
Fuente: Entre Paréntesis
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!