Por José Luis Pinilla, SJ – Migraciones y movilidad humana
“No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas. Según los tangos, son todas putas (menos mamá) (sic) . Confirmaciones del derecho de propiedad: el macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra. (…) Vuela torcida la humanidad, pájaro de un ala sola (Fragmento de ‘Patas arriba. La escuela del mundo al revés’, por Eduardo Galeano).
El vuelo torcido de la humanidad, según la metáfora de Galeano, cuando solo lo dirige el ala masculina, nos conduce al desastre. Y el vuelo de la humanidad cae en picado, o se mantiene inestable siempre… hasta que la dignidad de la mujer quede restablecida por completo. Machismo y racismo van de la misma mano sosteniendo el ineficaz aleteo solitario masculino.
Mientras rompemos mensajes como estos: “mujer mejor con la pata quebrada y en casa” o “nacida para fabricar hijos, desvestir borrachos, vestir santos”, etc., hay que liberar a la mujer que ha sido condenada muchas veces a los suburbios de la historia (eclesiástica y mundana) donde no anida el sagrado pájaro de la dignidad y la libertad.
El drama de la trata de personas, en concreto con fines de explotación sexual, es una de esas “periferias” a las que se refiere el papa Francisco. Este drama se volvió a recordar el 2 de febrero, Jornada de la Vida Consagrada y el 8 de febrero, en la Jornada contra la Trata, bajo el lema ‘Economía sin trata’, ambas fechas vestidas de ofertas de oración de la buena. Es necesario unir oración y compromiso. Ya en su día, el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, nos animaba a recorrer un camino que ahora renuevo y que fuera “desde la conciencia a la oración, de la oración a la solidaridad, y de la solidaridad a la acción concertada, hasta que la esclavitud y la trata desaparezcan”.
Dignidad humana
Reivindicar la justicia ante este drama es vincularla en defensa de la dignidad humana –en este caso las personas traficadas con fines de explotación sexual– con otros dos pilares básicos: el bien común y la solidaridad fundada en la justicia social, hoy tan necesitada de globalización efectiva.
Una vez más, nos hallamos ante un problema de injusticia social internacional e inequidad que nos plantea debates muy profundos que no son objeto directo de este artículo (por ejemplo, la prostitución como trabajo y el consentimiento, o la invisibilidad del cliente, o la prostitución como efecto de la migración irregular, etc.). Pero sí se puede afirmar que la violencia estructural ejercida a nivel global reproduce unos mecanismos de subordinación, dependencia y explotación sumamente provechosos para la trata. El alarmante aumento de la trata de seres humanos con fines de explotación sexual es uno de los problemas políticos, sociales y económicos urgentes vinculados al proceso de globalización. Una cuestión de justicia internacional impostergable.
La dignidad es el valor inalienable de la persona humana, que tiene valor y no precio, que no puede ser objeto de transacción. No negamos que el utilitarismo es un valor importante de nuestra cultura, pero este es válido cuando hablamos de objetos e instrumentos, nunca de personas. Porque supone una falta de reconocimiento de la valía intrínseca, y no circunstancial, del otro. El utilitarismo está presente en el olvido de los ancianos y su mal cuidado y abandono en estos tiempos pandémicos, en la falta de preocupación por tantas familias o niños en riesgo de exclusión o en los flujos migratorios cuando solo se ven desde el punto de vista laboral. Y lo está de forma muy visible en la relación con el fenómeno de la trata de personas con fines de explotación sexual.
Es un ultraje vergonzoso a la dignidad humana y una grave violación de los derechos humanos fundamentales. “La esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes, así como las condiciones ignominiosas de trabajo en las que los obreros son tratados como meros instrumentos de lucro, no como personas libres y responsables”, son “oprobios que, al corromper la civilización humana, deshonran más a quienes los practican que a quienes padecen la injusticia y son totalmente contrarios al honor debido al Creador”, decía ‘Gaudium et spes’, 27.
Ante ello no basta una moral “sentimentaloide” que reacciona hipócritamente ante las portadas de medios que denuncian la prostitución mientras se enriquecen con ella junto a otros muchos grupos y entidades públicas y privadas corrompidas. Esta no suscita más que un comentario soez o avergonzado, ante estos males del prójimo (de la “prójima” normalmente) que apenas obligan. Pero la solidaridad en la visión ética cristiana no es opcional sino obligante. Y superar el inmediatismo de un solo día, de una jornada…
Hay que cambiar la perspectiva y descubrir que este don de la solidaridad hacia estas víctimas es un reto que tendremos que profundizar permanentemente. Y caminar más diariamente, en procesos, no solo hacia la denuncia de la situación presente sino hacia el descubrimiento de sus causas. Entre ellas y de manera primordial las causas de la economía con trata que tantos beneficios espurios e indignos produce. Que tanto crimen genera. De ahí la necesidad de acudir cada vez más a la educación y al trabajo en red.
Tantas mujeres..
Participé en muchas actividades estos días sobre el tema, en distintas y creativas ofertas en las redes donde un montón de un montón de mujeres (Julia, Conchi, Mari Fran, Ana, Magda, Marcia, Silvia, Katya, etc.) que desde Camboya a Roma o Pamplona, con su voz y su luz, volvió a despertarme la conciencia y a avivar mi humilde compromiso. Me quemaba el alma la luz de su compromiso. Mi homenaje y agradecimiento a tantas mujeres como ellas. Tantas…
“Estamos dormidas –dice una obrera del barrio Casavalle de Montevideo–. Algún príncipe te besa y te duerme. Cuando te despertás, el príncipe te aporrea”, dice Galeano en el fragmento citado al principio. “O te vende”, que es más productivo para la economía de los explotadores, decimos nosotros.
Fuente: vidanuevadigital.com