Recursos Humanos

Tenemos ante nosotros una batalla constante: vivir en la verdad o en la mentira

Por Javier Rojas SJ

 Siempre he creído que el ser humano cuenta con recursos internos para hacer frente a las contrariedades que se presentan en su vida, cualesquiera sean. Esos recursos están en el centro vital del que brotan la creatividad, la fuerza, la pasión, el amor, la bondad… en definitiva: todo lo que se necesita para tener una vida plena, para crecer y madurar. Pero para llegar a ese centro necesitamos primero soltar los apoyos externos sobre los que nos afirmamos para vivir. La mayoría de nosotros recurre a seguridades externas, que pueden ser muy variadas: desde el dinero, el poder, el trabajo, la posición social, o cualquier cosa que se nos ocurra para sostener nuestra existencia. Aunque nos parezca extraño, no siempre encontramos el camino que nos lleve a ser conscientes de ese centro vital. Me animaría a decir que vivimos comúnmente en la periferia de nuestro ser, allí donde el ego tiene su reinado y gobierna nuestra vida.

¿Qué es el ego y de qué manera nos impide llegar al centro vital de donde nace el verdadero impulso a la vida? El ego puede definirse de muchas maneras, pero me gusta la perspectiva que encontré en un autor que lo define así. «El ego se define como el conjunto de maneras de mirarse, juzgarse, considerarse y tratarse a uno mismo» y agrega que es, «como el conjunto de los apegos a uno mismo, a la propia imagen». Otro autor, bellamente, lo define como «el pequeño ignorante y carenciado». El ego es ignorante porque desconoce su verdadera naturaleza, y otorga a sus sueños y fantasía un carácter real. El ego tiene carencias de tipo afectivas y psicológicas, necesita sentirse querido y valorado, deseado y considerado, sentirse seguro y fuerte. De esta ignorancia y carencia, debemos despertar para dejar de buscar instancias compensatorias, para sentirnos queridos y valorados. Por esta ignorancia y carencia el ego se dedica a cuidar su imagen, a cultivarla, para verse ante los demás como le gustaría ser.

La manera de salir de esta somnolencia es aceptar la ilusión sobre la que hemos montado nuestra vida. Hemos olvidado nuestros recursos internos, o lo que es peor, aún no sabemos que existen. El ego es lo contrario a la verdad y lo opuesto al desapego, porque vive en la ilusión y se aferra a todo cuanto puede garantizar su poder y hegemonía en nuestra vida. Dios es el primer interesado en que accedamos a ese centro vital y que tomemos  contacto con Él allí para desplegar juntos nuestros recursos internos.

No podemos vivir enroscados. Debemos desplegar lo que somos para que nosotros mismos y los demás, vivamos más plenamente. No solamente necesitamos conocer quiénes somos en realidad y la verdad de nuestra naturaleza, sino también los demás deben beneficiarse del don que somos.

Dios permite que atravesemos por crisis profundas que derrumban nuestras ilusiones y seguridades externas. Cuando esto ocurre nos enfrentamos a la batalla más importante: vivir en la verdad o según la ilusión del propio ego. ¿En qué consiste esa lucha? En desmentir la idea preconcebida de felicidad. La felicidad no está fuera, sino dentro de nosotros mismos. Cabe distinguir que no estamos hablando del ego que es sano, sino de ese ego “malo” que busca hacernos creer que la verdadera felicidad está fuera de nosotros, en lo que podemos conseguir o alcanzar, y nos hace olvidar, o desconocer, que nuestro valor principal está en sentirnos amados por lo que somos y no por lo que tenemos. No habremos hecho nada grande por lo que merezcamos ser recordados hasta que no nos encontremos con nosotros mismos en Dios.

 

Profecía de la Paz

Hacia él confluirán las naciones, caminarán pueblos numerosos.

Isaías

Al final de los tiempos,

estará firme el monte de la casa del Señor,

descollando entre los montes,

encumbrado sobre las montañas.

 

Hacia él confluirán las naciones,

caminarán pueblos numerosos.

 

De las espadas forjarán arados,

y de las lanzas podaderas.

No levantará la espada nación contra nación

ni se ejercitarán más en la guerra.

 

Casa de Jacob, en marcha.

Caminemos a la luz de Yahvéh

Fuente: Pastoral SJ

 

Contemplaciones SJ – Con llanto de niño…

Contemplación del Nacimiento de Jesús.

Por Matías Hardoy SJ

Lucas 2, 6-7. “Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.”

Ya es de noche. En la soledad del campo, las estrellas brillan de manera especial. Silenciosas, son testigos de lo que ocurre. Miro a mi alrededor. De pronto, una suave brisa fresca me invita a un mayor recogimiento. Los animales, tal vez porque algo intuyen, se acercan… Me impacta la simpleza de esta escena.

Hay una mujer, María. Tiene el rostro quemado por el sol por tantos días de camino. Su marido, José, le sostiene la espalda. Lo atraviesa una mezcla de ansiedad y temor. Mira al cielo y piensa ¿cómo será esto? Duda, pero aún confía. Si de verdad es Dios, ¿veremos alguna señal, algo especial?

María, con cada contracción, se aferra más y más fuerte a la mano de José. Eso la sostiene. Grita. Puja. Lucha. Como toda mujer en este momento sagrado. Y ahí está.

De pronto un grito rompe el silencio de la noche. Un llanto. Como tantos otros, pero especial. Los ojos de José y María se llenan de lágrimas. Se miran. Miran al niño. ¡Cuánta emoción! Los miedos y las preguntas desaparecen. Todo se llena de gozo y de paz. Ahí (al fin) está el niño. Tan tierno, tan mimado. Es inmenso el cariño que lo abraza en medio de tanta austeridad. Tanto amor empieza a preparar lo que años más tarde vendrán.

El silencio. La Noche. No hay palabras. Sólo un llanto. El llanto del niño. María lo contempla y guardar en el corazón. José, silencioso como siempre, mira asombrado. Mientras, como tantas otras veces, sostiene a María.

De repente se oyen ruidos. Aparecen unos magos que, por sus vestiduras, parecen de oriente. Entran, como en puntas de pie, pero con gran solemnidad. Se quedan parados frente a María y el niño. Sienten en su corazón la gratitud de quien confirma en su vida una promesa de Dios. Se inclinan ante la Familia Sagrada. Dejan tres pequeños cofres que brillan con la luz de las estrellas.

María no comprende bien qué es lo que pasa. Levanta la mirada y ve, a lo lejos, un grupo de jóvenes que se acerca. ¿Más visitas?

Siente miedo. Aprieta al niño contra su cuerpo. José hace ademán de ponerse de pie. María, entonces, lo detiene. “Son pastores”, le dice. Los pastores, que ahora están muy cerca, miran curiosos.

Uno se anima a hablar .“Disculpen, pero hemos venido porque se nos apareció un ángel y nos dijo que buscáramos a un niño que sería el Salvador”. Ante la simpleza de la visita desconocida, José y María se miran y sonríen. Comienzan a entender. Dios está con ellos. Y los acompaña de modos tan originales…

Y yo acá. Descalzo. Con mi túnica sucia del trabajo del día. Con el cansancio de todo el día. Siento que, finalmente, puedo descansar.

Miro al niño.  Me emociono. Me acerco. Con una mirada se lo pido a María que, con confianza, me lo da. Lo tengo en mis brazos y nos miramos. Él “no sabe nada”, porque es niño. Pero me conoce… nos conocemos.

No puedo contener tanta emoción. Lloro. Con Él. Como un niño. Cierro los ojos y siento su calor. Sus movimientos. Escucho sus muecas. Sospecho que son esos ruidos inentendibles de Dios, que aunque está tan cerca y es tan humano, no deja de ser Misterio. Lo vuelvo a dejar en brazos de su mamá.

Con el corazón le digo: “Seguí descansando, ya nos volveremos a encontrar de camino…”

 

Entra, Señor

Entra, Señor, y rompe mis murallas.

Por Antonio Ordóñez, sj

Entra, Señor, y derrumba mis murallas,

que en mi ciudadela sitiada

entren mis hermanos, mis amigos, mis enemigos.

Que entren todos, Señor de la vida,

que coman de mis silos,

que beban de mis aljibes,

que pasten en mis campos.

Que se hagan cargo, mi Dios,

de mi gobierno.

 

Que pueda darles todo,

que icen tu bandera en mis almenas,

hagan leña mis lanzas

y las conviertan en podaderas.

 

Que entren, Señor, en mi viña,

que es tu viña. Que corten racimos,

y mojen tu pan en mi aceite.

Y saciados de todo tu amor, por mi amor,

vuelvan a ti para servirte.

Entra, Señor, y rompe mis murallas.

 

Fuente: Pastoral SJ

 

Vigilia de Navidad

Por eso tienes que venir, oh urgente Niño a lo profundo de esta noche.

Por Manuel Simöes

Las palabras humanas

apagaron el amor y las estrellas,

anochecieron la vida…

Por eso tienes que venir,

oh urgente Niño,

a lo profundo de esta noche

ya medio construida,

para implantar la paz,

el sueño y la canción,

¡Verbo eterno de Dios,

hecho a nuestra medida!

Fuente: Pastoral SJ

Ven, Señor

Una oración para acompañar los últimos días del Adviento. Adaptación del salmo 70  de Rezandovoy

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!

Ven pronto, ven, que el mundo gira a ciegas

ignorando el amor que lo sustenta.

Ven pronto, ven, Señor, que hoy entre hermanos

se tienden trampas y se esconden lazos.

Ven, que la libertad está entre rejas

del miedo que unos a otros se profesan.

Ven, ven, no dejes ahora de escucharnos

cuando tanto camino está cerrado

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? ¡Ahora!

¿No has de ser la alegría de los pobres,

de los que en ti su confianza ponen?

¿No has de ser para el triste y afligido

consuelo en su pesar, luz en su grito?

¿Quién pondrá paz en nuestros corazones

si tu ternura y compasión se esconden?

¿Quién colmará este hambre de infinito

si a colmarlo no vienes por ti mismo?

¡Ya, Señor! ¿Para cuándo esperas? Ahora.

Fuente: Pastoral SJ

 

Somos lo que Miramos

“Es verdad que todos tenemos problemas y dificultades que atender, no debemos negarlos ni esconderlos, sino buscar la manera de enfrentarlos e intentar resolverlos, en la medida de nuestras posibilidades.”

Por Javier Rojas

«La lámpara del cuerpo es el ojo: por tanto, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Y si tu fuente de luz está a oscuras, ¡cuánta oscuridad habrá!» (Mt 6, 23-25)

Siempre encontraremos motivos de qué quejarnos y lamentarnos. Y si no los encontramos seguro que los inventamos. No hace falta mucha creatividad para vivir saboreando el reproche y el reclamo, cualquier cosa puede servirnos para ello.

Creo, sin embargo, que es importante que tengamos presente lo siguiente. Lo que sucede cuando llenamos nuestra mente de pensamientos negativos y nuestros labios de queja, es que nuestra mente fija la atención en esas cosas, situaciones o personas y borra del horizonte cualquier otra realidad. En esos momentos nuestra atención hace un zoom sobre lo que nos genera malestar y los agranda increíblemente. Todo el resto de la realidad desaparece y queda en primer plano solo aquello que nos provoca estos pensamientos y sentimientos negativos.

Nuestra mente queda secuestrada, alienada, embotada y no puede ver otra cosa que aquello a lo que se ha apegado. Es verdad que todos tenemos problemas y dificultades que atender, no debemos negarlos ni esconderlos, sino buscar la manera de enfrentarlos e intentar resolverlos, en la medida de nuestras posibilidades. Pero también es verdad que esa realidad no es la única que existe. Nuestra vida no es un “problema” porque tengamos un problema, no es una ruina porque tengamos un fracaso, no es un lío porque tengamos una dificultad, o una desgracia porque nos haya sucedido algo desagradable.

Debemos aprender a ‘des-identificarnos’ de las situaciones desagradables que tenemos frente a nosotros y no dejar que eliminen de nuestro horizonte todas aquellas cosas, personas y situaciones que nos hacen verdaderamente felices. ¿De qué depende que sepamos despegarnos de la queja y el malestar que nos producen ciertas cosas? En primer lugar, de la que actitud que tengamos. Hay personas que tienes una actitud positiva ante la vida y otras que deben hacer mucho esfuerzo para tenerla. Lo cierto, es que sin ella la vida se convertiría en algo sumamente difícil de sobrellevar.

En segundo lugar, ya que los motivos para el malestar están ante nuestros ojos como una oferta en una vidriera del Shopping, debemos dejar de mirar lo negativo como si fuera lo único que existe en la realidad que nos rodea.  La verdad es que existen también muchos otros motivos por los que alegrarnos y sentirnos plenos, pero con frecuencia los olvidamos o dejamos de tenerlos presentes. De modo, que si nuestra atención o conversación se fija o se centra en lo que nos trae malestar lo que conseguiremos será aumentarlo considerablemente. Los motivos por los que nos sentirnos felices y plenos también están ahí, pero no los vemos, no hablamos ni fijamos nuestra atención sobre ellos.

Si en verdad queremos vivir plenamente, debemos cambiar de actitud a pesar de las adversidades por la que nos toca atravesar, y cambiar nuestra manera de ver las cosas. Debemos comenzar por cambiar nuestra mirada sobre la realidad si queremos vivir de otra manera. Nuestra mirada condiciona nuestra manera de vivir.  Somos lo que miramos.

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Motivos para la Esperanza: Ante tantas Desesperanzas

Sólo una para la esperanza: Dios, para el que nada ni nadie será olvidado.

Por Iñigo Alcaraz, sj

Parece que lo que te pasa no lo entiende nadie. Crees que todo ese esfuerzo es invisible, inútil y cae en el vacío. Nunca nadie hizo tanto daño, ni enterró a sus hijos con tanto dolor, ni sufrió una amputación del alma tan profunda. Cómo alguien va a comprender lo que sucede en una cama de oncología infantil, en una residencia donde un anciano mira por la ventana recordando una vida que ya a nadie le importa. Cómo comprender la fatiga de una madre rescatada por un miembro de Salvamento Marítimo esta madrugada. El malestar de un niño que no quiere ponerse de portero en el patio, por lo que dirán sus aparentes amigos. Cómo alguien va a acoger la infidelidad en la que vive esa pareja de novios, donde uno ama y otro juega. Cómo alguien puede acompañar la infinita soledad de quien ha sido maltratada, de quien se levanta en la calle y sabe que hoy volverá a beber para soportar el frío del corazón, ese que hiela la existencia. Quién entiende a un universitario que solo escribe en una pantalla por miedo a conversar con sus compañeros, quién quiere hablar de esa herida familiar por todos conocida y silenciada. Nadie tuitea los sueños dados por perdidos, los anhelos que la vida te alejó. Ves inalcanzable volver a sentirte bien con tu cuerpo, formar una familia, hacer sonreír a quien te ha querido tanto, acercarte al agobio profesional de aquellos que tienes cerca. Qué más da saber cómo se llama tu vecino, qué importa llegar a un lugar ofreciendo ayuda, facilitar la vida de la gente. Si al final, lo que cuenta es aprobar, colarse, sacarlo, pasar, llegar.

Es una experiencia universal de sombra. La necesidad de sobrevivir en la jungla. La finitud como verdad última. La desesperanza. Hay muchas razones para pensar así.

Sólo una para la esperanza: Dios, para el que nada ni nadie será olvidado.

Fuente: Pastoral SJ

Prepararnos Para…

Ese “prepararnos” a veces nos pone a vivir en el futuro, sin dejarnos gustar el presente

Por María Bettina Raed*

Año tras año, llega el Adviento y volvemos a escuchar que “tenemos que prepararnos para” la Navidad, para recibir a la familia y a los amigos ese día, para la fiesta, para…Y comienza la carrera por preparar la casa, la comida, los regalos y no sé cuántas cosas más.

La lista de lo que hay que preparar se hace a veces interminable, y queremos arreglar, corregir, reparar y solucionar. Salimos a comprar y planificamos el menú, la mesa, la comida. Si además coincide con el tiempo en el que se inician las vacaciones anuales o tiempo de descanso, estos preparativos se suman a preparar las vacaciones. Ese “prepararnos” a veces nos pone a vivir en el futuro, sin dejarnos gustar el presente. Haciendo de la preparación un “algo” que tiene que pasar rápido para que llegue lo que ha de venir. Haciéndonos perder el gusto del proceso, la profundidad del aquí y ahora.

Incluso nos puede pasar que cuando nos ponemos a reparar, arreglar o solucionar, nos demos cuenta de que hay aspectos que no podemos lograr o que siguen otro rumbo inesperado y entonces, o nos sentimos indignos de recibir a Jesús porque la casa no está preparada o por el contrario, amontonamos todo lo que no nos gusta en el “cuartito del fondo”.

A veces nos olvidamos de lo importante: Jesús nació en un pesebre y no en el palacio de Herodes. Para él sólo hubo lugar en un pesebre, porque “no tenían sitios para ellos en el alojamiento…”. El pesebre fue digno para el Salvador porque Él lo hizo digno con su nacimiento. Jesús con su nacimiento dignificó ese pesebre.

Si hay algo que “preparar para la Navidad” es “un lugar para el Niño en el pesebre”, hacer lugar en el “cuartito del fondo”, allí donde tenemos guardado todo lo que no podemos reparar, arreglar, o solucionar allí todo huele a pesebre.

Allí, “en el pesebre”, hay que hacer un lugar para que Jesús con su nacimiento lo dignifique. Jesús no quiere, palacios, ni pisos lustrados, prefiere el pesebre, porque ahí viene a dar VIDA, ahí viene a TRANSFORMAR todo lo que existe con su nacimiento.

Prepara el pesebre en tu corazón y en tu vida cotidiana, allí quiere nacer Jesús.

*Coordinadora Click to Pray versión española.

Co – Coordinadora Internacional Click to Pray.

Red Mundial de Oración del Papa AO / MEJ.

Fuente: Click to pray

Un Tiempo para Ilusionarse

Recuperar el Adviento es recuperar la esperanza.

Qué bueno es tener motivos para esperar. No pasa nada si nos falta algo, si hay heridas, si en algún momento la vida va achuchada. En realidad hay etapas en las que lo importante es escuchar la promesa de algo bueno. Y creerla, si quien promete es alguien de fiar (Dios lo es). Llegará la sanación para las heridas. Llegará la luz para disipar las sombras. Llegará la paz a las personas. Llegará el amor a poblar las soledades. Llegará la palabra a tender puentes. Llegará el descanso, compartido. Llegarán nuevas ideas, nuevas canciones, nuevos proyectos. Llegará Jesús.

¿Qué me ilusiona hoy?

¿Qué espero, anhelo, deseo en este momento de mi vida?

Fuente: Pastoral SJ 

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