Entrañas de Misericordia: El Papa Francisco Ante los Migrantes, Desplazados y Refugiados
A través de gestos y palabras el Papa Francisco ha invitado, en diversas oportunidades a tener una actitud de acogida hacia las personas que han tenido que desplazarse de su lugar de procedencia para ir a vivir a otro.
Por P. Mauricio García Durán, SJ.
Como preparación a la visita del Papa Francisco a Colombia, la Revista Javeriana preparó un número introductorio de dicha visita, en donde se publica un escrito del P. Mauricio García Durán, SJ., que habla sobre la posición del Papa ante los migrantes, desplazados y refugiados. Lo compartimos con ustedes a continuación:
La crítica realidad migratoria que vivimos hoy en el mundo ha sido, sin lugar a dudas, uno de los focos de atención del Papa Francisco en el ejercicio de su ministerio petrino. Podemos incluso decir que ha sido uno de los temas que ha dado identidad a su ministerio como pastor de la Iglesia universal.
Si la misericordia es “la palabra clave de este pontificado”, no se puede vivir la misma en el mundo actual sin tener presentes de manera privilegiada los millones de migrantes, desplazados y refugiados que enfrentan situaciones de profunda vulnerabilidad y sufrimiento.
Vamos a considerar, por tanto en este artículo, la manera concreta como el Papa Francisco ha abordado el tema de los migrantes, desplazados y refugiados a lo largo de estos cuatro años como Obispo de Roma. No solo ha visto el dolor y la humillación de estos hermanos/as, sino que también ha realizado diversos signos y gestos, ha hecho explícita su aproximación teológica al tema en distintos mensajes, homilías e intervenciones públicas y ha manifestado unas estrategias pastorales que recogen una clara invitación a la solidaridad y compromiso concreto.
Un Papa que ha visto el dolor y la humillación de su pueblo
Hoy en día podemos constatar un creciente flujo migratorio a nivel mundial, el más alto en las últimas tres décadas. En 2016 son más de 244 millones de migrantes internacionales, de los cuales 65,6 millones son desplazados forzados (22,5 millones refugiados, 2,8 millones solicitantes de asilo y 40,3 millones desplazados forzados dentro de sus propios países). Esta realidad es para el Papa “la crisis humanitaria más grande después de la Segunda Guerra Mundial”, pero al mismo tiempo un “signo de los tiempos” que los creyentes debemos mirar con amor misericordioso para discernir los llamados a la acción que el Señor nos hace en ella. “El inicio de este tercer milenio es fuertemente caracterizado por los movimientos migratorios que, en términos de origen, tránsito y destino, afectan prácticamente a cada lugar de la tierra. Lamentablemente, en gran parte de los casos, se trata de movimientos forzados, causados por conflictos, desastres naturales, persecuciones, cambios climáticos, violencias, pobreza extrema y condiciones de vida indignas”.
El drama que el Papa constata para los migrantes de Centroamérica y México hacia los EE.UU. se puede generalizar para otros lugares a nivel mundial y emerge como un grito que clama solidaridad y justicia de parte de las iglesias, las sociedades y los gobiernos. “No podemos negar la crisis humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas, ya sea por tren, por carretera e incluso a pie, atravesando cientos de kilómetros por montañas, desiertos, caminos inhóspitos. Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que además tienen que sufrir todas estas formas de violencia”. Llama la atención el Papa Francisco a las situaciones de los niños/as, de los jóvenes y de las mujeres que sufren los peligros y las consecuencias negativas de la migración.
Signos y gestos a favor de los migrantes y refugiados
Los signos y gestos que el Papa Francisco ha realizado con relación a los migrantes, desplazados y refugiados son particularmente significativos en un tema que es uno de los rasgos característicos y que da identidad a su servicio como Papa, quien se identifica a sí mismo y a la familia Bergoglio como migrantes. Entre muchos, vamos a resaltar cinco gestos concretos que ha realizado Francisco desde el 13 de marzo de 2013 cuando fue elegido, signos que nos hablan de ir a la periferia y tender puentes, de acoger y ser hospitalarios, de construir fraternidad. Estos gestos buscan hacer realidad una Iglesia en salida hacia las periferias, una Iglesia con entrañas de misericordia que opera como hospital de campaña, que acoge y sana las heridas de los heridos encontrados a la vera del camino.
Un primer signo claro del talante que este tema tendría en su pontificado fue su viaje a Lampedusa el 8 de Julio de 2013, su primer viaje fuera de Roma para desplazarse a una de las periferias físicas y existenciales del mundo de hoy. En medio de una creciente crisis migratoria en Europa, caracterizada en gran medida por el creciente número de migrantes y refugiados muertos en el mar, Francisco toma la decisión de hacer este viaje a uno de los sitios de llegada de los migrantes que vienen atravesando el Mediterráneo para mostrar su cercanía y solidaridad con estas víctimas. Pero también interpela la responsabilidad de todos aquellos que con sus decisiones han creado este tipo de situaciones trágicas en diversas partes del mundo y a las sociedades que han caído en una “globalización de la indiferencia” perdiendo el sentido de la responsabilidad fraterna con estos hermanos/as.
Un segundo signo que expresa claramente la solidaridad y compromiso con los migrantes y refugiados es su viaje a Lesbos, en Grecia, lugar de llegada de refugiados sirios. El Papa Francisco no sólo percibe la cruda realidad de los migrantes y refugiados, ubicados en muchos casos en “campos de refugiados que son verdaderos campos de concentración”, sino que también considera que en esas circunstancias “construir muros no es una solución, tenemos que hacer puentes”, como lo planteó en el vuelo de regreso a Roma. Además de ello realiza un gesto especialmente significativo en un contexto europeo con serias resistencias con la creciente migración y donde algunos países incluso han cerrado sus fronteras a los migrantes: trae consigo a tres familias refugiadas para darles acogida y cobijo en el Vaticano.
Un tercer signo lo realizó el Papa Francisco el 24 de marzo de 2016, Jueves Santo, cuando celebró la Cena del Señor en un centro de acogida para los solicitantes de asilo, donde lavó los pies a 12 refugiados, incluidas mujeres, muchos no católicos. Con ello el Papa no sólo muestra la necesidad de la Iglesia de caminar con los migrantes, desplazados y refugiados, de ponerse al servicio de ellos/as, y hacerlo con fraternidad sin importar las diferencias culturales y religiosas. Como lo dijo en la homilía: “Somos distintos, somos diferentes, tenemos diferentes culturas y religiones, pero somos hermanos y queremos vivir en paz”.
Un cuarto signo fue la celebración de la eucaristía el 17 de febrero de 2016 durante su visita a México, ya que fue una eucaristía celebrada en toda la frontera de Ciudad Juárez (México) y El Paso (EE.UU.), con participación de fieles en ambos lados del muro que separa los países en esta frontera. Claramente el Papa Francisco quería enviar un mensaje de conversión ante las resistencias a la migración, conversión que lleve a una acogida que supere las separaciones de los muros que creamos los seres humanos.
Un quinto signo, lo encontramos en la invitación que hizo el Papa Francisco a las comunidades religiosas el 10 de septiembre de 2013: “queridísimos religiosos y religiosas, los conventos vacíos no sirven a la Iglesia para transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son vuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados”. Esta invitación la extiende dos años después a las parroquias, monasterios o santuarios de Europa en el rezo del Ángelus del 6 de septiembre de 2015, al pedirles acoger al menos una familia de refugiados. “Ante la tragedia de decenas de miles de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y el hambre […], el Evangelio nos llama a ser próximos a los más pequeños y abandonados. A darles una esperanza concreta”.
Fuente: CPAL SJ