Alumnos de la escuela de oficios de Alto Verde ya construyen obras

Si hay una historia que jesuitasaru.org ha seguido, es la de la Escuela de Oficios Papa Francisco. Desde los inicios de este proyecto, hemos compartido todas las novedades que nos llegaban desde Santa Fe. Y así, hemos sido testigos del esfuerzo y las esperanzas puestas en él, y también de la acción{on de Dios que lo ha ido guiando y acompañando. El año pasado, la escuela tuvo su primera camada de egresados, y este año cuentan con orgullo el desempeño laboral de sus egresados.

Hasta hace un año, Bruno Blanco y Adrián Medina merodeaban sin rumbo las calles de Alto Verde. Con apenas 20 años, no estudiaban, no trabajaban, “no hacíamos nada”, confesaron a El Litoral cubiertos de polvo de ladrillo desde el segundo piso de un edificio en plena construcción.

Es que ahora, gracias a la oportunidad de capacitación que encontraron en la escuela de oficios Papa Francisco, tienen un trabajo fijo. Una subcontratista de Capitel Constructora los incorporó a su planta de personal. Primero hicieron una pasantía rentada, y como quedaron muy conformes con la metodología de trabajo, los dejaron efectivos.

“Aprendimos a trabajar con cañerías para la instalación eléctrica, a colocar cañerías en loza, a hacer canaletas y usar amoladoras”, contó Adrián, que llegó a la escuela porque lo anotó su mamá en busca de una alternativa para su hijo que no había podido finalizar el secundario. “Cuando terminé el curso, hice la pasantía y quedé; en casa están todos contentos, me felicitaron porque nunca había trabajado en una empresa. Ahora tengo un sueldo, es una buena oportunidad”.

Bruno terminó el secundario pero igual no conseguía trabajo. “Hacía changas hasta que un vecino me comentó que abría esta escuela y me anoté. Cambia mucho tener un trabajo fijo, un ingreso, una ocupación. Y es una alegría enorme la que se siente al pasar por un edificio en el que uno trabajó”, contó.

De la calle a la obra

Este año la escuela, que en realidad es un aula radial del Colegio Inmaculada, redobla la apuesta y suma dos nuevos cursos: Carpintería y Ayudante de Cocina .

Wilson Stegmayer, su director, contó que de 35 inscriptos que tuvieron el año pasado, se recibieron 14, de los cuales 9 entraron a una pasantía.

Este año hay 90 inscriptos. Son 90 oportunidades de encontrar un nuevo rumbo y dejar la calle.

La falta de oficios

Desde hace varios años, las empresas constructoras se encuentran con una dificultad: conseguir personas que conozcan el rubro de la construcción y tengan buen desempeño en el arte de los distintos oficios. Este fue uno de los disparadores que encendió la idea de crear una escuela específica. “Venimos observando que en la última década hay una pérdida muy grande de la calidad de la mano de obra y eso genera una preocupación porque aspiramos a que los departamentos tengan una buena calidad. Ante este panorama, los directores de la empresa vieron que había que empezar a formar personas y junto con la UTN, el Colegio Inmaculada y el proyecto de Uno x Uno surgió la escuela de oficios de Alto Verde Papa Francisco”, contó Joaquín Vigo Gasparotti, arquitecto de Capitel.

“Muchos jóvenes recurren a la construcción como una salida laboral fácil pero no saben hacerlo. Nos hemos encontrado con casos que en el trayecto de su casa a la obra le iban diciendo qué era una cuchara, un balde o una pala”, contó la anécdota el Ing. Gustavo Pasarello, responsable del área construcciones de Capitel.

Además, educación

“La construcción recluta a gente de los estratos sociales más bajos. Veíamos que no sólo, no tenían capacitación en oficios sino que en muchos casos tampoco tenían educación; llegan con problemas de drogadicción, alcoholismo, sin cultura del trabajo”, fue el diagnóstico del contador de Capitel Marcos Vigo Lamas. “Estos problemas con los obreros obviamente redundan en baja productividad en la obra”, agregó.

Es por eso que la Escuela de Oficios insiste también con inculcar a los jóvenes el amor por el oficio y la importancia de ser responsables en el trabajo que emprendan. “No solo les enseñamos el oficio sino que les damos charlas sobre cómo presentarse a una entrevista, cómo hacer un CV, cómo desenvolverse ante un jefe, etc , porque hay que tener en cuenta que nunca habían estado en relación de dependencia”, explicó el director de la escuela.

Esta formación general la complementan sumada a la experiencia de las obras, donde “la cultura del trabajo está muy arraigada”. Los chicos aprenden a la par de la gente que trabaja hace mucho tiempo: cumplen horarios, fichan, tienen responsabilidades de tareas que se tienen que terminar en un tiempo determinado, hay premios por producción y castigos indirectos, porque si uno no cumple no recibe lo mismo que el mes anterior. “Se mueven en un ambiente de trabajo que tiene reglas claras y pautas”, afirmó Joaquín.

Objetivo logrado

El camino recorrido permite mirar hacia atrás y decir que “se logró el objetivo”. La escuela ya ha largado la primera camada de egresados, algunos están insertados en el mercado laboral, como Bruno y Adrián, y las empresas se muestran conformes con el trabajo que realizan. “Las subcontratistas que trabajan con nosotros nos han llamado muy satisfechos, dicen que se han comportado muy bien y que vieron a chicos muy buenos. Por eso los han tomado después de las pasantías”, dijo Marcos. “Son buenos chicos, tienen valores y amor por el oficio y se han podido insertar en el mercado laboral”, coincidieron los referentes de la empresa constructora.

La escuela de oficios está dando sus frutos. Una experiencia virtuosa para imitar y multiplicar.

La retención de alumnos, una preocupación

El año pasado, la escuela de oficios Papa Francisco registró 35 inscriptos para los cursos de instalador eléctrico y albañilería. Se recibieron 14, 9 hicieron pasantías y 5 quedaron efectivos en distintas empresas de la ciudad. “Tuvimos una deserción importante, de más del 50 %”, dijo Wilson Stegmayer, el director.

Este año, la escuela creció y abrió dos nuevos cursos: carpintería y ayudante de cocina. En total, se anotaron 90 personas. “Mi desvelo es ayudar a la retención de alumnos”, aseveró Stegmayer. Y para esto, el diálogo resulta una herramienta valiosa. “Además de enseñar las técnicas de cada oficio, les damos charlas a cargo de equipos de pastoral y aprovechamos los recreos para hablar con ellos”.

Perseverancia y cómo sobreponerse a los problemas familiares y económicos, son algunos de los temas que eligen para trasladar al aula porque son las principales causas de la deserción. “Apenas consiguen una changa, dejan de estudiar”. Para revertir esto, es posible que este año adelanten las pasantías -que son pagas- a los meses de septiembre y octubre así ven más cerca la posibilidad laboral.

“Encontrábamos chicos que estaban en las adicciones, que nos decían que no sabían qué hacer con sus vidas. Hoy están saliendo de su adicción gracias al trabajo, tienen una ocupación, cobran un sueldo y ganan premios por cada vivienda que terminan”. El proyecto es hoy una realidad que no hace más que cosechar alegrías.

Diario El Litorial 

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *