Card. Michael Czerny sj: Sinodalidad y el pueblo de Dios. Superar el escollo del clericalismo

En la Constitución pastoral del Vaticano II, los Padres conciliares quisieron indicar como deber permanente de la Iglesia, la actitud de discernir «a fondo, los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio» (GS 4). Es a partir del diálogo y de la confrontación con la historia, que la necesidad de la Iglesia actual de volver a ponerse en camino, como Pueblo de Dios, junto con la familia humana, se declina como conversión en cuatro direcciones diferentes: pastoral, sinodal, social y ecológica. El Concilio delineó también un estilo teológico y eclesial que da «forma» a la semper renovanda conversión integral de la Iglesia, porque la orienta a la conformación a Cristo: a la comunión.

Desde 2007, se ha hecho mucho. Los retos trazados en el Documento Final de Aparecida siguen siendo vigentes. Los problemas planteados por la globalización, las migraciones, el recrudecimiento del racismo, la intensificación de la violencia social, la precariedad de la vivienda, el aumento de la pobreza y el descuidado de la creación, siguen constituyendo a día de hoy el banco de pruebas en el que la Iglesia latinoamericana y caribeña está llamada a confrontarse con el mensaje evangélico.

Además, la pandemia, como una lente de aumento, ha evidenciado estas criticidades con mayor claridad, revelando otros aspectos concomitantes, como la emergencia sanitaria, la educativa, pero también la necesidad de un liderazgo político capaz de orientar las opciones comunes hacia el bien de todos.

Desde el punto de vista intraeclesial, hacer de la misión la expresión directa e intrínseca de nuestra identidad bautismal, significa devolver a todo el Pueblo de Dios la plena dignidad de sujeto activo de la evangelización (EG 114). Desde el texto final de Aparecida hasta la Constitución apostólica Predicate Evangelium, pasando por el Sínodo sobre la sinodalidad, se nos plantea un nuevo desafío: reformar las estructuras eclesiales de modo que se incorpore el testimonio y la acción de los laicos en la vida y en la misión de la Iglesia, a todos los niveles, hasta el punto de no considerar como un hecho anómalo y extraordinario la posibilidad de que éstos ejerzan funciones y responsabilidades de gobierno en las Iglesias locales y en la Curia romana.

La sinodalidad no debe confundirse con una estructura particular, como un sínodo o una asamblea, ni reducirse a un instrumento al servicio de la colegialidad episcopal; es más bien aquello que cualifica el modus essendi et vivendi de la Iglesia, en la expresión de sinergias y carismas diferentes que convergen en la comunión y la unidad.

Sin embargo, para que se instaure un modelo circular de Iglesia, no basta con «abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe» (DAp 365), para así adquirir formas de participación más amplias, estrategias de toma de decisiones más proclives a la escucha y al diálogo. En otras palabras, para «invertir la pirámide», debemos ante todo empezar por la conversión de los corazones y de un cambio de ritmo en la forma en que nos consideramos miembros vivos del Cuerpo eclesial. Para ello, es urgente superar el escollo del clericalismo, es decir, dejar atrás esa mentalidad autorreferencial, que desde siempre impide a la fuerza transformadora del Evangelio expresarse en una actualización concreta de estilos de vida cristiana, inspirados por el Evangelio y animados por el amor fraterno y recíproco.

Me detendré brevemente en el clericalismo, dado que considero útil hacer hincapié en algunos de sus rasgos distintivos, para discernir la dirección a seguir y el trabajo que aún nos queda por hacer, por el bien de la Iglesia. Es ante todo una praxis que genera un estilo relacional. Esto significa que se aprende por imitación, siguiendo modelos que se convierten en ejemplares y que, posteriormente, generan un horizonte en el que situar la propia forma de pensar.

Si el ejemplarismo clerical ejerce tal poder de sugestión sobre las nuevas generaciones de sacerdotes y sobre su imaginario, es porque transmite una sensación de eficiencia alentadora y una apariencia de control y de seguridad. La prioridad no se encuentra en la determinación de iluminar, mediante la Palabra de Dios, los problemas de la sociedad, sino en imponer una disciplina que pueda regular los aspectos prácticos de la experiencia creyente. Debemos reconocer, con dolor y contrición ante Dios y ante las víctimas, que las relaciones verticalizadas y discriminatorias que se crean en ciertos ambientes eclesiales clericalizados, han generado y siguen dando lugar a numerosos casos de abuso de autoridad, de poder, de conciencia y de desorden con connotaciones sexuales.

La resistencia a la hora de acoger los documentos conciliares, como también el magisterio de Francisco, incluso el documento de Aparecida en el contexto latinoamericano, se debe en gran medida a la dificultad de convertir el corazón de obispos, presbíteros y religiosos a la idea de una Iglesia de «puertas abiertas», casa de todos, en la que la afirmación de la diversidad de ministerios y de carismas, no implica la subordinación de un laicado discente a una jerarquía docente. Incluso la reticencia de numerosos exponentes del clero hacia la conversión sinodal, nace a menudo del temor, comprensible y a veces no del todo injustificado, de que abrir la participación en el gobierno eclesial a los laicos pueda causar un debilitamiento de la estructura de la Iglesia, permitiendo la entrada de ideas y la implantación de dinámicas, del todo ajenas a la fe y a los valores de la moral católica. Se escucha a menudo que el clericalismo y el arribismo de los laicos es más nocivo y deletéreo que el de los clérigos.

Aunque esto fuera cierto, la solución no pasa por perpetuar un modelo de gobierno vertical y autoritario, sino por promover y formar a los laicos en un auténtico y genuino espíritu de pertenencia y participación eclesial. Hablo de laicos, que no sólo sean competentes en aquellos ámbitos en los que lo pueden hacer mejor que los sacerdotes, sino que ante todo sean hombres y mujeres de fe, discípulos en camino, enamorados de Cristo y de la Iglesia. No se puede contrarrestar el clericalismo si, al mismo tiempo, no se permite que surja un laicado responsable y fiable. En este sentido, está en juego el futuro del anuncio evangélico: la crisis de autoridad en la Iglesia, de hecho, se refleja en la inmediata y consiguiente desconfianza de las nuevas generaciones hacia una institución que se presenta esclerótica e inflexible, fuertemente clerical y anclada en un formalismo obsoleto.

*Fragmento de Actualizar y renovar la Doctrina Social de la Iglesia bit.ly/3OviOHm

Reflexión: Los ojos en el cielo y los pies en la tierra

Por Jaime Tatay SJ

«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Este Jesús, que de entre vosotros ha sido llevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir» (Hch 1, 11).

Esta es la reacción de los ángeles, sorprendidos al ver a los discípulos embobados mirando a lo alto tras la partida definitiva de Jesús. Es también la historia que leemos en la fiesta de la Ascensión, cuando recordamos que Jesús, el hombre que venía de Dios, regresó de nuevo, tras nacer y vivir en la tierra, junto a Dios.

Según la Tradición, Jesús es alguien con una doble naturaleza y una doble orientación: divina y terrestre. Aquí se encuentra una de las claves de la fe cristiana. Y uno de los retos a los que nos enfrentamos los creyentes para comprender y vivir nuestra fe: ¿Qué significa que Jesús fuese Dios y hombre? ¿Y qué implicaciones tiene para los que creemos en él?

Tanto la meditación de la Sagrada Escritura como la contemplación de la creación pueden ayudarnos a responder esas preguntas. Fijémonos primero en aquellas realidades del mundo natural que también poseen una doble orientación: las semillas.

Al observar el proceso de germinación de una semilla comprobamos que la raíz se orienta hacia la oscuridad, buscando la tierra, mientras que el tallo y las hojas buscan la luz. La biología explica este fenómeno usando dos conceptos complementarios: fototropismo y geotropismo.

Un tropismo es la tendencia de un organismo a reaccionar de una manera definida a los estímulos exteriores. El fototropismo es la respuesta al estímulo luminoso. El geotropismo es la tendencia en el crecimiento de las plantas hacia el estímulo gravitacional, hacia el centro de la tierra (la gea). Por eso las raíces son positivamente geotrópicas mientras que el tallo y las ramas son negativamente geotrópicas. Ambos conceptos permiten comprender el comportamiento de una planta, esa forma de vida que, a pesar de su apariencia inmóvil, crece y se desplaza en dos direcciones.

Tras este breve excursus por el libro de la creación volvamos de nuevo al libro de la Escritura para preguntarnos por el significado de la vida de Jesús y el doble tropismo que orientó su misión.

La historia de la salvación se ha interpretado como un ir y venir, como un conjunto de intervenciones de Dios y visitas de mensajeros que irrumpen para transmitir un mensaje y ascender de nuevo. El modo de ser de Dios se revela en cada una de esas misiones.

La peculiaridad de Jesús es que su misión no fue una mera visita, sino que se enraizó en la historia humana, se encarnó haciéndose uno de nosotros. Él es el único que ha vivido plenamente con los pies en la tierra y los ojos en el cielo.

En el relato de la Ascensión hay otro detalle que a menudo pasa desapercibido, uno que puede darnos otra clave importante. Según Lucas, mientras ascendía, los discípulos se quedaron desconcertados mirando al cielo. La intención principal de esa escena no es describir un ascenso físico a un lugar concreto –el «cielo»–, ni explicar el modo como está configurada la Trinidad, sino indicar la forma de vivir la vocación cristiana y continuar la misión del Hijo.

Entre la Ascensión y el Juicio Final, la comunidad cristiana no puede permanecer con los brazos cruzados. La crítica a la contemplación extasiada del «cielo» nos advierte de que la oración no debería ser excusa para desentendernos de la «tierra». Los creyentes no estamos en el mundo para quedarnos parados, distraídos por un misticismo desencarnado y vacío.

El cristianismo es misión, testimonio, vida apostólica. Es oración contemplativa y contemplación en la acción. Todo creyente está llamado a vivir enraizado en este mundo, con los ojos en el cielo y los pies en la tierra.

Fuente: pastoralsj.org

 

57ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: «Comunicar con el Corazón»

«La llamada a hablar con el corazón interpela radicalmente a nuestro tiempo, tan propenso a la indiferencia y a la indignación», escribe el Papa Francisco en su Mensaje para la 57ª  Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que este año se celebrará el domingo 21 de mayo, con el lema: «Hablar con el corazón, en la verdad y en el amor».

La dinámica de «comunicar cordialmente»

El tema, está conectado con el del pasado año que llamaba a “escuchar” y con el de 2021, que instaba a «ir, ver» como condiciones para una buena comunicación. En esta ocasión el Papa quiere insistir en «hablar con el corazón» que es lo que mueve a acoger, dialogar y compartir, desencadenando una dinámica que Francisco define como la de «comunicar cordialmente».

Acoger al otro es lo que permite, después de escuchar, «hablar en la verdad y en el amor” sin miedo “a proclamar la verdad, aunque a veces sea incómoda. Un corazón que, con su latido, revela la verdad de nuestro ser, y que por eso hay que escucharlo. Esto lleva a quien escucha a sentir en el propio corazón el latido del otro. Entonces se hace posible el milagro del encuentro.”

Hablar con el corazón significa dejar entrever una participación «en las alegrías y los miedos, en las esperanzas y en los sufrimientos de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo», dice el Papa. Es un llamamiento que interpela especialmente a quienes comunican en un contexto hoy «tan propenso a la indiferencia y a la indignación, a veces sobre la base de la desinformación, que falsifica e instrumentaliza la verdad».

Leer la nota completa: bit.ly/3pWjICB

Reflexión: Los jóvenes y el suelo

Hace unos días, en un encuentro, una joven tomó la palabra y nos animó a tener en cuenta a los jóvenes y dejarles su espacio. Ponía un ejemplo muy gráfico. Nos decía que a veces a los jóvenes no les gusta sentarse en el suelo para orar, sino que prefieren hacerlo sentados en las sillas o en los bancos. Y que, por tanto, no teníamos que enfadarnos cuando, después de cambiar la disposición de la capilla para crear un espacio con alfombras, los jóvenes se lancen a los asientos que quedan en los laterales.

La anécdota me pareció simpática y realista. Puesto que me recordó a mí mismo regañando a los jóvenes por no haberse sentado en la moqueta del suelo y haber ocupado las sillas que habíamos dejado para las personas mayores.

Pero, más allá de sentarse en el suelo o en un banco, creo que ésta y otras experiencias contienen una verdad que es la que aquella joven trataba de transmitirnos. La de que hay cosas que son imprescindibles e insustituibles en la experiencia de la fe, y otras son adaptables o prescindibles. En este caso, lo insustituible es la oración. Pero se puede orar sentado en el suelo, en un banco, de rodillas, de pie, caminando, o del modo que a cada uno le ayude más a encontrarse con Dios.

Es humano querer transmitir y repetir aquello que a nosotros nos ayudó. Pero, en el caso de la pastoral se nos exige algo más que repetición. Por eso, debemos discernir seriamente qué cosas son insustituibles y cuáles son adaptables o prescindibles. Guiar a los jóvenes hacia la verdadera fuente, pero dejando que ellos sean también protagonistas de su propia evangelización.

Fuente: pastoralsj.org

«Libres»: la película que descubre el tesoro de la vida contemplativa

  • Sinopsis

Un documental que presenta la vida en monasterios de clausura a través de entrevistas. Estructurada en tres partes (camino, verdad y vida) quiere dar a conocer la riqueza de la vida contemplativa y su espiritualidad, tan a contracorriente de la realidad contemporánea.

  • ¿Por qué ver Libres?

En un monasterio de vida contemplativa la quietud, el silencio, la introspección, la contemplación que son actitudes propias de la vida monástica contradicen al ritmo y la acción desenfrenada que domina el cine actual.

El director, Santos Blanco, da la palabra a los propios monjes y monjas para que conduzcan al espectador en un viaje apasionante alrededor de las clausuras, sin renunciar a escenas de naturaleza y paisaje que salpican la obra, subrayado con una banda sonora original.

Se ha renunciado en parte a la poesía visual para establecer un relato a muchas voces, aunque se resienta el hilo conductor. La única progresión narrativa tiene que ver con la profundidad de los temas sobre los que hablan los monjes y las monjas.

  • Para pensar
  1. Lo que cuentan los monjes y las monjas que participan en el mediometraje suena tan distinto de nuestro mundo “súper acelerado” que rechaza pararse y meditar en torno al sentido de la existencia…
  2. El espectador va afinando el oído a medida que escucha las intervenciones de unos y de otros. Del asombro a la emoción de ciertos relatos vocacionales tan proféticos…
  3. Será todo un descubrimiento, entre esos esforzados religiosos, encontrar un hijo convertido por la oración de su madre, una viuda con cinco hijos que decide entrar al convento o un pintor bon vivant que acaba de monje…

En fin, una muy estimable película que explora en el hecho religioso y abre un mundo cerrado sobre sí mismo a la observación del espectador.

Más información en: libreslapelicula.com

  • Fuente: pastoralsj.org

60º Jornada Mundial de Oración por las vocaciones

En su mensaje para la 60ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el domingo 30 de abril, Francisco ilustra el tema «Vocación: gracia y misión», y recuerda que el cristiano «se deja interpelar por las periferias existenciales y es sensible a los dramas humanos». Una misión que es siempre «obra de Dios» y que no se lleva a cabo solos, “sino en comunión eclesial».

«Dios llama amando y nosotros, agradecidos, respondemos amando». Pero la llamada, aclara el Papa, «incluye el envío», porque «no hay vocación sin misión. Y no hay felicidad y plena realización de uno mismo sin ofrecer a los demás la vida nueva que hemos encontrado.»

La vocación, llamada del Señor para «cada uno en el mundo de hoy», es gracia, un «don gratuito», y al mismo tiempo un compromiso a ponerse en camino, a salir, para llevar el Evangelio», una tarea que es «fuente de vida nueva y de alegría verdadera».

vaticannews.va

Amén: Francisco Responde

El papa Francisco se ha reunido con diez jóvenes, de entre 20 y 25 años de edad, para hablar de los temas que ellos han querido abordar con él; sin duda, de los asuntos más controvertidos hoy en la Iglesia: pederastia, aborto, migración y racismo, corrupción dentro de la Iglesia, abuso de poder, colonialismo de la evangelización, feminismo, diversidad sexual, pornografía, etc.

La conversación fue en español, pero la realidad de las personas jóvenes es muy variada: tres son varones y siete son mujeres; hay de España, de América Latina, de India, Senegal; algunas fueron educadas como católicas y hoy han abandonado la religión.

Enlace a la nota https://christus.jesuitasmexico.org/amen-francisco-responde/

 

¡Oh buen Jesús, óyeme!

Claro, Tú siempre lo haces, aunque no te lo implore.

Estás siempre atento a mi súplica y a mi agradecimiento.

Conoces mis necesidades, mis carencias y mis fallas. También conoces mis dones, mis aciertos y mis luces.

Oyes mi voz entre todas las que se alzan hacia ti, porque me conoces y me amas en lo individual. Me oyes con amor y compasión ya que conoces mis afanes.

Siempre me oyes, aunque me sienta solo y crea que mis palabras se las lleva el viento. Oyes mi voz por encima del incesante ruido frenético de mi vida apurada. Me oyes aunque mis peticiones, cuestionamientos, dudas y reclamos sean más frecuentes que mis agradecimientos. Me oyes incluso cuando la opresión de la injusticia dificulta la salida de mi voz. Oyes mi llanto ante la tragedia y la desigualdad que sembramos en el mundo.

Quiero aprender a escuchar como Tú.

Quiero aprender a escuchar a mi prójimo. A no gritar por encima de sus palabras, ni ahogar su voz con mis prejuicios y mis pendientes. Quiero aprender a oír sus palabras con solidaridad, compromiso y encuentro.

Quiero aprender a escuchar como Tú.

Quiero aprender a escucharme y estar atento a mis palabras. Que sean siempre de aliento y consuelo. Que lo que oiga salir de mi boca no cause dolor. Que no sean palabras de desánimo o calumnia que separen.

Jesús, soy yo quien necesita oírse, quien necesita escucharse, ya que Tú siempre lo haces.

Frederick Armstrong

Pasión de Cristo, confórtame

La Real Academia Española de la Lengua define el verbo «confortar» de la siguiente manera: «animar, alentar, consolar a una persona afligida».

A mi hermana, que tiene 25 años, le diagnosticaron esclerosis múltiple hace dos meses. Empezó a ver borroso por el ojo izquierdo. Los médicos le dijeron que sería estrés, quizá algo de cansancio. Pero lo que parecía un síntoma inocente e inofensivo acabó convirtiéndose en el motivo de un montón de pruebas que acabarían concluyendo una noticia fatal.

Cuando la vida te pega una sacudida como esa hay pocas cosas que te conforten. La impotencia te reconcome por dentro. ¿Por qué ella? ¡No es justo! ¿En base a qué? ¡Si ella es una buena persona! ¿No le puede tocar esto a alguien que se dedique a hacer el mal?

Pero los conocidos, sobre todo los conocidos íntimos, intentan confortar. Los hay de todos los colores. Están los que te dicen que les llames cuando quieras para desahogarte, porque menuda desgracia, qué horror. En el extremo opuesto se encuentran quienes te dicen que menuda bendición, que seguro que la enfermedad te va a acercar a Dios y que qué suerte que vas a poder ofrecer tu sufrimiento por los pecados del mundo. Y entre las dos posturas límite, infinidad de posiciones intermedias que reconocen que la esclerosis múltiple no es una buena noticia pero te animan a asumir la situación como se pueda y a extraer de ella todo lo bueno que pueda traer.

Se tarda un poco en dejar de estar enfadado con el mundo tras un diagnóstico así. En tu cabeza sigue resonando el «¿por qué ella?» que no te deja dormir por las noches. A medida que pasa el tiempo, sin embargo, notas cómo, lentamente, vas serenándote por dentro. La esclerosis múltiple no es ni una desgracia por la que romper a llorar desconsoladamente hasta el fin de tus días ni una bendición por la que aplaudir y dar gracias con una sonrisa de oreja a oreja. La esclerosis múltiple es una enfermedad como muchas otras que merodean por ahí.

La enfermedad existe y nos puede tocar a cualquiera. Comporta dolor, sufrimiento, cansancio. A nadie nos gusta sentir dolor, sufrir o estar cansados. Por eso es legítimo la rebeldía y el rebote (al menos, temporal) cuando a uno le comunican que está enfermo. Pero, en algún momento del proceso de aceptación de la enfermedad, si se es creyente, se ha de poner la mirada en la Pasión de Cristo. Él, que era el Hijo de Dios, que podría haberse descolgado del madero, quiso asumir el sufrimiento humano hasta el final, sin ahorrarse ni una gota de sangre.

Nada de lo que nos acongoja y nos preocupa le es ajeno a nuestro Dios, pues Él mismo quiso pasar por la experiencia de sentirse abandonado, maltratado, ninguneado. El sufrimiento, aunque nadie lo elegiríamos si pudiéramos evitarlo, es parte de la vida, es lugar de crecimiento y de encuentro con Dios. Es oportunidad para la confianza y la fidelidad. Es el tiempo del amor hasta el extremo, como el de Jesús en la Cruz.

Confortarse en la Pasión de Cristo es fácil cuando se está sano y todo va bien. Cuando el sufrimiento llama a tu puerta, la identificación con la Pasión de Cristo es bastante más compleja. Pero, también, sin duda, mucho más auténtica y reparadora.

Pastoralsj.org

Uruguay: se acerca la beatificación de Jacinto Vera

La Iglesia de Uruguay se prepara para un gran momento eclesial por la beatificación del obispo gaucho, Jacinto Vera. Será el sábado 6 mayo sobre la Tribuna Olímpica del histórico Estadio Centenario de la ciudad de Montevideo.

En diciembre del 2022, el papa Francisco aprobó el milagro realizado gracias a la intercesión del siervo de Dios. Luego, ante el pedido de los obispos uruguayos, dispuso que la beatificación de Vera se realice en la misma fecha en que se recuerda su fallecimiento, el 6 de mayo.

Ceremonia

El viernes 5 de mayo, en la Parroquia del Sagrado Corazón – Colegio Seminario, se desarrollará la vigilia de oración, en espera de la ceremonia de beatificación. El sábado 6 comenzará un acto artístico con shows a cargo del grupo Texas, desde las 14. A las 15.30 se hará un fuerte momento de oración colectiva, y a las 16 comenzará la celebración de la Santa Misa y el Rito de la Beatificación.

El domingo 7, en la Catedral Metropolitana de Montevideo, se hará la Misa en acción de gracias por la figura del nuevo beato, Jacinto Vera.

El cardenal Daniel Sturla, refiriéndose al impacto que tendrá esta beatificación, reconoció ante los periodistas: “Hay un antes y un después en la historia de la Iglesia en Uruguay ligada a la figura de Jacinto Vera”.

Fuente: vidanuevadigital.com