Compartimos una entrevista realizada al P. Rodrigo Zarazaga SJ para el diario Valores Religiosos, en el marco de la campaña de recaudación de fondos y donaciones #SeamosUno.
Por Sergio Rubin
“La gente de las villas no quiere el caos, pero el hambre lleva a la desesperación y su persistencia puede terminar en situaciones que no queremos; por eso, esta campaña busca ante todo que nadie pase hambre y que frenemos ante al abismo”, dice el padre Rodrigo Zarazaga, que lidera una iniciativa solidaria para distribuir un millón de cajas de alimentos y artículos de limpieza en asentamientos de la ciudad de Buenos Aires y del conurbano.
La iniciativa denominada “Seamos Uno” -que por primera vez reúne a las principales confesiones religiosas, además de a relevantes ONGs como el Banco de Alimentos- es ambiciosa. Y la respuesta, auspiciosa: ya se obtuvieron 250 mil cajas gracias a la donación de alimentos de empresas o su venta al costo, y el aporte de dinero de firmas y particulares mediante el sitio www.seamosuno.com.ar. Y del esfuerzo en su distribución de miles de voluntarios.
Zarazaga es un sacerdote jesuita que dirige el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) -un think tank del pensamiento social cristiano de su orden religiosa-, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de California (Berkeley). Cercano a instituciones empresariales como la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), es un gran estudioso de las villas del gran Buenos Aires, autor del libro Conurbano Infinito.
¿Cómo surgió esta campaña?
Del diálogo con representantes de Cáritas, de la AMIA, de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas, del Consejo de Pastores de la Ciudad de Buenos Aires, del Banco de Alimentos, de la Compañía de Jesús y el CIAS, que represento. En fin, con los actores en territorios populosos. Y aprovechando nuestra vinculación con empresarios, contándoles que realmente en los asentamientos hay hambre y que no podía ser que no respondiéramos a esta urgencia. Así se movilizó un grupo de empresarios que fueron aportando no solo donaciones, sino una capacidad enorme de logística, de distribución de estas cajas.
¿A qué atribuye esta respuesta?
Creo que hay conciencia de que la persona que hoy se queda en su casa y no puede salir a trabajar, ya sea la peluquera, el vendedor ambulante o el carpintero, incluso muchas personas que no pertenecen al circuito de comedores y de asistencia del Estado, nos está cuidando. Y que entonces nosotros también debemos cuidarla. Esto es un proyecto puntual para ayudar en esta cuarentena a la emergencia alimentaria. Pero también conlleva el anhelo de que quede la enseñanza de que estamos todos juntos. Por eso el nombre: Seamos Uno. Porque estamos todos en el mismo barco y no hay una Argentina sana si no estamos todos sanos, no hay una Argentina buena si no es buena para todos.
¿Cómo se instrumenta?
Hay una cuenta a través de la cual se pueden canalizar las donaciones, que va adquiriendo volumen. A través de un departamento de compras adquirimos los productos, en general, al precio de costo, aunque muchas son donaciones. Armamos las cajas, que las distribuimos después en coordinación con las áreas sociales de los gobiernos de la provincia y de la ciudad de Buenos Aires, que nos señalan los lugares donde están detectando más necesidad.
Ustedes quieren llegar a un millón de cajas…
-Un millón de cajas que significa llegar a un millón de hogares y eso supone un 10 % de la población. Es un objetivo ambicioso, motivador para nosotros. Hoy estamos asegurando las primeras 250 mil cajas. A mí me llama mucho la atención lo que se puso en marcha. No solo el caudal de las donaciones de empresas, sino el aporte de particulares que en muchos casos ponen mil pesos cuando ganan 35 mil. Tenemos una nave logística que está sostenida por la cámara que agrupa a las empresas del sector. Es impresionante. Nos brindan una asistencia profesional. Incluso terminaron contratando a 200 personas que estaban desocupadas.
Algunas campañas suscitaron sospechas. ¿Tomaron precauciones?
Pedimos la auditoría a cuatro compañías de renombre que aseguran la transparencia del proceso: Deloitte, E&Y, KPMG y PWC. Es triste que cuando uno plantea esto la experiencia del pasado lleva a hacer preguntas de este tipo. La distribución es a través de Cáritas, de los pastores, del Banco de Alimentos, en fin, de los referentes en el territorio de las entidades que participan de la campaña. Es triste que cuando uno plantea esto la experiencia del pasado lleva a hacer preguntas de este tipo. pero son pertinentes, como digo, si miramos hacia atrás. Por eso, a veces digo: seamos uno, pero también seamos distintos.
Usted es un profundo conocedor del conurbano. ¿Teme un estallido social en el conurbano?
Precisamente este programa busca, además de evitar el hambre, que frenemos ante ese abismo. La persona que no le dio de comer a sus hijos hoy y no sabe si podrá hacerlo mañana entra en una desesperación. Cuando esa desesperación se va acumulando puede terminar de la manera que no queremos. El riesgo está porque la gente con hambre cae en la desesperación. Pero la gente de las villas no quiere vivir en el caos. Y no creo que llegue a eso como primer recurso. El conurbano cuenta con más de 1.200 villas. Hay quienes creen que sus habitantes viven en una ignorancia total, que no les importa nada. Pero están equivocados. Ricos y pobres le tenemos miedo al coronavirus. Y ellos tampoco se quieren contagiar. A veces conmueve ver en casas muy precarias a la señora cómo limpia con lavandina un piso muy precario. Creo que sí, tenemos que estar atentos y ayudar a que la gente no caiga en la desesperación. Ayudándolos también nos ayudamos.
Pero a ellos se les hace particularmente difícil cumplir con la cuarentena…
Claro, el condicionamiento estructural hace que puedan enfrentar a la pandemia en distintas condiciones que nosotros. Suelo decir que está la cuarentena de Nextflix y la cuarentena de tortilla santiagüeña. Es mucho más difícil para ellos porque a veces seis personas viven en una habitación y no tienen agua potable. Pero, insisto, tienen tanto miedo como nosotros. Si uno echa un vistazo verá que en las villas hay menos movimiento.
Si uno ve la cola de los jubilados en los bancos del viernes pasado, no parece que el Estado esté a la altura de las circunstancias…
Creo que de todo esto se desprende una doble enseñanza. Hay un rol muy importante del Estado y sin el Estado no se puede enfrentar este tipo de situación. Eso nos coloca a todos frente al desafío de tener un Estado honesto y eficiente. Además, el Estado no logró acortar las desigualdades, proveer de servicios de una manera homogénea en el país en al menos lo más básico, que determinan en los asentamientos que la pandemia sea mucho más dura. Está la cuarentena de Netflix y la de seis personas que viven en una habitación y no tienen agua potable.
¿La crisis sanitaria servirá para una mayor toma de conciencia de nuestra situación social?
Soy un hombre de fe así que no puedo creer más que sí. Es una ocasión para que todos tomemos conciencia de que no hay una Argentina sana si no es sana para todos. La pandemia nos igualó a todos: la persona que no puede quedarse en su casa porque necesita procurarse el sustento es un problema para todos. Entonces, repito, no hay una Argentina sana si no es sana para todos. No hay Argentina buena si no es buena para todos. Esto es algo que la dirigencia en esta crisis puede encarnar.
¿Será esta una oportunidad para lograr un gran acuerdo entre todos los dirigentes para afrontar cuestiones como la pobreza y la educación?
Sin duda lo veo como una oportunidad. No hay que ser ingenuos y creer que porque tenemos esta crisis van a desaparecer los intereses, las ideas de cada uno. Eso es propio de la política y es hasta es bueno que sea así. Pero sí hay una oportunidad para decir que tenemos un norte. Y tener un consenso mínimo en torno a ese norte, a la Argentina que queremos.
Fuente: Valores Religiosos