Redes sociales y evangelización

Las redes sociales han llegado para quedarse. Son una realidad para millones de personas en todo el mundo e influyen en el modo de actuar, vivir, pensar y discernir. Crean, incluso, nuevas profesiones como influencer, en general, o youtuber, en particular.

Las redes sociales mueven, en conjunto, miles de millones de seguidores y de valores, tanto económicos como morales. Dudo que haya alguna persona que esté leyendo este texto que no haya por lo menos oído hablar de Facebook, YouTube, el antiguo Twitter (ahora X), Instagram, TikTok, BeReal, Snapchat, WhatsApp, Telegram y Threads.

Seguro que muchos, o en su caso todas y todos ustedes, usarán por lo menos dos de estas plataformas, con distintos fines. Uno de éstos podría ser compartir sobre la vida, o la fe en los demás y en Dios.

«Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en el corazón de Cristo», nos recuerda la apertura de Gaudium et Spes. Así que, en esta realidad de las redes, que están para quedarse, también tiene lugar la presencia de la Iglesia. Hay que recordar que fue por estos medios que, mientras duró el confinamiento por covid–19, hubo continuidad en el encuentro con Dios y con la comunidad.

Así, más que un análisis sobre las redes sociales —del que no me siento con competencia para tal—, intentaré hacer una reflexión sobre los desafíos que como Iglesia nos plantean, sobre todo en estos tiempos de diálogos y reformas importantes dentro de la Iglesia católica, como lo es el Sínodo de la Sinodalidad.

Sínodo y mundo digital

Meses antes de la etapa continental fui contactado por miembros del Dicasterio de la Comunicación para difundir una encuesta en mis redes, invitando a mis seguidores a contestar una serie de preguntas sobre la Iglesia.

Los organizadores buscaban explícitamente perfiles personales de todo el mundo, que se podrían considerar como influencers católicos por la relación cercana con su público y por la variedad de creencias de quienes les siguen. El objetivo era conseguir las mayores respuestas posibles, alcanzando incluso a personas alejadas de la Iglesia para percibir su visión y sentir, como deseaba inicialmente el Sínodo.

Foto: © Dimitri Conejo Sanz, Cathopic

El proyecto se llamó La Iglesia te escucha y fue creado por la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL), institución fundada por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales y el Consejo Episcopal Latinoamericano en 1992. La metodología fue diseñada por iMisión y el equipo Delibera.

La RIIAL, junto a otras instituciones que se han ido sumando, han hecho eco de los discursos de  Benedicto XVI y acogieron la llamada del papa Francisco de poner la Iglesia, en actitud samaritana «de escucha y servicio», a disposición de quien sufre y necesita la ternura y misericordia de Dios.

La Iglesia te escucha fue apoyada por la Secretaría General del Sínodo y acompañada por el Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede. La iniciativa, según el sitio web del Sínodo digital, explica lo siguiente:

Nace de la convocatoria del Santo Padre a toda la Iglesia a realizar el Sínodo de la Sinodalidad, con la intención de llevarlo también a los ambientes digitales, para que nadie quede excluido del proceso sinodal, y nadie quede sin tener la posibilidad de ser escuchado ni de dar su aporte a la Iglesia, aunque no se mueva en las instituciones presenciales. Por ello es, por decirlo de alguna manera, una parte complementaria de la actividad sinodal presencial en el mundo digital. Nace [igualmente] de los dos grandes principios del papa Francisco: ser Iglesia de salida e ir a las periferias existenciales.

Hay muchísima gente del Pueblo de Dios que no participa en las instituciones eclesiales, y desde dentro se percibe la necesidad de comprender un poco más el porqué. Por ello, este proceso de escucha fue dirigido sólo y exclusivamente a quienes se encuentran en los ambientes digitales, que no participan en las instituciones eclesiales presenciales.

Los ambientes digitales son ya considerados parte de la realidad humana y han crecido en los últimos años, tornándose poliédricos, complejos e inmensamente numerosos, como refiere la misma página web del Sínodo digital: «Allí se comunican, aprenden, crean arte, se informan, compran y venden, se conocen y rezan en entornos digitales. Tienen ciertamente una vida física y un domicilio en un sitio geográfico, y muchos van a la misa los domingos, pero su centro de gravedad eclesial no está en una parroquia concreta, y no se sienten ligados a una comunidad presencial, sino virtual».

Por no haber manera de llegar a esas personas por las vías ordinarias de acercamiento, este proyecto ha contribuido a hacer posible la «participación de todos», como el papa Francisco deseó desde el inicio del Sínodo.

Del diálogo al «no juicio»

Después de haber lanzado el cuestionario, nosotros, influencers católicos, fuimos invitados a motivar la participación en la encuesta a partir de publicaciones. Sabíamos que sería un desafío, ya que, para mantener la confidencialidad y la credibilidad, los participantes tendrían que completar algunos pasos que no son muy rápidos e intuitivos, sobre todo para quienes utilizan más el celular que la computadora. Sin embargo, después de haberlo explicado, por lo menos de mi parte y de acuerdo con lo que vi que los demás compartieron, hubo muy buenos comentarios a la iniciativa, incluso de quienes se sentían más lejos de la Iglesia.

A partir de aquí mi reflexión se basa en el informe final de la encuesta, enviada al Secretariado del Sínodo, que publicó la RIIAL. El cuestionario tuvo un tiempo de ejecución de dos meses y medio. Fue lanzado en siete lenguas, en 115 países, por 244 influencers, con 110 mil respuestas completas y más de 200 mil propuestas al Sínodo.

Dentro de esta comunidad de «evangelizadores digitales» con una misión compartida encontramos una diversidad de perfiles: un 27% son sacerdotes, un 10% son religiosas y un 63% son catequistas y laicos comprometidos. Cada uno de ellos aporta diferentes estilos y sensibilidades eclesiales, lo que enriquece la variedad de mensajes y enfoques presentados en las plataformas digitales. En conjunto, han logrado alcanzar una audiencia de aproximadamente 20 millones de seguidores, consolidando así su influencia en el ámbito digital.

Junto a los bautizados y los creyentes activos en su fe destaca la presencia significativa de individuos alejados de la práctica religiosa, así como agnósticos y ateos, quienes siguen a estos evangelizadores y se sienten motivados a responder a la convocatoria de participar en este proyecto.

En los espacios digitales nos encontramos con personas heridas que expresan sus preguntas existenciales y que atraviesan situaciones de periferia y alejamiento, así como diversas experiencias de fe. Entre ellos, hay mujeres y hombres de diferentes edades, que aguardan expectantes, a veces sin saberlo, el anuncio de salvación.

El 58% de los encuestados tiene menos de 40 años y el 84% afirma haber tenido un encuentro personal con Dios. Muchos de ellos se identifican como «sólo digitales», lo que significa que no participan en actividades eclesiales presenciales.

«La internet ha permitido llegar a las profundidades de la vida de muchos fieles, brindando un espacio para la expresión, el diálogo y la consulta».

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Desde la perspectiva de la fe católica se distinguen tres principales grupos: los creyentes practicantes, quienes representan el 50% y se caracterizan por su compromiso activo y satisfactorio con la Iglesia; los católicos alejados, que conforman el 40% y son aquéllos que han perdido su conexión con la fe, ya sea por decisiones de la institución religiosa o por falta de interés, aunque muchos expresan el deseo de volver a acercarse, pero se sienten excluidos, y, finalmente, los agnósticos y ateos, un 10% minoritario, quienes han abandonado toda relación con la Iglesia católica y prefieren vincularse con otras organizaciones religiosas y filantrópicas, encontrando afinidad con influencers que transmiten mensajes más cercanos y acogedores.

El «no juicio» emerge como un tema recurrente en las respuestas, especialmente entre aquéllos con situaciones personales complejas, como relaciones de pareja no convencionales o diferentes orientaciones sexuales, quienes abogan por el respeto a la dignidad de cada individuo, siguiendo el ejemplo de Jesús. Se demanda que la Iglesia se comprometa con las controversias sociales, fomente el diálogo y promueva la verdad de Cristo sin prejuicios, enfatizando la importancia de la escucha y la cercanía para un diálogo abierto.

Las respuestas reflejan un profundo cuestionamiento hacia la postura de la Iglesia respecto a la vida personal de los fieles, evidenciando una actitud crítica y de sufrimiento. Las experiencias individuales compartidas revelan un sentimiento generalizado de negatividad hacia la institución, influenciado por una percepción comúnmente dura.

La era digital ha facilitado la autoexpresión y ha acercado tanto a los distantes, quienes se sienten protegidos por el anonimato y más libres para expresarse, como a los cercanos, quienes están motivados a participar. La internet ha permitido llegar a las profundidades de la vida de muchos fieles, brindando un espacio para la expresión, el diálogo y la consulta, destacándose como una herramienta valiosa para la evangelización; aunque sea sólo una parte del todo, ha sido decisiva en este proceso.

Después de esta encuesta se decidió usar preferencialmente la designación de misioneros digitales. Hubo algunos encuentros con ellos, donde nos reunimos alrededor de 250 personas con la finalidad de redactar un texto que se enviaría al Secretariado del Sínodo, como síntesis del discernimiento de esta etapa continental desde el mundo digital.

El texto completo se puede encontrar en sinododigital.com; sin embargo, presento aquí algunas de las propuestas conclusivas:

• Acercar lo distante: la digitalidad permite reducir las distancias entre creyentes y no creyentes, entre sacerdotes y fieles, posibilitando relaciones de mayor igualdad, incluso a acortar las distancias generacionales.

• Pensar la «pastoral digital»: reconocer que existe y actúa, para así dejar de hablar en un lenguaje monocultural y abrir paso a una escucha dialogante con la múltiple expresión intercultural de la diversidad; todo desde el envío por parte de los responsables eclesiales, a través del acompañamiento y la formación.

• Construir redes: ampliar las oportunidades en el acompañamiento presencial si fuera necesario, y generar vínculos con otras comunidades del espacio digital, facilitando la experiencia eclesial de comunicación y comunión.

• Abrir camino para la comunión: promover la participación y la misión con reconocimiento de la presencia del Espíritu, pues en el espacio digital la mujer y el hombre de hoy pueden encontrarse con Dios y sentirse invitados a la comunión eucarística.

@Christus

Enlace al artículo completo t.ly/qpOkb

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