Por las vocaciones a la vida religiosa

A comienzos del mes de septiembre, el Consejo Ampliado del General se ha reunido durante una semana para trabajar en torno a un tema central: “La vocación jesuita hoy: su sentido, su manera de vivirla y su promoción”. El viernes 11 de septiembre, la jornada finalizó con la celebración de la Eucaristía. Compartimos la homilía del P. Arturo Sosa  para esta ocasión.

Por:  Arturo Sosa, SJ – Padre General de los Jesuitas.
Hemos dedicado una semana a recordar el sentido de la vocación a la Compañía de Jesús hoy como ayer, pero sobre todo dirigiendo al futuro nuestra mirada y nuestros deseos. Hemos recordado para renovar el compromiso, volver a encender nuestros corazones y buscar las mejores formas de actuar eficazmente en la promoción vocacional.

La premisa es muy sencilla. Nos la recordó claramente la CG 34 (decr. 10,1): sin vocaciones a la Compañía de Jesús la misión de reconciliación y justicia, las preferencias apostólicas universales, la colaboración con otros dentro y fuera de la Iglesia… se hacen simplemente imposibles.

Si le encontramos sentido a nuestra vida religiosa y a nuestra vocación a la Compañía de Jesús, si amamos esta vida que hemos elegido para seguir a Jesús, estaremos muy motivados a promover este precioso carisma que el Señor regaló a su Iglesia, a través de San Ignacio y los primeros compañeros, del que actualmente somos nosotros responsables. Vale la pena recordar como terminan las Constituciones de la Compañía de Jesús en las que Ignacio plasmó las características básicas del carisma recibido. La Décima parte principal se titula: De cómo se conservará y aumentará todo este cuerpo en su buen ser.

Conservar y aumentar no se refiere, en primer lugar, al crecimiento del número de jesuitas o de sus obras apostólicas, sin olvidar que siendo abundante la cosecha de la viña del Señor hacen faltan muchísimos obreros y que Él no cesa de salir en su busca. Las Constituciones se refieren “al espíritu de ella, y para la consecución de lo que pretende”, es decir, al carisma y a la misión que dan sentido al cuerpo, su vida y sus acciones. Sólo un cuerpo que aumenta en su buen ser es capaz de atraer a quienes escuchan la llamada del Señor a trabajar en su viña con el estilo de vida y trabajo de la Compañía de Jesús.

Los primeros compañeros escucharon y eligieron la llamada a hacerse compañeros de Jesús como los apóstoles. Cuenta el evangelista Marcos (3,11-15) que Jesús “Subió a la montaña y fue llamando a los que él quiso y se fueron con él. Nombró a doce a quienes llamó apóstoles para que convivieran con él y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios.”

Convivir con Jesús es la condición para ser enviado. Por eso son “los medios que juntan al instrumento con Dios y le disponen para que se rija bien de su divina mano” [C. 813] los más eficaces para vivir y promover nuestra vocación. La familiaridad con Jesús en la oración personal y la Eucaristía es la condición para hacernos compañeros en misión, para que, como señala San Pablo a los Corintios, predicar el evangelio sea una necesidad interior y no una fuente de privilegios o vanidad.

La lectura del evangelio de Lucas que escuchamos hoy nos invita a quitar primero la viga que tenemos en el ojo para poder ayudar a otros a ver a mejor. ¿Qué tenemos que hacer, desde ahora, para profundizar nuestra familiaridad con Dios, a través de la oración y la Eucaristía?, ¿qué obstáculos debemos remover para hacernos mejores compañeros de Jesús al modo de los apóstoles y poder ser enviados a trabajar en la viña? Si no quitamos esa viga de nuestros ojos seremos ciegos que guían otros ciegos. Reconozcamos nuestras limitaciones y pecado para poder ser perdonados y seguir la llamada a ser discípulos que se asemejan al Maestro.

Desde una consistencia de vida como compañeros de Jesús podemos cooperar con la gracia divina y pedir con insistencia vocaciones a la Compañía. Recuperar la cotidianidad de la oración por las vocaciones es un paso necesario para renovar y revitalizar la “cultura de la promoción vocacional” que hoy necesitamos como cuerpo universal.

Una cultura de la promoción vocacional que comienza por lograr que cada jesuita, cada comunidad y cada obra apostólica de la Compañía se sienta responsable de presentar con transparencia el carisma y la invitación a formar parte de este cuerpo. Acercarnos a la gente, especialmente a los jóvenes, abrir nuestras casas, mejorar nuestra hospitalidad, hacernos asequibles… son elementos básicos de una cultura de la promoción vocacional.

La disposición y capacidad de acompañar procesos personales es una condición sin la cual no es posible la promoción vocacional. La nuestra no es una campaña publicitaria para vender el “producto” Compañía de Jesús. Lo que hacemos es acompañar procesos de discernimiento vocacional, conscientes de que es el Señor el que llama y la persona la que, libremente, debe elegir hacerse compañero. Somos conscientes de la necesidad de hacer un especial y creativo esfuerzo para aumentar el número de los que elijan ser Hermanos Jesuitas.

Revitalizar la cultura de la promoción vocacional en todo el cuerpo de la Compañía supone renovar nuestros esfuerzos para vivir plenamente la vida como jesuitas al mismo tiempo que se ponen los medios necesarios para atraer y acompañar vocaciones. El principal medio son personas dedicadas por completo a la promoción vocacional. Sacerdotes, Hermanos, Escolares que cuenten con los medios necesarios, trabajen en equipo, dedicados a tiempo completo a hacer visible el carisma de la Compañía en la gran diversidad de contextos sociales y culturales en los que estamos presentes. No nos hagamos ilusiones. Si no dedicamos excelentes jesuitas, exclusivamente y por un tiempo suficientemente prolongado, a la promoción vocacional, a través de todos los medios de los que hoy podamos disponer, no estaremos a la altura necesaria de cooperar con la acción del Espíritu Santo.

Los retos de la promoción vocacional varían según los diferentes continentes y provincias lo que obliga a ser creativos en sus formas. Sin embargo, hay elementos comunes a todo jesuita, tenga la edad que tenga, a todas las comunidades y obras apostólicas. Tendremos vocaciones si nuestro estilo de vida religiosa se acerca al que se desprende de la espiritualidad ignaciana; si nuestra vida de pobreza, castidad y obediencia son modos de mostrar la centralidad de Dios en nuestra vida; si la cercanía a los pobres y el vigor apostólico provienen de la familiaridad creciente con el Señor Jesús de quien nos hacemos compañeros.

María, madre de la Compañía de Jesús es un excelente modelo de acompañante. Supo acompañar a su hijo Jesús con todas sus consecuencias, sin abandonarlo en ningún momento. Dejémonos también nosotros acompañar por ella y aprender de ella como acompañar a otros.

Fuente: jesuits.global

Papa Francisco: contemplar para cuidar y custodiar la Casa Común

En la Audiencia General de este miércoles 16 de septiembre, el Papa Francisco se refirió al Cuidado de la Casa Común, invitando a “recuperar la dimensión contemplativa”, afirmando que es “el mejor antídoto contra este abuso de nuestra casa común es la contemplación”.

Francisco, comenzó destacando el papel esencial de los “cuidadores” en la sociedad, “aunque a menudo no reciban ni el reconocimiento ni la remuneración que merecen”. “El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza” afirmó.

En el marco del Jubileo de la Tierra, a la luz de la encíclica Laudato si’ subrayó que “este cuidado abraza también a nuestra casa común: a la tierra y a cada una de sus criaturas”.

“La creación no es un mero ‘recurso’, continua el Pontífice, sino que “las criaturas tienen un valor en sí y reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios”. Sin embargo, para descubrir ese valor y ese rayo de luz divina es necesario el silencio, la escucha y la contemplación, que también sana el alma.

Este antropocentrismo desviado, puede hacernos creer que “estamos en el centro, pretendiendo que ocupamos el lugar de Dios; y así arruinamos la armonía de la creación, la armonía del plan de Dios”, convirtiéndonos “en depredadores, olvidando nuestra vocación de custodios de la vida”. “El trabajo no es sinónimo de explotación –afirma el Santo Padre-, sino que siempre va acompañado de cuidados: arar y proteger, trabajar y cuidar… esta es nuestra misión”.

“El mejor antídoto contra este abuso de nuestra casa común es la contemplación”, subraya. Cuando contemplamos, descubrimos en los demás y en la naturaleza algo mucho más grande que su utilidad, descubrimos el valor intrínseco de las cosas que les ha dado Dios.

Como ejemplo de esta contemplación, Francisco recuerda la invitación final en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola a la “Contemplación para alcanzar amor”. Un llamado “a considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas”.

La invitación del Papa es a ser contemplativos en la acción, ya que “tiende a convertirse en custodio del medio ambiente…, tratando de conjugar los conocimientos ancestrales de las culturas milenarias con los nuevos conocimientos técnicos, para que nuestro estilo de vida sea siempre sostenible”. Contemplar y cuidar son actitudes que muestran el camino para corregir y reequilibrar la relación como seres humanos con la creación, convirtiéndose en ‘custodios’ de la casa común, custodios de la vida y de la esperanza.

Finalmente, el Papa Francisco recuerda a los pueblos indígenas, “con los que todos tenemos una deuda de gratitud, incluso de penitencia, para reparar el mal que les hemos hecho”, “aquellos movimientos, asociaciones y grupos populares, que se esfuerzan por proteger su territorio con sus valores naturales y culturales”, y que “no siempre son apreciados, a veces, se les obstaculiza, porque no producen dinero, pero en realidad, contribuyen a una revolución pacífica, podremos llamarla la ‘revolución del cuidado’”.

Concluye la catequesis el Santo Padre, recordando que este cuidado es tarea de todo ser humano: “Cada uno de nosotros puede y debe convertirse en un ‘custodio de la casa común’, capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplar las criaturas y protegerlas”.

Fuente: www.vaticannews.va

 

“Discerning Leadership”: Un proyecto especial de la Curia General y las Universidades Jesuitas

En un artículo publicado por la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas, el P. David McCallum SJ explica los objetivos del “Program for Discerning Leadership”, un servicio a toda la Iglesia, basado en el tesoro de la espiritualidad ignaciana. Como Director Ejecutivo del proyecto, escribió:

¿Qué papel puede desempeñar la educación superior jesuita en el apoyo a la audaz visión del Papa Francisco de una Iglesia misionera, orientada hacia el exterior, que no sólo se reforme, sino que se transforme en todas las dimensiones? En este sueño de una Iglesia sinodal, el Papa Francisco desafía el privilegio clerical, la burocracia autocrática y la centralidad defensiva e institucional que aún caracteriza a gran parte de la Iglesia de hoy. Más bien, el Papa Francisco llama a la Iglesia a la conversión a nivel personal, comunal y estructural y llama a un tipo distinto de autoridad y liderazgo en el futuro.

Es el llamado del Papa Francisco y su petición para que la Compañía de Jesús comparta el don de discernimiento que inspiraron la fundación del “Program for Discerning Leadership”. Es un proyecto especial de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU) en colaboración con la Oficina de Discernimiento y Planificación Apostólica de la Curia General de los jesuitas.

El primer “Program for Discerning Leadership” fue patrocinado por la Curia General y se ofreció como piloto en 2019 con 30 participantes cuidadosamente seleccionados. El programa reunió a hombres y mujeres de más de 20 países diferentes alrededor del mundo, incluyendo personal de varios Dicasterios del Vaticano, Superiores Generales de diferentes Órdenes y Congregaciones Femeninas y Masculinas y algunos miembros del Consejo General de los jesuitas.

El Padre Arturo Sosa, como Superior General, entonces instituyó formalmente el programa que continúa ofreciendo módulos sobre el tema del Discernimiento del Liderazgo. El plan de estudios involucra activamente a los participantes a través de una gama de prácticas espirituales de la fe católica y herramientas temporales tomadas de las disciplinas de la gestión y los negocios. A partir de reflexiones guiadas, “conversaciones espirituales” y la práctica del discernimiento individual y en común, el programa se basa en el compromiso de profundizar en la confianza, lo que conduce a un entorno propicio para el espíritu de equipo, el aprendizaje entre iguales y la comunidad. El liderazgo que se caracteriza por el discernimiento implica una forma de vida holística y, según el Padre Sosa, permite a los participantes “entrar en comunión en el único cuerpo cuya cabeza es Cristo”. Este liderazgo transformado se caracteriza más por escuchar que por hablar, y enfoca la toma de decisiones como un ejercicio creativo y de colaboración al servicio del mundo y especialmente de los más marginados.

El Programa facilitará y apoyará a los participantes en la maduración de las actitudes, habilidades y conocimientos necesarios para dirigir de manera sinodal, es decir, en una forma de proceder que sea perspicaz, orientada al proceso, colaborativa y creativa. Incluye comunicaciones, gestión de conflictos, estrategia, gestión del cambio y gestión de recursos humanos. Y ayuda a comprender y practicar la integración de estas habilidades de una manera reflexiva y con discernimiento que implica la oración como una característica esencial. Creemos que los líderes de la Iglesia capacitados y facultados para liderar de esta manera, con el tiempo transformarán la Iglesia y promulgarán la comunidad eclesial sinodal que el Papa Francisco está pidiendo.

Accedé al sitio web del programa haciendo click aquí: discerningleadership.org

Una encíclica para todos los hermanos y hermanas

«Hermanos todos» es el título que el Papa ha establecido para su nueva encíclica dedicada, como leemos en el subtítulo, a la «fraternidad» y a la «amistad social». El título original en italiano permanecerá como tal -y por lo tanto no será traducido- en todos los idiomas en los que el documento será distribuido. Como es bien sabido, las primeras palabras de la nueva «carta circular» (este es el significado de la palabra «encíclica») están inspiradas en el gran Santo de Asís cuyo nombre eligió el Papa Francisco.

A la espera de conocer el contenido de este mensaje, que el Papa Francisco pretende dirigir a toda la humanidad y que firmará el próximo 3 de octubre en Asís, en los últimos días hemos asistido a discusiones sobre el único dato disponible, a saber, el título y su significado. Como es una cita de San Francisco (que se encuentra en las Admoniciones, 6, 1: FF 155), el Papa no la ha cambiado. Pero sería absurdo pensar que el título, en su formulación, contiene alguna intención de excluir de los destinatarios a más de la mitad de los seres humanos, a saber, las mujeres.

Por el contrario, Francisco eligió las palabras del santo de Asís para inaugurar una reflexión que le interesa mucho sobre la fraternidad y la amistad social y, por lo tanto, tiene la intención de dirigirse a todas sus hermanas y hermanos, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que pueblan la tierra. A todos, de una manera inclusiva y nunca exclusiva. Vivimos en una época marcada por la guerra, la pobreza, la migración, el cambio climático, la crisis económica, la pandemia: reconocernos a nosotros mismos como hermanos y hermanas, reconocer en quiénes nos encontramos un hermano y una hermana; y para los cristianos, reconocer en el otro quién sufre el rostro de Jesús; es una forma de reafirmar la irreductible dignidad de todo ser humano creado a imagen de Dios. Y es también una manera de recordarnos que de las dificultades actuales nunca podremos salir solos, uno contra otro, Norte contra Sur, rico contra pobre. O separados por cualquier otra diferencia de exclusión.

El pasado 27 de marzo, en medio de la pandemia, el Obispo de Roma rezó por la salvación de todos en una vacía plaza de San Pedro, bajo una lluvia torrencial, acompañado sólo por la mirada dolorosa del Crucifijo de San Marcelo y la mirada amorosa de Maria Salus Populi Romani. «Con la tormenta -dijo Francesco- se ha caído el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros ‘egos’ siempre preocupados por nuestra propia imagen, y se ha descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos escapar: la pertenencia como hermanos». El tema central de la carta papal es esta «bendita pertenencia común» que nos hace hermanos y hermanas.

La fraternidad y la amistad social, los temas indicados en el subtítulo, indican lo que une a hombres y mujeres, un afecto que se establece entre personas que no son parientes de sangre y que se expresa a través de actos de benevolencia, con formas de ayuda y acciones generosas en tiempos de necesidad. Un afecto desinteresado hacia otros seres humanos, sin importar la diferencia y la pertenencia. Por esta razón no hay posibles malentendidos o lecturas parciales del mensaje universal e inclusivo de las palabras «Hermanos todos».

Fuente: www.vaticannews.va

Para la CVX mundial: nuevo acompañante en un nuevo contexto

El P. General Arturo Sosa SJ, ha nombrado al P. José de Pablo SJ, como Vice-Asistente Eclesiástico Mundial de la CVX (Comunidad de Vida Cristiana). Este movimiento laico está presente en 76 países participando en la práctica y difusión de la espiritualidad ignaciana en la vida diaria. Aunque es una organización independiente de las estructuras de funcionamiento y gobierno de la Compañía de Jesús, tiene como Asistente Eclesiástico al Superior General.

Después de un largo período de diálogo y reflexión, el Padre General ha pedido a José de Pablo, jesuita español, que sea Vice-Asistente Eclesiástico Mundial. No residirá en la Curia, como ha sido el caso de algunos de sus predecesores, sino que seguirá operando desde el Centro de Espiritualidad de la Cova de Sant Ignasi en Manresa, en España.

En un comunicado emitido el 28 de julio, la Secretaría Mundial de la CVX expresa que la principal tarea del Vice-Asistente será acompañar al Consejo Ejecutivo Mundial en sus procesos de discernimiento y toma de decisiones. Participará, normalmente a distancia, en las reuniones del Consejo Ejecutivo y tendrá la oportunidad de visitar comunidades en diversos países, en lo posible junto con miembros del Consejo.

El comunicado presenta bien, en unas pocas líneas, el nuevo contexto que ha contribuido a la reflexión sobre el papel del Asistente Eclesiástico. “Estamos, todos, viviendo un tiempo nuevo, en el que estamos convencidos que puede ayudarnos a crecer por una parte como movimiento laical e ignaciano, y, por otra, en nuestra colaboración de vida-misión con la Compañía de Jesús, con la que queremos continuar trabajando y conociendo mejor el desarrollo de la misma. Este nuevo tiempo implica nuevos desafíos, aprendizajes y la búsqueda de nuevas vías de colaboración.”

Y la conclusión dice: “Ante esta nueva forma de colaboración, se nos invita a repensarnos. Poner nuestras habilidades al servicio de la construcción de este nuevo tiempo. Requerirá de todos, oración, escucha, diálogo, apertura. Ponemos en manos del Señor de la Vida este nuevo paso (…) para colaborar mejor en su misión.”

José de Pablo comparte brevemente sobre su tarea de acompañar a la CVX:

“Alegría y apertura interior, éste es el sentimiento que tuve cuando el Padre General me dio esta nueva misión. Mi contacto con la comunidad CVX ha sido relativamente limitado en el pasado, pero siempre he estimado que la CVX es un buen medio para vivir en mutua comunión la Espiritualidad Ignaciana.

Mi verdadera inmersión con CVX fue durante la Asamblea Mundial en Buenos Aires (2018). Mi misión en aquella asamblea se parece mucho a la que me gustaría desarrollar ahora. La clave está en acompañar, facilitar, hacer posible la conversación espiritual y el discernimiento, ayudar a que cada persona o comunidad pueda descubrir y alcanzar lo que delante de Dios le hace más feliz y completa. Esto es una labor de equipo, de oración, de colaboración y de caminar juntos. Por eso, siento que se complementa muy bien con mi vivir y trabajar en el Centro de Espiritualidad de Manresa. Aquí está la cuna de los Ejercicios Espirituales y es un punto de encuentro para todos los que vivimos la Espiritualidad de San Ignacio.”

Fuente: www.jesuits.global

La Amazonia: Patrimonio ambiental y misión estratégica – Arturo Sosa, SJ

El 5 de septiembre se celebró “El Día de la Amazonía”. El P. Arturo Sosa aprovechó la ocasión para enviar un mensaje en vídeo a la Provincia de Brasil que vive ahora la “preferencia apostólica por la Amazonia”, que se ha convertido en una misión estratégica para la Provincia.

El Padre General, después de haber subrayado una vez más lo grandes que son los desafíos ligados a la Amazonia y las numerosas amenazas, animó a los jesuitas de Brasil a mantener su compromiso. Los felicitó por los 25 años de presencia original y adaptada en el Amazonas a través del servicio del Equipo Itinerante. Este proyecto, nacido de la fe, de la espiritualidad ignaciana y del deseo de vivir la Iglesia de manera inculturada y ecuménica, es un testimonio de esperanza que los jesuitas, en red y en colaboración con otros, ofrecen al mundo como “guardianes de la creación”.

«Indiferencias»: novena edición de la Revista Aurora

Ya está disponible la edición número 9 de la «Revista Aurora: voces jesuitas sobre la pandemia», correspondiente a la primer quincena del mes de septiembre.

«Este  nuevo volumen trae en su conjunto, reflexiones y propuestas muy valiosas, a partir de la experiencia de compañeros y compañeras que, en Brasil, Chile, Venezuela, Ecuador y Cuba, son testigos del drama y la tragedia que significa la secular indiferencia e indolencia, política y social ante las causas estructurales que multiplican los efectos nocivos de la pandemia.» Roberto Jaramillo SJ, Presidente de la CPAL.

Podes descargar la nueva edición haciendo click aquí: Revista Aurora – Edición nº9

 

Encontrarse con el pueblo: Francisco y las audiencias generales

El Papa regresa al encuentro con los fieles después del «ayuno» de seis meses debido a la pandemia. Ciento ochenta y nueve. Son muchos los días que separan la última audiencia general con los fieles en la Plaza de San Pedro, el 26 de febrero, de la que tuvo lugar hoy 2 de septiembre en el Patio de San Dámaso del Palacio Apostólico. Mucho tiempo, parece aún más largo, porque las audiencias generales gracias a la catequesis y quizás aún más a los gestos y los gestos «no programados» de Francisco se convirtieron en una cita esperada y seguida no sólo por los fieles católicos, sino también por muchos que, aunque lejos de la Iglesia, escuchaban al Papa. Como en el caso de las misas matinales en la Casa Santa Marta, el público en general -más de trescientas ya- se caracteriza sobre todo por el encuentro con el Pueblo de Dios. Ese es el corazón. Tan breves son las homilías, pronunciadas en las misas matinales, como breves son las catequesis de las audiencias generales, a menudo enriquecidas por añadidos improvisados y no pocas veces por diálogos con el público presente. «Si se lee – dijo una vez – no puedes mirar a la gente a los ojos».

En cambio, Francisco dedica mucho tiempo, a veces sorprendentemente largo, a conocer a la gente y en particular a los más débiles, los enfermos, los que sufren. Los últimos se convierten en los primeros. Algunos de estos encuentros, debido al mensaje resultante, han ido más allá de la esfera de las relaciones individuales para asumir un valor universal. Este es el caso del abrazo del Papa a Vinicio, un hombre desfigurado por una terrible enfermedad, la neurofibromatosis, al final de la audiencia general del 6 de noviembre de 2013. Las imágenes de ese momento en la Plaza de San Pedro han dado la vuelta al mundo testimoniando, con más de mil palabras, lo que Francisco quiere decir cuando pide a todos los cristianos, sin excluir a nadie, que toquen en los que sufren, las heridas de Cristo. En las audiencias generales no se puede de hecho separar la palabra del gesto del Papa porque la primera es la premisa de la segunda que, a su vez, la fortalece y la hace tangible. Al igual que al ver al Pastor con sus ovejas, que es uno solo con su rebaño, se comprende que no se puede separar a los fieles individuales de la comunidad eclesial. «En la Iglesia», subraya el Papa, en una audiencia general, la del 25 de junio de 2014, «no hay bricolaje, no hay bateadores libres», porque «ser cristiano significa pertenecer a la Iglesia». El nombre es cristiano, el apellido pertenece a la Iglesia».

Igualmente significativo es el lenguaje utilizado en las audiencias de los miércoles, en línea con lo que sucede en las homilías de Santa Marta. De hecho, el Papa se centra en los temas centrales de la vida cristiana, utilizando siempre un lenguaje sencillo, comprensible para todos y que capta la esencia de la fe en Jesucristo. En una época marcada por el analfabetismo religioso, el Papa se convierte en «catequista» y explica directamente, sin subordinados conceptuales, por qué el encuentro con el Señor cambia la vida y nos abre a una esperanza que nunca muere. En estos siete años y medio, en cambio, los ciclos de su catequesis han abarcado un espacio muy amplio: de los Sacramentos a la Misericordia, de la Eucaristía a los Mandamientos, y Francisco no dejó de ofrecer sus meditaciones también sobre cuestiones fundamentales de la vida cotidiana: de la familia a la paz, de la llamada a una economía justa y solidaria al último ciclo de catequesis, que comenzó el 5 de agosto, centrado en el tema «Sanar el mundo».

El Papa sabe que la Iglesia no tiene «recetas» listas para salir de la crisis, pero – con estas últimas reflexiones – quiere compartir con todas las personas de buena voluntad una mirada cristiana sobre los temas que la pandemia ha puesto de relieve, especialmente las «enfermedades sociales», un virus aún más difícil de derrotar que el Covid 19. Ciertamente, aunque en un contexto y de una manera nueva, el encuentro con el pueblo, con el Pueblo de Dios al que tantas veces se ha confiado, siente que necesita, le ayudará a darnos una perspectiva de esperanza, de curación y de renovación. Una perspectiva que parte de la convicción, expresada en la Statio Orbis del 27 de marzo pasado, de que «nadie se salva a sí mismo» y que, por lo tanto, sólo caminando juntos, sólo sintiendo a los hermanos y hermanas del otro, podremos salir mejor de este tiempo de prueba.

Alessandro Gisotti

 

Fuente: vaticannews.va

Lucharon por la justicia que brota de la fe: algunos hasta el martirio

«Consumado en un breve tiempo, la plenitud de su vida llenó una época». Estas palabras fueron escritas para ilustrar la vida de un santo jesuita muerto muy joven, Estanislao de Kostka, el primero de los santos jesuitas de la época inicial de la Compañía de Jesús.

En un siglo XX marcado por la prolongación de la vida humana, estas palabras valen también para Alberto Hurtado (1901-1952). Vivió 51 años, de ellos 29 como jesuita. Su dedicación a Chile no le impide, sino que más bien le mueve, a viajar para profundizar sus estudios y para aprender siempre más formas de ir a la raíz de los problemas sociales. Hurtado recorre Chile sin descanso fundando Hogar de Cristo y movilizando jóvenes. Su personalidad, profunda y santa, ha marcado la Iglesia latinoamericana. El cáncer arrebata su vida a los 51 años en 1952. «Yo, un disparo a la eternidad»: así definió su vida. Canonizado en 2005 por Benedicto XVI.

Es en este contexto y legado de santidad, donde hemos de ver a los mártires jesuitas centroamericanos y de América Latina.

Los mártires de la UCA en San Salvador fueron: Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Joaquín López y López, Ignacio Martín Baró, Amando López y Juan Ramón Moreno. Cinco nacidos en España, naturalizados centroamericanos, y uno salvadoreño de nacimiento, Joaquín López y López. La obra de sus vidas fue la Universidad Centroamericana de San Salvador, aunque dejaron su huella también en Nicaragua y Panamá y especialmente en Fe y Alegría. En la UCA, bajo el liderazgo de Ignacio Ellacuría cambiaron el carácter de la revista universitaria ECA haciendo de ella una publicación intelectualmente seria y cristianamente profética. Intentaron evitar el conflicto armado promoviendo la reforma agraria, se entregaron a los refugiados en los templos de la capital y acompañaron también su camino de regreso a El Salvador. Lucharon por abreviar la guerra civil y lideraron la oposición política más ilustrada del país. Incapaces de apreciar su hondura profética y de valorar su opción por los pobres, los altos jefes militares que dirigían la guerra civil contra los revolucionarios los asesinaron el 16 de noviembre de 1989 en una noche trágica. Tuvieron la suerte de ser asesinados junto con dos mujeres del pueblo que pidieron resguardo en su casa aquella misma noche trágica. Su opción fundamental sigue iluminando hoy a la UCA.

De Rutilio Grande, salvadoreño, martirizado en 1977, decía su provincial, César Jerez (†):«Es hombre sencillo, muy buen religioso, tiene un carisma especial para la pastoral y el contacto con la gente del campo, tiene madera de líder».

La vida dura e incluso desabrida de Rutilio, sus raíces familiares conflictivas, su crisis de identidad cargada de una desgarradora inseguridad…, ¿no nos desafían a tomar muy en serio los procesos de crecimiento personal, de modo que podamos entrar a la recreación de la experiencia de amistad en el Señor, de la comunidad de compañeros de Jesús, con una probabilidad mayor que la usual de encontrar en ella la felicidad a que nuestro llamado abre? (cfr CG 34, D8, 13).

Frente a la amenaza para la Amazonía del programa del presidente Bolsonaro, superderechista, es importante recordar al P. Carlos Riudaverts. Llegó al Alto Marañón en 1980 y era muy querido de los habitantes de la zona. Treinta y ocho años duró su misión al servicio de la Amazonía peruana. Tenía 73 años cuando fue asesinado en 2018 cuando salió a tratar de encarar a gente que intentaba robar en su parroquia, a uno de los cuales reconoció como su feligrés. Su vida nos deja un legado de entrega, compromiso y responsabilidad. Un servicio de amor compartido que será continuado por otros jesuitas y laicos que emprendieron la labor educativa junto a él.

Antes había sido asesinado en 1927 Miguel Agustín Pro, jesuita mexicano. Durante sus primeros años de sacerdote tuvo que desarrollar su apostolado clandestinamente en su propia patria en tiempos de la persecución anticatólica de varios gobiernos mexicanos de la Revolución. Una vez de haber entrado a México, fue apresado y acusado del intento de asesinato del presidente Obregón, a pesar de que el autor confesó su crimen ante la policía, precisamente para evitar que Pro fuera acusado falsamente de aquel magnicidio. El presidente Calles, sucesor de Obregón, ordenó la continuación de su juicio y Miguel Agustín Pro fue condenado a muerte por el asesinato de Obregón. El P. Pro vivió el período de cárcel con la misma unión con Dios con la que había vivido su joven vida. Fue fusilado el 23 de noviembre de 1927 a los 36 años. Su entierro se celebró en la Ciudad de México con una asistencia multitudinaria del pueblo cristiano.

Son estos algunos de los jesuitas mártires en América Latina y algunos de los santos jesuitas que, sin haber acabado su vida en el martirio, han sido reconocidos, todos ellos, como ejemplos de vida en América Latina hasta las últimas consecuencias.

[Artículo de la publicación «Jesuitas – La Compañía de Jesús en el mundo – 2020», por Juan Hernández Pico SJ]

El regalo de un nuevo destino: Rodrigo Castells Daverede SJ y el envío a la Amazonía

Finalizada la etapa de la Tercera Probación, Rodrigo Castells Daverede SJ recibió la noticia de un nuevo destino: la triple frontera entre Perú, Colombia y Brasil, precisamente en la comunidad jesuita que se encuentra en la ciudad de Leticia. Es así, noticia y regalo como él nos lo cuenta: “yo no pedí ir, a mí me ha enviado la Compañía a través del Provincial” y agrega: “Eso es lo primero y más importante, que puede sonar mal, pero no, yo estoy feliz, agradecido y consolado con que se me invita a sumar en esta realidad.”

Rodrigo ordena su relato enumerando tres alegrías o consolaciones que le ha generado el envío a una nueva misión:

La alegría de sumar a la misión común

La primer alegría tiene que ver con “saber que se me pide sumar lo que tengo y lo que soy en este marco de una prioridad de la Iglesia, de una prioridad que nos solo se trata del lugar, sino también de la gente que lo habita, que es un bien para la comunidad humana.”

“También me da alegría que esto sea una prioridad de la Compañía, y que entonces como Compañía, como cuerpo de la Compañía en América latina podamos estar sumando”.

La alegría del trabajo colaborativo

En su testimonio, reconoce que la colaboración de la Provincia ARU a la Compañía de Jesús en América Latina y sus proyectos es algo que también lo contenta. “Sentir que uno a partir de la misión que recibe, en este caso participar de la comunidad de Leticia del Servicio Jesuita a la Amazonia, está sumando a la integración de nuestra Provincia ARU en estos procesos de América Latina, es una segunda fuente de consolación y es bien importante. Quizás ahí de fondo está la experiencia de que en algunas cosas nos hemos mantenido al margen, hemos sido a veces muy críticos, y nos hemos distanciado, o nos ha costado integrarnos a los procesos latinoamericanos e identificarnos con esos procesos”.

La alegría de saberse llamado e invitado

“Siento que Dios me invita a ir con lo que yo soy y también con lo que de alguna manera el cuerpo de la Compañía en ARU ha ido haciendo en mí. De fondo hay algo muy consolador que tiene que ver con la decisión del Provincial de integrarme en un espacio, tenerme presente para algo que no tenía en mi horizonte. Desde una perspectiva que tiene que ver claramente con lo que Dios ha ido haciendo a lo largo de estos años desde la Compañía en mí: lo que me ha ido mostrando, en qué dimensiones de la vida apostólica, de la diversidad de horizontes de misión. También en donde Dios me ha ido seduciendo más, donde me ha ido formando, no solo en mi tiempo como jesuita, sino también en mi tiempo anterior, lo que ha sido toda mi historia de vida y también mi formación como Ingeniero Agrónomo.

Entonces, experimentar que la Compañía te pide una misión y en esa misión hay implícito o tácito un reconocimiento de los procesos y las habilidades o capacidades que Dios ha ido cultivando en mí, también es una fuente de consolación y alegría.

Yo no pedí esta misión, no la busqué, la recibo. En mí confluyen un montón de deseos que tienen que ver con visibilizar y reconocer toda la cuestión indígena de nuestro territorio, sobre todo el territorio de la Argentina, me siento como fecundado por ese sueño de que con la Provincia Argentino Uruguaya, no solamente vayamos decidiendo aportar a estos procesos en América Latina sino que los abracemos también en nuestro territorio, en situaciones de extrema vulnerabilidad social, cultural y religiosa, como viven nuestras comunidades de la nación Wichi en el norte de Argentina. Sueño con eso y sueño también de manera más personal que nos sigan dando espacios para formarnos también para estas misiones, quizás uno de los resultados de mi experiencia en la Parroquia de Boquerón es que percibo que necesito ahondar, profundizar, enriquecer, adquirir nuevas herramientas, para tener una presencia más profunda, sobre todo desde la perspectiva de la reflexión religiosa de nuestras misiones en medio de los Pueblos Originarios, en América Latina pero por supuesto también un sueño que sea en Argentina.”