El Evangelio en el Fútbol

La alegría y la fuerza de vivir de manera auténtica el evangelio tendrían que parecerse más a la emoción que el fútbol despierta.

Por Jorge Berli SJ

El papa Francisco invitaba a todos los jóvenes, en la JMJ de 2013, a que jugaran en el equipo de Jesús. Observó que los creyentes nos movemos en el campo de la fe y lo comparó con un lugar de entrenamiento, como es la cancha de fútbol ¿Qué tienen en común nuestra fe con la emoción que despierta el fútbol?

Nuestro equipo no es de un solo color

Conviene adelantar, a modo de salvedad, que no vivimos nuestra fe como antagonistas a otros. En este sentido, la competencia deportiva (incluso la más leal) no es representativa de nuestra forma de ser cristianos delante de otros.

Nuestra adhesión a lo que creemos nos lleva, muchas veces, a luchar por valores y a defenderlos como ocurre, por ejemplo, con la promoción de la vida humana. Eso es valiente y evangélico pero no deberíamos caer en la tentación de vivirlo como una competencia para vencer al oponente. Más allá de nuestros pensamientos y actos, el amor de Dios está siempre abierto a todos. Éste se parece más a una cancha de barrio o de plaza antes que a un club reservado sólo para socios.

Salir a la cancha

La alegría y la fuerza de vivir de manera auténtica el evangelio tendrían que parecerse más a la emoción que el fútbol despierta. Dios nos ama con locura y tiene puesta su mirada repleta de misericordia sobre nosotros. Desbordante como esas tribunas infinitas que parecen latir, rebosar y explotar al gritar un gol. Si nos conectáramos más con la vivencia interior de que Dios nos ama así, constante e incondicionalmente, compartiríamos más y de muchas otras maneras este don de amor con otros. Es lo que hizo Jesús. Ponerse la camiseta de cristiano es verme en este estadio del amor de Dios, asumirlo para mí y repartirlo con otros.

San Ignacio señala, en los Ejercicios Espirituales, que no es la inteligencia la que más mueve el sentido de nuestra vida sino, preferencialmente, el afecto: “no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente” [EE 2].  Por eso, para que nuestra pasión por Dios crezca, no basta con una adhesión racional a la fe, sino que necesitamos de nuestra experiencia afectiva de encuentro personal con Él en la oración. Rezar es disponerme a escuchar a Dios. Dios podría hablarme como un DT, que me comunica una idea de juego para que yo ocupe el lugar que me corresponde. O Dios podría acercarse a decirme suavemente, como mi mejor amigo, antes de que yo salga a jugar, cuán feliz espera que yo sea y, en ese momento, todo el ruido de un estadio sería enmudecido por la paz de sus palabras.

Estar justo ahí

No somos un título, ni un éxito o fracaso, ni un lugar social. En la oración encuentro mi verdadera identidad que es el reconocerme hijo de Dios. No hay otra cualidad para definirme que encuentre más conexión con el evangelio. Desde el día de nuestro nacimiento, Dios nos viste con Su misma camiseta para jugar en la cancha de la vida.

¡Vivir esta vocación tiene que apasionarnos! Nos tiene que emocionar sentir que si actuamos de acuerdo a esa identidad de hijos, vamos a estar haciendo en la cancha lo que tenemos que hacer. Vamos a estar justo en el lugar donde debemos estar. En el fútbol, no hay nada más lindo que una armonía de jugadores que se encuentran en el momento que tenían que hacerlo, para que la coreografía del gol parezca mágicamente ocurrir. Así sucede también, cuando al presentarse ante nosotros una injusticia, nuestro actuar como equipo restablece el amor primero de Dios por la humanidad: esto es el evangelio. Cuando inclino mi cuerpo para servir a otro, la pelota toca mis pies y atraviesa el arco.

 El gol del evangelio

Nuestro triunfo, entiéndase bien, es hacer presente el evangelio. Que ese objetivo nos quite el sueño, como a Alberto Hurtado que casi no dormía; que no dejemos a nadie sólo, como con su presencia llegaba a todos el cura Brochero. Que cubramos con nuestros brazos a los últimos, como hizo la Madre Teresa; que paremos con el pecho el odio, como Oscar Romero; que no nos movamos de nuestra marca como las cuatro hermanas Dominicas de Maryknoll en El Salvador. Que seamos imparables, como Angelelli a quien tuvieron que derribar; que no nos cansemos de correr aun cuando nos cueste caminar, como a Juan Pablo II y que nuestra vida esté más cerca de Dios, cuanto más próximos estemos del área (de las fronteras) como expresó Pedro Arrupe con su vida. 

¡Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar! Vibrar por el amor a los demás, como hacían los primeros cristianos y los santos. Como hacemos vos y yo, cada vez que nos animamos a compartir este amor que es locura, coreografía apasionada por meter el gol del evangelio.

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 30 de Junio

Evangelio según San Lucas 9, 51-62

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cie­lo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió men­sajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron por­que se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumir­los?”. Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: “¡Te seguiré adonde vayas!”. Jesús le respondió: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recli­nar la cabeza”. Y dijo a otro: “Sígueme”. Él respondió: “Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despe­dirme de los míos”. Jesús le respondió: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.

Reflexión del Evangelio – Por Oscar Freites SJ 

El evangelio de este domingo nos ubica en el corazón del relato evangélico según San Lucas. Hasta aquí, el ordenado relato lucano ha presentado detalladamente los orígenes y la vida de Jesús entre los suyos en Galilea; y las palabras y las acciones con las cuales comenzó a hacer presente el Reinado de Dios. Pero aquí, hoy, se produce un quiebre, se toma una decisión: Jesús, endureciendo el rostro, se encamina con determinación a cumplir su misión. Se pone en camino hacia el lugar en donde pondrá en juego toda su vida: Jerusalén. El rumbo esta claro y el camino por momentos será arduo, pero el horizonte trazado alentará y orientará cada nueva decisión y elección.  

Desde esta perspectiva, el evangelio de este domingo puede ayudarnos mucho en nuestro hoy. Estamos a punto de comenzar a vivir la segunda mitad del año, y quizás sea un buen momento para examinar qué tanto nuestras decisiones y elecciones nos van encaminando hacia el horizonte de nuestra misión, hacia el fin que hemos trazado para nuestra vida. Las consideraciones que Jesús realiza a aquellos que quieren seguirlo por el camino pueden ser una excelente guía para nuestro examen. 

Revisar nuestras cuevas y nuestros nidos: aquellos lugares donde nos hemos quedado a reposar plácidamente mientras la vida se nos pasa; aquellos sitios de seguridad y comodidad que evitan riesgos y ahogan decisiones; aquellas instancias que nos mantienen en la minoridad coartando nuestra madurez y crecimiento.

Reconocer aquellos apegos que nos roban la vida, agotan nuestras energías y quitan fecundidad.

Caer en la cuenta de la mano puesta en el arado que nos invita a la siembra, que nos lanza a la experiencia antes de pegar media vuelta. Pues las decisiones y las elecciones de nuestros discernimientos se confirman en medio de la experiencia, en el riesgo que implica el paso a paso sobre el arduo camino hacia nuestros sueños. 

Endurecer el rostro y caminar con determinación, a veces por senderos poco hospitalarios o junto personas que poco comprenden; pero con la certeza de un rumbo que late dentro, de un horizonte que se abre lejos y de una misión en la que se va gustando el Reino. ¿Cómo va tu rumbo?, ¿Por dónde anda tu horizonte?, ¿Qué vas gustando de tu misión?

Aprovecha estos días para examinar tu camino, para ajustar el rumbo, para gustar hoy el Reino de Dios que se hace vida y misión.    

Pidamos en este domingo que como Jesús podamos ir en nuestro camino solamente deseando y eligiendo aquello que más nos conduce al fin para el cual hemos sido creados.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Gustavo Morello SJ: El desafío de la convivencia religiosa es llevarla a la mesa

La Editorial de la Universidad Católica de Córdoba presentó el libro ‘La religión como experiencia cotidiana’, el pasado martes 28 de mayo.

La compilación de Hugo Rabbia y Gustavo Morello analiza la presencia de lo religioso en la vida cotidiana de los sudamericanos, y parte desde un trabajo de investigación realizado por 11 investigadores de Boston, Córdoba, Perú y Montevideo. Los autores se preguntan cómo se vive la religión en América Latina. Para responder a ello, estudian las creencias, prácticas y actitudes religiosas de la región, desde la estatua del Cristo Redentor hasta los santuarios de devoción popular al Gauchito Gil o San La Muerte. Los capítulos exploran los cruces entre religión y política, migraciones, género, nuevas tecnologías, cuerpos, emociones, instituciones, conversiones, pluralización e ideas de Dios.

La presentación estará a cargo de la periodista Alejandra Beresovsky.

En esta entrevista, Gustavo Morello habla del libro, del rol de lo religioso en las ciudades Lationamericanas y de las instituciones e instancias de diálogo, como el COMIPAZ, que fomentan la convivencia entre las diferentes religiones.

Ignacio: la espiritualidad a través del arte

En colaboración con BeWeb, el portal de Bienes Eclesiásticos en Red, la Biblioteca Peter-Hans Kolvenbach, de la Curia General de la Compañía de Jesús, ha organizado una exposición de algunos de los volúmenes antiguos utilizados en el recorrido temático: «Ignacio: la espiritualidad a través del arte».

Por Raúl González Berardi SJ 

El objetivo de esta iniciativa es contribuir al conocimiento de la Biblioteca, recientemente reabierta, y de la tradición ignaciana en una plataforma que permite a personas de todo el mundo acceder a obras de arte que normalmente se encuentran en lugares protegidos.

El 5 de junio fue posible admirar de cerca estas rarezas bibliográficas, con la muestra extraordinaria en la Biblioteca, a todos los amantes del tema. El presentador, el P. Bernardo Gantier, jesuita del Colegio Pío Latinoamericano, historiador y artista, presentó el material expuesto y lo situó en el contexto de una de las características de la espiritualidad ignaciana: el encuentro entre la imaginación y el rigor. El historiador señaló que la personalidad de San Ignacio lo había llevado, desde temprana edad, a imaginar y soñar con la grandeza. Su camino espiritual ha conservado estos rasgos y los ha reorientado, pero su interés por la peregrinación y la novedad nunca lo han abandonado. La aplicación de los sentidos, en la espiritualidad ignaciana, permite precisamente una forma de «juego»: estar presente a los acontecimientos narrados. Su peregrinación interior lo llevó a entrar en la intimidad de la Trinidad…. y hacia la gloria.

Esto es lo que el Hermano Andrea Pozzo, artista-pintor, ha sabido hacer sentir en sus obras maestras. Parte del recorrido temático de BeWeb está dedicado a él. También se destacan las obras de Athanasius Kircher, un jesuita cuyo espíritu lúdico lo ha llevado a verdaderos descubrimientos científicos, y las de Angelo Secchi, considerado el padre de la astrofísica y que, si su trabajo estaba marcado principalmente por el rigor, necesitaba imaginación para aventurarse a descubrir el mundo de las estrellas.

Para comprender mejor la historia y el espíritu de esta exposición virtual, les invitamos a leer la presentación, publicada en las actas de la Congreso del 3 de junio de 2019, en el que participó la Biblioteca.

En esa presentación se dice que: «Es un orgullo y una riqueza cultural para la biblioteca poseer y preservar estos tesoros, y trasmitirlos a las generaciones futuras fascinadas por la historia y la espiritualidad de una Orden que nunca ha perdido su fisonomía.»

De la gratitud a la donación

Una reflexión que une la práctica deportiva con la espiritualidad ignaciana.

Por Alejandro Gómez Brua SJ

Siglos atrás las personas más reconocidas del mundo eran, sin duda, las supremas autoridades de los diversos reinos. Hoy día los principales gobernantes del mundo no son necesariamente las personas más reconocidas. Figuras de otro ámbito han abarcado una atención más generalizada. Nos referimos a los grandes deportistas. Personajes como Leo Messi o Roger Federer son reconocidos a lo largo de todo el globo, sin importar el país, la cultura o el nivel económico.

En efecto, el deporte mueve pasiones, mueve familias y pueblos enteros. Hasta se podría afirmar que tiene más relevancia, para la mayoría de las personas que cualquier religión o ideología política. Notablemente, uno de los deportes más practicado en el mundo, el fútbol, no consta siquiera con dos siglos de existencia y, sin embargo, ejerce una influencia descomunal.

Habiendo reconocido esto cabe preguntarnos: ¿qué papel podría jugar el deporte (el fútbol, por ejemplo) en la vida de un joven cristiano? ¿Qué elemento del mundo deportivo puede ser significativo para una espiritualidad encarnada en nuestros días?

Sin dudas, un punto en común entre la espiritualidad cristiana y el deporte es la ascética. Una mirada superficial de esta comparación puede llevarnos a pensar que se tratan de dos ascéticas opuestas. Fácilmente podemos caer en una errónea dicotomía que etiquete la ascética cristiana como una negación del cuerpo y, por, otro lado, identificar el cuidado del cuerpo en el mundo deportivo como un narcisismo un tanto egocéntrico. Sin embargo, es posible hallar puntos en común que unan la abnegación que pretende la espiritualidad cristiana con el cuidado del cuerpo (propio de la actividad deportiva) para el servicio a los demás.

La mirada de Ignacio de Loyola puede ser de gran ayuda en este punto. Curiosamente, el peregrino nombra a la obra que constituye su mayor legado espiritual como “Ejercicios Espirituales”. Y al comenzar el texto dice: “porque así como el pasear, caminar y correr son exercicios corporales, por la mesma manera todo modo de preparar y disponer el ánima, para quitar de sí todas las affecciones desordenadas y después de quitadas para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman exercicios spirituales.” (EE.EE. n°1)

De modo evidente, la dinámica de la prueba, el error y el ajuste, constituye una constante en el entrenamiento deportivo. En la vida espiritual ocurre algo similar: intentamos crecer en madurez y bondad, quitar nuestras afecciones desordenadas y, así, servir y amar cada día más. Este esfuerzo comparado, que resalta algún cierto voluntarismo, puede sonarnos inadecuado, sobre todo si consideramos que en el mundo deportivo la búsqueda del éxito es un imperativo bastante común. Aun así, quizás nuestra vida espiritual no se aleje mucho de lo anterior. Con todo, me parece sugerente realizar una analogía partiendo, no desde el fin perseguido, sino desde la génesis de todo camino ascético.

Volvamos al fútbol. Ciertamente, muchos de nosotros lo disfrutamos desde pequeños. Al principio habrá sido simplemente viendo a otros jugar, luego comenzar a correr tras el balón y finalmente aprender a patear. Probablemente fueron nuestros padres quienes comenzaron a jugar con nosotros, o, quizás, algún otro familiar o un amigo de la infancia.

Sin duda, tanto nosotros mismos como nuestros seres queridos son capaces de recordar aquellos momentos con gran alegría. Ahí está la clave. La alegría de la donación emerge en nuestra memoria al recordar cuánto nos divertíamos jugando de pequeños. Esa alegría nos llevó poco a poco a jugar con otros amigos, a entrenar en algún club o en el barrio y, por qué no, a soñar con dedicarnos toda la vida a realizar aquello que tanto nos gusta.

Una clave fundamental está entonces en la alegría de la donación. Ignacio en la primera consideración de sus Ejercicios Espirituales, llamada Principio y Fundamento, dice: “El hombre es criado para…” (EE. EE. n° 23) El paso inicial en el camino del servicio y también de la ascética es el reconocimiento de la gratuidad. Fuimos creados y animados por un acto de pura gratuidad. El agradecimiento entonces parece un pilar fundamental para iniciar cualquier camino espiritual.

Si nos remitimos al ámbito de lo cotidiano, podemos descubrir que lo anterior resulta de importancia capital. En efecto, no se trata caer en la cuenta de nuestro ‘ser creados’ sino de incorporar la gratitud como punto de partida en nuestra vida. Ésta gratitud previa actúa como combustible constante ante la dinámica de la prueba, el error y el ajuste.

Ahora bien, el fin también es un punto importante en el itinerario deportivo y espiritual. Si bien lo más originario parece no ser nuestra función sino nuestra recepción de la donación primera de Dios, el carácter teleológico también juega un papel importante en nuestra existencia. Cuando leemos el enunciado “criados para”, nuestra comparación entre la espiritualidad y el deporte parece hundirse, ya que imaginamos el fin de la vida cristiana como el servicio y el amor al prójimo, mientras que el deporte parece sólo perseguir el éxito y la admiración.

Desde mi perspectiva, esto último puede ser una visión reduccionista del deporte. Evidentemente, son aspectos que pueden colarse en las motivaciones. Pero si entendemos en sentido amplio quienes son lo que hacen deporte, quienes juegan al fútbol, nos encontramos con hombres y mujeres que comparten la alegría de jugar con familiares, amigos o simplemente otra persona.

Estamos hablando de aquellos que aprendieron a regalar su sonrisa en un momento de gratuidad. Padres que comparten con sus hijos lo que tanta felicidad les brindó en su propia infancia. Cristianos -¿por qué no?-, que, en los límites de un campo, aprendieron a donarse de manera sencilla. Hombres y mujeres que se esfuerzan por ofrecer lo mejor de sí, de manera generosa. Deportistas que, sea el patio familiar o la plaza del barrio, encarnan la gratuidad, invitando a todos a unirse al juego.

Xavier Melloni SJ: “El silencio no es la ausencia de ruido sino la ausencia de ego”

Entrevista del Portal ‘La Vanguardia’ de España al jesuita Xavier Melloni SJ, en el contexto de la polémica versión ‘sexual’ del Padrenuestro divulgada en los Premios ‘Ciudad de Barcelona’ de febrero pasado.

¿Le molestó la blasfemia de aquella poetisa en el Ayuntamiento de Barcelona?

Mucho, pero no por Dios, porque a Dios la blasfemia no le llega, sino por lo que tenía de agresión contra las personas creyentes. Me sorprendió su rabia y me gustaría que me explicara la razón y el sentido de esa rabia.

¿De dónde cree usted que viene?

Es la reacción contra el residuo de la imposición del antiguo Dios autoritario. Hoy se blasfema menos, porque ese Dios impuesto está desapareciendo de nuestro imaginario.

La blasfemia en una sociedad libre sale barata, gracias a Dios.

En Irán la hubieran lapidado. Cierto.

¿Por qué en nuestra era postreligiosa cada vez hay menos curas y más artistas?

Porque ese ateísmo infantil bloquea la irrenunciable aspiración a trascender y muchos la buscan en el arte. Ese ateísmo del Dios autoritario es la fase purificadora en el proceso de la fe hacia el encuentro interreligioso.

Otros regresan hacia el Dios medieval.

Tras el ateísmo de ese Dios arcaico hay una forma progresiva de recuperar a Dios y otra regresiva: el fundamentalismo reaccionario.

¿Cuál es nuestro fundamentalismo?

Un narcisismo paradójicamente adicto a todo. Su expresión más ridícula son las redes sociales y las selfies: ya sólo nos interesa vernos y fotografiarnos a nosotros mismos.

Y nos enganchamos a cualquier cosa: drogas, el móvil, las series televisivas…

Por eso necesitamos ejercicio espiritual para superarlo. Y ahora… ¡Silencio!

El silencio no es la ausencia de ruido, sino la ausencia de ego. En los colegios laicos más avanzados del planeta se practica la meditación. Es un indicio esperanzador de que todos convergemos hacia un nuevo estadio.

Deme un consejo para Semana Santa.

Póngase una alarma y deténgase cada hora en ese silencio del ego. Deje que irrumpa el momento en toda su densidad en su conciencia. Pase así de ser mero okupa del espacio y el tiempo a integrarse en ellos. Y vivirá más. Cada instante es irrepetible: repítalo cada hora.

¡Magnífico! ¿Alguna otra sugerencia?

Renuncie a algo. La renuncia no quita; la renuncia da. Da libertad. Experiméntela. Libérese de algo de lo que cree depender.

¿Librarme de algo que necesito?

Progresará: el narcisismo y la adicción son estancamientos, fijaciones. Cuando los supere tendrá una autoestima sana. El siguiente paso es convertirla en realización y después en trascendencia. Es un proceso de superación personal –ontogénesis– que luego se repite –filogénesis– en toda la especie.

¿De verdad cree que progresamos?

Como las personas, los pueblos y las religiones también se estancan en el narcisismo. Para superarlo, deben morir en ese estadio primario y reaparecer en uno superior.

¿Cómo?

Las palabras condensan significado y energía: designan el mundo, pero también capturan cuanto designan, lo encierran. Por eso, hasta que sustituyes una palabra por otra, no puedes percibir el mundo de otro modo: no progresas. Para llegar al mar de la nueva conciencia, tal vez el río de cada religión deba perder su nombre. Y adoptar el nuevo.

¿Qué nueva fase?

Hoy los humanos entre fases de progreso estamos entre el miedo a esa evolución espiritual y la audacia de la ciencia. En ciencia sí hemos sido audaces hasta trascender la materia y llegar a la energía.

Usted dice que ya lo hacían los místicos.

Los místicos experimentaban por vía espiritual lo que después la ciencia recorrería con la razón empírica en el laboratorio. Sentían la energía que luego demostraría la física.

Visionarios de la energía del universo.

La mística sólo anticipaba el camino de la ciencia. Por eso, un poco de ciencia te hace ateo, mucha ciencia te hace creyente. Las religiones orientales son la aceptación del ya es, y las occidentales añaden su rebeldía profética: la ascensión hacia lo que todavía no es.

¿Y hacía dónde vamos?

Vamos a la síntesis de las religiones. Y digo síntesis, porque es la superación de lo anterior con una unión armónica, y no sincretismo, que es su degradación en la mezcla.

¿Cómo y por qué ahora?

La densidad de conocimiento nos lleva a un cambio cualitativo de conciencia. El esfuerzo místico debe lograr que la experiencia mística vuelva a ser de nuevo anticipación del camino que recorrerá la ciencia.

¿Y usted va a intentarlo: ser místico?

Quiero dar un paso más allá del estudio al que he dedicado 15 años.

¿Cilicios, ayuno, mortificación?

Para nada. Sólo vida normal y concentración.

Está usted muy delgado.

Porque estoy muy ocupado. La mística no es una experiencia religiosa, sino que intenta trascender lo religioso.

¿Cómo?

La globalización está aquí, pero debemos evitar que provoque traumas y violencia. Yo intentaré modestamente hacer lo posible para que haya lucidez hacia la síntesis.

Fuente: lavanguardia.com

Reflexión del Evangelio – Fiesta de Pentecostés 2019

Evangelio según San Juan 20, 19-23

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.

Reflexión del Evangelio – Por Santiago Suárez SJ

El evangelista combina dos hechos que la Iglesia celebra por separado: la Ascensión, celebrada la semana pasada, y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, que celebramos hoy. En esta solemnidad recordamos como los cristianos, movidos por un renovado ímpetu, comienzan a ejercer su tarea misionera.

Los discípulos que convivieron con Jesús se reconocen ahora como hijos de Dios. Esa filiación es la que permite a Jesús enviar a sus discípulos, como el Padre lo envió a Él, a anunciar al mundo el Evangelio: si creemos en el Dios Encarnado, que murió en la cruz y resucitó, la humanidad también será plenificada. Semejante tarea sería imposible sin la asistencia del mismísimo Dios, es decir, sin el Espíritu Santo para iluminar el camino sería difícil discernimiento necesario para tal misión.

El discernimiento es la herramienta que nos permite encontrar a Dios en todas las cosas. Éste supone una amistad profunda con Jesús y la tarea cotidiana de disponerse a la gracia para ordenar los afectos. El evangelista deja ver esto al describir la situación penosa en la que se encontraban lo1s discípulos: encerrados y con miedo. El miedo en la Biblia representa la falta de fe, es decir el poner absolutamente la confianza en otras cosas que no son Dios. La presencia del Espíritu Santo disipa la tiniebla del miedo y coloca a los discípulos en dinámica de misión.

El evangelista también deja claro el carácter de la misión: el perdón de los pecados. Dicho de otro modo, el envío misionero de los cristianos es nada más y nada menos que ser agentes de la reconciliación del hombre con Dios y con sus hermanos. La única manera de terminar con las dinámicas de muerte es abrir el camino para que el Espíritu de la Vida actúe: hacemos conscientes de la verdad y la belleza que nos rodea, agradeciendo el don de la vida. Reconocernos hijos de Dios en Jesús nos hará llevar esa vida incluso a los lugares más oscuros.

Pidámosle al Espíritu Santo la gracia del discernimiento, para que reconociendo su acción en nosotros y en los demás podamos en todo amar y servir.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana

Reflexión del Evangelio – Domingo 26 de Mayo

Evangelio según San Juan 14, 23–29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»

Reflexión del Evangelio – Por Emanuel Vega SJ

El Evangelio de hoy puede resultarnos -si lo leemos por arriba o ‘a las apuradas’- un tanto confuso y misterioso. Pareciera que al escritor sagrado -que nos regaló este bonito texto- le gustara sorprender o extrañar a sus lectores. Sin embargo, al leer a conciencia y detenidamente el Evangelio de hoy, sale a la luz que detrás de esa aparente complejidad, se esconde un mensaje muy concreto, muy sencillo y esencial: “el Señor te quiere, y se muere de ganas de que vos también lo quieras. El Señor ha abierto el juego para que entres en relación con Él, por eso te dejó su Palabra. Ahora, te toca corresponder a vos”. Todo el Evangelio de Juan es un canto al amor; es una llamada apasionada a vivir desde lo único desde lo que vale la pena vivir: el amor a Dios y a los hermanos.

Jesús deja las cosas claras ya desde el inicio: sólo el amor a Él nos hará fieles a su mensaje. A veces, los cristianos, estamos tentados a creer que nuestra fe es una mera adhesión a normas, leyes, ideas claras y distintas. Y nos olvidamos que nuestra fe es mucho más que eso: nuestra fe es adhesión existencial (vital, afectiva) a una persona: Jesús. Una persona tan auténtica, tan libre y disponible, tan entregada y cálida, que simplemente enamora. Y ese amor que surge al encontrarnos con Él, transforma las perspectivas y los horizontes desde los cuales miramos y participamos de la realidad. Ese amor que podemos sentir y vivir gracias al encuentro con el Señor, nos hace mujeres y hombres nuevos: derriba nuestras asperezas personales, nos desinstala de nuestras seguridades, nos ordena los afectos, nos educa la sensibilidad y nos posibilita sentir gusto por aquello de bueno y bello que tiene nuestro mundo. En definitiva, el amor profundo -ese que nos hace salir de nosotros mismos- nos hace más divinamente humanos. Y nos habilita a la fidelidad: te creo y te sigo Señor, porque te amo. Te sigo porque en Vos encuentro la plenitud que ansío. Sin amor, nuestra fe sería puro voluntarismo: pura formalidad sin contenido vital.

El regalo que obtendremos al vivir desde ese amor, es lo más hemoso que nos podrá pasar como creyentes: Dios vendrá y habitará en nosotros; y seremos parte de Él, unidos en un mismo abrazo. Seremos recipientes de la divinidad y el amor se nos hará carne. De este modo, realizaremos nuestra más autentica vocación: ser imagen y semejanza de Dios en el mundo; ser la oportunidad del darse de Dios en la historia. Pidámosle a Dios la gracia de poder transparentarlo en nuestra vida, con ‘todo esto’ que cada uno de nosotros somos.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Reflexión del Evangelio – Domingo 19 de Mayo

Evangelio según San Juan 13, 31-35

Durante la última cena, después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.

Reflexión del Evangelio – Por Francisco Bettinelli SJ 

El Evangelio nos relata una escena de la última cena. Judas abandona la mesa compartida. Sale afuera, a la noche, para entregar a Jesús. En este gesto de entregar a Jesús se anticipa la verdadera entrega, la entrega de Jesús en la cruz. Entrega que sintetiza el compromiso de toda una vida entregada al anuncio del Reino y al Dios del Reino. Entrega que lo conduce a un punto de no retorno: ser fiel a su anuncio implica asumir las consecuencias de ese anuncio. Es que su entrega implica riesgo: riesgo de ser aceptado o rechazado. Quien no se arriesga no sufre, pero tampoco vive. Y Jesús asume el riesgo de un modo tan real que pudo ser traicionado por uno de sus más cercanos. Hay una consistencia entre el decir y el hacer de Cristo: el que estuvo durante su vida con las víctimas de este mundo se vuelve él mismo víctima.

Este contexto dramático nos permite comprender mejor el mandamiento del amor que en este momento, y no antes, formula Jesús: “así como Yo los he amado, ámense…”. No son solo palabras bonitas, no se habla de cualquier amor. Se habla de que el paradigma del amor es el de Jesús. Un amor que es entrega, entrega de sí, entrega para otros. Un amor que sabe de cruz y llanto, y aun así es fiel. Un amor tan real que puede ser traicionado.

Pero Jesús no dice “amen a los otros” sino que dice “ámense también los unos a los otros”. El mandamiento no va dirigido solo a los distintos discípulos en particular. No es un deber, un acto voluntarista de tener que amar. Es un mandamiento para la comunidad y más que un mandamiento, un signo. La credibilidad de la comunidad de discípulos no se juega en las grandes obras, ni siquiera en las buenas obras, sino en este amor mutuo, en este amor compartido donde puedan llorar y alegrarse juntos. El amor no se verifica en las buenas intenciones: exige una consistencia entre el decir, el hacer y el modo de vivir y vincularse. Una comunidad que ama si imita a Jesús: rompiendo la cerrazón que excluye, abriendo lugar a las víctimas, los extranjeros, los que son distintos, los que no son queridos, los dejados de lado por su condición, los que no son tenidos en cuenta. Por la fidelidad a ellos y ellas, Jesús no pudo volver atrás y, en este momento de no retorno, elige llevar su entrega hasta el fin.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Marcelo Amaro SJ: Mostrar el camino hacia Dios a través de los Ejercicios Espirituales

A principios del mes de febrero de este año 2019, el Padre General publicó las preferencias universales apostólicas para los próximos 10 años. La primera de ellas: Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales (EE.EE.) y el discernimiento.

La Oficina de Comunicación de la CPAL ha realizado a los encargados de cada sector apostólico la siguiente pregunta: Desde/en las particularidades de tu sector, y partiendo de las resonancias que la primera prioridad ha producido en ti, ¿cómo se podría mostrar el camino hacia Dios a través de los EE.EE. y el discernimiento?

Por Marcelo Amaro, S.J. – Coordinador latinoamericano del Sector juventud y vocaciones.

Creo que la primera preferencia apostólica impacta a nuestras propuestas al mundo juvenil en la base. Los jóvenes, hombres y mujeres, están abriéndose al futuro con preguntas profundas como qué hacer en la vida, cuál es el sentido de la vida, por qué sentido me quiero jugar la vida, cómo aportar en este mundo, cómo gastar mi tiempo, etc.

Esas preguntas se hacen los jóvenes hoy desde distintos lugares y contextos culturales. Nosotros, tanto desde los EE como desde el discernimiento y el acompañamiento espiritual donde también se aprende a discernir, podemos darles herramientas para vivir eso en diálogo con Dios y también acompañarlos en un camino interior donde ellos mismos van a ir hacia lo hondo de su propia interioridad y tratar de responder desde ahí a sus preguntas.

Me parece que, así como la tercera prioridad implica acompañar a los jóvenes en la creación de un mundo esperanzador, la primera preferencia apostólica es como la herramienta privilegiada que tenemos en nuestra espiritualidad ignaciana para acompañar a los jóvenes en ese camino que culmina siempre en la construcción de un mundo esperanzador. Tenemos un desafío grande en hacer llegar a los jóvenes la propuesta de los EE con distintas ofertas que se adapten a las necesidades y a las realidades de los propios jóvenes.

En mi experiencia pastoral dando EE siempre es positivo lo que reciben los jóvenes y también cómo se involucran en la experiencia espiritual y en la experiencia de interioridad. Nosotros podemos hacer llegar la experiencia de los EE de un modo más amplio, que sean más jóvenes, que todos los jóvenes puedan acceder a una experiencia de Dios y hacerse preguntas; que puedan contar con esta herramienta viniendo de distintos sectores sociales y culturales.

Nosotros podemos hacer llegar eso, tiene que ser un deseo que nos impulse a todos los que trabajamos con jóvenes y a todos los que trabajamos en la espiritualidad. Involucremos a los propios jóvenes en esto, porque algo impresionante y muy lindo es que los jóvenes son sujetos protagonistas de los caminos que nos juntamos a revisar. Es necesario involucrarlos en el diseño de la propuesta y en la realización de la misma.

Cada vez más somos conscientes de que los jóvenes son fieles y que pueden tener voz, para enseñar a otros jóvenes. Es muy importante enseñar no sólo a algunos pocos que nosotros consideramos líderes, pensando que sólo ellos van a impactar en otros. Las culturas juveniles de hoy, con el papel de las redes sociales, nos enseñan que hay una dimensión mucho más grande, y que tenemos que brindar algo más democrático, algo que pueda hacer a todos protagonistas.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica