Reflexión: Seguidores distraídos y dispersos

Por Javi Montes SJ para pastoralsj.org

Hoy como nunca tenemos acceso a infinidad de fuentes de información. Nuestras listas de libros o artículos por leer se acumulan junto a las de vídeos de YouTube, webinars y tantos otros formatos de contenido que nos interesa, pero al que no llegamos. La línea entre la productiva multitarea y la frustrante procrastinación es cada vez más estrecha.

Me descubro saltando de un email por responder a una llamada importante, de un wasap organizando una reunión de grupo a una persona que se acerca con deseo de hablar; por no decir cuando empiezo en YouTube viendo un vídeo que he buscado y me paso una hora saltando de vídeo en vídeo que no tienen nada que ver con el inicial. Somos afortunados por poder acceder a tanto conocimiento, pero podemos vernos desbordados y muy perdidos si no navegamos ante tanta información con algún tipo de brújula.

El seguimiento tiene mucho de esto, pues comenzamos fascinados por el encuentro con un Jesús que logra responder a esos anhelos profundos que ni siquiera somos capaces de poner en palabras y da sentido a una manera de vivir que nos entusiasma. Y caminamos, nos encontramos con otras personas y hacemos comunidad, pero algo en el camino llama nuestra atención y vamos de una cosa a otra hasta que de repente, nos descubrimos en otro lugar, medio despistados, sin atisbar la espalda ni las huellas de Aquel a quien empezamos a seguir. Como si de ventanas de un navegador se tratara, nos surgen otros proyectos, otros seguimientos que nos atraen y van ocupando nuestra pantalla y nuestro corazón.

¿Cuántas veces al día nos descubrimos dispersos y haciendo algo distinto que lo que se suponía que tenemos que hacer? Igualmente, ¿cuántas veces en la vida nos descubrimos alejados del ideal que abrazamos al enamorarnos del Evangelio? El autor de la Carta a los Hebreos nos invita a tener fijos los ojos en el que inició y consumó la fe, en Jesús. No hay más recetas ni trucos. La suerte que tenemos es que, por mucho que nos dispersemos y se nos vaya la mirada y la atención a otras cosas, él está siempre dispuesto a esperarnos para caminar a nuestro lado.

Primer Encuentro Nacional de evangelizadores digitales

Durante el fin de semana del 22 y 23 de julio se realizó en la ciudad de Buenos Aires el Primer Encuentro Nacional de Evangelizadores Digitales, con el objetivo de soñar un camino sinodal, desde la misión digital. Allí estuvo presente el P. Emmanuel Sicre SJ, junto a otros 27 misioneros digitales, provenientes de diversos lugares y carismas.

Mensaje final del encuentro

Queremos compartir con toda la comunidad del continente digital la alegría de haber podido celebrar el primer encuentro de quienes nos sentimos convocados por Dios a transmitir la fe en distintas plataformas digitales.

Esta iniciativa buscó poner sobre la mesa los desafíos y las esperanzas que tenemos al desear ser instrumentos de Cristo en una Iglesia en salida y Samaritana de las heridas del mundo.

Si bien en esta primera oportunidad sólo fuimos 27, somos conscientes de que son muchísimas las personas que anuncian el evangelio en redes sociales en una enorme pluralidad de estilos llenos de creatividad y riqueza, y con alcances muy diversos a lo largo y ancho del territorio digital. En este sentido, nuestro encuentro gozó de esa misteriosa comunión en las diferencias al reconocernos ya familiarizados unos con otros y deseosos del encuentro que acerca humanamente desde la confianza y la valoración del otro. Perecía que nos conocíamos de antes, fue una de las sensaciones comunes.

Nos dimos cuenta, a partir de la oración, la conversación espiritual, la lectura, la Eucaristía, el diálogo y la escucha, así como del testimonio generoso de cada cual, que esta Iglesia en las “autopistas digitales” está llamada a ser presencia de un Dios compasivo, alegre y misericordioso que trabaja por una cultura del encuentro en un mundo herido de odio y confrontación. Tantas iniciativas por transmitir a Dios en este habitad digital resultan un Pentecostés del Espíritu que emerge en la vida de la Iglesia con fuerza y motiva a seguir explorando las posibilidades, aún entre riesgos y tentaciones, de llegar a hermanos y hermanas que experimentan la sed De Dios, de sentido, de esperanza detrás de las pantallas.

Sabemos que Cristo es el motivo de esta presencia digital que también es humana, y a él nos confiamos para seguirlo y servirlo en comunión de dones, caminando juntos tras sus pasos y con el deseo de sembrar su Reino.

Matteo Ricci. La santidad en el encuentro

Por Federico Lombardi SJ

El 17 de diciembre de 2022, el Papa Francisco firmó un decreto declarando que Matteo Ricci vivió las virtudes cristianas de manera «heroica», es decir, en modo eminente y ejemplar, y por lo tanto puede ser propuesto para la «veneración» de los cristianos. Este es un primer reconocimiento oficial por parte de la Iglesia, al que pueden seguir otros aún más solemnes, a saber, la beatificación y canonización, si Dios quiere conceder estas importantes gracias por su intercesión.

El P. Ricci ya era muy famoso. Fue el primer misionero jesuita que, en el siglo XVI y principios del XVII, cumpliendo un sueño de San Francisco Javier, pudo entrar en el Imperio chino, en 1583, y llegar a la capital de Pekín. Ahí permaneció desde 1601 hasta 1610, inaugurando una presencia cristiana que existe hasta el día de hoy. En épocas anteriores, otros misioneros cristianos habían estado en China, pero su labor no duró mucho, por lo que los católicos chinos reconocen a Ricci como el principal iniciador de la evangelización en su país.

La fama de Ricci también está ligada al método que siguió durante su misión, es decir, el estudio en profundidad de la lengua, las costumbres y la cultura de la China de su tiempo, para convertirse en interlocutor y amigo de muchos chinos muy autorizados y ser estimado en la misma corte imperial. No sólo eso, sino que siendo él mismo sólidamente formado en la cultura científica y humanística occidental, fue un interlocutor admirado y querido por los conocimientos y la sabiduría que aportaba. Cuando murió, su entierro en Pekín fue autorizado por decreto imperial, algo que nunca había sucedido para un extranjero hasta entonces. En este sentido, fue un constructor de puentes de diálogo duraderos entre Oriente y Occidente.

Pero en estas páginas no pretendemos repetir datos bien conocidos sobre los méritos culturales de este jesuita, ni reafirmar la actualidad e importancia de su figura, en una época en la que China ocupa un espacio tan decisivo en la historia mundial. Sería superfluo. Pretendemos, más bien, resaltar su testimonio cristiano y religioso, y la inspiración evangélica que sustentó su extraordinaria historia: en otras palabras, su santidad.

Enlace al artículo completo bit.ly/44PWDk8

Reflexión: Las vidas no vividas

Por José María Rodríguez Olaizola SJ

Cuando eres joven, las vidas no vividas están por delante. Son todos los caminos que aún se te han de presentar. Los que tomarás y los que no. Entonces todos son posibilidades. Seguramente al mirar adelante te figuras mil escenarios. Y en todos ellos vuelcas anhelos, expectativas, deseos. Lo que te atrae lo ves con esperanza. Lo que no te gustaría, con temor. Ojalá tenga más fuerza la esperanza tirando de ti, que el miedo paralizándote o haciéndote alguien inseguro y huidizo. Pero no te dejes envolver por la promesa –que alguien te hará, seguro– de que puedes recorrer todos los caminos. No puedes. Cuando se te planteen encrucijadas, elige. Cuando se te planteen alternativas, asume que optar y renunciar a menudo son parte de la misma decisión. Y sí, las renuncias cuestan. Solo que merecen la pena cuando hay un motivo suficiente, cuando una pasión, una convicción, una intuición tira de ti. Ahora todas las vidas no vividas son posibilidad (o muchas de ellas). Pero no podrás vivirlas todas. Así que piensa bien cómo usas tu libertad.

Cuando eres mayor, muchas vividas no vividas están por detrás. Son los caminos que no escogiste. La tentación de querer volver a las encrucijadas es grande. Fantasear con lo que hubiera ocurrido si en lugar de este paso hubieras dado este otro. Pensar, con cierta nostalgia, en lo que habría sido tu vida de haber tomado tal o cual rumbo… Y digo tentación porque, aunque es verdad que hay opciones que aún pueden tomarse, hay otras que ya no. Porque la vida es solo una. Porque ya no vuelves a ser joven (todo lo más, a querer aparentarlo, y esto a menudo con cierta insensatez). Porque mucho de lo que construimos requiere tiempo, mucho tiempo, décadas… y no toda la vida puede ser primavera. Por eso, no te dejes atrapar en la prisión de la nostalgia de las vidas que no fueron. Aprecia lo que eres, los caminos escogidos, y la vida que sí estás viviendo.

Fuente: pastoralsj.org

Testimonio sobre la experiencia en el noviciado

Testimonio de Jaime Teuquil SJ, de la Provincia de Chile, sobre su experiencia de noviciado en Montevideo

«A esto he venido»

Acabábamos de aterrizar. El maestro nos acompañó a la que sería nuestra casa en Montevideo. Más o menos sabía a lo que iba. O creía saberlo. La cercanía con varios jesuitas, previo a mi ingreso, me hicieron cercano ese mundo del que lentamente fui participando. Había escuchado mil anécdotas e historias: divertidas, tragicómicas, de terror, etc. Todo cabe en ellas porque eran historias de vidas reales, como las nuestras. En parte el tiempo lo confirma y, en parte también, me sigue sorprendiendo. Así fue conmigo: abriendo caminos que ni soñaba, la vida fue haciendo real el deseo.

Era nuestro primer domingo. Ya habíamos sido recibidos por los que serían nuestros compañeros. Buen ambiente. Simpatía. Mundos nuevos: uruguayos, argentinos, paraguayos y chilenos. Por largo tiempo duraron esas conversas que iniciaban siempre con un “¿Cómo le dicen ustedes a…?” La lista es larga: el lápiz, la birome; el compu o la compu; el cubrecama, el plumón, el cobertor; la micro, el colectivo, el bondi; los cabros, los pibes, los perros, los gurises. En fin: llegamos a pocos acuerdos y a más de alguna historia que sigue sacándonos una sonrisa.

Esa tarde, así como las tardes de todos los demás domingos que vendrían en adelante, ordenamos la capilla para rezar juntos. Así fue. La hora transcurrió y cada tanto -por esta vez- el canto le ponía palabras a nuestro silencio. Todo eran deseos, novedades y qué se yo. El Señor estaba junto a nosotros en el Pan. Consuelo. Alegría interior. Intuiciones profundas. Al finalizar, recibimos la bendición y cantamos por última vez: “Vine a adorarte”. No lo olvido. Puede resultar beato, o piadoso, o devoto. Da lo mismo: yo me sentía realmente feliz. En el corazón me decía mientras cantaba: “a esto he venido”. Me emocioné. Lloré. Terminado este momento nos levantamos y pude percatarme de que no era el único que trataba de hacerse el tonto de la emoción vivida. Fue ahí cuando pude darme cuenta de que de verdad el Señor era quien nos había juntado. En ese momento intuí la amistad que nacería.

El noviciado es una antigua casa de Villa Dolores. Yo no sé si el nombre del barrio no es tan bueno para un noviciado, pero si se que sus muros han sido testigos de lo que Dios ha hecho en la vida de muchos jesuitas y desde hace mucho tiempo. Traer la casa a la memoria me hacen brotar alegría y gratitud. Su vida fluye a través de los que la hemos ido habitando. Los que me conocen saben que -hasta ahora- mi peor crisis vocacional la viví el tiempo justo antes de entrar. Venía de eso. La vida hasta el último minuto me abrió mil caminos posibles. Se trataba de aprender a elegir, no sin dolor, ni tampoco sin libertad.

Aprender a discernir tiene que ver con aprender a distinguir lo pasajero de lo que permanece. Se trataba -en definitiva- de la coherencia profunda con un deseo que el noviciado fue iluminando, descubriendo y confirmando: el deseo de un Dios que me invita todos los días a vivir verdaderamente, es decir, a amar, a darme; el deseo de Jesús, el Señor de mi vida, que en el rostro de muchos se hace mi hermano y mi amigo.

Ya vendrían el tiempo y sus cosas: la rutina -dormida o despierta- queda al descubierto en cada examen. Oficios varios, limpiar por aquí o por allá, poner leña, la mesa, los libros en los estantes, en fin. La oración, las clases acerca de las raíces de nuestro carisma, las comidas, lavar los platos o cantando, o descifrando trabalenguas o riéndonos de la broma de turno. Las pizzas y la cerveza fría de los sábados por la tarde para compartir los gozos y los dolores del apostolado… este tiempo, verdaderamente, fue confirmando esa intuición que nació en mí ese primer domingo tras haber llegado a casa.

La vida fue transcurriendo y haciéndola de carne. Venía de un largo camino de discernimiento. Luché muchas veces con Dios para no escucharle. En esas luchas también viví muchas soledades. Muchos lo entenderán: un deseo tan hondo demoró en convertirse en palabra. Esa tarde comprendía que la vida cruzaba los caminos de muchos que habíamos conocido esa soledad. Esa tarde comprendí que este camino sería vivido en amistad. De eso se trataba: de confiar, de soltar, de saber compartir mi fragilidad, de aprender a amarme y amar a mis compañeros. El maestro y los niños del barrio me enseñaron a ponerle palabras a mi mundo interior. Yo no lo sabía. En esas palabras fui descubriendo también mi propio rostro, el que Jesús quería, el de verdad. Las experiencias vividas lo fueron dejando aparecer: el mes de ejercicios, el mes de hospital en el Cottolengo, el mes de trabajos humildes en el basural de Montevideo, el trabajo compartido junto a los compañeros de Antofagasta, las misiones en Quilmes peregrinando en el corazón de tantos; la fidelidad del trabajo de nuestros compañeros jesuitas en la Villa del Cerro y el cariño de su gente… la alegría y el dolor, la bondad, la música, la belleza de tantas vidas… todo eso fue el noviciado para mí: la experiencia de una amistad. En ellos, en los de cada día, el Padre me pone con su Hijo. En ellos renuevo la consagración que hice con mis votos. En ellos, es Él quien hace que en nuestras vidas se siga encarnando su sentido más sencillo y más profundo, porque hace de nosotros el cumplimiento cotidiano de su promesa: Yo estaré con ustedes… siempre. Este es su deseo. También el mío.

Fuente: vocaciones.jesuitas.cl

CVX Uruguay: talleres sobre discernimiento ignaciano

A fines del mes de junio, la Comision de Formacion de CVX en Urguay, organizó dos talleres sobre discernimiento ignaciano: «Dificultades y caminos para el discernimiento» y «Cómo acompañar el discernimiento de personas y comunidades». Estos espacios formativos estuvieron a cargo del P. Agustín Rivarola SJ.

Compartimos algunos ecos de lo vivido:

«Fue una invitación a seguir profundizando en esta herramienta tan enriquecedora que va más allá del momento que vivimos y que nos pide una pausa frente al caos de la rutina.» Mariana Amestoy

«Entendí que siempre lleva un proceso, en el discernimiento personal o al momento de acompañar, es importante comprender y acoger el tiempo necesario, confiando en que la acción del Espíritu Santo siempre es procesual.» Valentina Grasso

Lee los testimonios completos aquí:

Teología desde el centro de la ciudad

Texto de Victor Codina SJ

Hace casi 50 años escribí un artículo sobre teología desde un barrio obrero. Me preguntaba si la teología que había nacido en las comunidades cristianas y después crecido en catedrales, monasterios y universidades podía también cultivarse desde los barrios. Y respondía que sí, porque un barrio obrero, a pesar de todas sus limitaciones, es un lugar teológico privilegiado, porque en él se manifiesta la opción de Dios por los pobres y pequeños.

Me pregunto ahora, casi medio siglo después, si desde el centro de la ciudad puede surgir una reflexión teológica. En el centro de mi ciudad hay numerosos hoteles, siempre con turistas y ejecutivos jóvenes, especialmente en grandes convenciones como el World Mobile Congress . En la calle se escuchan todos los idiomas, especialmente el inglés. Estamos frente a un mundo globalizado y científicamente acelerado. ¿Tiene la teología alguna reflexión o mensaje para este nuevo mundo?

Desde mi habitación diviso el patio de un colegio, donde niños y niñas hacen gimnasia y juegan, con una incansable vitalidad. Las familias recogen a los niños por la tarde, siempre con bocadillos para la merienda; los domingos les acompañan a realizar deporte. Pero me pregunto: ¿qué va a pasar con estos jóvenes adolescentes si sufren bullying e intentan el suicidio? ¿Han sido preparados para una vida real, donde hay fracasos y, al final, muerte? ¿Qué futuro les espera a estos jóvenes: guerra?, ¿cambio climático?, ¿falta de agua?, ¿nuevas pandemias? ¿Han recibido alguna iniciación religiosa o cristiana?

Al lado de mi residencia hay una Iglesia, un templo, neobizantino, grande y con una solemne cúpula. La gran mayoría de la gente que participa son personas mayores. ¿Cómo y cuándo se rompió la cadena de la transmisión de la fe, de ancianos a hijos y nietos? Los jóvenes se apuntan con generosidad a varios voluntariados, pero muchas veces sin motivación religiosa o cristiana. ¿Hemos transmitido una Iglesia centrada en dogmas, ritos y normas morales, no en la vida, lo que provoca un rechazo instintivo en muchos jóvenes?

Frente a este templo hay un centro de gimnasia y fitness . Los domingos coinciden los mayores que salen de misa, con los jóvenes que entran el gimnasio. ¿Pura casualidad?

Desde la terraza contemplo contenedores donde la gente tira restos orgánicos y no orgánicos. A lo lejos se ven pasar continuamente aviones hacia el aeropuerto. ¿Nos tomamos en serio el cambio climático? Desde la terraza se divisa la catedral y algunas iglesias góticas: ¿son sólo monumentos culturales y museos del pasado? ¿Tiene la teología todavía algún mensaje para esta crítica situación?

Son muchas las diferencias entre la teología de los años 70 y la actual. Los problemas humanos y religiosos y cristianos se han radicalizado y agravado . El ambiente actual, aparentemente optimista, tecnocrático, consumista y secular, esconde en el fondo una sensación de impotencia ante el futuro, y un miedo al fracaso, a guerras, al cambio climático, a la crisis global ya la muerte.

La Iglesia, hoy sumamente desacreditada, no puede preguntarle al mundo moderno si cree en Dios, ni si existe Dios. Menos aún puede imponerle dogmas, leyes morales y ritos religiosos. Lo único que la comunidad cristiana puede comunicar al mundo de hoy es un anuncio profético y contracultural que ofrezca un sentido y un horizonte nuevo en la vida, la Novedad que puede vencer a la muerte, es decir, Jesús de Nazaret muerto y resucitado . Éste es el único mensaje que posee la Iglesia y la teología.

De ahí nacerá la esperanza, el compromiso por liberar el mundo y la historia de la muerte, edificar un mundo fraterno de hijos e hijas del Padre, bajo la fuerza y ​​el amor del Espíritu que continuamente renueva la faz de la tierra y todo lo fecunda y vivifica, aunque no le sintamos. La última palabra no la tienen los tecnócratas, ni las convenciones, ni el fitness , ni los templos vacíos de jóvenes, ni la pandemia , ni el cambio climático, ni el bullying , ni el suicidio, ni la guerra, ni la muerte. La última palabra surge del encuentro personal y comunitario con Jesús de Nazaret, nuestro Señor, que comparte con nosotros su Vida.

Fuente: https: blog.cristianismeijusticia.net

Marcelo Amaro SJ: «Todo don implica una tarea y ésta es la de unirnos a Jesús en hacer presente el Reino aquí y ahora.»

Reflexión del Evangelio – Domingo 25 de junio

Por Marcelo Amaro SJ

Evangelio según San Mateo 10,26-33.

Los dones que Dios nos da no son para que se limiten a ser vividos como beneficio propio, siempre son para construir la fraternidad del Reino en esta historia y en este mundo. De hecho, la gracia de Dios la acogemos verdaderamente en nuestra vida si redunda en amor y servicio hacia los demás. Si se queda encerrada en nosotros mismos, no quiere decir que Dios no nos la haya dado, pero claramente significa que no la hemos abrazado.

Por eso, Jesús nos dice que “Lo que les digo de noche díganlo en pleno día, y lo que escuchen al oído pregónenlo desde la azotea.” Y esto nos compromete al testimonio y al anuncio.

Con humildad y con verdad podemos descubrir el paso de Dios en nuestras vidas y las huellas que va dejando en nuestros corazones: la sensibilidad, la capacidad de compasión, la creatividad, nuestras destrezas, las cualidades que tenemos, el deseo de bien, todo es para amar y no para que los desperdiciemos en la búsqueda de reconocimiento o que se limiten asegurarnos bienestar. Todo don implica una tarea y ésta es la de unirnos a Jesús en hacer presente el Reino aquí y ahora.

Jesús conoce bien el corazón humano, por eso nos dice que no tengamos miedo, porque el temor nos paraliza, nos encierra en nosotros mismos y no nos permite vivir en plenitud. Con lucidez y con una atrevida valentía, el Señor nos dice: “No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, teman al que puede destruir con el fuego el alma y el cuerpo.” Es decir, si le vamos a tener miedo a alguien que sea a Dios y no a los hombres. No le tengamos miedo a la imagen que se puedan hacer de nosotros, ni al “qué dirán”; ni siquiera a la persecución ni a la muerte. Son fuertes las palabras de Jesús, pero ciertamente, Él las vivió radicalmente y tantos amigos suyos a lo largo de la historia que han vivido la fe en contextos conflictivos, estas palabras los llenas de fuerza y esperanza. Vale la pena el amor al modo de Jesús, cueste lo que cueste y digan lo que digan.

Si vas a tenerle miedo a alguien temele a Dios; pero, en realidad, a Dios no debemos temerle porque para Él contamos mucho; Él cuidará de nosotros.

Pidámosle a Dios la gracia de la confianza radical para que podamos reconocer los dones que nos da y la vocación a la que nos llama; y para que no nos paralice el miedo, ni a hablar, ni a morir y que tengamos la valentía de confesar a Jesús y la esperanza que nos trae frente a la gente de nuestro tiempo. Que Dios nos bendiga y fortalezca.

Fuente: radiomaria.org.ar

En camino sinodal desde Roma

Por María Luisa Berzosa González FI

Hace unas semanas, como sabemos, el Papa Francisco abrió la puerta del aula sinodal, no solamente a los obispos, para la asamblea de octubre próximo, sino también a mujeres y laicos del pueblo de Dios.

Mi valoración sobre este paso es muy positiva. Muy sorprendente, lo esperaba en algún momento sin tener idea de cuándo sería, pero ahora me ha llenado de alegría. Considero que Francisco va haciendo cambios paso a paso para ayudar a que la iglesia vaya siendo enteramente sinodal en su ser y en su actuar.

Por una parte, lo entiendo en coherencia con el proceso sinodal que estamos viviendo, es un Sínodo con elementos nuevos respecto de los anteriores y más inmediatos, y esta novedad radica entre otros elementos, en una invitación universal al Pueblo de Dios. Incluidas personas creyentes e increyentes.

Por tanto, la posibilidad de participar en la asamblea sinodal y de tener voz y voto, mujeres y laicos, es congruente, cómo digo, con el Sínodo de la Sinodalidad. Porque el discernimiento, la escucha, el encuentro, la reconciliación, no puede hacerse prescindiendo de una gran parte de la comunidad eclesial. Se hace más real la participación, comunión y misión, ejes centrales del Sínodo.

Creo que es un paso histórico que implica un cambio fuerte respecto a cómo estábamos viviendo nuestro ser eclesial, manteniendo quizá un poco en el olvido lo que ya el Concilio Vaticano II nos dejó como herencia eclesial.

Sí. Es una nueva puerta abierta que abrirá otras más, si caminamos a la escucha del Espíritu que habla también en los gritos, susurros y silencios de nuestro mundo y que nos dará la creatividad necesaria para encontrar las respuestas oportunas.

Por tanto, el cambio es dinámico, no estático. Confío en que sigan abriéndose más puertas y ventanas con nuevo aire para nuestra iglesia y para el mundo a cuyo servicio está.

¡Me gusta decir que la Sinodalidad ha venido para quedarse… y me lo creo!

Imagino que a algunos obispos, como a otras personas, pueden no agradarles ciertos cambios, sabemos que hay resistencias más activas o más pasivas, pero la vida se impone y ésta exige cambios, es dinámica y por otra parte siempre será más rico el diálogo plural como es la iglesia, y no solamente que una parte decida todo.

Agradezco a Francisco su firme decisión de acompañar el Sínodo con sus consecuencias. También soy consciente de que esa actitud es un compromiso fuerte para quienes nos sentimos parte activa de la iglesia, en seguir colaborando para que la puerta siga cada vez más abierta. Para que en nuestros entornos, amplios o reducidos, sigamos con actitud de apertura, de acogida, de inclusión.

Es urgente y necesario dejar de hablar de periferias, de márgenes, para que todos y todas podamos estar en el centro y, para ello, urge nuestra conversión personal y pastoral.

¡Muchas gracias, Hermano Francisco!

Reflexión: Yo lo siento así

Por Pedro Aliaga SJ

Cuantas veces hemos escuchado esta frase después de la opinión de que una persona, bajo capa de sinceridad, nos diera su opinión sobre algo que nos afecta directamente.

Y digo bajo capa de sinceridad porque parece que, a veces, nos aprovechamos de ésta para arrojar sobre otra persona nuestra opinión, dejando sacar al inconsciente e incontinente que llevamos dentro.

Esta incontinencia bajo capa de transparencia, honestidad, o sinceridad lo que deja claro es que no siempre ponemos en el centro a la persona que tenemos enfrente.

Cuando queremos a alguien no le soltamos aquello que no pueda digerir. Como con la alimentación, vamos amoldando el menú según la capacidad de digerir y masticar con las necesidades que tenga la persona. Cuando somos tan poco empáticos, nuestra escucha activa queda anulada, dejando así a la persona que queremos ayudar atrapada por nuestro propio juicio.

Y cuantas veces lo que sentimos puede nublar nuestro juicio frente a una realidad concreta. Ya no solo es el hecho de no escuchar al otro, es el que nosotros podamos proyectar en el otro nuestros miedos, prejuicios, …, vamos, nuestra película. Y esto no ayuda porque podemos manipular la realidad que está viviendo esta persona, a la que queremos ayudar. Y eso es tierra sagrada.

Ante lo cual, mucho sentido común. Menos hablar y más escuchar. Más ser y estar que dar soluciones. Solo acompañar. Porque no nos pertenece lo que está viviendo esa persona. Porque cuando echamos la vista atrás y recordamos momentos de crisis, lo que realmente valoramos no son las palabras sino la presencia del Amigo fiel que nos ha sostenido para empezar a descubrir lo que había dentro de mí.

Fuente: pastoralsj.org