Emmanuel Sicre SJ: “Si buscamos el momento ideal para rezar, no vamos a hacerlo nunca”

Continúa el Ciclo de Oración y Discernimiento que se está llevando adelante en la noche de Radio María Joven, ocasión para la que han convocado al jesuita argentino, Emmanuel Sicre. A través de preguntas, tanto como de los locutores como de los oyentes, se va dando un diálogo en el que se va profundizando en los modos de orar y relacionarse con Dios en la vida cotidiana. Compartimos aquí algo del 2° encuentro.

¿Cómo  es este Dios con el que queremos entrar en diálogo en la vida cotidiana?

Esa es una muy buena forma de comenzar, porque si empezamos por las dificultades probablemente nos miremos mucho el ombligo y finalmente no estemos mirando para arriba o para adentro. Y creo que, en primera instancia, hacernos presentes a Dios más que traerlo a Él a algún lugar, es hacernos conscientes de con quién estamos dialogando en la oración, con quien es que entramos en ese momento de oración. Lo que primero que me sale es que es el Dios de Jesús. Veamos cómo Jesús en el Evangelio trata de mostrar las cosas que hace su Padre. Y entonces ahí vamos a empezar a mirarnos con la imagen de Dios que nos trae Jesús: el Dios de la Misericordia, el Dios de la Compasión, el Dios que libera al hombre, el Dios que está siempre cercano, que no juzga, que no condena, el Dios que ayuda a darse cuenta de las cosas que no van bien . Pero no es un dios tirano, que está en la vereda de enfrente esperando que nosotros lleguemos. Yo creo que eso nos hace bien cuando queremos ponernos en sintonía con él a la hora de rezar.

Saber que es un amigo, un compañero, un Padre, un hermano. Esas imágenes familiares que nos ayudan a sintonizar de una manera más cotidiana, más habitual, más común. Y que nuestra reverencia sea la del encuentro, como cuando nos encontramos con alguien que amamos, que deseamos… decía San Alberto Hurtado que teníamos que esperar a Dios como una mascota, como un perrito espera a su amo: con la alegría de saber que está llegando. Todos los que tienen mascotas saben que cuando uno abre la puerta o lo ve desde lejos, salen a recibirlos, mueven la cola… Esa analogía nos puede servir para sensibilizarnos a la hora de entrar en oración.

A veces podemos tener esta sensación de que le estoy haciendo un favor a Dios disponiéndome para ir a rezar.

Si, a veces creemos que es una cuestión de mérito ¿no? Que tenemos que ir a presentarle todas las cosas que hicimos bien en el día, como si fuéramos a rendirle cuentas. De esta manera, cuando no tengamos algo para presentarle no vamos a rezar. En cambio, si pensamos que es una relación cotidiana, una relación de amistad, de ir al  encuentro con alguien con quien le gusta compartir lo que está viviendo, aunque esto sea muchas veces doloroso, o que cueste compartirlo… Pensar que es ira estar con ese Dios de Jesús. A mí me gusta ponerle ‘Dios de Jesús’, porque a veces cuando decimos ‘Dios’ nos sabemos muy bien qué decimos.

Pensaba, Emma,  en la sencillez de la oración. A veces, quizás ni hacen falta palabras como decir ‘aquí estoy Señor’, o como decía aquella gran santa ‘yo lo miro y él me mira’.

Si, es como si Dios tuviera una embajada en mi propia interioridad y nosotros vamos a ahí, a esa casa que Dios tiene dentro de nosotros. Entonces, entrar en esa dimensión que es el encuentro con él nos ayuda a ir dando pasos en la relación. A sentir que hay un ida y vuelta. Y  que no hay que hacer más. Hace unos días, que me tocó ayudar a rezar a unos chicos, les decía que en vez de ‘ponerse en presencia de Dios, como si fuéramos a traer a Dios que está lejos en nuestra oración; más vale hacernos presentes nosotros a un Dios que está siempre.’ Somos nosotros los que tenemos que despertar. Dios está siempre acompañándonos.

Un cambio de perspectiva. Por ahí también pienso que podemos llegar a relacionar la oración con ‘tener algo para presentar’. Aunque en general, son más las cosas que necesito pedir que las que agradecemos ¿Qué te parece que nos puede ayudar a entrar en la oración como en una relación con alguien con quien me junto seguido a conversar, a pasar tiempo?

Creo que hay un paso que tenemos que dar en relación a cómo nos comunicamos nosotros con las personas que amamos. No nos vamos a comunicar de una manera distinta con Dios a cómo nos comunicamos con alguien de nuestra familia o con un amigo o amiga muy íntimo. Dios también forma parte de nuestras relaciones, no tenemos otra forma de relacionarnos que siendo nosotros mismos. Entonces, nos podemos preguntar cómo es que habitualmente nos relacionamos con las personas que amamos. Y ahí podría aparecer una punta del ovillo para pensar esto. A veces, nos encontramos muy superficialmente, o sólo con emoticones, no nos animamos a ahondar, o contamos lo mínimo e indispensable como para que no se nos quiebre la relación. No es que esté mal, pero muchas veces vamos a necesitar comunicarnos un poquito más allá. Y con Dios esto también se torna algo cotidiano, algo familiar. Bien ¿Cómo podríamos relacionarnos con él también atendiendo a la etapa de la vida en la que estamos?

Hay momentos en los que estamos muy silenciosos y nos sabemos bien qué es lo que nos está pasando y no sabemos qué decir. En esos momentos, la invitación es a presentarnos a Dios con ese silencio medio mudo que nos viene de no saber qué nos pasa. A veces estamos super verborrágicos y queremos contarle todo a Dios, entonces se da un momento de diálogo. Hay tiempos en los que queremos conocerlo más y entonces ahondamos en el Evangelio. Creo que, en eso, la vida de oración es mucho más dinámica de lo que a uno le parece y nadie tiene ‘la vaca atada’ con la oración. No es que hay una forma que yo ya aprendí a rezar y chau. Siempre se va aprendiendo, porque Dios es dinámico.

Y ahí también qué bueno prestar atención y no sentir que lo estoy haciendo mal si de repente rezo diferente a como rezaba en otro tiempo de mi vida o quizás unos meses atrás.

Exactamente, la oración cambia con mi propio crecimiento también. Y hay momentos en los que estoy aprendiendo, entonces, quizás lleva más sacrificio. Y hay momentos en los que ya me voy dando cuenta de cómo es la oración y entonces voy entrando con más facilidad. Otras veces, resulta que creo que ya se rezar y me como el fiasco de no saber cómo sigue la cosa, o me la creo y finalmente, no pasa nada.

Qué bueno también pensar que, cualquiera sea la circunstancia que esté atravesando de mi vida, que está ahí el Dios de Jesús a la mano que siempre viene conmigo, y que es un Dios-Amor que está dispuesto a recibirme como esté. Qué lindo saber que siempre tenemos un lugar a disposición para entrar en diálogo, descansar, hacer preguntas o simplemente estar en silencio.

Ciertamente. Es alguien que está siempre y es algo que hace mucho bien. Incluso cuando no queremos hablar con Él, que también nos pasa.

Seguimos profundizando en torno a la oración, las dificultades que aparecen, y llegan algunas consultas por Instagram . Una oyente nos idce dice ‘Me cuesta mucho empezar la oración. No se cómo empezar, cómo entrar en ese lugar de encuentro con el Señor’ ¿Qué le podemos decir a ella?

Quizás lo primero pueda ser hacer como un paréntesis de lo que estamos haciendo, hacer silencio, y  algo que ayuda muchísimo es respirar. El Espíritu de Dios se manifiesta a través del oxígeno. Entonces, tomar contacto con nuestra propia respiración es una forma de aquietarnos y de hacernos presentes a Dios.

Yo empezaría así: respirando, tomando conciencia de la respiración, de cómo está mi cuerpo dispuesto a ese encuentro, y lentamente, encontrar alguna frase, alguna palabra que me ayude a relacionarme de manera simple, sencilla. Quizás ‘hola, señor ¿cómo estás?’ ‘quiero comunicarme con vos’ ‘quiero contarte algo’. Hay gente a la que le puede ayudar una oración que ya conoce, que puede empezar con un padrenuestro o cualquier oración de algún salmo que quizás uno recuerde. Lo importante es que esa quietud nos lleve al encuentro. Entonces, la respiración puede ser un buen canal y además, alguna palabrita que me ayude a entrar en oración, a presentarme a través de esa palabra.

Hay otra inquietud que nos hicieron llegar muchos chicos a través de Instagram y de youtube es la cuestión del tiempo. Viste que a veces, entre muchas actividades, ir al colegio, a la facu, tal vez con largas distancias entre un lugar y otro, volver a casa, donde me imagino que algunas personas tendrán muchas tareas también, les cuesta encontrar un lugar para la oración . ¿Qué podemos responderle a estos chicos Emma?

Y, en realidad vivimos como en una época de zapping. Estamos buscando el momento oportuno para rezar y corremos el riesgo de no encontrarlo , y entonces no ir a rezar nunca. Cuando uno anda muy movedizo en la vida yo creo que conviene sumarse al movimiento con la oración. Y hay una oración que puede ser ‘por goteo’. Una oración que uno hace cada vez que está por empezar una actividad, al levantarse o al acostarse. Una oración que nos ayude a conectarnos un minuto aunque sea de nuestro trajín cotidiano; cuando estoy viajando, en colectivo, o si me toca manejar, o si me están llevando para algún lugar; hacer algún momento de silencio o tocar algún objeto que me recuerde mi vida de oración. Puede ser una cruz que llevo en el pecho, un rosario. También a veces hay algunas app que nos pueden ayudar a hacer oración en movimiento. Yo creo que no es excusa el estar moviéndose para rezar. Lo que sí puede ser es que necesitemos tarde o temprano una mayor quietud. Pero pensemos que Dios está acompañándonos en nuestro trajín cotidiano.

Y qué bueno también poder sumarlo a nuestras actividades. Que quizás ya viene con nosotros cuando uno va de camino, en el colectivo, tenemos algunos espacios donde, en vez de hablar nosotros con nosotros mismos podemos, al menos por goteo, tomar consciencia de la presencia del Señor que me acompaña todas partes.

Exacto. Otra vez esta lógica de ‘hacernos presentes’ a él en nuestra vida cotidiana, en nuestro trajín, en lo que tenemos que hacer.

Por acá nos dice otra oyente: ‘Mi dificultad al momento de la oración  es lograr la concentración para rezar todos los días’.

Bueno la perseverancia es un don ¿no? Si nos hace bien y por lo tanto más buenos y más bellos, vamos a tener más ganas de hacerlo. El problema va a ser medir nuestra perseverancia con los dones que recibimos en la oración es como una tentación muy común pensar que ‘merezco de Dios tal cosa’ o me tendría que pasar tal cosa porque soy una persona de oración diaria. Esa tentación está muy presente. Y como nosotros vivimos en una lógica permanente de retribución, de hacer cosas para obtener algo con la oración no pasa. Y entonces viene también aquello que dijimos la otra vez de que ‘Dios me clavó el visto’. Tenemos una especie de impaciencia que nos hace vivir así. Entonces la oración cotidiana (me parece a mí) recibirá el don de la perseverancia cuando dejemos de estar buscando un retribución. Y quedarnos simplemente con Dios, en vez de con las cosas de Dios.

Si, es algo que pasa. Y qué bueno poder descubrir que en la medida que voy dejándome encontrar con el Señor, el corazón también empieza a tener como ‘deseos de más’. De más encuentro, de un poco más de tiempo, de mayor dedicación y como si fuese un músculo, también se va entrenando.

Sí, es el deseo de poner la vida a la luz de la velita de Dios , o del incendio que Dios es a veces; arrimarse al fogón y no andarse muriendo de frío al costadito.

La música también es una gran herramienta para acercarnos  a Dios.

Sin duda, el arte también es una gran gran vía para acercarnos a Dios: la escritura, tocar un instrumento, el canto…

¿Sirve establecer algún lugar físico u horario fijo para hacer oración?

Como toda disciplina puede servir. Lo que nosotros tenemos que discernir es si nos ayuda. Si nos ayuda hay que tenerlo. Hay gente que tiene su altarcito, yo de hecho tengo el mío en mi cuarto pero ha habido épocas en las que el altarcito no era el lugar y tenía que moverme. Entonces tengo que buscar lo que más me sirve en el momento de mi vida en el que estoy para encontrarme con Dios. Esto es dinámico. Tener un lugar nos ayuda a hacerlo más familiar, como tener un  lugar para dormir y el lugar para rezar también. Esto también ayuda bastante.

Otra oyente nos dice: ¿cómo hacer para que la oración cotidiana no sea monótona o una rutina o una costumbre? Entiendo que se debe referir a esto de incorporar a la oración como algo más en mi vida pero, que al final la termine viviendo como una actividad y no un lugar de vida.

Exactamente, ella ya tiene el criterio puesto ahí. Cuando sienta que se le haga una rutina tendrá que moverse. Hay algo que moverse o encontrar otras formas. Porque en épocas de estudio lo que nos suele pasar con los textos es que le sacamos las ideas principales y les ponemos demasiada cabeza. Y no estamos atentos al corazón, que es donde Dios habla también, de manera especial a través de las emociones y de los sentimientos. Entonces, insisto, en que es algo dinámico. No vamos a poder ‘atar’ el misterio de la oración. Hay muchísimos métodos, y los grandes maestros de la vida de oración nos enseñan un montón de cosas de cómo rezar. Igualmente cada uno tiene que hacer el camino y recorrer el momento de la vida en el que se encuentra cómo es que mejor se encuentra con Dios, cómo es que mejor se relaciona con él en este momento del día. Eso es dinámico. Entonces, si un método termina ahogando mi oración, es que en verdad no estoy prestando atención a lo que el espíritu está haciendo en mí.

La mayor dificultad en la oración ( y esto lo repiten incansablemente todos los que saben) es el YO. El YO ocupa un lugar muy grande. Y entonces si no lo corremos, Dios no puede entrar. El YO se manifiesta como si la oración fuese un espejo al que voy y solo me encuentro conmigo mismo: empiezo a mirar los defectos que tengo, lo que hice  bien: ¿y dónde está el otro? ¿Dónde está el misterio de Dios? Hay que hacer chiquitito el YO para que Dios crezca .

Y junto con nosotros vienen los que forman parte de nuestro corazón y nuestra vida.

Ciertamente. Pero cuando nosotros podemos romper ese espejo y convertirlo en una ventana podemos mirar para el otro lado.

Fuente: Radio María

Reflexión del Evangelio – Domingo 12 de mayo

Evangelio Juan 10, 27-30

Jesús dijo: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”.

Reflexión del Evangelio – Por Oscar Freites SJ

En este cuarto domingo de Pascua, domingo del “Buen Pastor”, la Iglesia nos invita a rezar por las vocaciones. El Papa Francisco nos propone como tema para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de este año: “La valentía de arriesgar por la promesa de Dios”. Riesgo, promesa, seguimiento, pertenencia, identidad: son las llamadas que golpean a nuestro corazón en este domingo del Buen Pastor.

El evangelio que se nos propone es bien breve, cuatro intensos versículos que hacen síntesis de este capítulo 10 del Evangelio de San Juan. Allí, Jesús se nos ha presentado como el Buen Pastor que da su vida por las ovejas.

Miremos esta imagen con la cual Jesús nos revela algo de sí: “Yo soy el buen pastor”.

En la cultura “campesina” de la Galilea de Jesús, los pastores eran uno de tantos trabajadores, de aquellos que conocían de largas y duras jornadas de trabajo. Hombres sencillos que saben de desvelos, de noches frías, de incomodidades, de mirada atenta y agiles reflejos. Con estas personas que saben perderse en medio de sus rebaños se quiere identificar Jesús. Con aquellos que saben valorar del vínculo del uno a uno; que conocen con cariño el nombre de cada una de sus ovejas; que saben caminar en comunidad acompasándose al ritmo de los más débiles.

Con ellos se identifica Jesús. Él quiere conocernos, quiere que escuchemos su voz, nos quiere invitar a su seguimiento. Esa es la relación que Jesús quiere tener con cada uno de sus discípulos, con cada uno de nosotros. Compartir la vida, recorrer juntos los caminos, abrazar juntos las promesas de Dios que van jalonando nuestra historia.

Seguirlo, ser parte, pertenecer a su rebaño. Descubrir que no vamos solos en ese camino de seguimiento, sino que los otros son muy importantes. Pues si alguno se pierde, nuestro rebaño ya no será el mismo.

El rebaño, la comunidad, tiene gran importancia porque es el lugar donde aprendemos a discernir las promesas de Dios. Formar una familia, vivir la fecundidad del matrimonio, transformar el mundo y servir a los hermanos desde una profesión, abrazar la fraternidad de la vida consagrada, saberse pan partido y repartido en el sacerdocio. Un crisol de vocaciones que brotan de la vida en comunidad. Unas promesas que vamos aprendiendo a leer en medio del diálogo comunitario sincero y transparente. Unos miedos que también aprendemos a compartir y a enfrentar justos. Unos riesgos asumidos personalmente, pero acompañados comunitariamente.

Lanzarse a vivir aquellas promesas que tienen sabor a Vida Eterna, exige la valentía de arriesgarse a transitar por nuevos caminos junto al Buen Pastor. Pide reconocernos en camino con y por otros que también buscan, arriesgan y sueñan. Nos invita a transparentar la identidad de aquel Buen Pastor que se desvela, que cuida, que da su vida por los demás.

Pidamos entonces, en este domingo, la valentía de creer en las grandes promesas del Padre; el coraje de arriesgarnos con y por el Hijo a hacerlas realidad en nuestras vidas; y la gracia del Espíritu para sentirnos parte de una comunidad que nos acompaña por estos arduos caminos.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Palabra de CPAL de Mayo – Pensar y Actuar como un Solo Cuerpo Apostólico

«¡Cuánto más y cuán mayor bien podríamos hacer los jesuitas si pudiéramos pensar y actuar como un solo cuerpo apostólico!»

Compartimos la Palabra de la CPAL para el mes de mayo. 

Por Roberto Jaramillo SJ 

¿Qué nos pasa a los jesuitas que en tantas ocasiones tenemos una grande voluntad -y no sin frecuencia la capacidad- para colaborar y trabajar con otros especialmente laicos y laicas, pero que al mismo tiempo demostramos tan poca capacidad para interesarnos e involucrarnos en iniciativas comunes?

 Sin duda que generalizar no es correcto; y que muy probablemente los compañeros que se interesen por leer este texto y compartan mis reflexiones viven no sólo preocupados por esta situación, sino que hacen esfuerzos por cambiar personal y comunitariamente. No tengo duda, tampoco, de que muchos laicos y laicas, religiosos y religiosas (sacerdotes) y otras personas no creyentes que se unen a nuestra misión perciben con claridad y no sin estupor -y a veces con escándalo- esta realidad.

 Soy consciente de que este problema no es, tampoco, patrimonio jesuítico. No sin frecuencia los católicos somos luz de la calle y obscuridad en la casa. Respondemos más natural y fácilmente a los patrones individualistas y “protagonistas” que a las invitaciones evangélicas de pensar y actuar como un solo cuerpo (1ª Cor 12, 14ss); nos dejamos convencer por los argumentos mundanos de la eficiencia en lugar de creer y apostar por la eficacia del evangelio (la de la levadura); confundimos nuestra vocación a seguir y a servir a Jesucristo crucificado con una función, en la cual terminan imponiéndose -bajo las más refinadas razones posibles- los intereses personales o institucionales. Y cada uno termina trabajando por su lado.

 Pero ¡cuánto más y cuán mayor bien podríamos hacer los jesuitas si pudiéramos pensar y actuar como un solo cuerpo apostólico! ¡Cuánto más y mayor sería el impacto de nuestras acciones si pudiéramos trabajar juntos, colaborar no sólo con otros o abrirnos a la colaboración de otros, sino c-o-l-a-b-o-r-a-r entre nosotros, con una aceptación humilde de que el bien hecho juntos -cordialmente unidos- es bien mayor, sin distraer nuestras fuerzas y dispersar nuestra acción! Mucho tenemos que aprender no sólo y principalmente del evangelio (fuente original de nuestra diaria inspiración) sino también de tantas otras iniciativas y organizaciones que aseguran lo corporativo como una manera de SER que garantiza sus objetivos. Los nuestros son infinitamente más dignos, más altos, más santos… y merecen toda nuestra religiosa sumisión en aras de Su Misión (la del Cristo).

 La primera de las preferencias Apostólicas promulgadas por el P. General es un campanazo de alerta que nos dice que esa conversión no sucederá si no vivimos el espíritu de los Ejercicios y la práctica cotidiana del discernimiento. Este tiempo de Pascua es La Ocasión propicia para dejarnos interrogar por Dios y por la realidad, y abrir nuestra manera de entender y de proceder a los impulsos de El Espíritu que nos invita a Ser un Cuerpo: el que tiene a Cristo por Señor y a nosotros, todos, llamados a co-laborar en Su misión.

Reflexión del Evangelio – Domingo 28 de Abril

Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”. Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.

Reflexión del Evangelio – Ignacio Puiggari SJ

Si escuchamos este texto con la confianza de que Jesús nos descubre el rostro velado de nuestra humanidad, entonces podemos atrevernos a mirar con más detalle lo que le sucede a él mismo, y así comprender un poco más el alcance de nuestro destino. Lo que llama la atención tanto en la pasión como en la resurrección es el misterio de su corporalidad. El misterio de la pascua converge en la pregunta por el cuerpo: ¿qué es este cuerpo que somos? ¿Quién es este compañero fiel tan fundamental para nuestra identidad? Al parecer, en los relatos de la resurrección encontramos dos grandes experiencias relativas al cuerpo: la experiencia del límite que revela una necesidad de amor; y con ello, la experiencia de la apertura posible al misterio, esto es, a la “presencia ausencia” del Resucitado. Veamos qué sucede en este relato.

Primero, tanto los discípulos como Tomás tienen una peculiar experiencia de finitud y de límite. Los discípulos tienen miedo de los judíos; Tomás, por su parte, le falta cierta experiencia que otros sí tuvieron. Podemos pensar que esos límites así sentidos, el miedo y la indignación por esa falta de experiencia, esconden cierta necesidad de amor. Los discípulos necesitan sentirse amados, es decir, protegidos, salvados; Tomás, a su vez, necesita sentirse enseñado vitalmente por esa verdad de la comunidad que hasta el momento para él es una “verdad abstracta”. Y Jesús los alcanza en esa necesidad; entra por esa puerta dándoles paz, alegría y fe nacida de la experiencia misma. De aquí la relevancia de mirar con amplitud el alcance de nuestros límites (miedos, faltas de experiencia) para descubrir esa necesidades de amor latentes que no terminamos de pronunciar.

Pero además del límite, el cuerpo nos vincula con un tiempo finito e histórico que esta traspasado por la presencia-ausencia del resucitado. Al modo de las huellas que nos indican cierta experiencia pasada (alguien que pasó por acá) y nos descubre un camino a seguir (por dónde siguió camino), del mismo modo Jesús resucitado pasa, hace experiencia de encuentro con nosotros y, no dejándose retener, como punto de fuga, nos envía a un camino de servicio y testimonio. De algún modo revela también la condición de nuestro paso por la historia, que acaso deje huellas de amor, pero que tampoco puede ser retenida ni fijada. La ausencia de Jesús nos obliga a discernir los signos de su amor, de su paz, su alegría, su fe y su misión de amor. En el corazón de cada persona y en medio de los pueblos habita su Espíritu de amor, con sus signos que requieren ser escuchados, sentidos y seguidos.

Pidámosle entonces al Señor Resucitado la ayuda para descubrir esas huellas de paz, de alegría y fe que nos impulsan desde dentro hacia la misión y hacia el encuentro con los otros.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

Reflexión del Evangelio – Domingo de Pascua

Evangelio según San Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Reflexión del Evangelio – Por Santiago Suárez, sj

Hoy no es un día cualquiera, celebramos la Pascua del Señor, el acontecimiento más importante para los cristianos. El misterio de la  Resurrección nos pone de frente a la realidad de un Dios que radicalmente apuesta por la vida, pues, como afirma San Irineo de Lyon, “la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios”.

El texto del Evangelio nos sugiere un juego entre las tinieblas que representan a la muerte y la luz de la Resurrección: “… cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro”. La oscuridad de la madrugada representa la vivencia de los discípulos del drama del Viernes Santo, cuando la muerte de Jesús pareció matar la esperanza que habitaba en el corazón de ellos. Tal oscuridad en su propio corazón les impedía ver. Sin embargo, al ser alcanzados por el hecho de la Resurrección pueden realmente ver y creer. Ese hecho misterioso de la piedra quitada permitiendo la entrada de luz en una tumba, el lugar oscuro por antonomasia y símbolo de la muerte, provoca en los discípulos un mirar renovado de la realidad: ahora sí comprenden las Escrituras, es decir, ahora pueden, de alguna manera, ver a Dios en su acción redentora y esa visión los transforma, les da una vida nueva. Como consecuencia de esta experiencia los discípulos salen a iluminar el mundo con la luz de la Buena Noticia, la muerte ha sido vencida.

Esa luz que brota de la Resurrección del Señor mantiene encendida la llama de la esperanza y nosotros la hemos recibido en el bautismo. Pidamos, pues, la gracia de hacer brillar esa luz de esperanza en medio de un mundo que no siempre parece apostar por la vida, para que cada vez sean más los que dejen atrás la oscuridad y que puedan cantar con alegría profunda “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana

Contemplaciones SJ – El Abrazo

Contemplación del reencuentro entre Jesús y su Madre, a quien San Ignacio presume que es la primera a quien se aparece.

EE.EE 299: La Resurrección de Cristo Nuestro Señor. Primera Aparición.

Primero: Se apareció a la Virgen María. Esto no aparece en la escrituras pero se da por supuesto al decir que se le apareció a tantos. (…)

Por Joaquín Cayetano Tabera SJ

Cae tras el monte de los olivos el sol de este sábado. Debería ser de Fiesta, pero es el más triste de la historia.

Ella, ya sin lágrimas en los ojos está sentada sola. Se ha quedado en esa casa prestada cerca del Templo. La misma en la que,  donde días atrás lo había visto a Él lavar los pies y predicar el Amor. Ahora, el dolor de una espada le atraviesa el corazón.

Su rostro transparenta el dolor que siente. Por su mente desfilan los recuerdos de su niño con su andar tan atípico. Lo recuerda trabajar serenamente cada pieza de madera.  Regresan a su mente las maravillas que había visto obrar a su Hijo, ya adulto. Sigue sin poder creer que Aquél que sólo de Amor y Vida hablaba le fue devuelto muerto. Que fue clavado en una Cruz como si se tratara de un delincuente. Vuelve a llorar

Su dolor es de esos dolores que carcomen por dentro. De esos dolores que no tienen sentido. Que no buscan ser comprendidos ni se intenta entender. Que tampoco se busca que dejen de doler. Porque se sabe que es imposible.

Así está Ella. Los últimos rayos del sol desaparecen dejando aquella pequeña habitación casi en penumbras. Las trompetas de los levitas suenan anunciando el fin del Sábado Santo. Comienzo un nuevo día.

Entre la oscuridad y el ruido de trompetas comienza a sentir que el dolor abandona su corazón. Su impávido rostros de días sin dormir va recuperando su color. La angustiante tristeza que parecía infinita va dando paso a una profunda Paz.

Entonces, aún consternada por el cambio de sus sentimientos, escucha que la llaman en un susurro.

“… Mamá…”

Sus ojos estallan en lágrimas. Se incorpora de inmediato. De su alma y de su boca sale un gemido que dice “mi Jesús”

De pronto parece que la habitación se ha llenado de luz. Una luz que solo su corazón puede percibir. Ahí está Él. Con agujeros en sus manos y en sus pies. Con sus ropas blancas como la nieve más blanca.

Ella lo abraza como quien se abraza a su única esperanza. Él la abraza como quien protege con Amor. “María, mamá, no temas” le dice. Besa su frente… y desaparece.

Ella queda nuevamente sola. Pero ahora es una soledad tan acompañada y llena de sentido, que la oscuridad de esa noche se aparta por su luz.  La luz que le da el saber y el sentir que la vida, para el mundo, recién comienza.

Caminos hacia Dios: la privación

Libres de lo accesorio y disponibles al sentido profundo, entramos en contacto con el otro desde la humanidad compartida y bendecida por Dios.

Por Emmanuel Sicre SJ 

En la mayoría de las culturas religiosas existen momentos purgativos, de limpieza, de lavaje de aquello que es percibido como suciedad interior, como residual y que debe ser arrojado fuera. De ahí que surjan diversos rituales de purificación que ayudan a renovar los canales de encuentro con la divinidad entendida como luz, pureza, energía positiva, libertad. Y así conseguir la paz interior.

En el cristianismo el camino de la privación, del ayuno, de la abstinencia suman un elemento realmente enriquecedor. No nos privamos de algo para quedar más limpios y estar en paz solamente, no ayunamos para engrosar nuestra capacidad de resistir, no hacemos abstinencia para demostrar el poder de nuestra voluntad. Sería narcisista. Todo esto lo hacemos para encontrarnos con Cristo en los demás, en especial, con aquellos que hacen ayuno, abstinencia y son privados del alimento diario a causa de la injusticia. De esta manera, libres de lo accesorio y disponibles al sentido profundo, entramos en contacto con el otro desde la humanidad compartida y bendecida por Dios en el despojo de sabernos llamados a una existencia digna que debe llegar a ser percibida por todos sin excepción.

Fuente: Pastoral SJ

 

 

Semana Santa: El camino de la Esperanza

Esto significa que la Semana Santa es la fiesta de la esperanza, una esperanza de talante espiritual (basada en la fe y en la confianza en Dios) y no psicológico (el rasgo del optimismo).  La Resurrección abre la posibilidad de futuro, y, por ende, la esperanza se torna compromiso.

Por el Padre Tony Mifsud s.j.

 En su primera exhortación apostólica, Evangelii gaudium (24 de noviembre de 2013), el Papa Francisco observa: “Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre.  Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo.  El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos.  Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad (2 Co 12,9)” (No 85).

Esta convicción es la que se celebra en Semana Santa.  El Domingo de Pascua da sentido al Viernes Santo.  Es la celebración de la vida en medio de la muerte, porque ésta ya no tiene la última palabra.  En la Resurrección el Padre Dios proclama a la Persona de Jesús de Nazaret como el Cristo de la fe, avalando su vida, sus palabras, su proyecto y sus promesas.  Jesús es el mismo Dios entre nosotros, el Emanuel.  Como afirma san Pablo, si Jesús no hubiese resucitado, entonces vana es nuestra fe, porque Jesús sería una persona extraordinaria, pero nada más.

Lamentablemente, la tradición tiende a identificar la Semana Santa unilateralmente con el dolor y la muerte.  Pero Jesús resucitó y, por ende, lo que se celebra es el triunfo de la vida por sobre la muerte.  Es la fiesta de la esperanza en medio de las situaciones de muerte.

En un primer tiempo, la imagen central de la fe consistía en la figura del Buen Pastor que carga en sus hombros a la oveja perdida.  Pero, en una segunda etapa, esta imagen se cambió con la cruz.  Estrictamente hablando, la cruz sólo representa una dimensión del misterio pascual.  Lo más apropiado sería un Jesús resucitado que sale de la cruz en su camino hacia el Padre.  El dolor del Viernes Santo no se entiende sin el gozo del Domingo de Pascua.

Esto significa que la Semana Santa es la fiesta de la esperanza, una esperanza de talante espiritual (basada en la fe y en la confianza en Dios) y no psicológico (el rasgo del optimismo).  La Resurrección abre la posibilidad de futuro, y, por ende, la esperanza se torna compromiso.  El proyecto de Jesús, proclamado como la Buena Noticia, consiste en la filiación divina que tiene como consecuencia la fraternidad humana.  Al proclamar a Dios como Padre, como Abba (papito), se nos invita a reconocernos como hijos e hijas de Dios, lo cual, a su vez, nos compromete a tratar y hacer de los demás hermanos y hermanas, porque somos hijos e hijas del mismo Padre.  Es la oración del Padre nuestro que nos enseñó el mismo Jesús.

Jesús Frente a Pilato: Propuesta de Oración para el Jueves Santo

Compartimos una ayuda para la oración propuesta por Gonzalo Zarazaga SJ que invita a contemplar los momentos en los que Jesús dialoga con Poncio Pilatos, antes de ser condenado a muerte; narrados en el Evangelio de Juan.

Juan 18, 28-19, 16ª

Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era temprano. Ellos no entraron en el pretorio para evitar contaminarse y poder comer la Pascua.  Pilato salió afuera, a donde estaban, y les preguntó; “¿De qué acusáis a este hombre?”. Le contestaron: “Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado”. Les replicó Pilatos  “Pues tomadlo y juzgadlo según vuestra legislación”. Los judíos le dijeron: “No nos está permitido dar muerte nadie” – Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tenía que morir- . Entró de nuevo Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús respondió: “¿Los dices por tu cuenta o lo han dicho otros de mí?”. Pilato le respondió “¡ni que yo fuera judío! Tu nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?”.  Contestó Jesús: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo , mis soldados habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Ahora bien, mi reino no es de aquí”. Le dijo Pilato: “Entonces, ¿tú eres rey?”. Jesús contestó: “Tú lo dices. Yo soy rey: para esto he nacido, para eso he venido al mundo, para atestiguar la verdad. Quien está de parte de la verdad, escucha mi voz”

Le dice Pilato: “¿qué es la verdad?”. Dicho esto, salió de nuevo a donde estaban los judíos y les dijo: “No encuentro en él culpa alguna. Pero es costumbre vuestra que indulte uno por Pascua. ¿Queréis que os indulte al rey de los judíos?”. Volvieron a gritar: “A ese no, a Barrabás”. Barrabás era un asaltante.

443px-What_is_truth

Entonces Pilato se hizo cargo de Jesús y lo mandó azotar. Los soldados entrelazaron  una corona de espinos y se la pusieron en la cabeza; lo revistieron con un manto púrpura, y acercándose  a él le decían: “¡Salve Rey de los judíos!”. Y le daban un bofetón. Salió otra vez Pilato afuera y les dijo: “Mirad, os lo saco para que sepáis que no encuentro culpa alguna en él”. Salió, pues, Jesús afuera, con la corona de espinos y el manto púpura. Pilato les dice: “Aquí tenéis al hombre”.

Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: “¡Crucifícalo, crucifícalo!”. Les dice Pilato: “Tomadlo vosotros y crucificadlo, que yo no encuentro culpa en él.” Le replicaron los judíos: “Nosotros tenemos una ley y según esa ley debe morir porque se ha hecho hijo de Dios”.

Cuando Pilato oyó aquellas palabras, se asustó mucho. Entró en el pretorio y le dijo de nuevo a Jesús: “¿De dónde eres?”. Jesús no le dio respuesta. Le dice Pilato: “¿A mí no me hablas?¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?”. Le contestó Jesús: “No tendrías poder contra mí si no te lo hubiera dado el cielo. Por eso, el que me entrega es más culpable”.

A partir de entonces, Pilato procuró soltarlo, pero los judíos gritaban: “Si sueltas a ese, no eres amigo del César. El que se hace rey va contra el césar”. Al oír aquello, Pilato sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gábbata. Era la víspera de la Pascua, al mediodía. Dice a los judíos: “Ahí tenéis a vuestro rey”. Ellos gritaron: “¡Afuera, afuera, crucifícalo!”. Los sumos sacerdotes contestaron “No tenemos más rey que el Cesar”. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.

Ayudas para la Oración

1° Leemos con atención el relato del encuentro de Jesús con Pilato.

2° Nos ponemos en presencia de Dios.

Procuramos sentir que nos invita a adentrarnos en el misterio de su persona, de su amor y de su entrega. (…)

3° Composición viendo el lugar.

comenzamos nuestra meditación intentando recrear en nuestro interior los lugares que nos sugiere la narración. De la casa de Caifás, Jesús es llevado al pretorio para comparecer ante Pilato. Todavía está oscuro. El juicio se realiza al amparo de las tinieblas. Los judíos se quedan afuera para no contaminarse y poder celebrar la Pascua. Otra vez la sutil ironía de Juan: los que pretenden permanecer puros para participar de la Pascua son los que se quedan afuera de la Pascua eterna (…)

4° Pedimos acompañar  a Jesús en su Pasión.

Pedimos la gracia de participar personalmente y desde dentro del encuentro con Jesús. (…)

5° Contemplamos a las personas, a los judíos que acusan a Jesús.

Odiaban a los romanos. Detestaban ver la tierra prometida ocupada y gobernada por paganos que nada tenían que ver con el pueblo elegido y la historia de Israel. Les costaba entender los designios de Yavé, que una y otra vez los dejaba en manos de dominadores extranjeros. Con todo, al menos los romanos les permitían practicar el culto y cumplir con sus ritos y costumbres, siempre y cuando pagaran el tributo y no se rebelaran contra las disposiciones romanas y la autoridad del César. Habían alcanzado así un cierto entendimiento y equilibrio que les permitía a los sacerdotes , escribas y fariseos , conservar algo de poder y autoridad frente al resto del pueblo. Desde esa posición veían a Jesús como un advenedizo con pretensiones mesiánicas que venía a cuestionar su autoridad, poniendo en peligro  el delicado equilibrio alcanzado. Ante esa amenaza, habían decidido que era “preferible que uno muriera por el pueblo”. Ello implicaba establecer que era más importante conservar el estado de situación que era escuchar a Jesús. El evangelista destaca la violencia de las pasiones y los intereses en juego: cada vez que pilato sale para hablar con ellos y hacerles recapacitar, los judíos “gritan”, “vociferan”. No quieren hablar ni escuchar.

6° Contemplamos a Pilato.

También está profundamente, aferrado a su poder, dominado por sus intereses y el deseo de conservar el actual estado de cosas. (…)

Pilato cree que todo el problema reside en que Jesús pretende ser el rey de los judíos. Pero se encuentra con que Jesús afirma ser rey a secas, que no es solo un rey más de este mundo, y que incluso la autoridad de Pilatos depende de sus designios. Pilato se siente tan enredado que ya no sabe cómo salir. Jesús le ofrece abrirse a la verdad pero Pilato no la quiere. “¿Qué es la verdad?”, pregunta. En el fondo, no busca la verdad . Huye. No es eso lo que le importa. En seguida se escapa de la mirada de Jesús: “al decir esto, salió nuevamente”. Buscando la salida más fácil, la voluntad de Pilato de hacer, mínimamente lo correcto se resquebraja cada vez más. Se va dejando manipular por las presiones. Finalmente cede creyendo que así se desentiende de un problema de que él no es responsable. Lo “entrega” pero se lava las manos sugiriendo que son los judíos quienes lo matan, cuando en realidad, sólo él tiene la potestad de hacerlo.

7° Contemplamos y escuchamos a Jesús.

El texto no menciona para nada a los discípulos. Probablemente ya ha huído y se han dispersado. En apariencia, Jesús está completamente solo. Pero el lector sabe que el Padre está con él, listo para resucitarlo y coronarlo en la gloria. En contraste con Pilato, Jesús se muestra seguro y firme. En todo momento se muestra sereno. Ya ha decidido frente al Padre lo que tiene que hacer y no duda. (…)

Todo el relato quiere presentar, ante los ojos de quien contempla, la imagen de Jesús como un rey humilde que, sentado sobre una tarima elevada con una corona de espinas y un manto rojo sobre los hombros, viene a inaugurar el nuevo reino de Dios, un reino distinto a todo lo esperado y conocido. En giros lleno de ironía es el mismo Pilato el que hace las  presentaciones . Primero anuncia: “He aquí al hombre”. Los lectores del evangelio saben que detrás de las palabras de Pilato se descubre una gran verdad: Jesús es el hombre nuevo, el nuevo Adán, el Mesías esperado por Israel, el “hijo del hombre” prometido que ya ha llegado del cielo para inaugurar el reino de Dios. Más adelante, cerrando toda la escena, rematará afirmando “Aquí tenéis a vuestro rey”. (…)

8° Terminamos con un coloquio a Jesús.

Podemos darle gracias , por su amor, por su entrega por nosotros. Podemos pedirle sentirlo vivo, presente y resucitado en medio de nosotros. Podemos preguntarle por la verdad, por nuestra verdad. O podemos sencillamente, postrarnos en silencio y adoración ante la imponente imagen de este rey completamente entregado, coronado de espinas , que sólo quiere servir, y que no reconoce otra forma de reinar.

 

Pasión de Jesús – Propuesta de Oración para el Viernes Santo

Compartimos una ayuda para la oración propuesta por Gonzalo Zarazaga SJ que invita a contemplar los últimos momentos de la vida de Jesús, narrados en el Evangelio de Juan.

Juan 19, 16b-42 – Pasión: Crucifixión y muerte de Jesús.

Se lo llevaron y Jesús salió cargando él mismo con al Cruz, hacia un lugar llamado La Calavera, en hebro Gólgota. Allí lo crucificaron con otros dos: uno a cada lado y en medio, Jesús.

Pilato había hecho escribir un letrero y clavarlo en la Cruz. El esrito decía “Jesús, el Nazareno, Rey de los judíos”. Muchos judíos leyeron el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes dijeron a Pilato: “No escribas: ‘Rey de los judíos’, sino: ‘este ha dicho: Soy el rey de los judíos’”. Pilato contestó: “Lo escrito, escrito está”.

Cuando los solados hubieron crucificado a Jesús, tomaron su ropa y la dividieron en cuatro partes, una para cada soldado; aparte la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida de arriba abajo, de una pieza. Así que se dijeron: “No la rasguemos; vamos a sortearla, para ver quién le toca”. Así se cumplió lo escrito: “Se repartieron mis vestidos y se sortearon mi túnica”. Es lo que hicieron los soldados.

Junto a  la Cruz de Jesús estaba su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y a la lado al discípulo predilecto, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Después dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre. Y desde aquel momento, el discípulo la llevó a su casa”.

Después, sabiendo que todo había terminado, para que se cumpliese la escritura, Jesús dijo: “Tengo sed”. Había allí un jarro lleno de vinagre. Empaparon una esponja en vinagre, la sujetaron a un hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús tomó el vinagre y dijo: “Todo se ha cumplido”. Dobló la cabeza y entregó el espíritu.

Era la víspera del sábado, el más solemne de todos; los judíos, para que los cadáveres no quedaran en la cruz el sábado, pidieron a pilatos que les quebrasen las piernas y los descolgasen. Fueron los soldados y quebraron las dos piernas a los dos crucificados con él. Al llegar a Jesús, viendo que estaba muerto, no le quebraron las piernas; sino que un soldado le abrió el costado de una lanzada. Al punto brotó sangre y agua.

El que lo vio lo atestigua y su testimonio es fidedigno. Sabe que dice la verdad para que creáis vosotros. Esto se cumplió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán ningún hueso”; y otra Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron”.

Después de esto,. José de Arimatea, que en secreto era discípulo por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cadáver de Jesús. Pilato se lo concedió. Él fue y se llevó el cadáver. Fue también Nicodemo, el que lo había visitado en una ocasión de noche , llevando cien libras de una mezcla de mirra y aloe. Tomaron el cadáver de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto y en él un sepulcro nuevo en el que nadie había sido sepultado. Como era la víspera de la fiesta judía y como el sepulcro estaba cerca, colocaron allí a Jesús.

AYUDAS PARA LA ORACIÓN

1° Leemos muy pausadamente el texto en que Juan nos narra la crucifixión , muerte y sepultura de Jesús. (…)

2° Nos ponemos en presencia de Dios

Procuramos sentir la solemnidad del momento que vamos a contemplar. Sentimos la presencia de Dios… tal vez percibiendo su mismo silencio.

3° Composición viendo el lugar

Intentamos hacernos presentes en la escena. Podemos contemplar  a Jesús, que en la hora decisiva asume plenamente su muerte, carga la cruz sobre sus hombros y la lleva él mismo para realizar y la lleva él mismo para realizar la misión que el Padre le ha encomendado. Acompañamos a Jesús contemplando tanto el camino como el lugar donde va  a realizarse la crucifixión.

4° Pedimos acompañar a Jesús en su camino, en su muerte y entrega.

Pedimos asomarnos al misterio del amor de Dios que se entrega por nosotros poniéndose en nuestras manos. En los Ejercicios Espirituales, al llegar a esta instancia, Ignacio indica que conviene pedir los mismos sentimientos que Jesús. Queremos poder participar, aunque sea mínimamente del amor de Jesús. (…)

5° Contemplamos y escuchamos a Jesús.

Vemos a Jesús llegar al lugar de la crucifixión. Juan no nos dice nada del camino hasta el Gólgota. (…) Todos guardan silencio. Nadie interviene. Jesús ocupa toda la escena. Él es, en verdad, el único protagonista de los sucesos. Su desición de abrazar ‘su hora’ es la que marca la sucesión de los acontecimientos. Todo está en función de mostrar a Jesús como el sumo sacerdote que ofrece voluntariamente el sacrificio definitivo, entregándose a sí mismo como cordero pascual que derrama su propia sangre para la purificación de los pecados. En virtud de ese sacrificio, Jesús se convierte en rey en ese mismo trono elevado en la cruz.

(…)

Solo al final, cuando ‘la hora’ ya se ha consumado, veremos actuar a José de Arimatea y a Nicodemo. Ellos, que seguían a Jesús de lejos y en secreto “ por temor a los judíos” se muestran saliendo a la luz, comprometiéndose y pidiendo el cuerpo del Señor. Adelantan así, la valentía que alentará a los discípulos tras la resurrección. El discípulo ya no podrá esconderse ni dejarse paralizar por el temor . Se acerca la hora en que quien cree tendrá que decidirse, salir a dar la cara, comprometerse siguiendo el mismo camino que Jesús.

(…)

6° Contemplamos a las demás personas.

En su relato de la crucifixión – a diferencia de lo que hacía ante los signos que realizaba Jesús – Juan ya no menciona las reacciones, sentimientos o comentarios de quienes participan o asisten a los acontecimientos. No se habla de dos ladrones, sino de “otros dos”. Tanto las mujeres como el discípulo amado permanecen quietos y el silencio al pie de la cruz. La contemplación de la escena nos permite, sin embargo, en la libertad de nuestra oración personal, contemplar esos personajes, ver sus rostros, penetrar su silencio. Puedo intentar percibir sus sentimientos para confrontarlos con los míos, con mis propias actitudes y sentimientos ante el sufrimiento y la cruz. Podemos intentar hacernos presentes al pie de la cruz para sumarnos al silencio orante tanto de María como del discípulo amado.

7° Terminamos con un coloquio con Jesús puesto en cruz.

Buscamos que los sentimientos de Cristo, su amor incondicional , su entrega, nos invaden y superen. Dejamos que surja allí lo que nos sale decir, agradecer y pedir ante esta locura de amor de la cruz. (…)