Donde termina el asfalto empiezan las escuelas de Fe y Alegría
El portal de noticias lamañana.uy entrevistó a Martin Haretche, Director Nacional de Fe y Alegría en Uruguay. Compartimos parte de la nota:
Fe y Alegría Uruguay es un movimiento de educación y promoción social. Impulsa una educación integral de calidad para quienes viven en situación de mayor vulnerabilidad y exclusión social. Abarca desde la primera infancia hasta la inserción laboral de jóvenes, y atiende a más de 2000 niños, niñas y adolescentes de Canelones, Montevideo y Tacuarembó.
Un poco de historia
Fe y Alegría es parte de un movimiento global de educación que se lleva adelante por los jesuitas. Se fundó en Venezuela en 1955 y actualmente es la ONG de educación más grande de América Latina, con presencia en todos los países de la región excepto México y Costa Rica y con crecimiento en África y Asia. Este alcance internacional permite atender de forma directa a más de un millón y medio de alumnos, tanto en educación formal como no formal.
La asociación busca estar en los lugares más lejanos, en las periferias de las ciudades. El fundador, José María Vélaz, decía que donde termina el asfalto empiezan las escuelas de Fe y Alegría, lo que marca la pauta de que estas se podían encontrar en selvas, montañas, campaña, entre otros sitios alejados de las ciudades.
La ONG llegó a Uruguay hace 15 años y su demora se debió a que en este país la educación llegaba y llega a todos lados, no había un problema de acceso, “pero en un momento se vio que no era una problemática la cantidad de instituciones sino la calidad educativa que se ofrecía en ellas, entonces se decidió fundarlo en el país”, aseguró en diálogo con La Mañana, el director nacional de Fe y Alegría en Uruguay, Martin Haretche.
En Uruguay, el movimiento Fe y Alegría tiene diversas propuestas educativas –tanto en educación no formal, como los centros CAIF, infantiles y juveniles– y también tiene convenios para educación formal técnica con UTU y un programa de inserción laboral. “Hemos visto que, si bien todos reconocemos lo importante que es la educación en los primeros años de la vida de las personas, todo eso hay que acompañarlo a lo largo de la vida”, explicó el entrevistado.
“Si después no damos el salto y los acompañamos en su vida laboral las cosas se pierden, porque muchas veces el contexto y las familias tienen más fuerza que lo que se puede hacer desde los ámbitos educativos”, agregó el director nacional. “La educación es una condición necesaria para el desarrollo y la transformación de las personas y la comunidad, pero a veces no es una condición suficiente”, reafirmó, y entiende que por eso es necesario hacer un acompañamiento y, muchas veces, hacer de familia.
En Uruguay cuentan con 26 centros educativos que están, básicamente, en Montevideo y Canelones, sobre todo en este último departamento, además tienen un centro en Tacuarembó. En total se atienden un poco más de 2000 niños, niñas y adolescentes.
Ser puente entre empresas y comunidades
Para el entrevistado, los programas que son más gratificantes son los de inserción laboral, ya que permiten ver cuando realmente se produce un cambio en la vida de las personas. “Al principio las expectativas de los jóvenes no van mucho más allá de ser repartidores, pero luego entienden que son capaces de tener un trabajo formal, bien remunerado, en donde son atendidos con dignidad y ves lo que significa eso para ellos y la familia, que reconozcan sus capacidades y derechos”, expresó.
Para la inserción laboral se cuenta con una formación clásica donde se aprenden herramientas técnicas u oficios, “pero en estas poblaciones es muy importante ingresar rápidamente al mercado laboral, entonces armamos cursos que tengan una empresa del otro lado porque parte de la formación es tener una experiencia de trabajo, lo que conocemos como educación dual”, sostuvo Haretche. Es por eso que la asociación apoya fuertemente que los jóvenes tengan pasantías remuneradas en sus lugares de trabajo y que, posteriormente, consigan empleo.
El entrevistado indicó que lo que sucede es que los jóvenes solos a menudo no acceden a las empresas, aunque estén a dos cuadras de la casa, “por eso hay que hacer los puentes entre las empresas y las comunidades”.
Valores jesuitas
Fe y Alegría trabaja fuertemente desde las primeras infancias con un programa de emocionalidades. “Las personas suelen ser contratadas por sus habilidades técnicas y despedidas por sus inhabilidades emocionales, entonces en los programas de inserción laboral apostamos, desde niños, a las habilidades transversales, creemos que es el pilar”, comentó.
Según Haretche se puede aprender un determinado trabajo, pero lo más difícil es si no se tienen las habilidades para ser proactivo, para trabajar en equipo, sumar en los lugares en los que está, poder mirar lejos. “A veces, por la realidad en la que viven, las personas solo pueden mirar hasta el hoy. Intentamos ayudarlos a tener una mirada más esperanzadora acerca de la vida, tener proyectos a mediano y largo plazo, trabajar todo eso desde pequeños, con niños y familias. Esto transforma a las personas y a las comunidades”, aseguró.
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