Compartimos la Palabra de CPAL del mes de octubre, que está dedicada a conocer más a Monseñor Oscar Romero, quien será canonizado el 14 de octubre próximo.
Por Rafael Moreno SJ
El 22 de agosto pasé por San Salvador y un amigo mío me pidió le comentara un artículo que está escribiendo sobre las distintas interpretaciones que hay con relación a la conversión de Mons. Romero. Ello me provocó que hiciera mi propia reflexión al respecto. Al oírla, mi amigo me insistió que la difundiera con motivo de la canonización del Arzobispo, el próximo 14 de octubre. Esta es la razón por la que comparto mi opinión sobre el camino recorrido por Monseñor hasta llegar a ser San Romero de América. Para ello me baso en el contacto personal que tuve con Monseñor Romero, por haber sido uno de sus colaboradores cercanos mientras fue Arzobispo de San Salvador; me apoyo también en algunos artículos escritos por personas que lo conocieron bien.
El estado de la cuestión
Todas las personas que han escrito o han sido cercanas a Mons. Romero coinciden que hubo un cambio importante en los últimos años de su vida que, entre otras cosas, fue el que motivó su canonización. Las discrepancias se dan al querer caracterizar el cambio, ubicar el momento en que se dio y tratar de definir qué fue lo que lo causó. En lugar de opinar directamente sobre quién es el que tiene la razón o por qué se dan estas discrepancias voy a tratar de responder las siguientes preguntas que ojalá contribuyan a describir parte del camino que recorrió Monseñor buscando realizar la voluntad de Dios.
¿Cómo explicó Mons. Romero su propia transformación?
Tres citas me parecen importantes para responder a esta pregunta.
La que la menciona en el contexto de la conversión de la Iglesia salvadoreña:
En una carta privada del 28 de octubre de 1977, dice lo siguiente:
“Ciertamente durante muchos años en la Iglesia hemos sido responsables de que muchas personas vieran en la Iglesia una aliada de los poderosos en lo económico y político, contribuyendo así a formar esta sociedad de injusticia en que vivimos. Dios nos está hablando a través de los acontecimientos, de las personas. Nos habló a través del P. Rutilio, del P. Alfonso Navarro, de los campesinos, etc. Nos habla a través de la paz, de la esperanza que sentimos aun en medio de tanta tribulación”
“Yo personalmente quiero ser instrumento fiel y dócil a la acción del Espíritu Santo en estos tiempos; presto al Señor mi voz para ser la voz de los que no la tienen. Ha llegado el momento en que cada uno de los cristianos tenemos que responder al llamado del Señor”.
La que se refiere directamente a ella
Al Cardenal Baggio le comentó en junio de 1978:
“Lo que sucedió en mi vida sacerdotal, he tratado de explicármelo como una evolución de mí mismo deseo que siempre he tenido de ser fiel a lo que Dios me pide; y si antes di la impresión de ser más ’prudente’ y ‘espiritual’, era porque así creía sinceramente que respondía al Evangelio, pues las circunstancias de mi ministerio no se habían mostrado tan exigentes de una fortaleza pastoral que en conciencia creo que se me pedía en las circunstancias en que asumí el arzobispado”
La que habla sobre el impacto que le produjo el asesinato del P. Rutilio Grande.
Al P. César Jerez, en abril de 1977 le dio el siguiente testimonio cuando abiertamente le preguntó ¿por qué cambió Ud. Monseñor?:
“Uno tiene raíces …Yo nací en una familia muy pobre. Yo he aguantado hambre, se lo que es trabajar desde cipote (niño)…. Cuando me voy al seminario y le entro a mis estudios y me mandan a terminarlos aquí a Roma, paso años y años metido entre libros y me voy olvidando de mis orígenes. Me fui haciendo otro mundo. Después regreso a El Salvador y me dan la responsabilidad de secretario del Obispo de San Miguel. Veintitrés años de párroco allá, También muy sumido entre papeles…Hasta que me mandan a Santiago María y allí si me vuelvo a topar con la miseria. …. Ya sabe, Padre, carbón que ha sido brasa con nada que sople prende. Y no fue poco lo que nos pasó al llegar al Arzobispado, lo del Padre Grande. Usted sabe que mucho lo apreciaba yo. Cuando yo miré a Rutilio muerto, pensé: si lo mataron por hacer lo que hacía, me toca a mí andar por su mismo camino…. Cambié, sí, pero también es que volví de regreso”.
¿Cómo percibí yo esa transformación de Mons. Romero?
Tomando en cuenta estos auto-testimonios, mi convivencia con Monseñor y el punto de vista sobre todo de Jon Sobrino, me parece que durante su vida el Obispo Oscar Romero experimentó varios cambios importantes que están inter-relacionados entre sí, aunque no todos ellos se realizaron simultáneamente.
Ciertamente es falso que alguno de estos cambios haya consistido en el paso de una situación de pecado a la reconciliación con Dios, de estar en contra de los empobrecidos a estar a favor de ellos, de ser anti-marxista a asumir esta corriente de pensamiento.
Los cambios que considero más significativos son:
- Su reencuentro con los pobres que, como El mismo reconoce, sucedió al ser enviado a Santiago María. Sobre todo me parece relevante, la modificación sustancial en su forma de verlos y relacionarse con ellos que asumió siendo Arzobispo de San Salvador: dejó de ser meramente asistencialista a estar afectiva y efectivamente comprometido con ellos, asumiendo sus justas reivindicaciones hasta llegar a ser su voz y dejarse evangelizar por ellos.
- De ser un obispo indiferente y distante de su clero pasó a ser un Arzobispo cercano a sus sacerdotes e interesado en recibir su apoyo y contar con su compañía.
- De concebir su misión como un envío para contribuir en la instalación escatológica del Reino de Dios mediante una pastoral sacramental y una evangelización centradas en una perspectiva casi exclusivamente espiritual y ultra-histórica, a encarnar esa misión en el aquí y ahora promoviendo dicho reinado también en la realidad salvadoreña.
- De ser un predicador al servicio de la fe desencarnada de la realidad, a ser un predicador interesado en explicitar y vivir la dimensión política de la fe cristiana interpretando e iluminando la realidad a la luz del Evangelio y comprometido con la promoción de la justicia.
- De tener una visión de la Iglesia más bien jerárquica, centrada en su fidelidad al Papa y la comunión con los Obispos, a entenderla como Pueblo de Dios.
- De estar en contra de la teología de la liberación por considerarla influenciada del marxismo, a apoyarse en ella, junto con la doctrina social de la Iglesia y los documentos del Vaticano II y Medellín, para poder discernir el agravamiento de la situación económica-política de El Salvador, escuchar el llamado de Dios a través de los signos de los tiempos y el clamor de las víctimas, y poder guiar y defender a sus ovejas hasta dar la vida por ellas.
- De tener serios prejuicios en contra de las personas organizadas opuestas al Gobierno por considerarlas comunistas, ateas, subversivas, violentas, opuestas a la propiedad privada, a ir descubriendo que muchas de ellas eran ex catequistas, celebradoras de la palabra o católicas que estaban siendo injustamente explotadas, reprimidas y que lo que buscaban era conformar una sociedad fraterna que promoviera el bien común, motivadas por el Evangelio. Ello finalmente lo llevó a defender el derecho que tiene el pueblo a organizarse, a exigir sus justas reivindicaciones y a promover en la Arquidiócesis una “pastoral de acompañamiento” para los cristianos comprometidos.
- De estar opuesto absolutamente a la violencia, viniera de donde viniera, a distinguir distintos tipos de violencia y recordar los criterios que pueden hacerla tolerable, como último recurso en el caso de la legítima defensa, sin llegar con ello a promoverla.
Un ejemplo que manifiesta claramente el punto de partida señalado en varios de estos cambios es sin duda la carta pastoral El Espíritu Santo en la Iglesia que Mons. Romero escribió el 18 de mayo de 1975 siendo Obispo de Santiago María.
También puede iluminar la primera impresión que me dio cuando lo conocí en junio de ese mismo año, con motivo de la masacre de Tres Calles, de la Diócesis de Santiago María.
Ese día habíamos llegado varios sacerdotes para solidarizarnos con las víctimas y sus familiares. En la aldea estaban aún tirados los cuerpos sangrando de cuatro de los asesinados acribillados a balazos, varios de sus parientes lloraban adoloridos, aterrorizados por lo sucedido. Cuando nos disponíamos a concelebrar una Misa por todos ellos, llegó Mons. Romero. Obviamente fue Él quien presidió la Eucaristía pero lo que me molestó fue que nos arrebató el micrófono, prescindió de nosotros durante toda la ceremonia, no nos dejó tomar la palabra y, su homilía fue pronunciada con mucha elocuencia, pero de forma muy abstracta sin manifestar su indignación por tan grave injusticia que acababa de suceder.
Después del martirio de Monseñor, me di cuenta que aunque durante la Misa se opuso a hacer una denuncia pública, le había escrito una carta privada a su “amigo” el Presidente Molina. El texto refleja tanto la sensibilidad de Monseñor ante las víctimas y su intención de hacer una enérgica protesta, como sus prejuicios que le impidieron interpretarlo adecuadamente y pronunciarse sobre el hecho. Transcribo algunos de sus párrafos:
“Me partió el alma al oír el amargo llanto de madre, viudas y niños huérfanos… No menor impresión me causó el semblante de terror y de indignación que reflejaban los numerosos rostros de aquellos compatriotas a quienes saludé exhortándolos a la cordura. ….
“Cumplo con mi deber de expresar a Ud. mi respetuosa pero firme protesta de Obispo de la Diócesis por la forma en que un cuerpo de seguridad se atribuye indebidamente el derecho de matar y maltratar. No intento justificar la conducta de los acribillados. Tampoco estoy de acuerdo con quienes instrumentalizan estos hechos lamentables para sus fines políticos…” “Ruego al Señor Presidente su decisiva intervención a fin de que retorne al cantón Tres Calles la paz de los hogares, perdida ante la amenaza y el temor, y se haga justicia a las víctimas del atropello y se restituya, de alguna manera, a las familias, por la pérdida de quienes eran su sostén”.
¿Qué opciones fundamentales del Arzobispo Romero hicieron posible su transformación?:
No creo sea necesario tratar de ordenar cronológicamente los ocho cambios enumerados anteriormente ni intentar jerarquizarlos. Muy probablemente los más determinantes son el primero, tercero y cuarto; estos fueron en parte posibles gracias al segundo; los restantes se derivaron de los cuatro primeros y contribuyeron, a su vez, a que éstos se profundizaran y se consolidaran.
Lo que sí me parece importante es identificar qué fue lo que hizo posible todos estos cambios.
Obviamente lo determinante fue la acción amorosa y gratuita de Dios, sin la cual no se explica cómo una persona tan frágil, tímida e insegura como Mons. Romero llegara a ser tan firme, valiente y consecuente en el cumplimiento de su misión. Pero para que esa acción divina germinara tan fructuosamente también Monseñor Romero puso algo de su parte al adoptar durante su vida las siguientes opciones personales que convirtió en principios irrenunciables de acción quien llegó a ser San Romero de América.
El haber asumido como principio y fundamento definitivo de su vida el buscar y llevar a cabo la voluntad de Dios.
La consecuente y firme decisión de seguir a Jesús, haciéndolo presente como Buen Pastor que conoce, ama, guía, busca, cura y defiende a sus ovejas.
Su propósito de sentir con la Iglesia, que fue su lema que eligió en su consagración episcopal en 1970 y que mantuvo hasta el final. Lo hizo ser fiel al pueblo de Dios no obstante las amenazas a muerte que recibió por defenderlo, al mismo tiempo que lo mantuvo fiel al Papa y vinculado a la Conferencia Episcopal de El Salvador, no obstante las dudas del Vaticano suscitadas por tantas incomprensiones, acusaciones, calumnias, agresiones, hasta traiciones por parte de los demás Obispos salvadoreños, con excepción de uno. En base a ellas, llegaron hasta atreverse a solicitar al Papa que lo destituyera.
El haber asumido su ministerio sacerdotal y episcopal como un servicio al Pueblo de Dios siendo “el Obispo del Sagrado Corazón de Jesús” que promueve la buena nueva del Reino.
Estoy totalmente convencido que estos principios de acción u opciones personales de Mons. Romero, en parte inspiradas en la espiritualidad ignaciana, fueron la tierra fértil que permitió que la acción divina germinara en dichos cambios que resultaron tan fructuosos.
Otra anécdota personal que puede ilustrar por qué consideró que estas actitudes fundamentales de Mons. Romero hicieron posible que se desarrollaran y consolidaran dichos cambios fue un comentario que El mismo me hizo un día que se sentía inquieto e inseguro ante la posibilidad de que con todas estas transformaciones hubiera dejado de cumplir la voluntad de Dios, de ser fiel en el seguimiento de Jesús, en el ejercicio del ministerio sacerdotal y estuviera traicionando su lema de sentir con la Iglesia. Le brotaron estas inquietudes ante las reacciones de los demás Obispos, las amenazas en contra de Él, los desaires y rupturas de importantes cafetaleros que habían sido amigos suyos, las acusaciones que le hacían de estar dividiendo la ya polarizada sociedad salvadoreña, el calificativo que le atribuían de ser comunista, parcial, etc.
Padre Moreno -me preguntó- ¿no estaré equivocado, no me habré desviado del camino correcto? Nunca pude contestarle pues en ese momento llegó una persona que interrumpió nuestra conversación. Días después, cuando tuvimos la ocasión para retomarla, yo fui quien le preguntó: Monseñor, ¿qué ha pensado sobre el interrogante que me manifestó? Ya lo resolví -me contestó, muy seguro de lo que decía- me puse a orar y confirmé que Dios me estaba invitando a que escuchara el clamor de su pueblo, no fuera como un mercenario que abandona a sus ovejas amenazadas por el lobo. Luego caí en la cuenta que a Jesús le sucedió lo mismo durante su vida pública: Llegó a ser signo de contradicción y de división por cumplir la voluntad de su Padre. Entonces me dije- continuó Monseñor- si esto le pasó a Jesús que es el Verbo de Dios y la bondad infinita, con mayor razón me puede suceder a mí que soy pecador y limitado.
Otra reflexión que le confirmaba su conclusión era recordar cómo predicaba Juan Pablo II, cuando era Arzobispo de Cracovia, en apoyo a los obreros polacos.
Mi hipótesis de que estas cuatro opciones fundamentales de Monseñor fueron las condiciones de posibilidad del origen, desarrollo y consolidación de sus cambios la veo avalada por sus mismos apuntes personales escritos durante sus últimos ejercicios espirituales que hizo en febrero de 1980, un mes antes de que lo asesinaran:
Al terminar la Contemplación del “Reino de Dios y del seguimiento de Cristo”, después de haber hecho la oblación que sugiere San Ignacio, concluyó: “Así concreto mi consagración al Corazón de Jesús, que fue siempre fuente de inspiración y alegría cristiana en mi vida. Así también pongo bajo la providencia amorosa –del Padre- toda mi vida y acepto con fe en Él mi muerte por más difícil que sea. …. Me basta para estar feliz y confiado, saber con seguridad que en Él está mi vida y mi muerte, que a pesar de mis pecados en Él he puesto mi confianza y no quedaré confundido y otros proseguirán con más sabiduría y santidad los trabajos de la Iglesia y de la patria”.
¿Cuáles fueron los factores externos que contribuyeron a los cambios de Mons. Romero?
Así como considero que es multidimensional el cambio de Mons. Romero, de la misma forma creo que son múltiples los factores externos que también influyeron en Él para generar su transformación. Entre los que me parecen más importantes destaco:
- La creciente polarización de la realidad social, económica, política y eclesial de El Salvador agravada durante el tiempo de su arzobispado en San Salvador, en cuanto la consideró “signo de los tiempos” que había que discernir.
- El nivel de concientización y compromiso social de la mayoría de los sacerdotes, religiosas y comunidades de base que encontró en la Arquidiócesis, que fue para El un gran apoyo, y estímulo.
- La confianza que el pueblo sufriente depositó en Monseñor Romero y la firme determinación que le transmitió de continuar en la lucha hasta lograr su liberación, que llegó a ser una de sus principales motivaciones y fuentes de inspiración.
- La oportunidad que le brindó ser mediador en diversos conflictos, para conocer personalmente a dirigentes de las organizaciones político populares y aun político militares lo que le permitió descubrir su motivación y trayectoria cristiana
- Los documentos del Vaticano II y de la Conferencia de Medellín que le dieron a Él y a la Iglesia una renovada visión e impulso apostólico.
¿Qué impacto causó en Mons. Romero el asesinato del Padre Jesuita Rutilio Grande?
No cabe duda que entre todos los factores externos que influyeron en los cambios de Oscar Arnulfo Romero, el que propició la integración de todos ellos y aceleró su fortalecimiento y radicalización fue el asesinato de Rutilio, Párroco de Aguilares, así como las decisiones que Monseñor tomó ante semejante crimen ocurrido tres semanas después de haber sido consagrado Arzobispo.
Coincido con Jon Sobrino que el ver los cadáveres de los tres recién asesinados encima de unas mesas fue tan determinante para Monseñor porque Rutilio era un amigo en el que confiaba plenamente como persona y como sacerdote. Ello le permitió hacerse a fondo y sin prejuicios la pregunta: ¿por qué mataron a su amigo si era un fiel seguidor de Jesús? Suponemos que se respondió: a Rutilio lo mataron como a Jesús, porque también su vida y su misión habían sido como las de Jesús. Respuesta que lo llevó a caer en la cuenta que en consecuencia la pastoral encarnada y comprometida del Párroco de Aguilares no era una desviación, sino la forma correcta de seguir a Jesús. Conlusión que llevó a Monseñor a tomar una decisión congruente que determinó toda su vida: proseguir la labor de Rutilio, sobre todo el camino de Jesús, combatiendo el pecado estructural que había generado ese y otros crímenes similares y construyendo aquí y ahora el Reino de Dios que es un Reino de justicia, de fraternidad y de paz. Lo que sí consta es que al final de su reflexión, no le quedó más que exclamar ante una religiosa que estaba limpiando en ese momento el rostro ensangrentado de Rutilio:
—Si hoy no cambiamos, no habrá cuándo, ¿verdad, hermana?
Las tres decisiones que tomó junto con los sacerdotes, religiosas, religiosos, agentes de pastoral de la Arquidiócesis fueron contundentes: el celebrar una misa única dominical en toda la arquidiócesis, el no participar en actos oficiales de Gobierno mientras no se esclareciera y sancionara a los que resultaran culpables de tan horrendo crimen y el que hubieran tres días de reflexión sobre la doctrina social de la Iglesia en todos los colegios católicos de la Arquidiócesis. Estas tres decisiones, por una parte, evidenciaron la gravedad del asesinato, la enérgica protesta del pueblo de Dios y la firme decisión del Arzobispo de continuar la obra de Rutilio. Por otra, produjeron un distanciamiento que llegó a ruptura con el Gobierno de El Salvador, una creciente oposición del Nuncio y de los demás Obispos quienes siguieron participando en eventos oficiales y hasta algunos de ellos continuaron apoyando explícitamente al Gobierno y a los militares y la agresividad de sus antiguos amigos cafetaleros.
Todo ello contribuyó a consolidar, radicalizar, hacer definitiva la decisión tomada ante el cadáver de Rutilio
CONCLUSIÓN
Las respuestas a las preguntas planteadas esbozan parte de la trayectoria que recorrió Monseñor hasta llegar a ser San Romero de América, al mismo tiempo pueden explicar por qué hay diversas opiniones sobre la caracterización, la causa, el momento de la “conversión” de Mons. Romero, ya que, desde mi punto de vista, se trata de un cambio:
- Plurilineal, no unilineal;
- Obedece a diversos factores, no tiene una sola causa;
- Es un proceso gradual que, tuvo un momento clave cuyos frutos siguieron incrementándose, consolidándose hasta que fue violentamente truncado por una bala expansiva que penetró el corazón de Monseñor Romero en el momento en que celebraba la Eucaristía en el hospitalito donde vivía.
- El asesinato de Rutilo fue el factor determinante, iluminador, integrador y catalizador de todo ese proceso.
- Este es una evolución dialéctica que incluye un salto cualitativo en la forma como entendió y vivió Monseñor su misión: sin negar lo que creía, decía y hacía anteriormente lo encarnó, lo trascendió y radicalizó desde una perspectiva más plena y evangélica;
- Dicho salto se puede describir como el cambio en la manera de concebir y vivir su cumplimiento de la voluntad de Dios, su seguimiento de Jesús, su forma de sentir con la Iglesia, de ejercer su ministerio sacerdotal. Pasó de promover una instauración espiritualizada, ultra-histórica del Reino de Dios a colaborar en la encarnación, la historización de dicho Reinado que, aunque trascendente, incluye también una manifestación en el aquí y ahora, en el espacio y el tiempo de la historia. Este paso Mons. Romero lo dio apoyado y motivado por sus sacerdotes, lo hizo con y desde la perspectiva de los empobrecidos, de los y las excluidas, de las víctimas de la represión. Todo ello hizo que el pueblo, “su pobrería”, entrara de otra forma en su corazón y en su mente, e hiciera de él un hombre y un creyente nuevo, sin fisuras, un ser humano y un creyente cabal.
Por ello, el Papa Francisco en la carta de Beatificación de Mons. Romero lo caracteriza como:
- Obispo, Mártir,
- Pastor según el corazón de Cristo,
- Evangelizador y padre de los pobres,
- Testigo heroico del Reino de Dios, Reino de justicia, fraternidad y paz
Por ello, en su carta del día de la Beatificación, el Obispo de Roma concluye:
“Quienes tengan a Monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social más equitativo y digno”.
Por ello, “el 21 de diciembre de 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 24 de marzo como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas, con el propósito de:
Promover la memoria de las víctimas de violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos y la importancia del derecho a la verdad y la justicia;
Rendir tributo a quienes han dedicado su vida a la lucha por promover y proteger los derechos humanos de todos y a quienes la han perdido en ese empeño;
Reconocer en particular la importante y valiosa labor y los valores de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, de El Salvador, quien se consagró activamente a la promoción y protección de los derechos humanos en su país, labor que fue reconocida internacionalmente a través de sus mensajes, en los que denunció violaciones de los derechos humanos de las poblaciones más vulnerables y su dedicación al servicio de la humanidad, en el contexto de conflictos armados, como humanista consagrado a la defensa de los derechos humanos, la protección de vidas humanas y la promoción de la dignidad del ser humano, sus llamamientos constantes al diálogo y su oposición a toda forma de violencia para evitar el enfrentamiento armado, que en definitiva le costaron la vida el 24 de marzo de 1980”.
Por ello, el 14 de octubre del 2018 será Mons. Romero canonizado: reconocido como un testigo y modelo universal de seguidor de Jesús.