Reflexión del Evangelio – Domingo 18 de julio

Evangelio según San Marcos 6, 30-34.

Por Rafael Stratta, SJ.

En tiempos en que “influencers” parecen surgir de hasta debajo de las piedras, es bueno encontrarse con evangelios cómo estos para volver al corazón de lo que motiva nuestro vínculo y seguimiento de Jesús. Esto de tener figuras que nos van marcando el camino, aconsejando, acompañando, no es nada nuevo. En el relato de hoy nos encontramos con los discípulos -esos “influencers” del siglo I-, que tienen una experiencia para compartir: la de ser apóstoles de Aquél que tiene palabras de vida eterna: pastores que cuidan y anuncian.

Ocurre que ya en el Antiguo Testamento podemos encontrarnos con pastores de todo tipo –o pseudo-pastores-, tal como pasa hoy. Esto es lo que narra Jeremías en la primera lectura de hoy. (“Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño”) Por eso el evangelio se nos hace tan actual, porque nos ayuda a reconocer el corazón de esta experiencia “pastoral”. El punto de partida de la labor apostólica es la compasión, que no da descanso porque nuestras entrañas se mueven al ritmo de las alegrías y sufrimientos de la humanidad, pero que, a su vez, demanda este buen descanso, lo hace necesario. En esta tensión entre el buscar el lugar apartado y ocuparse de los que no tienen quien se ocupe de ellos, surge el misterio de la gratuidad.

Una y otra vez tenemos que poner en el medio esta experiencia de Dios: todo modo de cuidar y ser cuidados, toda experiencia pastoral, parte siempre de la gratuidad de Dios. Es una gratuidad que no se fija quién se merece atención y quién no, sino que permite que se muevan sus entrañas compasivas y, a la vez, reconoce las necesidades de las propias carencias y cansancios. Si somos capaces de poner al centro esta experiencia de amar y ser amados gratuitamente, nuestro seguimiento de Jesús como anunciadores de su Reino será mucho más fecundo de lo que podamos imaginarnos.

Fuente: cvxuruguay.org

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