La Amistad Habla de Dios

Sobre la amistad como reflejo de la presencia de Dios en nuestra vida.

Hay cosas en nuestra vida que, de alguna forma, son reflejo de Dios. Tal vez no lo vemos tal y como es, pues siempre es mayor que lo que percibimos. Pero hay algunas formas de vivir, de ser, de estar y de querer, que nos hablan de Dios… Y la amistad es una de ellas.

Me alegro de tener gente cercana. Vidas que se cruzan con la mía. Rutas que hemos recorrido juntos (al menos por un trecho), por senderos que a veces se separan y luego se entrecruzan de nuevo. Me siento afortunado porque hay nombres que forman parte de mi vida, no como un apunte en una agenda, sino como una historia compartida.

Hoy sé que no se puede mitificar la amistad, que a veces es sublime y a veces horrible (o ambas). Sé que no te libra de las batallas (en ocasiones las provoca), y casi siempre se construye desde lo más cotidiano. No te libra de momentos de soledad. Pero es importante darte cuenta de quiénes son ‘tus gentes’.

Fuente: Pastoral SJ

Principio y Fundamento

Principio y Fundamento es abandonarse en Dios, saber que Él tiene la iniciativa. Es querer lo que Él quiera porque todo le pertenece.

No es el título de la última novela histórica de Ken Follet, ni es un documental de la National Geographic sobre el Paleozoico, ni siquiera el nombre artístico del dúo cómico del momento. “Principio y Fundamento” es un fragmento del comienzo del libro de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola [nº 23], por el cual, desde hace casi quinientos años, creyentes de toda latitud y procedencia vienen encontrado y actualizando la Gran Verdad de su vida.

Son dos sustantivos para saborear. Principio: habla de origen, punto de partida, verdad de la cual se deriva todo los demás. Fundamento: es lo que permanece, estabilidad, solidez, razón. Y he aquí el quid de la cuestión: ¿Cuál es mi PyF? Es decir: qué es lo que mueve mi vida; cuál es esa tierra sobre la que pongo mis raíces más hondas; el sentido y la razón que hace que me levante por las mañanas y siga adelante; el motor que me dinamiza e impulsa mi quehacer diario. En definitiva, ¿cuál es esa roca firme sobre la que voy construyendo el edificio de mi realidad?

Como hombres podemos correr el riesgo de creernos el centro del Universo, de sentirnos autosuficientes con vocación de ‘chico/a Loreal’ («porque yo lo valgo»); de tener siempre en los labios el «yo, me, mí, conmigo» o por confidente a nuestro propio ombligo. ¡Incluso estar convencidos de ser la última bebida isotónica que queda en el desierto! Nos agobiamos por el tener y queremos llegar a los taitantos sanos como una manzana. Acumulamos años, dinero, poder, cualidades, carreras, diplomas, seguridades y lo que se tercie.

Ignacio nos invita con su PyF a que reconozcamos ante todo que no vivimos en el aire y que necesitamos anclar nuestro yo en una roca sólida: Dios. ¿Por qué? Porque somos criaturas surgidas de Su Amor. Él, sólo El, nos hace únicos. Irrepetibles. Con sentido. Amados. ¡Y llamados! porque somos «por y para algo», «por y para Alguien». Nuestro centro está más allá de nosotros mismos y nuestro proyecto de vida está en el corazón de Dios desde siempre.

PyFes abandonarse en Dios, saber que Él tiene la iniciativa. Es querer lo que Él quiera porque todo le pertenece. Hacerse indiferente, que no pasota, porque Él es el Absoluto y todo lo demás (incluso salud, dinero o vida) es relativo. ¡Qué maravilla el dejar que otro te lleve! Saber que estás en buenas manos y que amar la realidad es encontrarte el rostro de Dios en ella.

Un hombre iba por el campo y se encontró un Tesoro, le produjo tal alegría que vendió todas sus posesiones para comprarlo. ¡Dichoso este hombre que encontró su ‘Principio y Fundamento’!

Fuente: Pastoral SJ

 

Estar de Vuelta sin Haber Ido

El desafío de acercar a los jóvenes a la Fe en las sociedades contemporáneas.

Por José María Rodriguez Olaizola, sj

Hay montones de jóvenes que pasan de religión. Hoy en día, al menos en España, parece que para muchos es incompatible ser creyente y sobre todo practicante con ser normal. «¿Que aún vas a misa? Ufff, qué colgado». «¿Que estás en algún tipo de grupo para formarte en cosas de fe? Ufff, esto es grave, estás en la secta, te han lavado el cerebro». «¿Que crees en Dios? Qué antiguo (o qué bobo)» «¿Que cómo puedes pertenecer a esa Iglesia?» (normalmente en el esa Iglesia va una simplificación y una caricatura que poco tiene que ver con la complejidad, riqueza y hondura de la iglesia real y sus gentes).

Es curioso, porque en estas latitudes, y en muchos asuntos, hay una tolerancia políticamente correcta –y digo yo que está francamente bien respetar la diversidad de actitudes, orientaciones, sensibilidades, opiniones, etc.– pero luego parece igualmente correcto ser tremendamente intolerante con las creencias del personal. A mí me deja a veces alucinado cómo la gente se mete con otros –incluso amigos, cercanos, etc– por sus creencias. Me duele que a menudo se parte de estereotipos gastados –que, en general, lo que muestran es bastante desconocimiento de lo que de verdad está en juego cuando hablamos de fe–. A menudo te encuentras jóvenes que parecen prematuramente desengañados de todo, escépticos sin motivo, rendidos sin guerra.

El caso es que esto a veces me cuestiona, otras me entristece y otras me provoca. Me cuestiona, porque hay que reconocer, con un poco de autocrítica, los muchos errores que ha habido –y hay– a la hora de transmitir la fe. Me entristece, porque me doy cuenta de que bastantes veces las personas que pasan de religión tienen una visión poco reflexionada, y está fundada en prejuicios, simplificaciones y estereotipos, antes que en preguntas, búsquedas y opciones serias. Me provoca, porque es un reto ayudar a las personas a abrirse. ¿Cómo ayudar a la gente a darse cuenta de que la religión en realidad tiene que ver con lo más hondo, lo más auténtico, lo más profundo que se pone en juego en nuestras vidas: el amor, la alegría, la soledad, el propio lugar en el mundo, el sufrimiento, la muerte, el encuentro entre las personas, la libertad, el riesgo, el tiempo y Dios…?

¿Cómo ayudar a la gente a adentrarse por el camino de la duda, la búsqueda y la fe, cuando a menudo la actitud es la de quien está de vuelta sin haber ido?

Fuente: Pastoral SJ

 

Reflexión del Evangelio – Domingo 5 de Agosto

Evangelio según San Juan 6, 24-35

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. Ellos le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que él ha enviado”. Y volvieron a preguntarle: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Les dio de comer el pan bajado del cielo’”. Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Reflexión del Evangelio – Por Fabio Solti SJ 

Nos encontramos hoy, en el evangelio, con un pueblo que busca a Jesús. Ahora bien, las motivaciones que vemos que tienen no son espirituales, sino meramente utilitaristas. Ellos han comido con Jesús, han saciado su hambre física y quieren más.

Jesús se deja buscar y encontrar. Sabe de las intenciones de los que lo procuran. Entra por la de ellos y desenmascara el movimiento interesado para desvelar una verdad: trabajen por lo que los hace humanos y libres.

¿Cuál es ese movimiento? El movimiento de procurarse movidos por la compasión, la misericordia, el amor. ¡No se utilicen! ¡Aprendan a aceptarse! ¡Háganse cada día más humanos!

Quien se mueve por el interés, por el utilitarismo, por el materialismo, termina destruyendo a otros y a si mismo. Ese hambre, no es un hambre que hable de nuestra humanidad, es una voracidad que precisa de saciar una necesidad. Necesidad que es meramente personal y egoísta: es “mi” provecho, “mi” beneficio, “mi” ventaja, usando de medio al otro.

Creer en el Dios de Jesucristo, es ser libre de esas necesidades para abrirnos a una búsqueda genuina del otro. Para abrirnos a una búsqueda genuina de Dios.

La voracidad de la necesidad es inmediata. Es un hambre que destruye.

El hambre al que somos invitados es al hambre de convidarnos, del diálogo, de saber compartirnos con nuestros hermanos y descubrir a Dios en esas relaciones. Ese es un hambre de vida, mediato y que nos deja mucho sabor. Es el sabor de saberme hermano e hijo. ¡He ahí nuestro pan!

Que, con la ayuda de Jesús, se nos dé siempre de ese pan.

Fuente: Red Juvenil Ignaciana Santa Fe

La Risa y el Llanto

La Música es parte del lenguaje de Dios y como tal, nos ayuda a expresar lo inexpresable.

Por Borja Iturbe

La música es un lenguaje, un grito más allá de la palabra y más allá del silencio. Por supuesto que requiere la palabra, pero para superarla. También requiere el silencio, pero para colmarlo. La música que naciera del ruido sería vaciedad; la que naciera del desorden podría ser dañina; la que se quedara tanto en el mero vacío como en la mera razón moriría en su pobreza.

La música no hace milagros. Lo que no vives, no lo expresa; lo que no habita ya en ti, no te lo da; lo que no conoces, no te lo comunica. Sólo lo que ya has vivido en lo profundo de tu ser, lo que ha sido curtido en tu amor, dolor, sufrimiento, soledad, gozo,… (como dice ‘gracias a la vida’: la risa y el llanto, los dos materiales que forman mi canto…), eso es lo que la música toma para darle alas, expresarlo y, si te dejas, besarlo con besos sanadores. Toma lo que hay en ti para engrandecerlo.

¿Cómo es eso posible? ¿Cómo es posible tal grandeza y tal belleza? Quizá la razón es tan sencilla como que la música es, al igual que cada uno de nosotros, creatura de Dios, lenguaje de Dios. Es uno de sus muchos regalos. Me atrevería a decir que no fue fácil para Él crearlo pues requirió la cooperación de muchos elementos. Necesitó del aire y del silencio; nos dió cuerdas vocales, instrumento maravilloso en nuestro interior, oídos de una complejidad asombrosa, manos de filigrana, una capacidad casi ilimitada de imitar; y, por supuesto, contó con nuestra libertad, pidiéndonos cooperar con él, poniendo a nuestra disposición piedras y palos, cañas que se pudieran ahuecar, cuerdas en tensión. ¿Nunca os ha asombrado el derroche de medios que se requiere para interpretar la melodía más sencilla?

Y todo ello para engrandecernos, para darle alas a nuestro amor, para profundizar en nuestro dolor, para que podamos comunicar lo incomunicable, para reposar nuestro sudor, para sanar nuestras heridas, para hacer fecunda nuestra soledad,… para mostrarnos un delicioso camino para llegar a Él. También Jesús entonó un canto en la cruz…

Pastoral SJ

 

De Amores Recíprocos, Amores Sencillos, Amores Heridos y Amores Posibles

Dejarse implicar y complicar por el amor que nace en el corazón.

Por Clara de Juan Bañuelos

Aquí la Clara de 27, hablándole a la de 17.

Qué locura haber tenido esa edad, ¿de verdad he sido tan joven? Últimamente estoy enemistada con los semi adolescentes, creo que es la nostalgia anclada en la aorta, pero por ser tú (o yo) haré una excepción. Te diré, porque sé que te preocupa, que acabarás Derecho y llegará un momento en el que no sepas qué hacer con tu vida pero al final lo descubrirás, así que no te agobies tanto con Romano, que sí tendrás verano. Y como te conozco bien (aunque haya tardado), te diré que esas cosas del amor que tanto te gustan y angustian a partes iguales no son como crees que son. Son mucho más sencillas. Verás, el amor recíproco es complicado que se dé. El amor bonito, más. Porque muchas son las tiranías que irás viendo por el camino y vas a sufrir como la buena pánfila que estás hecha. Pero al final te darás cuenta de que las lágrimas se olvidan igual de rápido que se evaporan. Porque cuando la reciprocidad y la autenticidad sencilla y buena surge, todo sale solo. Vives en una sociedad en la que parece que los amores imposibles son los auténticos, en la que querer de verdad está infravalorado porque cualquier otro motivo en la vida siempre tiene prioridad, en la que sufrir es básico y con ello ser un mártir del amor. Sé, porque lo sé, que vas a ser la protagonista de auténticas telenovelas, vas a acabar con una o dos producciones anuales de pañuelos de papel y vas a quedarte sin saldo en el móvil por haber llamado a tus amigas para relatarles entre sollozos cómo el último canalla de medio pelo te dijo a bocajarro lo poco que le gustabas.

Quiero que sepas que el amor es el sentimiento más grande y especial que puedes llegar a tener por alguien. Por quien sea. Es lo más de Dios que vas a tener dentro de ti y tienes que cuidarlo. Tienes que vivirlo y disfrutarlo. Pero, por favor te lo ruego, nunca lo fuerces ni lo mendigues.

Quiero que sepas que amar es una acción que se esconde detrás de la mayoría de los verbos. Que si alguien te quiere, no te lo dice, simplemente hace que lo sientas. Y todo lo demás, no vale para nada. Quiero que sepas que lo que tú ahora mismo crees que es amor, no lo es como tal. Porque el amor ni duele ni destruye. El amor tiene momentos difíciles, no olvides que la vida en sí los tiene. E implicarse siempre hace que dejemos un poquito de nosotros por el camino para ser más con los demás. De una manera u otra, querer a alguien es mezclarse y convertirse en una reacción mejor. No olvides nunca que estar con alguien te tiene que hacer crecer, te tiene que hacer feliz, te tiene que hacer mejor persona.

Fuente: Pastoral SJ

 

¿Lo más Serio de la Vida Puede ser Apuesta?

La conclusión a la que llega Pascal es que vale la pena apostar esta vida a la causa de Jesús porque ganas de todas maneras, exista o no exista Dios.

Por Luis Javier Palacio, S.J.

Te lo voy a explicar con una reflexión interesante, curiosa y profunda que hizo un creyente del siglo XVII que se llamaba Blas Pascal, el mismo que estudiaste en estática de los líquidos, en cálculo de probabilidades, en el altímetro de mercurio. Un autodidacta filósofo, teólogo y científico. La reflexión se llama el “Apostador pascaliano”.

No creas que la fe es una imposición como la fuerza de gravedad que si la desobedeces te estrellas al tirarte de una torre. ¡No! La fe es una apuesta y la más interesante de tu vida. Mira lo que opinaba el mismo Pascal: «La luz de Dios es suficientemente fuerte para que el que quiera pueda creer, y la oscuridad de Dios es suficiente para que el que rehúsa creer no se sienta constreñido a hacerlo». Dios que para los creyentes es Jesús, no puede ser aceptado sino porque te deja fascinado con su vida. Pero veamos la apuesta, que puede ser sustentada en el evangelio de Juan. «El que no cree ya está juzgado» (Jn 3:18).

Supongamos, dice Pascal, que haces una apuesta a que Dios existe o a que no existe.

Si apuestas a que existe le apuestas dos cosas: tu vida actual y tu vida futura. En tu vida actual tratarás de conformarse con la vida de Jesús y al final de tu vida te encontrarás con la plenitud de esa misma vida. Si pierdes la apuesta, porque Dios no existe, entonces habrás ganado esta vida y no tendrás vida futura. Pero qué más da, ya esta vida fue suficientemente significativa como ganancia.

Si apuestas que no existe Dios, le apuestas igualmente dos cosas: tu vida presente y tu vida futura. Tu vida presente, sin otro referente que tu propio yo, se vuelve una desgracia para ti mismo y para los demás, pues te vuelves pura fuerza centrípeta, egoísta. Al morir, si Dios existe también habrás perdido tu vida futura y habiendo perdido la presente tendrás una pérdida doble. Si no existe, ¿Qué más da? Ya perdiste esta vida que era la única que tenías.

La conclusión a la que llega Pascal es que vale la pena apostar esta vida a la causa de Jesús porque ganas de todas maneras, exista o no exista Dios.

A Pascal no le gustaba el juego. Incluso descubre el cálculo de probabilidades mostrando que todo jugador de azar, de lotería, de dados, de cartas se auto engaña porque la expectativa de cada jugador es menor que la del tallador. La única apuesta que realmente se puede y debe hacer es la de esta vida. Pero a la gente le gusta jugar por su fuerza centrípeta de acumular dinero. Así que para Pascal no hay sino una apuesta moral y necesaria y es la apuesta de la vida. En ésta no hay engaño porque siempre ganamos en humanidad.

Fuente: Jesuitas Colombia

 

Discernimiento (II)

Iván Escoba SJ, Secretario de Espiritualidad de la Compañía de Jesús en Ecuador nos explica la importancia del discernimiento en la vida personal y comunitaria en un video producido por la Oficina de Comunicación Institucional de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe (CPAL).

Transcribimos aquí el contenido del mismo:

Ya desde las mismas raíces de la Compañía se testimonia el ejercicio del discernimiento o de la deliberación, que desde los primeros compañeros de Ignacio en 1539, se lleva adelante para encontrar la mejor manera de servir a la voluntad de Dios y el modo de ordenarse en la Compañía.

El discernimiento forma parte del modo de proceder de la Compañía de Jesús, que busca dejarse conducir por el Espíritu de Dios; aunque, ciertamente, este ejercicio no es sencillo. En nuestra época, la toma de decisiones es cada vez más demandante y urgente, y a menudo, nuestra capacidad de respuesta frente a los vertiginosos cambios y a lo complejo de las realidades, se torna muy limitada.

Por eso, entonces, debemos entender que el discernimiento no es solamente decir si estoy a favor o estoy en contra de algún tema, sino también decidir sobre las acciones que permiten hacer operativa una decisión. Es por esto que el discernimiento genera un clima de mayor claridad, consenso, al tiempo que consolida el cuerpo apostólico. Entonces, se torna instrumento de gobierno en la toma de decisiones como lo señala la Congregación General XXXVI.

La última exhortación apostólica del Papa Francisco habla de la vida cristiana como un combate permanente en el que se hacen presentes los espíritus. En una lucha como esta, nuestra principal herramienta es el discernimiento; que aparte de la razón y el sentido común exige también un ánimo de libertad, confianza, silencio y oración como medios que hay que poner para hacerlos; pero sobre todo como gracia que hay que pedir.

Fuente: Jesuitas Latinoamérica

Palabra de CPAL de Agosto – ¿“DÓNDE ESTÁ TU HERMANO”?

Compartimos la Palabra de CPAL de el mes de Agosto

Por Roberto Jaramillo Bernal SJ 

La situación política y social del continente entero no hace más que empeorar. La corrupción ha hecho metástasis en los países del continente corroyendo los sistemas políticos, jurídicos y legislativos, los pactos sociales, las instituciones públicas y las privadas, el mundo empresarial, etc. La Iglesia no escapa de pecados y de culpa. Es verdad que no “todo el mundo” se ha dejado corromper y que en esa reserva moral y ética reposa la esperanza de días mejores; pero el panorama no deja de ser desolador.

Son paradigmas de esa crisis generalizada la violencia oficial que en cuatro meses ha hecho más de 450 asesinatos políticos y tiene a miles de personas presas y heridas en Nicaragua; así como la obtusa intransigencia del gobierno venezolano que continúa atornillado al poder y sus privilegios, cuando a todas luces el país se desangra social, económica y políticamente. La bendición de Maduro, Morales y Díaz-Canel al régimen autoritario de Ortega son una patética muestra del poder de la corrupción. Pero no son menos paradigmáticas de esta nauseabunda situación la normalización política del golpe que se diera en Brasil, justo en el momento en que Odebrecht operaba la mayor mafia corruptora del milenio, y las actuales dificultades de gobernabilidad del ‘gigante de América’ donde los altos jueces (en su mayoría acusados ellos, también, de corruptos) compiten y pretenden substituir a los políticos, porque parece que no hay ninguno que se salve. Es triste ver la incapacidad de la OEA (no del secretario, sino la falta de decisión de los países que la conforman) para defender la democracia en Honduras, o para exigir el respeto de las decisiones del Soberano en Bolivia, o para hacer valer el orden constitucional y las leyes en Paraguay. Y nos queda todavía por ver qué sucede con los acuerdos de paz en Colombia, con la economía en Ecuador o en Argentina, con la reforma judicial en Perú, y con la gobernabilidad de países como Guatemala o El Salvador.

 Ante esta compleja situación, resonaron en mí una vez más en este 31 de Julio – fiesta de San Ignacio de Loyola – las preguntas que el P. Arturo Sosa nos dirigiera el año pasado en el evento ImPACtando realizado en Lima: ¿cuál sería hoy la respuesta de Ignacio y sus compañeros? ¿si estuviesen fundando hoy la Compañía de Jesús qué misión y qué forma le darían? Si contemplamos -con los ojos de La Trinidad- un mundo donde la corrupción ha tocado no sólo las estructuras sociales, políticas y culturales, sino la médula de las consciencias, ¿cuál resulta ser nuestro mayor y más fundamental desafío? ¿Cómo podemos asegurarnos de que a través de las diversas misiones en que actuamos (en tan grande diversidad de labores) estamos permitiendo que Dios toque y transforme la consciencia de las personas y los grupos?

 “Padre, ustedes hacen muchas cosas”, me decía ayer una persona con la que conversaba; “… y todas ellas son bonitas, pero una sola es indispensable: cambiarle la vida a la gente. Y eso sólo Dios puede hacerlo. Ustedes están ahí para ayudarle; si no es así: estorban”.

De Cómo, en tus Confusiones, Te Vas a Sorprender

Un consejo a la hora de mirar la vida hacia adelante: te vas a sorprender.

Por Santi María Obiglio

Me llamo Santi. Tengo 26 años y estoy preparándome para ser sacerdote; soy seminarista, en Buenos Aires. Al Santi de hace 10 años, si tuviera oportunidad de hablarle y darle algún consejo, creo que esto es lo que le diría.

Hermano, tenés 15 años, y no estás en tu mejor momento, lo sé…

Una palabra que te define (la veo por todas partes en vos –en tu mirada, en lo que pensás, en lo que sentís, en tus clases, en tus entrenamientos, en tus amigos, en tus salidas, en tu cuerpo–): ‘confusión’. Y yo, hoy, te quiero ofrecer otra.

Ahí va, pero ¡no te cierres a la palabra que te voy a decir! De verdad, te lo digo 10 años después. Vas a pensar que estoy delirando, que no sé lo que estoy diciendo, que no entiendo tu situación, pero, 10 años después, te digo –y no estoy delirando, sí sé lo que estoy diciendo, sí entiendo tu situación y siento con vos todo lo que estás viviendo, pero, aun así, y justamente por eso, hoy te quiero decir–: «te vas a sorprender».

¡Qué bueno poder encontrarte! Qué bueno poder acercarme, y darte una palabra de aliento. Qué bueno poder aparecerme en medio de tu vida, un poco encerrada, a apaciguar la cosa. ¡Cuánto quisiera relajarte! Desinflar tus fantasmas, que ahí son infiernos.

Si vieras mi barba, tendrías una idea de cómo las cosas cambian, ¡hasta el mismo rostro! Si vieras mi sonrisa, no lo creerías. Si vieras mis ojos entusiasmados, atravesarte con una mirada serena, compasiva y tanto más segura, no los reconocerías. Claro que tampoco hoy todo es color de rosas; claro que tampoco fuimos de ahí hasta acá por una puerta mágica. Pero qué bueno poder encontrarte hoy y decirte: «te vas a sorprender». Te lo aseguro, te lo ruego: ¡abrite a la sorpresa!, porque se viene, y viene a darte mucho, y a prometerte mucho más, dándotelo de a poco, con tiempo.

En la confusión de tu cuerpo, la sorpresa de sentirte en casa.

En la confusión de tus sentimientos, la sorpresa de una armonía que amansa cualquier fiera.

En la confusión de tus estudios, la sorpresa de una vocación –jamás esperada– que te despliega más de lo que podrías haber imaginado, ni aun inventando tu propia profesión.

En la confusión de tus vínculos, la sorpresa de una capacidad de querer a montones, y de ser inmensurablemente querido, elegido, perdonado… ¡Vas a conocer gente que nunca antes viste! Muchos darán forma a tu alegría profunda, y a otros tantos los transformarás vos.

En la confusión de tus caídas, la sorpresa de nuevas oportunidades, no sólo para levantarte, sino para pasear, correr y bailar.

En la confusión de tu soledad y en la confusión de tus vacíos, la sorpresa de una presencia más honda que te acompaña, con calidez, a través de cualquier desierto; la sorpresa de una plenitud, que aunque no siempre gustada, siempre suficiente para sostenerte vivo, en camino.

Vas bien, hermanito. Si tocó tormenta este tiempo, que sepas que se viene la cosecha que esa tormenta regó y que los años hicieron crecer. Que sepas que, a pesar de esta temporada gris, podés seguir creyendo en el Dios de la Vida, en el Dios que sana los corazones destrozados. ¡Se viene una cosecha que te va a sorprender! Una pesca, tan abundante, que vas a sentir que tus redes están por reventar. Te lo prometo: te vas a sorprender.

Fuente: Pastoral SJ