Semana Santa: El camino de la Esperanza

Esto significa que la Semana Santa es la fiesta de la esperanza, una esperanza de talante espiritual (basada en la fe y en la confianza en Dios) y no psicológico (el rasgo del optimismo).  La Resurrección abre la posibilidad de futuro, y, por ende, la esperanza se torna compromiso.

Por el Padre Tony Mifsud s.j.

 En su primera exhortación apostólica, Evangelii gaudium (24 de noviembre de 2013), el Papa Francisco observa: “Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre.  Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo.  El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos.  Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad (2 Co 12,9)” (No 85).

Esta convicción es la que se celebra en Semana Santa.  El Domingo de Pascua da sentido al Viernes Santo.  Es la celebración de la vida en medio de la muerte, porque ésta ya no tiene la última palabra.  En la Resurrección el Padre Dios proclama a la Persona de Jesús de Nazaret como el Cristo de la fe, avalando su vida, sus palabras, su proyecto y sus promesas.  Jesús es el mismo Dios entre nosotros, el Emanuel.  Como afirma san Pablo, si Jesús no hubiese resucitado, entonces vana es nuestra fe, porque Jesús sería una persona extraordinaria, pero nada más.

Lamentablemente, la tradición tiende a identificar la Semana Santa unilateralmente con el dolor y la muerte.  Pero Jesús resucitó y, por ende, lo que se celebra es el triunfo de la vida por sobre la muerte.  Es la fiesta de la esperanza en medio de las situaciones de muerte.

En un primer tiempo, la imagen central de la fe consistía en la figura del Buen Pastor que carga en sus hombros a la oveja perdida.  Pero, en una segunda etapa, esta imagen se cambió con la cruz.  Estrictamente hablando, la cruz sólo representa una dimensión del misterio pascual.  Lo más apropiado sería un Jesús resucitado que sale de la cruz en su camino hacia el Padre.  El dolor del Viernes Santo no se entiende sin el gozo del Domingo de Pascua.

Esto significa que la Semana Santa es la fiesta de la esperanza, una esperanza de talante espiritual (basada en la fe y en la confianza en Dios) y no psicológico (el rasgo del optimismo).  La Resurrección abre la posibilidad de futuro, y, por ende, la esperanza se torna compromiso.  El proyecto de Jesús, proclamado como la Buena Noticia, consiste en la filiación divina que tiene como consecuencia la fraternidad humana.  Al proclamar a Dios como Padre, como Abba (papito), se nos invita a reconocernos como hijos e hijas de Dios, lo cual, a su vez, nos compromete a tratar y hacer de los demás hermanos y hermanas, porque somos hijos e hijas del mismo Padre.  Es la oración del Padre nuestro que nos enseñó el mismo Jesús.

Jesús Frente a Pilato: Propuesta de Oración para el Jueves Santo

Compartimos una ayuda para la oración propuesta por Gonzalo Zarazaga SJ que invita a contemplar los momentos en los que Jesús dialoga con Poncio Pilatos, antes de ser condenado a muerte; narrados en el Evangelio de Juan.

Juan 18, 28-19, 16ª

Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era temprano. Ellos no entraron en el pretorio para evitar contaminarse y poder comer la Pascua.  Pilato salió afuera, a donde estaban, y les preguntó; “¿De qué acusáis a este hombre?”. Le contestaron: “Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado”. Les replicó Pilatos  “Pues tomadlo y juzgadlo según vuestra legislación”. Los judíos le dijeron: “No nos está permitido dar muerte nadie” – Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tenía que morir- . Entró de nuevo Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús respondió: “¿Los dices por tu cuenta o lo han dicho otros de mí?”. Pilato le respondió “¡ni que yo fuera judío! Tu nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?”.  Contestó Jesús: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo , mis soldados habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Ahora bien, mi reino no es de aquí”. Le dijo Pilato: “Entonces, ¿tú eres rey?”. Jesús contestó: “Tú lo dices. Yo soy rey: para esto he nacido, para eso he venido al mundo, para atestiguar la verdad. Quien está de parte de la verdad, escucha mi voz”

Le dice Pilato: “¿qué es la verdad?”. Dicho esto, salió de nuevo a donde estaban los judíos y les dijo: “No encuentro en él culpa alguna. Pero es costumbre vuestra que indulte uno por Pascua. ¿Queréis que os indulte al rey de los judíos?”. Volvieron a gritar: “A ese no, a Barrabás”. Barrabás era un asaltante.

443px-What_is_truth

Entonces Pilato se hizo cargo de Jesús y lo mandó azotar. Los soldados entrelazaron  una corona de espinos y se la pusieron en la cabeza; lo revistieron con un manto púrpura, y acercándose  a él le decían: “¡Salve Rey de los judíos!”. Y le daban un bofetón. Salió otra vez Pilato afuera y les dijo: “Mirad, os lo saco para que sepáis que no encuentro culpa alguna en él”. Salió, pues, Jesús afuera, con la corona de espinos y el manto púpura. Pilato les dice: “Aquí tenéis al hombre”.

Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Les dice Pilato: “Tomadlo vosotros y crucificadlo, que yo no encuentro culpa en él.” Le replicaron los judíos: “Nosotros tenemos una ley y según esa ley debe morir porque se ha hecho hijo de Dios”.

Cuando Pilato oyó aquellas palabras, se asustó mucho. Entró en el pretorio y le dijo de nuevo a Jesús: “¿De dónde eres?”. Jesús no le dio respuesta. Le dice Pilato: “¿A mí no me hablas?¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?”. Le contestó Jesús: “No tendrías poder contra mí si no te lo hubiera dado el cielo. Por eso, el que me entrega es más culpable”.

A partir de entonces, Pilato procuró soltarlo, pero los judíos gritaban: “Si sueltas a ese, no eres amigo del César. El que se hace rey va contra el césar”. Al oír aquello, Pilato sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gábbata. Era la víspera de la Pascua, al mediodía. Dice a los judíos: “Ahí tenéis a vuestro rey”. Ellos gritaron: “¡Afuera, afuera, crucifícalo!”. Los sumos sacerdotes contestaron “No tenemos más rey que el Cesar”. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.

Ayudas para la Oración

1° Leemos con atención el relato del encuentro de Jesús con Pilato.

2° Nos ponemos en presencia de Dios.

Procuramos sentir que nos invita a adentrarnos en el misterio de su persona, de su amor y de su entrega. (…)

3° Composición viendo el lugar.

comenzamos nuestra meditación intentando recrear en nuestro interior los lugares que nos sugiere la narración. De la casa de Caifás, Jesús es llevado al pretorio para comparecer ante Pilato. Todavía está oscuro. El juicio se realiza al amparo de las tinieblas. Los judíos se quedan afuera para no contaminarse y poder celebrar la Pascua. Otra vez la sutil ironía de Juan: los que pretenden permanecer puros para participar de la Pascua son los que se quedan afuera de la Pascua eterna (…)

4° Pedimos acompañar  a Jesús en su Pasión.

Pedimos la gracia de participar personalmente y desde dentro del encuentro con Jesús. (…)

5° Contemplamos a las personas, a los judíos que acusan a Jesús.

Odiaban a los romanos. Detestaban ver la tierra prometida ocupada y gobernada por paganos que nada tenían que ver con el pueblo elegido y la historia de Israel. Les costaba entender los designios de Yavé, que una y otra vez los dejaba en manos de dominadores extranjeros. Con todo, al menos los romanos les permitían practicar el culto y cumplir con sus ritos y costumbres, siempre y cuando pagaran el tributo y no se rebelaran contra las disposiciones romanas y la autoridad del César. Habían alcanzado así un cierto entendimiento y equilibrio que les permitía a los sacerdotes , escribas y fariseos , conservar algo de poder y autoridad frente al resto del pueblo. Desde esa posición veían a Jesús como un advenedizo con pretensiones mesiánicas que venía a cuestionar su autoridad, poniendo en peligro  el delicado equilibrio alcanzado. Ante esa amenaza, habían decidido que era “preferible que uno muriera por el pueblo”. Ello implicaba establecer que era más importante conservar el estado de situación que era escuchar a Jesús. El evangelista destaca la violencia de las pasiones y los intereses en juego: cada vez que pilato sale para hablar con ellos y hacerles recapacitar, los judíos “gritan”, “vociferan”. No quieren hablar ni escuchar.

6° Contemplamos a Pilato.

También está profundamente, aferrado a su poder, dominado por sus intereses y el deseo de conservar el actual estado de cosas. (…)

Pilato cree que todo el problema reside en que Jesús pretende ser el rey de los judíos. Pero se encuentra con que Jesús afirma ser rey a secas, que no es solo un rey más de este mundo, y que incluso la autoridad de Pilatos depende de sus designios. Pilato se siente tan enredado que ya no sabe cómo salir. Jesús le ofrece abrirse a la verdad pero Pilato no la quiere. “¿Qué es la verdad?”, pregunta. En el fondo, no busca la verdad . Huye. No es eso lo que le importa. En seguida se escapa de la mirada de Jesús: “al decir esto, salió nuevamente”. Buscando la salida más fácil, la voluntad de Pilato de hacer, mínimamente lo correcto se resquebraja cada vez más. Se va dejando manipular por las presiones. Finalmente cede creyendo que así se desentiende de un problema de que él no es responsable. Lo “entrega” pero se lava las manos sugiriendo que son los judíos quienes lo matan, cuando en realidad, sólo él tiene la potestad de hacerlo.

7° Contemplamos y escuchamos a Jesús.

El texto no menciona para nada a los discípulos. Probablemente ya ha huído y se han dispersado. En apariencia, Jesús está completamente solo. Pero el lector sabe que el Padre está con él, listo para resucitarlo y coronarlo en la gloria. En contraste con Pilato, Jesús se muestra seguro y firme. En todo momento se muestra sereno. Ya ha decidido frente al Padre lo que tiene que hacer y no duda. (…)

Todo el relato quiere presentar, ante los ojos de quien contempla, la imagen de Jesús como un rey humilde que, sentado sobre una tarima elevada con una corona de espinas y un manto rojo sobre los hombros, viene a inaugurar el nuevo reino de Dios, un reino distinto a todo lo esperado y conocido. En giros lleno de ironía es el mismo Pilato el que hace las  presentaciones . Primero anuncia: “He aquí al hombre”. Los lectores del evangelio saben que detrás de las palabras de Pilato se descubre una gran verdad: Jesús es el hombre nuevo, el nuevo Adán, el Mesías esperado por Israel, el “hijo del hombre” prometido que ya ha llegado del cielo para inaugurar el reino de Dios. Más adelante, cerrando toda la escena, rematará afirmando “Aquí tenéis a vuestro rey”. (…)

8° Terminamos con un coloquio a Jesús.

Podemos darle gracias , por su amor, por su entrega por nosotros. Podemos pedirle sentirlo vivo, presente y resucitado en medio de nosotros. Podemos preguntarle por la verdad, por nuestra verdad. O podemos sencillamente, postrarnos en silencio y adoración ante la imponente imagen de este rey completamente entregado, coronado de espinas , que sólo quiere servir, y que no reconoce otra forma de reinar.

 

Pasión de Jesús – Propuesta de Oración para el Viernes Santo

Compartimos una ayuda para la oración propuesta por Gonzalo Zarazaga SJ que invita a contemplar los últimos momentos de la vida de Jesús, narrados en el Evangelio de Juan.

Juan 19, 16b-42 – Pasión: Crucifixión y muerte de Jesús.

Se lo llevaron y Jesús salió cargando él mismo con al Cruz, hacia un lugar llamado La Calavera, en hebro Gólgota. Allí lo crucificaron con otros dos: uno a cada lado y en medio, Jesús.

Pilato había hecho escribir un letrero y clavarlo en la Cruz. El esrito decía “Jesús, el Nazareno, Rey de los judíos”. Muchos judíos leyeron el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes dijeron a Pilato: “No escribas: ‘Rey de los judíos’, sino: ‘este ha dicho: Soy el rey de los judíos’”. Pilato contestó: “Lo escrito, escrito está”.

Cuando los solados hubieron crucificado a Jesús, tomaron su ropa y la dividieron en cuatro partes, una para cada soldado; aparte la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida de arriba abajo, de una pieza. Así que se dijeron: “No la rasguemos; vamos a sortearla, para ver quién le toca”. Así se cumplió lo escrito: “Se repartieron mis vestidos y se sortearon mi túnica”. Es lo que hicieron los soldados.

Junto a  la Cruz de Jesús estaba su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y a la lado al discípulo predilecto, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Después dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento, el discípulo la llevó a su casa”.

Después, sabiendo que todo había terminado, para que se cumpliese la escritura, Jesús dijo: “Tengo sed”. Había allí un jarro lleno de vinagre. Empaparon una esponja en vinagre, la sujetaron a un hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús tomó el vinagre y dijo: “Todo se ha cumplido”. Dobló la cabeza y entregó el espíritu.

Era la víspera del sábado, el más solemne de todos; los judíos, para que los cadáveres no quedaran en la cruz el sábado, pidieron a pilatos que les quebrasen las piernas y los descolgasen. Fueron los soldados y quebraron las dos piernas a los dos crucificados con él. Al llegar a Jesús, viendo que estaba muerto, no le quebraron las piernas; sino que un soldado le abrió el costado de una lanzada. Al punto brotó sangre y agua.

El que lo vio lo atestigua y su testimonio es fidedigno. Sabe que dice la verdad para que creáis vosotros. Esto se cumplió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán ningún hueso”; y otra Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron”.

Después de esto,. José de Arimatea, que en secreto era discípulo por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cadáver de Jesús. Pilato se lo concedió. Él fue y se llevó el cadáver. Fue también Nicodemo, el que lo había visitado en una ocasión de noche , llevando cien libras de una mezcla de mirra y aloe. Tomaron el cadáver de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto y en él un sepulcro nuevo en el que nadie había sido sepultado. Como era la víspera de la fiesta judía y como el sepulcro estaba cerca, colocaron allí a Jesús.

AYUDAS PARA LA ORACIÓN

1° Leemos muy pausadamente el texto en que Juan nos narra la crucifixión , muerte y sepultura de Jesús. (…)

2° Nos ponemos en presencia de Dios

Procuramos sentir la solemnidad del momento que vamos a contemplar. Sentimos la presencia de Dios… tal vez percibiendo su mismo silencio.

3° Composición viendo el lugar

Intentamos hacernos presentes en la escena. Podemos contemplar  a Jesús, que en la hora decisiva asume plenamente su muerte, carga la cruz sobre sus hombros y la lleva él mismo para realizar y la lleva él mismo para realizar la misión que el Padre le ha encomendado. Acompañamos a Jesús contemplando tanto el camino como el lugar donde va  a realizarse la crucifixión.

4° Pedimos acompañar a Jesús en su camino, en su muerte y entrega.

Pedimos asomarnos al misterio del amor de Dios que se entrega por nosotros poniéndose en nuestras manos. En los Ejercicios Espirituales, al llegar a esta instancia, Ignacio indica que conviene pedir los mismos sentimientos que Jesús. Queremos poder participar, aunque sea mínimamente del amor de Jesús. (…)

5° Contemplamos y escuchamos a Jesús.

Vemos a Jesús llegar al lugar de la crucifixión. Juan no nos dice nada del camino hasta el Gólgota. (…) Todos guardan silencio. Nadie interviene. Jesús ocupa toda la escena. Él es, en verdad, el único protagonista de los sucesos. Su desición de abrazar ‘su hora’ es la que marca la sucesión de los acontecimientos. Todo está en función de mostrar a Jesús como el sumo sacerdote que ofrece voluntariamente el sacrificio definitivo, entregándose a sí mismo como cordero pascual que derrama su propia sangre para la purificación de los pecados. En virtud de ese sacrificio, Jesús se convierte en rey en ese mismo trono elevado en la cruz.

(…)

Solo al final, cuando ‘la hora’ ya se ha consumado, veremos actuar a José de Arimatea y a Nicodemo. Ellos, que seguían a Jesús de lejos y en secreto “ por temor a los judíos” se muestran saliendo a la luz, comprometiéndose y pidiendo el cuerpo del Señor. Adelantan así, la valentía que alentará a los discípulos tras la resurrección. El discípulo ya no podrá esconderse ni dejarse paralizar por el temor . Se acerca la hora en que quien cree tendrá que decidirse, salir a dar la cara, comprometerse siguiendo el mismo camino que Jesús.

(…)

6° Contemplamos a las demás personas.

En su relato de la crucifixión – a diferencia de lo que hacía ante los signos que realizaba Jesús – Juan ya no menciona las reacciones, sentimientos o comentarios de quienes participan o asisten a los acontecimientos. No se habla de dos ladrones, sino de “otros dos”. Tanto las mujeres como el discípulo amado permanecen quietos y el silencio al pie de la cruz. La contemplación de la escena nos permite, sin embargo, en la libertad de nuestra oración personal, contemplar esos personajes, ver sus rostros, penetrar su silencio. Puedo intentar percibir sus sentimientos para confrontarlos con los míos, con mis propias actitudes y sentimientos ante el sufrimiento y la cruz. Podemos intentar hacernos presentes al pie de la cruz para sumarnos al silencio orante tanto de María como del discípulo amado.

7° Terminamos con un coloquio con Jesús puesto en cruz.

Buscamos que los sentimientos de Cristo, su amor incondicional , su entrega, nos invaden y superen. Dejamos que surja allí lo que nos sale decir, agradecer y pedir ante esta locura de amor de la cruz. (…)

 

Jesús y Tomás: Propuesta de Oración para el Domingo de Gloria

Compartimos una ayuda para la oración propuesta por Gonzalo Zarazaga SJ que invita a contemplar uno de los encuentros de Jesús Resucitado con sus discípulos, narrado en el Evangelio de Juan.

Juan 20, 19-31

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor . Jesús repitió: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió, así los envío yo a ustedes”. Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciba el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los mantengan les quedarán mantenidos.”

Tomás, que significa Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. El replicó: “Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de su costado, no creeré”.

A los ocho días estaban de nuevo dentro de los discípulos y Tomás con ellos. Vino Jesús a puertas cerradas, se colocó en medio y les  dijo: “La paz esté con ustedes”. Después dice a Tomás: “Mete aquí el dedo y mira mis manos; trae la mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, antes cree.”

Le contestó Tomás: “Señor mío y Dios mío”. Le dice Jesús: “Porque me has visto, has creído; dichosos los que crean sin haber visto”. Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están consignadas en este libros. Estas quedan escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida por medio de él.

 

Ayudas para la Oración

1° Leemos lentamente el relato de la manifestación de Jesús a sus discípulos.

Lo hacemos buscando detectar los detalles para poder después reflexionar sobre ellos.

2° Nos ponemos en presencia de Dios.

3° Composición viendo el lugar.

Tratamos ahora de presenciar la escena, captar la atmósfera que la rodea. Vemos a la primera comunidad cristiana reunida en oración, buscando sostener y profundizar su fe en un mundo hostil. Tal vez ya habían comenzado a repetir en la Eucaristía los gestos que Jesús les había transmitido en la última cena.

4° Pedimos la gracia que deseamos alcanzar.

Sin apuro. (…) Pedimos percibir los signos de la presencia de Jesús resucitado que viene a nuestro encuentro para comunicarnos el Espíritu que nos hace hijos y discípulos. Él está esperándonos como a María Magdalena o a Tomás. Pedimos sentir sobre nosotros el dulce soplo de Jesús. Nos ponemos a disposición de abrirnos a la misión y a los dones del Espíritu: la paz, la alegría, el don de perdonar. Pedimos sentirnos hijos, llamados, enviado a continuar la misión de Jesús.

5° Vemos a los discípulos reunidos.

No se nos dice exactamente quiénes son ni dónde están. El evangelio se dirige todas las comunidades cristianas de todos los tiempos. Son cristianos comunes, con sentimientos comunes. El evangelista señala particularmente el temor . Temor de no estar a la altura de la misión, de no destacar como un discípulo amado. Temor a sufrir. Temor a la cruz, al fracaso, al rechazo, a las humillaciones. A todos se les manifestará Jesús. Él transforma el interior de cada uno. Percibimos ese momento en que los discípulos ‘reconocen’ a Jesús y se llenan de alegría. De golpe, su temor se convierte en paz, en gozo, en deseos de perdón y envío. Vemos sus rostros al percibir el soplo de Jesús y recibir su misión. (…)

6°. Contemplamos a Tomás

Tomás ha comenzado a tomar distancia de la comunidad. En él, los temores se mezclan con su natural escepticismo. Jesús ha muerto, ¿cómo creer todavía en su presencia?, ¿Para qué reunirse, rezar, repetir sus gestos? Un domingo, Tomás decidió que ya no iría  a reunirse con los suyos. Todo hace pensar que los discípulos fueron en busca de Tomás. Querían cumplir su misión de testigos y enviados.(…) Cuando Jesús le sale al encuentro, le comunica su paz y se pone a su disposición para que vuelva a abrir sus llagas, Tomás queda profundamente conmovido y transformado “¡Señor mío y Dios Mío!”. Escéptico y descreído Tomás es el primero y el único de todo el evangelio en llamar propiamente Dios a Jesús de Nazareth.

7° Contemplamos y escuchamos a Jesús resucitado.

Jesús siempre se da, se ofrece. Está ahí, vivo, esperando el encuentro con los suyo. Como no podía ser de otra manera, vuelve entonces a manifestar su presencia en medio de la comunidad que intenta escucharlo. Aparece sin estruendos, comunicando la paz, insuflando su Espíritu que transmite consuelo , alegría y perdón.

(…)

Tampoco Tomás descuida a Jesús, también él lo espera . También a él lo estaba cuidando, atento a su proceso interior. Lo conoce. Confía en que ya va a volver.

8°. Termino con un coloquio con Jesús

Jesús está presente, esperándome para darme consuelo y comunicarme los dones de la paz y la alegría. Escucho cómo me habla. (…) Termino rezando el Alma de Cristo.

 

Reflexión del Evangelio – Domingo de Ramos

Evangelio según San Lucas 19, 28-40

Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ‘¿Por qué lo desatan?’, respondan: ‘El Señor lo necesita’”. Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: “¿Por qué lo desatan?”. Y ellos respondieron: “El Señor lo necesita”. Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: “¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”. Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Pero él respondió: “Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras”.

Reflexión del Evangelio – Pablo Michel SJ 

Hoy, domingo de ramos, Jesús vuelve a entrar en Jerusalén. Hoy, en tantas partes del mundo, nos reuniremos como pueblo para recibir a nuestro humilde Rey con ramos de olivos. Hoy, volveremos a alabar a Dios Padre por la presencia milagrosa de Jesús en nuestras vidas.

El domingo de ramos es la gran puerta que se nos abre todos los años para que entremos en la Semana Santa. Nos disponemos una vez más a actualizar el misterio de la pasión de Jesús, de su amor hasta el extremo, y de su resurrección. No será entonces un simple recuerdo, sino recurrir a la memoria que tiene la fuerza de traer al presente aquello que amamos, la memoria que tiene la fuerza de actualizar hoy el misterio central de nuestra fe.

Por eso es hoy que Jesús vuelve a entrar en Jerusalén. Por eso el domingo de ramos es un día de tanta ilusión y alegría. El Señor de los milagros se sienta sobre un sencillo asno y entra en la ciudad santa, en nuestro barrio, se dirige a nuestra capilla, camina hacia nuestra parroquia. Jesús viene, traigan sus ramos, avisen a los vecinos… Se suele decir que es el domingo del año que más gente acude a la iglesia. No me extraña, nos adentramos en la semana más vibrante del año, en la que está todo por vivirse nuevamente, la ilusión está intacta, todo es esperanza. Si no lo aclamamos nosotros hoy, lo harán las piedras…

Sabemos que la Semana Santa será de una tensión en aumento. En esta semana Jesús desplegará toda la fuerza de su mensaje, realizará gestos que no olvidaremos jamás, e instituirá la Eucaristía, la fuente y el destino de nuestra vida. Pero nuestra esperanza e ilusión estallarán en mil pedazos el viernes, como un frasco de perfume. La misma liturgia de hoy nos lo adelanta abruptamente con la lectura de la pasión. Jesús cenará con nosotros por última vez el jueves, y entregará su vida el viernes en la cruz. Aunque probablemente muchas personas acudirán al vía crucis y caminarán junto a Jesús, ya no serán tantas como hoy, domingo de ramos. En la adoración de la cruz del mismo viernes, seremos aun muchos menos. El sábado, un silencio de expectación volverá a llenar el mundo. Es justo allí donde culmina la lectura de la pasión que leemos en la Misa de hoy.

 Será en ese silencio sepulcral que volveremos a preguntarnos por nuestro destino como seres humanos. Volveremos a preguntarle a Dios qué tiene para decirnos frente al muro oscuro e infranqueable de la muerte. Y el sábado, durante la noche más santa de todas, Dios Padre volverá a darnos su respuesta.

 Hoy, de nuevo, el domingo de ramos es la puerta. Podemos pasar…

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe 

Decidir a Dios

Al arte de descubrir la manera que tiene Dios de hablarnos y hacerse presente en nuestra existencia lo llamamos discernimiento.

En la vida de toda persona hay una sed de sentido que puede llenarse de muchas maneras. Dios atrae a las personas y se hace presente en su vida a través de personas, situaciones o experiencias. Al arte de descubrir la manera que tiene Dios de hablarnos y hacerse presente en nuestra existencia lo llamamos discernimiento. Desarrollar esta capacidad implica conocer las propias potencialidades, gestionar mis límites, poder integrar todas las facetas de mi vida en un relato consonante con Dios y el Evangelio. Pero hay una decisión primera; y esta es Dios mismo. ¿Quiero que Él sea lo más importante en mi vida? ¿Creo que me propone un proyecto? ¿Que Jesús me llama a algo? Por eso, antes de preguntarse qué cosas de Dios elijo en mi vida, o qué proyecto concreto quiere Dios para mi vida, tengo que preguntarme si elijo a Dios.

¿Cuáles son las condiciones para ponerse en camino? Honestamente sólo es necesario lo que San Ignacio llama ánimo y liberalidad. Hace falta generosidad e ir a por todas. Si interiormente tienes la intuición de que Dios te pide que ordenes tu vida o, quizás, te llama a plantearte la manera cómo le vas a seguir en tu vida, pues conviene poner medios y, por encima de todo, empezar el camino desde la disposición a que sea Él quien lleve la iniciativa.

Decidir a Dios, pues, implica apostar por tres cosas principalmente: la primera es encontrar un espacio permanente en tu vida para el encuentro con el Señor (la oración y, sobretodo, el examen del día). La segunda apuesta es por el acompañamiento, abriendo el corazón a tu acompañante para poner palabra a cómo el Señor está haciéndose presente en la propia vida. Es un espacio de comprensión del lenguaje de Dios en tu vida. ¿En qué situaciones te encuentras al lado del Señor? La última apuesta es a la vida comunitaria, ya que el Señor nos encuentra en nuestra vida cotidiana, y encontrar compañeros de camino con los que vivir la relación con Dios no es accesorio.

Fuente: jesuitas.es

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 7 de Abril

Evangelio según San Juan 8, 1-11

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno –le dijo Jesús–. Vete, no peques más en adelante”.

Reflexión del Evangelio – Por Emmanuel Vega SJ 

El Evangelio de este 5º Domingo de Cuaresma, nos sitúa en una escena potencialmente dramática: una mujer es presentada en medio del pueblo y ante Jesús (por escribas y fariseos) para que sea apedreada por su pecado. La muerte misma, con todo su potencial destructor, se hace presente asumiendo el ropaje de trampa y engaño. Y nadie parece advertirla; a nadie parece conmover. Una persona está a punto de ser asesinada y, la maldad naturalizada en el pueblo y en sus referentes, les impide percibir tal suceso como una locura.

Detengámonos un poco en los personajes presentes en el texto evangélico, a fin de poder “sacar algún provecho” para nuestras vidas [EE 106].

En primer lugar, nos encontramos con los escribas y fariseos. Estos se acercan a Jesús con aire adulador: lo primero que le dicen -al verlo- es “Maestro”. ¿Cuántas veces, nosotros -presos de adulaciones fútiles- negociamos nuestros valores por unas pocas caricias a nuestro ego? Por otro lado, vemos que estos escribas y fariseos, cegados por su obstinado cumplimiento de leyes muertas, se llevan por delante la vida humana: su única preocupación es poner a prueba los criterios y valores que mueven a Jesús. La mujer, para ellos, es un mero útil: necesario sólo en la medida en que les sirve para arrinconar a Jesús. Ante esta realidad triste, cabe preguntarnos, ¿uso a los demás como ‘medios’ para dar cumplimiento a mis intereses personales? ¿Qué cosas me roban el corazón, al punto de convertirse en ídolos demandantes de sacrificios?

En este relato, a su vez, aparece un personaje un tanto peculiar: el pueblo. Una muchedumbre que, por momentos, pareciera vender su curiosidad y adhesión al mejor postor. Una muchedumbre que no toma partido, sino que -con los mismos escribas y fariseos- se marcha (tal vez con sus piedras en las manos) dejando solo a Jesús con la mujer acusada. En muchas ocasiones la indiferencia nos acecha como un mal inadvertido, pero raudo y eficiente en sus conquistas. Tiene el gran poder de secarnos el corazón, de convertirnos en piedras o autómatas insensibles a la vida del Reino que florece en todas partes. El pueblo, aquí, se comporta como los tibios descritos en el Apocalipsis (Ap. 3, 15 – 19).

Finalmente, nos encontramos con Jesús y la mujer acusada. Ella no musita palabra alguna durante casi todo el relato. Su pasividad abruma: es llevada por otros y sólo habla cuando Jesús le dirige la palabra -para decir apenas: “nadie Señor”. El Señor se muestra, en todo momento, como dueño interior de la situación: no se desespera ni se irrita, no entra en discusiones inútiles… se limita a reescribir la Ley anquilosada en el suelo cambiante y a ofrecer un espacio en donde todos puedan reconocerse -desde lo hondo- pecadores.

Ojalá escuchemos hoy, como en aquellos tiempos, que Jesús -mirándonos con ternura a los ojos- nos dice: “Yo tampoco te condeno”. Y que la paz que surja de esa experiencia nos conduzca a compartirla con los hermanos; que la alegría sea en nosotros el modo como Dios se hace presente en la historia; que el amor que nos suscite su mirada, nos lance con pasión y ternura a la aventura de construir un mundo nuevo. Un mundo más justo, un mundo de hermanos. Un mundo donde “Dios sea todo en todos” (1 Cor 15, 28).  ¡Ojalá pintemos de colores -con nuestras acciones y palabras- este mundo muchas veces gris!

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

‘En la vida espiritual nunca dejamos de crecer’ – Emmanuel Sicre SJ

Compartimos parte de una ‘entrevista’ realizada al P. Emmanuel Sicre SJ, durante el programa ‘Noche Joven’ de Radio María Joven que se emite por Radio María Argentina los miércoles por la noche. La temática de la conversación giró en torno a la vida de oración, el descubrir la propia interioridad  y el diálogo con Dios. 

En lo que respecta a la oración o el discernimiento es una novedad para todos: para los que tienen muy poca idea o aún no hayan podido encontrarle el gusto dentro de su camino será toda una novedad. Para los que ya hayan dado algunos pasitos, siempre hay mucho más por dar; osea que está todo por decirse y todo por hacerse.

Me imagino. Ciertamente, en la vida espiritual, nunca terminamos de crecer: es como un Misterio porque uno nunca se gradúa en esto. Siempre hay hilo para seguir tirando del ovillo.

En tu experiencia con jóvenes, acompañando: ¿cómo introducís a quien está dando sus primeros pasos? ¿Cómo les presentas la oración como un camino importante para la vida de cualquier persona?

Creo que la vida de oración empieza cuando podés hacerte una pregunta y cerrar los ojos. Todos los seres humanos estamos habitados por muchas preguntas, por cuestiones por responder, por inquietudes, por dudas existenciales, y cuando esas preguntas llegan a nuestro interior, a nuestro corazón, es lindo cerrar los ojos y encontrar adentro las voces que van tratando de dar respuesta a las cosas que nos pasan adentro.

Hay algo que nos sirve mucho en el trabajo cotidiano que nosotros hacemos en el Colegio y también con los jóvenes universitarios, que es la ‘Pausa Ignaciana’. Es como un pequeño ‘parar la pelota’ para ver ‘cómo va el partido’, qué está pasando… cuando te animás a hacer esa pausa, a parar un poco , respiras hondo, cerrás los ojos y empiezan a emerger, desde lo más profundo, lo que estamos viviendo. Cuando dejamos que aparezcan estas cosas que nos vienen pasando dentro, podemos ‘conversar’ con ellas.

¿Qué es esto que me está pasando? ¿Qué es esto que estoy sintiendo? ¿Qué son estas personas que están habitando mi interioridad? Que pueden ser las personas más cercanas, las que más amamos, o aquellas con las que tenemos algún conflicto ¿no? De esa manera, la oración se convierte en algo que habla de la propia vida, de esto que vamos viviendo: qué es lo que quiero, a quiénes tengo que querer, quiénes me cuestan más. Y todo esto, hecho con los ojos cerrados, y tratando de preguntarle a Dios, nos trae como un eco desde el fondo de nuestro corazón que hace que sintamos que estamos hablando con alguien. Nos sentimos escuchados. Y al sentir eso, ya estamos ante la presencia de Alguien que no somos nada más que nosotros con nuestro mundo interior.

Nuestro mundo interior está siempre habitado por Dios. Entonces, cuando nos animamos a cerrar los ojos, a respirar profundo y a dejar que broten desde dentro las cosas que vivimos, Dios también las toma para darnos algún mensaje, para traernos paz, para decirnos algo que puede ser importante en ese momento de la vida que estamos atravesando.

A veces hay situaciones complejas, crisis familiares, o dificultades con el estudio, preguntas sobre la vocación, como ‘¿qué voy a hacer de mi vida?’; o sobre el noviazgo, si me quiere o no me quiere, o cómo querer más a una persona, cómo quererla bien… Todas esas preguntas pueden ser llevadas a la oración. Y nosotros, los seres humanos, somos los únicos, en toda la creación, capaces de hacer este ejercicio de mirar para adentro. Y eso es hermoso, porque cuando podemos mirar para adentro descubrimos que no estamos solos, aunque a veces experimentemos sensaciones de vacío o de soledad muy grandes . Si nos animamos a permanecer con los ojos cerrados, tratando de que Dios se haga presente, o nosotros, estando presentes para él en nuestro propio corazón, verdaderamente vamos a sentir que no estamos solos. Y que lo que estamos viviendo puede ser contenido, escuchado por esa presencia de Dios.

Pensaba Emma en esto que dijiste primero en torno a intentar hacer esta pausa y cerrar los ojos lo difícil que es para nuestra cultura, y para el ritmo que llevamos los jóvenes , en el que pareciera que es todo ‘para afuera’: con mucha energía e intensidad, cuánto nos cuesta generar estos espacios de pausa, donde poder conectarse con lo que uno vive, siente y piensa.

Ciertamente. A veces da esta sensación de que estamos viviendo ‘para afuera’. Justamente, una vez hablaba con alguien que decía: ‘yo vivo haciendo cosas para los demás y descubro que los demás no hacen cosas por mí’. Entonces, claro, se sentía como buscando afecto pero, en realidad, no conseguía nada. Y siempre estaba así, como para afuera.

A veces estamos muy para afuera porque no nos animamos a mirar para adentro. Y porque muy pocas veces valoramos lo que somos, o no estamos tan acostumbrados. Pensamos que valorarnos por lo que somos es un acto de egoísmo o de soberbia. Y en realidad, valorar lo que somos, es darle gracias a Dios porque nos ha dado la vida. Tenemos que hacer ese ejercicio de hablarnos y de reconocernos a nosotros mismos como a una persona que queremos. Si vos pensás en alguien que querés mucho, en un amigo una amiga, o alguien de tu familia, nunca lo tratarías mal. Te podés pelear, como con todo ¿no? Pero no lo tratarías mal si tuvieras una charla en serio.DSCN8570

Y con nosotros a veces no nos pasa eso. Nos pasa que hablamos con nosotros mismos pero somos un poco toscos, un poco bruscos para decirnos las cosas. A veces cuando nos equivocamos o sentimos que hemos hecho algo mal o tenemos una pequeña culpa, nos cuesta ser comprensivos. Nos autoexigimos o nos dejamos llevar sin pensar en las consecuencias y quedamos como entrampados. Si pensamos que no vamos a poder cambiar nunca, nace en nosotros cierta la pereza y nos entregamos a lo que nos ofrecen las pantallas sin hacer nada. Como que el mundo va pasando al lado nuestro en paralelo y nosotros lo vamos deslizando en la pantalla. Y, finalmente, nos da miedo enfrentarnos a nuestros propios deseos, a nuestras propias búsquedas; a veces porque nos parecen muy grandes, a veces porque no las conocemos tanto y no nos llegamos a entusiasmar… yo creo que vale la pena que, en este día, al cerrar los ojos, y al conectarnos con nosotros mismos, podamos vernos a nosotros como a alguien a quien queremos mucho.

Mientras te escuchaba, pensaba ‘qué misterio, qué regalo el tener al alcance de la mano la posibilidad de entrar en contacto, en diálogo con Dios, en algo tan sencillo como frenar un ratito en mi casa, tratar de reconocerme, tratar de entrar en contacto conmigo mismo, en ese momento empezar a escuchar, a sentir una moción en la que no estamos solos; pienso qué misterio que en esto tan sencillo, el hombre entre en diálogo con Dios.

Lo que pasa es que Dios está más cerca de lo que nosotros pensamos. Me pasó una vez que descubrí que la experiencia de Cristo no está tan afuera. Está más bien, adentro. No por un intimismo, sino porque, en las experiencias que tenemos de contacto con los demás, se nos despierta algo a nosotros interiormente.

Muchos de los que tienen experiencias de misión dicen la famosa frase de que ‘fuimos a misionar o a compartir, y nos misionaron a nosotros.’ Es como si el Cristo propio despertara el Cristo del otro. Como si cada uno fuéramos como María, que estamos embarazados de Cristo. Este Cristo se despierta en nosotros con el contacto, en las relaciones, en el modo en que vivimos. Y en la oración, lo que hacemos es hacernos presentes a ese Cristo que habita en nosotros. Y ese Cristo tiene una voz. Escuchar esa voz en la interioridad es hacer el discernimiento.

Es decir, descubrir cómo Dios me está hablando a mí de manera personal en este momento de mi vida. Y me habla a través de la creación, de las cosas que me maravillan, de las cosas que me espantan; me habla a través de los demás, con las cosas que me atraen, con las cosas con las que siento rechazo; me habla a través de mis propios actos, de las cosas que hago y de las que provoco. Muchas veces hacemos cosas y no las evaluamos, no las examinamos, no pensamos en sus consecuencias…y no hacemos el ejercicio de decir ‘¿qué me pasó con esto?’ después de que lo dije.

Por ejemplo, que tuve una charla importante con alguien y tuve que decirle algo fuerte. Y bueno… a veces queremos olvidarnos de las cosas que decimos, pero podemos hacer el ejercicio de decir ‘a ver ¿qué me pasó acá?’, ¿Qué sentí? ¿qué me costó?¿a qué le tuve miedo? Y ahí van a empezar a emerger las voces importantes para escuchar. Hay veces que tenemos que decir cosas difíciles, pero cuando las decimos sentimos una gran paz. Esa paz, viene de Dios.

Todo lo que venga con paz, con esperanza , con alivio, con cierto dejo de suavidad, viene de Dios, del Buen Espíritu.

Y todo lo que deja como un remordimiento feo, una conciencia de culpa dañina, que comúnmente nos martilla, que nos rompe el autoestima, ahí yo dudaría, porque ¿qué hace Dios? Si alguien dijera: ‘vamos a descubrir cómo Dios habla’ , ¿dónde tendríamos que ir a buscar? En el evangelio ¿no?. ¿Y qué hace Jesús en el Evangelio? Sana, cura, enseña, dialoga, corrige, restaura, explica, es como una persona que nosotros no podemos dejar de mirar.

Entonces, en el discernimiento, en la oración, en la vida cotidiana, cada vez que cerramos los ojos y nos animamos descubrir esas voces, tendríamos qué preguntarnos cómo es que Cristo nos está hablando hoy, cómo habrá sido su voz hoy. Por la noche, podríamos irnos a dormir preguntándonos ¿cómo habrá estado Cristo hoy?

Por lo pronto partimos de la base de que, esto que nos invitabas de hacer una pausa, cerrar los ojos, no es para hablar con nosotros mismos sino que hay otro con quien entro en diálogo.

Si, porque nuestra interioridad está habitada. Estamos ahí con Dios. Dios como que está desde antes, como esperándonos a que vayamos hacia allá.

Y que Dios tiene ganas de encontrarse con nosotros.

Y a veces nos pasa que tenemos la sensación de que Dios nos clavó el visto. Porque vamos a la interioridad, cerramos los ojos , hacemos el ejercicio de hablarle y parece que del otro lado nada. Por un lado tiene que ver con que nos hemos acostumbrado a las comunicaciones excesivamente inmediatas. Viste que hay muchos que nos ponemos ansiosos cuando no nos responden, o cuando nos clavaron el visto y decimos ‘bueno, por qué no me responde, qué pasa’. Esa sensación de una especie de ansiedad en la que estamos como ‘presos’, porque nos acostumbramos a que todo tiene que ser ‘ya’.

Dios no funciona en ese ‘ya’. Porque el vive fuera del tiempo. Y entonces, cuando sentimos que no tenemos respuestas viene una especie de angustia o de deseo de abandonar la oración, o de decir ‘bueno pero esto no me sirve para nada’, o que me sirvió una vez pero ya no me sirve más. Quizás en esta ‘espera’, de ir siempre al pozo a buscar agua y no siempre sacarla, puede ser que se nos esté enseñando el valor de esperar lo importante.

El sentido de las cosas no lo podemos poner nosotros, es algo que ‘llega’, ‘aparece’. Muchas veces, hay cosas en la vida que parece que no tienen sentido. Después con el correr del tiempo decimos ‘ah, era por esto’. Es en la oración donde te das cuenta de eso. Cuando no nos damos ese tiempo para poder unir las cosas que nos pasan, nos amargamos con nuestra vida, con nuestra historia, y queremos borrarla o armarla a nuestro gusto y ahí yo creo que nos perdemos una gran oportunidad, que es, en la espera, encontrarle sentido a las cosas.

DSCN0768

También se me ocurre esto: a veces tenemos una mirada muy utilitarista de las cosas que hacemos o delas cosas en las que invertimos tiempo . En realidad, cuando vamos al encuentro con un amigo la invitación no siempre es a estar tratando de sacar algo, sino que con sólo estar nosotros y compartir la vida, ya es algo muy valioso.

Una vez leí en un librito que me gustó mucho que nosotros nos relacionamos con Dios como nos relacionamos con las personas, con la realidad y con la naturaleza. Si a nosotros nos pasa que sentimos con las personas demasiada envidia, celos, bronca, o somos muy irritables, también lo somos con Dios. O si no nos interesa nada de la realidad o estamos muy metidos en nuestro propio mundito, encerrados en un frasco y que no nos conmueve nada, tampoco nos conmueve Dios. Y con la naturaleza también. Si no tenemos contacto con la naturaleza, tampoco tenemos contacto con el autor. Esos son 3 espacios que nos pueden dar pistas de cómo está nuestra relación con Dios.

Entonces, podemos revisarnos en función de nuestra relación con estas cosas, y empezar a destapar algunas arterias que se nos pueden haber tapado, de canales que están haciendo ruido, y cuando empecemos a explorar por ahí puede que nos encontremos con un Dios que nos espera del otro lado.

Fuente: Radio María 

Reflexión del Evangelio – Domingo 31 de Marzo

Evangelio según San Lucas 15, 1-3. 11-32

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!’. Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. Él le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’. Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado’”.

Reflexión del Evangelio – Por Francisco Bettinelli SJ 

Estuve de misión en enero de este año en un pueblo del sur de Chile. Desde la capilla nos pidieron que visitáramos una señora que pertenecía a la comunidad pero que hace rato no se aparecía. Tuvimos la suerte de ser recibidos por ella en su casa. Se había distanciado de la Iglesia porque había tenido algunos conflictos. Quería volver, pero le daba vergüenza. Tenía miedo de ser juzgada por lo que había pasado, de ser criticada por haber estado tanto tiempo ausente. Con cierto temor igual volvió. La misa estaba por comenzar, pero a la coordinadora de la capilla no le importó. Apenas la vio, se levantó de su asiento y fue sonriendo hacia ella. No la lleno de besos como en el Evangelio, pero sí le dio un fuerte abrazo. La agradeció que estuviera de vuelta con ellos, les hacía falta su presencia, la estaban esperando.

Como en la historia de recién, el Evangelio de hoy comienza con una situación concreta que antecede a la parábola: Jesús que come con pecadores. Y eso nos da una primera advertencia. Antes de hablar de la misericordia, Jesús la vive. Comparte la mesa con los descartados de su tiempo, se hace uno con ellos, comparte su vida. Y por eso es criticado. Ante el cuestionamiento, Jesús no da una declaración de principios. Responde contando una historia: la parábola del Padre Misericordioso, o del hijo pródigo o de los dos hermanos. Distintos nombres que se le dan a esta historia, dependiendo de qué se quiere acentuar.

De todos modos, por los interlocutores de Jesús, podemos pensar que esta parábola apunta a visibilizar la imagen del hermano mayor. Como los fariseos que cuestionan a Jesús, éste se caracteriza por un cumplimiento estricto de las normas de su casa, por una entrega y una lealtad enorme, pero también, por la falta de amor. El hermano mayor es incapaz de mirar más allá, está preso por las seguridades que le da el hacer las cosas bien. Cree que con eso está listo. No soporta ver la vuelta del hermano menor. Del que se fue y malgasto todo. Del que no cumplió. Del que se equivocó. Del que desperdició su herencia. Y lo que de verdad no tolera, es que su padre lo reciba. Quizá, si lo aceptaba de vuelta para trabajar como uno de los jornaleros, podía pasar. Pero abrazarlo, darle el mejor vestido, hacerle una fiesta… Era demasiado. Era inmerecido.

Y puede ser que no lo mereciera. Pero el Padre ve más allá de la justicia. Es capaz de dejar su orgullo y amor propio de lado. Es capaz de mirar más allá de lo superficial y de descubrir en su hijo un corazón herido, un pobre hombre que necesita aceptación, cariño, cuidado. Tiene la certeza de que vale la pena dejar todo para estar cerca del que estaba muerto, del que estaba perdido. Pero también, el padre es fiel. Es fiel a su esencia más íntima: la de ser padre, la de dar vida. ¿y cómo va a serlo si pierde a su hijo? El padre es capaz de amar porque sabe quién es, y es fiel a esa identidad.

Eso les recuerda Jesús a sus interlocutores, a quienes con su propia vara medían quiénes eran buenos y quiénes eran malos. Dios es fiel a su identidad, y su identidad es amar, amar sin distinción, sin descuidar a nadie.Queremos regular ese amor, pero no podemos. Siempre nos supera, nos trasciende, rompe nuestras estructuras y fluye más allá de lo que creemos que tiene que ser. Y no ama en lo abstracto sino en lo concreto. Ama sentándose a la mesa con los marginados. Ama en la piel de una señora que recibe de vuelta a aquella que se había alejado. Ama saliéndose de los márgenes en que tantas veces como Iglesia hemos encerrado su amor. A veces, solo hace falta abrir los ojos y encontrarnos con ese amor vivo, real, concreto.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana 

«Más que salud»: nuevo lenguaje de la Espiritualidad aplicada a la vida

Se siguen abriendo caminos para acompañar la vivencia de la vida cotidiana desde la Espiritualidad Ignaciana.

La primera de las nuevas Preferencias Apostólicas invita a los jesuitas y laicos de espiritualidad ignaciana a ayudar a otros a encontrar a Dios a través del discernimiento y los Ejercicios Espirituales. Y a desarrollarlo desde distintos ámbitos, con diversos modos y nuevos lenguajes, manteniendo la referencia de ser contemplativos en la acción.

En esa dinámica se sitúa el proyecto “Más que salud” que tras ser el pionero de los encuentros “+ Que” de la pastoral MAG+S –que ayudan a los jóvenes a descubrir la presencia de Dios en su vida profesional y personal en clave ignaciana- se consolida como nuevo camino de espiritualidad aplicada a la vida. En él se unen varias dimensiones transversales que hoy trabaja la Compañía: la vocacional, porque es una espiritualidad que apela a la llamada profesional del sanitario; el trabajo conjunto de jesuitas, otros religiosos/as y laicos/as y la profundización espiritual. Ahora, con la publicación del libro coral “Más que salud” (Salterrae), subtitulado «Cinco claves de espiritualidad ignaciana para ayudar en la enfermedad«, se añade la dimensión divulgativa a este proyecto.

En una reciente entrevista en Radio María (minutos 10-32’’), los jesuitas Alberto Cano (psiquiatar) y Alvaro Lobo (enfermero y antropólogo), y la médico Elisa Álvarez (Hospital Río Carrión de Palencia) explicaban el sentido de este proyecto y algunas claves de este libro que en palabras de Alberto Cano pretende “ayudar a cuidar, dar pistas, proponer intuiciones desde lo ignaciano, para que los sanitarios pueden hacer su trabajo desde la fe y con el plus que nos supone nuestro ser creyentes”. Para Alvaro Lobo hay dos claves de este proyecto que pueden también ayudar a cualquier profesional, aunque no sea del ámbito sanitaria: “La de contemplar; en el hospital se da la situación de saber mirar, porque detrás de cada paciente, enfermedad, hay una vida, alguien que sufre pero que también lucha. Pero también se puede extrapolar a otras muchas profesiones. Y dos, la de cuidar, lo maravilloso de este verbo. En lo sanitario hay gente muy buena pero que no sabe cuidar y en cambio hay gente que ni sabe leer y sabe cuidar a las personas, porque sabe llegar al centro de ellas”.

El libro ha surgido de manera natural dentro del proyecto que se inició primero con los encuentros –que ya llevan cuatro ediciones-, para compartir la profesión y vocación, y luego los retiros. La gente después de un encuentro les pedía a los organizadores poder rezar un poco más y poder compartir sus vivencias. Con la labor divulgativa se quiere expandirlo más aún. Clave de este proyecto es que sea una experiencia compartida. Dicen sus impulsores que “Igual que la fe es imposible vivirla si no es juntos, también es imposible cuidar a otros sin la experiencia de los demás. Es una riqueza muy grande que en más que salud esté representada gente de diferentes ámbitos sanitarios como la psicología, la bioética, la medicina, la enfermería, así como hombres y mujeres, y religiosos, religiosas y laicos”.

Fuente Info Sj