Un artículo escrito en memoria y sentido homenaje al jesuita Ignacio Martín-Baró, S.J., Ignacio Ellacuría, S.J. y los otros 4 compañeros jesuitas que fueron asesinados, debido a su compromiso por la justicia y los derechos humanos en el aniversario de su martirio.
La experiencia Religiosa desde la psicología Social de Martín Baró
Desde la psicología social de Martín-Baró, podemos estudiar como la experiencia religiosa nos puede llevar hacia la deshumanización y la alienación, o a la responsabilidad y compromiso liberador con los pobres de la tierra. Ciertamente, la religión y la fe han podido ser utilizadas, manipuladas para proteger el des-orden injusto establecido, los privilegios e intereses de los poderosos y enriquecidos, al servicio del poder y la riqueza. Pero, no tiene que ser necesariamente así, sino que la experiencia religiosa se manifiesta con un carácter social, comprometido y liberador.
Martín-Baró conoció, reflexionó y vivió el testimonio de fe y de justicia liberadora con los pobres, tal como se empezó a manifestar desde la iglesia latinoamericana en la década de los 60 del siglo pasado. Con las comunidades eclesiales de base, sus espiritualidades y teologías liberadoras, las Conferencias Episcopales de Medellín y Puebla, con Obispos como Helder Cámara, Leonidas Proaño o Mons. Romero. Éste último, Arzobispo del Salvador con el que colaboraron estrechamente los jesuitas de la UCA, también fue asesinado en 1980 por su defensa de la vida, dignidad y derechos de los pueblos y de los pobres. Nacho estudió y expuso a Mons. Romero, recientemente beatificado por el Papa Francisco, como uno de los símbolos de una fe liberadora y comprometida por la solidaridad y la justicia con los pobres.
De esta forma, toda esta experiencia de la iglesia latinoamericana con testigos de la talla de Mons. Romero, los jesuitas mártires de la UCA u otros como Rutilio Grande SJ, Luis Espinal SJ, etc. nos muestran a una iglesia de la misericordia y compasión. Una iglesia pobre con los pobres, en salida hacia las periferias para la promoción de la justicia y de la fraternidad solidaria. Una iglesia y un Dios de la vida frente a los ídolos de muerte como son el poder, la riqueza, las guerras y violencias que generan víctimas y pobres.
Es una renovada forma de conocimiento y de experiencia humana, espiritual que desde la centralidad u opción por (justicia con) los pobres, nos abre a la vida, al desarrollo integral y a la esperanza. Los pobres, excluidos y víctimas nos desvelan la desigualdad e injusticias de las relaciones humanas y de las estructuras sociales, de los sistemas políticos y económicos. No hay verdadero progreso ni auténtico desarrollo, y no se cumplen los derechos humanos, cuando las necesidades vitales de los pueblos y pobres no encuentran respuestas. La historización de la democracia, del bien común o de los derechos humanos nos muestran la verdad real que, en la vida y realidad histórica, no se respetan ni cumplen: el ser sujetos protagonistas de la realidad social, pública y política; unas condicione sociales dignas y justas que permitan el desarrollo integral de los pueblos; los derechos esenciales como la alimentación, la educación, la sanidad, la vivienda, un trabajo digno….
Una experiencia de Fe que mueve al compromiso
La verdad de la vida y de la realidad se nos revela en el signo permanente de los pueblos crucificados por el mal e injusticia. La luz de la vida y la verdad es aprisionada por la injusticia u opresión, como padecen los pueblos y pobres, y es encubierta por la mentira. De lo que se trata es de desenmascarar a la mentira que encubre y justifica la desigualdad e injusticia que sufren los pobres, de la desideologización de la realidad y de la fe que mantiene o ampara esta dominación injusta.
De tal forma, Martín-Baró nos señalaba toda una psicología y espiritualidad de la esperanza en donde los pobres se convierten en sujetos transformadores de la realidad social e histórica. Lo establecido o el presente del mal e injusticia no es la única realidad cierta, sino que es posible otra realidad y un futuro en el que se promuevan todas las capacidades y potencialidades de las personas. Y para todo ello, tenemos que rescatar la memoria de los pueblos, sus historias, tradiciones y acontecimientos emancipadores, sus valores y virtudes que les han posibilitado llevar adelante una vida solidaria, luchadora y liberadora. Hay que promover la organización de las comunidades y de los pueblos, encarnarnos y comprometernos en aquellos movimientos u organizaciones que promuevan la justicia y los derechos humanos.
En esta línea, hay que promocionar una concientización y valoración crítica de la realidad, en ser actores de la praxis transformadora de la opresión e injusticia. Con una educación liberadora e integral que impulsen esta justicia y protagonismo de los pobres de la tierra, esta transformación de las relaciones y estructuras dominadoras e injustas. De tal forma que la civilización del capital, con sus dinámicas de acumulación y del beneficio como motor de la historia, deje el paso a la del trabajo y la dignidad. Al servicio de las necesidades de las mayorías populares y empobrecidas. Y a la civilización de la riqueza, del ser rico y del tener-poseer, se oponga la de la pobreza, la solidaridad como sentido de la historia y realización de la felicidad en el compartir la vida, los bienes y las luchas liberadoras con los pobres de la tierra.
Este legado de Martín-Baró, Ellacuría y todos estos testigos resuena aún en lo más profundo de la conciencia, clama en la memoria de las víctimas y mártires por la justicia. Nos convoca a hacernos cargo, cargar y encargarse de la realidad con una ciencia con conciencia, con una sabiduría y verdad desde la pobreza solidaria en la promoción de la justicia liberadora con los pobres. La vida es para gastarla por los demás, como Jesús, para dar vida en plenitud en el Dios de la vida.
Fuente: CPAL Social