Solidaridad con Refugiados y Migrantes en la era del COVID 19
Compartimos la declaración promulgada por la Global Ignatian Advocy Network on MIgratrion (GIAN Migration) sobre las consecuencias de la migración forzada en el contexto de la pandemia mundial. La GIAN es una red global sobre desplazamiento, migración y refugio, promovida por el Secretariado de Justicia Social y Ecología de la curia de los Jesuitas.
Comunicado:
“Al forastero que reside junto a vosotros, lo miraréis como a uno de vuestro pueblo y le amarás como a ti mismo” (Lev. 19,34).
Vivimos una de las situaciones más complejas a nivel global desde hace muchos años. La pandemia del COVID 19 ha dado un vuelco al panorama mundial, con cerca de 800.000 casos y más de 37. 000 personas muertas en 178 países del mundo a 31 de marzo, cifras que aumentan cada día por millares. La rapidez con la que se extiende el virus ha llevado a numerosos países a cerrar sus fronteras. Numerosos países en todo el mundo han paralizado gran parte de su actividad y han puesto a sus poblaciones en confinamiento. Los sistemas sanitarios de diferentes países están siendo desbordados. Corremos el riesgo de que, en las próximas semanas, la pandemia se extienda y propague a más lugares. Tanto las consecuencias sanitarias como las económicas se prevén devastadoras y afectarán- están afectando ya- a las personas y comunidades más vulnerables. Desde la Red Global de Incidencia Ignaciana de Migraciones (GIAN Migraciones) nos preocupa especialmente la situación de las personas migrantes, refugiadas y desplazadas forzosas.
Situación de las personas migrantes y refugiadas y desplazadas En la actualidad, hay alrededor de 763 millones de migrantes internos en todo el mundo y 272 millones de migrantes internacionales. Más de 1.000 millones de personas están en movimiento en el mundo. Casi 71 millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares debido a conflictos armados, violencia generalizada o desastres naturales. De estas, casi 26 millones son refugiadas; 41,3 millones son desplazadas internas y 3,5 millones son solicitantes de asilo. (ACNUR 2020, OIM 2020).
El confinamiento se ha confirmado en muchos países del mundo como una de las principales medidas para evitar el crecimiento de la pandemia. #YoMeQuedoEnCasa es uno de los hashtag más utilizados estos días en las redes sociales y en las indicaciones de sanidad y de las administraciones públicas en muchos países. El problema es que hay muchas personas migrantes y refugiadas que no tienen un hogar donde aislarse. Otras viven en infraviviendas con familias enteras o desconocidos, en condiciones muy precarias y de escasa salubridad.
Campos de refugiados Las imágenes de los campos de refugiados, en distintas regiones del mundo dan cuenta de la tragedia que puede suponer el virus allí. Campos repletos, sin condiciones sanitarias para poder cumplir cuarentena y aislamiento, o medidas de higiene adecuadas. Es evidente que, en esta situación, los campos no constituyen un lugar seguro para personas que se han visto obligados a dejar su hogar huyendo de la violencia.
Personas solas y aisladas Algunas personas migrantes y refugiadas viven estos días recluidas y aisladas en sus casas, sin redes de apoyo con las que poder comunicarse o sentirse acompañadas. El drama es aún mayor en personas que no dominan el idioma y tienen serias dificultades incluso para conocer las normas de sanidad y aislamiento. Algunas incluso tienen miedo a salir a las calles a comprar, porque temen que la policía les pida la documentación y que eso les ocasione problemas.
Centros de detención y deportaciones Hoy en día existen distintos centros de detención en todo el mundo. En muchos de ellos, las condiciones de hacinamiento pueden poner en riesgo a las personas internadas. Asimismo, los problemas de convivencia y de posibilidades de contagio puede ser otro elemento a sumar en el caso que se plantee alargar las estancias. Son muchos los gobiernos que no han frenado las deportaciones, facilitando la transmisión del virus, en algunos casos sin respetar el debido proceso y, en otros, enmascarando o aprovechando las medidas en el marco de la crisis para violentar los derechos de migrantes forzados.
Mujeres migrantes que cuidan Una de las labores que realiza con suma dedicación un buen porcentaje de población migrante, sobre todo de mujeres, es el cuidado. Mujeres que cuidan de personas mayores y de niños y niñas. Muchas de ellas no tienen opción de dejar sus trabajos y quedarse en sus casas, realizando una labor social de incalculable valor. A pesar de ellos, ni tienen ese reconocimiento ni, en muchos casos, condiciones laborales dignas y adecuadas.
Familias trasnacionales Uno de los grandes dramas de las personas migrantes y refugiadas es la sensación de desarraigo y de lejanía con familia y amigos. En estos momentos de mayor tensión y de preocupación por nuestros mayores y por las personas con enfermedades crónicas, las personas migrantes soportan esta carga y una mayor limitación debido a la lejanía con sus familias y, a veces, a la falta o sobreexposición de información veraz que dificulta conocer la situación real de los países y comunidades.
Atrapadas tras la frontera Con el cierre de fronteras en todo el mundo, hay familias que se encuentran divididas y atrapadas en lugares de tránsito, sin apenas medios para sobrevivir, en ocasiones sin conocer el idioma o la legislación local. Personas bloqueadas en aeropuertos, con imposibilidad de acceder a información básica, también por el desbordamiento en los consulados y embajadas.
Crisis económica, Covid-19 e inmigración Muchas personas migrantes tienen trabajos precarios y ya se están viendo afectadas por despidos o ven peligrar su futuro profesional. El bloqueo económico que provoca el coronavirus afecta de una forma más acuciante a las personas migrantes más vulnerables, aquellas que ocupan los estratos más bajos de nuestro mercado laboral.
Prejuicios y xenofobia En todas las sociedades, ante las crisis y los males sociales, buscamos chivos expiatorios. Lamentablemente las personas migrantes y refugiadas suelen ser el foco de los prejuicios, el miedo al otro, al que habla diferente, etc. La pandemia global que vivimos no es ajena a esa tendencia. De hecho, aparecen voces que dicen que los migrantes son los que propagan la enfermedad. Se habla de los inmigrantes chinos que traen el coronavirus de su país, o de los «infectados» españoles o italianos, por citar unos pocos ejemplos.
Recomendaciones: ¿Cómo podemos cuidar de las personas migrantes más vulnerables? ¿Qué se puede hacer?
Desde la Red Global Ignaciana de Migraciones (GIAN Migraciones) consideramos que sería necesario implementar rápidamente las siguientes medidas, adecuándolas al país y contexto en que deban aplicarse:
1. Evacuar los campos de refugiados superpoblados, así como los centros de detención y proveer de alojamiento seguro y de condiciones sanitarias adecuadas a los migrantes, donde se les pueda proteger de contraer y propagar el virus.
2. Detener las deportaciones de migrantes, debido al cierre de fronteras y a la dificultad que tienen en muchos países para hacer frente a crisis sanitarias por las debilidades de sus sistemas de salud. El principio de no devolución (es decir, el derecho a no ser devuelto a un país en el cual está en riesgo la vida o la integridad de las personas) no admite excepciones.
3. Favorecer el acceso a atención médica para las personas sin hogar, las personas desplazadas, migrantes y refugiadas en tránsito, especialmente para los colectivos más vulnerables. Hay que prestar especial apoyo, porque las personas que viven en clandestinidad sienten temor a consultar a los centros de salud. Es importante protegerlas y facilitarles la información pertinente para reducir los riesgos. Muchos albergues siguen funcionando, tanto los públicos como los privados están en riesgo también por la falta de provisión medica.
4. Proveer solidariamente de apoyo humanitario y financiero para los países y áreas más afectadas por la atención humanitaria de personas migrantes, refugiadas y desplazadas.
5. Facilitar los procedimientos de asilo y otras alternativas migratorias y defensa incondicional del estado de derecho, también en tiempos de crisis. Las personas con necesidad de protección internacional no pueden ser rechazadas en la frontera.
6. Proveer de recursos de emergencia seguros para personas sin hogar o aquellas que viven en situaciones de hacinamiento y que no pueden cumplir las medidas de prevención y aislamiento.
7. Facilitar información en varios idiomas sobre las medidas de prevención y aislamiento, así como de las indicaciones más relevantes en los medios de comunicación. Solicitamos que los gobiernos y autoridades actúen con la mayor transparencia e información oportuna. Las medidas restrictivas, siempre con base científica, deben ayudar a la reducción de la transmisión del virus, siempre preservando las garantías constitucionales y el respeto a los derechos humanos de todas las personas en todos los territorios.
8. Implementar redes de cuidado, especialmente para las personas solas, enfermas o que se han quedado atrapadas por el cierre de fronteras. Para ello apoyarse de las redes de cuidado que se han ido generando dentro de la sociedad civil, iglesias, etc.
9. Trabajar en la sensibilización y en la integración en favor de los colectivos más vulnerables. Muchas personas migrantes- sobre todo, mujeres- ejercen labores de cuidado de los mayores y de los niños y niñas en muchos países, arriesgando hoy su salud y la de sus familias. Gran parte de los mercados laborales y de las redes de cuidado son sostenidas por el colectivo inmigrante. Hoy, muchas de las personas que trabajan en primera línea- en trabajos y servicios considerados esenciales en esta crisis-tales como cuidados, agricultura, servicios, o sanidad- son migrantes. En suma, las personas migrantes dinamizan las sociedades de las que forman parte y, en definitiva, permiten que la vida surja o resurja. Para ayudarnos a superar los escenarios de recesión económica que se prevén, necesitamos también de las personas migrantes. Urge reflexionar y dar a conocer la aportación que hace la población migrante en todas las sociedades, debiendo ser incluida en un abordaje integral de la crisis. También la política migratoria de cada país debe reforzar sus estrategias de integración en este contexto.
10. Luchar contra los bulos y las corrientes populistas que asocian migración y propagación del COVID-19, denunciando y parando inmediatamente la culpabilización o estigmatización de la población migrante y facilitando información oficial sobre los procesos de transmisión y las personas afectadas.
En este panorama desolador e incierto, han surgido también en todos los rincones del mundo, multitud de iniciativas creativas y solidarias y se ha acrecentado la conciencia de interdependencia y de comunidad global. Tal y como señala el Papa Francisco, esta es una ocasión para recordarles a las personas de una vez por todas que la humanidad es una única comunidad. Y lo importante y decisiva que es la fraternidad universal. Porque sólo podremos salir de esta situación todos juntos. La solidaridad es el mejor protocolo.
“Nos sorprendió una tormenta, inesperada y furiosa, pero nos dimos cuenta que estábamos en la misma barca. En esta barca estamos todos, como los discípulos que hablan con una sola voz y con angustia dicen ‘estamos perdidos’. También nosotros nos damos cuenta que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos”.
Papa Francisco, Roma, marzo 2020
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